Partida Rol por web

En el momento en que cruzas la poza te sientes caer al vacío entre brumas opalescentes. La sensación es la misma que si te estuvieses hundiendo en el mar, pero puedes respirar sin problemas. Cuando por fin te acostumbras a la sensación de caer eternamente y sin control, te empiezas a fijar en lo que te rodea. Y te das cuenta de que no estás avanzando en ninguna dirección.

¿Es aquí donde viven los dioses?

Miro alrededor a ver si hay alguién más atascado como yo.

- ¡AXELOS! ¡NIVEKA!

Si no veo nada coloco la gema de tierra en el escudo, aunque no parece que haya gravedad que multiplicar.

Colocas la gema de tierra en el escudo y sientes esa sensación familiar de estar hecho de plomo. Como es posible que no esté descendiendo. DEBERÍA estar descendiendo. Y entonces desciendes. A poca velocidad, luego a más. Y entonces detectas una pequeña plataforma a lo lejos cubierta por bruma opalescente. A medida que te acercas sientes la necesidad de frenar, pues de lo contrario te vas a estrellar contra el suelo. Quitas la gema de tierra. Pero no frenas. Y DEBERÍAS estar frenando. Y entonces frenas. Hasta posarte junto a una figura que llevabas viendo desde hace unos instantes.

- ¿Y los demás?

Se lo mismo que usted, señor Menelpar - la muchacha señala el único camino que parte de la pequeña plataforma de losas sueltas en la que os encontráis -. Quizá usted sea partidario de lanzarse de cabeza al peligro, pero yo prefiero analizar la situación antes de actuar - señala el vacío a ambos lados del camino -. El camino parece sólido, pero si cede o nos desequilibramos caeremos a esa bruma opalescente. Tampoco alcanzo a ver qué hay mas allá - señala también el final del camino de piedra, que se pierde en la distancia.

- No temo al peligro cuando los dioses me guían. Y si muero en el camino es por que así debe ser.

Empiezo a caminar por el camino de baldosas.

- Tú sí debes tener miedo.

Avanzas por el camino, poniendo cuidado de donde pones los pies, con Suara siguiéndote de cerca. Tras un rato andando os topáis con una criatura que no sabrías describir, hecha de algún tipo de metal dorado. Pese a no tener rasgos discernibles, estás seguro de que te observa con atención. La criatura ocupa todo el ancho del camino.

Me estoy cansando de encontrarme criaturas que entorpecen nuestro camino.

- Eh, hola. Soy Menelpar, de los mil dioses. ¿Podemos pasar? Ejandr nos ha permitido la entrada en este plano para dirigirnos a los nueve infiernos de Baator.

De forma tranquila y escondida busco la gema de fuego, el escudo y la maza para tenerlas a mano.

La criatura no parece entender tus palabras, o quizás piensa que tus intenciones son malvadas. Sea como fuere, no se aparta.

Me giro a Suara.

- Suara, por favor, ¿puedes encargarte tú? No tengo más paciencia para intentar dialogar con mas criaturas extrañas.

Coloco la gema de fuego en el escudo de espaldas a la criatura y haciendoselo ver a Suara.

Faltaría más, llevo días tratando con criaturas especialmente duras de mollera - la piromante te rodea para ponerse entre la criatura y tú. Entonces saca de su zurrón un frasquito de perfume, lo abre, y lo pasa cerca de la criatura, quien parece interesarse por la fragancia -. ¿Os gusta? ¿Lo queréis? Permitidnos pasar y será vuestro - Suara acompaña sus palabras de gestos precisos y probablemente muy entrenados. La criatura se aparta unos centímetros, lo justo como para que podáis pasar, pero sin "perder de vista" el frasquito de perfume - ¿Continuamos, señor Menelpar? - pregunta con sorna al tiempo que cruza ella misma. Por temor a que te la juegue, cruzas con presteza. Entonces Suara, con toda la delicadeza del mundo, le entrega el perfume a la criatura - Una dama debe cumplir sus promesas - indica -. Además, se nota que esta infeliz criatura no ha tenido nunca el placer de embriagarse de un perfume tan caro - añade.

Aunque sorprendido por dentro, por fuera intento mantenerme serio como si no hubiese pasado nada y continuo caminando y mirando alrededor a ver si consigo ver a alguien más.

Vamos compañeros, no me dejéis a solas con esta.

Descubrís que el camino de piedras flotantes parece ser parte de una muralla. Trozos de piedra se alzan a ambos lados del camino, como muros medio derruidos. Y entonces llegáis a una bifurcación.

- Que los dioses decidan nuestro sino. Cara izquierda, cruz derecha.

Saco una moneda de oro de la bolsa y la lanzo al aire.

¿En serio lo estáis echando a suertes? ¡Si se ve que claramente que por allí hay unas escaleras! - exclama la piromante señalando el camino de la izquierda.

- ¿Y por qué crees que es mejor ir hacia unas escaleras?

Aprovecho para mirar el fondo de ambos caminos.

¡Porque estamos en lo alto de alguna especie de castillo o palacio medio derruido, y esas escaleras son descendentes! ¿Acaso no tenéis ojos? - Suara te mira con los ojos completamente abiertos como si no diera crédito. Lo cierto es que entre la bruma y el casco no ves mucho más allá de unos pies. Pero si algo tienes claro es que los dioses siempre han estado ahí para guiarte en los momentos de ceguera - ¿Tengo que convenceros con perfume a vos también? - la piromante extrae de su zurrón un segundo frasquito y lo agita cerca de tu cara.

Giro la cabeza hacia el camino de la derecha de forma brusca cómo si no hubiese oido nada de lo que Suara ha dicho.

Confio en vosotros.

Empiezo a andar por el camino de la derecha.