Partida Rol por web

Darío se giró y miró con desconfianza hacia Ratash, aunque al oir lo de los coyotes frunció el ceño aún más, agravando su enfado

Los despreciables- casi parece que ha escupido la palabra- coyotes matan a los zorros que invaden su territorio, por eso hay muy pocos zorros en el desierto. Y los humanos no solo talan arboles. Cazan los conejos y los urogallos que alimentan a los zorros, y no precisamente para ellos. Luego van a mercados y comercian con los conejos para obtener otros bienes. Y mientras tanto, matan a los zorros que tienen que atacar a sus gallinas para sobrevivir... y encima los tildan de asesinos y ladrones. Un poco de autocrítica, antes de despreciar a otras especies por lo que "cuentan"- hace las comillas con los dedos- las viejas.

En cuanto a la magia y las verdades absolutas, no sé de que me estáis hablando.

Se levanta, con el rostro crispado y bastante enfadado

Bah, es igual. No parece que entendáis o queráis entender nada. Me voy a mi habitación- Coge su plato y se dirige escaleras arriba a su cuarto. Darío siempre duerme en un cuarto propio.

Dario se levanta, en apariencia ofendido por algo, y rápidamente desaparece escaleras arriba. En seguida le perdéis de vista.

Saethe miró a a Auren con impaciencia.

-Obviamente, deberías subir a hablar con tu hombre, rubia. 

Observó la escena en silencio, siguiendo la defensa de Darío sobre los zorros. El joven debía de venir de un lugar en el que aquellos animales eran sagrados, aquella era la explicación que encontraba ante sus reacciones.

- Algo sucede con Darío y esos animales. Supongo que son importantes para él. Espero que mañana se encuentre mejor.

No veía otra opción que darle un poco de espacio y más adelante tratar de entender los motivos. Por ahora para Yash todo aquello era un misterio.

No repliqué ante las palabras de Dario, simplemente levanté la ceja ante semejante reacción, bastante infantil en mi opinión pero no pensaba decirselo a la cara, así que contemplé como se iba con ojos fijos en sus movimientos quedandome con cierto aire ensimismado.

---Vuestro compañero es muy fogoso- digo con aire distraido viendo por donde se ha ido- es una lástima que tenga un caracter tan irrascible, me hubiera gustado tener un debate constructivo acerca de estos temas y otros muchos- comento mientras vuelvo a dirigir la atención a la mesa.

---Bueno, uno puede ser  amante de los animales, pero una cosa es querer mucho a los animales y otra cosa es convertirse en un fanatico enfermizo que cree que sus animales son los mejores y merecen el mayor respeto del mundo pese a que invandan otras zonas...bueno, no quiero entrar en esa discusión- suspiro con cierta decepción- Bueno, cambiemos de tema ¿espíritus indomables pues? 

Miró a Saethe sin entender a que se refería. El gesto de duda le duró unos instantes, y luego fue sustituido por unos ojos muy abiertos, cada vez más a medida que caía en lo que estaba diciendo la nueva chica. En cuanto lo comprendió, se puso roja como un tomate y se levantó de la silla dando un respingo.

—Yo... Eh, si, claro vale. Creo que si debería —respondió con timidez. 

Se tomó de un trago el vino que la quedaba y, dejando el plato a la mitad, salió casi corriendo escaleras arriba.

Nefertari, Yash, Saethe y Ratash se quedan en el salón, terminando la comida mientras deciden finalmente el nombre que tendrá el grupo; por el momento "Espíritus indomables" tiene la mayoría de los votos, sobre todo teniendo en cuenta que aquí cada uno tira por un lado.

Auren y Dario, por otro lado, desaparecen escaleras arriba, a sus cosas. Seguramente ya no les veáis más esta noche.

Dario está a punto de abrir su habitación, cuando escucha los pasos apresurados de alguien subiendo las escaleras. Se da la vuelta rápidamente, siempre atento por si acaso ocurre algo, pero se relaja visiblemente en cuanto ve a Auren llegar. Ésta le dedica una sonrisa tímida, aunque en seguida se pone los brazos en jarras y entrecierra los ojos. Conociéndola, parece dispuesta a dar un capón al pícaro por irse de esa manera.

Saethe miró a Ratash y se encogió de hombros.

-Espíritus indomable será! Y ahora, por qué no nos contais todo lo que habeis vivido hoy? Me gustaría enterarme de todo lo posible si vamos a cazar juntos.

Dos miembros del grupo se retiraron pero eso no impedía que eligieran nombre, ni era razón para dejar la cena. Después de la horrible experiencia de hoy tenía ganas de masticar carne. Había pedido un buen filete que poder degustar, de hecho lo hacía despacio y era agradable sentir el calor del alimento además de la jugosa textura.

- Hemos hecho dos misiones ya y no hemos sufrido bajas a pesar de los peligros, lo cual creo que habla bien de nosotros. Nefertari es muy resistente, como paladina de Sarenrae la protege la dama solar, o eso quiero creer. En cuanto a mi, mi ascendencia me vuelve duro también, habría sido un excelente luchador pero mi destino fue diferente, una fuerza se interpuso, me guía por ese camino y por otros a la vez.

La mujer tampoco había preguntado detalles sobre ellos, más bien sobre las aventuras, así que Yash se llevó un pedazo no muy grande a la boca, reorientando la conversación.

- Hemos estado registrando con meticulosidad la mansión de Pentheru y la tumba de Akhentepi, en la mansión hemos dado con unos cuantos problemas: Vargoulles y una criatura similar aun más fuerte, una cabezas voladoras que contagian todo tipo de calamidades, nos obligaron a retirarnos al templo lo que es una lástima pues estaba todo yendo bien a pesar de que en ese lugar el pasado se sigue reviviendo de un modo extraño. Nada más cruzar la puerta aparecen visiones y voces que alertan de la tragedia que sufrieron en el pasado, cuando fueron rodeados por muertos vivientes. 

Usó el cuchillo y el tenedor para trocear el filete de nuevo, Yash estaba comiendo despacio pensando en alargar la experiencia de aquella buena cena tras el duro día.

Al llegar tras él, el joven se giró con rapidez, a lo que Auren, algo incómoda, se cruzó de brazos y lo miró con suspicacia. - ¿Pero a ti que te ha dado con tanto zorro, tanto zorro? A ver, son animales preciosos, la verdad, pero tampoco es para ponerse así, ¿no? - bufó. Luego de decirlo, le supo mal y descruzó los brazos acercándose un poco más a Dario. 

- Mira, no quiero juzgarte por tus creencias. ¿Quizá los zorros son sagrados para ti o venerados por los tuyos? Me parece bien. No seré yo quien los odie, ni mucho menos. Pero creo que debemos hablar, Dario, llevas raro unas cuantas horas...y bueno...¿querías hablar no? Soy tu amiga, puedes contarme lo que quieras. - le dijo, acercándose un poco más y sonriéndole, tratando de quitar hierro al asunto que había sucedido más abajo. 

- Vamos, abre y hablemos en privado, quiero que estés tranquilo y relajado. - a pesar de que le latía el corazón más rápido, controló sus ademanes y trató de mostrarse simpática y servicial, empática y dulce, pues sentía que eso era lo que necesitaba Darío en éstos momentos. 

El chico le gustaba, era joven y dicharachero, estaba un poco loco y era respondón. Tenía carácter pero sin embargo, parecía buena persona. Y eso era complicado de encontrar en éstos días. 

La dulce Auren tragó saliva, pues de pronto sentía la boca seca. - Tranquila...Shelyn es tu guía. - se dijo a sí misma, relajándose con unas inspiraciones profundas y lentas. 

Aún estaba molesto cuando Auren le dio alcance antes de entrar en su habitación y no mejoró su enfado con la primera frase de Auren. Pero al oir su disculpa se le pasó un poco. Con cara aún de pocos amigos, abrió su puerta y la invitó a pasar.

Una vez en la habitación, cerró con llave, dejó el plato de comida en una mesa e invitó a Auren a que se sentase en la cama.

Empezó a pasear por la habitación mientras se retorcía las manos- Mira... A ver como te lo digo...- Intentaba iniciar la conversación. Hasta que se paró en seco y respiró hondo.

Sí. Quería hablar contigo- Empieza pensando bien sus palabras- Cuando... la cosa esa voladora me enfermó, me embotó mucho la cabeza y... es que los de mi especie... pues somos muy alocados... y bromistas- Mira de vez en cuando a Auren y como reacciona ante sus palabras- Y no prestamos atención a las consecuencias de nuestros actos. Y bueno, pues me volvieron mis instintos- Suspira y mira al suelo unos segundos y luego mira a Auren decidido- Será mejor que te lo muestre. Lo enterás todo.

Se quita la armadura y la deja colocada con cuidado sobre un arcón.

Cierra los ojos y se concentra. Al momento su cuerpo empieza a cambiar: empieza a salir un pelo sedoso, largo y anaranjado por todo el cuerpo; sus orejas se alargan, al igual que su rostro y una suave y larga cola le sale.

Al finalizar la transformación, mira a la sacerdotisa con timidez.

Entraron y ella buscó con la mirada un lugar para sentarse, pues apenas había mobiliario en la habitación. Darío señaló la cama, y ella abrió ligeramente los ojos, y la boca, hasta que comprendió lo que él quería decir. Se sentó pasando la lengua por sus labios resecos, sofocada ligeramente por varias razones. 

Darío comenzó a hablar, y entonces ella se concentró en sus palabras, mirándole fijamente a los ojos, y asintiendo con la cabeza ligeramente mientras le escuchaba. Escuchar era una parte importante de una relación, ya fuera de amistad o más profunda, y denotaba respeto por esa persona. - Ajá.... Ajá... - iba diciendo ella conforme él desgranaba lo que quería transmitirle. Cuando dijo la palabra "especie", pasaron unos cuantos segundos en los que Auren siguió asintiendo hasta que su cabeza se detuvo y su ceño se frunció, como si estuviera analizando algo que él hubiera dicho y no le cuadrada. - Bueno, eres un hombre y vuestros instintos son diferentes a los de las mujeres... - comenzó a decir en cuanto él se calló y comenzó a quitarse la armadura. - Un... Un momento... - pensó, sintiendo como su corazón se aceleraba y sus manos comenzaban a buscar algo a lo qué aferrarse para no temblar. - ...Ten en cuenta que una chica suele requerir un coqueteo previo... - hablaba ya sin saber que decir, pensando que aquella iba a ser su primera vez... 

Y de repente se quedó boquiabierta con la mano delante de la boca, mirando perpleja a Darío-Zorro. 

- Pero... Pero... ¿La maldición no era de perder pelo y la cabeza? ¿Qué está pasando aquí? - musitó en un suave susurro. 

Auren era lenta de mente, pero sabia de corazón. Pasaron los segundos y aquel hermoso ser la miraba cabizbajo, pendiente de sus palabras. - ¡Oh... ¡OH! ¡Darío! ¿Eres un hombre-zorro? Aaaah.... ¡Ahora entiendo porqué te has puesto así! - dijo, rebullendo nerviosa en su lugar. - Oh... Espera... - se levantó y le dió un abrazo. - Tranquilo, no pasa nada... Pero dame tiempo.... ¿Vale? Necesito acostumbrarme. Gracias por confiar en mí. - le dió un suave beso en la mejilla y se separó de él, sentándose otra vez y mirándolo de arriba a abajo. - Guau. - 

Y allí se quedó, mirándolo y esperando que le dijera algo más. 

Me toqueteo el labio pensativo  ante el relato del tiflin.

---Cabezas voladoras e ilusiones.... quizas defensas de la casa para mantener fuera a los intrusos, quien sabe, las cabezas son no muertos sin casi ninguna duda, la antigua Wati está plagada de ellos, nosotros tuvimos que hacer frente a algunos cuantos antes de que cayesen....tengo que meditar antes de  dormir- digo mientras me levanto de la mesa-Nos veremos mañana.

Y salvo que nadie diga nada me subo a mi habitación.

Saethe tenía los ojos fijos en un punto indeterminado, como si estuviera imaginándose todo lo que Yash relataba.

-Bastante espectacular todo! Bien, yo tambien me retiro. Mañan deberiamos estar descansados. Que descanseis.

Tras la decisión de poner nombre al grupo, llegó un extenso resumen de lo vivido hasta el momento. Nefertari permació en silencio casi todo el rato, dejando a Yash que lo explicara todo, apenas interviniendo para dar algún detalle adicional, corroborar alguna afirmación que pudiera parecer descabellada o corregir un dato erróneo.

—No eran no muertos, sino aberraciones o algo así. La verdad es que con pocos seres resucitados nos hemos encontrado.

Si la necrópolis estaba plagada, sin duda se habían escondido lejos de ellos. Empero, toda otra clase de criaturas se les habían abalanzado encima, algunas de ellas bastante peligrosas sin duda.

Como fuera, todos parecían cansados y con ganas de irse a la cama. Ella también, así que se acabó la comida, se puso en pie y se despidió con una sonrisa antes de dirigirse escaleras arriba, a su propia habitación.

Mientras la boquiabierta Auren está pasmada mirando a Dario, éste escucha un ruido procedente de la ventana. Podría haber pasado desapercibido para casi cualquiera, pero con sus sentidos afinados, en parte por la tensión del momento —no ha sido fácil para él mostrarse tal cual es—, él si se da cuenta.

De un salto pasa al otro lado de la cama y, sin pararse a pensar, la abre para mirar, casi por instinto, hacia el tejado. No es capaz de ver quien era, pero si el final de una pierna morena. Hay pocas personas allí capaces de escalar de esa manera, y no le cuesta mucho trabajo imaginar quien tiene esa capacidad y concuerda con lo poco que ha visto: Idorii.

A todo ésto, Auren sigue de pie, mirando al hombre-zorro fijamente, sin comprender muy bien que está pasando y a que vienen tantos aspavientos.

El oráculo había quedado sólo, siendo el espíritu indomable más resistente del grupo. Sonrió de medio lado mientras bebía de la copa. Entonces prestó atención, por escuchar si habían habladurías por parte de los otros grupos de exploradores.