Partida Rol por web

La noche más oscura [+18]

Partida - La noche más oscura

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10/05/2022, 14:59
Kyuss von Trier "FreshMeatCandy"
Sólo para el director

La mujer que te has topado con Venditti te resulta familiar.

Dirías que es la aprendiz, la asistente o la asesina personal de alguien importante en Carfax.

¿Recordarás quién es?

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Te hago la tirada que me solicitaste.

Esperando up como los demás... en vilo.

¡Que cunda el desconcierto!

Un abrazote.

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10/05/2022, 17:39
Amo del Calabozo

A pesar del vacío de sensaciones que sacude tu cuerpo en este preciso instante, algo en tu interior que no puedes nombrar te impele a desplazarte siguiendo los pasos de tu antagonista, el Ladrón de Sombras. La Muerte Enmascarada.

Diría que tu apego por tu propia vida es escaso en estos momentos, pero tal es tu decisión, Karan, Ladron de Rostros.

Sea.

Acechas a través de los callejones adoquinados que serpentean tras la Canción Élfica y un escalofrío recorre tu espina dorsal cuando te ves a ti mismo siguiendo las pistas que arrojan las sombras que estiran sus contornos por las paredes. Sombras que te atraen con perturbadoras invitaciones, sonrisas diabólicas y un aterrador propósito.

Ven aquí, pequeño Karan.

Sigue el rastro de miguitas de terror.

Veeeeeeen.

Y lo sigues. Oh, sí. ¿Cómo ibas a perdértelo?

El primer cadáver aparece a tus pies al girar por una estrecha callejuela que desemboca en una pequeña plaza con una fuente erigida a mayor gloria de uno de los promotores de la segunda expansión de la ciudad, Raedric Raelthorne. Debería estar iluminada por varios dispensadores [*], pero la luz que estos emiten, por lo general azulada y sobrenatural, se te antoja moribunda, debilitada. Empero, esto no te detiene. Estás acostumbrado a moverte al amparo de la noche.

El segundo cadáver queda a diez pasos del primero.

Reconoces los ornamentados ropajes de los difuntos: se trata sin duda de dos de los monjes extranjeros que sacaron a la niña de la Canción Élfica.

Ambos cadáveres presentan una pegajosa madeja cristalina cubriéndoles la cara. Una especie de película brillante y traslúcida que no logra opacar la mueca de agonía con la que han expirado su último hálito. Sus cuerpos yacen en el suelo en un escorzo que te permite deducir que han experimentado una macabra contorsión final antes del óbito. Las caras de tus padres aparecen momentáneamente ante ti, difuminadas e invasivas, como si tratasen de hurtar los cuerpos inertes que estás contemplando.

¡ASESINO! ¡ASESINO!

Alcanzas a escuchar el característico sonido de la lucha a muerte, proveniente de la plaza. Las taimadas sombras continúan tentándote. ¿Acaso eres su invitado especial?

—¡Toru! ¡Garu hai nak-dam! ¡Hai-aaaah!—exclama en lengua extranjera un joven monje de melena azabache que trata de luchar contra…

¿La niebla?

El monje profiere un alarido de agonía mientras se lleva las manos a la cabeza y cae a plomo sobre el pavimento retorciéndose de dolor, su faz cubierta de esa extrañísima pringue que acabas de ver en los cadáveres de sus hermanos de armas. Sus ojos quedan fijos en el Vacío. Su alma ha sido reclamada por la Rueda. Sobre él flota una densa bruma blancuzca que emite destellos similares a los de la plata líquida.

Reconoces también al ojos rasgados que estaba cerca de la niña en la Canción, aquel que habló con el enorme negro. Es el último monje en pie. Acero en mano y adoptando una estoica pose de combate, protege a la pequeña que permanece encogida de terror en el suelo un par de pasos tras de él, sollozando ante la extraña y terrible magia que acontece ante sus ojos.

Y hay alguien más.

Notas de juego

[*] El Colegio de Alquimistas de Carfax, preocupado de dotar la Alta Ciudad y una buena parte de la Baja Ciudad con un sistema de alumbrado eficaz, ha procurado dotar a las calles con una característica luz azulada con la que disuadir a los criminales de la idea, ya bien asentada, de que la noche, de algún modo, les ampara.

La luz emana de unos dispositivos denominados dispensadores. Son orbes tallados en un material denominado piedraoscura que absorben magia elemental para transformarla en energía lumínica.

 

Off the record: Ojo, que te he colado ahí una pistita... ;-)

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10/05/2022, 17:44
El Hombre Cetrino

La Muerte Enmascarada asiste a la función frotándose los dedos con avidez. A sus pies, los restos de un vial de vidrio yacen esparcidos en mil pedazos. La niebla asesina parece obviarle con el temor que un súbdito obsequia a un tirano.

El ojos rasgados acomete con la centelleante hoja de su catana hendiendo el viento, que por respuesta chilla de pavor con un ensordecedor aullido que amenaza con reventarte los tímpanos. Las ventanas de los edificios y comercios que rodean la plaza explotan en una lluvia de esquirlas afiladas. Las azuladas auras de los dispensadores parecen encogerse de terror dejando la plaza casi en tinieblas, a salvo de un peculiar brillo rojizo que imbuye la espada que blande el monje.

El enmascarado se encoge, sorprendido y excitado a un tiempo.

—Oh… Ooooh… Qué interesante. Una Hoja del Estío. Tu Maestro te instruyó bien, no hay duda… Pero eres un hombrecillo, nada más. Un solitario hombrecillo acorralado. Y tu espada no puede ahuyentar tu Miedo Más Profundo —dice con cavernosa voz apuntando con un dedo a la niña.

La mirada del ojos rasgados, dura como el de un guerrero que ha aceptado largo tiempo atrás la muerte en combate como su epílogo vital, parece esconder un profundo pesar.

—Frágiles humanos… Tan fáciles de quebrar… —sisea la voz tras la careta de alabastro.

El último monje, uno que carece de nombre para ti, decide en ese instante dirigir su ira contra el enmascarado en un último y desesperado golpe final, acaso su última voluntad. Para su desgracia, es acechado por una amenaza invisible que le atraviesa el corazón con la precisión de una saeta disparada a su espalda.

Cae al instante, herido de muerte y acechado por las sedientas fauces de la fatalidad. Los hilos que le ataban a la vida se ven desgajados irónicamente por un enemigo tan carente de rostro como el enmascarado que acecha entre la neblina. Su espada abandona el tacto de su callosa mano y produce una peculiar reverberación al precipitarse sobre los adoquines. Al ver los ojos de su protector desprovistos de toda fuerza, la niña llora y lanza un grito inaudible.

Entonces comprendes…

Es muda.

La víctima perfecta.

La mortaja vaporosa persiste flotando sobre la plaza mientras el enmascarado se acuclilla, próximo ya al moribundo monje. A diferencia del resto de sus hermanos, la herida fatal le ha hecho sangrar por la comisura de los labios, si bien no alcanzas a advertir desde tu escondite corte o perforación alguna.

—Has fracasado. Como los demás. Adiós, intrascendente hombrecillo. Gloria al Príncipe. Tu sombra queda bajo su abrigo —dice la Muerte Enmascarada alzando una mano y agitando sus dedos como si acariciase el aire a modo de despedida. Luego, extrae una larga daga negra y la hunde en el pecho del moribundo guerrero.

—Esto… es… misericordia —musita mientras la cuchilla penetra despacio en el pecho, horadando su camino hasta ensartar el corazón.

El monje muere humillado, en silencio, ahogado en su propia sangre. Su misión ha concluido. Y él, el último de su orden, ha fallado.

—En cuanto a ti… —dice el enmascarado al tiempo que se yergue, a escasos pasos de la joven. —Supongo que sabes qué les hace el Hombre Cetrino a los niños, ¿verdad?

Una risita tétrica sacude el aire.

Los ojos de la niña, casi fuera de sus órbitas, gritan un inapelable .

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10/05/2022, 17:46
Amo del Calabozo

La que bien podría ser la pelea tabernaria más salvaje de cuantas han acontecido en la última década en la Canción (solo superada por el ominoso y muy sangriento duelo de escupitajos corrosivos iniciado por Joe el Bárbaro [Se apellidaba así, conste] y Gárgaras Especiadas Mallow), termina como las grandes óperas compuestas por Amathys Venditti…

Un agudísimo chillido proveniente del exterior hace estallar en mil pedazos los ventanales de la Canción Élfica a modo de esperpéntico final para la refriega, sobrecogiendo a todos los camorristas con una terrible jaqueca y tejiendo una lluvia de afiladísimas esquirlas de vidrio por doquier.

Debéis estar preguntándoos…

¿Qué demonios ha sido eso?

La magia exhibida por el rakshasa y la kenku así como la furiosa demostración de fuerza bruta del bárbaro de piel negra y el oportuno martillazo de Mîn Rompebuches parecen haber llevado la refriega a un punto en el que sois los únicos que quedan en pie. La banda al completo de Blazko yace esparcida por los suelos y no parece que vayan a poder recomponerlos. No de forma coherente, al menos. La mestiza semiorca yace inconsciente derrumbada sobre la pared y bañada en fragmentos de cristal. Y los guardaespaldas del tipo con mirada de lobo han procurado sacarle indemne mucho antes de la atronadora conclusión de la reyerta. Algo en la mirada que dedicó a Arcadia sugiere que sus caminos volverán a encontrarse.

Un aturdido Wilfred aparece dando tumbos tras la barra esgrimiendo un garrote espinado.

—¡Cago en la puta madre que os parió! ¿¡No tenéis suficiente con desmembrar a mi clientela!? ¿¡También tenéis que descuartizar mi negocio y quitarle el pan a mis hijos!? ¡Escoria de mierda!

Venditti interviene para hacer una acotación.

—Wilfred, querido, tú no tienes hijos.

>> Legítimos, matizo. Rrrrrr… Tunante —ronronea el florido bardo.

Wilfred lanza un brutal golpetazo con su garrote sobre la barra, aplastando la maceta que minutos antes era un guardia del Puño de Hierro.

—¡LARGO DE AQUÍ, DIABLOS! ¡LARGO DE AQUÍ! ¡Todo el maldito Puño de Hierro estará al caer y no quiero problemas ni con ellos, ni con los Preceptores! Puta mierda, ya sabía yo que tenía que pagar la protección de ese cerdo de Bailey… ¡COMO VUELVA A VER VUESTRAS FEAS CARAS POR MI LOCAL, BERATH ES TESTIGO DE QUE ENVIARÉ VUESTRAS ALMAS A LA RUEDA! —chilla enrojecido por la ira.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Resumen de situación: Casi habéis superado el prólogo.

Magulladuras aparte, estáis todos relativamente ilesos, así que no os quito PGs, no vaya a que os hagan falta ahora... XD

Vasanth y Darion se han pulido a Blazko y Cía sin mucho problema y he considerado que Klamore ha ayudado descaradísimamente a Arcadia y a Mîn con su magia divina (;-P), así que aunque ninguno de los dos superaron a la mestiza en la TS, no les voy a restar PG. Ahora bien... habéis usado magia, mis pequeños pilluelos. Y cuando me pongo grimdark, persigo a todo usuario de la magia. Oh, sí.

He lanzado un dado: Tenéis dos turnos para salir de allí pitando o -muy a mi pesar- empezaremos la partida propiamente en una mazmorra como toda aventura clásica de TES y sin armamento de ningún tipo tras ser rodeados por los chicos del Puño de Hierro y algún que otro amigo más. No será agradable, pero os aseguro que nos echaremos unas risas conociendo al hermano Clovis y a su equipo de interrogadores. XD

Personalmente no tengo ningún problema con cualquier giro de guion. Quiero decir, vosotros me diréis cómo de malotes sois. Ahora bien, ya sabéis que el más malote, el auténtico malote, el VERDADERO malote... es Ragman. Ya luego si eso voy yo, pero de tapadillo, ¿eh? Recordad: DEX-Lover. XDDDDDD

Bromas aparte, tenéis varias opciones razonables:

1) ¡Evadir a la Ley y el Orden y salir por pies de la Canción! ¡Los chicos del Puño están a puntito de caeros encima!

2) ¡Traer la anarquía a Carfax! ¡Esto solo es el comienzo del CAOS! ¡Que vengan los chicos del Puño! (En cuyo caso la partida se torna en un GTA rematado por un drama judicial).

O 3) Seguid leyendo... A ver qué pasa.

Sea como sea, ahora sí, tenéis vosotros la palabreja para ir orientándoos como grupito. Según vuestra decisión, terminamos escena o no. Veremos. ;-D

Por cierto, me adelanto: Haced una tirada de Percepción a DC 11. No es complicada. ;-)

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10/05/2022, 18:05
Venditti

Venditti lanza una mirada de desaprobación a su némesis mientras sacude la cabeza con cautelosa prudencia.

Para el bardo, despeinarse es sensiblemente peor que una migraña pasajera.

—Me atrevería a asegurar que ese gritito grotesco no es otro gallo del ufano Jacobi Castrati. ¿Concuerdas, hiedro venenoso?

>> Por otra parte, ¿Acaso no conoces a esta damisela, Kyuss?

La respuesta es no, lamentablemente. Eso da pie a todo un festival de injurias por parte de Venditti.

—Eres un desacompasado y flatulento acorde proveniente de una gaita ultrajada por un sudoroso pie. —Lo que le ha dicho. —Fíjate lo que me haces concebir, ruin botarate… Debes ampliar tu agenda de contactos, mi lúgubre magnolio. De lidiar con la chusma y el proletariado más infecto estás empezando a deleitarme con un tufillo que agrede mi sensible pituitaria con tu supina ignorancia. Sin mencionar el nutrido catálogo de venéreas dolencias que arrastras de beneficiarte a esa furcia de Madame Laurien. Tsk. Como si Madame fuese un mero sobrenombre… ¡Acabáramos! ¿O era al viejo Cornelius al que tenías tanto apego? Hihihi… Ese vejete depauperado tiene cierta propensión a regarse la testa con diversos elixires, por si alguno abona lo que ya ha abrazado el pasado —Venditti se mesa sus dorados tirabuzones. —Humanos… ¿Qué sabrán ellos lo que es un auténtico pelazo?

La mujer, una humana de mediana edad, se pone en pie trastabillando, aturdida y confusa. Viste con ropajes oscuros y austeros, algo que enfatiza su figura esbelta. Sobre la cabeza reposa un tocado de tela y cubriéndole la parte inferior un velo de seda la hacen difícil de distinguir a primera vista, pero fruto de la algarabía el velo se le ha desprendido, desvelando unas facciones inconfundiblemente afiladas como las de una zorra de oscuro pelaje.

Tal es su naturaleza.

Venditti le tiende la mano, gentil.

Es cuando emerge del reservado cuando Kyuss von Trier reconoce a esta singular mujer.

—Vuestra mirada siempre me resulta inconfundible, mi señora Davania Edevane. Siempre es un placer reencontrarme con vos. Incluso en este inusual antro para vuestro sofisticado estándar…

El bardo dedica una graciosa reverencia rematada por un beso al nacarado dorso de la mano de la mujer. Alguno diría que escucha un siseo rematar esta muestra de cortesía.

Kyuss parpadea incrédulo.

Davania Edevane.

La mismísima mano derecha de Oberyn Bailey, uno de los reyezuelos de Baja Ciudad.

—Permitidme presentaros a este entrañable cenutrio, tan zalamero y empalagoso al oído como amargo y rancio al gusto: Kyuss Von Trier.

Codazo al costillar.

Reverencia, Kyuss.

Edevane frunce el ceño mientras alza la palma de una mano para detener la avalancha verbal con la que el bardo colapsa sus sentidos.

—Conozco bien a este alfeñique, Venditti.

Lady Edevane

Davania Edevane hizo restallar el látigo en la pálida espalda de Kyuss, grabando otra indeleble muesca en sus raquíticos omoplatos.

—¡En adelante, gusano, dirás: SÍ, MI SEÑORA EDEVANE!

—Lo último que necesito ahora mismo es una ración extra de adulación. Venditti, deseo abandonar este antro. Ahora.

Venditti se sitúa a la derecha de Davania Edevane y la toma con delicadeza del brazo. Con una elocuente mirada urge a Kyuss a hacer lo propio.

—Al cielo con ella, petunio.

Edevane lanza una mirada de desprecio a Von Trier.

—Si las plantas de mis pies hollan este infecto suelo un segundo más, lamerás algo peor que la hiel, bastardo —musita mientras frunce sus labios en una mueca avinagrada.

Notas de juego

Kyuss, hazme una TS de CAR a DC 16 o quedarás acobardado en presencia de Lady Edevane.

Suerte, amigo. ^^

XD

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10/05/2022, 22:01
Kyuss von Trier "FreshMeatCandy"

Un agudo chillido puso fin al estallido de violencia en La Canción, dejando el suelo cubierto de cristal, sangre y desesperación.

Venditti no parecía muy sorprendido por este inexplicable suceso, y se mostraba ufano en una concatenación de chistes, aparentemente sin sentido.

¿Acaso se os acabaron las flores, insulso domador de liendres? ¿Agrimonio, campanillo, perejil?¿Lentisco, hinojo, manzanillo? ¿Acanto, jengibre, arándano?...ni con todas las hierbas del campo se sana la diarrea que provocan tus monsergas.

Sin duda, el blondo mequetrefe era más taimado y nocivo de lo que pretendía aparentar, y en ningún momento Kyuss bajó la guardia, convencido de que los movimientos del afeminado sátiro obedecían a un plan previamente establecido. Por lo general, las intrigas de Venditti incluían placer y fatalidad a partes iguales, pero no equitativamente repartidas entre sus participantes.

En cuanto Kyuss vio el rostro de la mujer pudo reconocerla de inmediato, y si no lo había hecho antes, con sólo contemplar su figura, es porque ni en diez vidas podría haber imaginado siquiera la sombra de aquella mujer deslizar sobre las tablas mugrientas de La Canción Élfica. Además, durante su encuentro con Venditti, el pálido no había dejado de vigilar los movimientos de su botánico y petulante adlátere, convencido como estaba de las intenciones ocultas del insufrible arlequín.

¡Oh, así que era esto!, os notaba muy cargante, motivado en demasía, yo diría hormonal, mi pequeño prostituto, mi bailarín disoluto, ¡cómo danzas a su son, chucho lamedor de jaleas y derrames!. Aprended de un servidor a mantener quieta la lengua, pues he ahí nuestra diferencia, si bien sé de lo que sois capaz, he aquí dos de vuestras debilidades. Esa pérfida sinhueso y la tóxica flor de datura. 

Von Trier no era un pusilánime. Si bien estaba dotado de una prudencia manifiesta y la arraigada costumbre de preservar su propia integridad, el pálido no se veía intimidado con facilidad. Pero sabía encubrir este hecho, habilidad social adquirida y perfeccionada como parte que su trabajo le exigía.

La presencia de Lady Edevane no le intimidaba. Como una mangosta que se sabe inmune a la ponzoña de su oponente, pensaba más en sus cualidades nutritivas que en emprender la huida de ella. Independientemente del veneno de la reina serpiente, su tamaño era, en proporción, gigantesco con respecto al de Kyuss, y en este delicado ecosistema que era Baja Ciudad podía tragárselo sin necesidad de ningún veneno; alguien se tomaría la no molestia de servírselo en bandeja.

El pálido no tenía miedo pero se ocupaba de disimularlo bien. Aquella fría rosa negra y breve que era Lady Edevane absorbía el temor perfectamente justificado que infundía con su mera presencia, tan necesario para afianzar su posición en este cubil de alimañas llamado Carfax como justificado tras toda una vida de particular lucha por el poder. Además, su altanería resultaba agradable a Kyuss, tan natural, sofisticada y dramática como una mantis azabache. Von Trier creía ser consciente de la debilidad de aquella rocosa zorra, y atesoraba toda la información que pudiera obtener acerca de ella con sumo deleite y ávido interés coleccionista.

Aquella voz de hielo y su vulva, repleta de diminutos dientecillos como aseguraban algunos, eran capaces de empequeñecer y domeñar a los más gallardos pretendientes, en una selecta lista que no dejaba de crecer, accesible sólo para los mejor posicionados, osados y convenientes en la que Venditti, muy a su pesar, no estaba. 

En la caña no advertirás espina alguna, que adornen su pétrea estampa. pero te desgarrará la piel y el alma que te quede debajo; hombres más recios y osados que vos lo han intentado, quedando reducidos a un montón de fláccida carne lloriqueante, en el mejor de los casos. Sí, mi señora Edevane, quiero ser tu perro, podrás domeñarlos a todos, menos al tiempo. 

- Sí, mi señore Edevane. - un gesto de congoja, ni asomo de sonrisa; el pálido, solícito, tiende su brazo a la gélida, y, alzándola de manera que sus pies no rocen el mefítico pavimento, marcha el singular trío hacia la noche de Carfax, fuera de la taberna, bajo el manto de la noche estrellada.

Un lucero brillaba algo más de lo habitual sobre ellos, sin duda un ojo experto habría podido verlo. O alguien con un catalejo, o quizá con un astrolabio. El caso es que se levantaba la brisa, un aire singular; se llevaba el céfiro, trayendo vientos de cambio.

 

- Tiradas (2)
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10/05/2022, 22:05
Vasanth

El hombre de piel de noche blande un mandoble de buen tamaño y se arroja al combate sin ningún temor. La poderosa ira que guía su mano parece desgarrar su cuerpo para tañer con una colosal fuerza que podría hacer eco en la bóveda celeste, un quebranto primordial y grandioso, manifestación de instinto puro que resuena ajena a cualquier consideración racional. El grito produce algo en mi interior a lo que, por segunda vez, no consigo poner nombre, evocándome imágenes tan propias de la vida como una madre pariendo, un padre llorando la muerte de su hijo. ¿Qué es eso que guardas y que podría romperte por dentro, humano? No es furia únicamente; todo fuego necesita de un viento que lo alimente. La furia siempre tiene su origen en algo más insidioso y oculto. ¿Es el dolor lo que te quiebra, el viento de tu fuego? ¿O acaso no tiene nombre, ni forma, ni concepto? A fin de cuentas, una emoción sin fronteras no merece que se la trate de meter en un molde, pues perdería su fuerza en cuanto se la definiese. Lo que sí puedo es dejarme contagiar por ella, de modo que lanzo un portentoso rugido al unísono con el humano, abandonando todo pensamiento, y desenvaino a Nakhara1 y a Damstra2, mi espada curva y mi largo y sinuoso cuchillo, para lanzarme de cabeza al ataque, como un meteoro a punto de golpear la tierra.

Por un momento me parece oír mi nombre pronunciado por mi propia voz, y tardo unos segundos en darme cuenta de que se trata de la kenku, quien, desde algún lugar entre el caos que reina en la Canción Élfica, está tratando de llamar mi atención. Levanto la cabeza para verla señalando en dirección al lugar donde la mujer de cabello de luna y su compañero enano se las están viendo con la hembra de medio orco. Pero, ¿qué intenta decirme?

Justo en ese momento, un estridente chillido procedente de la calle hiere mis oídos, haciendo saltar en pedazos todas las ventanas de la taberna y obligándome a detenerme bruscamente. ¿Qué ha sido eso? ¿Quién ha gritado de ese modo? El momento de desconcierto me permite echar un vistazo alrededor, lo que me hace darme cuenta de que la pelea ha terminado. Vencedores y vencidos han quedado ya determinados, en pie los unos, yacientes los otros, sin que quede muy claro quiénes están vivos y quiénes muertos. Es interesante hasta dónde puede llegar la gente cuando se tañen las cuerdas precisas. No obstante, me decepciona que todo haya terminado tan pronto.

El dueño del local está claramente insatisfecho con lo ocurrido. Seguro que se sentiría mejor si se hubiese unido a la fiesta en vez de quedarse detrás del mostrador como un simple actor secundario, pero ya es demasiado tarde para eso: los héroes de esta historia ya tienen rostro. Paseo la vista por todo el lugar, memorizando las caras de los que siguen en pie y preguntándome si les apetecería jugar una segunda ronda. Pero el posadero parece decidido a arruinarnos la diversión, amenazando con la llegada de la guardia. Aburrido. Me limito a ignorarlo como si no existiese mientras envaino mis armas, aproximándome al humano de piel de noche y ojos de sol.

—Tenéis el alma de un héroe, el brazo de un guerrero y la voz de un demonio. Mi nombre es Vasanth. ¿Me obsequiaríais con el vuestro para que pueda dejar de llamaros «humano»?

En esto, lanzo un vistazo indiferente a lo que quiera que quede del gigante al que nos estábamos enfrentando hace unos instantes y sus irrelevantes secuaces. Simple curiosidad.

- Tiradas (1)

Notas de juego

1 Nakhara: «Garra» o «zarpa» en sánscrito.

2 Damstra: «Colmillo» en sánscrito.

(Tiro Percepción en oculto por aquello de que si no me doy cuenta, no me doy cuenta :P).

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11/05/2022, 00:40
Arcadia

Los gritos habían cesado. Tras la tempestad, la calma. Era más fácil pensar rodeada de silencio. Virtud y maldición, siempre era de las últimas en quedar en pie. Suficiente para paladear las mieles de la gloria. Una gloria amarga. Mirase a donde mirase solo veía destrucción, dolor. Pena. Era fácil que su alma, con tantas fisuras, se contagiara con facilidad de esta última. Especialmente cuando todo aquello era obra suya. El sinsentido, el caos, era obra suya. Su vida representada en una imagen; una mujer ensangrentada, con la mirada perdida, dispuesta a morder, a matar, rodeada de sufrimiento, dolor y agonía sin llegar a comprender que hacía allí. Su obra, perversa, cruel. No había gloria allí, solo culpabilidad.

Había dos hombres en pie, campeones de aquella masacre de golpes. El jinete del trueno, por supuesto, y su compinche.

Miró al tigre. Podía notar la violencia en cada ápice de su ser, la épica grabada en cada una de sus palabras, la grandeza en cada movimiento, una fuerza primordial y auténtica que no se basaba en truco o artimaña, sino en verdadero poder, control y voluntad. Aquel hombre tigre había dominado la guerra para convertirse en guerra. Ahora sabía que no era ningún embrujado, él era magia. Feroz, ardiente como una tea que no se apagaría.

Lo odió con todo su ser. ¿Cómo no hacerlo cuando el jorobado que remienda zapatos contempla al apuesto príncipe de dorados cabellos? Ella había tenido que arrastrarse fuera del fango, de la mierda, pelear por cada paso, por cada centímetro de terreno, para llegar a estar allí, en ese nivel. El tigre era diferente. Jinete del trueno, señor de la nube, vivía en un plano superior. Él había descendido de una existencia elevada por puro placer, ocio o curiosidad. Lo que para ella era una hazaña, para él era rutina. Se habían encontrado en la encrucijada de la vida, pero eran tan opuestos que dolía.

Ven aquí, señor de la guerra. Si así debe ser, que este sea mi final. Que sea un celestial quien acabe conmigo. Recuperó su mandoble, lo acomodó en las manos. Lista para una segunda y última ronda. Lo lamentó por Min. No quería arrastrarle a una lucha sin cuartel pero ante el tigre, ¿Qué otra cosa podía hacer?

Miró al compinche. Un gigante de ébano. Debería haberse fijado en su postura agresiva, la fortaleza de sus músculos, las piezas de su armadura, sus armas. Sus ojos la atraparon. Eran…un espejo. Si el tigre había dominado a la guerra, ahí veía a un hombre que la guerra había dominado. Un hombre golpeado y herido, furioso, con el fuego de la rabia en su interior, en pie. Seguramente sin saber cómo, porqué, no para qué. Como ella, otro loco al borde de un abismo deseando de saltar hacia la negrura…pero con el germen de la duda ¿Habrá otro camino? Hermano, pensó, turbada. Ojalá un hermano.

Emitió una sonrisa triste. Miró a su alrededor con gesto de desaprobación. Enfundó su arma.

—Ya ha habido demasiada violencia por hoy.

No siempre lograba contenerse. Para eso necesitaba un poco de ayuda externa. Min era su asidero, su conciencia, su cautela. Cuando no estaba borracho o mirándole las piernas a las bailarinas era bastante efectivo. Durante la pelea había habido alguien más aparte de Min. Una mano amiga. Y cuando alguien rompía los esquemas de su doloroso mundo con un gesto tan desconcertante como el altruismo, su esquema de valores saltaba por los aire, como una vidriera de colores al que hubieran arrojado una piedra, y podía ser ella misma.

Una burla, un chiste de persona. Ella misma.

—Un hombre; mirada de lobo, patillas plateadas. Aún no sé qué papel ha jugado en toda esta locura, pero no es inocente. La ladrona trabajaba para él. De alguna forma me engañó. O me confundí, Min, sabes que estos lugares me ponen nerviosa. Ataqué a quien no debía. Desconozco el motivo de sus intenciones, pero fue él…—aunque sabía que no era cierto —. ¿A quién quiero engañar? Es culpa mía, Min. Lo siento. La próxima vez me quedaré fuera.

Fuera de la taberna, fuera del mundo que no paraba de girar y girar. Por más que corría, nunca lograba alcanzarlo.

El tabernero bramaba sus etéreas amenazas. Ella empezó a buscar entre los destrozos. Apartó una mesa, un tipo que dormía con la cara ensangrentada, una silla echa astillas. Allí no estaba. Apartó el tablero de una mesa que se había partido por la mitad sobre la espalda de otro desgraciado. Diablos, pobres diablos como ella. Su gente. Que pronto había olvidado su juramento. Botellas rotas, comida pisoteada, charcos de sangre, dientes. Al final, la encontró. La recogió con cierto aire de solemnidad. Buscó dos tablas que pudiera utilizar, también varios trozos de cuerda. Sino, usaría parte de la que llevaba en su equipo.

Acopló la mano amputada al muñón de la mujer semiorca, entablillándola con firmeza. Lo importante era el hueso, lo más difícil de soldar. La carne era más fácil de regenerar, más plástica. Una vez quedó satisfecha con su trabajo, la unión era firme salvo por el corte, se quitó los guantes de acero y colocó sus manos, sorprendentemente menudas, sobre la piel áspera de su rival.

Los dioses, como los hombres, eran crueles y egoístas, siguiendo sus propios caminos sin importar quién debía ser pisoteado o quien quedaba atrás. A veces rezaba a su Padre, que era el fuego, porque era fácil, le daba fuerza y era sencillo ver el mundo como un gran incendio. Otras veces rezaba a su Madre, que era la justicia, más complicado, pero más agradable, ya que le hacía entender que había algo ahí arriba velando por ellos. Pero la ley no entendía de emociones, solo de normas. Era un amor frío como el de una novia cadáver. A veces rezaba para sí misma.

—No podemos escapar de nuestras pasiones igual que no podemos escapar de nuestras pasiones. Es una locura pensar que podemos ir más allá, pero…locura o no, elijo creer.

 En cualquier caso, sus plegarias fueron escuchadas. El calor acudió a sus manos. Y el poder. El hueso soldó, los tendones, las venas, el músculo, la carne, se fue recomponiéndose. La piel. Una cicatriz, quizás. Un recordatorio.*

Ya estaba agotada a nivel físico y mental, ahora también lo estaba a nivel espiritual. Se sentía un poco mejor. Sus ojos buscaron entre los destrozos otra de las figuras que seguía en pie. Se acercó a ella. La criatura pájaro. Olía a magia y misterio, aunque ella era incapaz de verlo. Sabía que su ayuda había caído sobre su enemigo. Un gesto desinteresado que podía esconder un engaño. No sería la primera vez que confiaba en alguien que le había ayudado para terminar descubriendo que todo ayuda requiere un pago.

Trató de pensar la última vez en la que alguien le había tendido una mano sin esperar nada a cambio. Una mano amiga, tan rara de encontrar. Ah, claro. Min. Recordaba aquel día, en la oscuridad de una celda, con grilletes como pulseras y la soledad como compañía. Recordaba la mano de Min. Había sido entrenada para no confiar en nadie, para no abrir su corazón. No mostrar debilidad. Las emociones eran, pues, lo peor a lo que podía abandonarse. Ese día había elegido confiar en Min. Había tomado su mano y su mundo había cambiado un poco. ¿Aquel era el siguiente peldaño de su escalera? Todo su ser le decía que era una artimaña, pero, como el día en que conoció a Min, eligió confiar. Porque, de no hacerlo, el paso que daria sería en falso, hacia el abismo, y estaba tan al borde que ya solo le quedaba caer. Y como el gigante de ébano, todo su ser tiraba hacia las sombras, pero una pequeña parte de ella creía en una alternativa.

Por supuesto no tenía forma de expresar lo que sentía, sus emociones eran turbulentas como un ciclón en mitad de un incendio, las palabras se convertían en argamasa que volvía de piedra su lengua. Un formalismo valdría porque de otra forma, solo habría silencio. Se arrodilló delante de la criatura pájaro, buscó su mirada, una conexión.

—Gracias. Estoy en deuda contigo.

Tras su gesto de respeto y su promesa, mucho más firme que el acero de su funda o los cimientos de aquella casa, tomó una silla y se sentó de cara a la puerta principal.

—Ya deja de vociferar, tabernero. No soy una niña que se esconda por su travesura. La ley debe ser saciada y la justicia equilibrada. Esperaré a los hombres del Puño y si su ley es justa, me someteré a ella —dijo con decisión —. Creo que aquí nos separamos, Min. Me parte el alma, pero la ley debe ser correspondida —volvió a afirmar, segura, firme. O no tanto—. ¿Verdad?

Notas de juego

*Imposición de manos. Tantos puntos como necesite para que la mujer semiorca recupere la mano. Técnicamente es soldar hueso y cerrar una herida más grande. ¿No? Al menos, va a intentarlo.

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11/05/2022, 04:48
Darion

El gesto fue sencillo, porque no lo hizo él; no en realidad. Lo hizo su propia Furia. Los músculos de sus brazos, acompañados por todo su peso corporal, hicieron ese movimiento solos, como un oso al que le han arrancado los ojos pero aun así puede seguir su olfato hasta esa pieza de carne aún sangrante a un kilómetro de distancia: el instinto lo guía. Del mismo modo, los brazos de Darion hicieron que el espadón se encajara brutalmente contra el cráneo de aquel coloso. La espada simplemente entró y abrió a aquel hombre en dos hasta el pecho, como Moisés abrió el mar Rojo, sólo que esta vez el agua era un cúmulo de sangre y trozos de un ex humano. Era realmente Rojo.

La sangre salpicó el rostro y el pecho de Darion, bañándolo —una vez más— en aquella linfa de la vida que, en este caso, era más bien señal de muerte. El sacrificio para Galawain ya estaba realizado. «Y abriré las compuertas de la Furia y os recibiré en mi seno. Venid, hijos de lo salvaje, y yo os bañaré en mi líquido eterno», rezaba el salmo.

El estallido en añicos de aquel lugar coincidió con el momento en que, aún enfebrecido, extraía su espadón del cuerpo inerme del coloso. Aún no pudo prestarle toda su atención a aquel torbellino, pues el que había explotado en su interior estaba todavía amainando. Al escuchar la pregunta del tigre, giró su ensangrentado rostro hacia él, mirándolo tras las marcas carmesíes de su piel y los rescoldos de sus ojos.

—Darion —respondió con su voz, no menos oscura y profunda que el color de su piel, mientras envainaba de nuevo su espadón a la espalda—. Darion es mi nombre.

Su mirada se desvió entonces por un momento hacia la mujer de la armadura y el pelo plateado. Notó una nueva energía procedente de su mirada triste. En aquella taberna, los ojos parecían ser mensajeros nocturnos y sigilosos, pero a la vez profundamente elocuentes. Quizá por eso Kramer el Lascivo había merecido el castigo de perder la visión: el mensaje de sus ojos no merecía seguir existiendo sobre la tierra. Los ojos de aquella mujer de cuerpo férreo transmitían una muda melancolía que hirió el pecho de Darion con el peso de mil cadenas, como si ella también cargara con ese peso y lo hubiera descargado en él por un momento.

Después de un rato, cuando la escuchó decir que esperaría al Puño de Hierro, sentada con estoicismo, Darion simplemente le dijo desde la distancia:

—La ley nunca se verá saciada y la justicia nunca será equilibrada, mujer. Esperar semejante magnanimidad de tan pequeños seres como los hombres es como esperar que el sol pueda entrar en nuestros bolsillos. Es hora de marchar.

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11/05/2022, 13:08
Amo del Calabozo
Sólo para el director
- Tiradas (2)

Notas de juego

Resumen de acciones relevantes:

@Arcadia eligió recomponer la mano de la semiorca. Aunque inició el conflicto en la Canción Élfica, alberga sentimientos de culpa.

@Klamore eligió ayudar a Arcadia y a Mîn con su magia divina. Su acción fue decisiva para evitar un daño a la albina.

@Vasanth eligió ayudar a Darion empleando su magia. Quedó sediento de conflicto.

@Darion eligió desatar su rabia a pesar de todo. Fue el único que logró acercarse a la enigmática niña.

@Mîn eligió salvar a Arcadia. Su acción no fue decisiva para evitar un daño a la albina, pero evidenció estar dispuesto a matar para protegerla. El vínculo sigue intacto.

@Kyuss contribuyó al caos y a la locura sin sufrir daño físico. Eligió proteger a Venditti. ¿Podemos seguir hablando de némesis (?)?

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11/05/2022, 16:40
Klamore

Una precaria calma se esparcía en donde minutos antes habían sido gritos sonoros y golpes a mansalva. La chica ave pudo por fin ver a Kyuss reaparecer en escena, aunque alzó las plumas que hacían de cejas sobre sus ojos al ver quienes le acompañaban. No, ninguno de los dos era la sexta figura. Chasqueó el pico con molestia, viéndolos partir.

Lo bueno era que ellos mismos empezaban a reconocerse. No en el sentido de que se conocieran de antes, sino de saber que, para bien o para mal, sus destinos estaban enlazados. ¿Hacia qué? Ni siquiera la pequeña emplumada lo sabía aún con exactitud. Pero tenía fe. Todo tenía un propósito, una razón, siempre. Miró a la mujer de cabellos platinados que se acercaba a ella, e hizo una leve y respetuosa reverencia con la cabeza. Luego miró a todos. -Vasanth.- Rugió su voz de tigre. -Darion.- Voz oscura, ronca. -Min.- Esta vez la voz femenina y sin embargo madura. -Kyuss Von Trier.- Un tono más misterioso, elegante. Por cada nombre que pronunciaba, sus ojillos se posaban en sus respectivos dueños, llegando incluso a señalar al que se alejaba ya de ellos, para de algún modo resaltar la importancia de que los mencionados le conocieran a él también. Acabó entonces en la mujer, inclinando la cabeza hacia un lado en lo que parecía ser una pregunta. -...nombre.- De nuevo la voz del hombre de ébano. -Klamore.- Finalmente agregó para todos, en una voz que no era de ninguno de ellos, más bien infantil, risueña.

Infló sus plumas, inquieta, y miró en dirección de donde había provenido el escalofriante chillido. A lo que Darion decía, ella reafirmó con la cabeza. Conocía al Puño de Hierro, y de ser posible prefería no conocerlos mas. -...marchar.- En voz de Darion. -...contigo.- Sonó la de la mujer. Se señaló un par de veces. -...escapar... hombres del Puño... demasiada violencia...- Su voz dejó de ser la de la chica cuya oreja había volado, y esta vez fue la del demonio atigrado. -...valientes... den un paso al frente...- A su pico asomó lo más parecido que un pájaro podía tener a una sonrisa. Empezó a avanzar hacia la salida, pero los miró a todos e hizo gestos de que le siguieran. -...marchar... esperar que el sol...- Una última vez la voz del hombre de negra tez desapareció para dar paso a la del bardo de prominente nariz. -...esta cerca... llegando... Baja Ciudad... Carfax.-

- Tiradas (1)

Notas de juego

Editado para que cuadre con lo declarado por Von Trier.

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12/05/2022, 13:19
Mîn Rompebuches

El combate había terminado prácticamente cuando Mîn estaba comenzando a divertirse.

El enano dirigió una mirada a su alrededor al notar que no eran los únicos en La Canción Élfica que continuaban en pie. El tigre era una criatura que destacaría allá donde fuera y, por eso mismo, Mîn sabía que no debía buscarse problemas con él, ni mucho menos con otros de su raza. El guerrero de ébano, por otra parte... era enorme para tratarse de un humano, aunque no era su tamaño lo que más le imponía, sino el porte que transmitía con gran facilidad.

—Ñeh, pue' un poco culpa nuestra sí que'a sío —reconoció Mîn, cuando Arcadia indicó que el enfrentamiento con la semiorca había sido culpa de ella. El enano no creía que su compañera fuese la única responsable. Dos no combatían si uno no quería y, previo a eso, la verdad es que Mîn tampoco había estado acertado al sugerirle que resolviera las cosas a sillazos. Bueno, las cosas podían reolverse a sillazos, siempre y cuando el golpe no se le diese a una mole de gran tamaño.

Observó que Arcadia se disponía ahora a sanar la mano amputada de la semiorca, que por suerte en aquellos instantes yacía inconsciente en el suelo. Aquella mole de piel verde había estado dispuesta a matar a Arcadia, por lo que Mîn consideraba que su amiga estaba haciendo más por la semiorca de lo que esta haría nunca por una humana, aunque prefirió no decir nada al respecto, pues sabía que Arcadia estaba haciendo lo que consideraba correcto. Aunque su gran sorpresa fue escuchar a Arcadia decir que esperaría a la llegada del Puño de Hierro para que la arrestara.

—No, mejor que no. Ya has oío a este buen hombre —dijo el enano, señalando a Darion con un gesto de cabeza—. Fíate tú de lo que pueda hacé' la justicia. Porque la justicia la hacen gente como tú y yo —razonó Mîn, que para él estaba bastante claro cuál debía ser el paso a seguir—. La orca perdió la mano y se la's reajustao. Pa' mí que has sío suficientemente justa. To' vuelve a lo que era antes. Na' que lamentar —aseguró, encogiéndose de hombros—. Mejor huir ahora —coincidió el enano con la propuesta de Darion.

- Tiradas (1)
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12/05/2022, 20:27
Karan

Tap, tap, tap. El ruido de mis propias pisadas rebota en mis tímpanos. Duele. Tap, tap, tap. Fundiéndose con mi corazón acelerado. Tap, tap, tap. Porque nunca, nunca, nunca eres lo bastante silencioso cuando persigues a la muerte.

Resbalo a hurtadillas por el callejón, está oscuro, un pie delante de otro, no me despego de la pared, y me encuentro con el primer muerto. ¿Por qué siempre muerte? Incapaz de contenerme, me encorvo frente al cuerpo, ladeo la cabeza para mirarlo a la cara, frente a frente. ¿Cómo ha sido tu muerte?, es lo primero que quiero preguntarle. No cómo ha muerto, sino cómo ha sido para él. Te ha dolido, eso seguro. Pero, ¿has sentido miedo? ¿Has habitado ese instante fugaz en el que la vida se te escapaba? Examino el rostro en busca de respuestas sin encontrar ninguna, alargando los dedos, arañita, arañita, recorriendo sus rasgos, que están cubiertos por algo brillante. Es uno de esos hombres que vi llevarse a la niña. Decido que se llama Fei.

Me giro de repente, presentimiento. Otro cadáver. Muertos sin lucha, no es divertido. ¿Por qué sigo avanzando? Me pica la barbilla. A lo mejor sí que quiero saber cómo es morir, nunca lo he hecho. Y nunca estás tan vivo como cuando la muerte está cerca, o eso dicen. ¿Por eso estoy tan alerta? Tap, tap, tap. Vuelven los pasos de gigante de las colinas, pero esta vez se confunden con algo más.

Voces.

Un hombre sostiene una espada curva de diseño estilizado. Otro de los escoltas, decido. El único que queda vivo. Frente a él, la Muerte Enmascarada. Tras él, la niña, aterrorizada. El miedo de un niño pesa.

Lo siguiente que veo es difícil de creer, pobre guerrerito. Tiene la voluntad de enfrentarse de cara al extraño amenazador, pero lo que se desarrolla ante mis ojos es cualquier cosa menos un enfrentamiento. Un asesinato, más bien. Niebla, sombras. Algo ataca al pobre guerrerito sin dejar heridas. Cristales rotos, procesa, procesa. ¿Un genio salido de una botella? Me arrebujo detrás de la esquina del edificio más próximo, procesa, procesa, intentando entender lo que está pasando.

El enmascarado se acerca a la niña, y sé, sé, sé (¿por qué siempre son tres veces?) que va a matarla. No puedo dejar que ese ladrón de sombras se salga con la suya.

Las palabras mágicas surgen de mis labios como un zumbido quedo y grave. Pero no son las palabras lo que importa, sino la combinación concreta de sonidos, la especificidad del tono y la resonancia. Eso lo sé. Por eso, mientras mi mano derecha busca, arañita, arañita, mi mano izquierda concentra, poder en el pulgar, sutileza en el meñique.  El tacto del vellón resulta reconfortante, y cuando lo siento desintegrarse entre mis dedos, sé que funcionará.

La luz de una antorcha brilla entre la niebla, acercándose amenazadoramente. Solo yo sé que no está ahí. Incluso me acuerdo de hacer que suba y baje, al ritmo de los pasos de su inexistente portador. Espero que baste para engañar a la muerte. Engañar a la niña debería ser más fácil, pero tengo que lograrlo para salir con vida. Desde mi escondrijo, a la espalda del asesino, sacudo la mano visiblemente con la esperanza de que me vea. Soy yo, pero ya no. Ahora soy Fei. Porque la niña confiará más en Fei que en Karan, ¿verdad? Aunque solo lleve su cara.

Notas de juego

Hay un guiño nivel friki máximo dedicado especialmente a ti. A ver si lo pillas.

P.D.: He conjurado en voz bajita XD.

P.P.D.: Espero que la niña no hubiera visto morir clara e innegablemente al escolta.

P.P.P.D.: No quiero morir.

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13/05/2022, 00:21
Arcadia

—La gente me llama Arcadia —había respondido a la criatura.

Klamore. Algunas personas eran difíciles de entender, usaban las palabras como bolas de colores para hacer malabares o como puñales que clavar en la espalda. Ruido, hilos que no llevaban a ninguna parte. Klamore no. Hablaba a pedazos. Su tono de voz era variante. Cuando hablaba con alguien, usaba su tono, su timbre. Fácil. Sencillo. Como un pozo, profunda también. ¿Qué eres? Había querido preguntar, sin atreverse.

La espalda recta, sentada en la silla. El gigante de ébano habló de justicia pero no le hizo caso. ¿Qué sabía él de la justicia? ¿Era un hombre de ley? ¿Los cortes de sus brazos, de su cuello, eran causa de la búsqueda de la justicia, como los suyos, o de que la justicia le hubiera buscado a él? Tampoco se atrevió a preguntar. Arcadia era una mujer de fuertes convicciones. Una vez tomaba una decisión, nada podía convencerla de hacer lo contrario. Su camino era de hierro, su voluntad implacable, su determinación una saeta que no se detendría por nada y...se puso en pie cuando Min dijo que debían marcharse. Pero claro, Min era Min. Min era el sabio. Min sabía de esas cosas, de caminos.

Le agradó que ese camino coincidiera con el de Klamore más de lo que quería reconocer. También podría darle la bienvenida al hombre de ébano, de forma figurada, claro. No así al tigre. La decisión estaba tomada. Pero la justicia la hacen la gente como tú y como yo, había dicho Min. Contempló la mano reparada de la mujer orca. Todo había vuelto a su senda. Perdón, redención. Conceptos extraños. Se alegró de que Min no la hubiera dejado atrás.

 

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13/05/2022, 02:12
Vasanth

Después de que el maremoto se haya estrellado contra la costa, vuelve a haber marea baja. Pero ya no es como antes. Nunca lo es. Hay fuerzas que simplemente pasan sin contemplaciones, sembrando el caos, y jamás dejan nada intacto cuando finalmente deciden menguar, su hambre saciada de…

Miseria.

Vencedores y vencidos se lamen las heridas mientras las cosas van poniéndose en el nuevo lugar que el destino les ha adjudicado y, a medida que el latido del tambor de la guerra va dejando de golpear mis sienes, me doy cuenta del poco sentido que ha tenido. Todo ha acabado peor que cuando empezó, y ni siquiera ha sido tan divertido como para que mereciese la pena. Una vez más, el ceniciento sabor de la decepción. Esto debería hacerme reflexionar, pues no todas las batallas son dignas de ser libradas. Sí. Debería hacerme reflexionar. Y aun así siento que hay algo que se me escapa, una verdad a la vuelta de una esquina opaca que no me deja verla. Porque todos sabemos quién eres, ¿verdad, Vasanth Sadanandhi? ¿Tú también estás atrapado donde otros han decidido?

La joven de cabellos de luna se inclina ahora sobre su víctima, atendiéndola y tratando de salvar el miembro que ella misma le ha cercenado. Qué consideración. Imagino que, a su manera, ella también debe de haber visto lo fútil de esta trifulca amistosa que se ha ido de las manos. Como el fuego, pienso. El fuego, tan brillante y atrayente, tan sensual que hace que deseemos quemarnos, pero tan difícil de domeñar una vez escapa de nuestro control. Me quedo mirando a la mujer sin decir nada, sin parpadear siquiera, con ojos curiosos en un rostro por lo demás hierático, tan inmóvil que tan solo me diferencio de una estatua en el hecho de que respiro. ¿Por qué? ¿Acaso no era consciente de las consecuencias que iba a tener lo que ella ha comenzado? ¿Por qué tratar ahora de deshacer lo hecho? El cuerpo sana con facilidad; el alma, en cambio… No se puede. Sería como intentar reconstruir una presa demolida sin desviar antes el cauce del río, o como intentar invertir el curso del tiempo. Y sin embargo, algo en el gesto resuena de un modo verdadero, fascinante, aunque incomprensible. De manera que observo. Observo, con la esperanza de aprender algo de valor.

Finalmente, queda claro que todos los que importan van a marcharse de la taberna, así que no hay ningún motivo para permanecer aquí. Mi tiempo en este lugar se ha terminado.

—Vayámonos, pues —sentencio, solemne—. Ya habrá tiempo de presentaciones cuando nos hayamos alejado de la autoproclamada justicia.

Notas de juego

:)

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13/05/2022, 13:28
El Hombre Cetrino

El Hombre Cetrino se gira con desapasionamiento al ver en los ojos de la niña el reflejo de la esperanza.

—¿Hmmm…? ¿Una solitaria llama danzando en la oscuridad?

Tu ardid parece surtir efecto y la niña, al reconocer en tu disfraz al último de sus protectores, actúa movida por su emoción más primitiva:

MIEDO.

La pequeña es realmente rauda en sus movimientos. Toma la espada caída entre sus manos, sosteniéndola con torpeza y pavor, y luego corre como una gacela atravesando la niebla mientras el Hombre Cetrino ríe con la impávida paciencia del cazador.

—Oh… Entiendo. Un embuste. ¿Eres tú, hombrecillo triste y deslucido? ¿Quieres jugar conmigo? Al Hombre Cetrino le encanta jugaaaarrrr…

Sabes que no vas a quedarte para averiguar en qué consiste el a buen seguro macabro juego del enmascarado. Simplemente, agarras a la niña cuando llega hasta ti y entregas todo tu ser en escapar por las callejuelas en sentido contrario a la plaza regada de cadáveres deseando ser lo suficientemente rápido, aunque sabes que la Muerte siempre concede una vida de ventaja. Tan segura está de su ineludible victoria.

A tu espalda, alcanzas a escuchar una sola palabra.

—…cógeles.

Y ya no hablas.

Solo jadeas.

Notas de juego

Cool Tip: Si quieres, cambia tu foto por la de Sekiro y renómbrate a Fei, que los vamos a dejar a todos locos. Luego podrás retomar tu avatar habitual ;-)

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13/05/2022, 13:31
Amo del Calabozo

Decidís evadir a los más que previsibles refuerzos del Puño de Hierro que caerán sobre la Canción Élfica en cuestión de pocos minutos. Lo hacéis como un improvisado grupo, transitando en silencio por las callejuelas que conectan la Canción Élfica con los negocios de artesanos, herreros y mercachifles que proliferan en Baja Ciudad en una noche que se os antoja más oscura, más tétrica de lo habitual. Hasta los dispensadores de luz diseminados por el Colegio de Alquimistas parecen emitir una luminosidad más débil de lo habitual[1]. Un frío que cala en los huesos parece horadar el aire, vuestras armaduras y vuestra piel. Se aferra a vuestros huesos.

Una extraña madeja vaporosa repta a la altura de vuestros tobillos, como si una insidiosa neblina se estuviese adueñando poco a poco de Carfax. Parece emanar de las entrañas de la tierra. Si alguno observa el cielo, este ha adoptado un tono cobrizo. La luna ha desaparecido entre oscuros y ominosos nubarrones. Y el aire… el aire arrastra la fragancia adictiva de la sangre fresca.

Lady Edevane exige a los dos bardos que la pongan a resguardo en un lugar llamado La Serpiente de Jade, no lejos de aquí. La mujer parece interesada en efectuar una proposición a todos los presentes dadas las probadas habilidades mostradas durante la velada.

Por un momento, os permitís relajaros.

Craso error.

¿Creéis que todo ha terminado…?

Darion, hijo de Darius, y Arcadia son los únicos que escuchan los pasos desesperados que vaticinan que un hombre perseguido por la misma Muerte se aproxima hacia vosotros.

¡Se trata de uno de los monjes que vísteis en la Canción Élfica!

¡Lleva a la niña agarrada de una mano como si soltarla significase lo último que estuviese dispuesto a hacer en su vida!

¡La niña sostiene en su siniestra una espada curva!

¡Darion reconoce esta espada! ¡La portaba el ojos rasgados!

Tras ellos, La Niebla que Todo lo Devora.

Y al abrigo de ella se intuye una silueta espectral, un nuevo enemigo, muy lejos de los ebrios criminales que os han permitido estirar los músculos esta noche.

Notas de juego

[1] Aunque estamos en un entorno de espada y brujería, Carfax es una ciudad bastante vanguardista según te aproximas a su núcleo, Alta Ciudad. Los dispensadores son lo equivalente a un sistema de iluminación razonablemente sofisticado basado en el tratamiento por los alquimistas de una piedras talladas como esferas y grabadas con diversas runas. Las piedras en sí no emiten luz, solo absorben descargas mágicas y las transforman en una especie de aura blanquiazulada.

Vuestros PJs pueden considerar que esto es brujería o un avance tecnológico sin precedentes. Sea como sea, en esta partida, mientras estéis en Carfax, habrá dispensadores de estos a montones en Baja Ciudad y Alta Ciudad para iluminar vuestro camino.

En las Afueras esto no existe.

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13/05/2022, 13:37
El Hombre Cetrino

Los dispensadores se quiebran y estallan al paso de la sobrenatural niebla. La callejuela queda devorada por la negrura.

—Oh, inocentes. Me encantan las víctimas inocentes…

Habla un hombre enmascarado, un rostro de alabastro.

Viste una túnica de arpillera, de un color gris perla… y sangre.

Sus guantes están manchados de sangre recién derramada.

Y se frota los dedos...

Sin parar.

La niebla que se adueña de la calle lo abraza como una sádica y protectora amante, dispuesta a obedecer cualquier orden, por macabra que esta sea.

Las paredes de las callejuelas parecen adoptar vida propia, las sombras bailoteando en una mascarada sin fin. Hay demasiadas sombras. Muchas más que las que vosotros proyectáis. Diferentes. Afiladas. Ríen. Ríen sin parar. Se ríen de vosotros. Se relamen hambrientas. ¿De dónde salen estas lúgubres bailarinas? ¿De dónde? ¿De dónde?

La hoja que la niña sostiene en las manos centellea emitiendo una potente aureola dorada.

La niña es mía —enfatiza, siniestro.

Agita un dedo mientras la niebla le envuelve por completo.

—No tenéis derecho. Oh, no tenéis derecho —ríe enloquecido el enmascarado como si estuviese enviando un críptico mensaje, la niebla devorándolo todo a su paso mientras se os echa encima.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Podéis marcar a Fei en vuestros sucesivos posts.

Solo Darion, Arcadia y Karan lanzan Iniciativa ahora. D20 y le sumáis vuestro bono de DES, si es que tenéis bono en DES, claro.

Klamore, sacaste un 20 natural en la tirada de Percepción. Hablas la primera.

El resto, estáis sorprendidos. Lo cual, por cierto, me encanta.

Kyuss, sacaste un 1 natural... There will be no mercy.

Estáis enfrentándoos a un enemigo muy interesante. A un único enemigo, añado.

Se llama Niebla Mental.

No desvelo nada más de momento.

Habéis tenido la enorme fortuna de que mi tirada de iniciativa ha sido lamentable, pero como me guardo un as en la manga, no estoy preocupado.

La situación es que el ojos rasgados y la niña acaban de marcarse el sprint de su vida (habrían hecho un mil en menos de dos minutos y medio, ojo, ojo) y están exhaustos frente al resto. Supongo que en vanguardia van los leñeros del grupo (Darion, Arcadia y Mîn).

Habláis vosotros.

Cargando editor
13/05/2022, 14:01
Darion
- Tiradas (1)
Cargando editor
13/05/2022, 14:08
Kyuss von Trier "FreshMeatCandy"
Sólo para el director
- Tiradas (1)