Partida Rol por web

Os vais cada uno a vuestra habitación, bien cenados y listos para iros a dormir. Yash, al parecer, no os sigue inmediatamente, y se queda acabándose su plato en el salón.

Era tarde, pero aún quedaban algunos parroquianos allí. Puedes ver a una mujer de espalda ancha bebiendo cerveza junto a otra apuesta pelirroja que arranca suaves tonos a las cuerdas de una lira; son dos de Las Hijas del Desierto, el grupo de mujeres que también explora las ruinas. Farhaad charla de manera amistosa con Falco, el líder de Los Buscadores de Criptas, que sigue repitiéndose con la historia de la esfinge; el dandi parece bastante borracho, y le cuesta seguir el hilo de su propio relato. En otra mesa, apartado, bebe Marrn, el halfling al que llaman Perro Loco; está acompañado por uno de sus perros, al que acaricia con la mano libre.

Todos parecen estar a lo suyo y más centrados en sus jarras y pensamientos que en los demás. 

Yash no veía gran cosa allí en el local. Habían dos bellas damas pero no correspondía acercarse a ellas a tratar de agradarlas. En su lugar quiso escuchar aquella historia de la esfinge. Dado que el hombre que la relataba andaba borracho quizás dijera algo que no hubieran escuchado antes, puesto que el alcohol era excelente para tirar de la lengua.

Ya lo contaba tras el primer día de búsqueda, y parece seguir con lo mismo. En realidad, nada más atender un poco, por como lo cuenta, te puedes imaginar que ese hombre no ha visto una esfinge en su vida, y mucho menos ha matado una. Toda aquella historia parece más un cuento para llamar la atención. Cosas como que el primer día contaba que había enterrado su daga en su cabeza tras que su compañera la lanceara, mientras que hoy resulta que se enfrentó a ella espada en mano y casi la corta la cabeza de un tajo, atestiguan que Falco tiene mucha bravuconería, pero posiblemente poco más que eso. Farhaad, que ha visto bastante más mundo que todos los de la sala, parece opinar lo mismo por como mira al dandi.

Parecía que perdía el tiempo con lo de la historia de la esfinge, no llevaba a nada nuevo ni que valiera la pena. Yash se levantó de la mesa para acercarse al halfling, copa en mano, miró alrededor primero.

- Saludos, soy de los espíritus indomables. Me preguntaba si alguien había visto a ese otro grupo, el de Velriana, ya sabes, La Mano Quemada.

Prefirió ser directo para que ninguno de los dos perdiera el tiempo, alzó un momento la copa y bebió a su salud.

El halfing levanta la cabeza de su jarra, casi vacía, y te mira fijamente con una sonrisa, estudiándote. Tras unos segundos algo tensos, sonríe de medio lado.

—Pareces un tipo, ¡hip!, duro. ¡Hip! Y directo al grano. Me gusta, ¡hip!

Vuelve a ignorarte otro instante mientras con una mano rasca a su perro detrás de la oreja, mientras con la otra hace lo mismo pero en la suya; una imagen bastante espejada. Cuando parece estar ya a gusto, se vuelve a fijar en ti.

—¡Sigues aquí! Ja, ja, ¡hip! —ríe—. ¿Velriana dices? ¿Esa estirada que va preguntando a todos de malos modos por nosequé ojete? ¡Hip! ¡Qué va! Ella y su grupito de idiotas se fueron pronto a la cama, después de darnos un rato por culo a todos los de esta mierda de taberna, claro.

Al darse cuenta de que ha hablado muy alto, y el último comentario ha atraído la atención de Farhaad, levantá las manos en señal de disculpa.

—¡Perdón, perdón! ¡Hip! No quería decir eso, claro que no. Mira, ¡trae otra jarra y arreglado! —Vuelve a dirigirse a ti—. ¡Hip! ¿Por dónde iba? ¡Ah si! Eso, que nada nuevo. Han vuelto a preguntarnos a todos si habíamos descubierto algo, y les hemos respondido lo mismo que ayer: que pueden irse a la mierda. —De golpe, mira el fondo de su jarra melancólico—. ¿Sabes? Esas ruinas están malditas, te lo digo yo. Luchamos el primer día contra un puto cubo de gelatina, y murió la mitad de mi manada. ¿Sabes para qué? Para encontrar una puta espada mágica que encima es casi más grande que yo. Entre tú y yo, no sé si mañana voy a ir a por el tercer encargo; seguramente si, pero no quiero perder a más de los míos. —Por como mira al perro, seguramente se refiere a los animales y no a sus compañeros—. Oye, te vendo mi espada. Yo no la quiero para nada, y cada vez que la miro recuerdo lo que he perdido. Te la dejo en 2000 piezas de oro, ¡una ganga!

Darío se lanza hacia ella, hacia la cama, y Auren cae hacia atrás, sentándose en la misma y se queda muy tiesa y sorprendida con la mirada prendida en él. Darío pasa por su lado y abre la ventana, mirando hacia arriba. - ¿Qué....qué haces? ¿Mirar la luna? ¿Eso no era de los lobos? - pregunta la mujer, confundida. La verdad que es no sabe qué decir, ni qué hacer. 

Que el humano ya no sea humano, si no un licántropo hombre-zorro es una sorpresa para ella, pero ha demostrado tener buen corazón. Además, desde que lo vio le gustó, pero al ir conociéndolo le ha ido gustando más. - Mira, sólo necesito un poco de tiempo para acostumbrarme a la  idea, no me lo esperaba, la verdad, y bueno, que te presentes a los demás también. No me gustan los secretos turbios. Has sido un miembro útil y leal, bueno y amable, estoy segura que no les importará, pero debes ser tú quien lo decida, claro. - 

Auren esperaba que su intuición no le estuviera fallando. Ésta le decía que Darío estaba esperando su aprobación, saber que no la asustaba y que no le repudiaba, para sentirse mejor. 

- ¡Pero deja de distraerte y hazme caso, hombr....zorro ya! - 

Se fijó en la pequeña figura teniendo claro que bien podía compensar con salvajismo su falta de fuerza natural. El halfling parecía un tanto afectado también por la bebida y ni acertaba a recordar el nombre del Ojo del Erudito. Enseguida sacó un nuevo tema, el de otro objeto mágico esta vez una espada, objeto que podría interesar a la paladina de Sarenrae aunque ella esgrimía cimitarra en honor a su diosa.

- Así que una espada, no te puedo decir que nos interese todavía pero si esperas a mañana podremos estudiarlo.

No le parecía que fuera a triunfar la idea pero todo era plantearla, le miró, haciendo tiempo a su respuesta con un nuevo sorbo en su vaso. Que estuvieran todos tan animados en la posada le estaba incitando a intentar alguna conversación más después. 

Darío miró finalmente a la joven mujer.

No soy un hombre-zorro. No soy un licantropo ni nada por el estilo. Nos llamamos kitsune. Además...

En ese momento se giró. Algo le había llamado la atención en la ventana y se abalanzó sobre ella para abrirla de golpe. Efectivamente, la vio. Una pierna de tez oscura y la reconoció.

Idorii-enseñó los dientes en un sordo gruñido, molesto con la semielfa y consigo mismo por haber sido descuidado.

Al oír lo que dice Auren, niega con rotundidad- No. Ahora no. Se lo mostraré cuando esté preparado- Alterna su mirada con la ventana y la bella sacerdotisa- Tengo que perseguirla-dice disculpándose-Sospecho que pertenece al grupo de los que están robando a otros grupos de exploradores de tumbas. Espera aquí-Sale por la ventana. Aunque vuelve enseguida y le da un beso en la mejilla a Auren- Gracias por confiar en mí y no salir corriendo nada más ver mi verdadera forma. Vuelvo enseguida.

Ahora sí, sale por la ventana y persigue a la semielfa lo más rápido posible por los tejados.

En un visto y no visto, Dario sale al exterior y desaparece, usando el marco de apoyo para intentar subir al tejado desde ahí. Pasan apenas un par de segundos antes de que vuelva a aparecer, en caída libre, hacia la dirección contraria. Solo su gran agilidad, digna de un acróbata de circo, evita que acabe dándose contra el suelo; en el último momento hace una voltereta y se sujeta con una mano al alfeizar de la ventana, asomando la cabeza poco después.

Todo ésto ocurre en menos de lo que duran cinco latidos del corazón, bajo la sorprendida mirada de Auren, que cada vez entiende menos lo que está pasando, ya que el kitsune no es que haya parado a explicarse.

Sea como sea, para Dario es bastante tarde para perseguir a Idorii. Seguramente la semielfa ya se ha refugiado en su habitación, y ni siquiera sabe cual es.

El mediano chista, o algo parecido, pues un hipido le corta el gesto, y te mira otra vez con los ojos entrecerrados.

—Pues entonces, hasta mañana no tenemos mas que hablar —zanja la conversación, malhumorado.

En ese momento llega con la cerveza pedida, y Marrn vuelve a volcar toda su atención en la jarra y en el enorme perro que tiene a sus pies. Parece que hasta aquí ha llegado la charla con él.

Un rápido vistazo alrededor también te hace dar cuenta de que Falco por fin ha sucumbido a la bebida, y ahora está recostado en la barra, roncando sin ningún decoro. Farhaad se acerca hasta él y niega de manera perceptible.

—Será mejor que vaya cerrando ya, id a vuestras habitaciones —os dice el posadero, lanzando un sonoro suspiro. Sabe que le va a tocar llevarle hasta la cama.

El mediano refunfuña pero se acaba la jarra de un solo trago y, tambaleante, se pone en pie; su animal le sigue de cerca, fiel a su amo. Las dos mujeres siguen el mismo ejemplo y se marchan escaleras arriba, por lo que prácticamente te quedas allí solo.

Ya parecía todo hablado, se anotó mentalmente lo de la espada para hablarlo al día siguiente aunque no creía que fueran a comprarla. Lo mismo la estudiaban un poco por si se podía sacar beneficio.

Cuando el posadero les dijo lo de subir, levantó la copa para dar el último trago.

- A la salud de todos.

Dijo y dejando el objeto ahora vacío se dirigió escaleras arriba.

Darío vuelve a subir sudoroso y un poco tembloroso.

Dioses, casi me mato- Se sienta en el borde de la ventana por dentro e intenta serenarse. Luego mira al exterior con el ceño fruncido-Maldita Idorii. A saber qué está tramando esta vez.

Mira a Auren de nuevo con una sonrisa de disculpa. -Esto... ¿qué estabamos hablando antes de la interrupción?

- Kitsune...vale, eres un Kitsune. - murmuró Auren mientras Darío-Zorro salía por la ventana y desaparecía. La mujer parpadeó, se levantó y se quedó mirando la ventana, sin saber qué hacer, cuando vio bajar de nuevo a Darío, pero en caída libre. 

Tampoco en ésta ocasión le dio tiempo a reaccionar, apenas había dado un paso hacia la ventana, con el susto en el cuerpo, cuando Darío volvió a aparecer en la misma, subiendo tembloroso y con el ceño fruncido. 

Auren le miró, fascinada e intentando acoplarse al nuevo rostro de su compañero cuando éste le volvió a preguntar - Pues...de ...¿Idorii? ¿Ella y su grupo están robando al resto de cazadores? Esto hay que decirlo. Si lo decimos al resto de cazadores, por lo menos estarán al tanto y si les pillan, les castigarán, que es lo que se merecen si eso es cierto. - dijo indignada. La interrupción de la ladrona y saber lo que estaba haciendo había quitado de la cabeza de Auren cualquier pensamiento romántico o festivo. 

Se acercó a la puerta y se dispuso a abrirla. - Eh...igual quieres cambiarte, ya sabes. - dijo, mirando hacia atrás sin abrir la puerta.

Nefertari se había pasado toda la cena en silencio, ensemismada en sus pensamientos. Tenía un conflicto interno desde que volvieron de la Casa de Pentheru. La convicción de no retirarse ante un ser malvado, había podido costar la vida a sus compañeros y compañeras, y si bien esta vez pudieron derrotar a la aberración llamada IMANISH, en un futuro debería pensar más en las consecuencias y someterse a la decisión de la majoria. Siempre y cuando no este en contra de sus votos más sagrados y se cometa un acto perverso y/o malvado intencionado.

Dario salió disparado hacia la puerta y se interpuso entre esta y Auren

¡No! - Se serenó un poco. - Solo serviría para ponerles de sobreaviso. Lo mejor sería averiguar qué buscan y tenderles una emboscada o trampa, da igual como lo llames- Hace un gesto de restarle importancia con la mano- La cosa es que Idorii es experta en conseguir información. Si les decimos a los demás grupos que son potenciales ladrones, se convertirán en potenciales asesinos y nosotros seremos sus potenciales víctimas.

Es mejor no avisar a nadie más, salvo a nuestros compañeros.

Sin moverse de la puerta, se rasco detrás de la oreja - No puedo "cambiarme". Tengo que esperar a descansar y recuperar mi magia- Se lleva una zarpa debajo del hocico- Aunque podría intentar crear un disfraz, no veo en como podría ayudar eso en esta situación.

Estáis decidiendo que hacer, y si avisar o no pese al aspecto de Dario, cuando escucháis ruido fuera, seguidos de varias puertas cerrándose; parece que lo que aún seguían en el salón —miembros de todos los grupos—, ya vuelven a sus habitaciones.

Si hacéis algo, es el momento.

Darío abre la cerradura de nuevo y le indica a Auren - Si quieres avisa a los demás y lo hablamos mañana por la mañana. Pero yo no voy a salir así.

Se aparta de la puerta para dejarla salir- Y bueno.... si luego quieres volver... pues esperaré despierto un rato- Sonrie timidamente.

Auren sale al pasillo lentamente, mirando a Darío a los ojos. Le atrae, pero no se siente preparada para dar ése paso aún. Demasiadas emociones. - Vale... Yo les aviso. - lentamente va hacia la primera puerta de sus amigos, para avisarles. - Mañana nos vemos, ¿vale? - responde a su última insinuación. Su mano golpea la puerta y espera.