Partida Rol por web

Ok, yo me encargo de la localización :)

Creo que podríamos cerrarlo ahí mismo... pero también podemos abrir en otro momento, más adelante en el tiempo. De todas formas, eso lo podemos dejar abierto y no hace falta que lo abramos ahora mismo. Es por si se te ocurre algo, o a mí :)

Dalla esperaba frente a la pequeña chimenea de hierro que calentaba la habitación, en Argluna. En una silla mecedora, Lisa cosía la capa de piel de morsa de Dalla, que se había deshilachado un poco en el viaje. Petrus observaba por la ventana silencioso, huraño. No le gustaba estar allí. El silencio solo se rompía por un ocasional tarareo de Lisa, que solía canturrear para concentrarse en su labor. Arnold había ido a buscar a Kroner, pues Dalla quería conversar con él antes de dar el día por terminado. Al chico le impresionaba el porte y las armas de Kroner y había estado encantado de correr a buscarlo.

Finalmente, tras llamar tres veces en la puerta de madera, entraron el joven Arnold y el robusto Kroner, cuya sombra engulló la mitad de la habitación al entrar.

Petrus le dirigió una mirada y bufó un poco, antes de volver a prestar atención a lo que fuera que veía por la ventana.

-Va a cambiar el tiempo. A peor, si es que aun era posible. La travesía de mañana no será fácil.

Dalla se levantó mientras Petrus hablaba. 

-No seas agorero, viejo sabueso. El frío conserva. Pasa, Kroner, siéntate -dijo ofreciéndole un sitio a su lado, sobre el colchón.

La noche había dado un giro inesperado, y eso había hecho que el humor de Kroner cambiara. No iban a ser sólo negocios, y eso le alegraba, a pesar de que pudiera significar peligro y poco descanso. La vida que prefería el montaraz estaba llena de ambas cosas.

Cuando Arnold llegó a él, todavía se encontraba en la sala común apostando un par de monedas por una pulseada. Ganó, pero no significó nada ya que había perdido la ronda anterior.

-Chico, dime, ¿qué necesitas?- le preguntó al joven sirviente de Dalla mientras recuperaba las monedas que había perdido momentos antes.

Los últimos días se había dado cuenta que ese muchacho lo admiraba. Podía ver la misma mirada que tenía él cuando observaba a sus hermanos mayores.

Debería enseñarle un poco de lo que sé...

-La Señora Dalla le pide que vaya a su habitación, señor- dijo humildemente.

-Kroner, muchacho, puedes llamarme Kroner- dijo levantándose y luego miró a los parroquianos -Un gusto, señores- y partió detrás de Arnold.

-Dalla- dijo una vez entró y saludó apenas con el gesto a los demás.

Petrus era más malhumorado que el montaraz, pero suponía que se debía a la edad. De todas formas, le caía bien el viejo cazador.

-Vaya noche, ¿no es cierto?- dijo el montaraz dejando a un lado el hacha para que no le molestara al sentarse.

Las demás armas, y el equipo, estaban en aquella habitación, ya que no confiaba en las habitaciones compartidas como para dejar equipo tan necesario para su supervivencia.