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La noche más oscura [+18]

Partida - La noche más oscura

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29/05/2022, 15:57
Arcadia

¿Sabes tú quién soy? Había preguntado. Karan, recordaría el nombre aunque estuviera hueco. Una pregunta difícil. Desesperación en cada sílaba, la mano de un naúfrago que sobresale del agua. No queda mucho tiempo, el aire se agota. La mano busca un asidero, un tablón, una mano salvadora. Pero solo hay agua. A veces solo se necesitaba una gota de esperanza para seguir adelante. Pero ella no podía mentir.

—No, no lo sé —dijo, apartándo la mirada un instante para regresar a sus ojos de niebla una vez más —. Aún no.

Otra promesa. Palabras. ¿Había fuerza tras ellas? Carne, músculo, sangre y acero. No sería suficiente, nunca lo era. El cielo se había apagado, ella quería creer. Si los dioses los habían abandonado, o si nunca habían estado allí, solo quedaban ellos. Ellos.

Quien sabía de palabras era Kyuss. Por norma, Arcadia no recordaba los nombres de aquellos que la rodeabna, a no ser que fueran a tomar un papel relevante en su camino. Aquel nombre entró en sus recuerdos como una bocanada de aire fresca. Su tono, la forma que tenía de jugar con las palabras, como si fuera un arte, o magia, su sombrero, lleno de trucos, su aspecto de muñeco de trapo; el que una niña siempre querría a su lado. ¿Era también él uno de los desposeídos, de los que vagaban entre las sombras, de los tímidos y fracasados, de los mediocres con talento? ¿Era uno de los suyos?

—Usáis las palabras como lanzando pinceladas al aire —miró por encima de su cabeza, que no de su sombrero, como si pudiera ver mariposas de colores impregnando el espacio entre ellos —. El hombre arco iris martillea mi cabeza cada vez que habla, es como beber una jarra de melaza, pero tú...vos...¿Soís un hechicero de las palabras?

Fascinante, se dijo, sus ojos se abrieron como los de una niña. Terminó avergozándose cuando Kyuss hizo su petición.

—No, no habrá peleas esta vez —miró de soslayo a Vasanth —. Espero que no.

Un punto muerto. Una casa llena de putas, extraños y magia. Una niña herida, enferma. ¿Debían cazar su sombra y volver a cosérsela a los pies? Estaba segura de que Vasanth no tardaría en indicar el camino a seguir, el más sensato y prudente. A la mierda él y toda su pomposidad. Se giró hacia. ¿Darion? Si, Darion. Una noche intensa. Él no tendría la respuesta, lo sabía, pero quería escucharle. Y, haciendo referencia a sus anterior palabras, añadió.

—Nuestra opción, ahora ¿La ves? Por que yo solo veo un torrente de sucesos que nos están arroyando.

Sabia que Klamore era la que veía. Esperarí sus palabras también. Y sino, Min. Min siempre sabía lo que hacer. Aunque fuera ahogar las penas en cerveza. Eso siempre les ponía en movimiento.

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29/05/2022, 16:23
Darion

Darion fue ajeno a la vorágine de palabras que se intercambiaban allí, salvo por aquellas que pronunció Arcadia, pidiéndole una prueba de su fe. La miró detenidamente, despacio, buscando en el fondo de los ojos de aquella mujer algo más. ¿Acaso podía haber prisa en una mirada? ¿Por qué? ¿Para qué eran las miradas sino para detenerse en ellas y hundirse en los ojos de los demás, en sus almas?

—La fe consiste en creer más allá de lo que se ve, mujer. Algunos dirán que el que tiene fe está ciego; yo digo que el que no tiene fe sólo es capaz de ver.

Darion había crecido rodeado de oscuridad, bajo la luz de las antorchas y de los ojos. No era la vista, para él, ese don tan absoluto como lo era para los seres criados a la luz del sol. Ver podía ser una debilidad que impidiera la fe.

Notas de juego

Breve para dar agilidad al detalle puntual.

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29/05/2022, 22:33
Vasanth

En el momento en que formulo mis más que razonables preguntas al ser de los mil rostros, la mujer de cabellos de luna (Arcadia, se llamaba) se entromete en mi conversación con él, como… ¿defendiéndolo? Me la quedo observando, completamente inmóvil, y mis ojos se estrechan solo ligeramente. De mi pecho surge un gruñido quedo y grave, tan grave que se siente más que se oye*. ¿A qué ha venido eso? ¿Quién te crees que eres para hablarme así, para decidir lo que es o no un interrogatorio? Su impertinencia me pilla tan desprevenido que no sé si sentirme furioso, divertido o confundido. Sí, probablemente más confundido que otra cosa. Sin parpadear en ningún momento y sin dejar de mirar a la humana, abro las fauces, relamiendo un lado de mi rostro.

En ese momento, el interrogado se digna a responder. Lo primero que pienso es lo débil que suena su voz, casi un susurro donde resulta difícil intuir nada. Un maestro del engaño, me digo a mí mismo; aunque probablemente sería más apropiado decir «otro». Habla de sombras y de luz, y me doy cuenta inmediatamente de que no voy a sacar nada en claro de él. No obstante, se me ocurre una posibilidad que quizá no sea descabellada.

—Es posible que la cachorra y vos tengáis algo en común, Karan —ronroneo, mirándolo ahora a él. La mujer de cabellos de luna ya no existe.

Kyuss procede entonces a presentarse en repetidas ocasiones, una por cada uno de nosotros. Debo admitir que la rocambolesca formalidad del medio hombre me complace, pues parece cimentada en un sentido de la cortesía que pocas veces presencio. No se me escapa la mirada que me dedica Arcadia cuando ella y von Trier acuerdan que no habrá ninguna pelea. Aunque no lo doy a notar, vuelvo a sentir confusión. ¿Qué me he perdido? ¿Acaso esta humana tiene algo contra mí?

Un movimiento brusco en los límites de mi visión hace que mi atención recaiga nuevamente sobre el tal Karan, si es que ese es su verdadero nombre. Algo ha ocurrido con von Trier, aunque no he llegado a ver claramente de qué se ha tratado. En cualquier caso, al cambiapieles no le ha gustado. Ahora sí, detecto algo al otro lado de su máscara. Miedo. Inconfundiblemente. Ah, pero, ¿no es el miedo lo que une a todos los seres que respiran sobre la faz de la tierra, posiblemente la única cosa que nos haga iguales?

No puedo evitar escuchar la última parte de la conversación entre Arcadia y el guerrero de piel de noche junto al que he combatido brevemente en la Canción Élfica. Interesante, un devaneo en torno a la fe, la visión y la falta de ambas. Decido intervenir.

—Realmente me resulta incomprensible que haya gente desprovista de fe cuando lo milagroso es tan evidente —comento—. El mero hecho de experimentar la vida ya debería hacerles tener fe. Pero hay quien exige ver pruebas. ¿Y qué son los océanos y las montañas, el gozo y el pesar, la vida y la muerte, sino pruebas? ¿Qué son la música, el pensar, el sentir? Cuando uno ve un árbol partido por un rayo, ya debería saber que ha habido tormenta, aunque él no la haya visto. —Me encojo de hombros—. La fe no es otra cosa que el reconocimiento de lo obvio.

Notas de juego

* Los tigres pueden emitir vocalizaciones (gruñidos) muy graves, tanto que el oído humano no las capta (serían, pues, infrasonidos); pero sí que notamos la vibración, especialmente en los huesos del cráneo. Hay gente que dice que ha sabido que había un tigre cerca no porque lo haya oído, sino porque lo ha sentido XD.

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30/05/2022, 18:38
Kyuss von Trier "FreshMeatCandy"

Como un nervio seccionado retrayéndose para siempre dentro del músculo, escondiéndose veloz y llevándose consigo las sensaciones, dejando tras de sí un acorchamiento vacío; Kyuss pudo notar el sabor intenso de un temor extraño, y de manera inmediata retrocedió un paso para dar espacio al atribulado Karan. En diferente situación habría sugerido al chico una terapia de choque, pues aquel era el lugar más indicado para encontrar caricias reparadoras de manos expertas y comprensivas; en La Gata no solían hacerse muchas preguntas, y estaba claro que a Karan no le resultaban cómodas en absoluto.

Arcadia, no puedes evitar mostrar tu pureza. No dejes que se lleve tu sombra, pequeña.

Como en un lago de limpio color ceniza, casi plata, sumergirse en la candidez de la mirada esquiva de Arcadia provocó en Kyuss una incómoda sensación juvenil de la que no deseaba librarse. Prescindiendo de su plática esta vez, extrajo con cuidado, gesticulando como un títere, una negra pieza de plata alargada de su vaina de terciopelo, también negro. En su delicada pantomima, se la mostró a la nívea. Su preciada flauta de negra plata, del bardo bruno de Carfax. Acercándosela a los labios, hizo como que tocaba alguna pieza con ella, bailando a su silencioso son, de sí mismo caricatura. 

Primero fue Vasanth. Klamore. Arcadia. De una manera inoportuna y misteriosa, von Trier se estaba viendo irremediablemente conectado a esos desconocidos. Se sentía ebrio de emociones, tan acrecentado que incluso había dejado pasar el irresistible y acostumbrado momento de dejarse deslizar en un mutis por el foro y alejarse de aquel grupo y el hedor de los problemas que parecían traer consigo. 

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31/05/2022, 00:29
Arcadia

Escuchó a Darion, los ojos trémulos, la mano derecha cerrada en un puño. A ti también te han engañado. Era como escucharse a si misma hace no mucho tiempo. Incluso tenía días en los que olvidaba que había roto su juramento y volvía su rostro hacia los dioses. Padre, madre. En su corazón siempre serían los mismos. Sus pensamientos se habían desligado de sus emociones, alcanzando un nivel superior donde las mentiras no podían engañarla más y las falsas esperanzas, las promesas de cristal, ya no podían afectarla.

—Un devoto entonces —le dijo a Darion —. ¿Eres un hombre de fe? ¿Rindes culto a uno de esos dioses que tan a menudo nos vuelven la espalda?

Vasanth intervino. Por supuesto. Nadie le había preguntado. Tenía una opinión sobre todo, todo lo conocía. Hablaba de la fe como hablaban los profetas, los sacerdotes. Siempre era fácil entornar las palabras de un Dios, de un milagro, cuando uno era el que se encontraba en en pulpito, cuando uno era el que recibía las ofrendas, el respeto de sus feligreses. Ser un creyente, entre el barro y la mierda, desesperado por creer en algo, aunque fuese una mentira, era más complicado. Esbozó una sonrisa, torcida como una cimitarra pero más afilada.

—Claro que la fe existe, pero no es igual para todos. Los mismos océanos que inspiran poemas o cautivan el alma son los que ahogan a los que no tienen barca. Las mismas montañas que encongen el alma ante el ilustrado son las que sepultan a los que tratan de trepar con ella con manos desnuda. El filósofo ve un árbol partido por un rayo y piensa, se hace preguntas. A otros nos cae el rato encima.

Estaba mirando a Vasanth. No, así no se miraba a alguien. Min se lo había dicho alguna ver; su mirada de buscar problemas. Torva, herida, sucia, un desafío. Una llama. Había rabia en sus palabras. Emociones que no podía contener. ¿Qué sabes tú de la fe, tigre? Tú, que caminas por las nubes, que domas el trueno. ¡Tú con seguridad eres quien lanza el rayo! ¡Tú, que desde tu privilegio puedes pensar, sentir, amar! ¡Interpretar el bello mundo cuando para otros no ha sido más que sufrimiento, batalla y pérdida! ¡Tú que te jactas, tigre, de saber lo que es la fe! ¡¿Qué sabes del lodo en el que nacemos la mayoría, hacinados, peleando por una bocanada de aire limpio, girándonos hacia los dioses en busca de consuelo para encontrar un vacío aún más grande?! ¿Cómo te atreves...?

Iba a saltar. Hubiera saltado. Pero había algo más en el ambiente. Hechicería. Su mirada se calma, su respiración se acompasó. La tensión disminuyó, la hostilidad se diluyó. ¿Qué era aquella extraña brujería? El hombre del sombrero tocaba la flauta. Pero no era como otra música que hubiera escuchado antes.  Su música era... ¿Cómo describe un ciego los colores? Ella no podía. La canción, la tonada, era como recordar el abrazo que su madre nunca le había dado, como regresar al hogar que nunca había tenido. Aplastó una lágrima con uno de sus dedos.

—Yo he rezado a los dioses y he sido víctima de sus maquinaciones. Esperaba de ellos bondad y apoyo pero solo he encontrado traición y desprecio. Curioso, como en la mayoría de las personas —dejó de mirar al tigre, se giró hacia el flautista —. Si, existe la fe. Pero no es igual para todos. Yo creo en su música. Creo en el hombre y no en el dios.

Esperó a que la canción hubiera terminado.

—Hechicero Kyuss, ¿Tiene un nombre la canción?

Seguro que era un buen nombre. Sabía que no le decepcionaría. Y después de aquel subir y bajar, volvió a estar centrada. Bueno, en el punto muerto de sus emociones pulsantes.

—¿Cómo podemos ayudar a la niña?

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31/05/2022, 00:57
Darion

Darion asistía con cierta sorpresa al devenir de ese grupo y al de la conversación que se empezó a suscitar sobre la fe. A decir verdad, le sorprendió que se convirtiera en una conversación propiamente. Él sólo había respondido escuetamente a lo que Arcadia había preguntado, sin ánimo de generar polémicas o discusiones. La intervención de Vasanth no le resultó del todo sorprendente, pero sí le resultó extrañamente ajeno el modo en que reflexionaba sobre la fe; Vasanth argumentaba. Darion no tenía argumentos, ni sentía que le hicieran falta; él no pretendía convencer de verdad alguna, ni pensaba que pudiera hacerlo, pero el tigre realizaba razonamientos que parecían implicar una idea de persuasión que a Darion le era ajena. Por ello, nada le pudo responder.

La pregunta de Arcadia, a su vez, le pareció envuelta en cierta malicia casi burlesca y descreída, pero Darion esbozó una sonrisa ligeramente cansada.

—Si un dios me da la espalda, me consideraré afortunado, mujer, pues a ella me puedo subir para no caer en el odio. Nunca me consideraría tan importante como para creer que un dios me deba algo. La divinidad no nos debe nada a los hombres.

Tras esas palabras, se apartó a un rincón en el que percibió sombra y allí se sentó mientras el triste y charlatán hombre espantapájaros hacía sonar su flauta. Sin duda, aquello sonaba mucha mejor que toda su palabrería vacua. Darion se regocijó en esa música en silencio.

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31/05/2022, 13:42
Vasanth

La humana de cabello plateado no pierde un instante en replicar a mi reflexión, y ah, entonces, por fin, la veo claramente. La llama inconfundible del desprecio, el veneno que se desliza entre sus dientes para infectar las heridas que sus palabras pretender infligir. Sus contraargumentos no son más que un acto de arrojar luz sobre los aspectos que ella considera más negativos de los elementos que yo he mencionado como ejemplo, como si ello restase validez a lo que he dicho. A medida que habla, su desdén parece ir creciendo bajo la superficie, adquiriendo una intensidad fiera y vibrante. Ahora que lo identifico, ya no siento confusión. Tampoco deseo conocer los motivos.

Solo deseo más.

—Decís cosas que cualquier adulto sabe —respondo en un tono neutral, fingiendo completa indiferencia—. ¿Culpáis al océano de ahogar a quien, no teniendo embarcación, se hace a la mar? ¿O a la montaña de aplastar a quien subestima sus riesgos? De modo que preferiríais unos dioses complacientes y que perdonasen cualquier afrenta. Unos dioses a vuestra conveniencia. —Niego con la cabeza, dejando escapar una única carcajada incrédula. Mis ojos son incisivos, respondiendo con frialdad a la mirada de la humana—. Cada día tiene su noche. Cada dádiva exige un tributo. Así es como funciona el universo. Querer que sea distinto es cometer un grave pecado de soberbia.

Esta humana está resultando, sin ella saberlo, la confirmación de todo lo que pensaba de los suyos. Pequeños y dormidos, apenas conscientes, y lamentándose cuando la vida no es lo que ellos esperan, cuando no satisface sus exigencias del momento. Como si la creación le debiese algo a cualquiera de nosotros. En el momento en que uno admite ser una víctima, se convierte inmediatamente en una. Nunca antes. Intento decirme que Arcadia no tiene la culpa de su irritante ingenuidad; a fin de cuentas, pertenece a un linaje cuyos miembros están condenados a perecer apenas están abandonando la infancia. Si solo tuviesen más tiempo… Vaya, otro revés de la fortuna. Siempre sacáis la paja más corta. Pobres humanos.

De repente, suena una música, extraña, misteriosa y oscura, pero no tenebrosa; más bien se trata de una oscuridad acogedora, como el claustro materno que uno no desea abandonar. Su artífice es Kyuss, el medio hombre. De modo que no solo construye o repara instrumentos, sino que también sabe tocarlos. De alguna forma que no sé explicar, los acordes que hace sonar con su flauta ponen fin a la marea de emociones que estaba experimentando casi sin darme cuenta. Mis ojos vuelven a caer sobre Arcadia y, sin saber por qué, la veo de otro modo. Exhausta. Herida. Mortalmente herida, y aun así, viva. No puedo evitar sentirme culpable por haber respondido a su desdén. Tan solo está… perdida, como una niña. Y uno no debe ponerse al mismo nivel que un niño. Los niños necesitan guía, inspiración. Educación.

Yo no tengo ganas de darle todo eso, por supuesto, ni me siento en obligación alguna para con ella. Pero quizá, la próxima vez que decida atacarme, ese pensamiento me ayude a recordar que no merece la pena perder el equilibrio por unas pocas palabras ignorantes. Volverá a desafiarme, lo sé. Pero, si quiere pelea, va a tener que ser ella quien desenvaine primero.

Arcadia pregunta cómo podemos ayudar a la niña. Quizá primero tendríamos que pensar en cómo ayudarnos a nosotros mismos, si queremos salvar a alguien. Pero sospecho que mi voz no es la que más desea oír en estos momentos, como a mí tampoco me apetece ver su mirada cargada de odio.

De modo que, por esta vez, guardo silencio.

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31/05/2022, 13:48
Mîn Rompebuches

Mîn había notado que la niña no tenía sombra, aunque no era la única. Aquel cambiaformas llamado Karan tampoco tenía sombra alguna. ¿Cómo era posible? ¿Qué tamaña brujería era esa? ¿Quizá lo que había pasado con la niña era lo mismo que tal vez Karan había vivido en algún momento de su vida?

Poco a poco, el enano había ido recuperándose de lo que había sucedido. Se dejó ayudar por Arcadia para ponerse en pie, si bien quien mirase a Mîn notaría que estaba demacrado y en silencio como si fuese un alma en pena. No dijo una palabra en todo el trayecto hasta el burdel y ni siquiera entrar en aquel edificio le produjo cierta comodidad o paz. Sabía que ese hombre espectral iría a por él. Y también a por Arcadia y todos aquellos individuos con los que, de un modo u otro, habían unido sus destinos esa noche.

—Necesito beber algo —fue lo primero que dijo el enano, sentándose en una de las mesas, cabizbajo y tembloroso. Sabía cómo matar a un orco, a un noble, a un gigante o a una bestia de los bosques, pero, ¿cómo se derrotaba a algo que parecía ya estar muerto? ¿Qué otro final habría para aquella historia que no fuera la muerte de todos ellos—. No cerveza, no... Algo... Algo fuerte... Fuerte de verdad...

El enano miró al grupo de oportunos compañeros que se había forzado, sorprendido de que buena parte de ellos se viesen tan tranquilos, al menos comparados con él. Se sentía perdido y a merced de aquel Hombre Cetrino. ¿Cómo había... cómo había podido entrar en él, en sus recuerdos?

—La niña... ¿La niña es como él? —preguntó, señalando hacia Karan con un gesto de cabeza.

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31/05/2022, 17:44
Klamore

Por largo rato, la Kenku se había hundido en su naturaleza silenciosa. Había querido responder de algún modo a Arcadia, pero las ideas y las memorias, las visiones de un pasado y un presente la tenían con la cabeza en otra cosa. Si, muchas otras cosas cruzaban y se enlazaban, se partían y se convertían en ideas... Ideas malditas a pasar desapercibidas por siempre al formarse en una mente incapaz de conectar con creatividad e inteligencia suficiente. Aún así, aún así... Resultaba lógico que un Dios de enigmas usara como su mensajera a un ser que debía de valerse de astucia y palabras robadas para poder explicarse.

La historia del Hombre Cetrino se logró hacer espacio entre los pensamientos de la plumífera, pero aunque mucho quiso contar, nada agregó. Las palabras le faltaban... Y eso que palabras era lo que más volaba a su alrededor, pero eran estas tantas y tan variadas que le era imposible atraparlos para su uso, para darles la forma que necesitaba. La conversación de pronto versó en la fe, y por unos momentos se sintió tentada a intervenir, pero lo cierto era que ella estaba familiarizada con una fe poco usual, donde no era ella quién le había buscado, al menos no de forma consciente. La voz eterna y absoluta se colaba en sus sueños y le mostraba cosas, y ella simplemente... creía. ¿Estaba mal en hacerlo así? ¿Era momento de discutirlo? En realidad, no.

-...algún lugar alrededor el Paso del Therno, a varias millas del bosque de Cwn Fangârd...- Su voz era la de un anciano, y su mirada cayó en la mujer de platinos cabellos. -...ayudar...- Dijo en la voz de la misma, antes de cambiar a una que le daba escalofríos de solo tener que usarla. -...Ariadna...- Era el nombre de la niña, o eso era lo que el Hombre Cetrino había pronunciado. Su atención pasó de nuevo al chico desconocido, a aquel que cambiaba y mutaba, y era muchos, y era uno. -... legión...- De nuevo la voz susurrante del ser de la niebla y sombras.

-Karan.- Dijo esta vez hacia él, usando la voz con la que él se había presentado. -Sin sombra...- Había seguido en aquella voz, antes de mudar a la rugiente del tigre. -Cuando...- Aquella palabra, dicha con la había oído, no tenía entonación de pregunta, sin embargo los gestos de Klamore trataban de que se entendiera su duda: ¿Cuando había perdido Karan su sombra?

Notas de juego

Edit por erratas y corregir el nombre de la niña xD

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31/05/2022, 18:27
Karan

La cabeza me va a estallar. Que si fe esto, que si fe lo otro, que si dioses sí, que si dioses no. Excusas para presumir de credo, mostrarse superiores. Pelear, pelear, pelear. La plata reta al tigre. Pelear, pelear, pelear. El tigre reta a la plata. Pelear, pelear, pelear.

Sacudo los dedos con nerviosismo, impaciente-impaciente. Miro a la ratoncita, impaciente-impaciente. No puedo más.

—¿Y todo eso qué más da? —respondo con exasperación, pero mi voz suena débil, agotada, un susurro y poco más—. Si Vasanth tiene razón y los dioses existen, o bien no les importamos, o bien son crueles, así que Arcadia también tiene razón. ¿Contentos? Mientras tanto, el hombre de la máscara se ríe de nosotros, y ningún dios va a  ayudarnos. Solo nosotros. Con esa... niebla que se ha metido en nuestras cabezas, nos ha amenazado a todos. A mí me ha marcado, no-no-no-no sé por qué. Pero claro, no tiene vuestras sombras, solo tiene la de la ratoncita y la mía, así que, ¿qué más da? —Suspiro—. El ladrón de sombras quiere hacernos daño. El ladrón de sombras quiere hacerle daño a la ratoncita. Nosotros impedimos que el ladrón de sombras le haga daño a la ratoncita. Así. Que. Nos. Ayudamos a nosotros. —En ese momento, la mujer cuervo interviene. Gracias, oh, gracias—. La estrella caída... —musito apreciativamente.

Entro en un mutismo contemplativo. ¿Hemos llegado a un punto muerto? Prefiero los puntos vivos. El enano habla, quiere algo para beber. Alcohol. Asco, miedo alcohol. Padre, pudre, duele alcohol.

«Eso, bebe. Seguro que así lo arreglamos todo», mascullo entre dientes, apenas inteligible pero perfectamente audible. Luego, cuando sugiere que la ratoncita es como yo, mis ojos parecen ir a salirse de sus cuencas cuando lo miro incrédulo.

—Ella no es como Karan. Nadie es como Karan.

Y mejor así.

Notas de juego

Edit: Me había flipado tanto que le había leído la mente a vasanth y todo. He rectificado mi post para no hacer referencia a los pensamientos que no ha verbalizado.

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31/05/2022, 20:12
Kyuss von Trier "FreshMeatCandy"

Kyuss no era un hombre de fe.

Los dioses tenían sus propios intereses y el acercamiento pretendido, generalmente por los mortales, era visto por von Trier más como una permuta comercial e interesada que como un acto de amor. Los negocios con ellos solían requerir una garantía más sólida que las promesas caducas de un ser efímero e insignificante; el precio por recuperar parte de la divinidad perdida no podía ser asequible, más bien lo contrario.

Los integrantes del variopinto grupo pudieron relajarse parcialmente, en la relativa seguridad de La Serpiente de Jade, custodiando a la niña, que yacía inerte y sin proyectar sombra alguna.

Kyuss besaba su aliento en la negra flauta de plata, y dejó que la música les envolviera, mientras un fulgor encarnado y perverso anunciaba al nuevo soberano de la noche de Carfax.

Los ojos del bardo fueron buscando la mirada de cada uno de los del grupo, tratando de atrapar fragmentos descuidados de su duda, indiferencia, miedo, cansancio, dolor y duda. Apenas calor.

—Hechicero Kyuss, ¿Tiene un nombre la canción?

- Hijo de la luna, una vieja canción vistani, Arcadia de plata.

Mientras hablaba, Kyuss observó a Venditti y Edevane. 

Si mi vulpina amiga y su bufón nos trajeron hasta su hura, no hay duda; no aprecio vuestra precaución, algo os causó premura. ¿Qué será, qué será?. Pronto nos enteraremos pero... ¿Para qué los forasteros?. Asuntos, misterio y problemas.

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01/06/2022, 16:48
Dafne

La melodía de la flauta de Kyuss von Trier despierta algo en los bolsillos de la inconsciente Ariadna.

Una fantástica y diminuta criaturita asoma la cabeza temerosa, atraída sin duda por la música, curiosa ante el despliegue de talento del bardo gótico.

Aunque es consciente de que ha sido avistada por algunos de vosotros, la criatura, una versión minúscula de una mujer humana con dos pares de pequeñas y brillantes alas a la espalda, alza el vuelo hasta posarse sobre la mesa, cerca de Kyuss. Tiene el rostro jovial de una muchachita y el cabello níveo como el que reluce en las cimas de las montañas en la mañana del estío. Su mirada está trufada por dos zafiros que parecen haberse desprendido de una noche estrellada.

—Gracias por vuestra música, Maestro. Habéis insuflado valor a esta alma atormentada por la congoja —No habla. Canta.

La pequeña hada, toda ella rodeada por una aureola de iridiscente candor, dedica una sincera y macilenta reverencia a Kyuss, una reverencia que acto seguido repite para todos los que os halláis sentados a la mesa.

—Permitid que me presente como es debido. Vosotros lo merecéis, oh, valerosos Guardianes de la Narradora —dice, su hermosa y cantarina voz dotando de profunda solemnidad a cada palabra.

—Soy Dafne, emisaria personal de Alyth Vanar, Reina de la Corte del Verano. Su Alteza me envía para rescatar a la Narradora, la que ha de ser Guardiana del Libro de los Cuentos —dice, desviando una apesadumbrada mirada a Ariadna.

—¿No te olvidas de alguien, Dafne, bonita? —inquiere una vocecilla chillona proveniente de alguna parte.

—Oh, cáspita. ¡Qué dislate! —exclama Dafne dando un respingo al tiempo que el arrebol acude a sus mejillas cenicientas. —Perdonad, nobles héroes. Y estos son mis valientes guardaespaldas…

Del bolsillo opuesto del pantalón por el que emergió la pequeña hada ruedan dos roedores armados –muy literalmente- hasta los dientes. No pueden ser más diferentes entre sí, a pesar de compartir sendos pares de dentaduras diseñadas de modo específico para entregarse en cuerpo y alma al sagrado deporte de roer bellotas como si no hubiese un mañana.

—Os presento a Spitz… y Corcho —dice Dafne muy orgullosa, extendiendo una mano hacia sus bravos guerreros.

El bravo Spitz, el Aguijón de Sauce-Madriguera

Spitz tiene el pelaje del color de las avellanas, unos ojillos astutos, un buen par de orejotas, una naricilla inquieta y una elegante y esbelta cola prensil con la que se ajusta un deslumbrante y minúsculo estoque al fajín que decora su cintura.

—Ahem… ¿Cómo va eso? —inquiere con descaro y desparpajo, poniendo los brazos en jarras.

En cambio, Corcho tiene un manto de un color tierra húmeda, unos ojos belicosos y brillantes, unas orejitas minúsculas y gachas, un proverbial bigote hirsuto y un corpachón orondo protegido por un peto de hierro. Sostiene orgulloso un mayal y mira fijamente a Vasanth.

Corcho, El Terror de Villa-Galleta

—¿Qué miras? ¿Quieres que te reviente, gatete? Este menda desayuna pumas por la mañana —dice dejando caer la pesada bola de hierro de su mayal sobre la mesa, haciendo temblar ligeramente la misma.

Este roedor las tiene cuadradas y de acero.

Las bellotas, digo.

Dafne interviene rápidamente.

—Oish, oish, oish… ¡No digas esas cosas, Corcho! Perdone, señor gato, es muy impetuoso.

—¡Me ha provocado! ¿Lo habéis visto? ¡Me ha provocado!

—Venga, gordo, déjalo ya… Es un hombre-tigre. ¿Es que has perdido tu instinto de supervivencia? —dice un calmado Spitz tratando de tranquilizarle.

—¡Y yo un ratón-bérserker! ¡Estoy por encima de él en la cadena alimenticia! —protesta airadamente Corcho.

—Si por encima quieres decir  en vertiginoso tránsito precipitándote hacia su estómago, entonces concuerdo —concluye Spitz encogiéndose de hombros.

—¡No discutáis más! ¡Es suficiente! Debemos respeto a estos nobles guerreros. Han salvado a la Narradora de las garras del Hombre Cetrino —advierte una airada Dafne.

—Un formidable oponente el Cetrino, no hay duda. Artero y aterrador. Tenéis nuestro respeto —afirma Spitz siguiendo la reverencia de Dafne.

—No el mío —afirma con rotundidad Corcho mientras se cruza de bracitos. El más pícnico de los roedores señala raudo a Ariadna. —No han evitado que se lleve su sombra. Psss. Aficionados.

Dafne se lleva las manitas a la boca para reprimir un grito de horror.

—Oh, por Todo lo que es Dorado y Reluce… El Hombre Cetrino la ha marcado —dice, entre lágrimas, completamente desconsolada.

—Anda que nos la ha hecho buena… —dice Spitz rascándose la orejota ante la incrédula mirada de Mîn, al que resulta patente que solo un aguardiente de ron dracónido le permitirá conciliar el sueño en esta turbulenta noche. —Debemos llevarla ante Su Majestad Estival lo antes posible, Dafne.

El ratoncillo os observa con ojos vivaces y curiosos.

—Debéis ayudarnos. Podéis ayudarnos. La cuestión es… ¿Querréis hacerlo? Vuestro destino se ha cruzado con la Narradora. Eso significa algo, ¿no crees, hermano? —dice buscando con la mirada a Corcho mientras trata abraza a Dafne.

—No sé, Spitz. Parecen flacos. Fáciles de quebrar —Corcho se atusa el bigotón y empieza examinar uno a uno a los componentes de la mesa, caminando pesadamente, sin mácula de la gracilidad que adorna los pasos de su hermano.

—Flacucho turbio. Posible perro-flautista. No es descartable principio de escorbuto —dice mirando con evidente repulsión a Kyuss.

—Flacucho aún más turbio. Y llorón. Y miedica. Y raro —rezonga dedicando un vistazo de lado a Karan.

—Gato supremacista. Apesta —dice mirando con desdén ancestral a Vasanth.

—Pajarraco vil y enigmático. Sospechoso —dice observando con suspicacia a Klamore.

—Hmmmm… Retaco gordo y barbudo. Aceptable —afirma examinando con interés a Mîn. —Si tuviese un buen par de dientes, sería excepcional.

—Hummmm… Hombre negro con ojos de fuego. Espadote. Interesante —asiente, visiblemente más animado.

Entonces se detiene un largo rato en Arcadia.

—Le falta una oreja… —dice al cabo, muy pensativo, como el que examina de modo concienzudo un caballo de carreras.

No.

Como el que descubre un viejo espejo al retirar la vieja tela cubierta de polvo y de lamparones de nostalgia que lo cubría.

Como el que reconoce a un igual mirándole el alma.

Corcho sonríe cruzándose de brazos, una reacción natural cuando no se quiere delatar el hallazgo de un tesoro oculto.

—Guerrera nata. Oreja-Rota Melenaplata

>> Nos la llevamos —afirma, clavando sus ojillos negros en la joven de melena plateada.

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01/06/2022, 20:21
Vasanth

Y de repente, algo totalmente inesperado sucede. La música de Kyuss parece despertar algo en el interior de los bolsillos de la pequeña durmiente: una serie de extrañas criaturillas van saliendo una a una, cada cual más inverosímil que la anterior. Se trata de una mujer humanoide en miniatura, que se presenta como Dafne, y dos ratones armadas como si fuesen guerreros. No puedo hacer otra cosa que asistir al espectáculo, anonadado, intentando encontrarle algún sentido a lo que veo y escucho a medida que los recién llegados nos cuentan su historia. Si lo que dicen es cierto, pertenecen al séquito de alguien a quien denominan «Alyth Vanar, Reina de la Corte del Verano». Ignoro a qué pueden referirse, pero tengo la impresión de que estamos tratando con lo que los occidentales llaman «hadas». Yakshas, espíritus de la naturaleza, a veces bienintencionados, pero muchas otras impredecibles y muy peligrosos. Explican que Ariadna, la niña, es «la Narradora» (no sé de qué), y que aparentemente nosotros somos sus guardianes. La información llega tan rápida y desordenadamente que no acierto a entender gran cosa, aunque me mantengo estoico y templado para que nadie más que yo sea consciente de ello.

En ese momento, soy consciente de que uno de los dos ratoncillos, el más gordo de los dos, me está mirando fijamente. Cuando le devuelvo la mirada al tal «Corcho» (menudo nombre), este me reta, amenazándome con «reventarme». Su osadía me pilla con la guardia baja, haciendo que se me escape una risilla sorprendida. Observo divertido cómo los dos roedores discuten entre ellos sobre si es o no juicioso provocarme.

—Oh, no tengáis miedo —replico, haciendo un gesto indolente con la garra, como si estuviese espantando una mosca sin demasiado entusiasmo—. Yo no como ratas. Demasiado pequeñas. No me llenarían el estómago. Aunque… —Mi mirada se posa una vez más sobre el orondo Corcho, mis ojos centelleando con ígnea malicia—. Debo admitir que nunca había visto una rata tan grande…

Bromeo, obviamente, aunque el pobre Corcho no tiene por qué saberlo. Por fin, la delicada Dafne interrumpe la cadena de disparates, pidiendo nuestra ayuda. Quieren que llevemos a la niña sin sombra con la reina que antes han nombrado. Vuelve a salir el asunto de los destinos cruzados, de la providencia, bla, bla, bla… Nada de eso es necesario para convencernos. ¡Por supuesto que vamos a ayudarlos! Eso es lo que hacen los héroes dignos de tal nombre.

—Mi nombre es Vasanth. Podéis contar conmigo, mis nobles amigos —respondo con solemnidad—. No permitiré que el Hombre Cetrino mancille tanta pureza con su sombra innombrable. Mas, si me permitís un consejo… No me parece sabio juzgar a vuestros potenciales aliados por su aspecto. Muchos son más de lo que parecen, otros menos… y aún otros podrían ser algo completamente distinto de lo que esperáis.

Esbozo una ancha sonrisa llena de afilados dientes. Voy a conocer a una reina yaksha.

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02/06/2022, 00:26
Arcadia

No había escuchado a tigre. Su respuesta había sido ignorada por su cerebro. La música, la música lo llenaba todo y nada más. Cautivadora, amante, le arrastraba fuera de sí, limpiaba sus heridas, le hacía olvidar sus cicatrices, le alzaba más allá de los cielos para bailar entre las estrellas. Le abrazaba. ¿Era magia? ¿Era el poder perdido de los dioses? No, solo un escombro con forma de hombre, uno de los perdidos, entonando nota tras nota un símbolo de vida. Si había que creer en la existencia, en un destino, en un sentido para estar aquí, hollando el viejo mundo, no había que mirar a los altares, a las cimas o a los tronos. Bastaba con escuchar la canción.

Las voces, se han callado. Hijo de la luna. Ojalá alguien escribiese una canción sobre ella.

La parte activa de su mente, la que estaba siempre alerta, la torva y desconfiada, sí había escuchado al tigre. Pero ya no quería responderle. Tampoco agredirle. Su violencia era una máscara más que, ante una Verdad tronante, en flauta, se había deshecho. Ahora veía su propio ridículo, su mala actuación. Y lo lejos que quedo de la persona que deseo ser.

Había escuchado a Karan también. Le tenía al lado. Muy cerca. Se giró hacia él. No invadió su espacio. No con su cuerpo. Aunque podría haberle besado. No ese rostro, inventado, al suyo, blanco y limpio. Otra idea estúpida. Sus palabras sonaron implacables.

—¿Qué más da? ¡No da igual, diantre! —había gritado demasiado, quizás. O demasiado poco —. A mí me importa, Karan. Me importas. Y la niña también. Pelearé para recuperar vuestras sombras o moriré en el intento.

Su vida no tenía ningún valor, pero era todo cuanto podía apostar.

Se levantó fue a la barra, algo nerviosa, clara. Pidió algo de beber. Dos vasos, uno para ella, otro para Min. Esperó, tensa. Se olvidó de pagar, pero dio las gracias. Es un avance. Nadie ha resultado herido. Se detuvo, lejos de la mesa, en la penumbra, observando al poderoso guerrero de ébano. En la oscuridad solo hay soledad y recuerdos, le hubiera gustado decir. Peor no se atrevió. En silencio, se acercó por detrás y dejo su vaso cerca del guerrero. Leche. Caliente.

A Min le entregó otro vaso, en la mano. Él era su amigo. Los amigos hacían eso. Leche, caliente, nutritiva.

—Karan tiene razón. Te prefiero malhumorado y sobrio que risueño y borracho —le miró a los ojos, allí donde residía su grandeza —. Te necesito, amigo.

 

Y luego apareció el hada y los ratones.

—Min. ¡Min! ¿Recuerdas cuando ese santo inquisidor decía que estaba loca? Creo que tenía razón.

Tres criaturas, diminutas, que se comportaban como personas. Tenía gracia, porque dos eran ratones.

—¿Alguien más los ve?

Sintió alivió al ver que todos lo hacían. Aun así se atrevió a tocar con su dedo al más rechoncho, pinchándole dos veces. Si es una burbuja de sueño, explotará. Era mullido. Mullido y terrible Corcho, ¿El guerrero? Spitz, el espadachín. Esos seres no habían salido de los bolsillos de la niña, lo habían hecho de su imaginación. Narradora. Poseía un poder. Le daba igual. Ella quería ayudarle porque era una niña en problemas.

Sonrió cuando el más rollizo desafió a Vasanth. Mil preguntas acudieron a su mente. ¿La corte de verano? ¿Narradora? No dijo nada, escuchó, atenta, temiendo que si dejaba de hacerlo, aquella hermosa ensoñación se desvanecería. Los fueron evaluando. No le gustó como trataron al hechicero, a Klamora o a Karan. Con ella se equivocaron. No era una guerrera, solo una asesina sin rumbo.

Vasanth habló, presto y raudo. Las palabras acudían a él con facilidad. Envidia de nuevo, pero no odio. La música había aclarado su mente, aprovechó el momento para añadir algo más como ella, sin sus demonios personales pugnando por convertir aquel épico comienzo en un baño de sangre más.

—Tiene razón. Juzgar a la gente por su aspecto es un error. Lo sé de buena tinta, me pasa siempre.

Miró de soslayo a Vasanth, una mirada tan hueca que no significaba nada. Luego se centró en Min.

—¿Qué me dices, Min? Quiero ir, pero no sé si debo.

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03/06/2022, 00:09
Kyuss von Trier "FreshMeatCandy"

Oh, pero ¿Qué sortilegio es éste?

De sangre la noche se vuelve, y el cielo; los ánimos que se encienden, y más tarde se aplacan, y, como polillas ociosas revueltas en su campana de niebla y rojo cristal, maravillosas criaturas salen a mi encuentro. Colosos, guerreros, almas atormentadas, infantes. ¿Dónde, dónde estás, misterio?, y ¿Dónde tú, niña blanca?.

Y me llevo yendo, desde que he llegado; oh, misteriosa cadena de acontecimientos. Me veo atrapado y sorprendido, deslumbrado e inquieto.

No quiero pensar en Eso. Prefiero no darme cuenta y dejar que sean ellos, brillantes visitantes, ¿acaso tengo yo que ver en algo de todo esto?.

Lo mío es mío. Es vuestro lo vuestro.

Pero, quién podría resistirse?. Oh, por Shar, que golosina.

- Kyuss von Trier es mi nombre, y no puedo más que alabar el timbre cristalino, ese tono de tu voz, pequeño milagro precioso.

>> Así de sorprendente como vuestros fieros amigos, el espigado y el... gordo. Un placer, maese Spitz, un placer maese Corcho.

Kyuss observaba divertido al singular trío de diminutos, tratando de desterrar de su pensamiento las voces que había oído a través de Klamore.

-...algún lugar alrededor el Paso del Therno, a varias millas del bosque de Cwn Fangârd...- Su voz era la de un anciano

-...Ariadna...-  -... legión...- De nuevo la voz susurrante del ser de la niebla y sombras. 

 

Ebrio de sensaciones, Kyuss decidió aprovechar la distracción que suponían Dafne y sus custodios para retirarse y acercarse a Vendetti y Lady Edevane, en previsión de que ella fuera a reclamar su presencia en breve.

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03/06/2022, 16:52
Dafne

Los ojos de la abatida hadita refulgen ante la indómita resolución de Vasanth. El hombre tigre no necesita menudencias para adentrarse en el nudo de la trama cósmica que se intuye en los primeros compases de esta apasionante odisea. Él tiene alma de héroe, y los héroes, lo quieran o no, son protagonistas de hazañas sin par.

—Caray —se escucha decir a un sorprendido Spitz. —Pues sí que son decididos, sí. ¡Me encanta! ¡Así se habla, minino!

Corcho resopla, muy airado.

—¡Pffff! ¿Desde cuándo confraternizas con el enemigo? —inquiere a su hermano con un claro aroma a recriminación impregnando a sus palabras.

—Mira, gordito, al igual que tú eres un roedor harto inusual, Maese Vasanth dista mucho, muchísisisimo, de ser un gato común —razona el taimado Spitz, dedicando una cumplida reverencia al rakshasa. Luego se cruza de bracitos. —Es un honor, Maese Kyuss. Y sí, mi señora Oreja Rota Melenaplata, somos tan reales como vos o este chavalín que a todas luces necesita tomar desesperadamente algo de sol —dice agitando con nerviosismo la naricilla mientras mira a Karan.

—Milady, temo que tu cordura se pondrá a prueba, ¿acaso miento, Dafne? —

La pequeña hada se enjuga las lágrimas y asiente, decidida a retomar la palabra.

—Así es, mi noble señora —replica, con ese modo rimbombante y pletórico de cortesía que rezuman estas extraordinarias criaturas. —Solo somos el resquicio de luz que resiste a la Noche Eterna. Temo que vuestro mundo podría sufrir las consecuencias de la Larga Guerra. Una que no se libraba a vuestra vista... hasta ahora. Esta... Esta pequeña e indefensa niña humana tiene en sus manos un gran poder que puede consumirla por completo, pero también es nuestra única esperanza para revertir las maquinaciones del Príncipe de las Sombras.

Corcho lanza un estridente y atronador estornudo.

—Su sola mención me provoca alergia... —dice justo antes de que el dedo enguantado de Arcadia le acaricie la panza, haciéndole rodar por la mesa. —¡Me he quedado con tu cara, Melenaplataaaa! —¡Una advertencia belígera!

Dafne inspira profundamente y entrelaza los dedos de sus áureas manos.

—Maese Vasanth, Maese Kyuss, mi señora Melenaplata, en mi nombre y en el de todos mis hermanos arcadios... Os doy las gracias. Debemos partir raudos hacia el bosque de Cwn Fangârd. Debemos llevar a la pequeña a la presencia de mi señora Alyth Vanar. Allí está organizando la resistencia. Cada minuto que esta luna de sangre se alce sobre vuestro mundo, los Shadar Kai se volverán más fuertes.

—Incluso, imparables —tercia Spitz alzando su cabecita, hasta hace un segundo sumergida del vaso de leche de Mîn. —Le falta un poquito de canela, ¿sabes? ¿Te importa si...? —Spitz saca un puñado de especias de una bolsita de cuero anudada a su cinto y sazona la leche antes de soltar una retahíla de lamentoncitos. —Uoh, chaval, esto es otra cosa, ya te digo. Eh, gordo. Ven a probar esto. Una mierda muy seria.

—¡Pamplinas y más pamplinas! Mientras Corcho esté vivo, el Príncipe de las Sombras no tendrá ni una sola posibilidad —sentencia categórico el más corpulento de los roedores mientras se aproxima leeeeeentaaaaameeeeente al vaso de leche. —Hummm... Aceptable.

Dafne se aproxima a Vasanth con un vuelo cauteloso.

—Maese Vasanth, decidme: ¿Sabéis llegar hasta Cwn Fangârd?

Notas de juego

Al postear, marcaros todos los que estáis en la mesa [Ojo: Kyuss ha declarado que se aproxima a Venditti y Edevane].

Quiero al menos un post de Darion, Karan, Klamore y Mîn, si os es posible. Vasanth y Arcadia, por cuestiones obvias, pueden postear de nuevo sin ningún problema si quieren añadir algo más, que fijo que sí.

Vasanth y Arcadia están moviendo mucho la trama, así que ha llegado el momento de aplicar el silencio administrativo: si nadie dice nada de aquí al... ¿Domingo? consideraré que todos os apuntáis al carro y pa' lante que vamos. La siguiente escena será rumbo a Cwn Fangârd, por supuesto.

Si alguien quiere hacer un descanso prolongado llegado a este punto, que me lo indique en el off.

Igualmente, si alguien se ve más ahogado para seguir el ritmo de la partida [que aviso, va a subir un poquito las pulsaciones], que lo indique también para que haga algún ajuste. Vamos bastante bien, pero me quiero recrear en algunas escenas y os necesito a tope de POWER.

Se acabó el tutorial, amigos.

Hasta aquí he sido bueno y piadoso. Una especie de bollo de leche.

Ahora empieza el D.O.L.O.R.

>;-D

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03/06/2022, 17:35
Venditti

Venditti anda golfeando con propias y extrañas mientras abanica graciosamente a la Edevane cuando te aproximas a ellos.

El bardo de dorados cabellos esboza una sonrisilla traicionera en sus delicados labios antes de clavar sus refulgentes ojos verdiazulados en ti con esa perturbadora y única mezcla de lujuria y soberbia.

—Oh, mirad, si es el egregio Kyuss von Trier, el Flautista de Baja Ciudad, santo patrón de roedores y muscélidos por igual. Te noto pálido, amigo mío. Quiero decir, inusualmente pálido. Parecieras haber visto a un fantasma. ¡Qué digo! ¡Todos hemos visto un abominable fantasma alabastrado! Dime, muñeco, ¿tú también has soñado? —inquiere, su curiosidad cabalgando en sus palabras.

La Edevane se masajea las sienes con parsimonia, a todas luces lejos de haber superado su aturdimiento.

—Kyuss. Amathys. Basta. Los dosss...

Venditti sisea a tu oído.

—Mira lo que has ocasionado, mariposo.

Edevane te mira con un deje hastiado mientras chasqueda sus largos dedos y manda a su escuadrón de furcias a trabajar los pocos clientes que hoy regentan el lupanar. Una ya clásica maniobra de distracción.

—Kyuss, esta noche, antes de que se desatase ese molesto caos en la Canción... Tenía una encomienda para ti. Una encomienda personal, debo añadir. Sé que eres el hombre adecuado para la cuestión.

Venditti reacciona con incredulidad.

—Me rompéis el corazón en esquirlas con vuestras demoledoras palabras, mi señora. ¿Qué puede hacer este bufonesco fantoche que no pueda ser superado por mí, vuestro siempre fiable Amathys Venditti?

Los ojos de Edevane se entrecierran, enigmáticos.

—Tú, Amathys, eres el hombre adecuado para otra cuestión que trataremos, empero, más tarde —desliza con un susurro malicioso, quizás salaz. —Kyuss... Sé que sabes que ha caído una estrella del cielo. [*] Sé que esa gente con la que me has traído aquí esta noche también lo sabe. Ignoro qué planes tienen para ella, pero tú te adelantarás a ellos.

>> Kyuss... Quiero esa estrella —expresa mientras su siniestra desciende por tu cintura.

—Dime, Kyuss... ¿Me la traerás como el niño bueno que eres? —su zarpa atrapa tu virilidad como si de un cepo para oseznos se tratase.

Venditti enmudece, compartiendo el dolor de su parternaire. En sentido metafórico, por supuesto.

Notas de juego

Tengo pendiente editar este mensaje para añadirte el retrato de la Edevane ;-D

[*] Te recuerdo que Edevane ha compartido esa explosión de recuerdos que habéis vivido todos los PJs al liquidar a la Niebla Mental. ;-)

¡Esto se pone emosionante! O_O

¿Para qué querrá la estrella la Edevane, Kyuss? o_O

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03/06/2022, 21:22
Vasanth

Nuestros nuevos amigos parecen gratamente sorprendidos con mi respuesta a su solicitud de ayuda. ¿Y qué esperaban? Es lo único que se puede decir cuando a uno le plantean una misión de tal épica y calibre, que involucra a reinos tanto visibles como invisibles. La única alternativa digna de consideración.

Dafne habla de una guerra entre luz y oscuridad, la que posiblemente sea la única guerra que lleva librándose desde el principio de los tiempos, y que continuará hasta el fin del universo. Un nuevo nombre aparece en la historia: el Príncipe de las Sombras. Según parece, la Reina de la Corte del Verano, Dafne y sus dos amigos ratoncejos forman parte de un último bastión de defensa contra las tinieblas. La niña-Narradora, Ariadna, sería la clave para derrotar a la oscuridad.

Qué interesante.

Nuestro próximo destino no es otro que Cwn Fangârd, donde casualmente cayó la estrella de nuestras visiones. La pequeña yaksha se aproxima a mí para preguntarme si conozco la ubicación de tal lugar.

—No sabría deciros, doncella de luz. Solo he visto ese lugar en una suerte de sueño profético, al igual que el resto de nosotros —respondo, decepcionado—. Habéis de tener en consideración que provengo de muy lejos: nada menos que del reino de Kuong, en el lejano Kara-Tur. Sospecho que alguno de mis compañeros podrían estar más versados que yo en geografía faerûnia.

 Alzo entonces una mano, la palma abierta, para indicar que aún no he terminado de hablar.

—Me gustaría, no obstante, haceros una pregunta: ¿Qué es esta tiniebla siniestra que nos envuelve? ¿Por qué el cielo se ha tornado sangre? ¿Seguimos en Carfax, o estamos a medio camino de alguna otra parte?

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03/06/2022, 21:58
Darion

Darion aceptó aquel inesperado vaso de leche con un asentimiento silencioso y agradecido a Arcadia. Lo tomó entre su mano y le dio un sorbo largo, tras el cual se limpió con la manga de su túnica.

—Gracias, mujer —dijo después.

Darion miró con sorpresa los acontecimientos que sucedieron a continuación, con aquellas feéricas criaturas salidas de los bolsillos de la niña. Asistió atónito a todas aquellas explicaciones y revelaciones. Lo único que sacaba en claro de todo ello era lo mismo que ya había decidido: proteger a la niña. ¿Cómo? Había preguntado Vasanth. Escoltándola, claro. Sin embargo, no dijo nada, sino que se mantuvo en silencio mientras daba otro sorbo de aquella leche. Extraña mujer Arcadia, que invitaba a leche; extraña, pero especial sin duda.

Darion no era un hombre curioso ni especialmente despierto. Sabía que otros más curiosos y más despiertos que él los llevarían hasta ese lugar impronunciable Cwn Fangârd.

—Sea donde sea ese lugar, la protegeremos —dijo mirando de nuevo a la niña. ¿A la Narradora?

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04/06/2022, 11:43
Karan

Arcadia intenta convencerme de que le importo. ¡Incluso se ofrece a arriesgar su vida por recuperar mi sombra! Si está actuando, resulta bastante creíble. Pero, ¿por qué? No tienes derecho, oh, no tengo derecho. Ya sé, tal vez esté loca, sartén, cazo. O a lo mejor, no sé, puede que no tenga nada mejor que hacer. Es tan raro…

Pero, ¿y si de verdad le importas? ¿Y si, y si, y si…?

De repente, ¡zas!, de los bolsillos de la ratoncita han salido otros dos ratoncitos. Bueno, y también algo que parece un hada, pero eso ya no lo encuentro tan divertido. Momento de duda. Incapaz de reprimir mi sorpresa, me acerco con curiosidad a uno de los roedores, el que dice llamarse Spitz, y alargo un dedo para tocarle la naricilla, cosquillas, cosquillas, en parte para comprobar si es real, en parte porque me hace gracia, y en parte porque sí. Qué suave. Desde luego, son unos ratones de armas tomar.

Tuerzo el gesto cuando el ratón más gordito (o a lo mejor es un hámster espacial gigante, ¿quién sabe?) se mete conmigo, pero no me quedan fuerzas para enfadarme, solo me hace ser bochornosamente consciente de la mala pinta que debo de tener ahora mismo, con la piel pálida y los trazos de sangre roja recorriendo mis mejillas. Sin darme cuenta, busco un espejo o cualquier otra superficie reflectante para comprobar el aspecto de Karan. Me preocupa bastante menos que me considere un cobarde. En realidad, me precio de tener un aguzado instinto de supervivencia, y prefiero mil veces escuchar: «¡Karan, cobarde!», que oír alabanzas desde la tumba. Claro que entonces no las oiría. Hrmmm… Mejor que la tumba sea de otro.

Lo que sí es alarmante es la reacción del hada Dafne al ver a la ratoncita. Se echa a llorar, o sea que malo, ¿y qué ha dicho de que ha sido marcada por el Hombre Cetrino?

—¿Sabes lo que tiene la ratoncita? —pregunto repentinamente—. ¿Lo que tengo yo? ¿Y esa reina de las hadas tuya podría curarnos? ¿Devolvernos nuestras sombras?

Otra vez Cwn Fangârd. Ese nombre nos persigue. Luz y oscuridad. Guerra. Desastre. ¿Cómo he acabado metido en algo así? De repente me siento muy cansado.

—Bueno, me voy a dormir —digo, ausente —Hay que estar preparado para… todo lo que viene. Sí, eso. Me voy.

Y con estas palabras, me alejo de mis extraños compañeros, de esa horrible mesa y de los dolores de cabeza. Mañana será otro día.