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La sombra del Norte

Capítulo 4: El Viejo Camino del Norte

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05/09/2017, 08:24
Gramj Haïa

El enano de la capucha quería terminar el viaje, y jugar no era el modo de avanzar.

No jugaba por dinero, y las únicas partidas en las que participaba eran o de habilidad o de tragar cerveza, pero en estas últimas no era ni de los favoritos ni de los que quedaban medianamente bien clasificados, así que, con la desgracia acaecida en el grupo, con la pérdida de tiempo que proponía y su forma de ser, Galastel sólo consiguió una mirada descaradamente agresiva, rechazando, tanto la propuesta, como su forma de actuar. Y con eso le riñó.

- ¡Ya está bien!.

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05/09/2017, 19:21
"Aceroamargo"
Sólo para el director

Su yelmo y el escudo..., su capa y la armadura... no podía negarlo. Su indumentario le delataba, era un hombre de armas, un soldado al servicio de Minas Arnor. Había ido al norte, junto a su familia y decenas de compañeros para luchar contra las huestes de Agmar. Allí su fatídico destino lo esperaba, la supervivencia a costa de la vida de sus seres queridos.

- Lo fui... - dijo tratando de parecer decidido en su contestación, pero mostrando su mas triste rostro - Lo soy aun... - dijo recobrando la seguridad en si mismo.

- Hare lo que me pide, cuidaremos de los nuestros - le dijo - Si necesita algo de mi, ayuda, no dude en pedírmela - termino por decir.

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05/09/2017, 23:56
Yulma Tarmaelen

Yulma comprendió los motivos de Melyanna para no dar más detalles, y asintió con respeto cuando escuchó "vieja promesa".

Lo comprendo, mi señora. Y mantendré mi palabra de continuar con la última voluntad de Mithdúlin; aunque ello suponga el fin de mis días. Sea lo que sea lo que nos aguarda de camino al norte, podréis contar con ayuda.

Hacía ya tiempo que había abandonado los altos y blancos mellyrn de Lothlórien para recorrer los caminos y luchar a su manera contra la sombra. Adoraba su hogar, pero compartía con el bardo el amor por el viaje. Podía aprender hechicería entre los suyos, pero de qué serviría si no llegaba nunca a enfrentarse a un enemigo real?

¿Historias? —preguntó pensativa Yulma ante la petición de la mediana —Hace demasiado que he dejado mi hogar, pero podría hablaros de tantas cosas… de los gloriosos árbolles mellyrn, que crecen frondosos y albos a la luz del sol; cómo el viento murmura entre las hojas doradas o canturrean alegres los ruiseñores, la brisa fresca o dormir bajo un manto de estrellas. ¡Ah! Pero todo eso son ahora recuerdos para mi. Ahora mis días están en las sendas y el acero —hizo una breve pausa para mirar con nostalgia al horizonte, en dirección al este. Respiró profundamente y dirigió a Matha una mirada esperanzada y llena de vida—¿Historias? Sin duda podría contaros muchos sueños y esperanzas, pero ni mi voz es melodiosa ni mi memoria tan viva. Pero si estáis dispuesta a escucharme, compartiré con vos el relato de mis periplos si vos me contáis vuestras andanzas con el ruiseñor gris. Contadme, por favor, cómo fueron sus últimos días, sus últimas canciones.

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06/09/2017, 02:15
Hunkel Saeta de Hierro

Hunkel estaba muy de acuerdo con su compañero enano, y no es que realmente le molestase el conversar si no que en aquellos momentos seguían aun molesto por lo sucedido, se sentía atropellado por la vana muerte de un compañero y por las nulas respuestas de aquel quien les pegaba, al menos desde su perspectiva.

-Les aconsejaría jamas apostar si no están completamente seguros de que van a ganar, si aprecian perder lo que van a apostar, simplemente no lo hagan. Una moneda esta mas seguro en su bolsillo que en la mano de un astuto Tahúr-.

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06/09/2017, 22:47
Aeth Umbradacil

Normalmente no le gustaba que se tomasen la confianza como para darle palmadas, pero Aeth se lo permitió por la actitud del Tahur y esa pizca de adulación hacia su ácido humor. Dudaba si aceptar el ofrecimiento de Galastel y su apuesta, ya que por mucho que le tentase el oro fácil no se le había escapado la noche anterior en la taberna el alboroto que su asombrosa "suerte" había motivado; sin embargo era un hombre que solía llevar la contraria a la corriente por naturaleza, y la negativa de los dos enanos le envalentonó aún más.

- Bah, es mi bolsillo y son mis monedas. ¿A quién le va a importar? Acepto la apuesta, mi plata contra su oro. - A pesar de todo, a Aeth no se le olvidaba que si aquel tipo era tan tramposo y embustero como parecía sería igual de efectivo que si arrojara sus monedas a un pozo, de modo que optó por no jugar limpio, confió en su ingenuidad e intentó amedrentarlo un poco - Además, todos saben que no hay tahures de verdad al norte de Cardolan, porque si te pillan haciendo trampas cuando hay dinero de por medio, te rompen los dedos. - Era una invención suya, claro está, pero incluso una mentira como aquella podía infundirle suficiente miedo al tal Galastel como para pensarse dos veces el intentar engañarlo. Remató la frase con una sonrisilla confiada esperando a la reacción del tahur.

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07/09/2017, 13:53
Elacar Brazoafilado

Elacar captó enseguida la desazón de Aceroamargo, aquella tristeza que cubría como un hálito invisible a todos aquellos que habían sobrevivido a los calvarios de aquella guerra sin fin que les tocaba vivir en esos oscuros tiempos. Apretó los labios en una mueca de comprensión y asintió con la cabeza. Era un dolor que todos conocían pero que no pronunciaban en voz alta. No hacía falta más explicaciones.

-Si queréis, -dijo dubitativo, -en los descansos podemos hablar de batallas y estrategia. En mis años como soldado aprendí unas cuantas cosas. Tal vez os venga bien aprenderlas, ahora que los días son más cortos y el Enemigo acecha allá arriba. -Movió su cabeza hacía el Norte ligeramente.

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07/09/2017, 14:08
Galastel

El brillo en los ojos de Galastel se acrecentó cuando Aeth aceptó su apuesta. Mostró sus blancos dientes en una amplia sonrisa e inclinó ligeramente la cabeza para asentir a las palabras de su nuevo oponente, ignorando por completo las chanzas de los enanos y sus desconfiados refunfuños.

-Por supuesto, y a pesar de mi detestable apodo está claro que poseo intactos todos los dedos de las manos. -Dijo alegremente mientras mostraba sus delgados dedos que se movían con agilidad en unas manos tan delicadas como las de un elfo. -Subid conmigo a esa carreta, jugaremos mientras los mulos hacen su trabajo. Que mejor manera de combatir este monótono aburrimiento.

Así pues, mientras la caravana comenzaba a moverse lentamente en un paso despacio pero constante, Galastel se aupó a una de las carretas lo suficientemente amplia para que pudieran jugar con comodidad. No tardaron en llegar curiosos a los que entre bromas, el Tahúr Púrpura invitó a sentarse junto a ellos y hacer conocedores de la generosa recompensa a quien lograra ganarle.

Las ágiles manos de Galastel repartieron las cartas, tres por cada jugador. Las reglas del Cambio de Marea eran sencillas. Cada jugador podía mirar sus cartas y colocarlas bocabajo sobre el tapete, separadas y en el orden que quisiera. Entonces, el otro jugador elegía una de su oponente y las intercambiaban. Luego, tras descubrir las cartas, quien más sumara ganaba. La carta más baja era el as, mientras que cada figura contaba como 10 puntos. Para Galastel no había juego más rápido y emocionante que ese.

Galastel miró las cartas que le habían tocado y alzó la vista hacía Aeth, sonrió y colocó sobre la mesa las cartas en el orden que le pareció oportuno. Alzó una mano hacía el dorwinrim y le cedió el turno.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Lanza 3 dados desglosados de 12 para ver que cartas te da la suerte. Después decide como las ordenaras y lanza 1d3 para ver que carta de Galastel te llevarás.

1 -> 4; 2 ->11; 3 -> 6

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07/09/2017, 17:01
Aeth Umbradacil

Ignorando las miradas furibundas de sus compañeros, Aeth ató las correas de su nueva montura tras el carro y se aupó siguiendo al tahur. Estaba decepcionado por no haberlo intimidado con sus palabras, pero pensó que tendría oportunidad de amenazarlo con más contundencia si le descubría haciendo trampas más adelante.

Para rematar su descontento, no solo perdió la partida de cartas, si no que no tenía ni la más remota idea de cómo podría Galastel estar haciendo trampas una vez hubiera dejado sus cartas sobre el carromato.

- Bah, simple casualidad. - respondió Aeth intentando esconder su irritación, que no era poca. - Echemos otra ronda. -

- Tiradas (2)

Notas de juego

Si he entendido bien como funciona, no importa la carta que recoja Galastel, ya he perdido yo solito xD

Balance: -2mp

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07/09/2017, 18:03
Galastel

Intercambiaron las cartas, según las reglas del juego, y entonces mostraron qué tenían cada uno de ellos. Galastel mostró una poderosa figura con la forma de un caballo que sin duda alguna le daba la victoria. Aeth había tenido la mala fortuna de llevarse la carta más baja de todas las que el Tahúr poseía. Ahora empezaba a entender porque todos tenían tanto odio hacía el muchacho. Estaba bendecido por la suerte, pues no había signo alguno de que hiciera trampa.

Galastel torció el gesto y se lamentó como si hubiera sido él mismo el perdedor de la partida. A pesar de haber ganado las dos monedas de Aeth, parecía no alegrarse por ello y chasqueó los labios. -Lástima. -Dijo apenado.

-Emocionante, ¿verdad?. -Comentó el joven, quien sentía como una bocanada de aire fresco le revitalizaba de nuevo. -Conseguir buenas cartas puede ser un problema si tu adversario justo las elige. -Mostró una sonrisa de compasión mientras recogía en primer lugar las dos monedas de plata de Aeth y después las cartas y volvía a barajarlas.

-Dos monedas de plata para otra apuesta, mi buen amigo. -Le respondió al dorwinrim antes de volver a repartir las cartas.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Descuéntate las dos monedas de plata.

1 -> 9; 2 -> 2; 3 -> 7

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07/09/2017, 18:32
Aeth Umbradacil

-¡Pero, qué demonios! - exclamó en cuanto descubrió la carta de su oponente. Había cartas en la baraja con más valor que su mano entera, y por supuesto en cuanto Galastel mostró sus cartas demostró que había ganado sin espacio de duda. Aeth estuvo tentado de llamarlo tramposo a gritos delante de todo el mundo, pero en cuanto le pidieran que lo demostrase sabía que solo quedaría como un idiota. Ahora había perdido el equivalente a dos de las pagas de Dimrod, lo que a pesar de todo solo era una parte pequeña de su botín

- No se si sois tahur, o mago, pero ahora entiendo los rumores que corren sobre usted. - Aeth atesoraba su oro lo suficiente como para retirarse de aquella apuesta maldita antes de perderlo todo; o de perder la paciencia y partirle la cara a su contrincante, de modo que se apartó y habló con una voz afectada y gruñona. - No llenaréis hoy vuestra bolsa de plata a mi costa. Hasta la próxima vez, aunque dudo que haya una próxima vez. -

- Tiradas (2)

Notas de juego

Ya me descuento las 4 monedas

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09/09/2017, 00:30
Galastel

-¡Vaya!.- Lamentó de nuevo Galastel. Quien gozaba de una buena fortuna increíble en ese juego. Pero a pesar de lo mucho que parecía lamentar el haber sacado una suma de puntuaciones mejor que las cartas que mostraba su rival, se apresuró a recoger las monedas y las guardó en su abultada bolsa junto al resto de ganancias del día anterior en la posada.

-Los Valar sonríen mi buena fortuna. -Comentó el respuesta a las palabras de Aeth. -Pero bien jugado, amigo. Bien jugado. Es una pena que no queráis jugar más, pero si cambiáis de opinión estaré esperando vuestra plata con mucho gusto. - Se puso en pie a la vez que Aeth y tendió una mano con deportividad para aliviar tensiones. Lo cierto es que el dorwirim le caía bien.

Galastel no insistió mucho en convencer a Aeth de seguir jugando, nunca lo hacía con quienes arrebataba su dinero pues sabía que había otras bolsas incautas a las que podría echar mano. Y efectivamente, las dos manos que habían jugado levantaron el interés de un par de curiosos y uno de ellos fue lo suficiente incauto como para aceptar el desafío del Tahúr. Pronto se lamentaría de ello.

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09/09/2017, 00:37
Director

Turno 2

La caravana abandonó Bree con paso lento pero constante. La fila de carretas se movía siguiendo las baldosas del empedrado del viejo Camino del Norte-Sur. Aquel había sido una ruta muy importante de comercio que unía las ciudades de Fornost, Bree, donde además se cruzaban las dos vías más importantes del Oeste de la Tierra Media, y Tharbad, algo más al sur. El comienzo de la guerra con Angmar había vuelto inseguros aquellos caminos por culpa de los saqueos de las avanzadillas de orcos que a veces se atrevían a descender tan al sur, sorteando las patrullas de guardias que vigilaban Arthedain, y que no eran suficientes.

Elacar Brazoafilado encabezaba aquella caravana formada por doce carretas y una pequeña escolta, y aunque algunos de sus hombres iban con él, la mayoría se colocaba flanqueando las carretas para asegurar una protección completa al grupo. A esa protección se sumaba la que cada carreta llevaba consigo, pues del mismo modo que les había solicitado a ellos, Elacar ponía como condición que cada grupo pudiera llevar al menos un par de hombres de armas para ayudar a defenderse. Cerrando la marcha se colocaban dos hombres más de Brazoafilado que se encargaban de que nadie se rezagara y que la caravana no se fuera alargando en demasía y mantuvieran un ritmo similar al de la cabecera de la marcha.

El inconveniente de la caravana era su lentitud, tan sólo pudieron cubrir 25 kilómetros en aquella jornada. Aunque sus piernas doloridas y cansadas sí que agradecieron la bajada de ritmo en comparación con las intensivas marchas que imponía Dimrod cuando partieron de la Comarca. A mitad de camino se habían encontrado una partida de una treintena de personas aproximadamente que incluía a varios soldados lisiados. Algunos mostraban miembros cercenados y a otros les faltaban ojos, incluso había quien había resultado menos afortunado y eran transportado moribundo en una carreta. El grupo huía hacía Gondor con las pocas posesiones que les quedaban. La caravana se detuvo para ayudarles y darles algo de agua y alimento, así como curar a los enfermos. Matha, conmovida por la horrible visión de la guerra, fue una de las que se ofreció voluntaria para tal fin. La mediana conocía algún remedio y sabía como aplicar una cura. Aunque había gente con heridas que necesitaban atención, quienes más ayuda reclamaban eran los enfermos, victimas del hambre y el frío.

Al llegar la noche, las carretas de la caravana fueron dispuestas en circulo, por orden de Elacar, de modo que protegieran la hoguera que los hombres preparaban en el centro. En torno a ella, los viajeros se reunían en pequeños grupos para comer y comentar aspectos del viaje. En total la caravana estaba formada por 24 viajeros y 12 escoltas, además de Elacar y el grupo de la dama Melyanna. Cada dos horas un turno de tres hombres se encargaría de patrullar alrededor del círculo. Entretanto, algunos jugaban a los naipes como entretenimiento y otros contaban historias para amenizar la cena. De aquellos grupos, el más concurrido era el de Galastel. El joven había obtenido unas buenas ganancias durante el día jugando a las cartas contra varios viajeros y ahora, haciendo gala de su elocuencia, se disponía a contar fantásticos relatos de grandes héroes de los Días Antiguos, cuentos y leyendas sobre elfos, barcos mágicos y grandes batallas. Incluso Melyanna escuchaba ensimismada las historias del Tahúr, quien se había descubierto como un magnifico narrador de cuentos.

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10/09/2017, 20:16
"Aceroamargo"

El avance en a caravana era lento. El numero de integrantes, las carretas y la falta de monturas para todos, hacia que el convoy se alargase en demasía. El dunadan ya lo había visto antes, largas filas de soldados marchando a la guerra, solo que estos tenían disciplina y conseguían mantener un cierto ritmo.

Brazoafilado iba a la cabeza, había dispuesto a sus hombres a los flancos, separados por una distancia suficiente para tratar de cubrirlos a todos. En la retaguardia había apostado también un par de hombres, que hacían las veces de perro pastor, impidiendo y azuzando a las ovejas rezagadas para que no se descolgasen.

Aceroamargo y sus compañeros viajaban de igual modo, flanqueando por orden de Dimrod a Melyanna y a Matha. No eran los únicos hombres de armas, y junto a los hombres de Elacar, parecía que seria posible defender la caravana si era atacada. No creía que fuese probable, dada la cantidad de defensores, que eso ocurriera. Un calculo rápido le llevo a pensar que habría al menos treinta, cuarenta quizás entre la escolta de cada grupo, los hombres de Brazoafilado y el grupo que Dimrod había reunido.

La noche llego tras unos veinticinco kilómetros y el campamento se fue organizado poco a poco. Elacar dispuso un circulo de carretas, en cuyo interior una gran hoguera calentaría a todos los grupos que se iban formando a su alrededor. En ese fuego central los viajeros se reunían en pequeños grupos y, aunque se mezclaban en algún momento, se podría decir que cada uno de ellos estaba formado por los miembros de cada carreta.

Ellos mismos se reunieron alrededor de una pequeña fogata en la que calentaban algo de sopa, momento en que aprovecho para hablar con sus compañeros. Temas triviales, si tenían que compartir camino, tendrían que conocerse un poco. Se intereso por sus hogares, por saber de donde venían, y de que los había llevado hasta allí. No todos eran demasiado receptivos, el mismo era bastante reservado, pero no había mucho que hacer.

- Bien compañeros, ahora que estamos al resguardo y protección de toda la caravana, cuéntenme algo - rompió el hielo - díganme, ¿de donde vienen?, ¿Qué les trajo hasta aquí? - Quiso saber educadamente.

Escucho atento a quien quiso contarle, y el mismo les conto algo de si mismo, de como sencillamente había viajado al norte desde Minas Arnor para unirse en la lucha al norte. Tras la cena y algo de charla se levanto.

- Mi señora... - dijo haciendo una pequeña reverencia a Melyanna - Señor... - Dijo encarado a Dimrod - Me gustaría ausentarme, hablar con Elacar un rato, y unirme a las guardias de sus hombres - anuncio - Si me lo permitís y consideráis oportuno, por supuesto. - termino por decir a la espera de que le concedieran el permiso.

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11/09/2017, 09:04
Gramj Haïa

El enano, taciturno, más si cabe. Mantenía el silencio. No se encontraba con derecho a hablar, a no ser que hiciera totalmente falta. Un fallo en su guardia, que el mismo se achacaba a si, había causado un rapto temporal y el fallecimiento de uno de los escoltas. Tenía que resarcirse.

Se había pasado todo el camino en silencio. Frotaba los labios y se mesaba la barba cada pocos cientos de pasos. Se encontraba inquieto. Incómodo. No se sentía digno. Además este ritmo más liviano sólo valía para estar menos fatigado, menos atento a los pasos y por tanto, más tiempo para reconcomerse por dentro. Por lo menos, también estaba más atento a los alrededores. Deseaba desde los más profundo de las rocas de las que provenía, que unos cuantos orcos aparecieran y pudiera, con todo su ser, eliminar unos cuantos, para ... así, sentirse útil. Sentirse mejor.

Por la noche, silente, permaneció cerca de la dama, escuchando el ambiente, y haciendo fugaces miradas hacia el exterior. Discretas. Sin que se notase demasiado. Además, la hoguera permitiría que los orcos les detectasen desde lejos, y por muy buena que fuera la defensa de perímetro, era fácil que preparasen un asalto. Incluso tenía en cuenta las rondas. La pareja que circulaba, y cada cierto tiempo cruzaba por un punto. Las rondas podrían ser estables, pero más o menos, tardaban un tiempo, y a no ser que se entretuvieran en algo (hay veces que te toca para ha hacer ... tus necesidades) ... solían tardar más o menos lo mismo.

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11/09/2017, 16:36
Dimrod

Después de la cena, Dimrod se había recostado junto a la hoguera apoyado en uno de los fardos con los que cargaba.Había vuelto a su hábito de tallar un trozo de madera con la daga mientras reposaba al calor de las llamas que bailaban en el centro del círculo. Había empezado dándole forma de caballo, pero entonces se acordó de Mithdúlin y le apenó profundamente así que decidió rectificar, retocando la figura para que se pareciera más a un lobo.

Entre tanto, Eoden se había sentado frente a Melyanna y observaba con celo como el Tahúr había conquistado la atención de la dama con sus cuentos e historias. A Eoden no le hacía mucha gracia y aunque trataba de disimularlo, no podía evitar lanzar miradas furibundas hacía Galastel. Dimrod observaba la situación y le hizo gracia lo irónico de la situación, pues no hacía mucho que el propio Dimrod era quien desconfiaba del Eothraim.

Mientras daba detalle a una de las orejas del lobo, Aceroamargo se acercó hasta él y le solicitó permiso para acercarse a Elacar y ocuparse de una de las guardias. Dimrod asintió con la cabeza e hizo un gesto con la mano para indicarle que no había ningún problema en ello.

-Claro, claro. Id.

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11/09/2017, 19:33
Rossuon Pairaniar

Rossuon logró más jóvenes seguidores a base de imitaciones y bromas, y pasó gran parte del viaje entreteniendo a los más pequeños de la caravana. El viaje se le hizo muy ameno y su cuerpo agradeció el ritmo más sosegado de la jornada. Cuando se cruzaron con la partida de heridos no dudó en organizar a los niños para que ayudaran en lo que fuera posible. Movilizando a los enfermos, acercando agua, sujetando vendas… Era la oportunidad que tenían de ser útiles y el noble los alentó con fuerza. Aunque él se limitó a la dirección.

Al reunirse alrededor del fuego no pudo evitar notar la falta del compañero caído. Los pensamientos sobre la muerte volvieron a asolarle. La pena. El miedo. Miró alrededor, como si cualquier peligro estuviera acechando en la oscuridad, e intentó convencerse de que disfrutarían de una noche tranquila. Eran un grupo numeroso, posiblemente poco atractivo para ser atacado, y aún así no conseguía relajarse del todo. No podía esperar seguridad en los caminos cuando no lo había estado en el interior de una ciudad.

- Era hora de salir de Gondor y conocer otras tierras. -

El joven noble respondió escueto para pasar la pelota cuanto antes, mirando al resto para que fueran otros quienes contasen sus historias. Rossuon no había iniciado su viaje por voluntad propia, o al menos no del todo, y deseaba volver cuanto antes. ¿Pero qué les iba a contar a ellos? Pensaba que sus experiencias tendrían poco interés para viajeros experimentados. ¿Y qué decir de su marcha de su ciudad natal? Aeth se reiría de él incluso antes de empezar…  

En cuanto a las guardias, el gondoriano pensaba que estarían incluidos en las rotaciones y se alegró cuando pareció que se librarían. Aún no cantaba victoria, pero no se presentaría voluntario. Dormir una noche entera se le antojaba un lujo que no sabía cuando podría volver a repetir. 

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12/09/2017, 01:38
Yulma Tarmaelen

Matha, la dama y la hechicera, viajaban junto a Dimrod en la carreta. Era un viaje bastante más cómodo que a los que estaba acostumbrada la elfa, pero prefirió no quejarse. Le gustaba la compañía de Melyanna y de la mediana. Además, su experiencia militar le decía que su posición ideal era mantenerse en la retaguardia. Ella no era demasiado hábil en un combate cuerpo a cuerpo, pero lo que la había hecho ganar cierta fama como mercenaria era su talento para elaborar tácticas. 

Esta vez, Yulma intentó simplemente relajarse y se quedó escuchando las historias del tal Galastel. Le divirtió ver cómo el Eothraim miraba con desconfianza al tahúr, celoso de que este hubiese ganado la atención de la dama Melyanna. Era una compañía bastante curiosa y empezaba a entender por qué Mithdúlin había continuado viajando con ellos. Sobretodo cuando vio los melancólicos y azules ojos del Númenórean. El bardo le había confesado una vez que solo es necesario mirar en profundidad a los ojos de las personas para saber que su memoria y sus corazones están llenos de historias.

Yo también me ocuparé de cualquier guardia que estiméis, señor Dimrod. Si no os resulta ningún inconveniente, mi señora, también me gustaría unirme a Elacar y sus hombres —dijo, antes de que Aceroamargo se marchase.

Aquella sería una oportunidad ideal para conocer mejor al resto de la compañía. Si quería ser de utilidad en combate para defender a la dama o su propia vida, lo mejor era saber bien junto a quién estás combatiendo. 

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12/09/2017, 05:09
Hunkel Saeta de Hierro

El grupo de caravanas avanzó por el camino a una marcha lenta pero constante. El por su parte estaba a gusto con el ritmo, aunque no con la compañía. Su mente seguía turbada, sentía que había sido traicionado y que la paga no valía el trabajo, y no porque no le pagasen lo suficiente si no porque sentía que le mentían respecto al trabajo que se suponía, debían cumplir. Había preguntado ya antes sobre lo acontecido, sobre los porqués de lo acontecido, y no había habido respuesta, lo cual le había hecho hundirse aún más en si mismo.

El ver a aquellos hombres heridos que avanzaban por el camino le hizo regresar parcialmente a la realidad, había cosas más importantes que su actual misión y los misterios que esta escondía. Aquellos hombres habían dado su vida por una causa que para muchos estaba perdida. Y los más curioso es que ellos avanzaban en la dirección desde la que aquellos hombres huían.

Las palabras que aceroamargo formulara una vez ya se hubiesen detenido y montado un campamento para pasar la noche, le importaron poco a Hunkel; hablar sobre su vida no era algo que le interesase en aquel momento. Y no es que siguiese tan fundido en si mismo, ni que le molestase aquel hombre, si no que había algo que realmente le preocupaba y que no podía mantener guardado más tiempo.

-La formación es vulnerable. Las carretas y carros cargados no nos permitirán ver si alguien nos ataca. Mientras que tres hombres dando vueltas en círculo con antorchas por fuera del circulo serán una víctima idónea y fácil para cualquiera que desee infiltrarse en la oscuridad y robar algo, o bien atacar. Una docena de hombres podrían eliminar fácilmente a los tres guardias sin llamar la atención para luego dar un golpe duro y rápido sobre el campamento – espeto el enano, nada conforme con la formación defensiva.

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12/09/2017, 16:28
Dimrod

Dimrod asintió cuando la elfa solicitó seguir a Aceroamargo en unirse a Elacar y las guardias que éste disponía. Dimrod se sentía algo más tranquilo en la seguridad que ofrecían las carretas y la protección de Brazoafilado y sus hombres, pero le parecía bien que el resto se preocupase por la vigilancia del campamento y si querían ayudar a mejorarla no iba a impedirlo. Cualquier cosa que beneficiara la seguridad general de aquel grupo, beneficiaría también la seguridad personal de la dama.

Después escuchó con atención las preocupaciones de Hunker y comprendió que lo que se decía sobre los enanos no era para nada exagerado. Eran gentes muy dispuestas cuando se les motivaba, y por lo general, entendidos en temas relacionados con el arte de la guerra. Sabían establecer una buena disposición, y su amplio conocimiento de arquitectura y minería les ayudaba a ver puntos débiles en cualquier estructura, por ello sabrían identificar las debilidades de un lugar. Pero también eran desconfiados y algo huraños, especialmente cuando se trataba de extraños. Dimrod quiso intentar aliviar las preocupaciones del enano.

-Durante la jornada de hoy he oído buenas cosas sobre ese hombre. -Dijo mirando a Elacar. Al igual que ellos se encontraba relajado junto a la hoguera, cenando un trozo de pan con algo de embutido. -Se dice que era un aguerrido soldado curtido en decenas de batallas contra orcos y montañeses. Un dunlendino le cercenó la mano y continuó luchando con esa hoja que lleva sujeta al brazo hasta que fue repudiado después de una aventura amorosa con la mujer de un reputado general. Ahora se gana la vida protegiendo caravanas de civiles en esta zona en peligro constante de guerra y aunque ya ha recibido ataques otras veces ha sabido repelerlos con acierto y escasez de bajas en sus filas. Creo que estamos en buenas manos, aunque si os sentís más cómodo ayudando en las guardias, personalmente os lo agradeceré. Se dice que los ojos de los enanos son penetrantes aún en las noches más oscuras. Además, confío en vuestro criterio, maese Hunkel.- Dimrod sabía que por mucho que dijera no tendría fácil convencer al enano de que olvidara sus preocupaciones, por lo que prefirió animarle a que contribuyera a vigilar el lugar. Lo cual por otra parte resultaba positivo, pues así estarían más seguros.

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15/09/2017, 17:34
Aeth Umbradacil

- Espera ¿La mujer del general se le arrimó después de haber perdido el brazo? - habló Aeth por primer vez desde que levantasen campamento. Había ignorado soberanamente la pregunta de aceroamargo después de pensar en cuanto le importaría lo que tuviese que decir sobre su pasado, y comía cómodamente recostado mientras prestaba atención a medias a las conversaciones cercanas. - Eso sí que es impresionante. -

En contraposición a los demás, desde que reclamase el tesoro del túmulo Aeth no había hecho más que flaquear en sus labores como mercenario. Ahora tenía su propio caballo ya no se cansaba los pies por el camino; incluso había soltado algunos bostezos nada disimulados en las zonas más agrestes del camino sintiéndose protegido por el resto de guerreros de la caravana como si aquello no fuera más que un viaje de placer; y en aquél momento no le podía preocupar menos la posibilidad de hacer una guardia nocturna. Resumiendo, se había vuelto un flojo, aunque más tarde tuviera que pagar el abuso del caballo con unas dolorosas agujetas en los muslos.