Partida Rol por web

Gideon negó con la cabeza, lo cierto es que no tenia animos de batallar ahora, pero si la situación lo requería, empezaría a hacerlo. Ahora levanto el baculo y gracias a su nuevo anillo de rubi adquirido el fuego que lo rodeo se hizo mas y mas fuerte, con lo que de pronto, lo rodearon esferzas de fuego que empezó a lanzar hacia los acolitos del baron. Y si estaban muy desesperados, le pediria a Druth que usara su gaita.

La irrupción de aquellos hombres y mujeres, con sus cánticos invocadores de fuerzas oscuras, muy probablemente indicara que era la última barrera a superar para llegar al barón. Si sus seguidores o sus aprendices o lo que fueran aquellos humanos estaban cerrándoles el paso tenía que ser porque estaban protegiendo a Archeon, y eso le indicaba a Syrid que iban por el buen camino. Aunque si se paraba a pensarlo un poco tenía que darse cuenta que ese era el único camino posible.

Pero no había tiempo para elucubraciones ni pensamientos de ningún tipo, había llegado el momento de la acción y de acabar con todos ellos antes de que sus cánticos hicieran el efecto que estuvieran buscando y que, con toda seguridad, sería la muerte para ella y sus tres compañeros.

Preparó su arco y apuntó al primero que se le puso a tiro, no sin antes sorprenderse ante la reacción del infernal músico pelirrojo que se abalanzó sobre los seguidores del barón con un arrojo y una fuerza increíble. Ella sería su apoyo desde la distancia, mientras no se necesitase lo contrario, e intentaría a su vez proteger al único mago del grupo.

Theodore, en cuanto vió que su compañero de cara pintada se lanzó al combate alocadamente respiró profundo y suspiró. ël preferia la prudencia y tener un plan pra enfrentarse a enemigos que podrían ser peligrosos.

Sin otra alternativa corrió hacia la muchedumbre y comenzó a dar cortes a diestra y siniestra. 

El último de los cultistas se desplomó a los pies de Druth, con el hacha del pelirrojo hundida en el pecho. El héroe del Oeste dejó escapar un sonoro alarido y, apoyando su pierna derecha en el vientre de su adversario, hizo fuerza para conseguir extraer el arma, que había quedado clavada en las costillas del sirviente de Archeon.

Jadeando, con su desnudo y musculoso cuerpo cubierto por las salpicaduras de sangre de sus enemigos, Druth se giró hacia sus compañeros, sorprendiéndose al advertir que todos ellos habían resultado heridos durante el enfrentamiento. Su acción, casi instantánea, fue la de dirigirse hasta Theodore para tratar de ayudarle, ya que era al que veía más debilitado después de todos los peligros a los que se habían tenido que enfrentar.

Theodore lucha con ferocidad contra los enemigos, sin embargo, no se percató de que poco a poco sus contrincantes lo rodearon. Trató de abrirse una salida por medio del ataque, pero esto fue en vano. Algo le atravezó la pierna y dando un alarido se giró sobre si mismo para percatarse que uno de ellos le miraba sonriente. Enfurecido lo decapitó llenandoce de sangre en el proceso. Los demás se quedaron congelados al ver tal acción. Aprovechó esto para acabar con unos pocos más, luego su herida le produjo una fuerte punzada que le obligó a sujetarse de su propia espada como bastón. Caminó hasta una pared y se apoyó en ella jadeante.

No entendía qué estaba sucediendo, ella era buena con el arco y se sabía defender con la espada, entonces ¿por qué desde que habían entrado en esa maldita torre no conseguía abatir a ningún enemigo? Frustrada, Syrid veía impotente como todos sus intentos por acabar con los seguidores del barón eran estériles, las flechas que les lanzaba apenas rozaban sus cuerpos y mucho menos les causaba alguna herida.

Algo parecido le debía estar sucediendo a su compañero Gideon ya que tampoco los enemigos morían ante sus artes. Tuvieron que ser los otros dos, en especial un enloquecido Druth, los que acabaran con todos aquellos que se interponían entre el barón y el cuarteto liberador.

En cambio, sus enemigos sí habían conseguido herirlos a ellos. Syrid no sabía cómo había sucedido, no vio venir el ataque y simplemente sintió un agudo dolor en su muslo donde algo la había golpeado con fuerza consiguiendo casi hacerla caer. Mientras duró el combate, y a pesar de sus inútiles intentos por matar a sus oponentes, no se percató de su herida y no fue hasta que todo se acabó que sintió que las fuerzas, y en especial su pierna, comenzaban a fallar.

No era la única en estar herida pero, en esos momentos, Syrid no estaba en disposición de ayudar a nadie y simplemente se dejó caer hasta el suelo para que su pierna herida no tuviera que aguantar su peso. Allí se quedó sentada tomando un poco de aliento y pensando en qué podía estar fallando para no conseguir tener éxito en sus ataques.

El último de los brujos yacía inerte en el suelo, y los héroes sentían el pálpito de que estaban cerca de su destino. Antes de encontrar las escaleras hacia el siguiente nivel atravesaron una habitación que los aprendices del Barón usaban como despensa y almacén. ¿Habría algo que pudieran usar?

Sin embargo, poco tardaron en darse cuenta de un detalle ¿Y Gideon? No se encontraba ante ustedes, pero recordabais haberle visto luchar, o por lo menos comenzar a conjugar "algo". A vuestro alrededor tan solo quedó su simbólico sombrero, pero nada más... ¿había muerto? ¿se había teletransportado? ¿era una jugada del Barón Archeon? ¿habría huido? No lo sabíais con seguridad, pero los Héroes de la Rosa del Viento debían seguir adelante a pesar de los sucesos extraños.

Druth se encaminó alegremente hasta el siguiente nivel, donde los aprendices de Archeon guardaban sus objetos personales. Haciendo un gesto a sus compañeros, les indicó que podían acercarse.

Los cultistas tenían mucho de entre lo que poder escoger, pero el Héroe del Oeste eligió tomar una daga de lo más peculiar, elaborada con el filo de sílex y el mango fabricado a partir de una quijada de animal. Un arma inquietante y casi primitiva, pero que el guerrero esperaba poder darle uso muy pronto.

Por desgracia, habían sufrido una pérdida en el grupo. Gideon, aquel pequeño, joven y vivaracho mago. Druth no entendía mucho sobre la magia y la hechicería, pero le sorprendió lo sucedido. ¿Los cuerpos de los magos desaparecían al morir? ¿Era eso lo que le había sucedido a Gideon? ¿O había conseguido teletransportarse a otro lugar, dejando su sombrero atrás como recuerdo?

En recuerdo del mago desaparecido, Druth hizo lo que solo Druth podía hacer: tomó de nuevo la gaita y comenzó a entonar una triste melodía en honor a su compañero.

Habían superado un nuevo obstáculo y, como en la vez anterior, habían encontrado el cubículo donde aquellos seguidores del barón escondían sus pertenencias. Como hizo anteriormente, Syrid se paseó entre todos los objetos que se almacenaban allí, dudosa por lo que podía coger. En cuestiones de magia había que tener cuidado, y tomar un objeto que pudiera estar encantado, sin conocer sus efectos, podía resultar muy peligroso.

En el escondite anterior se había armado con una espada a la que aún no había dado uso, pues ella se sentía mejor con su arco, por eso buscó entre todo aquel amalgama de objetos algo que pudiera ser útil para su arco y sus ojos se centraron en un carcaj hecho de cuero negro con varias flechas que parecían muy resistentes. Cogió una entre las manos y la sopesó, admirando el buen corte de la pluma que seguramente le daría una estabilidad sin igual. Se lo cruzó a la espalda junto al suyo y se dio cuenta que apenas pesaba lo que ayudaría a que no se cansara con demasiada facilidad.

Fue justo en ese momento, cuando se giraba hacia sus compañeros para saber qué habían escogido ellos, cuando se dio cuenta que faltaba el dicharachero y siempre animoso Gideon. Miró a todas partes sorprendida, buscándolo por si se hubiera quedado rezagado en la otra sala, pero no había ni rastro del mago, sólo su peculiar sombrero que Syrid recogió del suelo.

—¿Es normal que los magos desaparezcan así? —Preguntó en voz alta pues, que ella supiera, en su tierra los magos no obraban tales maravillas.

Sintió pena al no poder contar con la presencia de Gideon y, al escuchar la triste melodía que tocaba Druth, no pudo evitar que un par de lágrimas resbalaran por sus mejillas. Se las limpió con rabia pues era consciente de que todos conocían los riesgos a los que se enfrentarían cuando entraran en la torre.

Con cuidado, guardó entre sus pertenencias el sombrero del mago por si, quizás en un futuro, se volviera a encontrar con él para poder devolvérselo.

Theodore descansó unos minutos contra la pared, su herida no era de gravedad, pero esta sumada a las anteriores habían provocado fuertes estrasgos en él. Respiraba con dificultad y a penas lograba mantener la vista.

Un tiempo despues fue alertado por la extraña musica de su compañero y algo más recuperado fue hasta sus compañeros y busco algo que le ayudara en sus futuros enfrentamientos. Entre todas las cosas que escondian los cultistas, le llamó la atención un extraño collar con forma de sol, lo tomó como recompensa.

Sin embargo, algo le pareció extraño. Solo lograba ver a dos de sus compañeros y al ver que sus rostros mopstraban tristeza pensó lo peor, el extraño mago había muerto. Pero no existía cadaver alguno. ¿Que ocurrió? , ¿sería posible que Gideon estuviera tras todo esto? Despues de todo, él fue el primero en entrar a la torre.

Al seguir avanzando por la torre, los héroes se sorprendieron al encontrarse en un caótico estudio. Libros y papeles manuscritos enteros, rasgados y algunos arrugados, decoraban las distintas mesas, estanterías y el mismo suelo. También había algunas herramientas con las que el Barón investigaba métodos de convocación y dominio de criaturas. Estaba claro que el Barón era un hombre pasional en sus investigaciones. Desde luego, lo que más llamaba la atención era el liche que flotaba tras el escritorio principal del Barón.

- ¡Mi señor demanda vuestras almas! - gritó el monstruo antes de arremeter contra los héroes. ¡El último desafío antes de derrotar definitivamente al Barón Archeon!

Druth dirigió una mirada a su alrededor, poco sorprendido de que hubieran logrado llegar al que parecía ser el estudio del Barón Archeon. En su rubicundo y colérico rostro se reflejaba la ira, no ya sólo por la necesidad de continuar ascendiendo por la Torre Infinita hasta alcanzar al Conde, sino también por el hecho de que probablemente hubieran perdido al bueno de Gideon, quizá por la brujería del propio Archeon.

Al divisar al liche tras el escritorio del Barón, oyó sus palabras mientras su expresión se contraía de rabia. Acto seguido, lanzó un brutal bramido y se lanzó en dirección al liche, dispuesto a acabar con su no-vida. En su mano izquierda sostenía la daga de los cultistas, mientras que en la derecha portaba su inseparable hacha.

Theodore se sintió sobrecogido al ver tal espectro. Analizó la situación, se encontraba muy mal herido. Tenía que usar su último recurso si quería luchar contra aquel ser. Buscó en su cinturón y de él estrajo un diminuto frasco con un liquido escarlata. Lo abrió y bebió el interior, sintió sus energías volver y sus heridas sanar y aunque no fue extrema su mejoría, era lo bastante como para luchar.

Para cuando volvió en si, su compañero ya se encontraba avanzando hacia el enemigo, pero esta vez no lo acompañó, sino que, esperó a ver como luchaba su contrincante, que le parecía poderoso y temía no poder ganar si se lanzaba sin un plan.

Habían llegado al refugio particular del Barón Archeon, o por lo menos esa fue la impresión que tuvo Syrid ya que al ver tantos libros, tantos pergaminos y objetos extraños estaba convencida de que era el lugar donde practicaba sus artes. Pero no fueron ni los volúmenes ni los instrumentos que debía usar el Barón lo que captó su atención sino el no muerto que flotaba sobre el escritorio del Barón, si es que ese liche no era el Barón transformado.

Aquel tenía que ser el último obstáculo para conseguir acabar con Archeon, Syrid estaba convencida de ello, así que aún sabiendo que quizás sus flechas no tuvieran ningún efecto sobre el liche, preparó su arco y apuntó con cuidado mientras su compañero, el gaitero pelirrojo, volvía de nuevo a la carga lanzándose contra el enemigo como animal salvaje.

Aquel enfrentamiento fue posiblemente el más duro que Druth había vivido nunca. Sin poder contar con el apoyo de Gideon, el gaitero pelirrojo y la guerrera norteña se habían visto en la tesitura de enfrentarse en solitario contra el liche. En medio del comabte, Druth pudo ver cómo Syrid era alcanzada por uno de los hechizos del mago no-muerto, resultando herida.

Encolerizado, el guerrero no lo dudó ni un momento y se lanzó contra el liche, descargando su hacha de doble filo con todas sus fuerzas contra la cabeza del hechicero esquelético, separando la cabeza del resto del cuerpo. Despué, cayó sobre el cráneo del liche y descargó de nuevo su hacha, hendiendo la cabeza del hechicero limpiamente por la mitad. El cuerpo entero del liche cayó entonces con estrépito al suelo, desprovisto ya de su no-vida.

Druth volvió una mirada a Theodore, jadeando por el esfuerzo que les había llevado enfrentar al liche, mientras que el acorazado caballero había decidido permanecer al margen. El pelirrojo recordaba que las habilidades del héroe del Este habían sido de gran utilidad contra los esqueletos, por lo que él más que nadie podía haberles ayudado a derrotar al liche. Druth observó a Theodore con rabia, sorprendido y disgustado de que el caballero hubiera preferido no intervenir, pero no dijo nada al respecto.

Theodore s eencontraba apoyado contra una estantería, recuperandose de sus heridas mientras observaba a sus compañeros en combate. Vió como Druth de manera frenetica y agresiva decapitaba a ese ser del averno. Por otro  lado, estuvo en alerta al ver como su compañera era herida.

Poco a poco comenzó a sentirse más aliviado. El mareo hebía desaparecido y sus heridas ya no sangraban, la poción hacía efecto. No comprendía como un liquido era capaz de realizar tales cosas, sin embargo, existían muchas cosas que desconocia, sobre todo si estas estaban relacionadas con la magia.

Una vez derrotado el enemigo, se acercó hasta sus compañeros y rasgando parte de su ropa, les entregó un trozo de tela a cada uno. Pues en su tierra eso se hacía para pedir disculpas por no facilitar su espada en combate. Una vez hecho esto y sin decir palabras, observó el cadaver del linche.