Partida Rol por web

-En realidad quería darte una invitación a una gran fiesta de lo más civil y galante que has visto jamás. Pero con lo poco amable que estás hoy no te la doy.

Y cortó la comunicación. Que no era nada más que una estratagema para hacerla rabiar un poco.

Alma chasqueó la lengua, divertida con aquel pequeño juego. Se levantó de la silla y anduvo hasta un armario colocado frente a su cama, adornado con un cerezo en flor pintado a mano. Al abrirlo encontró su generosa colección de ropa (que había recopilado durante su formación y viajes y de la que se sentía especialmente orgullosa), eligió una bata de seda azul turquesa, ligera y vaporosa, se calzó unas zapatillas y se dispuso a buscar a Adam. Aunque no siempre vestía así para rondar por la nave (y menos durante el "horario de clientes") decidió que la comodidad compensaba más que cualquier otra cosa.

Alma salió de su camarote para encontrar el bonito jardín de Phee, que se alojaba en las dos antesalas que daban a las habitaciones tanto de Alma como de Samael. Un espacio bien aprovechado -sobre todo para el oficio- que de otra manera se podría malemplear para otras cosas menos útiles y desde luego, menos hermosas. Descendió al nivel inferior por las escaleras que daban al hangar. Había otras de mano que llevaban directamente a la sala de estar, pero no eran precisamente adecuadas para una dama y menos una que vestía con cierta ligereza. Al llegar abajo le llegó un olor a comida recién hecha, además de música. Música vieja que había pertenecido a la Tierra que Fue, y que Riker solía hacer sonar por todo el lugar con cierta nostalgia cuando no tenían invitados a bordo. Como en aquel momento.

De ahí bajó las escaleras hasta la sala de mandos, un lugar que no frecuentaba tan a menudo. Era amplio y lleno de controles, con dos sectores separados. En el de la izquierda estaba Riker hizo girar la silla de forma teatral para verla de frente, recibiéndola con una sonrisa de oreja a oreja, además de encarnar las cejas con un gesto de sorpresa y satisfacción al ver cómo llegaba.

-Ah. ¿Buscas guerra? -ronroneó, inclinándose ligeramente hacia adelante con los codos apoyados en el reposabrazos de la silla de mandos.

Alma entrecerró los ojos mientras sonreía, confiriendo a su expresión cierta disonancia. Tras tantos años siendo acompañante, aquel tipo de juegos se habían vuelto para ella algo normal (a veces tanto que olvidaba el impacto que tenían), pero debía ser lo suficientemente cauta como para mantener la ilusión mientras dejaba clara su falta de interés por Adam.

-Busco una invitación. Y como te conformas con poca cosa he creído que tal vez así te sentirías más predispuesto a dármela.

Riker chascó la lengua, repasándola de arriba abajo y vuelta arriba.

-Poca cosa, ¿eh? -Se cruzó de brazos, expectante y alargando el momento mientras meditaba sus siguientes palabras con cuidado-. Entonces, si digo que me conformo con nada, ¿significa que me toca un baile privado en cueros? Digo, siguiendo la regla que tú comentas.

No pudo evitar reír y hacer una pequeña reverencia por aquella devolución tan original. Se acercó hasta él, apoyándose en el cuadro de mandos con cuidado de no pulsar nada.

-Si te portas bien y estás muy, muy enfermo tal vez me lo piense.-le cogió la cara y le examinó, girándola varias veces-Aunque por desgracia te veo lozano. Si me cuentas en qué consiste esa fiesta bajo mi apuesta a muy enfermo.

-Trato hecho- rió antes de volverse hacia el panel de mando, más relajado. Era bueno, entre oficio y oficio, aquella chispa de picardía y buen humor-. Han llegado invitaciones para vosotros, para mañana por la tarde. Una fiesta muy classy en el Palacio de Congresos de Lu'Weng. Cortesía de Rachel Lan, Sacerdotisa de la Casa Huayan, la de Phee. Para que te luzcas un rato y te lo pases bien.

-De lo más classy, ¿eh? Espero que nos anuncien al entrar, me encanta cuando gritan tu nombre como si tuvieras cuatro lunas en propiedad.

Se tocó la barbilla, pensativa.

-¿Se sabe el por qué de tal honor? No que nos inviten, sino el motivo de la fiesta.

-Yo no voy, querida. Soy demasiado para estas fiestas -anunció con cierto rintintín en la voz-. Y no. Le tendrás que preguntar a Phee cuando vuelva.

Alma arqueó las cejas con curiosidad.

-¿Phee ha salido? No me había dado ni cuenta.

Adam se incorporó, estirándose con los brazos apuntando al techo cuan largo era.

—Claro, demasiado trabajo —añadió con una sonrisa torcida. Sin embargo, continuó moderando el tono hacia uno más formal, serio. —Ha ido a visitar a su Sacerdotisa de la Casa Huayan; parecía contenta de regresar a 'casa'. Lo que me recuerda... ¿Dónde está tu Casa alojada? No recuerdo haberte oído hablar mucho de ella. Bueno, no es como si fueseis hablando de esas cosas en cualquier caso, ya me entiendes.