Partida Rol por web

Hacía años que habías abandonado a tu maestro Hirkel, años que habías pasado en compañía de otros aventureros en busca de gloria y tesoros. Habían sido años de alegrías y de tristezas. En tus viajes habías conseguido objetos poderosos como la estola que recuperaste en un templo derruido o los guanteletes que arrancaste del cuerpo muerto de líder ogro, pero también habías perdido a buenos compañeros, muertos por las trampas de las profundas mazmorras o por los diestros golpes de tus enemigos.

Ahora tras una misión desastrosa explorando unas ruinas. Las muertes de tus compañeros solo habían servido para recuperar un anillo mágico, te encaminabas a la ciudad de Rel Mord. El Rey Archbold III había encargado a su hijo Lynwerd la creación de una expedición para realzar el espíritu hundido de Nyrond. Lo que necesita el pueblo es una historia digna de ser cantada por los bardos y que les distraiga de sus problemas rutinarios. Rezaba la carta que habías recibido del propio puño y letras de Lynwerd lacrada con el sello del príncipe. La carta no especificaba cual iba a ser esta “historia digna”, solo fijaba un lugar, un día y una hora. 

El Rey Archbold III había encargado a su hijo Lynwerd la creación de una expedición para realzar el espíritu hundido de Nyrond. Lo que necesita el pueblo es una historia digna de ser cantada por los bardos y que les distraiga de sus problemas rutinarios. Rezaba la carta que habías recibido del propio puño y letras de Lynwerd lacrada con el sello del príncipe. La carta no especificaba cual iba a ser esta “historia digna”, solo fijaba un lugar, un día y una hora. 

Hacía años que habías logrado escapar de la persecución de la reina Lolth mediante un extraño objeto que te había cambiado de mundo. Ya no pisabas las tierras de Faerûn, si no las tierras de Flaenia. Las nuevas tierras al principio se te antojaron raras y extrañas, el leguaje y las costumbres eran distintos; los dioses; los países; incluso nadie conocía a los drow.

Habían pasado varios años desde aquel “salto” de mundo, años que habías pasado en soledad y en compañía de otros aventureros. Habías aprendido las costumbres de nuevo mundo, viajado, vivido aventuras, y te habías ganado fama entre otros aventureros. En tus viajes habías conseguido objetos poderosos en como la máscara que recuperaste en un templo derruido o los armas que arrancaste del cuerpo muerto de necromante, pero también habías perdido a buenos compañeros, muertos por las trampas de las profundas mazmorras o por los diestros golpes de tus enemigos.

Ahora te encaminabas a la ciudad de Rel Mord. El Rey Archbold III había encargado a su hijo Lynwerd la creación de una expedición para realzar el espíritu hundido de Nyrond. Lo que necesita el pueblo es una historia digna de ser cantada por los bardos y que les distraiga de sus problemas rutinarios. Rezaba la carta que habías recibido del propio puño y letras de Lynwerd lacrada con el sello del príncipe. La carta no especificaba cual iba a ser esta “historia digna”, solo fijaba un lugar, un día y una hora.

Hacía años que habías abandonado a tu tribu, años que habías pasado en compañía de otros aventureros en busca de gloria y conocimientos. Habían sido años de alegrías y de tristezas. En tus viajes habías conseguido objetos poderosos como la armadura que recuperaste en un templo derruido o el anillo que arrancaste del cuerpo muerto de líder ogro, pero también habías perdido a buenos compañeros, muertos por las trampas de las profundas mazmorras o por los diestros golpes de tus enemigos.

Uno de tus compañeros había recibido una carta de Lynwerd, el hijo del Rey Archbold III de Nyrond, que le invitaba a una expedición para realzar el espíritu hundido de Nyrond. Lo que necesita el pueblo es una historia digna de ser cantada por los bardos y que les distraiga de sus problemas rutinarios. Rezaba la carta que había recibido Dunkin, el humano gerrero. La carta estaba escrita por el propio puño y letras de Lynwerd lacrada con el sello del príncipe. La carta no especificaba cual iba a ser esta “historia digna”, solo fijaba un lugar, un día y una hora. 

Te encaminaste junto con Dunkin  a Rel Mord y la posada “El escudo de platino”, el lugar donde se celebraría la reunión con la esperazan de que admitieran a un miembro más en el grupo. Fue durante el viaje, tras un encuentro con unas nagas en el pantano brumoso, donde Dunkin  encontró la muerte. Decidido, enterrastes a tu amigo y recogiste la carta de Lynwerd. 

Durante la batalla de  Karndred's Meadows demostraste tu valor y el Rey Archbold III prometió recompensarte más adelante. Esta recompensa venía a modo de invitación a una expedición. El Rey había encargado a su hijo Lynwerd la creación de una expedición para realzar el espíritu hundido de Nyrond. Lo que necesita el pueblo es una historia digna de ser cantada por los bardos y que les distraiga de sus problemas rutinarios. Rezaba la carta que habías recibido del propio puño y letras de Lynwerd lacrada con el sello del príncipe. La carta no especificaba cual iba a ser esta “historia digna”, solo fijaba un lugar, un día y una hora.

Tu estancia en Rel Mord había sido monótona y aburrida solo alegrada por alguna que otra espedicion. Pero hace un año Lynwerd, el hijo del Rey Archbold III de Nyrond, te había propuesto buscar una tumba. Lo que necesita el pueblo es una historia digna de ser cantada por los bardos y que les distraiga de sus problemas rutinarios. Te había dicho en la polvorienta biblioteca mientras depositaba ante tus ojos un polvoriento manuscrito. En este libro se habla sobre la famosa tumba de Acererak, un viejo mago que, según se decía, ambicionaba conquistar incluso la muerte.

Fue un año de duro estudio hasta que conseguistes establecer el lugar de la tumba. Con el lugar de la tumba, Lynwerd empezó a  organizar la expedición a la tumba fijando una reunión con varios aventureros en la posada “El escudo de platino”.

"Historias dignas de ser contadas", "realzar el espíritu del reino", "entretener al populacho de sus vida cotidiana"... frases sin sentido para Drisdhaun, que lo había perdido todo al escapar de su esclavitud, aunque esta afirmación pareciera contradictoria.

De todas formas una carta remitida por Lynwerd no era algo que pudiera pasar por alto, alguien de su posición de seguro tendría herramientas que le ayudaran a adquirir los conocimientos que le permitieran volver a reunirse con su madre... en esta vida o en la próxima. Dudaba que fuera el único en recibir aquellas noticias y que en el lugar designado seguramente encontraría a más individuos atraídos por el llamamiento.

Una hazaña digna de ser cantada por los bardos ? O dicho de otra manera  un grupo de estúpidos que se jueguen la piel por el honor y la gloria .Muevo  la mano dejando que la energía chisporrotee  y fluya  por los dedos  antes de lanzar una pequeña descarga aun lagarto que descansaban perezosamente al sol .Bien , si  la paga es buena  no veo porque no  unirme a tan "gloriosa " causa .A muy malas solo aceleraremos las cosas en de vez de esperar como ese pobre bicho  a que me llegue la hora .Me guardo la carta y silbando un tonadilla  aprendida en alguna taberna de mala muerte  dirijo mis pasos hacia el punto de encuentro. 

Vaya desgracia... siempre pasan estas cosas a los amigos...no les puede pasar a los malos... El camino aun quedaba lejos...pero bueno seamos sinceros echaria de menos a su compañero de aventuras...pero ahora iria muchisimo mas rapido y seguro...

Hacia dias....que no se cambiaba de forma...asi que empezo a correr y en un salto se transformo en un cuervo y prendio el vuelo hacia su destino mas rapido y acortando vueltas del camino....

 La búsqueda, muchas veces infructuosa entre legajos de pergaminos, siempre dura, me llevo a tratar con sabios y mercaderes, desentrañar el secreto de la localización de semejante tumba era una tarea titánica que dio sus resultados tras un arduo año de trabajo e inversiones monetarias, el saber es un cotizado recurso, y en este maldito mundo mortal nadie da nada a cambio de nada.

 Pero el príncipe era un hombre capaz y seguro que reuniría una buena compañía para llevar a cabo la misión y que misión descubrir la tumba del poderoso Acererack. Contar con la ayuda de la universidad de la ciudad había sido una suerte pues poco quedaba de la historia del Archimago.  

Aquello era justo lo que Kumal quería, una gesta heroica que poder contar en su pueblo. No sonaba especialmente bien, aquel tipo de cartas eran o bien una copia de algún libro o un timo. Acariciando su barba, pensó en lo que recordaba de aquel principe y su reputación.

Fuera cual fuera el motivo, Kumal partió hacia el lugar, ya fuera para hacer heroicidades o castigar a los malvados timadores.

Sabía que esa carta me haría salir de la taberna, nada mas ver el sello que se encontraba en el lacre sabía que no podría negarme. Rompo el sello y leo, no me dejaban opción para no ir, toco ligeramente la bolsa medio vacía de monedas, en verdad tampoco me venía mal el dinero que pudiese sacar. Termino la bebida y dejo una moneda sobre la mesa. - Quédate con el cambio Mellissa. Tardaré un tiempo en regresar. Salgo de la taberna y me encamino al lugar de reunión, seguro no era un encargo fácil. 

Sabes que el Rey Archbold III de Nyrond fue un gran guerrero, aunque ahora esta muy mayor. Tiene dos hijos de distintas madres, aunque no sabes si son bastardos o no. El mayor es Lynwerd y el pequeño Sewarndt.

Aunque parecía una fortaleza, la ciudad de Rel Mord era un hervidero de vida doméstica. Comerciantes y mercaderes de todas las razas y nacionalidades conducían sus carromatos, llenos hasta los topes de rollos de telas, sedas y tejidos de brillantes colores, hacia el mercado, mientras una caravana infinita de ganado y otros animales recorren con pesadez sus amplias calles. Los soldados patrullaban los carriles y avenidas, algunos con expresiones tan aburridas como la del guardia de la puerta y otros observando con atención a los pilluelos, los mendigos y los músicos que se movían entre la multitud.

A pesar del bullicio y la actividad reinantes, daba la impresión de que en la ciudad reinaba la desesperación. La música, las risas y la atmósfera de la ciudad se le antojaban demasiado estridentes y forzadas; los rostros de los ciudadanos demasiado cautos o, lo que era peor aún, demasiado apáticos. Mientras caminaba por sus calles advirtió la capa de polvo que cubría sus majestuosos edificios y templos de piedra.

A medida que os internabais en la ciudad, la presión de la multitud se fue reduciendo. Las calles se estrecharon, los edificios de madera y piedra se acercaron entre sí y los ansiosos pasos de los mercaderes fueron reemplazados por las delicadas pisadas de sacerdotes vestidos con sotanas, mensajeros reales y funcionarios de la corte, que realizaban su trabajo con aire de tímida dignidad.

Por fin encontráis la posada, “El Escudo de Platino”. Aunque no había sido construido en piedra, las elegantes líneas de su estructura se mezclaban a la perfección con la arquitectura circundante. Un techo elevado le confería cierta sensación de dignidad, a la que contribuían las ventanas de complejos marcos y la puerta exquisitamente tallada. Sobre el dintel colgaba un cartel pintado con maestría que anunciaba el nombre del establecimiento.

El interior del Escudo de Platino era tan elegante como sugería su exterior. Mesas redondas de teca y cerezo se alzaban sobre un suelo de madera pulida y las paredes, revestidas de paneles, estaban decoradas con tallas magistrales. El diseño de la zona comunitaria, con sus líneas arqueadas y sus esquinas redondeadas, confería profundidad a la vez que creaba una atmósfera íntima. Unas escaleras cubiertas por una recia moqueta roja ascendían hacia los dormitorios del piso superior y otra puerta conducía a la famosa bodega de la posada.

La taberna estaba vacía excepto por el pequeño grupo que se había reunido alrededor de una amplia mesa situada cerca de la chimenea de mármol¹.

Las presentaciones se habían realizado con premura y ahora los siete conversaban en tono sosegado. Lynwerd era un hombre bien parecido de unos cuarenta años, rubio y de constitución fuerte.

La situación es intolerable. Comento llenando el silencio resultante con la facilidad de un versado orador.  y los nirondeses, tanto los nobles como el pueblo llano, anhelamos ver que nuestro país recupera la grandeza de antaño. Gracias a la infatigable búsqueda de Auris tendremos la oportunidad de conseguirlo.

Hemos descubierto la ubicación de una antigua tumba, el lugar de descanso del legendario mago Acererak. En su interior descansa un tesoro de oro y magia digno de un rey, una fortuna que bastaría para saldar nuestras deudas con esos reinos extranjeros y llenar una vez más los cofres de nuestro país. Nirond resurgirá de sus cenizas. Dijo el noble, casi chillando, mientras golpeaba con fuerza la mesa, y volverá a alzarse entre los reinos más poderosos del mundo.

Como con todos los "raza pura" de los que había tenido la desgracia de cruzarse, las palabras se les agolpaban en la boca, como si les fuera a explotar la cabeza si estuvieran un par de segundos callados.
Y no, Lynwerd no era una excepción para los de su raza. Pero sus ropajes elegantes y su noble cuna le permitían hacer uso de su labia para que otros se jugaran el pellejo por un ideal estúpido...

"-Supongo que la recompensa por recuperar tales riquezas para elevar a su reino a lo más alto, deberá ser proporcional a lo que esos reinos poderosos pagarían por tal hazaña."

...si se podía llamar hazaña al noble arte de allanar tumbas.

Kaothi se mantenia callado, aunque era inevitable que destacara su estatura de mas de 2 metros ( 230cm por ser exactos). Observaba los gestos de Lynwerd y pensaba como Dunkin podia haber conocido a este.....personaje.

Reprimo una sonrisa al escuchar enmascarado decir en voz alta lo que yo mismo había pensado al recibir la invitación a tan honorable búsqueda..Bien al menos no estaré completamente rodeado de santurrones y hay alguno con los pies en la tierra .

No tengo ningún problema en aceptar  el encargo pero como ha dicho el compañero .digo señalando de manera descuidada a Drisdhaun. Espero que la paga este en consonancia con la tarea . ..lo cual me lleva a  lo siguiente ¿recibiremos una parte del botín que encontremos   o se nos pagara una cantidad fija ?

No fué difícil encontrar la posada, había visitado casi todas las de la ciudad el último día de la guerra, era un día que no olvidaría mas o menos como la mayoría de la población en la ciudad. Y por ese día, esta extraña troupe se encontraba ante el príncipe. Las ropas de montaraz me daban un aspecto descuidado, y ese era el aspecto que quería dar y mientras el resto de compañeros no dieran sus nombres, yo haría lo mismo.Sonrío bajo la mascara que cubre mi rostro, por ahora los que habían tomado la palabra sabían a lo que venían. - Como bien dicen los aquí reunidos, no hacemos las cosas por el mero honor de servir al país .... recuerde su alteza que yo ya sangré por reino en otro tiempo, ahora una recompensa adecuada significa en cuanto riesgo pongo mi pellejo.