Partida Rol por web

Lu’Weng; capital de Shinon

Por supuesto que había visto Shinon en otras ocasiones, sobre todo durante su entrenamiento, todavía siendo bien jovencito. Sin embargo, su belleza seguía siendo sobrecogedora tanto desde el espacio como en los grandes hangares de Lu'Weng. La ciudad parecía perfectamente integrada con la naturaleza; los árboles llenaban las calles, las enredaderas se engarzaban con los edificios y la combinación de flores coloridas le daban a todo un aire de paz y calma. Incluso las calles, a pesar de concurridas, parecían mucho más pacíficas.

No pudo evitar pensar en el jardín de Phee, encontrando numerosas similitudes. Después de todo, ella se había criado allí y si alguien entendía la influencia que el entorno podía ejercer en uno, era Samael -o cualquier acompañante-.

En esas andaba perdido de camino a la Clínica Privada Bìnàn suǒ, donde había concertado su cita para la revisión médica anual. Todavía faltaba un mes, en realidad, pero Carmina había decidido tomar puerto por unos días para relajarse después de varios meses sin apenas para -excepto para coger clientes y pasajeros-, así que era la ocasión perfecta para lidiar con los asuntos pendientes. Y también para disfrutar de las oportunidades que una ciudad como Lu'Weng ofrecía. Viajar era divertido y excitante, aunque tras varios meses podía hacerse realmente monótono y pesado. De vez en cuando tenían la ocasión de visitar planetas a los que jamás había pensado en ir. A veces resultaba inspirador y otras... Bueno, todos sabían que conforme uno se alejaba del Sistema Solar Blanco las cosas decaían enseguida. Pero era diferente saberlo de verlo y vivirlo.

Entonces escuchó la voz de Tibor, que le arrancó de sus propios pensamientos.

-Monsieur, su parada -anunció con redundancia y una sonrisa boba en los labios-. Mándame una señal cuando termines y vuelvo a buscarte. ¡Suerte!

Samael le dedicó una sonrisa a su chófer y le tendió una hoja con una dirección escrita y un par de billetes.

-Por si quieres tomarte algo a mi salud, nunca mejor dicho.-se rió. Siempre era buena idea tener de buen humor a quien te tenía que hacer un favor. 

Al salir del coche, esperó a que se fuera y se llevará el sonido del motor con él. Después se dejó inundar por el ambiente apacible del planeta. Era su primer examen médico para continuar con su profesión y estaba bastante nervioso ante lo desconocido. Hasta hacía un año se había encontrado siempre protegido por sus maestros y el gremio, así que contraer cualquier enfermedad más allá de un resfriado era prácticamente imposible. Sin embargo, nunca sabías con total certeza todo lo que un cliente podía traer consigo, como había descubierto unos meses antes. 

Caminó hacia la clínica mientras se divertía paladeando la idea de un acompañante que se aprovechase de las diferentes órbitas de los planetas en los sistemas para alargar el tiempo que duraba su año y escapar del examen. Solo esperaba que no le tocasen con metal frío. La piel de gallina nunca le había favorecido a ningún imberbe. Pensó en Johan y como se erizaban los pelos de su nuca cuando le soplaba tras las orejas, revelando que realmente le gustaba aunque después lo negase.

"Ya pasó, Samael, olvídate de él.". Se adentró en la clínica sin saber si habría alguien esperándole o tendría que acudir a la recepción.

La Clínica era un edificio amplio y acristalado que reflejaba la luz de sol con intensidad. Al entrar también pudo comprobar que era un lugar limpio y agradable, algo impersonal aunque aderezado con plantas de vivos colores aquí y allá. Un holograma nada más entrar le dijo amablemente que si tenía cita previa acudiese a las ventanillas de la izquierda y si, por el contrario, era una emergencia, que acudiese a las de la derecha donde el personal cualificado le atendería enseguida. De modo que Samael se dirigió a la izquierda donde una mujer entrada en años y con una sonrisa de oro le pidió los datos personales comprobando que todo estuviese en orden.

-¿Primer examen médico? No te preocupes, cielo, estás en buenas manos. Aquí atendemos diariamente a la mayoría de los acompañantes de la zona. Además, creo que hoy está en servicio el Doctor Wong -comentó mientras tecleaba en el ordenador, mirándole de vez en cuando-. ¿Tienes alguna pregunta o alguna duda? 

El aspecto aseptico y a la vez adornado de la clínica le recordó al jardín de la nave. Esa mezcla de tecnología fría y destellos de color, era tan real como la misma sociedad de la que formaban parte. Entre las formas repetidas y repetibles se hallaban flashes de vitalidad, los acompañantes. Samael se dio cuenta de que la mujer disfrutaba de su trabajo, sobre todo la parte de ver a diario varios acompañantes. 

- No, lo cierto es que no.- respondió con una sonrisa encantadora.- Bueno, supongo que una obvia ¿Donde puedo encontrar al doctor? 

La mujer le devolvió la sonrisa y cuando Samael la miró directamente, pudo ver que era un gesto genuino. Solía ocurrir, quizá desde siempre, pero si había algo que valoraba en extremo de su adiestramiento como acompañante era la capacidad de leer a las personas. No sólo lo que decían o cómo lo decían, sino aquellos pequeños gestos y muecas que delataban la verdadera naturaleza de todo ser humano. Lo que realmente sentía bajo la piel.

-Oh, no te preocupes. El Doctor va en su horario, así que serán sólo unos minutos en la sala de espera. -Hizo un gesto indicando el lado derecho y además le extendió un dispositivo electrónico, más o menos del tamaño de un libro pero mucho más delgado y todo pantalla-. Te harán llamar enseguida. Si puedes mientras tanto rellenarme este formulario, por favor. Se activa poniendo tu la huella de tu pulgar sobre la pantalla. Es el proceso estándar para cualquier paciente nuevo que no está registrado en nuestro sistema interno. Nada particular. Datos generales, antecedentes médicos... Anota lo que recuerdes. Igualmente, el Doctor consultará tu historial previo en cuanto nos lo envíen desde tu Casa y también le remitirá los resultados de vuelta, así que no tienes que preocuparte de notificarles. ¿Alguna pregunta?

-No, ninguna. - Tomando el formulario se dirigió a la sala de espera. Se sentó en una de las sillas y plantó su pulgar en la superficie. Comenzó a rellenarlo con cierto grado de tedio. Tampoco esperaba que fuera a ser algo emocionante, pero en cierta medida la idea de salir a explorar el espacio le había encendido el fuego de la curiosidad y las ganas de aventura. Así que resultaba un poco anticlimático, pero los procesos administrativos nunca eran plato de buen gusto. 

Bostezó y dedicó un pensamiento al resto de la tripulación. Siempre que no hubiera problemas sería un viaje divertido, casi placentero. Mientras esperaba al doctor se dedico a juguetear con el boligrafo, haciéndolo bailar entre los dedos

. 

No había pasado un minuto desde que terminó de rellenar el formulario cuando notó en su bolsillo la vibración del comunicador. Al sacarlo, vio que era una señal que venía de la nave.

-Samael -reconoció aquel tono neutro y desprovisto de carácter. Rayyan-. Acaba de entrar una señal de un amigo tuyo. ¿Te la remito?

Y no es que el hospital fuese el lugar más privado para recibir comunicaciones -de hecho las otras dos personas que aguardaban allí le miraron de reojo, sin darle más importancia-. Pero Samael contaba con pocos amigos, o al menos amigos de los que de verdad se hacían llamar amigos. Podía imaginarse perfectamente quién era, y el corazón se le aceleró de inmediato.

Dejando el formulario sobre el asiento, Samael se levantó y se alejó de los desconocidos en busca de un poco de privacidad. 

-¡Claro!- Había abandonado Persephone tan rápido que no había tenido tiempo para despedirse. Camino impaciente en círculos mientras Rayyan hacía su parte. En cuanto notó que cambiaba el tono, sin poderlo evitar, preguntó lleno de ilusión- ¿Johan?

-Ey, hola -respondió la otra voz. Y sí, era Johan-. ¿Cómo estás? ¿Te pillo en mal momento?

Notó el rubor, por suerte para Samael los otros pacientes estaban demasiado ocupados en sus propios asuntos. Inspiro profundamente antes de hacerse el duro

-Bien, sin más, haciéndome el examen anual. Estoy esperando, así que es tan buen momento como cualquier otro. ¿Tu qué tal estas?

- Ah, es verdad. Eso. 

Samael recordaba, casi con gracia, ese pavor de Johan por las agujas. Le quedaba raro tener ese aspecto de tipo duro y luego ser tan cobardica para algunas cosas. Todo el mundo tenía sus debilidades, no obstante, y a él le había tocado esa. No le costaba imaginarle todo nervioso, sin para de mover la pierna, esperando en una sala de espera como aquella.

- Bien. Bueno... Estoy en Persephone ahora mismo. Tengo unos días libres así que estoy pasando por casa, visitando a mis padres y eso. Conociendo a mi sobrina, que nació hace unos meses.

- Aham, así que estás con tu familia.- Eso era nuevo, Cho solía recoger huérfanos. Pero sí era cierto que había acompañantes  que lo eran por deseos de sus padres. La educación durante la infancia era muy completa, y posteriormente la posición de Acompañante trae prestigio y una buena cantidad de ingresos.- ¿Qué no me estas contando? ¿Estas solo verdad?

-¿Qué? No, acabo de salir de casa de mi hermano.

Y Samael supo que decía la verdad. Sabía que tenía familia allí y que sus padres no habían apoyado su decisión de ser acompañante -algo bastante común al parecer, porque Alma había pasado por el mismo problema-. Pero su hermano era otra cosa. Habían retomado el contacto bastante no hacía muchos años, cuando este se casó.

Era algo más lo que no encajaba en todo aquello, un tono sutil en la voz, en el timbre, en la forma tan casual de contactarle.

-Es... Creo que estoy metido en un lío.

Samael no era creyente, pero estuvo a punto de pedir a cualquier dios que existiera que le diera todo el apoyo posible. 

-¿Qué has hecho ésta vez? ¿Cho se ha enterado ya?- Johan era un hombre pasional y aunque se esperaba que los acompañantes fueran siempre comedidos, su falta de autocontrol era considerada "picante" en comparación con el resto. Al mismo tiempo esa falta de temple, le traía problemas con frecuencia.- ¿Estas herido?

Se quedó en silencio y al otro lado de la línea le escuchó suspirar con preocupación.

-No, estoy bien. La sacerdotisa Cho ya lo sabe y... Han revocado mi licencia. ¡Pero estoy bien! -se apresuró a añadir-. Estoy en casa, Greg y su esposa se están portando genial conmigo y hasta mis padres parecen contentos. Sólo quería que lo supieras por mi antes de que te enteres por el Gremio o lo que sea. No... No quiero que prestes atención a lo que digan otros.

- Ohh....Johan...- Por un momento Samael no supo que decir. Ser acompañante requería un esfuerzo continuo durante muchos años y vivir a la altura de unas expectativas que siempre eran altas. Iba a tener unas vacaciones indefinidas. Quería saber más cosas pero no quería presionarle sobre lo ocurrido o su incierto futuro.- ¿Hay alguna posibilidad de que la recuperes?

Si no tenía trabajo, cosa que averiguaría tarde o temprano, siempre le podía convencer a la Capitana de que un camarero a bordo mejoraría el caché de la nave.

Johan suspiró, derrotado, emitiendo un gemido angustiado que le dolió en el corazón.

-No lo sé... Creo que no. No por ahora... 

Un enfermero entró en la sala.

-¿Samael Rozenberg? - llamó, paseando la mirada por los presentes y deteniéndose en él.

- Tengo que entrar en consulta. Hablaremos sobre esto largo y tendido. Por ahora, relájate y disfruta de estar con tu hermano. Recuerda, aunque no puedas seguir, no todo está perdido. Hablamos cuando vuelva a la nave.-colgando el teléfono se dirigió al enfermero.- Aquí, voy. 

Pasando por donde se había sentado, cogió el formulario y se lo entregó al enfermero. 

- Usted manda.