Partida Rol por web

Bajé las gafas para mirar directamente a nuestro visitante y luego las volví a colocar. -Carezco de esa curiosidad más propia de menopáusicas de patio.- Sentenció molesto ante la actitud de todos, de todos y cada uno de los que se encontraban en este maldito tren.

Pareció inevitable que el americano relatara su discurso así que, me resigné y guardé silencio.

No dejé que la actitud del señor Schrödinger afectara a mi entusiasmo. -Seré su vieja cotilla- dije con una amplia sonrisa que abrió la curva de mi espeso bigote.

-Sabotaje y asesinato- pude apreciar el interés en él cuando pronuncié esas palabras, al igual que en los recién conocidos Herbert y Pietro. Los miré muy serio, la sonrisa se esfumó como si nunca hubiera existido -Sentimos el frenazo aquí, en nuestro compartimento. También, pocos segundos después, escuchamos un golpe seco pero fuerte. Al salir descubrimos la cadena metálica que impedía el acceso cortada. Nos pegamos a la puerta pero, antes de entrar, llegó Gora, el mecánico nos apartó y accedió. Le seguimos.- Miré la camisa chorreando de sudor debido al nerviosismo sufrido -El mecánico fue directo al freno que provocó la frenada, pero al otro lado del vagón, una joven yacía muerta, degollada.- Callé y pensé en otra cosa pues sentía que volvía a transpirar por el estrés. Tras ello, volví a repetir -Nunca, en toda mi vida, en mi país natas, he visto semejante espectáculo- inspiré hondo e intenté serenarme.

-Siento trastocar la tranquilidad de este viaje, pero es lo que vi.- Tras ello observé cómo mis palabras les habían afectado y, con un gesto, les invité a sentarse.

La estrambótica persecución para conocer lo ocurrido resulta ciertamente corta y acabamos en otro compartimiento con dos nuevos caballeros.

Mientras el señor Cavallini hace las presentaciones y Ford nos relata lo ocurrido, permanezco totalmente mudo, debido a una mezcla entre sorpresa y reflexión. La hosca personalidad del primer tipo, evidentemente, no ayuda a que me sienta más cómodo y contrasta con la del señor Ford que es más abierta y quizá más parecida a lo que uno esperaría encontrarse en un viaje como éste.

- Gracias por la información, Mr. Ford, creo que es suficiente para hacernos una idea de por qué tanto alboroto.
Ya podemos volver para explicárselo a las damas. - Miro al señor Cavallini con una media sonrisa. - O mejor lo adornamos un poco para tranquilizarlas.

En cuanto salimos al pasillo, hago una seña a Pietro para que guarde silencio y trato de llevarlo a algún sitio donde nadie pueda oírnos, quizá el paso entre un vagón y otro.
Una vez allí, le digo:
- Hay gente muy rara en este tren, algunos de ellos, peligrosos, me atrevería a decir. ¿Se fía usted de alguien de los que hemos conocido hasta el momento?

Las voces de abajo me indicaron que habría una búsqueda del sospechoso siguiendo la lista de los viajeros, por lo que debía de volver a mi vagón lo antes posible.

Justo cuando dejó de oirse la conversación, note como la trampilla se abría y asomó la cabeza el señor Scardford.

Soy yo, Solomon. Debemos volver al vagón lo más rápidamente posible. 

Me dirigí hacia la trampilla para bajar al vagón y volver a mi asiento, Hay varios asesinos en el tren, le dije mientras me limpiaba de nuevo la sangre que aun me salía de la nariz a causa del golpe recibido.

La descortesía del tipo de las gafas queda compensada por la completa explicación de su compañero, el americano. "Sabía que no tardaría en ocurrir algo así. Casi podía intuirse en el ambiente.", pienso sin poder evitar un ligero estremecimiento por lo violento del crimen y... no quiero ni pensar en que algo así pudiese ocurrirle a miss Sindy. 

-¡Qué clase de desgraciado es capaz de hacerle algo así a una dama! ¿y cómo puede el Ingeniero que algo así ocurra en su magna obra? -estallo haciendo grandes aspavientos, sin querer contenerme, pues en el vagón de tercera puedo permitírmelo. Tras unos instantes logro calmarme y recuperar la compostura.

-En cualquier caso, muchas gracias por la información. ¿Sabe si podemos ayudar de algún modo para encontrar al asesino? -Y luego, girándome hacia Herbert, añado: -Aunque no me hace mucha gracia dejar solas a las señoritas, sabiendo que anda suelto un asesino en el tren. ¿Qué deberíamos hacer, signor von Reiter, en su opinión?

Al momento en que escucho el nombre de mi compañero, Solomon, extiendo la mano hacia el hueco y le ayudo a salir. Me sorprendo al verle la sangre -¡Muchacho! ¿Qué te ha pasado?- le pregunto. No hacía ni cinco minutos que estaba bien y presentaba un feo golpe -¿Gora...?- comencé a preguntar sospechando del extraño gorila.

Una vez le he ayudado a subir le examino, estamos solos y sospecho de él. -¿Por qué alguien se metería en aquel compartimento?- le sostengo la mirada -¿Qué hacías ahí?- pregunto tras dar un paso hacia la escalera que nos devolvería al interior.

¿Qué deberíamos hacer, signor von Reiter, en su opinión? preguntó Pietro, Herbert contestó -Ya podemos volver para explicárselo a las damas.- Miró al señor Cavallini con una media sonrisa. -O mejor lo adornamos un poco para tranquilizarlas.- Salieron del compartimento tras despedirse del señor Ford y el extraño tipo de las gafas rojas Herbert susurró -Hay gente muy rara en este tren, algunos de ellos, peligrosos, me atrevería a decir. ¿Se fía usted de alguien de los que hemos conocido hasta el momento?- y al momento entraban desde el vagón restaurante una pareja de lo más curiosa, dos mujeres a las que en mayor o menor medida visteis en el anden antes del comienzo del viaje. Ambas se fijaron en vosotros, advirtiendo que no pertenecéis a ese vagón.

Frunzo el ceño pero con un semblante de cortesía. Esos ropajes elegantes contrastan con el decorado -Buenos días, gentiles caballeros- contesté con una sonrisa mientras me acercaba a ellos.

Ensimismada, apenas si me di cuenta de que Gabelle ralentizó el paso por la presencia de dos individuos en el pasillo. No los vi, pues seguía inmersa en mis cavilaciones.

-Deberíamos andarnos con cautela con todo aquel con quien nos crucemos. El signor Ford parece de fiar, pero su compañero, el de los lentes rojos ha sido realmente desagradable. Los modales de un hombre creo que son un buen indicador de su valía. Y por supuesto, debemos incluir a las bellas damas que nos acompañan. Tendrán sus secretos, pero creo que ninguno de la magnitud del que oculta este tren. Además, las mujeres... -la aparición de dos nuevas pasajeras interrumpe mi respuesta, para bien del pobre Herbert. Realmente, le estoy empezando a coger confianza. Demasiada, quizás. 

Saludo a las recién llegadas con una leve reverencia, como toda dama merece. -Buenos días, mis señoras. No sé si lo sabrán, pero el vagón de cola está cerrado por orden del Ingeniero, los Zimmerman recomiendan proceder con cautela por los pasillos del tren. 

Las palabras me sacaron de mis pensamientos -¡Señor von Reiter!- dije reconociendo al elegante caballero con el que coincidí en la barra improvisada del anden antes de partir.

Y tras la sorpresa inicial fruncí el ceño ante el comentario -¡¿Quién?!- inquirí algo entusiasmada.

-El ingeniero de esta maravilla- comenté a mi compañera tras contestar con un gesto al saludo de los hombres -Veo que una buena aventura siempre atrae a caballeros dispuestos a ayudar- les sonreí -¿Tenéis más detalles sobre lo ocurrido? Soy periodista y cualquier aclaración...- dejé la frase en el aire.

Pero antes de que cualquiera de los presentes pudiera responder a la mujer, la puerta de acceso a ese vagón se abrió y tras ella apareció un rostro conocido: Elionor Strom.

Escuché la puerta y me giré sólo para comprobar que otra integrante de primera clase decidía darse un paseo por los suburbios del tren. Enarqué una ceja ante su llegada e inspiré hondo.

Como Atkins (y todos en realidad) me giré. -¡Ah! Otra visitante. Que agradable- dije con visible ironía -Esto está muy concurrido, me pregunto si no deberíais haber pedido un billete para este vagón en lugar de...- y corté la broma con media sonrisa sólo para darme cuenta que estos señores conocían a la señorita. Así pues, me aparté a un lado pues estaba claro que iban a entablar una conversación.

Crucé una mirada con Atkins y aguardé en silencio.

Viendo que Von Reiter conocía a las dos recién llegadas, dejé que él tomara la voz cantante en la posible conversación y, de hecho, me aparté del grupo cuando vi aparecer a miss Strom. El corazón prácticamente me dio un vuelco al verla sola.

-¡Miss Strom! ¿Ha pasado algo? ¿Dónde está Sindy? ¿Está bien? -todas estas preguntas se agolparon y salieron rápidamente de mi boca, temiéndome lo peor, tras la fuerte impresión que me había causado lo narrado por el signor Ford. 

Estamos en peligro, le dije con tono firme mientras me ayudaba a bajar del compartimento donde me hallaba.

No es nada, el cómplice del asesino me golpeo cuando le perseguía.

La mirada de Scarford denotaba que sospechaba de mi. ¿No creeras que tengo algo que ver con el asesinato?, Me vistes sentado en el vagón cuando sucedió todo, hice una pequeña pausa y le explique el porque estaba en aquel lugar, Cuando se descubrió el cadáver el señor Ford y yo nos dimos cuenta de que había un trampilla que se había movido, él se fue y yo subí a ver si encontraba algún indicio del asesino.

No tenía porque darle ninguna explicación pero quizás era lo mejor para que no me involucrará y tuviera problemas con los Zimmerman el resto del trayecto.