Partida Rol por web

Mithdúlin apenas había podido llegar a conciliar el sueño cuando los gritos lo sacaron de la cama. Durante unos segundos se sintió aturdido ante la caótica situación que se desenvolvía a su alrededor. Cuando Rossuon se acercó apremiando a los rezagados para que despertasen, el ya se estaba levantando y cobrando consciencia de lo que pasaba. Ni se molestó en adecentarse, con la ropa de dormir echó mano a su lira, dando gracias por acordarse de dejarla cerca de su saco, e intentó ver a los intrusos. No pudo evitar tragar saliva cuando vio arrastrarse a los esqueletos, que avanzaban con sus tintineantes y herrumbrosas cotas de malla. Sin duda, una visión de pesadilla.

Con la lira en mano, rezó a Amillo y a Vana porque la música lograse sosegar a los muertos del mismo modo que a los vivos. Dejó que todo sucediese a su alrededor, focalizándose en su propia respiración, cada vez más pausada. Estiró sus dedos, acariciando las cuerdas y materializando en su mente la canción y los cráneos pútridos a los que dirigiría su hechizo. Sin embargo, esta vez las notas serían diferentes, disonantes y estremecedoras.
Como era habitual, casi de forma natural, con cada inspiración su cuerpo se fue llenando de una energía electrizante que bailoteaba entre sus venas. 

No tuvo sueños aquella noche, solo un frío y oscuro vacío que le hacía agitarse de inquietud incluso dormido. No esperaba ser despertado aquella noche, tal vez por eso no entendió un significado inmediato al grito que le sacó de sus sueños sin sueños, pero tras parpadear y asimilar la escena que se desarrollaba a su alrededor todo cobró sentido de golpe.

Los fantasmas eran reales, cadáveres de hombres fallecidos tiempo atrás se alzaban de la tierra como espíritus vengativos. Ya habían hechizado con su hedor de ultratumba al guerrero enano de guardia, y a él lo seguirían serían los demás. Infundido por un súbito pánico, Aeth se puso en pié de un salto y su primer impulso fue buscar la salida pero no había remedio; los espectros se encontraban directamente en su camino, no podía escapar de allí sin más.

Con el rostro contorsionado en un grito mudo, el explorador palpó el suelo con las manos desesperadamente hasta dar con el mango de su maza y la asió con ambas manos. En sus pensamientos estaba seguro de que no derrotarían a aquellos guerreros fantasmales, pero su instinto de supervivencia era más fuerte que aquella creencia, y por ello no abandonaría su vida sin luchar por conservarla.

Hunkel se levantó de un salto, se encontraba conmocionado, sin llegar a comprender del todo lo que sucedía. ¿Es que sus sueños interrumpidos se habían tornado tan oscuros?, no, no era eso, era la realidad, aunque pareciera increíble para él. Maldijo para sus adentros y se preparó entonces la batalla, aunque sin dejar en pensar que se había equivocado, que si hubiera creído en las palabras de aquella mediana podrían haber preparado una mejor defensa o bien simplemente no estarían todos tan sorprendidos.

Había pensado en un momento coger su amada ballesta y empezar a lanzarles saetas a aquellas criaturas, pero sabía bien que eso sería poco inútil. Esas cosas eran prácticamente puro hueso, las saetas se colarían entre los huecos que dejaba su falta de carne; además, aun tendría que recargarla.

Por ello lo que hizo fue coger su escudo y su martillo mientras avanzaba a la batalla. No muy gustoso de tener que enfrentar a algo que debería estar muerto ya, pero completamente consciente de que aquella batalla sería hasta la muerte.

Eoden se incorporó ante el grito de alarma al igual que sus compañeros y quedó sorprendido de lo que sus ojos le mostraban ante si. La naturaleza del ataque se había tornado aterradora; él esperaba ver a unos bandidos asaltando la torre, pero jamás se hubiera creído lo que tenía delante si no lo estuviera viendo con sus propios ojos. Evidentemente, no se había creído las palabras de la mediana a pesar de su fanfarronería al escucharlas.

Pero ya no era tiempo de jactarse de su habilidad de combate, sino de mostrarla. Eoden no dudó, tomó su espada y su escudo y se levantó de un salto para correr hacía el espectro que se abalanzaba sobre Rossuon para cortarle el paso de inmediato. 

Uno de los espectros, el que se dirigía a enfrentar al enano, emitió un quejumbroso sonido por su boca que sonaba tan tétrico como espeluznante. En un primer momento les pareció una especie de rugido siniestro pero entre los sonidos que manaban de su cadavérica boca pudieron distinguir como se articulaban algunas palabras.

-Chan eil èisteachd ri cuid a phuinnseanachadh faclan, Andil. Tha dubh-uasal a 'bruidhinn annta. Tha iad airson a ghabhail an tùir.

Y alzó su ancha espada llena de herrumbre contra el enano que se interponía en su camino.

-No hagas caso a sus palabras envenenadas, Andil. El Señor Oscuro habla en ellos. Quieren tomar la torre.

El segundo espectro, quien se dirigía hacía Rossuon, contestó a la voz de su compañero con el mismo tenebroso sonido manando de la profundidad de su ser. Sus palabras sonaron amenazadoras y peligrosas.

-Tha fios agam, Anacar. ¡Airson a 'bhlàir!.

Levantó su espada para cargar contra el dunédain, era aquella una espada larga igual de oxidada que la del otro espectro, pero al mismo tiempo igual de peligrosa.

-Lo sé, Anacar. ¡A la batalla!.

Los espectros se movían como si flotaran por el aire a pesar de su esquelética figura, las cadenas que portaban sus armaduras no tintineaban y sus pisadas tampoco se podían escuchar, era como si no fueran reales aunque todos sentían allí su peligrosa presencia y pudieran verles. La espada del primero de ellos se alzó contra Gramj antes de que el enano pudiera intervenir y chocó contra la coraza de Gramj que pudo absorber el impacto por fortuna. El enano entonces se decidió a contraatacar, pero la mala suerte estaba de su lado en la batalla. Como le ocurriera en el último combate, librado contra el jabalí, Gramj notó como el mango de su martillo se escurría de entre sus dedos nuevamente. El enano estaba dispuesto a permitir que le ocurriera semejante fallo por segunda vez, y quedar desarmado frente a un rival peor, por lo que hizo acopio de toda su destreza para sostener con fuerza el arma, y lo logró. El arma no salió despedida de su mano pero sintió como un calambre le engarrotaba el brazo por el movimiento poco natural que había tenido que hacer para evitarlo.

El otro espectro caminaba dirigiéndose hacía Rossuon quien retrocedía en una posición defensiva. Portaba una espada larga que empuñaba a dos manos y lanzó un tajo horizontal a la altura del pecho para eliminar al humano. Eoden corría a hacerle frente, pero no logró llegar antes de que el esqueleto lanzara su ataque contra Rossuon. El dúnadan tuvo que alzar su escudo y utilizar su espada para poder detener el ataque poderoso de su enemigo. Trató de devolverle el golpe, pero la fuerza del impacto había atenazado sus músculos y su contraataque quedó demasiado corto. Eoden llegó en ese momento para sumarse al ataque de su compañero, pero el joven muchacho había corrido demasiado y la fuerza de su golpe se perdió en el apresuramiento con que lo realizó.

Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Aceroamargo al escuchar las frías y chirriantes voces de los espectros; habían comprendido sus palabras y respondían en el mismo idioma, la antigua lengua de Númenor. Aquello confirmaba los cuentos y leyendas sobre el destino de los Dunedain de Cardolan y los malignos ardides del Enemigo para con ellos. Los esqueletos parecían creer que el grupo de Dimrod servía al Señor Oscuro y trataba de tomar la torre. Hasta aquel punto permanecían engañados, aún tras su muerte.

El joven tuvo la visión fugaz de las tumbas que había cavado junto a los vados del Baranduin, y una terrorífica imagen de rostros familiares pero descarnados y con un brillo de odio en los ojos como el de aquellos dos espectros, levantándose de nuevo al mundo de los vivos insuflados de la maldad que venía del Norte, acudió a su mente. La rabia sustituyó al miedo, por Manwë que no sería así. Desechó ponerse la cota de malla, tardaría demasiado. Yelmo, grebas y brazales tendrían que ser suficiente aquella vez. 

Mientras embrazaba el escudo, veía el Árbol Blanco que lo adornaba ¿Lo verían los espectros? ¿Reconocerían el árbol del Oeste bajo cuya insignia posiblemente hubiesen combatido y muerto? Empuñó su espada con decisión, traída de Númenor por sus antepasados, serviría para llevar el descanso eterno a aquellos dos.

Se sintió tentado de volver a dirigirse a los espectros, pero desistió por el momento. Muy arrogante resultaba pensar que podría romper el encanto del Señor Oscuro solo con sus palabras. En cambio, fue a Dimrod a quien se dirigió.- ¡Sacalas de aquí!- Dijo al eriadoriano refiriéndose a Lady Melyanna y a Matha.- ¡Abandonemos la torre! ¡Creen que la están defendiendo!

-¡Ellos bloquean la entrada!. -Gritó Dimrod alarmado señalando con su espada hacía los espectros y la puerta.

Eoden, Rossuon y Gramj formaban una línea defensiva entre ellos y los espectros. El combate se estaba librando bajo el umbral de la misma puerta, pues la respuesta por parte de los vigías había sido rápida por fortuna. Pero mientras la pelea se desarrollara allí, sería muy peligroso tratar de abandonar la torre. Aquella puerta era la única salida que quedaba en pie, las ventanas eran demasiado estrechas y si alguna vez hubo una puerta secundaria, ésta quedó enterrada bajo los escombros del derrumbamiento del segundo piso.

Rossuon se sintió confuso al escuchar y entender las guturales voces que emergían de los cuerpos cadavéricos que se abalanzaban sobre ellos. Le resultó evidente que habían sido engañados, además de privados del descanso que merecían, ¿pero existía forma de razonar con ellos para restaurar su cordura? 

Las distancias con el espectro se acortaron y el inconsciente tomó control de cuerpo y mente. Alzó escudo y espada para bloquear la hoja oxidada de su siniestro enemigo y sintió la fuerza de la criatura en sus brazos. Le fue imposible conectar un contraataque, pero no le importó. Tiempo, necesitaba tiempo. Para ello mantuvo su posición defensiva. Apretó los dientes, aferró con fuerza su arma y el agarre del escudo y esperó el próximo embate. 

De reojo vio que Eoden se sumaba al combate. El ruido de actividad le indicaba que el grupo se preparaba para enfrentar a las pesadillas hechas realidad, a los temores que la mayoría no habían querido creer. Tuvo que contener un miedo repentino que amenazó con atenazar todo su cuerpo. ¿Contaban los espectros con refuerzos? 

Los gritos y la confusión se apoderaron de un grupo recién despertado y hasta desarmado en algunos casos .Unos chillaban que había que abandonar la torre otros gritaban que era imposible ya que los enemigos bloqueaban la única salida .Aular observaba desde el piso de arriba sin poder hacer otra cosa que seguir implorando la ayuda de los espíritus para calmar la cólera de esas almas perdidas .No duermas nunca en una casa porque el enemigo puede estar dentro...

-Preparaos para relevarnos en el combate si es necesario, no permitamos que avancen- exclamó el enano al tiempo que se unía a la batalla cargando contra el esqueleto contra el que combatía Gramj. -Ahhh, regresen por donde vinieron pila de huesos- grito el enano al tiempo que lanzaba su primer ataque en batalla con aquel grupo vario pinto de mercenarios.

El enano no sabía si podría doblegar a aquellos seres con su martillo, jamas había enfrentado a nada así, y el hecho de tener que hacerlo sin su armadura y en combate singular cuerpo a cuerpo le era por demás atemorizante. Al menos contaba con que los demás le cubrieran en caso de que fuese herido en batalla.

Mientras preparaba la lira, haciendo girar las clavijas y probando la tensión de las cuerdas, le pareció oír tétricas voces en adunaico. Chirriantes voces arrastradas por huesudas bocas sobrenaturales. Mithdúlin decidió continuar con su pequeño ritual para ayudarse a mantener la concentración. Pronto el hechizo estaría listo, podía sentir la letra de la canción materializándose en su mente.

Respiró hondo e intentó obviar todo lo que sucedía a su alrededor, hasta aquello que ocurría dentro de si mismo. Olvidó su miedo, sus nervios, la urgencia. Solo existía la melodía y la magia llenando su cuerpo, latiendo como una estrella del tamaño de un corazón y fluyendo por todo su ser.

Oír las voces de ultratumba que salían de aquellos huesos le arrancó una chispa de miedo visceral que enseguida se convirtió en disposición a pelear. Agarró su maza sin dudarlo y empezó a caminar a zancadas, balanceando la pesada arma entre sus manos callosas, en dirección a aquellos engendros.

—¡Dejadme paso para partirles esos huesos que nunca debieron moverse sin carne sobre ellos! —gritó, maravillado por aquel terrorífico espectáculo, con los ojos abiertos de par en par e inyectados en sangre—. Khazâd ai-mênu!!¹

-¡Ellos bloquean la entrada!. -

Un escalofrío más le recorrió la espalda cuando su pensamiento fue repetido en voz alta por Dimrod. Le sudaban las manos e hizo girar la maza en sus manos sin darse cuenta para que el mango no se le resbalase, pero no se movió de donde estaba. Aunque se hubiese visto con la valentía e imprudencia necesarias para arrojase al combate, la pareja de espectros ya se enfrentaba a 3 de los mercenarios; 4 en cuanto el enano Hunkel se lanzó en ayuda de su compañero. No era solo que los espectros cadavéricos les estuvieran impidiendo salir, era que entre todos estaban bloqueando aún más la entrada.

- ¡Si seréis idiotas! ¡Retroceded, podemos rodearlos! - Aeth estaba hablando de escapar, aunque bien pensado aquello también serviría para que los más rezagados pudieran unirse al combate todos a la vez.

Eoden se colocó en posición ofensiva para mantener a ralla a aquel espectro. Su primer golpe había sido apresurado y resultó fallido, pues las prisas por interceptar al espíritu que se abalanzaba sobre Rousson le había hecho perder eficacia en el golpe. En esta ocasión colocó firmemente los pies sobre el suelo y se preparó para clavar la espada sin piedad alguna entre los huesos del enemigo.

-¡Por la dama Melyanna!. -Llegó a gritar en su afán incansable de proteger a su esperada conquista.

Gramj sentía como el brazo le dolía como si su músculo se hubiera desgarrado con un tirón en el ataque anterior, no se podía permitir otro fallo igual. Empezaba a sentirse demasiado avergonzado por ello, y prefería morir en un honroso combate que vivir de aquella forma.

Afianzó sus manos sobre el mango del martillo y atacó al espectro, esta vez el arma no se escurrió y pudo sentir como recuperaba la confianza al realizar un correcto ataque, que resultó tímido por la falta de confianza que el enano sentía y el dolor que le producía el brazo, pero suficiente para recuperar la confianza.

El espectro repitió el ataque contra Gramj, su espada oxidada se alzó de nuevo y buscó, con una serie de golpes centrados en el enano, poder superar su defensa. Anacar, pues así era como se había llamado en vida aquel hombre antes de que la magia oscura de la Sombra le privara de su merecido descanso, era bastante más alto que el enano y sus golpes se dirigían hacía abajo como una lluvia de acero letal.