Partida Rol por web

Al ponerse el caballero al lado de ella le sonrió y le dijo - Muchas gracias Sir Ulrich, por supuesto que si vos veis oportuno que me aleje por mi seguridad, lo haré, se que veláis por mi y os lo agradezco de corazón-

Luego le sonrió a la elfa -Su amistad es más de lo que podría pedir señorita-

- Lo seré - aseguró Rudolph antes de volver a elevar su lanza y su brillante escudo y apretar sus rodillas sobre los flancos de su fiel corcel, al que estaba acostumbrado a guiar con las piernas.

El caballero elevó la vista y sostuvo las riendas sueltas con la misma mano del escudo, dejando que el animal diera un par de pasos por el nuevo sendero. A pasar junto a la elfa la miró con curiosidad y le comentó, dando cuenta que había escuchado sus palabras - Si realmente encontramos muertos vivientes espero que seáis tan hábil con el arco como aseguráis... y que no se trate de esqueletos, a los que las flechas no les suelen hacer mucho daño - añadió, dando un consejo gratuito

- Padre - insistió mirando al clérigo que la acompañaba - si realmente existen esas espantosas criaturas vuestra ayuda será importante, pero manteneros a la retaguardia hasta que lo averigüemos. El obispo ha puesto bajo nuestra responsabilidad la vida de la hermana, pero antes que el, nuestro señor nos ha encomendado proteger la vida de todos los hombres de buena voluntad -

Tras sus palabras volvió a apretar sus rodillas y su fiel "Sanson" de adentró en la espesura

El clérigo había permanecido callado desde que tuvo la discusión con Ulrich, se limitó a asentir cuando se dirigían a él y acompañar al grupo, resoplando fatigado. Del cíngaro ya no había rastro, probablemente habiendo decidido que la elfa ya no necesitaría su ayuda ahora que tenía la de la autoridad.

Se internaron en el bosque oscuro y denso, por suerte el camino era lo bastante amplio para el carrito, lo justo, pero suficiente y Edgar tenía pericia en recorrerlo, aunque la recua que llevaba esa vez complicó la maniobra obligando al grupo a ir más lento de lo  que podrían. Aún así a Denia, que nunca había tenido tal extravagancia como un caballo, le sorprendió lo poco que se tardaba en llegar a su viejo claro montado, incluso a un ritmo que desesperaba, sobre todo, a Ulrich y Navief y que Lirio podía mantener incluso a pie, de hecho, tenía que esperarles, pues podría haber atajado por la espesura que parecía estorbarla menos que a la mayoría.

El claro resultó un espectáculo desolador para Denia, mostraba claros síntomas de un incendio, su cabaña estaba en ruinas y los animales estaban libres y descuidados, asalvajados; pero sobre todo las cenizas de la hoguera donde su maestra había ardido.

Pero lo que llamó la atención a todos era otra cosa, pues para los demás no era más que las ruinas de una cabaña con huellas de pelea: el lugar donde habían atacado y quemado a una bruja que se defendió con fuego.

Había un pequeño cementerio, muchas de sus tumbas abiertas desde dentro, el suelo marchito en derredor, gris y su vegetación quebradiza. La mancha parecía extenderse y había alcanzado en forma de vetas a un árbol, un roble que fue magnífico y que ahora estaba medio chamuscado, aunque repleto de brotes verdes, tenía vetas oscuras y una de sus enormes raíces tenía una forma extraña y retorcida.

Denia se sentía enferma sólo con acercarse a la zona marchita y al árbol, que había sido el más hermoso del bosque.

Rudolph no se llamaba a engaño: las tumbas habían servido de cuna a los muertos en vida y la zona estaba contaminada por la necromancia. Esa hierba no estaba muerta... no del todo. Qué implicaba, no lo sabía, pero sí que no era bueno.

Aunque los humanos no eran capaces de verla, Lirio distinguía claramente que la raíz deforme no era tal, sino la dríade retorciendose de agonía espiritual.

El avance por aquel lugar le resultaba bastante estresante. No estaba acostumbrada a avanzar tan lentamente en el bosque, y menos a lomos de Linker, pero ya en esta situación no quedaba más remedio que seguir al resto de la compañía. Al llegar al lugar, tan desolado como se veía, el caballo pareció encabritarse un poco, pero en seguida le calmó con un par de caricias en su crin. Linker estaba bien entrenado para reconocer el peligro y alejarse de él cuando su dueña lo considerara oportuno, pero por el momento conservó la calma ante las indicaciones tácitas de Navief. La mujer, tenía poca experiencia con la nigromancia, aunque no desconocía del todo de lo que se trataba, pero de palabras de Sir Rudolph le quedaba claro que si aparecía alguna alimaña, tal vez sus flechas no serían de mucha utilidad, por lo que inconscientemente se llevó la mano a la empuñadura de una larga espada que se había ceñido ese día, alerta ante cualquier eventualidad. 

- Este es el lugar, esto es lo que yo vi. Esas hierbas negras y esas vetas negras en el roble no son naturales, ni es una enfermedad de la vegetación. Son los efectos secundarios de esas tumbas qeu fueron abiertas. Y se extiende, eso sí pueod percibirlo. Debemos sacralizar el lugar para que los muertos reposen y el mal no se extienda. Desgraciadamente, yo no sé hacerlo, no hay emplastos que curen un mal semejante, si algo puede hacerse, ha de ser por personas de fe.

Se bajo de su montura despacio, parecía algo mareada, se tambaleaba, se apoyo en el caballo que parecía presto a atenderla.

Sabiendo que seguramente los demás la estarían mirando, alzo una mano -Estoy bien, solo es....- se agacho y acaricio la tierra a sus pies -es cierto, este sitio sufre una enfermedad y no se cura con curas normales- miro su casa derruida, todo lo que antaño había amado, estaba ahora hecho cenizas y maldito, contuvo las lágrimas -¿que debemos hacer?- pregunto mirando a la elfa, pues no sabia que hacer.

- Ojalá lo supiese

- Quizás el sacerdote pueda ayudar - comentó Rudolph mientras observaba a su alrededor - Lo cierto es que no creo que la hierba esté tan "muerta" como parece - declaró el joven caballero sin dejar de mover el extremo de su lanza de un lado a otro - Y está claro que los cuerpos que estaban en esas tumbas fueron animados por el mismo principe de los demonios - añadió demostrando con el tono de su voz cuanto le molestaba la existencia, o no-existencia, de los muertos vivientes

Sin estar seguro de que es lo que estaba observando, decidió que no era una situación para arriesgar a su fiel montura, por lo que descendió de la misma con un gesto ágil, apoyó su lanza de caballería en uno de los árboles que bordeaban el claro mientras acariciaba la testuz de cabalgadura - Sanson, vigila - se lo escuchó pronunciar seguro de si mismo mientras desenfundaba la espada que llevaba colgada al cinto.

- Esa ramas es... extraña - añadió dando unos pasos al frente, manteniendo el arma en su diestra y el escudo, alzado frente a sus ojos en la zurda - Quisiera iluminarla mejor - comentó mientras se acercaba lentamente, dejando que la luz de su escudo bañara al roble - Si es obra del mal, como parece, la pureza de la luz la hará reaccionar. Y el filo de San Bonifacio - continuó, refiriéndose a su espada larga - se ocupará de que no pueda volver a hacerlo -

- Sir Rudolph, esa rama retorcida está sufriendo por la necromancia. Como todo el resto alrededor. No es ese roble el problema, puede creerme, lo vi ayer y sentí una enorme pena por él, es un árbol magnífico, y si no conseguimos eliminar el mal de la tierra, morirá muy pronto. Nada ha de temer de él.

El árbol iluminado por la luz del escudo no reaccionó, aunque sus quemaduras sanadas, con los nuevos brotes brillantes, y las vetas negras de la corrupción se hicieron más evidentes. La espada golpeó la raíz retorcida, con escaso efecto, parecía un árbol normal, en ese sentido, y la espada no era la mejor arma para hendirle. Una muesca que dejó ver la madera, dura y fuerte pero con pequeños hililos negros, fue todo lo que consiguió.

Por lo demás ni siquiera se movió.

Mientras el clérigo se acercó a la fuente de corrupción, rezando en voz baja en latín; tocó las hierbas quebradizas y retiró la mano asqueado. Inmediatamente pasó unos minutos meditando con plegarias quedas y luego se acercó a la zona, comenzó sus rezos y cantos, propios de conjurar. Tras medio minuto volvió al grupo sin conseguir más que unas volutad de humo al usar agua bendita.

-"Puedo asegurar que la necromancia en esa zona no es residual, ni mucho menos. La magia básica que tengo disponible no ha servido para nada: he bendecido la tierra, la he intentado sanar, he tratado de purificarla como fuente de alimento, expulsado el mal que la acongoja y rociado de agua bendita. Conozco un ritual, que podría ayudar, por desgracia tiene un coste que mi humilde parroquia no puede asumir ahora, pues precisa agua bendita con polvo de plata. Además, la magia es fuerte, más que la mía... el ritual podría no tener suficiente energía." - el coste, seis años del sueldo de un jornalero, no era algo que supusiera un quebranto inabordable para los caballeros, incluso Navief y Edgar podrían afrontarlo, Denia y Lirio, que no tenían nada de dinero no podrían.

-"Pensé, por ello me pareció bien que la dama Lirio les contactase que quizás la hermana podría dar muestra de su santidad. Un milagro es lo que realmente necesitaríamos aquí."
 

La rama que Rudolph atacaba era, en realidad, la ninfa, que la miró con ojos asustados y se enraizó más fuerte en su árbol. Por suerte mientras estuviera dentro de su roble era inalcanzable y estaba protegida por la misma dureza del árbol. La dríada estaría tan segura como lo estuviera el roble.

Se arrodillo junto a la tierra, acariciandola, como un madre acariciaría a su hijo enfermo, en ese momento algo cambio en su rostro, se puso seria y miro al cielo como si alguien la llamase.

Sus ojos se quedaron blancos por completo, dejando los mismos sin pupila ni iris, y con las manos apoyada en el suelo, clavo sus manos en la tierra y empezó, como si de una cascada se tratase, a manar sangre de su boca, empapando la tierra que a sus rodillas estaba.

¿Tengo que tirarte cuentos puntos gasto o decírtelo o eso ya lo haces tu?