Partida Rol por web

Arkleris tenso su arco y disparó una andanada de flechas teniendo cuidado de no dar a sus compañeros. Lamentablemente solo una de las flechas se clavó, aunque lo hizo profundamente.

Grim conjuro a toda velocidad, sacando un par de ingredientes que mezclo antes de pincharlos con una astilla de obsidiana. Un brillante proyectil de un color verde enfermizo voló directamente hacia el grupo, aunque Nimrod lo esquivó con un gesto de fastidio. Por suerte no dió a nadie más, pues al golpear contra una roca el proyectil comenzó a deshacerla como el fuego a la carne.

Tandras se notó presto, como si se sintiese capaz de anticiparse a los movimientos del enemigo. Aun así, no podía decir que aquello fuese una ventaja; no a menos que comprobase cuan terrible podía ser aquel hechicero. Por suerte, ellos contaban con más brujería para intentar balancear el combate. Kaireen lanzó un efecto por el cual, creció considerablemente, pareciéndose ahora más a un gigante que a un humano. Pero normalmente los gigantes se decía que no tenían la rapidez del rayo, y tandras lanzó tres golpes con su espada, sintiéndose más poderoso de lo que se había sentido nunca.

El tandras gigante ahora parecía una verdadera amenaza; letal como siempre, rápido y descomunal 

 Asha flanqueó a Tandras como si fuese una brisa de aire y atacó a Nimrod por el flanco con una lluvia centelleante de golpes de los cuales dos consiguieron impactar en su enemigo.

De momento, y tras el espectáculo de las bolas de fuego, Nimrod tan solo había recibido. Cierto es que los múltiples golpes que había recibido, entre ellos algunos demoledores de MegaTandras, apenas parecían haber comenzado a incomodar a aquel engendro. Aquello olía mal y resultó ser mucho peor.

Nimrod simplemente echó mano a la espalda cogiendo lo que supusisteis el pomo de una espada que llevaba allí enfundada. Y entonces la liberó. El golpe inmediato que sentisteis fue como recibir de repente una oleada del calor de mediodía tras salir de una de las refrescadas habitaciones de los nobles. Un cambio tangible en al atmósfera que os rodeaba que afectó a vuestros organismos. También pareció oscurecerse ligeramente todo, y comenzasteis a escuchar unos susurros, demasiado bajos para entenderlos pero claramente inquietantes. La peor parte parecía habérsela llevado el huerto, se habían agostado todas las plantas de repente en un circulo creciente que emanaba de Nimrod. Todas las plantas morían, y poco después se iban descomponiendo en cenizas finas, hasta que incluso la tierra adquirió un color enfermizo. Y la sensación que producía en vosotros iba en aumento, como si reclamada toda la vida vegetal de la zona la espada exigiese las vuestras.

La espada era una espada larga, con un sencillo mango de obsidiana y bronce sin adornos, pero si hoja parecía hecha de algún metal de aspecto ligeramente cristalino, y ligeramente brillante, de un color rojo sangre. Pero el brillo se volvía negro nada más alejarse de la hoja, casi como si aquella cosa maldita devorase la propia luz de las lunas. Y entonces recordasteis lo que aquel gith chalado había escrito en la pared de las minas: “Con la espada de Rajaat el Cazador se alzó....”

Y entonces Nimrod atacó, una estocada en arco corto que apenas si cortó parte de los poderosos abdominales de Tandras, pero la expresión del muchacho reveló un dolor más allá de lo indecible y se mantuvo de pie tan solo a base de fuerza de voluntad.

Akiva resolló, boqueando por recuperar el aliento. Parpadeó con rapidez un par de veces despues de limpiarse el sudor que picaba sus ojos con el dorso de la mano. La joven clériga ignoraba si eran lagrimas o simple sudor lo que irritaba sus ojos y lo que le impedia ver con claridad.

Una congoja sin nombre trepaba por el pecho de la muchacha, aferrandolé el vientre como una garra helada.

"Nada parece afectarle... Nimrod es... invencible..."

Akiva se deslizó a un lado y a otro, evitando pisar la guarda que había trazado en el suelo y buscando un punto en que la guardia del feroz monstruo fuese más debil. Sin embargo, la facilidad con que encajaba los golpes de un gigantesco Tandras y soportaba los despliegues mágicos de Kaireen y de Grim hacian que sus debiles golpes apenas contasen.

Para terror de la muchacha, Nimrod se sacó de la manga una carta más y desenvainó su arma. La maldad que desprendia la hoja negra revolvió el estomago de Akiva, provocandole una arcada. Solo la formidable comprensión de la vida y la muerte que esta tenia, impidieron que se derrumbase alli mismo.

Cuando Tandras gritó, Akiva comprendió el peligro que corrian, pues el arma de Nimrod no solo estaba afilada y hambrienta... Era capaz de arrebatar frágmentos de almas, de arrebatar vidas, pues eso y no otra cosa era lo que veia reflejado en el rostro contrito del gladiador.

- ¡Nimrod! ¡¡NIMROD!!- Akiva se movió, buscando la mirada del maligno ser.- Quieres un sacrificio... Una ofrenda... ¡¡Bien!!... Tomamé... Siega mi carne y cosecha mi alma, engendro...- La joven arrojó sus bastones al suelo, mientras pronunciaba sus palabras con profundo asco y desprecio.- Ven a mi...

Ukos mantuvo la presión sobre aquel engendro que empezó a acusar el desgaste de luchar en tantos frentes al mismo tiempo y consiguió establecer una tangente con este. No era suficiente como sortear las defensas de su mente pero el mediano pudo asomarse al pozo de corrupción que era aquella mente retorcida por un poder oscuro. Podían verse muchos fragmentos de recuerdos, pero la mente en general, lo que aglutinaba aquello en un ser no se parecía a nadie que el mediano hubiese leido hasta el día de hoy.

La situación se había descontrolado al desenfundar aquel ser la espada. Tenía sentido que él la esgrimiese pues su condena tambien le hacía inmune a su efecto. Aunque sin duda una espada así poseía muchos otros poderes. Más de los que aquel engendro podría llegar a usar jamas.

- Voy a conjurar una protección, los que podais acercaros a mi.- Rugió Grim.

Akiva siguió incitando a Nimrod, cuidadonse de pisar el area donde descansaba, esperando agazapado, su particular dragón espiritual. Sin embargo, el monstruo la ignoraba, concentradose en la amenaza que representaba Tandras. El polvo del lugar rieló un momento, cayendo al suelo.

Akiva sintió un cosquilleo que ascendia por la planta de sus pies hasta el muslo, entumeciendola y causandole unas sensaciones extrañas.

"Profanación..."

La muchacha apretó los dientes y notó como su propia vida se negaba a abandonar su cuerpo y sumar poder al maligno trozo de metal que aferraba Nimrod. Akiva renegóa gritos, maldiciendo la casta de la malvada criatura que queria acabar con ellos.

En ese momento, la voz de Kaireen atrajo la atención de la muchacha, reclamando sus habilidades sanadoras para Tandras.

Con un brusco asentimiento, Akiva echó a correr en pos del gladiador, mientras derramaba un poco de agua sobre sus manos y el polvo. Para horror de la muchacha, tan pronto el liquido entraba en contacto con la ceniza parduzca que ahora era el suelo, se esfumaba, rielando brevemente como si fuese relente nocturno.

Sin hacer caso, sobreponiendose a la pesadez de sus piernas y al malestar que le provocaba correr dentro del area profanada, Akiva solo tenia un objetivo: poner sus manos sobre el pecho de Tandras y devolverle algo de la vitalidad que Nimrod estaba robandole de alguna oscura forma.

Kaireen quedó horrorizada cuando vio los efectos de la espada. Pero enseguida, al horror le siguió la ira y la consternación. Malditos profanadores. Como si el pobre mundo pudiera permitirse más terreno arruinado. Y la espada... Kaireen no podía apartar los ojos de aquel horror. Y de la forma en que Tandras parecía estar sufriendo. Le está sorbiendo la vida. La joven sintió en la boca el sabor metálico del miedo.

-¡Cuida a Tandras, Kiva! ¡Tiene que aguantar! -solicitó con voz que sonó inesperadamente firme a sus oídos. Kaireen se sorprendió, hubiera jurado que no saldría de sus labios más que una temblorosa petición.

Kaireen miró la tierra ennegrecida y sin vida a sus pies, odiando aquella vista. Pese a todas las enseñanzas que había recibido, toda la filosofía aprendida y advertencias que le habían hecho, era su primera experiencia de primera mano con una profanación. Extendió la mano, curvando la palma y los dedos hacia el suelo, probando la absorción. Como se temía, el flujo vital que acudió a ella era escaso, demasiado débil y espasmódico. Desvió la vista hacia Nimrod y su espantosa espada, temiendo, odiando. Podía salir de la zona devastada y probar a dañar nuevamente a aquel ser. Pero aquella espada... aquella espada horrorosa lo cambiaba todo. Necesitaba ser neutralizada, si querían salir con bien de aquello.

Pero, ¿podré hacerlo? ¿O será todo una gigantesca pérdida de tiempo?  Tal vez debería intentar dañarlo, y ya está, cuanto más desgaste le hagamos, más fácil será que podamos vencerlo. Kaireen recordó cómo el engendro había rechazado la flecha ácida del señor Grim, y se sintió insegura también aquel terreno. Hacía tan sólo un minuto había pensado tejer ese mismo conjuro. ¿Podría tener éxito donde su maestro no había tenido? Kaireen no tenía en mucha valía su propio arte; sabía que Grim era mejor que ella. Volvió a mirar a Tandras, e imaginó el dolor que debía de estar sintiendo el gladiador. No aguantaría muchos ataques como el que acababa de sufrir...

La tentación de apresurarse, de tomar el camino fácil, era muy fuerte. Sólo una vez, en una posición desesperada como aquella, ¿sería tan malo? Estaba claro que Nimrod debía ser detenido, por el bien del mundo. Su conjuro era modesto, no necesitaría mucha energía. La joven sintió un leve calambre, una punzada de dolor persistente, y comprendió que incluso permanecer en aquella zona muerta iba a cobrarse un peaje. Una sola vez, para poner fuera de circulación aquella espada maldita, aquella espada de muerte y ruina.

Pero una sola vez era suficiente. Si cedía a la tentación habría una segunda vez, y una tercera. Kaireen lo sabía. Meneó la cabeza, consternada.

La hechicera apretó los labios. -De perdidos, al desierto -dijo, tomando una decisión. Sólo espero que no sea la mayor equivocación de mi vida.

Kaireen se acuclilló en el suelo, posó las manos sobre aquella tierra muerta y estéril, y empezó a reunir energía de la zona que aun no había sido arruinada por Nimrod, lenta y cuidadosamente. Demasiado lentamente para su gusto, pero mejor eso que convertirse como alguien como Nimrod o los esbirros de los reyes hechiceros, dispuestos a sacrificar el bienestar de las generaciones venideras para satisfacer sus propias y egoístas necesidades inmediatas.

Ukos no había visto un poder como el que emanaba de aquella espada en su vida, pero desde lo mas profundo de su ser entendía la maldad que en él residía. La podredumbre que consumia la vida, la ambición de poder. Por fin entendió muchos de las lecciones que su madre le había dado, preparandolo para combatir contra ese mal que se alimentaba de Athas. Inconscientemente, el halfling deseó que Lual estuviera allí con ellos combatiendo aquella abominación y su mente envió una plegaria de ayuda a quien lo había criado. Como un niño aterrorizado que llama a su madre en la oscuridad.

Sin embargo, si iba a caer frente a aquella criatura maldita lo haría luchando con todas sus fuerzas. Con unos movimientos ágiles el mediano se movió a las inmediaciones de Grim para, una vez allí reanudar su asalto psíonico. Se concentró durante un instante y un látigo de energía mental salió disparado hacia la monstruosidad no-muerta.

 Grim, que había comenzado a conjurar algún tipo de protección cayó de repente de rodillas tosiendo cenizas al tiempo que su piel se apergaminaba y se deshacía. El dolor debía ser insoportable y os imaginabais que estaría chillando de no ser por esa cenizas que le habían atragantado.

Arkleris por su parte siguió disparando flechas contra Nimrod pero se acercó a Grim para ayudar al mago a alejarse de aquella maldita espada.

Y Asha por su parte descargó varios tajos contra Grim, uno especialmente feo en la oreja mientras le susurraba algo que pareció no ser del agrado del engendro.

Nimrod comenzaba a acusar las heridas y se sentía desconcertado, aquellas criaturas no solo no huían si no que le plantaban cara. Si seguían así acabarían descubriendo lo grave de su error. Pero se llevaría a aquella insolente que aun olía al amante de Lammar.

Nimrod propina un buen espadazo a Asha que aguanta pero esta bien pálida.

Tandras tenía una herida considerable, y aquel efecto parecía querer absorber su vitalidad de una manera como nunca lo hubiera imaginado. Seguro que con otra herida de aquel calibre no podría aguantar, pero se negaba a dejar aquella posición desde la que combatía e intentaba hacer morder el polvo a aquel engendro. De hecho, la magia de aquel ser parecía querer robarle la vida, pero él se opuso a base de tensar sus músculos y proseguir oponiéndose y combatiendo. Si aquella espada tocase la carne de alguno de sus compañeros...

Siguió lanzando tajos, esperando a que aquel ser pudiera ser debilitado a base de fuerza y rapidez, aunque demostraba una resistencia y convicción demasiado fuertes. Por otra parte, sería un favor al mundo de Athas que aquella criatura desapareciese y fuese destruida por completo.

-Impía criatura, sanguijuela del mundo, ¡conviértete tu en ceniza!

No parecía muy esperanzador que resistiese tanto como lo hacía, y que su magia fuese tan terrible. Debía ser destruida, o posiblemente no tendrían oportunidad de escapar.