Partida Rol por web

La noche más oscura [+18]

Partida - La noche más oscura

Cargando editor
21/05/2022, 02:14
Vasanth

El regreso es tan brusco y confuso como zambullirse en el mar, precisamente en el momento en que se rompe la superficie y uno pasa a estar en un medio diferente, con unas reglas diferentes, tratando de orientarse en el azul sin fin. Me incorporo súbitamente con los ojos muy abiertos, llevándome la mano al corazón. El dolor parece tan reciente como si hubiese sido infligido ayer, y un gruñido de sufrimiento escapa de mis fauces. Algo duro, frío y húmedo se clava en mi costado y en mi brazo; tardo unos segundos en darme cuenta de que es el empedrado de la calle. Estoy tumbado en el suelo de algún lugar de una ciudad que no es Ranguri.

Ah, Carfax. Es verdad.

Los recuerdos de lo que ha sucedido llegan de pronto, sobrecargando mi mente. Parpadeo unas cuantas veces y, apoyando las manos en el suelo, me pongo en pie de un salto. Mirando a mi alrededor, no tardo en percatarme de que no estoy solo: mis compañeros están tirados por tierra de cualquier manera, como muñecos de trapo olvidados por sus propietarios. ¿Están vivos siquiera? Sin embargo, entre los cuerpos tumbados sin gracia por todas partes, hay alguien a quien no reconozco, un individuo pequeño y escuálido, de piel pálida como la muerte y cabellos del color de la niebla. Sus rasgos son tan sutiles y difusos que, si se lo mirase desde cierta distancia, casi parecería no tener cara. Me llama la atención un par de hilos carmesíes que surgen de sus párpados cerrados, como si hubiese estado llorando sangre.

¿Quién eres tú?

Justo en ese momento oigo unos ruidos amortiguados a mis espaldas. Cuando me vuelvo, alerta por si se presentase un nuevo ataque, veo que se trata de Darion y Arcadia, quienes parecen estar recobrando el conocimiento.

—¿Estáis bien? ¿Os ha herido? —pregunto, mirando en derredor por si viese algún rastro de nuestro asaltante y sus sombras demoníacas. Lo que veo es un paraje desolador: la noche se ha tornado roja como la sangre, y la luna es ahora como una inmensa herida que se desangra lentamente. De hecho, todo ha adquirido un extraño tono rojizo, casi como si nos encontrásemos en un sueño funesto, de esos que acostumbran a terminar en muerte. ¿Qué clase de brujería es esta? Cuando tengo claro que no voy a obtener respuestas, decido buscarlas en aquellos que me acompañan—. ¿Vosotros también lo habéis visto? ¿La torre, los niños?

¿A Parvati?

- Tiradas (3)
Cargando editor
22/05/2022, 01:52
Arcadia

Las palabras herían, tanto las que se afilaban como cuchillos como las que iban cargadas de buenas intenciones. La presencia ladina le había susurrado unas, cómplice, elegidas con detenimiento para causar turbación, espanto, dolor, dentro de ella. Los recuerdos de Arcadia eran pedazos sueltos de su memoria. Engaños que ella misma se empeñaba en mantener, medias verdades adornadas con mentiras. La habían programado para aguantar todo tipo de control mental, le habían lavado el cerebro dos veces, al menos que recordarse. Lo que tenía dentro de la cabeza era un lienzo revuelto con todos los colores. Si el intruso creía haber sacado una imagen correcta de ella, era un iluso. De ese cuadro no podría extraerse ninguna imagen que no fuera caos o confusión. No había nada aprovechable, ni por su enemigo ni por ella. Lo único que tenía sentido era lo que permanecía fuera del cuadro, pero para descubrirlo no hacía falta adentrarse tanto.

Él no era cuarenta y ocho. Estaba segura de ello a pesar de no tener ninguna prueba sólida. Él no entendía el concepto tras el número. Como ella, había sido burlado por su memoria. Mejor así. Porque solo había algo peor que compartir tortura en una oscura celda. Hacerlo sola.

Speck ya no le asustaba. El dolor era natural. ¿Debía tener miedo? Era una emoción fuerte, no caería en ella. Recordó unos versos, palabras encadenadas a su alma que la hacían inmune a todo. Un mantra que repetir en tiempos difíciles. Lo ahogó dentro de sí misma. Pertenecía al pasado, como todo. Y no deseaba volver a él.

Rota había dicho. Y aun así seguía moviéndose. Dijo que haría añicos a lo único que le importaba. Se refería a Min. Una certeza y un error. No le conocía. Se había quedado en lo superficial. No solía responder a las bravatas de sus enemigos, pero aquella palabra le salió del alma.

—Patético —le escupió.

 

Despertó, los mismos rostros. El hombre de los ojos rasgados había desaparecido. Otro ocupaba su lugar; un rostro albino y diferente. Nuevo para ella. Le pareció hermoso. Más preguntas. Siempre igual, adentrándose en lo profundo de un mar neblinoso sin saber que se encontraba a su alrededor. Golpeando al aire.

Por supuesto el tigre fue el primero en despertar. Aún herido se mantenía digno, incólume, su honor estaba intacto. Lo odió, por la perfección que suponía, por el punto en el camino que ella debería haber alcanzado ya pero al que jamás llegaría. Era un amargo recuerdo de lo que ella debería haber sido. No respondió a sus palabras, apartó la mirada y encontró a Min.

Se arrodilló al lado del enano. Durante unos momentos temió que el intruso se lo hubiera arrebatado. Respiraba. Hondo y profundo, grave. Min seguía con ellos. Volvió a mirar al tigre cuando mencionó la torre y los niños. Su mirada reveladora fue toda la repuesta que le otorgó. Él ya lo sabía. ¿Verdad? Tenía sus teorías, sabía quién era el albino, la criatura que los había atacado y el destino que les esperaba. Iba un paso por delante. Al menos, lo aparentaba.

—Despierta, Min. El cielo está sangrando.

- Tiradas (3)
Cargando editor
22/05/2022, 18:32
Darion

Darion se alzó con el mismo oscuro silencio con el que había caído presa de su recuerdo y de otras ensoñaciones que fue incapaz de entender. Sólo una cosa brillaba en el fondo de su alma: debía cuidar de la niña, que estaba en peligro. Miró a su alrededor y vio a la mujer albina de la armadura y al tigre, Vasanth.

De las gruesas aletas de la nariz de Darion salió un cálido suspiro y respondió a las dos preguntas de Vasanth con un simple y lento asentimiento de su cabeza. Se llevó un dedo a la frente, sólo uno, en la cual una solitaria gota de sudor se deslizaba. Había vuelto a ver a Emunk, había vuelto a ver a sus padres, el caldo de cultivo de sus pesadillas, el caldo de cultivo de tantas obras que habían marcado su vida durante años. Pero ya no, pues Galawain le había enseñado el camino para la paz. ¿O quizá era sólo una muralla que se había construido para mantener a raya su furia incontenible? ¿Podía él albergar el fuego amoroso de su madre?

No, los hechos de su vida demostraban que la rabia se había apoderado de él y que ese brillo de fragua que había en los ojos de su madre era sólo un anhelo en el caso de Darion; un anhelo siempre insatisfecho. Ese anhelo se manifestaba siempre como oportunidades de redención, de expiación, como aplastarle los ojos a Kramer el Lascivo. Como defender y proteger a la niña.

El rojo que había inundado el mundo esa noche sólo era una muestra más de algo que él ya había visto al entrar en la posada.

—Debemos protegerla con nuestras vidas si fuera necesario. A ella.

- Tiradas (3)
Cargando editor
23/05/2022, 13:17
Karan

Esto es lo peor, porque mi mente no ya, pero ¿qué es esta sangre? Y en la cara las mejillas de Karan penden... y eso que el hombre enmascarado corrían y es la maldición de hundirse. Sé cómo me llamo y el desastre está cerca y eso claro los sueños... no me quita el cerebro pero me viola, no sé si la veo o no la veo, y la luna roja y los espantapájaros y los demonios y las mujeres cuervo... hay que parar el fin del mundo, hay que pararlo o la decapitación de los pensamientos lo harán pedazos.

—¡AAARGH! —grito, arañándome las mejillas, creyendo que la sangre borrará la sangre pero no. Mesientodesnudomesientodesnudomesientodesnudomesientodesnudomesientodesnudo… Siento que mi cuerpo cambia sin control, ahora soy el niño, ahora el padre, ahora la madre. Tengoqueparaaaaarrr…

De pronto. La niña. Sí. La niña.

—¿Ratoncita? —pregunto con voz débil, al borde del sollozo—. ¿Estás ahí, ratoncita?

Por favor, está. No te hayas ido.

- Tiradas (2)
Cargando editor
23/05/2022, 13:21
Mîn Rompebuches

Mîn despertó, temblando.

Escuchaba la voz de Arcadia, ¿llamándole? Pese a tenerla al lado, el enano no parecía ser capaz de escuchar. Ese ser... ese hombre, demonio, lo que fuera... ¿Cómo había podido haber entrado en su mente de aquella manera? ¿Moloch? ¿Artie? ¿Cómo había sido capaz de destapar sus demonios de esa forma? ¿Qué clase de criatura era capaz de ello?

—Nos va a matar... —fue lo primero que alcanzó a decir Mîn tras despertar. Si bien sus palabras fácilmente podían estar dirigidas a Arcadia, en ese momento sus ojos estaban desencajados, por lo que resultaba difícil saberlo.

Lejos de ponerse en pie e incorporarse, incluso hubiera sido torpemente, el rechoncho enano gateó por el suelo a cuatro patas, como si fuera un bebé de pocos meses. Estaba tan afectado que apenas prestaba atención al cielo rojo como la sangre.

—No lo veremos venir... —farfulló, haciendo rechinar los dientes—. La muerte... la muerte nos alcanzará a todos pronto...

- Tiradas (3)
Cargando editor
23/05/2022, 15:01
Klamore

Klamore se levantó del suelo apenas abrió los ojos, sacudiendo sus brazos emplumados como si así esperara alejar todas las palabras de aquel hombre terrible. Luego se quedó muy quieta, mirando la noche rubí. -Incomprendida. Incomprendida. Incomprendida...- Una y otra vez repitió esa palabra, en el tono terrible, como un presagio.

Graznó y se cubrió el rostro, intentando calmarse. Repasó una y otra vez aquellas palabras. Se dio cuenta entonces de algo, que la hizo destapar de nuevo sus ojos con un brillo de esperanza. Vin vivía. El Hombre Cretino Cetrino había dicho que la encontraría, no que ya lo había hecho. Que la dejaría con un hilo de vida, así que no estaba muerta. No estaba muerta, aún. Debía encontrarla primero, debía hacerlo...

Sólo entonces pudo recordar que no estaba sola. Miró a todos a su alrededor; uno, dos: la alta guerrera y el fuerte enano. Tres, el hombre de sombra en la piel y fuego en los ojos. Cuatro, el gigantesco tigre. Cinco, el hombre del sombrero y palabras de acertijo. Seis, el ser sin rostro. Ese último fue quien mas atrajo su mirada, era uno, luego otro, y otra, y otra vez. Así estaba escrito. Así debía ser.

-Niña.- Repitió en la voz de Arcadia, pero era una pregunta para todos. ¿Donde estaba la niña?

- Tiradas (3)

Notas de juego

Dejo las tiradas en oculto por si acaso n.nU

Cargando editor
24/05/2022, 01:24
Kyuss von Trier "FreshMeatCandy"

 

Cuando abrió los ojos pudo ver su mano frente a él, apretada en un puño.

Un agudo pitido constante, imperceptible fuera de su oído, que anunciaba la muerte de una diminuta parte de su ser. 

Nunca volvería a oírlo.

No querían aflojar sus dedos, sabiendo despiertos que nada contenían, sólo la fugaz sensación de haber atrapado parte de un sueño.

Sabía que la última brizna de su recuerdo estaba allí contenida, y que, cuando abriera aquella jaula de piel y hueso, su volátil reo ya no estaría allí para él. 

Nunca volvería a estarlo.

Aún atesoraba su nombre.

Volvía a recordar el cuento. Uno que creía olvidado tiempo ha.

Miró a su lado. Venditti, fuera de lugar, inofensivo y deslustrado. Edevane, digna aun en el pavimento, altiva en la confusión.

Frente a ellos, un peculiar grupo, mirándose unos a otros en aquella noche roja. 

El Rakasha del citar, la curiosa buscadora de estrellas y otros cuatro sentientes.

Todos heridos, incompletos, atribulados.

Unidos sin remedio en una búsqueda perdida de antemano.

Sin saberlo podéis sentir las consecuencias terribles de su inevitable fracaso.

- No estamos en Carfax.  
- Alguien nos ha traído.

¿Tendría todo esto que ver con él, con sus secretos?.

¿Era el culpable de esta luna de sangre? 
 

 

 

- Tiradas (3)
Cargando editor
24/05/2022, 20:38
Amo del Calabozo

Os preguntáis:

¿Dónde está la niña?

Yo os lo diré.

La niña yace tendida sobre el pavimento con rostro sereno e inerte, acaso reflejando el desfallecer de un infante exhausto tras todo un día de tropelías. Pálida, inconsciente. ¿Sin vida? No responde a vuestras angustiadas preguntas. Tampoco podría si así quisiera. No obstante, hay alguien que sí lo hace ante vuestras miradas cargadas de incertidumbre y temor.

Atónitos, observáis cómo la sombra de la pequeña emerge altiva, desprendiéndose de su huésped en un tenso silencio, dedicándoos una mirada ausente bañada en un fulgor sanguíneo.

Tú, Ladrón de Rostros, tú entre todos los infelices que permanecen a tu lado, sientes un miedo irracional e inexplicable.

En tu cabeza, la niña a la que sabes muda te dedica unas palabras que transportan el eco de una arcana maldición tras señalarte con un raquítico y vaporoso dedo acusador:

también eres suyo.

>> también serás un Umbra.

Y solo tú escuchas su angelical voz, ahora mancillada por el Hombre Cetrino.

Esta… criatura, corretea entonces al amparo de las sombras, perdiéndose en la oscuridad de esta aciaga noche como un cachorro asustadizo en busca del abrigo materno. Localizarla en la negrura es una tarea imposible.

Tendida ante vosotros solo resta la carcasa de esa niña llamada Ariadna, la misma que habéis visto en vuestro sueño compartido.

Ahora es una niña sin sombra.

Notas de juego

Ojo, CAUTION:

Voy resolviendo los resultados de las tiradas poco a poco.

Pongo en privado ahora mismo a algunos de vosotros qué pasa con la tirada perceptiva, que sí la habéis pasado unos cuantos y va a dar mucho juego.

No es necesario pasar una tirada de Medicina para reanimar a Ariadna. Está viva, pero... cambiada.

La tirada religiosa solo la ha pasado Klamy, y está bien que así sea. Le pasaré su pista mañana. Tiene relación con lo que le ocurre a Ariadna.

Por otro lado, y esto tiene gracia, solo Arcadia ha pasado la tirada de Historia, que era la más complicada, así que dejaré a Ragwoman un mensaje secreto mañana temprano para su deleite personal. Él decide qué os cuenta y qué no, evidentemente.

Venditti y Edevane despiertan mañana.

Cargando editor
24/05/2022, 21:19
Amo del Calabozo

Notas de juego

Pista:

Todos vosotros proyectáis sombra... con una excepción.

Karan.

Karan no tiene sombra.

Cargando editor
24/05/2022, 21:23
Amo del Calabozo

Notas de juego

Pista religiosa [Roléese como si fuese una visión espontánea cortesía de Wael, su deidad amiga]:

El cielo, la luna, te evocan en tu memoria el recuerdo poco halagüeño del sueño de Wael que lleva acompañándote desde que tienes uso de razón. En el sueño, a la caída de la estrella sigue una noche eterna que comienza con el alzamiento de una luna de sangre. Recuerdas que al advenimiento de esta aciaga noche la suceden una serie de catástrofes, entre las que recuerdas tres imágenes mentales muy claras [Qué generoso soy]:

1) Sombras bailan sobre los cadáveres de sus huéspedes. Tu mente hace reverberar una palabra: REBELIÓN.

2) La segunda es una enigmática figura que solo has logrado ver en sueños y nunca en carne y hueso. Wael parece hacerte alusión a alguien importante, o al menos así lo crees tú. No es un ser humano. Podría tratarse de un demonio, pero a diferencia de estos tiene un aire noble, incluso aristocrático, decididamente mucho más sofisticado que los demonios que pueblan el Avernus.

Loht

???

Esta figura aparece en tus sueños ataviado para la guerra y portando una excelente espada larga. Su presencia te resulta aterradora y fascinante al mismo tiempo. Sus ojos, a medio camino entre el ámbar y la esmeralda, observan con desdén una ciudad consumida por las sombras.

Lo relevante de esta visión es el hombre que aparece en un segundísimo plano, tras este impresionante ser.

Se trata del Hombre Cetrino.

Y 3) La tercera parte de la visión muestra una cegadora luz cayendo del cielo y horadando la tierra. En el horizonte, alcanzas a ver un tupido bosque.

La estrella está bajo tierra.

Cargando editor
24/05/2022, 21:24
Amo del Calabozo

Notas de juego

Pista histórica:

Quién sabe por qué lo recuerdas [Tú decides el origen], pero tras despertar de tu desvanecimiento acude a tu fragmentada memoria un viejo cuento para asustar a los niños por la noche. Hace mucho que no lo escuchas, pero algo en esta extraña noche te ha hecho evocarlo.

No recuerdas la totalidad del cuento. Para tal menester deberías volver a ser una niña. Solo recuerdas que la primera vez que lo escuchaste sentiste un profundo miedo al hombre que protagonizaba la historia.

Trataba sobre un hombrecillo gris y triste que carecía de amigos o familia, algo que anhelaba con todo su ser. Un pobre huérfano, otro insignificante ser que vagabundeaba solitario por el mundo sin importarle a nadie. Alguien como tú. Y al igual que tú, un azaroso día cualquiera, el huérfano conoció a Su Mejor Amigo. Era en verdad un amigo de verdad. Cuidaba de él. Le enseñaba cómo sobrevivir en un mundo hostil. A cambio, solo le pedía mantenerle fuera del alcance de la luz. El huérfano, claro, hizo todo lo que le pidió. Era Su Mejor Amigo. Su Único Amigo. ¿Cómo puedes negarle algo a Tu Mejor Amigo?

Tú sabes bien que no puedes.

...¿Verdad?

Con el tiempo, el huerfanito era tan ajeno al mundo a su alrededor que su piel se tornó poco a poco del color de las perlas. Pasaba mucho tiempo a oscuras a petición de Su Mejor Y Muy Sensible a la Luz Amigo, por lo que sus ojos terminaron adaptándose a la más absoluta oscuridad. Sin embargo, no era capaz de vislumbrar el rostro al que pertenecía la Voz que le salvó de la soledad.

Pronto, empezó a codiciar Más Amigos. Quería tener una Gran Familia Feliz. No necesitaba mucho, solo se quedaría con aquello que Los Demás no necesitaban.

Oh, sí.

Solo se quedaría con sus sombras.

¿Cómo terminaba el cuento?

Cargando editor
25/05/2022, 00:37
Vasanth

Uno a uno, los demás van despertando. Algunos están más enteros, y a otros es como si les hubiesen arrancado un pedazo de alma. De un modo u otro, todos parecen sacudidos por dentro. Imagino, pues, que las visiones con las que ese demonio ha invadido sus psiques no habrán sido mejores que las que me ha obsequiado a mí. Varios de mis compañeros mencionan a la niña; es en ese momento cuando soy consciente de que la cachorra humana yace también junto a nosotros. En un primer momento pienso que hay algo diferente en ella, aunque no sabría decir qué. Quizá sea su extrema quietud, pero soy incapaz de discernir de un vistazo si vive o no. Hay algo extraño en el modo en que la escasa luz ambiental se derrama sobre su marmórea faz, como si ningún rincón de ella pudiese escapar a su escrutinio, dando a su semblante una cualidad irreal, casi fantasmal.

De pronto, me doy cuenta: la niña no tiene sombra.

Como respuesta a mi observación, la oscuridad que rodea a la pequeña parece cambiar, retorcerse. Se trata de la sombra que debería estar unida a ella, que por algún motivo ha cobrado voluntad propia y nos observa con malevolencia, agazapada como una alimaña salvaje. «Tú también eres suyo», musita la oscuridad, señalando acusadoramente a la criatura cambiaformas que ha despertado junto a nosotros. ¿Qué querrá decir? Cuando miro al ser de infinitos rostros, me percato casi al instante de que él tampoco proyecta ninguna sombra sobre el pavimento.

Antes de que pueda abrir la boca para preguntar, la silueta oscura de la cría humana sale corriendo, fundiéndose con la negrura que acecha desde los callejones cercanos.

Volvemos a estar solos.

Con un quedo gruñido de frustración, me vuelvo para mirar a la niña; lo primero que pienso es que parece más una muñeca que un ser vivo. Agachándome junto a ella, acerco mi mano a su rostro, situando los dorsos de mis dedos a apenas una pulgada de su naricilla para sentir su débil respiración.

—Está viva —anuncio—, pero a duras penas. Hay que llevarla a algún lugar seguro.

Mis ojos buscan cualquier asomo de familiaridad, de normalidad, en las calles que nos rodean, pero todo parece inhóspito y diabólico, como si hubiésemos sido arrojados al interior de un paisaje pintado por un artista demente. Finalmente, decidiendo que no encontraremos nada si no nos movemos de donde estamos, deslizo mis brazos bajo el frágil cuerpecito de la humana y la levanto del suelo con delicadeza. El acto me resulta profundamente extraño, como realizado por una inercia de la que no puedo escapar, más que por verdadera voluntad. Sin embargo, mirando a la muchacha, llego a la conclusión de que es lo que hay que hacer. Lo apropiado.

—Vamos a buscar algún sitio tranquilo. Tenemos que hablar —digo a nadie en concreto, y echo a andar bajo la llovizna que riega la calle desierta, con la criatura humana en brazos.

Cargando editor
25/05/2022, 13:47
Venditti

Amathys Venditti despierta confuso y visiblemente nervioso.

Nada tiene que ver el hecho de que el cuerpo desmadejado de Lady Edevane repose en una pose algo indigna sobre su regazo.

—Oh, la-lá... Mi cabeza. Qué aterradoras visiones. Un momento... ¿He muerto? Peor. ¿He muerto al mismo tiempo que tú, muñeco? ¿Es que nuestros caminos deben entrecruzarse irremediablemente hasta en el más aterrador de los sentidos? Oh, Kyuss, mi plúmbeo confabulador, ¿qué le has hecho a la luna que parece guardarte sincero rencor con ese atuendo sanguinario y asesino? —inquiere al insólitamente taciturno Kyuss. —Maldita sea mi apolínea estampa... Siempre anhelé la esperanza de que te me adelantases en el muere por aquello de explorar funestos y fascinantes territorios. Puedo comprobar que me has marcado con tu contagiosa fatalidad, bribón... Había de morir a la tierna edad de 152 años... ¡Yo! ¡El Gran Venditti! ¡En la flor de la vida! —exclama presa del melodrama llevándose el dorso de la mano a la frente con delicadeza.

Tras cerciorarse de que sigue respirando en una versión alternativa de la Carfax que tan bien conoce, el bardo suspira.

—En fin, al menos habría muerto enamorado. ¿Acaso pueden las hordas de almas que transitan a la Rueda decir lo mismo? —se pregunta al tiempo que sonríe con malicia -¡Y lascivia!- a su antagonista (?). 

Qué proverbial agilidad tiene este personaje. Se yergue con una singular elegancia y exhibiendo una delicadeza digna de mención ayuda a incorporarse a la Edevane.

El bardo escucha las sombrías palabras de Vasanth y capta su atención con un alzamiento de su mano de marfil.

—Mi señor rakshasa, vuestra piedad preternatural para con una pequeña desconocida me conmueve. Sin duda tenéis alma de héroe clásico. Oh, Vasanth, Jinete del Trueno. Conozco el lugar adecuado para mantener una conversación privada —afirma tajante extrayendo un florido abanico y agitándolo cerca del lívido rostro de Lady Edevane.

—Seguidme, si os place.

Notas de juego

Si alguien quiere añadir algo más aquí a Vasanth, a Venditti, o simplemente reflexionar de modo colectivo sobre lo acontecido, puede hacerlo ahora mismo. Venditti os va a llevar hasta la Serpiente de Jade. Ahí tendréis uno de esos turnos en los que os toca hablar más a vosotros que a mí. Según lo que vayáis organizando, nos pondremos en marcha en una nueva escena.

No dudéis ni por un instante en preguntar furiosamente todo tipo de duda que os tenga bloqueados.

Las primeras pistas ya están desplegadas. Solo tenéis que ir uniendo los puntos.

Cargando editor
27/05/2022, 12:27
Amo del Calabozo

La Serpiente de Jade.

El mercado de carne trémula más selecta de Carfax, regentado por la propia Edevane, a la que en este lugar se la denomina con temor reverencial Madame, como el propio Venditti se encarga de explicaros durante el tránsito por los tenebrosas calles de la ciudad, ahora bañadas por una insólita oscuridad y una sanguínea y mortecina luna.

No está lejos de las callejuelas en las que habéis tenido la escaramuza con esa suerte de niebla asesina. Sin más opciones para sentaros a asimilar lo sucedido, decidís avanzar en pos del elfo de dorados cabellos.

La huella del Hombre Cetrino es aún visible en vuestros pesarosos y silentes rostros. La luna de sangre es un presagio funesto, incluso para el menos supersticioso de vosotros. Estrellas caídas del cielo. Torres que desafían a las nubes. Enigmáticos ancianos guardianes de tomos arcanos. Y, por encima de todo... Ariadna, la niña sin sombra. La única superviviente a una carnicería que parece de algún modo orquestada, planificada.

A vuestro paso, puertas se atrancan, zaguanes se salan y ventanas se ciegan a vuestro paso ante el temor a una noche incierta sobre la que pesa la fragancia inconfundible de la malevolencia. Un decrépito anciano pasa a vuestro lado tosiendo nerviosamente, su paso errático pero presuroso, murmurando que la luna sangra por los pecados del Hombre. Si es así, bienaventurados seáis, vosotros que holláis la Casa del Pecado Carnal. Tales serían las recriminaciones del hermano Clovis, Prelado de Berath en Carfax y uno de los predicadores más influyentes en la urbe. Y es que ni la sofisticada Carfax puede enmascarar entre sus múltiples avances tecnomágicos el más primitivo de los miedos, que es el terror atávico a la Oscuridad de una noche sin estrellas ni final.

Sugestionados por el baile de sombras que habéis presenciado ante la visión del Hombre Cetrino, creéis ver siluetas danzar, brincar y reír a carcajadas, retando los límites de vuestra percepción. Las escucháis afilar sus cuchillos curvos, sus hojas aserradas. Rechinan sus dientes. Se relamen anhelando.

Esperan.

Tras una breve caminata alcanzáis el burdel, un edificio de tres plantas con un singular letrero de madera en el que puede leerse el característico nombre del local y admirarse a una graciosa sierpe maquillada retando con una mirada pícara al espectador. Quizás, un doble sentido. El lugar, empero, no es ajeno a la incertidumbre que embarga a la ciudad al admirar la visión que ofrece el cielo. Las meretrices, mujeres en su mayoría humanas, todas ellas de un llamativo y saludable aspecto, murmuran a vuestra llegada sin dejar de otear por los ventanucos de la planta baja. Mal agüero, repiten, como si de una letanía se tratase.

Al reparar en que portáis a Madame Edevane con vosotros, acuden consternadas en su auxilio. Venditti os invita a tomar asiento en una de las mesas huérfanas del salón mientras trata de tranquilizar los ánimos.

Notas de juego

¡Todos situados en posición!

Os comento: mi idea llegados a este punto es que vosotros dialoguéis un rato. Yo lo llamo Rol Libre. Aquí me limito a observar, tomar nota de lo que vais diciendo, resuelvo alguna dudita argumental que pueda surgir y, finalmente, os muevo a donde digáis.

Quiero que exploréis juntos las opciones del grupo. ¿Consideráis que este fregado os atañe? Y si es así, ¿cuál sería vuestro siguiente paso? 

Por otra parte, habéis compartido una experiencia algo traumática y sobrenatural aparte de una escaramuza salvaje en la Canción Élfica. ¿Ha derivado la misma en algún vínculo entre vosotros? Y si es así, ¿cómo, exactamente?

Y finalmente... Algunos de vosotros tenéis información jugosa. ¿Vais a compartirla? ¿O la reservaréis para después?

En mis partidas, quizás porque me las tomo como si estuviésemos en una mesa de juego, me gusta mucho dejar el foco un rato en mis jugadores. No solo en el Off, quiero decir ON ROL. Es una forma de aprender de sus PJs. Qué quieren. Qué temen. Sobre qué dudan. Qué caminos quieren explorar. Todo eso es información importante para mí y me ayuda a adaptar lo que viene para que os guste más.

Así pues... rolead.

Aquí hago una pequeña excepción al ritmo, que os explico: el domingo veré cuántos mensajes tengo y qué me decís. Si, por ejemplo, tengo tres mensajes que implican a Vasanth, Darion y, digamos, Arcadia, les puedo decir perfectamente que sigan la conversación sin esperar al resto. Esto lo hago así porque me interesa darle un poco de brío al grupo, que os mováis, que construyáis vínculos entre vosotros. Siempre diré si habéis de seguir o esperar al resto, según lo que vayáis aportando en el aspecto rolero. 

Por supuesto, esto no quiere decir que a los que vayan más lentos les haga el vacío. Solo que en una conversación con SIETE jugones, a veces basta escuchar a dos o tres para que quede claro que el grupo se va formando una opinión sobre el siguiente paso. Y está bien agilizar, ¿verdad que sí? ^^

Así pues, el domingo vuelvo a visitaros a ver cómo vais.

Cualquier duda, aquí me tenéis.

Cargando editor
27/05/2022, 23:22
Vasanth

A medida que recorremos las cada vez más mojadas calles de Baja Ciudad, dirigidos por el gandharva de áurea cabellera, voy cobrando consciencia real de que esto no es un percance pasajero que vaya a terminarse de un momento a otro. No. Se trata de una maldición que no se desvanecerá hasta que alguien le ponga fin. Si dicha maldición pesa sobre Carfax o sobre nosotros es algo que ignoro, pero tengo toda la intención de averiguarlo más pronto que tarde. Permanezco impávido al ver que los lugareños rehúyen nuestra presencia, apartándose de nuestro camino cuando se cruzan con nosotros. No sin irritación, me pregunto en silencio qué debe de llevarlos a comportarse de tal manera. ¿Acaso estamos… marcados de algún modo?

No pasa demasiado tiempo antes de que nuestro guía nos conduzca frente a un edificio que, evidentemente, se trata de una casa del placer. No puedo decir que me sorprenda. No es que se trate del lugar más indicado para una niña, precisamente, pero en estos momentos tampoco podemos permitirnos el lujo de elegir. De modo que, atento a cualquier señal de traición o emboscada, y especialmente, a las sombras que nos acechan desde la periferia de nuestra visión, sigo al hijra al interior del antro.

Mis ojos se acostumbran rápidamente a la semioscuridad reinante, reparando en la presencia de un buen número de mujeres, razonablemente atractivas a pesar de ser casi todas humanas, que nos salen al paso; «mal agüero», repiten sin cesar en cuanto nos ven, aunque su preocupación por el bienestar de la amiga común del señor von Trier y del gandharva es evidente. Ignorando a todo el mundo por el momento, busco algún lugar cómodo y resguardado donde dejar a la niña que descansa en mis brazos. Cuando encuentro un rincón alfombrado y cubierto de almohadones de aspecto lo bastante confortable, me agacho con cuidado, tendiendo a la chiquilla lo mejor que sé.

—¿Por qué ni ella ni vos tenéis sombra? —inquiero de pronto, sin dejar de mirar a la niña. Negando con la cabeza, me doy la vuelta lentamente para clavar la vista en el individuo gris y delgaducho que parece tener problemas para conservar una misma forma durante más de unos segundos. Los hilos de sangre que caen desde sus ojos me perturban, pero lo disimulo bien—. No me refiero al cómo o al quién; ya sé que os la ha robado ese enmascarado misterioso. Lo que quiero decir es, ¿por qué vosotros? ¿Por qué los demás seguimos conservando nuestras sombras? —Doy un paso hacia el cambiaformas, aunque cuidándome de mantener una distancia prudencial—. ¿Qué quería decir la sombra de la cachorra cuando ha dicho que «vos también erais suyo»?

Me quedo mirando al desconcertante ser, preguntándome si acaso nadie más siente curiosidad por ese asunto.

Cargando editor
28/05/2022, 00:43
Arcadia

—Que venga la muerte, Min —respondió a su amigo, tendiéndole un firme asidero para ponerse en pie; su mano —. Haremos que vuelva a su madriguera. No será la primera vez.

La niña estaba con ellos. Si bien a los demás a su alrededor parecían haberles arrancado un pedazo de sus entrañas, con la niña fue más visceral. Su sombra se desprendió de ella, tornándose una criatura oscura que huyó de ellos. Y con su acción, se llevó el aliento vital de la niña. Vivía, pero el tono de su piel, su temperatura, eran más propios de un cadáver. Las sombras jugaban en su contra. Miró a sus pies, a la suya propia, solo para asegurarse que estaba ahí y no tratando de apuñalarle por la espalda.

El tigre se acercó a la niña tomándola entre sus poderosos brazos; el radiante sol tomando una delicada flor. No, tú no la lleves. No me fío de ti. Sus ojos eran acero para clavar, sus emociones; líquido incendiario corriendo por sus venas. Su voz era tan grave, sus movimientos eran tan seguros, sus brazos tan firmes y sus ojos...dos gemas doradas en la que veía el reflejo de su propia mediocridad. Hasta que no había conocido a un semidios no se había dado cuenta de cuán profundo había caído. No le gustaba. Todo su ser le estaba avisando del peligro que suponía alguien como ese individuo.

No peleó esta vez. Esta vez. La niña era lo más importante y su lucha en la taberna le había enseñado algo. Aunque nunca aprendo.

Se interesó por el estado de la chica pájaro.

—Ya te debo dos, amiga Klamore. Espero que no se convierta en una costumbre.

¿Una broma? ¿Una sonrisa? Algo parecido. Se sonrojó. De entre todos, creía que sería el alma sencilla de Klamore quien mejor la entendería.

—¿Alguien está herido?

Sus ojos ceniza pasaron por encima de los demás. Heridos, tocados, donde mi magia no puede sanar. Miró al albino. Ahora su rostro era diferente, un parpadeo y saltaba a otro. Al principio le causó repulsa. Sufre. Hizo una promesa una vez. Palabras que ataban, dentro de su corazón. Alzar su escudo para proteger a aquellos que no tenían uno. ¿Qué clase de vida habría llevado alguien que tenía que ocultar su rostro tras otro? Un monstruo, dirían. Un alma pura, afirmaría ella. Rota, pero pura.

Se acercó al albino, miró a sus ojos. Incluso estos habían cambiado. Pero si se concentraba, si miraba fijamente, podía ir más allá del engaño y ver su verdadera esencia. Decidió alzar el escudo.

—Te veo tal y como eres —susurró —. La mentira de tu magia no puede borrar mi recuerdo. Yo he visto tu verdadero rostro. Soy Arcadia, hija de nadie, paladín. ¿Tienes un nombre que signifique algo para ti?

Pausa, silencio. Memorizó el nombre, si se lo daba. Se acercó un poco más, sus ojos estaban marcados en sangre.

—No eres oscuridad. Sea lo que sea que acecha en la oscuridad, si te quiere a ti, tendrá que pasar por encima de mí —se llevó el puño al corazón —. Tal es mi promesa.

Por dentro temblaba. Insolente, estúpida. ¿Quién se pensaba que era ella para pensar que podía proteger a otros? Su espada era frágil, como su alma. Ambas estaban ligadas a la mediocridad. Su fuerza estaba en el fuego, en la ley. Pero ese tercer camino, el que quería recorrer, era una locura. Un error. Era lo que quería hacer.

—Por muy oscuro que esté todo —dijo, apartando su mirada, centrándola en Min, en la distancia — siempre hay algo de luz al final. Tiene que haberla.

Aunque sea la luz que se reflejaba, dorada, en una cerveza recién tirada.

Una cadena, entonces. Un eslabón, otro eslabón. ¿Podía ella sacar a alguien de la eterna noche? Debo intentarlo.

Recuperó entre los adoquines la jabalina que el hombre pintado había lanzado*. Se la tiró con un gesto de camaradería.

—Buen lanzamiento.

Sus ojos coincidieron un momento. Reconocimiento. Algo más, quizás. Ella era rara, difícil de leer. Con él no era hostil. Raro.

Miró el filo de su mandoble. ¿Había sido mellado? Sus dos últimos combates habían sido una vergüenza. Debían moverse. Miró con interés al hombre del gran sombrero. Cuando el otro que estaba a su lado empezó a hablar, tuvo que alzar la voz.

—Oh, calla ya hombre arco iris, tus palabras me confunden y levantan dolor en mi cabeza 1se giró hacia Min —. Min ¿Debemos seguir al hombre que viste como un pavo real?

Iría a donde fuera la niña.

 

De camino la gente se apartaba de ellos, se cerraban las puertas. Arcadia mantuvo una actitud serena, impasible. El cielo rojo, la luna negra, ella era un lago en calma.

—Recuerdo una historia. No logro acordarme de si la escuché o la leí, mirar atrás siempre me resulta complicado —aclaró la voz, su tono adquirió el tacto del látigo que sirve para castigar a los infieles —. Un niño perdido, solitario vagando por el mundo. Hostil, cruel. Un niño que sufre. Tiene miedo. Pero no está solo. La oscuridad le habla. No, la Oscuridad. La Oscuridad le acompaña. Le protege, le escucha. La Oscuridad es su amiga. La Oscuridad es "algo". La Oscuridad va tomando su color. El niño cae dentro, se vuelve cetrino. El niño es un hombre. La Oscuridad es parte de él y él parte de ella. El hombre quiere más amigos, los atrae a la Oscuridad. Los quiere a todos. Es su deseo, su anhelo. Pero ¿Qué quiere la Oscuridad? El poder tras el poder.

 

Llegaron a la Serpiente de Jade. Agradeció que fuera un burdel. Las putas, las flores. Las hijas de nadie, deseadas por todos, amadas entre las sábanas, olvidadas al amanecer. Salvo por ella. Sus hermanas. Su alma no se sentía incómoda allí. Era un templo para ella.

—Afirmamos con orgullo las fortalezas que hemos defendido, los castillos que nos han cobijado, las órdenes militares por las que hemos pasado y sin embargo nuestra alma se encoje, se burla y desprecia un templo como éste. ¿Cuándo nos volvimos tan terribles como para venerar la muerte por encima del amor?

Aquel era otro sitio al que jamás pertenecería, pero era uno que había prometido proteger.

Las palabras volaron. Por supuesto, primero fue el tigre. Siempre el primero, siempre sabiendo que decir, que camino tomar. No recordaba su nombre. Muchas preguntas. ¿Percibió agresividad en él? No, solo dentro de su cabeza. Un error. Uno en el que quería creer. Se había sentado con Min, alejada de él. Pero…

Se puso en pie, tomó la silla por el respaldo y la arrastró rodeando al grupo. Miró de soslayo a la niña, su corazón se encogió. No había mucho hueco. Alzó la silla y la colocó al lado del hombre cambiante. Se sentó, mirando fíjame al tigre.

—Vasanth —pronunció su nombre como el que masca llama y trueno —. Esto no es un interrogatorio. Él responderá si quiere o debe.

Una advertencia, una línea que no se debía cruzar. Ella. De nuevo, un espectáculo, una llamada a la violencia. O quizás, tanteaba a su enemigo peludo.

—Sentémonos.

Se percató entonces de que había tomado asiento en mitad de ninguna parte.

Notas de juego

*O no si está lejos.

Cargando editor
28/05/2022, 01:29
Darion

Hacía años que Darion había decidido no preguntar, sino simplemente creer. La duda era inútil, un lujo para mentes ociosas, él sólo podía creer y vivir acorde a esas creencias. En el fondo, así vivió su vida desde la masacre del Arroyo Vinlawos, a pesar de lo diferente que era aquel Darion y este Darion. ¿O quizá no era tan diferente? Baste por ahora.

Como fuera, aunque lo ocurrido en la posada podía haber sido una mera casualidad de buena fortuna, lo sucedido después había convencido al hombre negro de que estaba ante una de esas ocasiones en que debía, simplemente, creer.

Tomó al aire la jabalina que Arcadia le arrojó. Sonrió a la mujer en silencio, en un gesto de complicidad: era una sonrisa agrietada, aunque aun así hogareña, como si fuera capaz de evocar una piel de oso tendida sobre el suelo junto a un hogar en el cual se cuece un caldero a fuego lento.

Darion decidió seguir en silencio al grupo, liderado por ese elfo pervertido —pues que era un pervertido era evidente a ojos de cualquiera con un mínimo de percepción—. No lo hizo por el elfo, claro, sino porque Darion tenía fe. Escuchó las herméticas palabras de Arcadia, siempre en silencio, acomodándolas en algún margen del libro de su memoria.

Llegar a un burdel no pareció incomodarle en lo más mínimo e incluso miró a las mujeres detenidamente. No había lascivia en su mirada, ni mucho menos, sino un sentido de extraña fraternidad. Durante un rato, miró más a aquellas mujeres que al grupo. Sin embargo, al fin, cuando estuvieron dentro, escuchó de nuevo las herméticas palabras de Arcadia. Aquella mujer hablaba como una santa o como una loca; o quizá como ambas cosas a la vez. Darion había vivido lo suficiente como para saber que aquella mujer hablaba con verdad.

—Siempre hay una opción —dijo al fin, mirando a Arcadia—. El niño decidió aceptar la Oscuridad, quizás atraído por ella, pues su soledad era peor que la Oscuridad. Pero siempre hay una opción. Ella —dijo mirando de reojo a la niña— tiene una opción. Nosotros somos su opción. Ella no caerá en la Oscuridad.

No sabía por qué decía eso, sólo creía.

Cargando editor
28/05/2022, 12:23
Karan

La confusión se disipa cual niebla huidiza, pero queda algo. Zarcillos, zarcillos. Siempre queda algo, eco de dolor, herida que tarda mucho en sanar. O que nunca sana.

El rostro alabastrado ha robado también la sombra de la ratoncita. ¡Y pensar que por un momento llegué a sentirme especial porque ese ladrón de sombras hubiese deseado algo mío! Pero claro, ¿cómo iba a conformarse solo con mi sombra? Siento una punzada de algo parecido a la envidia cuando miro a la niña, y sigo mirándola cuando el hombre tigre la toma entre sus brazos. Yo tampoco tengo sombra, ¿por qué nadie me coge en brazos?

No eres especial.

De repente, alguien nos habla. A nosotros, a mí. A ti, Karan, y a nadie más. ¿Cómo es posible? La mujer-plata se me ha acercado voluntariamente. En sus ojos no hay ninguna de las cosas que suelen tener los ojos. Odio. Desprecio. Burla. Conmiseración. No, no. Algo brilla en esos dos orbes, algo dulce y amargo a la vez. ¿Reconocimiento? La consideración vertida en sus palabras, desacostumbrada dádiva. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué quieres hacerme? ¿Quieres golpearme, quieres usarme? No.

Solo… conocerme.

Su solemne juramento clava algo en mis entrañas. ¿Duele la felicidad, o esto es otra cosa? Una solitaria lágrima queda atrapada en mi lagrimal antes de que la borre con un rápido parpadeo.

—Ka-Karan —respondo en voz queda—. O sea, solo Karan. Es el nombre que me pusieron padre y madre. Pero no dice quién soy. Dices que puedes verme. ¿Sabes tú quién soy? —pregunto con desesperación en la mirada. No es un acertijo. Podría parecer, pero no. Es la retorcida broma que supone ser Karan. Haberlo sido siempre. Sin origen, sin propósito. Pienso en decirle que no es juicioso jurar por mí, pero me solazo en este nuevo tipo de dolor un poco más, solo un poco más. Ella se llama Arcadia. Un nombre bonito. ¿También se lo pusieron, o lo eligió ella misma? Sea como fuere, no lo olvidaré. A cambio, Arcadia cuenta una historia. Una historia sobre un niño triste que quiere amigos. Oh, es el rostro alabastrado. Creía que era Karan. ¿Karan también puede hacerse amigo de la Oscuridad, o la Oscuridad lo odia? Hasta su propia sombra ha huido de él, eso debería responderme. El hombre de azabache responde que nosotros somos la opción de la ratoncita. Y yo no digo nada, pero creo que se equivoca. Nosotros no somos su opción, ella es na nuestra.

Me sorprendo siguiendo a este insólito grupo por las calles de Carfax, y descubro que de nuevo tengo poder sobre mi cuerpo, que ha vuelto a adoptar por instinto o costumbre la máscara anónima de pelo de arena y ojos disparejos. Máscara anónima mejor que yo anónimo. El cielo es rojo. Mis mejillas son rojas. Todo encaja. Entramos en un lupanar cuyo nombre me pasa inadvertido. Cosas, demasiadas cosas en mi cabeza. Solo me fijo en las mujeres, todas ellas usadas, todas ellas Karan. Caras, más caras para la colección, caras tristes, caras cansadas, deseo habitar en todas ellas. Honrarlas. Me pongo junto a la mesa por inercia (¿por qué siempre inercia?), pero no me siento. Nunca lo hago.

El tigre-hombre me habla. Hoy todos me hablan. Es raro e incómodo y aterrador y emocionante y gracioso. Mucho más gracioso cuando Arcadia alza su escudo por mí. Ladeo la cabeza para evitar mirarlos. Descubro que no me gusta que se peleen por mí. Hoy estoy descubriendo muchas cosas.

—Muchas preguntas —digo respondiendo a Vasanth (Vasanth, así lo llama Arcadia, memorizar nombres es más difícil que memorizar caras)—, pero no tengo ninguna respuesta para ti, Vasanth. ¿Crees que quiso hacernos perfectos, a la ratoncita muda y a mí? Sin sombra solo queda luz. Pero al mismo tiempo, sin sombra, ¿qué nos diferencia de una sombra? Yo solo sé que la quiero. Es mía y la quiero.

Cargando editor
28/05/2022, 12:39
Kyuss von Trier "FreshMeatCandy"

Rostros. Bajo una luna escarlata, como cerúleas estatuas perdidas, dejadas, juntadas en este lugar. 

Terrible y frágil, invulnerable, vencida; hermosa presencia alunada, la rara guerrera y su enano, apenas crédulo, fragua fría, quieto en su yunque el martillo. 

En contraste, la bestia negra, como una atalaya de furia, baluarte, montaña, opaco faro más sin más luz que la de la niña... la niña. ¿Qué es lo que está pasando?

Algo se rasga, como una seda. Emerge de ella, maliciosa esencia, condensada en sombra, facinerosa silueta. Abandona su ser. 

Como en el cuento castizo, como el relato olvidado. 

Tiemblo en mis adentros, pues creo reconocer este tétrico suceso.

Siento rabia, este pavor era mío, íntimo desconsuelo, ¿por qué he de compartirlo?

Extraños, demasiados extranjeros que no conozco. Demasiados a la vez para observarlos a todos, para roerles un poco y comprobar su sapidez. Huele a drama, y a calvario.

El decidido rakasha, alza a la niña. ¿Moribunda, dormida?.

Problemas. 

Sigo sus ojos felinos y advierto; el hombre desconocido llora su desdicha en sangre, penetra su desconsuelo en mí. Exótico condimento. 

Él tampoco tiene sombra. 

Problemas, oh problemas.

Klamore, amable misterio emplumado, ¿Acaso haciendo recuento?. El disfraz de inocencia de vuestros pasos nos guía hacia tu secreto. 

La sombra desaparece en las tinieblas de esta Carfax que no es Carfax, bajo el influjo de un mal sueño.

Venditti.

Oh, maldigo mi sino. ¿Acaso no basta con esta noche tan tétrica?¿Tengo que cargar con tu prosa cargante, o, mejor aún, con tu empolvado semblante, o peor aún, con tu aroma desquiciante, para que? Si este ser umbriano ha de llevarse mi sombra, que se os lleve a vos, a ver si os aguanta, o mejor, que me lleve a mí. Lejos de aquí y de vos. Incestuoso arlequín a destiempo.

 

Carfax estaba en guerra. El delicado equilibrio por el poder y los intereses dispares de poderosos jugadores hacían de Carfax un tablero de juego impredecible, cruento y peligroso. 

Baja ciudad, hervidero de propios y extraños, se había convertido en el escenario perfecto para esconder toda esta decadencia tras una máscara de excesos, pulsiones y diversión, y quizá los extranjeros lo bastante imprudentes para dejarse caer aquí y lo suficientemente listos para no quedarse demasiado lamían la corteza, cataban su zumo, sin llegar a la ponzoña. Y se podía hacer comercio.

En Carfax siempre había habido una sombra tras cada esquina, oídos traicioneros, ojos donde no debían estar. Cada uno de tus pasos marcaban el pavimento, y había que ser realmente diestro para mantener algún secreto. Los forasteros no solían tener tiempo para conocer sus intrigas, por una pronta marcha y, en ocasiones, un rápido deceso. 

Venditti era la viva imagen de Baja Ciudad. Lascivo, impertinente, sorpresivo y pernicioso. 

Tóxica dedalera, no pierdes lozanía, qué asco. 

La presencia de Venditti en la taberna, y su singular y desubicada Edevane con él, sin duda obedecía a un motivo previamente orquestado entre ellos dos, quizá alguien más. Alguien a quien Kyuss tuviera que rendir cuentas.

Como en una preparada comparsa, un Venditti oportuno, generoso y sin duda interesado se ofreció a refugiar al grupo variopinto y desorientado en La Gata de Jade, feudo de Lady Edevane, conocida de ambos bardos, el oscuro, y el payaso.

Caminando junto a Edevane, ambas figuras dispares bajo la luna de sangre, parecían similares.

Una vez en La Gata, todos juntos, Kyuss procedió a presentarse, dedicando un breve saludo a cada uno de los presentes, acompañado de sus volatineros gestos, algo más comedidos esta vez ante la gravedad de las circunstancias y los serios semblantes. 

- Parece que tendremos ocasión de afinar vuestro magnífico. Os emplazo en mi taller si es que esta noche acaba. Aquí estáis entre amigos, o lo más parecido que encontraréis en Carfax. Podéis relajar vuestro porte. No asustéis a las sunes, os lo ruego.

- Klamore, he de reconocer que me agrada veros de nuevo. Mi curiosa conocida, aquí podremos departir sin que nos partan la testa. ¿Habrá Feria de los Gremios? Eso espero, amable adlátere.

Después miró al hombre de las lágrimas de sangre, aquel atrayente ser cambiante, que parecía atormentado. 
No había visto antes a este hombre desnudo. El hombre tigre le inquiere, la pálida le da abrigo. ¿Qué si no, en esta negrura? Hasta las polvorientas polillas suspiramos por un rayo de día en la noche más oscura.

- Kyuss von Trier, vivo en Carfax. ¿Puedo proporcionaros algo, bálsamo alguno que calme en parte vuestro quebranto? - trató de tocar su mano, levemente, un roce acaso. Quería sentir el tacto del hombre sin sombra.

La bella albina, digna y seria. Así era. Su duda cercenada quedó atrás, en otra Carfax. 

¿Cuándo nos volvimos tan terribles como para venerar la muerte por encima del amor?

- Kyuss von Trier, bardo, hijo bastardo y en Carfax artesano. Os doy la bienvenida a vos y a vuestro amigo.

Al flaco le fascinaba la rutilante presencia de Arcadia, el filo fino de su cordura, al tiempo que la temía. Delicioso combinado, casi erótico. Observó a su otra mitad, el enano.

¿Qué extraordinaria historia unió los caminos de estos dos?. Quisiera conocerla.

Él parecía una roca, un árbol sabio, la estatua de un general gastado. Se dirigió a Mîn.

- Saludos, caballero. Kyuss von Trier es mi nombre, aquí podremos sentar el culo y cenar. La cerveza no es tan buena, pero hay más variedad. Os doy la bienvenida. ¿Sin peleas esta vez?  

El hombre negro habló. Crípticas palabras. La niña. ¡La niña! Era su protector. Impulsado por una fe inquebrantable y sin atisbo de duda ni miedo. Se dirigió a él.

- Nada pasa porque sí. El caso es que aquí estamos. Soy Kyuss von Trier, vivo aquí. No hay sitio en Baja Ciudad donde esa niña esté más segura que aquí, si es que algo puede estar seguro en esta noche aciaga. 

Cargando editor
29/05/2022, 12:24
Karan

Una mano en mi mano. Piel en mi piel.

Quema.

Antes de ser consciente de lo que está pasando, mi cuerpo actúa por acto reflejo, encogiéndose de espanto, y aparto el brazo como si me hubiese picado una avispa.

El espantapájaros me está mirando. También me habla, palabras de consuelo, creo, pero lo único que oigo es el tam-tam de mi propio corazón en mis oídos. ¿Kyuss? Espero que Kyuss no haya sido capaz de ver el destello del pánico en mi esclera, y tan pronto como soy dueño de mí mismo, intento suavizar mi expresión. En mis ojos, sin embargo, persiste un aire de extrañeza y el residuo de una pregunta que mi boca no llega a formular.

«¿Qué quieres de mí?»

En vez de eso, me encojo de hombros y aparto la vista de Kyuss, tratando de ocupar mi atención con otra cosa, pero el dolor fantasma en el dorso de mi mano no mengua.

—No. No creo. No sé —digo al fin, errabundo.

Notas de juego

Perdón por la brevedad de mi post. No tenía mucho que aportar, al menos hasta que la conversación avance, pero al mismo tiempo, creo que era primordial definir la reacción de Karan al intento de aproximación de Kyuss. ¡Parece que Karan sufre afenfosfobia (entre muchas otras cosas, como ya todos deberíais saber XD)!