Partida Rol por web

Cierra los ojos, inhala profundamente y, finalmente, lanza un largo suspiro. No parece que la petición le pille por sorpresa.

—Imaginaba que esto pasaría, tarde o temprano. —Recupera la compostura y os vuelve a mirar, erguida—. Nadie os va a impedir salir de nuevo, pero las puertas de la ciudad se cerrarán en un rato. Podéis volver a terminar de explorar, pero cuando regreséis no os dejarán entrar, tienen órdenes estrictas. Os tocará pasar la noche en la Necrópolis, cosa que no recomiendo. —Suaviza el gesto, pero no hay nada en su tono que de muestras de que vaya a hacer una excepción de ningún tipo—. ¿Algo más?

- ¿Y por qué no es bueno pasar la noche en la necrópolis? - preguntó Auren con cara inocente y algo sorprendida. 

A la muchacha se le hacia cuesta arriba pensar en porqué una casa limpia de monstruos ya no era sitio seguro sólo porque fuera de noche. 

- Pues parece que tocara descansar, comenta Nefertari con voz cansada, Muchas gracias señora por la ayuda, se despide de Sebti agradecida.

Pero antes de ir a descansar, deberían pasar por la tienda a vender los objetos que hemos encontrado y así pagar el servicio prestados, además de identificar los objetos mágicos, que todavía desconocemos sus propiedades.

—No puedo daros detalles, pues no tengo informes fiables de lo que vaga por esa zona por las noches. Sin embargo, puedo decir que los pocos que han sobrevivido a la experiencia, la mayoría saqueadores furtivos, llegan aquí enloquecidos. Muchos son después sacrificados, contagiados por los vargouilles, o se suicidan en los días siguientes, incapaces de conciliar el sueño por las pesadillas. Si queréis arriesgaros, adelante, tal vez tengáis más suerte, pero no creo que hayáis sido los únicos que han intentado encerrarse en algún sitio que creían seguro.

Espera que la respuesta haya sido suficiente, y se despide de Nefertari, así como de cualquier otro a medida que os vais.

—Ha sido un placer. Recordad venir mañana a partir de las 8:00h para vuestro próximo destino. Kia se encargará de ello.

Pensándolo bien era mejor no tentar a tantos muertos como parecía moraban en la necrópolis. Era curioso que no la estuvieran limpiando de semejante plaga pero él tampoco entendía de los asuntos de ciudad. Su pasado trascurrió en una fortaleza al mando de un padre tiránico obsesionado con las armas y la perfección de éstas. Sus hijos tenían ahora diferentes propósitos una vez fueron rescatados por los sarenritas y Yash parecía haber elegido las vías de la aventura. Había estado disfrutando de la posibilidad de poner en práctica todas sus enseñanzas, mañana incluso podrían continuar en un nuevo lugar que les estaba esperando.

- Está bien, vayamos a venderlo todo y luego descansar para estar reposados mañana. 

Suerte que no había expresado en voz alta todos esos deseos que le habían asaltado mientras se encontraba afectado por la debilidad de las cabezas. El tiefling se encontraba un poco cohibido en estos momentos, sin querer hablar demasiado.

- Gracias por todo, hasta pronto.

Expresó a la sacerdotisa, que se había mostrado como poseedora de una gran paciencia.

Auren miró a la dama y asintió poco a poco, como si la idea le estuviera entrando en el cerebro a pasos lentos y medidos. - Ah..ahhh...comprendo. Bien, entonces mejor no volver a entrar. - 

Cogió todas sus cosas y siguió al resto. - La verdad es que estoy cansada, y me vendría bien  una ducha y un sueño reparador. - dijo poniéndose al lado de Dario. - No seas tonto, no eras tú. Bueno, eras tú, pero más bebé...jo...es complicado de explicar. - 

Se cogió del brazo del joven y acopló sus pasos a los de él, sonriéndole y dándole un beso en la mejilla. 

Tras despediros, ya sin prisa, salís del Gran Mausoleo y os dirigís a la plaza del mercado, a la ya conocida tienda de Siufy. Para cuando llegáis, el lugar está cerrado, aunque a través de las ventanas podéis apreciar la titilante luz de una lámpara aún encendida; animados por ese resplandor, probáis suerte y llamáis a la puerta.

El semiorco aparece poco después en el vano de la puerta, ahora abierta de par en par. Os sonríe con amabilidad y, con un teatral gesto, se hace a un lado para invitaros a pasar.

—Estaba a punto de irme a casa, pero siempre puedo sacar unos minutos para los amigos —os dice con alegría.

Tras cerrar otra vez, se dirige tras el mostrador habitual y os hace una seña para que dejéis lo que queráis sobre el tablero.

—Decidme, que os trae por aquí. ¿Habéis encontrado algo de interés?

Poco a poco sacáis las cosas que habéis encontrado durante la exploración, y las colocáis de manera ordenada a la vista. A medida que vais mostrando cosas, Siufy las inspecciona con interés, aunque siempre sin tocar nada directamente; es un experto en lo suyo, y sabe que los objetos provenientes de la Necrópolis de Wati a menudo están malditos. Antes de arriesgarse, prefiere examinar las cosas por su cuenta.

Mientras revisa la mercancía, lanza un resoplido de vez en cuando; otras asiente e incluso se atreve a abrir los ojos mientras deja escapar un silbido de admiración, aunque suponéis que más por lo antiguo y raro de alguna pieza que por su valor monetario. Cuando acaba, os mira, pensativo, y os pregunta.

—Hay varios objetos mágicos. —Los aparta a un lado y os pregunta si sabéis que hace; tras explicarle que solo conocéis el funcionamiento de la diadema, tuerce el gesto—. ¿Queréis identificar el resto?

Os informa de las distintas opciones y, cuando afirmáis, rápidamente saca un pequeño anteojo y se lo coloca. Con paciencia y unas tenazas, manipula uno a uno los objetos, hasta estar seguro de haber sacado en claro su funcionamiento.

—El anillo protege a su portador, aunque ese humo rojizo que emana de él no me gusta; he visto otros, y ninguno hacía eso. Esta cota de escamas es de buena factura, y además también tiene un hechizo de protección. Y esta ballesta, también de buena factura, tiene un conjuro para mejorar su precisión y fuerza.

Tras ésto, os da precios para todo lo que le habéis traído, descontando el coste de las identificaciones. En la mayoría es un precio de venta aceptable, aunque en el caso del anillo, si lo vendéis, os ofrece solo una cuarta parte de su valor, pues no sabe si está maldito y debe deducir los gastos de asegurarse y, puede, eliminar el problema. Ahora debéis decidir que hacer.

- Podríais detectar si está maldito? Si no cuesta mucho, nos gustaría saberlo. - preguntó Auren. 

Con una sonrisa, asiente hacia Auren.

—Si, creo que tengo por aquí... —Se agacha y se pone a revolver bajo el mostrador, sin éxito—. Uhm, no. Entonces... —Al no encontrarlo ahí, se dirige a un armario, donde empieza a sacar cosas hasta que al final da con lo que busca—. ¡Ésto es!

Vuelve con un pergamino en la mano, que abre ante vosotros y lee en un susurro. Al acabar, una luz violeta ilumina sus ojos durante un instante, y centra la mirada en el anillo. Tras unos segundos, suspira.

—Como me temía, tiene una maldición, aunque mis conocimientos no son suficientes para saber cual. Nada bueno, eso seguro. Os descontaré lo que me vale a mi el hechizo que he gastado, y os lo puedo comprar descontando lo que me costará quitarle la maldición. También puedo quitársela y que os quedéis el anillo, pero en ese caso me tendréis que pagar los servicios; os lo quitaré del total de lo que me vendáis.

Amigos, como he usado mi parte del botín para curar a Nico, por mi parte estamos en paz. Nico y yo nos vamos ya. Este lugar no es sano y no quisiera que le pasara nada. Me despido de vosotros y os deseo la mejor suerte. Ha sido todo un honor.

El gnomo fue pasando de uno en uno dándoles la mano.

Estrechó la mano del gnomo, lamentando que un compañero fuera a abandonarles pero era su decisión. Le enseñaron una vez liberado del yugo tiránico de su padre que las personas debían de decidir por sí mismas, algo que al principio le resultó algo extraño pues la tradición que había seguido era muy distinta y se basaba en el imperio del más fuerte.

- Buena suerte, Pixy, que todo vaya bien.

Sintió una emoción similar a cuando hubo de marcharse del templo de Sarenrae, aquella de la extrañeza cuando un compañero se marchaba lejos. El tiefling asintió de nuevo, prestando luego atención al semiorco.

- Cuánto costará quitar la maldición, Siufy. Yo pienso que nos interesará conservarlo aunque quizás deba pagar quien quiera el objeto. Ese tipo de magia de protección nos puede venir bien en los combates que se avecinan, hay multitud de desagradables sorpresas en esos lugares que exploramos.

Querría contarle todo lo que habían pasado, salvo los sucesos tras el encuentro con las cabezas, pues bueno, era bastante vergonzosa aquella parte.

Auren sonrió agradecida al tendero, asintiendo cuando éste proponía quitar la maldición y que lo pudieran usar. - Sí, sería lo mejor, eliminad la maldición, por favor, y nos lo llevaremos. - 

La declaración de Pixy la pilló por sorpresa, y abrió mucho los ojos conteniendo la respiración. - Oh...oh...vaya. - dijo suavemente. El pequeño Gnomo se fue despidiendo de todos. Auren se agachó a su altura y le dio un abrazo cálido y tierno. - Oh, pequeño, has sido un gran gran compañero. No cambies. Te echaré de menos....y a Nico, claro. - 

Les dedicó a ambos una radiante sonrisa, para que tuvieran un buen recuerdo de ella. - Que la doncella eterna vele vuestro camino, allá donde vayáis. - murmuró, despidiéndose de ellos. Lamentaba su marcha, pero era libre de ir y venir por donde quisiera, por supuesto. Le hubiera gustado seguir siendo acompañada por aquel pequeño bonachón con su ingenio y su fiel compañero alado, pero no podía ser. 

- Bueno, yo creo que lo mejor sería pagar con el dinero de todos y luego repartirlo, pero hacerlo así con todos los objetos, de todo lo que hemos conseguido se pagan los identificar y los quitar maldición o lo que haga falta, y luego decidimos quién puede llevar el objeto en cuestión de tal forma que el contunjo....que...que todos nos veamos beneficiados porque poco a poco todos nos volvemos más fuertes. - asintió, respondiendo a la propuesta de Yash. - Al fin y al cabo, ha sido el esfuerzo de todos lo que nos ha hecho poder tener esos objetos, lo justo sería pagarlo entre todos y que luego sirva al grupo de la mejor forma posible, ¿no? - 

Auren no tenía la dialéctica de la piernas largas, pero sabía explicarse como una chica de bien debía. 

Darío se animó al entrar en la tienda y ver que su botín no había sido tan malo después de todo.

Al oir que el gnomo se iba, le dio la mano sonriente

Adiós, Gnomo Volador. Espero que tu viaje este siempre acompañado de la buenaventura.

Al centrarse de nuevo en el destino de los objetos dio su opinión

Yo creo que nos deberíamos quedar con los mágicos. A Bella Dama - dice mirando a Nefertari - O a Fuego Roj....mmm no, como el carbón- Murmura para sí. Vuelve a hablar.- O a Fuego Negro - Señala a Yash- Podría interesarles un arma a distancia. Y la armadura parece mejor que algunas de las que portáis. Bueno, la verdad es que no tengo mucha idea de armaduras tan pesadas - Se encoge de hombros- Aún así, el anillo puede ser muy útil, siempre y cuando le quitemos la maldición.

Yo opino como nuestra Dulce Protectora- La mira con una sonrisilla tonta que enseguida se vuelve en una mirada de vergüenza por lo paso hace tan solo unas horas y mira al suelo para terminar su frase- Lo pagamos entre todos. -Vuelve a mirar hacia el grupo- Al fin y al cabo, lo que puede usar uno un día, puede que lo necesite otro, otro día

En cuanto a vender, añadid al bote común el amuleto- Se retira el amuleto que le salvo de echar a correr como si no hubiera un mañana cuando se enfrentaron a Imamish- Ha perdido su magia

Os despedís primero de Pixy y Nico, y después, tras las compras oportunas, de Siufy. El semiorco, sonriente, os invita a volver cuando queráis, sabiendo que hacer tratos con vosotros es un buen negocio. Por vuestra parte, también os dais cuenta de que al menos es un comerciante honrado que no os engaña, y además tiene mercancía variada y de buena calidad, algo que no se encuentra en todas partes.

El frío aire del desierto ha terminado ya de arrastrar el calor del día. Las noches allí son gélidas, y los bruscos cambios de temperatura acentúan más la sensación. Os cubrís con vuestras prendas lo que podéis, y os dirigís rápidamente a la taberna, dispuestos a relajaros mientras cenáis algo y, por supuesto, descansar. Ha sido una dura jornada y os vendrán bien tanto la comida caliente como la mullida cama.

La muela y la hookah, sigue exactamente como siempre, y el brillo de los fuegos del hogar se aprecian tras la ventana. En cuanto abrís la puerta, también os recibe el ruido de las conversaciones, pues la mayoría de los aventureros que ya habéis conocido están aún despiertos, tomándose la última ronda antes de acostarse.

Al veros, Farhaad se limpia las manos en un trapo y os saluda, señalándoos una mesa libre. Os sentáis allí y esperáis unos minutos, lo que tarda el posadero en llegar y preguntaros que queréis.

Vuestro grupo ha muerto hoy, a excepción de vosotros dos. Ser supervivientes, a veces, no es tan bueno como lo pintan. Sea como sea, no estáis dispuestos a rendiros, tenéis cuentas que ajustar en la Necrópolis y, aunque sea en solitario, volveréis al día siguiente para demostrar que no sois unos cobardes, que estáis hechos de otra pasta.

Empero, puede que la suerte os sonría. No todos los aventureros que se han reunido allí merecen la pena, o simplemente se ve a la legua que no podríais encajar con ellos ni aunque quisierais, pero uno de ellos parece que ha sufrido, como vosotros, varias bajas. Les habéis visto este par de días y los que quedan siguen enteros, lo cual es buena señal. Por preguntar...

Mientras esperáis vuestro pedido, os dais cuenta de que hay un par de aventureros mirándoos. Están solos, apartados del resto, y os resultan vagamente familiares; no os equivocáis mucho al pensar que forman parte de otro de los grupos, aunque en este caso no se ve a los demás, solo esos dos.

Negó con suavidad cuando Darío hablaba de las armas a distancia, no se le daban especialmente bien y confiaba más en la magia para esas situaciones.

- No llevaré arma de tiro, si hay un combate aéreo invocaré águilas, será mi mejor opción.

No le parecía mala estrategia, de hecho contaba con una magia versátil que debía de serles útil durante las exploraciones. Ahora eran cuatro, un número quee no era malo del todo pero tampoco el mejor. Se les fue también Xweto, el tiefling meditaba acerca de esa sensación de vacío que dejaba la marcha de esas personas, desde que adoraba a Sarenrae la sentía a menudo.

- Brindemos por nuestros compañeros y por el éxito en la próxima exploración. Que los dioses estén de nuestro lado.

Hizo un gesto para que trajeran unas bebidas con las que poder brindar aquello, iba a pagarles una ronda mientras se les ponía la cena y a él le apetecía carne, una jugosa.

No le pasó desapercibido que un grupo había quedado más mermado que el suyo.

- Allí sólo quedaron dos, así no van a poder continuar.

Comentó mientras se llevaba el dedo índice izquierdo bajo el labio inferior, en posición horizontal, paseándolo despacio. Estaba más o menos claro en lo que estaba pensando, en invitarles a compartir mesa. Miró entonces a sus compañeros, curioso por saber si habían tenido la misma idea.

Saethe, una mujer de piel negrísima y andares felinos, se aproximó al grupo que acababa de llegar. Tenía los ojos rojos, como si hubiera llorado recientente.

-Saludos, extranjeros. Me presento. Soy Saethe y éste es Ratash. Creo que nos hemos visto por aquí estos días. Hemos oido que habeis tenido algunas bajas. Ratash y yo somos lo súnicos supervivientes de nuestro grupo.

La valiente arquera hizo una pausa al recordar a sus compañero recientemente fallecidos.

-No estamos dispuesto a que esta tumba nos venza. Sus muertes no pueden ser en vano. Desearíamos unir mi arco y la magia de Ratash a vuestras fuerzas.

Sus ojos brillaban ahora con fiereza.

-¿Qué me decís? 

Nefertari se encontraba muy cansada, y solo deseaba llegar a la “La muela y la hooka” para comer algo y solicitar una buena ducha antes de ir a dormir.

La marcha de Pixy y Nico la había entristecido, pero esperaba que en un futuro se volviera ha encontrar con el loco Gnomo y su Mascota, y disfrutar de una velada de compas mientras contaban sus aventuras.

Mientras la joven paladina se disponía a hacer el pedido a Farhaad, vio acercarse a una joven guerrera de tez oscura, la cual se presentó y se ofreció al grupo. Nefertari no puedo evitar mirar a la joven y a su compañero con sus ojos inquisitivos de paladina. (Detecto Mal sobre ellos).