Partida Rol por web

Las mujeres escucharon al sacerdote, gruñeron a Marco y miraron de reojo a Hans, pero finalmente, tras ponderar las opciones con miradas de una sorprendente lucidez y determinación, se pusieron detrás de los tres forasteros, quienes iniciaron el paso por la plaza a la vista de muchos otros vecinos, cada cual desde sus ventanas. El total de mujeres en procesión era siete. Un buen número, según la mayoría de las supersticiones.

Pero claro, si era o no un buen número, quizá habría que preguntárselo al alcalde.

Precisamente, del edificio donde se dirigían, alto, con mejores materiales y más mimo en su construcción que los aledaños, salió un hombre grande, no orondo, pero casi, vestido con ciertas maneras, que levantó una mano y exigió que todos se detuvieran. Una de las mujeres le increpó.

-Aparta, Taras, o mañana cuando vuelvas borracho te lleno la cama de clavos. ¿Qué te crees?

El hombre se amilanó un momento, pero luego se estiró todo lo que su barriga permitía.

-Calla, mujer. Los demás. ¿Qué es este amotima...amontinami...? ¿Qué es esto? Un respeto, que están entrando ustedes en casa de un hombre importante con mucho en la cabeza. A ver, díganme para qué lo quieren molestar.

Bueno nombre , dígale al alcalde que Han Von Drechsle , servidor de la ilustre orden de los caballeros pantera , el padre sigmund , fiel devoto de la congregación de Sigmar y Marco Astarboa , nuestro acompañante , han venido a pedir audiencia con él por asuntos que atañe tanto a quien nos envía , Conde Elector de Ostermark, Canciller de la liga de Ostermark y Príncipe de Bechafe Wolfram Hertwig . Y también estamos aquí por un posible incumplimiento en las leyes dictadas por el emperador Magnus el piadoso en lo referente a hechicería por petición popular de estas señoras en cuanto a comentarios de una bruja . 

Le dijo Hans a aquel hombre tras hinchar su pecho de aire para poseer un porte más regio y una voz más portentosa de lo normal en él , aunque su noble alcurnia ya le daba de por si un cierto talento en ser alguien digno de tales asuntos . 

Marco enarcó una ceja después de escuchar toda la retahíla de títulos, para finalmente quedar él supeditado al simple puesto de acompañante. Sin embargo se guardó sus deseos de decir algo en ese sentido, por el bien de las negociaciones que estaban teniendo lugar frente a ellos. Sin embargo al ver las dudas del hombre el estaliano con disimulo bajó su mano a la empuñadura de su arma y con su característico acento dijo.

- Estamos aquí en misión oficial y tenemos que hablar con el alcalde, por orden del Conde Elector de Ostermark, si nos impides el paso estás impidiendo el paso a un Conde Elector y estoy seguro de que no quieres importunar a alguien así ¿verdad? - Comentó el estaliano de forma inquisitiva mientras mirando al tipo que se interponía entre ellos, tras eso chasqueó los dedos y le señaló que se apartara. - Pues hazte a un lado. -

Poco tenía que añadir el padre Sigmund esta vez a lo dicho por sus dos compañeros, así que se limitó a asentir y saludar con la cabeza cuando mencionaron su nombre. Después de eso esperó a que les llevaran con el alcalde o a que este saliera a recibirles.

Al hombre se le debió de quedar la boca pastosa, porque hizo como si masticara algo, palabras, quizá, pero no encontró ninguna y se limitó a componer una cara de resentimiento hacia las mujeres.

-Bien lo habéis conseguido esta vez - dijo al fin -. Una compañía intachable convencida de vuestras historias. Pasen pues, señores, pasen. A ver cómo termina esta historia.

El edificio estaba iluminado por velas a lo largo de las paredes, necesarias por la poca luz que entraba por las ventanas. Aunque las paredes eran sencillas, el suelo, sin embargo, estaba cubierto de pequeñas piedrecitas, teselas, como sabía el padre Sigmund, entre blancas y negras, que con más o menos destreza dibujaban una especie de símbolo de gran tamaño.

El llamado Taras se encargó de acompañar a todos por las escaleras hasta el piso superior, donde tras una puerta se abrió un despacho realmente grande, mucho más luminoso merced a unas ventanas abiertas que daban al balcón que podía verse desde el exterior.

Sentado en una mesa había un hombre que vestía con la sencillez de un aldeano, pero cuyas facciones bien podrían ser las de un hombre noble. Una vez en su presencia, las mujeres se achantaron mucho, bajaron la cabeza y se quedaron unos pasos detrás de sus adalides.

Conoces el símbolo, sacerdote. Es una antigua marca de protección, un resto de una de las muchas supersticiones locales.

El hombre, pelirrojo, bien peinado y con una perilla bastante regia (y recta), levantó una mirada azulada, brillante a pesar de la mañana gris.

-Padre - se dirigió con reflejos al sacerdote -. ¿Qué se les ofrece a usted y a su compañía en esta mañana? Debe de ser algo verdaderamente importante para requerir un público tan animoso.

El venerable sigmarita se adelanta esta vez a sus dos compañeros, dado que el propio alcalde le había preguntado a él directamente. Aclaró su garganta antes de dirigirse a tan distinguida personalidad en el pueblo. - Excelentísimo señor. Henos aquí, mis compañeros y yo, por una misión encargada directamente de los labios del mismo Conde Elector de Ostermark, Canciller de la liga de Ostermark y Príncipe de Bechafen, el gran señor Wolfram Hertwig. Además, en nuestra llegada al pueblo debo decir que pude detectar la presencia de magia en la taberna en la que nos alojamos, proveniente de una muchacha de rojos cabellos y ojos de distintos colores. Las mujeres, aquí presentes, la catalogan de bruja. Pero a fe de la verdad, he de decir que no noté maldad en su magia. Más, en acuerdo a las leyes de nuestro sagrado Imperio, cualquiera capaz de controlar los vientos de la magia ha de ingresar en un colegio de magos, sin salvedades. Estos dos temas son los que nos traen ante usted, y por ambos solicitamos audiencia privada nosotros tres: Hans von Drechsle, servidor de la ilustre orden de los caballeros pantera; Marco Astarola, afamado espadachín estaliano, y yo mismo, Sigmund Krimmer, fiel sigmarita. - Respondió el padre Sigmund, y después espero a que el alcalde despejara la sala para poder tratar aquellos temas en privado.

El estaliano entró junto a sus acompañantes y con un rápido vistazo observó todo cuanto había a su alrededor en aquella habitación. Finalmente se giró para observar con detenimiento al hombre con el que tenían que hablar, pero dejó que fuera el veterano sacerdote el que abriera la conversación, al fin y al cabo él era un extranjero y no despertaba demasiada simpatía por aquella zona.

Fruto de la juventud, la gallardía o la sangre caliente de su patria no pudo evitar hinchar su pecho al escuchar los adjetivos que el hombre de Sigmar le dedicaba, quizás fueran unos simples adornos formales, pero no le desagradaban.
- Sí, esa mujer no actúa con maldad y no ataca, pero puede cautivar con sus encantos a mentes más inocentes y débiles que las nuestras, las cuales son expertas y profesionales. Así que agradeceremos su colaboración. -

A decir verdad , ya no hacía falta nada mas que lo dicho por el padre Sigmund pero aún así Marco tambien habló . Todo lo contrario que Hans que se quedó cerca del sacerdote asintiendo a sus palabras con porte regio . 

La primera mirada del alcalde, a pesar del respeto que intentaba mostrar en todo momento, fue de contrariedad. Consiguió reponerse lo suficiente, con mucha habilidad, la verdad, y recuperó un gesto más neutro, como de administrador desapasionado.

-No es la primera noticia que tengo al respecto - miró a las mujeres que se hallaban detrás -. Hubiese querido concluir que no se trataba más que de un asunto de celos, como otras veces, pero un docto como su eminencia asegura que hay magia de por medio, debo cambiar entonces mi opinión y mi veredicto...tantas veces discutido, por otro lado.

Hizo en ese momento una pausa para fulminar con la mirada a una de las mujeres, que a todas luces iba a intervenir, pero al final se calló, como herida por un flechazo de autoridad.

-Bien, como dice el don del sur, puedo colaborar. No conozco nada de los asuntos de magia. Para estos casos, reconozco que me dejo asesorar por eruditos como usted - indicó al sacerdote -, que vienen de paso, o busco yo mismo en las ciudades vecinas el apoyo que necesito. Nunca ha sido necesario más que una breve consulta para ello. En fin, ¿cómo quieren que ayude? Yo mismo diría que no estamos ante un asunto peligroso ni urgente, no más incluso que una pelea de taberna, por ejemplo. Pelea que... precisamente, nunca se produce en la taberna de desde que esta joven ayuda a Vasili en el "Jente de paz". Joder, parece que por fin el nombre hace honor al lugar...

-¿Y bien? - la impaciencia hizo que el alcalde abriera mucho sus ojos claros -. Insisto en recibir un consejo de quien, por lo que supongo, tiene más conocimiento que yo... y desde luego que estas mujeres... en asuntos que llama de magia. No esperen, desde luego que no, que por mi iniciativa obre. La paz de este pueblo está bien asegurada y aquí no he visto yo durante todo este tiempo más riña que los celos acumulados de las buenas señoras, aquí presentes.

Marco se cruzó de brazos meditando sobre que posible respuesta podía ofrecer a aquello, no era el más erudito sobre la materia, ni el más experto, podría incluso decirse que sus conocimientos no eran mucho mayores que los de cualquier campesino de por allí. En Estalia la magia era un cuento de viejos. Sin embargo habló.

- La magia no obedece siempre a razones lógicas, puede que esa muchacha sea ahora inofensiva, pero puede que su poder aumente y deje de serlo, poniendo en peligro a su pueblo ¿No querrá eso verdad? Necesitamos conocerla y evaluar la situación, por otro lado lo que necesitamos de usted es toda la información que tenga que ver con este caso y no sea parco en detalles, cuente todo lo que sabe acerca de ello todos ganaremos con ello.-Por eso y con una ligera sonrisa dijo - Si es muy peligrosa quizás haya que acabar con los riesgos. - tras pronunciar esas palabras de forma deliberada se fijó en el rostro del hombre buscando una posible reacción por ellas.

El padre Sigmund a asegurado notar magia , y siendo palabras provenientes de un hombre versado en los conocimientos de Sigmar y que ha sobrevivido a encuentros con entes no naturales creo en su palabra . La ley es clara en cuanto este asunto . 

Dijo Hans dejando su puesto al lado del padre y adelantándose un paso sobre este . 

Todo aquel tocado por los vientos de la magia debe ingresar en uno de los colegios imperiales o será declarado hereje y adorador del caos y por lo tanto sería una sentencia de ejecución . 

Nuestro camino nos lleva al norte y no al sur , donde se hayan los colegios imperiales de magia , por tanto no podremos escoltarla a menos que nos la llevemos en nuestro viaje , motivo principal de nuestra visita ademas del asunto de hechicería .

La conclusión sería sencilla . Hablaríamos con ella que prefiere hacer , la hoguera , viajar con nosotros o que sus hombres la escolten hasta los colegios imperiales . Tal vez con esta ultima opción pueda verse sin necesidad de recurrir a sacerdotes viajeros para consultar asuntos sobre menesteres mágicos , pues estoy seguro que contraerá una gran deuda para con usted por salvar su alma del caos y su cuerpo de las llamas . 

El sigmarita carraspeó un poco antes de hablar, era lo que solía hacer para sacarse a si mismo de sus propios pensamientos, en los que a veces se perdía discutiendo con sigo mismo sobre lo ético de una situación. - Nada más lejos de nuestra intención es el causar perjuicio alguno a este pueblo o a la muchacha. Ciertamente sus palabras no hacen si no confirmar mis intuiciones sobre la ausencia de maldad en la muchacha. Lo único que desearía es entrevistarme con ella para dilucidar lo que realmente ocurre y solucionarlo de la mejor manera posible. Como bien dice mi compañero la ley es clara al respecto. Pero no me gustaría, sin embargo, que empuñando la ley causaramos más perjuicio que bien. - Contestó el padre Sigmund al alcalde, después se colocó a un lado y señaló a sus compañeros. - Del otro asunto que nos trae hasta aquí, será mejor que le hablen mis compañeros, aquí presentes, pues son más conocedores de ese tema y a quienes se ha encomendado tal misión. - Añadió, para dar paso al caballero pantera y al estaliano.

-Entiendo - el alcalde se paseó detrás de la mesa, de un lado a otro, con la mano apoyada de tanto en tanto en el respaldo de su cómodo asiento -. Si no hay forma de esquivar la acción, que insisto en que nos tenía muy tranquilo salvo ataques ocasionales de celos, tendríamos que hablar primero con Vasili, el tabernero. Lo conocerán sin duda. Su hermano gemelo lleva la taberna de enfrente, ya no me acuerdo del nombre de cada cuál... porque es decisión de cada hombre entrar en ellas o no y yo no lo hago.

El comentario iba sin duda dirigido a los maridos que habían sido reprendidos por sus esposas. Éstas asintieron con energía y ellos agacharon las orejas.

-Haré mandar que lo traigan, ¿de acuerdo? Y dejaré algún hombre en la posada para que a nuestra muchacha no le suceda nada mientras hablamos aquí con Vasili. No quiero - y apuntó severamente a las mujeres con un dedo rígido - ningún problema derivado de esto. ¿Estamos de acuerdo?

- Si el tema a tratar es la muchacha, preferiría hablar con ella directamente. Además, de esta forma corremos el riesgo de que sospeche algo y emplee sus poderes para dormir a sus hombres y huir. Y no me gustaría que semejante malentendido ocurriese. Lo mismo podría ocurrir si hace que la traigan. No, creo que podemos ir hasta la taberna a entrevistarnos con ella, si contamos con su beneplácito para tal acción. Recordemos que la muchacha no ha hecho nada malo y no merece ser perseguida por lo que es. Hasta ahora parece haber hecho buen uso de ello. - Respondió el padre Sigmund, que no quería exagerar la situación.