Partida Rol por web

El libro es bastante pequeño, poco más que un cuaderno con anotaciones garabateadas con una letra estilizada y por la estructura de las columnas, parece ser un libro de versos cortos.

-No parece que sea magia ni nada por el estilo. Más bien algún tipo de letanía o poema...quizá lo que diga nos sirva para saber un poco más de dónde estamos.

Prentis se quedó observando al individuo con curiosidad, intentando seguir la historia que estaba contando.

El chico parece estar bisbiseando una y otra vez la misma frase, y aunque pareciese que estaba leyendo las estrofas del pequeño cuaderno que sujeta, al mirar sus ojos podéis comprobar que su vista está perdida en ningún punto en concreto.

¿y que le sucede? un poco mas tranquilo se acerco a mirar al joven parece, ido

Prentis intentó evaluar sus opciones sin dejar de mirar al muchacho.

-No tengo la menor idea-dijo al cabo de un momento-Parece concentrado o sumido en algún tipo de trance. Podríamos intentar...despertarlo o sacarle el libro de las manos a ver qué pasa, pero no sé si sería lo más apropiado. Al fin y al cabo está en su casa o así lo debemos suponer y entiendo que sea lo que sea lo que está haciendo, lo hace voluntariamente...¿o no?.

- Al menos aquí dentro estamos secos, más o menos, y también estamos resguardados del viento. No podemos hacer un fuego sobre este suelo de madera, pero en el pantano ahí afuera tampoco teníamos muchas posibilidades. Si Prentis no ve peligro en este hombre, yo le dejaría en paz hasta que salga de tu trance por sus propios medios. Si nuestro anfitrión... y parece que sólo tenemos uno ---dice la joven mirando alrededor como si esperara que se materializara alguien de la nada---... no nos ha dirigido la palabra todavía, creo que no debemos interrumpir lo que sea que esté haciendo... Por mi parte empiezo a morirme de frío, no tendréis alguno una manta en la mochila?

Cuando hablo Lareela Tristan levanto la mirada de repente si es la única persona aquí arriba ¿quien ha tirado la escala?, se puso a observar mas detenidamente las paredes y los recovecos oscuros

- Igual simplemente estaba mal colocada y se ha caído por el viento. La cabaña se mueve un poco cuando nos movemos...

-Lareela tiene razón. Asumiendo que lo que está haciendo lo hace por propia voluntad y teniendo en cuenta que no hay peligro aparente para nosotros en ello, será mejor que le dejemos hacer. Cuando termine intentaremos hablarle y mientras, nos secaremos y entraremos en calor. 

Prentis se sentó acurrucado en una esquina de la cabaña y siguió mirando al extraño, con curiosidad. 

La extraña situación de estar contemplando al muchacho se ve truncada cuando el mismo alza la mirada hacia la entrada de la cabaña. A pesar de su expresión hierática, sus ojos reflejan una pátina de terror. Aunque susurrantes, pero esta vez audibles, un puñado de palabras inconexas y apresuradas surgen de sus labios:

-Los males descenderán de la tierra sobre la noche, embrujando a ésta cuando las señales estén a mano.

Dicho esto, apoya con sumo cuidado el cuadernillo en el suelo a su derecha, como si se tratase de un bien muy preciado, y deslizándose poco a poco se recuesta boca abajo en el suelo cerrando los ojos.

- Y ahora se duerme?

Lareela mira a sus compañeros con una cara que muestra una pregunta. Ellos le devuelven la mirada sin decir nada. Se encoge de hombros y añade:

- Bueno, tal vez podríamos intentar hacer lo mismo nosotros. La verdad es que tanto paseo y tanto movimiento acaba agotándola a una... Uaaaah! ---ahoga el bostezo con la mano y apostilla---. Aunque tal vez sería buena idea que uno de nosotros hiciera guardia por... bueno, por si éste se despierta en mitad de la noche o por si entra algún animal extraño por ese umbral sin puerta. Mientras tanto, y si a nuestro anfitrión no le parece mal ---dice mientras acompaña sus palabras con un teatral gesto a medio camino entre un saludo y una reverencia--- creo que voy a recoger la escala de cuerda y asegurarme de que no se vuelve a caer mientras estemos aquí arriba...

- Haces bien, Lareela.

Todo lo ocurrido con el extraño me ha hecho acariciar la idea de rebanarle el cuello mientras duerme; terminaría con su sufrimiento, y de paso estaríamos más seguro. Porque está claro que ese hombre es un loco. Su familia debió echarle de casa y ahora vive solo en medio del bosque, alejado de la ciudad. Siento en el costado una punzada de lástima. Ignoro porque nos ha tendido una escala, cualquiera entiende las motivaciones de este demente. Y mientras pienso todo esto, veo el cuadernillo, y me llama poderosamente la atención. ¿Podría leerlo?

- Yo haré la primera guardia.- Comunico; y espero a que todos duerman para leer el cuaderno.

"¿Qué clase de divagaciones es capaz de escribir un loco?"

Una vez tus compañeros se acomodan (dentro de la incomodidad que supone descansar en un espacio así), esperas un tiempo prudencial para recoger el libro del suelo.

Se trata de un pequeño cuadernillo forrado en piel barata y con una encuadernación bastante casera. En su interior se suceden una serie de poemas de corte infantil, en forma de rima corta. Lo más llamativo es la dedicatoria garabateada en su primera página con una tinta azul claro que reza: "Para Luc, mi querido hermano", y viene firmada por "Marcel".

Me rasco un poco la cabeza. No sé quien es Luc, ni quien es Marcel, aunque imagino que el tipo que está en coma tiene muchas papeletas para ser uno de los dos; o ha escrito un cuaderno para su hermano, o su hermano le ha dado el cuaderno. Que desilusión. 
"¿Estaba rezando con un montón de poemas infantiles?"
Mi primera opinión de que era un loco enviado fuera de la ciudad empieza a adquirir más fuerza. Pero aún con eso, no podía quitarme de la cabeza la sensación de que había algo más siniestro en el aire.

Dejo que pase el tiempo y, al rato, despierto a Tristan.
- Tristan, arriba, tu turno ha llegado.

Las inquietas ensoñaciones que pasan por tu mente durante el inquieto descanso se quiebran con una voz que reconoces una vez abres tus ojos. El guerrero del desierto te está intentando despertar todo lo suavemente que puede agitándote un hombro:

- Tristan, arriba, tu turno ha llegado -susurra Aegon.

Remoloneo un poco hasta que mi obnubilada mente vuelve a funcionar, el sueño ha sido pesado pero profundo, tan pronto alcanzo a entender lo que sucede asiento al guerrero, me levanto pesadamente mientras me masajeo las sienes -supongo que no ha sucedido nada reseñable, descansa si puedes- sin esperar a que Aegon responda me dirijo a la puerta, un poco de aire fresco me ayudara a despertarme

El aire del exterior, aunque húmedo y con cierto deje de pestilencia resulta refrescante al salir del cargado interior de la cabaña, cargado no solo por el olor a cera y aceite de las innumerables candelas sino por el ambiente opresivo de la situación.

Le echas un vistazo a la oscuridad del pantano, pero resulta imposible distinguir prácticamente nada en la oscuridad, salvo los múltiples sonidos que parecen venir de todas partes. Sin embargo, por un momento pareces distinguir alguna luz parpadeante en un punto determinado, y al observar más concienzudamente deduces que puede tratarse de algún asentamiento no muy lejos de aquí.

El aire fresco me sienta bien y me ayuda a despejarme, no tardo mucho en descubrir una luz que llama mi atención, mi primer instinto es ir a ver de donde procede sin embargo recuerdo porque estoy ahí, no puedo abandonar la guardia, cuanto mas observo la luz mas me doy cuenta de una cosa, si yo puedo verla ellos pueden vernos ¿son amistosos? ¿forajidos? me levanto de un salto y voy a comprobar la escala, no esta de mas tomar precauciones y a la luz del nuevo día ya veremos que se hace.

El alba debería haber llegado al pantano, pero el encapotado cielo ahoga los nacientes rayos de sol que intentan bañar las marismas.

Los pasos de Tristan sobre las tablas de madera, impaciente ya por sus horas de guardia os despiertan, y en el duermevela os percatáis de que os encontráis en la cabaña del misterioso joven (el cual permanece aún profundamente dormido), dándoos cuenta de que lo de ayer no fue una pesadilla retorcida, sino que vivisteis la experiencia en la realidad.

Aún conserváis retazos de sueños perturbadores que se niegan a volver a vuestros recuerdos de forma coherente.

Apenas despiertan mis compañeros llamo a atención de Aegon y Prentis señalandoles el lugar donde se encontraba el fuego -seguramente es un campamento no muy lejos, de todos modos por si acaso me aseguré de que nadie podía subir por la escala ¿vosotros lo visteis?-