El Enano, en medio de sus palabras no pudo describirlo mejor "Las coincidencias no existen" y aún ignorantes del futuro, aquellos cinco personajes no comprendían aún que su estadía ahí, en ese instante y en ese lugar no eran coincidencia. Destino? Designio de los Dioses? Ni los más sabios podrían descifrarlo.

Por una pequeña nota pegada en un tablón de una posada en una ciudad con incontables estaderos, en un zona remota de un continente con millones de personas, ciudades y lugares, cinco personas se habían unido en una cadena de acontecimientos que desembocaron en la reunión en una mesa intercambiando palabras, historias y salpicaduras de comida. EL fuego reconfortaba y la comida no estaba mal. La cerveza estaba muy aguada y rendida con agua, pero de buen sabor, y sin pagar un solo cobre por ella, no había nadie que se quejara.

A la pregunta de la Enana a quien habían llamado niña, el posadero no aportó gran información. No lo conocía y solo había tratado con él el día que llegó a poner el anuncio. Pero había escuchado que se trataba de un próspero mercader sureño que tenía algunos negocios en la costa de la espada. Aquel anuncio hizo que Koltron escurriera bebida por su boca (o acaso eran babas?), un mercader próspero podría pagar una fortuna para recuperar a su hija. El posadero se negó a aceptar la oferta de monedas que la Enana ofreció. Al menos aquel posadero era honesto.

El grupo comió hasta quedar satisfecho, el botón de la camisa del mediano amenazaba con salir disparado y tumbar ojos a su paso, su estómago parecía a punto de estallar. Pero insistió en meter ese último pedazo de pollo en él; a fin de cuentas era gratis y si los camellos del desierto de Anarouch bebían agua en grandes cantidades para almacenarla, por qué él no podía hacer lo mismo con la comida?

Entre risas, historias y reclamos se escuchó un grito cerca del tablón de anuncios: Un hombre alto y de cabello negro con una armadura reluciente, citó a su grupo aduciendo haber encontrado una oferta de trabajo. Poco a poco, los miembros de su grupo de aventureros se reunieron en torno a él: Un hombre de aspecto místico, una semielfa con cara de amargada, un elfo de ropaje salvaje y un humano sureño (El grupo F).
Para sorpresa de todo el grupo que comía, ojeaban la misma nota de rescate de la niña!

Todos los de ese grupo parecieron asentir y se dispusieron a tomar camino afuera de inmediato, lo más probable a dirigirse a aquella taberna a reunirse con Dustier.

Ese grupo de aventureros representaba competencia sin duda alguna, y habían aventureros que se motivaban con la competencia y otros que simplemente preferían no perder el tiempo desgastándose en vano y hacer otra misión. 

¿Qué tipo de grupo sería ese recién formado por una pareja de Enanos, un mediano, una semielfa y un humano?... Sin duda debían discutir y determinar si valía la pena competir o si mejor se decantaban por otra misión.

Mientras hablábamos sobre los pasos a seguir, unos gritos provenientes del otro lado de la taberna llamaron mi atención. Un segundo grupo de aventureros parecía haber encontrado una misión al igual que nosotros. El problema era que habían escogido la misma.

Tenemos que darnos prisa. No podemos permitir que esos de ahí nos quiten la recomp....quiero decir que salven a la niña antes que nosotros.

El hecho de que el padre de la criatura fuera un mercader de renombre, hacía aquella misión mucho más interesante y si el resto del grupo quería renunciar a lo que estuviera dispuesto a pagarnos por rescatar a su hija, tanto mejor para mí. Retiro la silla y me levanto. - ¿Vamos o les dejamos la misión a ellos? Antes he visto una de un elfo que matar, que también me atraía....Daban 30 piezas de oro.

- Venga, nos vamos a por Duster, el vera que cuenta, me se el camino perfecto hasta allí, he vivido aquí toda mi vida, así que si no hay ninguno de ellos que sea de aquí llegaremos primero*.
Dicho lo cual se levanta y sin esperar a nadie se da media vuelta y se encamina a la puerta para ver por donde se marcha el otro grupo. y toma el camino mas directo esperando que no sea el mismo.

Aquel exabrupto le había dejado un mal sabor en la boca. Agarot simplemente se había interesado por ella y, mal que le pesara, Diesa debía admitir que no era común que una enana de su edad anduviera sola lejos de su hogar. Ella no viajaba sola (pero que eso era algo que él ignoraba), Viet y Orsik viajaban con ella y…

La joven enana se alzó de puntillas y buscó con la mirada a sus compañeros de viaje. (¿Dónde se había metido Orsik?) Pero no fue con el atolondrado enano con quien se toparon sus ojos, sino con la elfa. Diesa sonrió de lado y miró a los ojos a la paladina. Pese a ese aire condescendiente con el que se dirigió a ella, Aniel parecía una buena persona, con buenas intenciones y le rendía culto a una deidad justa, o eso decían quienes creían en Tyr. La joven mordió sus labios y resistió las ganas de responderle con algún otro exabrupto (el mal genio de la muchacha era conocido en todo Adbar) y solo señaló, con cierto aire de suficiencia:

—Por lo pronto sabemos que no es de la ciudad, y que es alguien próspero —sonrió. Y acto seguido, inquirió: —No querría perderme en el camino, ¿marchamos hacia la taberna del "Ciervo en pie"? Si acaso no cambiaste de opinión.

Cuando la elfa asintió, Diesa volteó la mirada hacia Agarot, sonrió algo incómoda y balbuceó:

—Me disculpo por el exabrupto, maese Agarot. No soporto que me traten como a una niña. Pero eso no justifica mi conducta, Sharíndlar no la aprobaría. —Y desairar a una diosa no era algo que tuviera en mente. Además, no deseaba dejar algún tonto resquemor en el camino, menos con uno de los suyos.

De pronto Diesa recuperó la alegría y las energías, se llevó dos dedos a la boca y un estruendoso y singular silbido escapó de sus labios, como el eco de voces en una caverna. Por un breve instante, el silencio reinó en la posada, y muchos ojos se posaron en la enana.

—¡Oh, sigan su plática, caballeros! Yo solo estoy llamando a…

No terminó de explicarse que, una de las mesas voló por los aires y debajo de la misma surgió la silueta de un joven enano que miraba confundido en derredor, blandiendo una jarra vacía y un enorme trozo de ciervo roído hasta el hueso como si de un escudo y un hacha se trataran.

—¡Orsik, nos vamos!

—¡Ahí voy, Mi Señora, no os preocu…!

La agria mirada que le echó Diesa provocó que el enano se atragantara las palabras y que caminara a los trompicones hacia ella. Por el color de sus mejillas y su mirada somnolienta, era indudable que estaba durmiendo una merecida siesta tras una comilona que poco debía envidiar a la de Vater. Algunas risotadas acompañaron la intempestiva aparición del enano.

—Pe-pero… ¿Y Viet?

—¡Déjala! No la necesitaremos… —(Lo más seguro es que esté esquilmando a algún incauto en una partida de dados. Esa enana habrá perdido los dientes, pero las mañas no, pensó.) —¡En marcha! —ordenó.

—¡Voy, voy…! —respondió Orsik, resoplando; y exclamó al descubrir al mediano: —¡Por las barbas de Moradín! ¡Que me rapen si ese no es mi querido amigo Vater! ¿Qué haces por aquí, muchacho? Tú también eres de la partida, ¿eh?

El enano no contaba no con más de treinta años, pero trataba de disimular su juventud atusando sus bigotes y esponjando su poco abundante barba, de un profundo rojo fuego y toda salpicada de migas.

Finalmente Diesa volteó la mirada hacia donde se encontraban Agarot y Vater y preguntó:

—¿Vienen o se quedan?  ¡Una niña nos espera!

Al escuchar la disculpa de Diesa asiento con la cabeza y le digo -No te preocupes, a mi edad ya no te preocupas por tonterías, se que por algo estas aqui, porque? ya lo veremos. Al escuchar el comentario de Koltron y de Aniel de la competencia, me animo, tomo mi equipo y me preparo para arrancar pero justo un silbido fuerte que resuena en la taberna y veo que la joven enana no estaba sola! Buena gente debe ser para estar con un corazón tan puro, pero son muy jovenes, de muchachadas esta hecha el temple de los enanos! Alcanzo a los muchachos en la puerta y les digo -Una buena carrera para iniciar la aventura, Vamos! Vater mi amigo, si te cuesta caminar rebota! Hahaha!

El tiempo de saludar al buen Orsik fue solo un instante, apenas estrecharon los primeros 35 movimientos de su saludo privado, noto que sus nuevos compañeros ya cruzaban la puerta, ¡Orale! exclamo mientras apuntaba con sorpresa al grupo que ya se retiraba para la casa de Dustier, y tomando su morral de un apuron, aligero tanto como pudo para alcanzarles...

Mas cuando llego afuera recordó por que la taberna le sentaba tan bien, tener los pies desnudos en la nieve no es lo que mas disfrutan los medianos...

Se mordió el labio para evitar que el resto le escuchara, pero sabia que iba a tener que lidiar con pies mojados mas tarde...

Estaba decidido. Que gane el mejor grupo, el más rápido o el que tenga al mejor pícaro. Nos levantamos de la mesa en dirección a la calle, donde todavía estaba lloviendo.

¿Pero alguien sabe donde está el padre de la niña? - No me había enterado entre el barullo de los dos grupos si sabíamos algo de la niña o no. - ¿Por donde empezamos?

De pronto hago memoria - ¡Ah! Duster... claro. Vamos, que ya tardamos.

Comienzo a andar decididamente en busca del tal Duster esperando que los demás me sigan

—¡Orsik, apúrate! —gritó la enana, justo antes de trasponer la puerta hacia la salida y casi arrollar a Agarot. Una vez fuera de la posada, una ráfaga gélida la hizo arrebujarse bajo la gruesa capa de piel. Miró a un lado de la callejuela y, luego, al otro; por un lado iba Koltron, por el otro, Aniel.

—Dustier, en la taberna del Ciervo en pie —rememoró.

Otra vez miró hacia uno y otro lado de la callejuela (¿tras el humano o la elfa? ¿No iban esos dos en busca del padre de la niña?) y se encogió de hombros. Cruzó una fugaz mirada con Agarot y con los dos rezagados...

No lo dudó.

—Sigamos a la elfa.

Cuando ando unos pasos, me doy cuenta que la elfa iba en dirección contraria, mierda, ya me he confundido de camino.

Me giro, ¡Eh! Esperadme, ¿no era por aquí?  digo señalando en la dirección en la que yo iba.

ESCENA SUSPENDIDA MOMENTANEAMENTE DEBIDO A LA FUSIÓN DE DOS GRUPOS

 INICIO DE LA NUEVA ETAPA (NUEVO GRUPO C)

El alba había llegado y con ella el frío norteño de invierno. La nieve caía en pequeños copos y sabían que si seguía nevando, los caminos se harían más tortuosos y difíciles.

Todo el viaje seguirían un único camino, por lo que no era difícil llegar a destino, pero algunos sabían que la parte crítica estaba en la segunda mitad del tramo entre Argluna y Eternlud, donde el camino ascendía a las montañas Nezher. El paso estaba cerrado a las caravanas durante los meses de invierno, pero viajeros ligeros no tendrían mayor problema en transitar, lo difícil consistía en las criaturas que podían descender de lo profundo de las montañas. Orcos y Goblins lo más común, pero se sabía de ogros y alimañas espantosas que llegaban hasta ese punto.

Cuando el cielo empezaba a tornarse de color ocre dando paso al día, el grupo abandonó la posada con un extraño sentimiento en el interior. Muchos ya habían viajado y habían tenido aventuras y desventuras, pero sin saberlo aún, esta misión en especial marcaría el devenir de los que en ella participaban. La senda del aventurero se formaba en las elecciones que hacían, y la primera elección había sido viajar rápidamente a fuerte Olostin y rescatar a una niña que se había reportado como desaparecida.

En la puerta Mul, al sur de la ciudad, ya se encontraba Dustier acompañado de un par de guardias vestidos en cuero tachonado y espadas largas enfundadas. Portaban un uniforme de color marrón con el simbolo de la casa mercantil a la que pertenecían. Sostenían 5 caballos y un poni de color negro como el ébano. Todos estaban ensillados y con unas pequeñas alforjas que contenían las raciones secas prometidas por el hombre.

Tras hablar por un corto tiempo, el mercader les deseó la mejor de las suertes y otorgó a cada uno una poción de curación, era un líquido mágico imbuído de magia sagrada hecha para revitalizar y llenar de energía el cuerpo de quien la bebiera. Él no era un fiel creyente de los dioses, pero rezó a Shaundakul por un viaje seguro para los viajeros. Les recordó la información de la noche anterior y prometió reunirse con ellos pronto en Fuerte Olostin. Confiaba en que a su llegada, los héroes ya habrían resuelto el misterio y habrían encontrado a su preciada hija.

-Mucha suerte y que el velo de Shaundakul caiga sobre todos en este viaje que están por emprender.

Y así se despidió el hombre, confiando en ese grupo de 5 aventureros y medio.

Aún no habían despuntado las luces del nuevo día cuando el fresco aroma de la menta despertó los sentidos de la enana y descorrió los velos del sueño. Entonces abrió los ojos y encontró a Viet sentada a los pies de la cama saboreando una infusión de menta y miel. Con una torpe cabezada, y sin siquiera levantar la vista, señaló hacia uno de los lados de la cama donde una taza humeante prometía un buen inicio de jornada. Diesa se incorporó ligeramente y bebió un largo sorbo de la infusión antes de decir:

—¿Qué haces aquí? ¿Y Agarot?

Por toda respuesta, Viet gruño y se encogió de hombros. Luego, la mirada de la anciana se clavó en la enana.

—No me mires así. Cargas con casi cuatro centurias, no puedes ir por los caminos cabalgando a lomos de un caballo. Serán unos pocos días, tienes mi palabra. Además —vaciló —, no me perdonaría si algo malo te pasará. Agarot es un enano de buena hechura, se ve en sus ojos. Pero cuídate del otro, no me fío de él. —De un salto, Diesa abandonó el abrigo de las mantas y rebuscó entre sus pertenencias un paquete y unas monedas. —Lleva esto para el viaje, son vituallas: unas manzanas, una hogaza de pan, queso y unos bollos de miel; también te separé un poco de menta y de anís. Una manta para cubrirte de las lluvias y algunas monedas para que te compres lo que necesites. ¿Tienes abrigo suficiente o necesitas más? Tus botas son nuevas y muy abrigadas, no pasarás frío y…

Un leve ademán acalló a Diesa. Entonces Viet habló, como no lo hacía en muchas dekhanas, e indagó, escueta:

—¿Lo tienes?

—¡Por Sharíndlar! Claro que lo tengo. ¿Qué dices? ¿Quieres llevarlo contigo? ¿Temes que lo pierda? Lo tengo muy bien guardado, no te preocupes —respondió.

La anciana rumió en silencio y, acto seguido, se encamino hacia la puerta.

—¿No vas a despedirte de mí? —reclamó Diesa.

Viet volteó su cana cabeza, pero no hizo ademán alguno. Simplemente contempló a la muchacha y se marchó, cargando los objetos que Diesa le había entregado. La joven enana sonrió. Por centurias, Viet había servido a su familia, y había cuidado de ella, como antes de su madre y mucho antes de la madre de su madre. Y nunca jamás se había despedido de ninguna de ellas cuando las circunstancias las alejaba. Nunca lo hacía. Jamás.

“Solo se despiden quienes se van. Pero has de saber que nunca se van quienes amas. Están allí, siempre presentes, en el agridulce sabor de los recuerdos y en el continuo devenir de los pensamientos,” decía su madre.

***

Sola, en el penumbroso silencio de la habitación, Diesa invocó la gracia de Sharíndlar, la Bailarina Reluciente. “Oh, Señora de la Vida y la Clemencia, escuchad a vuestra servidora, templad la furia y la hostilidad de mi sangre y enseñadme a abrazar el don de la vida con vivacidad y gracia. Yo invoco vuestra gentil clemencia y solicito vuestra gracia. Dejad que mi voz sea la perdición de quienes solo buscan el mal, una saeta de fuego que golpee en sus negros corazones, y que mis manos protejan a los inocentes de toda iniquidad…” Y mientras esto salmodiaba entre susurros, su cuerpo se balanceó y giró lentamente, con una cadencia que recordaba el eco de las profundas cuevas de una ciudadela lejana, pero muy cara al corazón de la enana.

Y la gracia de la Diosa se hizo presente…

***

Algo más tarde, después de asearse y de un copioso desayuno, Diesa enfrentó el gélido viento y la nieve arrebujada bajo una gruesa capa de piel y se encaminó hacia el sur de la ciudad, donde Dustier aguardaba al grupo de aventureros. Ni en la posada, ni en las callejuelas aledañas encontró a Orsik, pero no se preocupó. El enano se habría retrasado mientras escoltaba a Viet hasta los carromatos o, quizá, se encontrara muy ocupado llenándose los bolsillos con bollos dulces y puñados de nueces. O con su nuevo amigo, Vater. El enano y el mediano habían hecho buenas migas y se entendían como si se conocieran de toda la vida. Diesa suspiró. Solo esperaba que esa insipiente amistad no acarreara más problemas…

—Que los que ya tengo —susurró, azorada.

Ni siquiera saludó a los allí reunidos, tal era su estupor. La enana contempló atónita a los animales. (¿Solo un pony?, refunfuñó.) Golpeó su frente con el puño y se maldijo por no haberlo previsto antes. ¡Ahora debía montar un caballo! No era algo imposible, por cierto. Pero, sin dudas, sería algo engorroso montar un caballo y necesitaría ayuda. Miró en derredor buscando Orsik y al no encontrarlo entre los presentes, se llevó dos dedos a la boca y, como un déjà vu, un estruendoso silbido escapó de sus labios. Y, otra vez, por un breve instante, el silencio reinó y muchos ojos se posaron en la enana. Una atropellada carrera fue la inmediata respuesta y un grito, como un eco repetido de la noche anterior en la posada.

—¡Ahí voy, Mi Señora, no os preocu…! —exclamó Orsik, engalanado con armadura, maza y escudo, al tiempo que tropezaba con sus propios pies y caía de bruces con metálico estrépito sobre el empedrado.

Diesa entrecerró los párpados y fulminó al enano con una flamígera mirada.

—¡Por Sharindlar, harto difícil será templar la sangre…! —murmuró con los dientes apretados.

Garath se levantó un buen rato antes de partir, pues tenía mucho que hacer antes de salir de la posada hacia la salvaje naturaleza.
Primero memorizó los conjuros que llevaría durante la jornada, y seguramente las siguientes, y se aseguró de que tenía los ingredientes necesarios para poder realizarlos. Una vez listo revisó que no se dejara nada y empacó su mochila. Y entonces, antes de partir realizó un pequeño ritual para su protección. Lo tendría que renovar en cuanto hicieran la primera parada, pero prefería no dejar nada al azar.

Una vez listo se dirigió al lugar señalado para reunirse con los demás. Allí estaba el afligido padre, el cual les tenía una sorpresa adicional en forma de poción de curación por si acaso se encontraban con poblemas.

Muchas gracias por vuestra generosidad. Espero que no tengamos que utilizarla, eso querrá decir que no nos hemos tenido que detener a pelear con alguna bestia durante el viaje, lo cual nos retrasaría.
Nos vemos en Fuerte Olostin.

Una vez en su caballo, que no las tenía todas consigo porque muy buen jinete no era, se dispuso a partir junto con el grupo para cumplir la misión que tenían encomendada.

Aniel llego después de desayunar a la zona donde le esperaban los demás, algunos como Diesa ya estaban, otros faltaban, como Eldintel, reviso lo que les había dado el Señor Dustier y comprobó, que si por lo que sea había mucha nieve, o requerían mas equipo seria bueno tener un animal de carga, voy al vendedor de animales y le digo:- Buen señor, necesitaría una Mula de carga con la silla de carga correspondiente y unas alforjas grandes.
Tenemos que salir inmediatamente, si podrías hacerme una rebajita y prepararme el animal se lo agradecería mucho, hablaría cuando regrese de su eficacia entre la gente con la que me muevo y creo que tendría buenos ingresos y mas clientela, que le parece?

Su naturaleza perezosa le había costado los tirones de Orsik para despertarlo... pues el buen enano se había tomado la cosa muy en serio. Fue asi que llamo, empujo, golpeo, e incluso le hizo mórbidas cosquillas en la planta de los pies al mediano con una pluma con tal de despertarlo a tiempo (la victima le explicaría mas tarde que esto es una falta de respeto entre medianos y que jamas lo haga de nuevo, bajo pena de recibir una terrible maldición mediana).
Mas el mediano solo pudo ser elevado de la cama cuando sintió el fuerte olor a cafe que surgía de la planta inferior, ningún sentido de Vater estaba tan desarrollado como su apetito y su olfato.

Tiro de las sabanas y saco su morral/almohada (los viejos hábitos de vivir en el bosque), solo para encontrarse con una imagen entre tierna y fraternal, la insistencia de Orsik por despertar al mediano se debían a que este necesitaba ayuda para colocarse la armadura, así pues, tiro de las correas, ato nudos y con una fina melodía de jornalero ayudo al enano a embutirse entre tantos hierros y anillas, era casi como una estatua de bronce... y con la misma movilidad. Mas no quiso fastidiar a su buen amigo y se guardo su humor ácido para mas tarde.

Continuando su melodía ahora con una alegre cancionsilla sobre los pastores y su labor, desayunase tan bien como cualquier humano del doble de su estatura y finalmente cogió las vituallas y la generosa poción de Dustier, ensillo y se preparo para salir, tomo la flauta de pan mientras mirara a Agarot y se puso a probar unas humildes notas en el prestado instrumento

Eldintel continuaba silencioso, a él no le gustaban mucho las tabernas ni los cuarteles, su espacio estaba a cielo abierto y ahí sería cuando cobraría algo más de protagonismo. Por ahora dejaba que los demás continuasen con la charla y los preparativos. Al parecer el grupo se dividiría, y aunque había abogado por seguir juntos y hacer del número su fortaleza, ciertamente tenía sus inconvenientes: mayor ruido, más lentitud, y nula capacidad de sorpresa. Echaría de menos el número cuando hubiese que combatir, porque ahí desde luego cuantos más mejor, pero si eran una docena, sería imposible investigar ninguna pista sobre el paradero de la niña.

Un pequeño grupo, de 5, sería mucho más efectivo en esa fase.

La seguridad de las murallas de Argluna quedó atrás rápidamente mientras el grupo cabalgaba apretando el paso, la mula de Aniel era un espécimen jóven, pero como toda mula, testaruda. Aún así, no los retrasó como algunos lo esperaban.

El frío viento soplaba y congelaba las mejillas de los héroes que sin saberlo aún, empezaban un arduo y sufrido camino que los llevaría a ser reconocidos aventureros del norte...

A medida que avanzaba el día, los cultivos se iban dispersando más y más hasta que solo quedaba un paisaje habitado por el camino que recorrían, el silbido del viento y el frío del aire. Sin cruzar casi palabras viajaron hasta el cansancio de sus propios cuerpos y de sus caballos. Los campos planos rápidamente empezaron a converirse en un ascenso suave en principio, pero no tardó en volverse más exigente y escabroso. La nieve en el suelo no facilitaba el viaje y ciertamente hubiera sido una locura traer un carromato por ese lodoso terreno.

El cielo se tornó naranja y el sol se divisaba en el horizonte, presto a ocultarse y dejar tras de si la oscuridad de la noche, fue momento de buscar un lugar para acampar. Alivianaron el peso de los caballos mientras reunían leña para encender un fuego, no habían encontrado una guarida para pasar la noche y tendrían que hacerlo a la intemperie, a pesar de los peligros que ello conllevara.

Mientras realizaban los preparativos para acampar, los agudos ojos del Elfo divisaron un par de siluetas que intentaban ocultarse tras una roca a varios metros de distancia y por arriba de sus cabezas. Las figuras eran reptilianas y pequeñas: Kobolds. Al ver que Eldintel se concentraba para verlos mejor, el par de criaturas emprendieron su huida en dirección a las montañas...

- Kobolds, había una pareja mirando, han huido cuando se han dado cuenta de que los he visto. Necesitamos descansar, no sé si aquí o en otro lado, aunque probablemente si nos movemos nos volverán a localizar. Sugiero guardias por parejas, aunque eso alargue la noche más de lo previsto.Y tomar precauciones adicioinales para que los dormidos no puedan ser objeto de un ataque si los guardias no ven a los asaltantes a tiempo.