Partida Rol por web

La sombra del Norte

Capítulo 7: Los días en Ilmaryen

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07/09/2020, 10:08
Gramj Haïa

Como escolta de la "Señorita", era interesante saber que existían herramientas para poder cumplir con la misión, pero, esas palabras, en su tierra, se considerarían derrotistas, ... y aunque entre los débiles humanos, se pudieran permitir esos lujos, de bajadas de moral, entre su raza, no cabe la posibilidad de que a ningún hermano se lo plantease de esa manera. 

Si, existen otras formas de actuar, para momentos desesperados, pero, eran para momentos desesperados, no para planteárselos antes de que el combate empiece. A pesar de eso, se mesó la barba con la mano izquierda. Estaba pensativo, y no tenía claro, como podría transcurrir un combate, en el que pudiera presentarse la necesidad de usar el túnel, y además, estar cerca para usarlo.

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09/09/2020, 21:19
Menorath

Menorath se contuvo antes de decir que el viaje había sido un paseo. Recorrer los montes era su especialidad, pero jamás habría contado con que la travesía se vería truncada por una batalla tan cruenta como aquella. La escolta de Melyanna se habían visto considerablemente mermada. El guardabosques sentía un gran respeto por aquellos que habían decidido quedarse.

Las última frase que pronunció Faramis, no obstante, perturbaron severamente al guardamontes. ¿Eso incluía a Eresgal? Él mismo me pidió que vigilase muy de cerca a Melyanna y a su escolta. Después, en el mismo camino hacia Ilmaryen nos encontramos con una emboscada que parecía preparada de antemano. No será que… Negó con la cabeza. Eresgal era un hombre de honor y un gran guerrero. Le había visto luchar con valía y trataba bien a sus hombres. ¿Cómo iba a ser él un agente del Rey Brujo? 

No obstante, decidió cumplir las palabras de Faramis y no revelarle a nadie el plan de huída. Ni siquiera a Eresgal o a los otros guardamontes.

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23/09/2020, 20:25
Director

El camino de regreso a las extrañas de la fortaleza fue en silencio, cabizbajos y pensativos tras ser conscientes de que las posibilidades de tener que usar aquel pasaje oculto eran más grandes de lo que pensaban. Lo cual significaba que Ilmaryen no tenía capacidad para sobrevivir a un asedio demasiado duro. Faramis se despidió de ellos, pues tenía asuntos y preparativos que atender, y Dimrod, aliviado por haber hallado al fin a Faramis pero preocupado ahora por el ambiente prebélico, se retiró a los salones a descansar el hombro y charlar un poco, aunque quedó dormido enseguida por el cansancio que todavía arrastraba.

Ilmaryen era un foco de tensa espera, y sobre todo, de aburrimiento. Los soldados que no estaban de guardia afilaban sus armas y jugaban a los naipes. Las mujeres se dedicaban a cuidar de los heridos, mientras un solo cocinero con su pinche se valía solo para llevar a cabo el racionamiento. No había mucho que hacer, salvo esperar. El grupo pudo alternar con los soldados, entretenerse con ellos o estudiar en la poco surtida biblioteca, a la cual Faramis les permitió el acceso. A la hora de la cena, mientras todos apuraban silenciosos sus cuencos, Bararmîn, un tipo espigado y ágil, entonó un alegren cantico con referencias jocosas a los montañeses y sus piojos. Algunos montañeses, allí presentes, se ofendieron un poco, pero el resto de los soldados se fue animando poco a poco, hasta llegar a corear la canción. Tras la cena poco más había por hacer, pronto se dio el toque de queda, y todos los que no estaban de guardia se metieron en la cama.

El día siguiente amaneció gris y encapotado. El día se presentaba igual que el anterior, ocioso y en tensa espera. Bararmîn, que se había revelado como un gran bardo, cantó algunas canciones más para animar los corazones de la gente. Un capitán llamado Thangon enseñaba a luchar a algunos de los más jóvenes. La herrería no tenía descanso forjando y arreglando armas y armaduras. Algunos de los exploradores de Faramis patrullaban los alrededores de la ciudad y trataban de cazar algo para sumarlo al escaso racionamiento de la cocina.

Matha les hizo saber, a modo de chismorreo, que las reticencias iniciales de la dama Melyanna para con Faramis habían logrado desaparecer gracias al encanto del joven capitán. Faramis la trataba con delicadeza y total devoción, la distraía y era cariñoso con ella, algo que Melyanna necesitaba. Matha seguía inseparable al lado de Melyanna, pero de vez en cuando buscaba a los otros para poder charlar y darles algo de intimidad a la pareja. Matha les niformó de que Faramis tenía pensado visitar a una ermitaña que no vivía muy lejos para pedirle que oficiara la ceremonia entre los jóvenes. Más tarde, aquel mismo día, fue el propio Faramis quien les hizo llegar la noticia que Matha les había adelantado. La ermitaña, que en realidad era una animista llamada Niniel, sería la encargada de oficiar la ceremonia nupcial y a Faramis le gustaría que tanto Dimrod como el resto de escoltas de la dama, que tanto han recorrido con ella, les acompañaran. Fijando la ceremonia para unos días más tarde.

El cuarto día tras la llegada del grupo a Ilmaryen cayeron las primeras nieves de aquel invierno. La nevada fue bastante copiosa. Faramis, durante aquella mañana, invitó a Melyanna a dar un paseo por los alrededores y disfrutar de un viaje en trineo, una pelea de bolas de nieve y algo de comer. Tres hombres de Faramis acompañaron a la pareja junto a la propia escolta de la dama. Al regresar, el capitán Thangon y Eresgal esperaban a Faramis para hablar sobre la situación por la que atravesaban, si alguno de los acompañantes de Melyanna quiso participar en la conversación se le invitó a hacerlo y a hablar libremente. Eresgal creía que los ejércitos de la Sombra no llegarían hasta después del invierno, pues hasta los orcos necesitaban abrigo. En cambio, Thangon sostenía la inminente llegada de las tropas angmarianas basándose en los crecientes ataques a las patrullas.

Notas de juego

Voy a ir aligerando con la partida. El día 6 hago la siguiente actualización.

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02/10/2020, 22:37
"Aceroamargo"

Con la desesperanzadora posibilidad de una huida en la cabeza, el grupo volvió en silencio a la torre. Tanto Faramis como Dimrod, se marcharon a resolver sus propios asuntos. Aceroamargo esperó un poco, para acompañar a la dama hasta sus dependencias, para después irse a descansar hasta la hora de la cena.

Estaban en racionamiento, pero eso no implicaba que no pudiera disfrutar de unos pocos alimentos, rodeado de aquello que siempre había vivido. Soldados, historias junto a la lumbre, recuerdos pasados y planes de futuro. Normalmente los regaría con una buena cantidad de vino, pero en eso también había escasez. Bararmîn subió el ánimo a todo aquel que quiso con sus bromas y cánticos, hasta que llego la hora de retirarse con el toque de queda.

Pasaron los días, y poco había que hacer salvo entrenar, afilar las armas, y otear el horizonte en busca de enemigos. Era improbable que atacasen aquella fortificación, pero con lo mal que lo habían pasado hasta llegar allí, cualquier sospecha era válida. El cuarto día, pudieron evadirse un poco cuando Melyana y Faramis fueron a dar un paseo. Aunque llevaban su propia escolta, se permitió a Aceroamargo y alguno de sus compañeros, acompañarlos en calidad de protectores personales de la dama. Por supuesto no se entrometieron, manteniéndose a distancia de ellos. No había nada que temer, estaban a salvo, pero el hecho de poder salir de la rutina, animo el corazón del guerrero.

Al volver, los capitanes esperaban a Faramis. Tenían que discutir sobre la actual situación y aunque en principio se iban a retirar, les permitieron asistir a la reunión. Había dos visiones diferentes al respecto. Mientras Eresgal creía que estarían a salvo hasta el final del invierno, el otro capitán pensaba que el enemigo no tardaría en echárseles encima. Cada uno expuso los motivos que lo habían llevado a pensar así y, aunque confiaba en Eresgal, Aceroamargo estaba más con Thangon. A los orcos no les detendría la nieve, y ya habían sufrido en sus carnes el ímpetu con que acosaban aquellas bestias. Por supuesto, nada mencionó, una cosa era estar presente, y otra intervenir. No lo haría si no era preguntado.

 

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03/10/2020, 08:29
Gramj Haïa

Gramj había sido soldado. Era soldado....y sería soldado. Esto era lo que un soldado hacía, prepararse para la batalla, y esperar. Esperar entre batalla y batalla. Es lo que hacían en este momento. Es la situación que había vivido en los túneles otras veces. Cuando más tranquilo se estaba, cuando los jefes no daban la lata o inventaban tonterías para hacer, es que algo se estaba fraguando. Algo estaba al caer, y esa era precisamente la situación en la que su piel decía que estaban. Esperando una inminente batalla. No una emboscada, no un encontronazo entre patrullas. No. Una batalla hecha y derecha. Una batalla como Orome manda. Ya fuera para atacar, o porque algo había en un puesto defensivo que decía que esa "granizada" estaba al caer.

Pues así se sentía. Así es como actuaba. Con el escudo listo para embrazar. Jugueteando con su arma contundente, para responder a la primera "sorpresa" que el día le quisiera hacer llegar. Un soldado, aunque lo pensara, jamás sabía si estaba listo o no. Por mucho que dijera que estaba preparado para que le lanzaran hordas enemigas. Pues no. Lo que estaba un soldado era inquieto, nervioso, ansioso. ... Como apunto de estallar.

Eso es lo que daba la calma en tiempo de guerra, y esta no era una guerra común contra los orcos y todos esos bichos que les acompañaban. Era una "Hecha y Derecha".

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03/10/2020, 13:06
Aeth Umbradacil

Los días siguientes en la torre de Ilmaryen fueron bastante lúgubres y monótonos, o así se lo parecieron a Aeth. Había escasa comida y casi nulos entretenimientos, todos estaban desanimados a la espera de un ataque que podía llegar cualquier día de estos. Que les confiasen la existencia del túnel de salida no ayudó a aumentar la confianza del explorador; desde su punto de vista, solo significaba que no tenían esperanza de resistir a un ataque.

Aeth nunca se había caracterizado por hacer muchos amigos, aun así se movía por la fortaleza a fuerza de no tener nada que hacer e intercambió algunas partidas de cartas con soldados de aspecto demacrado que tampoco hablaban mucho. Finalmente se hartó y se fue a la armería a buscar a alguien que pudiera proporcionarle una pieza en la que llevaba tiempo pensando. Si "brazoafilado" se había puesto una espada en su muñón derecho, Aeth podía conseguir un escudo* para su brazo izquierdo, solo necesitaba a alguien que le pusiera unas correas para poder aferrárselo al brazo aunque no tuviese una mano para sostenerlo.

Encontrar a alguien que estuviera dispuesto a proporcionárselo y a fabricarlo tardaría unos días, mientras tanto, siguió con interés las noticias de la boda de la muchacha pelirroja. Tanto esfuerzo para ir a casarse al fin del mundo, sin duda el jinete Eoden estaría rabiando dado su interés por la dama; de hecho, hacía un par de días que apenas lo veía por ahí. Jamás se sintió tan extraño como el día que la feliz pareja salió a pasar un "día de nieve" en compañía de sus escoltas, casi como si la guerra no existiera — No se si están locos o tan solo son unos imprudentes. — pensó para sí.

Finalmente les avisaron de una reunión para discutir el estado de la guerra. Siempre con su carácter desesperanzador, Aeth participó — Estos ejércitos no son normales, yo no contaría con que den un respiro a la fortaleza. Pero sea como sea, si hay una batalla ocurrirá contra estos muros; deberían cavar trincheras y llenarlas de estacas para que solo puedan atacar desde una dirección, con suerte la nieve las cubrirá y quedarán ocultas. —

Notas de juego

*A lo mejor el master me quiere poner una penalización, como que sea un escudo pequeño (menos BD), pero creo que sería posible conseguir algo así.

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07/10/2020, 20:29
Faramis Eketta

Faramis miró a aquel hombre que intervino en la conversación entre Eresgal, Thangon y el propio Faramis. Sabía que era uno de los escoltas de Melyanna, pues lo había visto durante la defensa a la caravana de suministros y en otras ocasiones en compañía de Dimrod y los demás, pero su carácter taciturno había llevado la situación a que aquella fuera la primera vez que Faramis escuchaba la voz del hombre. Según había oído, entre sus hombres le llamaban Garraescudo, por un ingenioso invento que había mandado fabricar a Urcamir, el herrero, que se encajaba en el muñón de su brazo izquierdo gracias a unos correajes. A Faramis, la intervención de Garraescudo le pareció de lo más ingeniosa y acertada. Y así lo hizo saber.

-Sea con la nieve o tras ella, no estaría de más prepararnos como sugiere nuestro compañero. Eresgal, dile a uno de los sargentos que se encargue de preparar las trincheras mañana mismo. Que mande a unos cuantos hombres al bosque a talar árboles para las estacas.

Tras la reunión, acudieron a descansar. Se quedaron dormidos enseguida, pues el cansancio todavía entumecía los músculos y el calor de las hogueras y chimeneas alejaba el frío y reconfortaba el cuerpo. 

Había avanzado durante largas horas la noche* cuando un terrible y desgarrador grito que procedía del exterior de la fortaleza les despertó a todos.

Notas de juego

Aeth, puedes tener un escudo +15 BD que te haya fabricado el herrero especialmente para ti. Me parece buena idea.

*Las 4:00 de la madrugada, aprox. 

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12/11/2020, 16:19
Director

Los terroríficos gritos que se escuchaban en el exterior terminaron despertando a toda la fortaleza. Pronto se enteraron de lo ocurrido. Durante la noche, una comitiva de viajeros que buscaba refugio en Ilmaryen acompañada por una patrulla de la ciudad se acercaron a la puerta de entrada seguidos sin saberlo de un grupo de uruk-hai embozados en capas disfrazados de viajeros. El centinela se acercó a darles el encuentro y tras percatarse de la trampa trató de dar la voz de alarma pero fue asesinado antes de poder gritar. Los guardias se apresuraron a cerrar las puertas antes de que los uruks lograran entrar. Durante toda la noche, de la oscuridad que rodeaba al fuerte surgían gritos y alaridos de dolor: la patrulla estaba siendo torturada donde todo Ilmaryen pudiera escucharles gritar. Las pocas y pequeñas casas que había al pie de la elevación, casas de granjeros con algunos animales y huertos fueron quemadas y arrasadas. La mitad de los treinta labradores fueron asesinados brutalmente y la otra mitad, que se encontraba en la torre, se unió a la soldadesca.

El día amaneció gris, mientras pequeños copos de nieve no dejaban de caer. Desde las ventanas y torres, el panorama era asolador: una pila de cadáveres se erguía como una macabra broma a pocos metros de los portones de Ilmaryen. Más atrás, una masa de más de cuatrocientos individuos de oscuras ropas y armaduras, hombres y orcos, construían parapetos y catapultas, preparando los pertrechos para asaltar la puerta. La escena no podía ser más demoledora para la moral de los defensores, que se agitaban en un extraño estado entre un nerviosismo pesimista y una furia contenida.

Dimrod se dirigió a ellos, el vendaje de su hombro estaba cubierto de malla de acero, al igual que el resto de su cuerpo. Les indicó que le siguieran, pues Eresgal iba a hablar. Pudieron ver a Faramis, vestido con sus galas guerreras, contemplando silencioso el exterior desde una de las torres acompañado de su mano derecha Thangon. Eresgal, por su parte, estaba reuniendo a todos los hombres que no vigilaban en las torres para hablarles de la situación. Los soldados estaban inquietos y callados.

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12/11/2020, 16:40
Eresgal

-Soldados, ya sabéis qué hacer: honrar a vuestros muertos y defended vuestro sitio. Ahora os asignaré una posición por grupos, y ahí es donde comeréis y donde dormiréis. Ni por un instante os distraigáis, y, por todos los Valar, no os dejéis matar por esas sucias flechas orcas. ¡Valor!

Eresgal se bajó de la tarima y fue hablando con grupos de hombres para darles un sitio donde colocarse. Al llegar donde el grupo les saludó sombrío.

-No es de justicia pediros que resistáis con nosotros, y por ello os pido disculpas. Pero la situación es en verdad desesperada, y no podéis huir: las puertas ya han sido bloqueadas. Es por esto que os pido que luchéis con honor y orgullo, mas no os daré obligación alguna. Hasta el día en que venzamos o caigamos sois libres de elegir lugar para defender nuestra plaza o para ocultaros. Que vuestros ancestros os cuiden, mis amigos.

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12/11/2020, 19:48
Gramj Haïa

Gramj puso la mano sobre su martillo.

- Mi señor, no soy de una raza que se amilane a la menor contrariedad, y no pienso dejar que la moral decaiga, así que haré rondas por los diferentes puestos animando a la gente, riñendo a los perezosos y espernado que venga esa masa negra para ser aporreado con este pedazo de metal. Sabía que les sitiarían, sabía que les lanzarían mierda, piedras y vete a saber que más, pero, por allí estaría. Se cubriría entre las piedras que formaban el castillo y usaría su escudo como defensa constantemente. - De todas maneras, si se va a hacer alguna incursión saliendo por cualquer parte de la fortaleza, aunque sea con unas escaleras o cuerdas, y darles alguna sorpresita ocasional, me apunto. Era un enano, y había pocas cosas que odiara más un enano que a un orco. Bueno si, a un dragón.

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14/11/2020, 22:01
"Aceroamargo"

La situación había cambiado radicalmente. Allí en la fortaleza se creían a salvo de todo peligro, pero no era así. La noche había traído consigo el horror en forma de enemigo. Un numeroso grupo, cientos de individuos, se pertrechaban ante las puertas. Entre ellos había orcos, uruks y algunos indignos hombres, juntos se preparaban para asaltar la puerta.

Dimrod los llamó para presentarse ante Eresgal, pues así lo había requerido. Aceroamargo sabía lo que venía a continuación, la guerra había llegado hasta allí, y era el momento de enfrentarse a ella. Cuando llegaron vieron también a Faramis y a Thangon. Los tres estaban vestidos para la ocasión, con sus armaduras preparadas y el rostro compungido por la situación.

Tras las palabras de Eresgal, Daegir se limitó a asentir mostrando su voluntad de ayudar. No les quedaba más remedio, estaban allí encerrados también, pero no era lo que a él le movía. Su sentido del deber era fuerte, había sido entrenado, y ante aquel escollo tenía que arrimar el hombro. No había dejado de ser un soldado de Gondor, y aquella podía ser su oportunidad de redimirse.

- Yo estaré junto a la puerta - dijo inclinando levemente su cabeza - Mi espada, mi escudo, y armadura están listas, Gondor estará presente - añadió golpeándose el pecho, donde lucia el Árbol Blanco - Cuando el enemigo vea estos emblemas, sabrán que no tienen todas consigo - terminó por decir.

Después esperó a los demás, antes de hacer justo lo que había dicho, ir a la entrada principal, y prepararse por si estas no resistían.

 

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15/11/2020, 16:46
Menorath

Menorath había pasado aquel tiempo taciturno y pensativo. Pese a su aparente jovialidad, se le daba mal hablar con las personas. Además, las palabras de Faramis le habían hecho pensar. Como guardamontes, no le debía libertad a nadie. Trabajaba por dinero y ya está, pero había llegado a sentir tanto respeto por Eresgal como por Dinrod y la escolta de la dama Melyanna. ¿De qué parte debía ponerse?

Se pasó la mayor parte de su estancia en Ilmaryen conversando con Dîn, su halcón. Aunque para otros podía resultar inexpresivo, Menorath era capaz de leer en los ojos de la criatura el temor del futuro asedio. El enemigo se acercaba.

* * *

Defenderé estas tierras y mantendré a raya a la Sombra —dijo con determinación.

Había tomado la decisión de ayudar a Melyanna y a Faramis en caso de invasión, pero solo después de vigilar a Eresgal de cerca y asegurarse de que sus intenciones eran justas.

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26/11/2020, 18:00
Director

Eresgal sin duda se alegró de la decisión del grupo de ayudar y colaborar con la defensa de la ciudad. Estaban escasos de manos y unas cuantas más era una ayuda muy necesaria. No podía obligar al grupo a luchar, pero su predisposición a hacer le hizo mostrar una sonrisa de agradecimiento. Dejó que los miembros se colocaran en las posiciones que mejor consideraran ellos y les indicó que se presentaran al sargento correspondiente para adaptarse a las órdenes que tuvieran.

Poco antes del mediodía, los enemigos empezaron a lanzar ráfagas de flechas negras a los centinelas de las torres, pero por fortuna ninguno fue alcanzado por ellas. Filmacá y la sanadora Melebrian, se erigieron como cabecillas de la retaguardia, afanándose en que hubiera comida, descanso y cuidados para la guarnición. Urcamir, el herrero, no cesó de hacer flechas y armas, pues hasta los viejos se hicieron con armaduras y lanzas para defender la ciudad. Faramis no quería a ningún hombre sin arma a excepción de los niños, que fueron refugiados en los sótanos junto a Matha y Melyanna, de manera que quedaron alejados de la guerra y sus horrores.

Faramis y Thangon seguían en la torre, cubiertos con gruesas mantas de piel de arce mientras observaban impasibles los movimientos del ejército que tenían delante. La oscura masa no dejaba de hacer preparativos. A lo lejos, las nubes se volvían cada vez más oscuras. No había nada más que hacer, salvo esperar y mantenerse atento a las separadas lluvias de flechas negras.

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28/11/2020, 11:04
Gramj Haïa

- Señor. Parecía más una protesta que una .... petición: - Si la fortaleza cae, las mujeres y los niños serán masacrados igualmente, así que aislarlos de la crudeza de la realidad es algo inútil. Se tiró de los bigotes con índices y pulgares hacia fuera. - Es su decisión, pero desperdiciar unas manos que podrían ayudar, es un .... dudó durante unos extraños e incómodis instantes y señaló lo obvio: - Un gran desperdicio. Se irguió para parecer más grande: - los niños pueden luchar si son capaces, pero siempre habrá que no deseen. Cerró los puños asiendo su cinturón: - No digo que empuñen armas, que podrían, pero siempre pueden ayudar a heridos y retirarlos para que sean tratados, alimentar y repartir agua, así como atender cualquier necesidad....aunque sea mandar un mensaje o recado. .... Y los niños. Una voz de padre drámitica se alzó de su garganta. - Hay los niños. Puso rostro de parecer cargar: - Los niños pueden luchar si lo desean, y si no siempre pueden ayudar con agua, retirando excmentos, haciendo de recaderos o mensajeros, subidos a puestos para poder observar y vigilar. ....

- Todos pueden ayudar, y cualquier misión, por discreta que puede parecer, cualquier nimiedad, puede ser inmensa en un momento crítico. Había sido soldado, así que, su discreta experiencia dictaba que un luz en un momento oportuno, un grito en el instante crítico, puede tanto robar vidas como salvarlas ... y esa era precisamente nuestra misión.

 

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28/11/2020, 11:13
Gramj Haïa

- ¿Sargento? Preguntó curioso. Quería saber que cometidos tenían o si era un simple: "Mantener el muro". De todas maneras, ya había advertido que se movería de una zona a otra, para tener todo controlado y ayudar donde el ataque fuera más intenso. Visitó a todos los sargentos y preguntó a todos los mandos los cometidos. Aún así, quería ver los muros, torres y demás por si mismo. Quería ver por donde podrían atacar, quería ver las formaciones de tropas desde cada punto a ver "Qué se cocía" en las líneas enemigas, y también quería ver los ánimos de los diferentes grupos, según la zona o mando que les había tocado. - Hay veces que confían más en un líder que en otro y eso hace que se resienta la moral de combate. Igual tengo que personame en alguna zona, precisamente para susitutir al mando caido o incluso al mando incompetente.

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16/12/2020, 18:43
Director

Cada uno de los miembros del grupo se junto a una de las labores para ayudar a defender la ciudad, sin embargo, las horas pasaban lentas y el enemigo no parecía decidirse a tomar la ciudad. Vivían entre la incertidumbre de que la batalla podía empezar en cualquier momento y la sensación de que les esperaba un largo asedio.

El día siguiente fue una copia del anterior. Los soldados permanecían apostados en los lugares que Eresgal les había señalado. El enano Gramj se había sumado a la soledadesca que defendía una de las torres cercanas a la puerta principal de la fortaleza, mientras que sus compañeros se habían repartido en otras posiciones diferentes. Las doncellas trabajaban sin parar, llevando comida a cada grupo de soldados. Melyanna y Matha seguían en el sótano y Faramis y sus dos oficiales miraban al horizonte, sin esperanza en recibir ayuda alguna y sabedores de que aguantar el asedio iba a ser un imposible. Faramis se mostraba callado y con el ceño fruncido: sabía en su interior que todas las mujeres y niños morirían o serían esclavizados en cuanto los hombres cayeran. Aquel peso le atenazaba el corazón.

No había mucho que hacer en aquellos días. La tónica de lanzamientos esporádicos de flechas se repetía. Por suerte los vigías estaban atentos para alertar cuando esto ocurría y no lamentaron muchos incidentes. Thangon había ordenado que no se respondiera por parte de los arqueros de Ilmaryen, pues además de que se arriesgaban los arqueros a ser blanco de los numerosos arcos de los orcos, así ahorraban proyectiles para cuando llegara la hora decisiva. Las flechas orcas eran aprovechadas como combustible para las hogueras y como materia prima, en el caso de las puntas, para las flechas de la guarnición.

Cada día amenazaba más oscuro que el anterior, con nubarrones negros cubriendo el cielo y un clima que combinaba los pequeños copos de nieve que caían incansablemente y la intermitente lluvias de flechas negras. Finalmente, el cuarto día de asedio llegó algo de acción. Unos orcos corrieron hacia la puerta principal con haces de madera empapados en aceite de lámpara que lanzaron a la entrada. Los defensores los detuvieron con flechas, pero un par de arqueros resultaron heridos por los proyectiles orcos. Sin embargo, no lograron que se acumulara una cantidad importante de madera en la puerta que los atacantes incendiaron mediante flechas flamígeras. Les llevó algo más de una hora acabar con el fuego mediante una cadena de cubos de agua. Salvo esta acción, nada más ocurrió en aquella jornada.

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16/12/2020, 19:16
Gramj Haïa
Sólo para el director

Entre andanada y andanada, veía que se acomulaban los proyectiles enemigos.

Entonces se le ocurrió algo. Buscó al líder, para indicar su propuesta: - Mi señor, y si los arqueros, con guantes y unas tinas de agua para limpiarse, se hacen con las felchas, que pueden recogerse con un pequeño repaso de agua, para que estén libres de inmundicia, y ... se las mandamos otra vez de regreso. Eso, a parte de desmoralizarles, les causará heridas, disturbios y de paso, le damos una actividad a las tropas, para que puedan estar entretenidas. El tedio es peor que una batalla, y ya he visto peleas y bajas en otros lugares por el aburrimiento y la desesperación del que espera.

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16/12/2020, 19:20
Faramis Eketta

El quinto día de asedio, al mediodía, Faramis bajó de su torre acompañado de Thangon y Eresgal, reunió a la guarnición en el patio de armas, excepto una guardia mínima para mantener la vigilancia sobre la gruesa masa negra que les asediaba. Mostrando un esperanzador aire de grandiosidad, Faramis se dirigió a sus soldados, los cuales, como podía verse en su rostro, confiaban en su comandante. Con voz potente, Faramis les saludó y estos le respondieron con vítores. Él impuso el silencio con solo un gesto de la mano y comenzó a hablar.

-Soldados, el temido día ha llegado. Son trescientos o más. Nosotros, setenta y cinco. Pero... ¡esperad! - Dijo al oír algunos murmullos. - Somos los Hombres Altos. Somos los Dunedain. Somo el Mundo. Ellos son orcos y montañeses: ¡escoria! ¡Mirad los pendones! ¡Mirad esta enseña! - Dijo golpeándose el signo de los arthedain de su librea. -Aquí descansa nuestro poder, de aquí resurgirá nuestra fuerza. ¡No os acobardéis! ¡Lucharemos y resistiremos orgullosos! Y si por oscuro designio nuestros portones ceden, ¡por nuestros ancestros que bañaremos el suelo de Ilmaryen con su sangre negra! - Muchos hombres respondieron con gritos guerreros al discurso de Faramis. -No hay más plan que este, mis hombres. ¡Aguantad, resistid, pero a la vez encorajináos y orgulleceos! ¡La élite de Angmar es solo basura para nosotros, los Dunedain! - Los hombres respondieron con un sonoro grito de guerra dunadan, alzando el puño y las armas, crecidos tras el discurso del comandante.

Dicho aquello, Faramis se retrasó, dejando el protagonismo a Thangon, el respetado capitán, que hincó la rodilla en el estrado, un gesto que imitaron todos, incluido Faramis. Entonces, Thangon comenzó un solmene y ronco rezo en adunaico. Un rezo que era una plegaria a los muertos para que les dieran fuerzas a sus brazos y corazones para enfrentarse al enemigo. Los hombres, siguieron el rezo en voz baja, produciéndose un momento de quietud y solemnidad. Tras ello, todos se pusieron en pie y con la mano en el pecho lanzaron un potente grito de guerra que podía escucharse desde el exterior. Thangon ordenó a todo el mundo regresar a sus puestos y que se prepararan para defender su honor.

Sin embargo, tampoco los orcos atacaron aquel día.

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23/01/2021, 11:52
Faramis Eketta

El día siguiente amaneció completamente nublado, y pronto se descargó sobre Ilmaryen una nieve intensa. Desde las torres los vigías avisaban de que un nuevo grupo se unía al ejército atacante, que desde las murallas de la ciudad se veía como una oscura mancha que rugía y gritaba sin cesar. Los orcos comenzaban a pertrecharse y podían oírse los gritos de los cabecillas arengando a sus mezquinas tropas, aullando mientras el cielo sigue oscuro y la nieve caía.

Al llegar la noche, el rugiente ejército orco era una oscura masa salpicada de puntos de luz de antorchas. Los soldados de arthedain se aferraban a las empuñaduras de sus armas y Eresgal recorría la fortaleza ultimando órdenes y gritando consignas guerreras para levantar el ánimo de los preocupados soldados. Faramis reunió a siete de sus mejores hombres, a Dimrod y al grupo de escoltas de Melyanna y se colocó junto al pozo del patio, en la planta bajar de la fortaleza. El grueso de los hombres de Faramis fue colocado frente a los portones.

-Entrarán por aquí como una lanza que atraviesa la superficie de un lago helado. Entonces será el momento de vencer o de morir. -Dijo el comandante elevando la voz para oírse sobre el ruido reinante en el patio.

Las puertas hacia los establos laterales habían sido tapiadas, dejando dentro a la maoría de los caballos, que en el interior del recinto resultaban inútiles. Las bestias se removían inquietas y se podía escuchar sus relinchos desde allí. Treinta hombres capitaneados por Thangon afianzaban sus lanzas en el suelo, formando una mortífera barrera de lanzas que diera la bienvenida al enemigo. En las torres, los pocos arqueros de la guarnición lanzaban flechas sin parar y casi sin ver.

Después de una tensa media hora escuchando los rugidos del ejército en el exterior, la puerta de Ilmaryen comenzó a arder por algún oscuro sortilegio. Se formó una cadena de cubos de agua para intentar apagar el fuego pero fue inútil, de pronto una bola de fuego impactó con gran fuerza en la maltrecha madera, estallando en llamas  y dejando un gran hueco en la parte inferior. Una inhumana turba se lanzó a gritos hacia el hueco, sobrepasando a los defensores mientras el fuego se extendía rápidamente. En pocos minutos la torre parecía una chimenea gigante. Un grupo de orcos sobrepasó a los lanceros y se lanzó sobre Faramis el grupo.

- Tiradas (4)

Notas de juego

Tirad iniciativas.

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23/01/2021, 12:50
Gramj Haïa

El enano esperaba más movimiento que ese asalto frontal. No sabía si el líder enemigo era inteligente, cruel, ambas cosas, o símplemente una bestia. Por ese desconocimiento, esperaba que hubiera más intentos por otros lugares, como por ejemplo cordadas y escalas por las murallas. No abandonó las almenas así como así, ya que si se requerían refuerzos en la puerta principal, el alto del muro quedaría muy desguarnecido, porque retirarían soldados de estos lugares como apoyos.

- No, si verás como voy a tener que bajar.

Temía el tener que ir para allá, porque si era alguien inteligente, y al parecer había habido intervención de mágia, no era ningún idiota. Si como tal, disponía de una inteligencia superior a los monstruos de sangre negra, aunque eso fuera el asalto principal, seguro habrán incursiones de diferente fuerza por otros lugares. Esas son a las que Gramj tenía que hacer frente, antes de detener a los que irrumpían por la puerta sin llamar.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Espero que se entienda que está presto para el combate, con todos los trastos listos paral luchar.

Temgo -5 para el cálculo de la iniciativa