Partida Rol por web

El caballo desbocado cabalga a una velocidad mayor todavía cuando es liberado del lastre de su jinete y éste cae como un saco de patatas sobre el suelo arenoso. Con un quejido se levanta un hombre delgado, vestido con un traje de chaqueta que en su día parecería elegante y se ajusta unas gafas redondas que milagrosamente no ha perdido durante su accidentado trayecto.
El hombre mira al grupo y después al indio, a quien le dedica un gesto de agradecimiento.
-Gracias por ayudarme. Me dirigía a Badvalley cuando algo asustó a mi caballo. No sé si le mordió una serpiente o le picó un alacrán, pero me resultó imposible dominarlo. De no ser por este afortunado encuentro, habría arrastrado mis restos hasta Dios sabe dónde.
Mira con desánimo la nube de polvo que deja su antigua montura en la lejanía y suspira.
-Soy Owens el contable, o al menos así me llamaban cuando todavía tenía trabajo en el banco. Me dirigía a Badvalley en busca de una oportunidad de trabajar de nuevo, aunque ahora dudo de que pueda siquiera llegar a mi destino. ¿Y vosotros? ¿A donde os dirigís?

Pancho se levanta del suelo refunfuñando y se sacude el polvo, intentando mantener la poca dignidad que le queda tras el porrazo infame. Sube de nuevo a su caballo y mira al hombre con desdén, pero no contesta a sus preguntas. 

Mejor, así participa mas gente y se anima.

Esta noche posteo :)

Saludo al tipo acariciando el ala de mi sombrero mientras lo miro de arriba a abajo:

-Pareces un casaca gris -le comento mientras me saco el sombrero y me lio a gorrazos con el para sacudirle le polvo, luego lo sacudo un poco (el sombrero) y me lo vuelvo a poner- Vamos en la misma dirección que tu, pero nosotros con mas suerte -le ofrezco mi cantimplora para que beba-

Troto junto a los demás mientras oteo el lugar por el que ha desaparecido el caballo, algo tentado de perseguirlo. Pero me encojo de hombros y le echo un vistazo rápido a la cantimplora del vaquero.

No parece agua de fuego, así que permanezco en un segundo plano mientras escucho razonar a los rostros pálidos.

El contable bee un trago de agua y después, a petición de Billy, sube a su caballo y continuáis la marcha hacia Badvalley en silencio.
A las pocas horas llegáis a vuestro destino. A pesar de su nombre, Badvalley no e sun mal lugar, al menos si se lo compara con Goldentown. Es un lugar de paso del ferrocarril y tiene una parada debido a la industria maderera, que no parece ser tan ruinosa como en Goldentown; sus calles bullen de actividad y los niños juegan teniendo cuidado con las numerosas carretas y caballos que transitan la calle principal.
Guiados por Billy, llegáis a un almacén donde os muestran una diligencia y varios caballos; la que transportará la carga que mañana llegará con el tren; y comprobado ésto, os dirigís al hotel donde pasaréis la noche.
Mañana a primera hora llega el ferrocarril, por lo que debéis descansar.

Los primeros rayos del Sol despuntan sobre la smontañas y os encontráis en la estación junto a Billy y, por algún motivo, el Contable. Junto a vosotros una diligencia tirada por dos caballos espera a que el tren llegue, carguéis lasa cajas de explosivos en ella y la escoltéis de vuelta hasta Goldentown poniendola a salvo de bandidos y rufianes para cumplir así el suelo de Billy.
La eterna sonrisa del alcalde se amplía aún más cuando un rastro de humo negro aparece en el horizonte. Con total puntualidad, la locomotora se deja ver a lo lejos, arrastrando dos únicos vagones de carga. El tren avanza en dirección al túnel que le dará entrada a Badvalley. Sólo quedan unos segundos para verlo aparecer por vuestro lado.
Unos segundos.
Nada más que unos segundos.
Pero el tren no aparece y la sonrisa se borra de la cara de Billy cuando oís el chirriar metálico de los frenos seguido del estruendo de un choque.

-¡No es posible! -Grita Billy, claramente afectado mientras sale al galope en dirección al túnel.
Le seguís cabalgando junto a la vía y después ascendiendo la colina rocosa bajo la cual debería haber pasado el tren y al llegar a la parte superior, os encontráis con una escena que ya andabais imaginandoos.
La entrada del túnel parece haber sido bloqueada con grandes rocas, lo que ha hecho que la locomotora se estrellara y ahora se halla tumbada en el suelo, completamente aplastada y todavía soltando humo negro. Los dos vagones siguen de pié, aunque el primero fuera de los raíles y alrededor de él, una decena de hombres armados se apresuran en cargar los cartuchos de dinamita en las alforjas de sus caballos.
-Malditos sean- Dice Billy en voz baja. -No han esperado a que estuviera cargado en la diligencia... ¡Vamos a por ellos!

Al ver a los rufianes descargando los explosivos del tren me quedo unos segundos sin capacidad para reaccionar, pero luego parpadeo y, acto seguido, frunzo el ceño. Estos bandidos se creen muy listos.

-¡No dispaléis! -grito a mis compañeros a la vez que espoleo al caballo-. ¡Podlíais echal a peldel los explosivos!

Mientras el caballo se lanza ladera abajo hacia el grupo de rufianes y el viento se lleva mi sombrero por los aires, me concentro en el chi. Con las manos unidas en la posición de la tormenta y los ojos cerrados, las fuerzas místicas se reúnen a mi alrededor y extraigo el poder del rayo. Cuando abro los ojos de nuevo, un fulgor azul eléctrico ha substuido a pupila, iris y blanco. Salto del caballo con los brazos extendidos hacia delante, envuelto en un halo de rayos que crepitan a mi alrededor. Se oye un trueno ensordecedor y desaparezco en el aire bajo un destello azul.

Un haz de electricidad serpentea por el suelo en un instante hasta llegar ante el primero de los bandidos y allí aparezco de nuevo con los brazos extendidos hacia delante, con los que tiro de las orejas al tipo para bajarle la cabeza de golpe y estrellarla contra mi rodilla ascendente. Se oye de nuevo un trueno y aparezco ante el siguiente bandido más cercano, pero esta vez agarro la caja de TNT que sostiene y se la estampo en la nariz. Reaparezco luego tras otro bandido y hago un barrido rápido con la pierna contra sus tobillos, tumbándole de golpe al suelo y me levanto a la velocidad del rayo para asir la caja de TNT que tenía en las manos y estaba cayendo para hacerla caer con mayor fuerza sobre su cabezón. Otro trueno y otro rayo después, aparezco ante el cuarto tipo, esta vez volando en dirección a su cuello con la pierna estirada por delante, que lo hace soltar un gorgoteo a la vez que lo derriba. Acto seguido ya estoy más allá, agazapado justo entre las piernas de otro bandido, y me levanto como si no supiera dónde estoy, de modo que mi cabeza impacta de lleno en su entrepierna y el rufián se queda bizco. Otro trueno señala mi reaparición frente a otro pistolero, que se queda mirando cómo le bajo el sombrero hasta la barbilla de un tirón y, de una patada giratoria en la espalda, lo empujo hasta el culo de su caballo quien, incordiado, le propina una sonora coz en toda la cara. Al reaparecer sobre el vagón descarrilado, recojo una caja de TNT y se la arrojo al barrigón del sexto bandido, haciendo caer multitud de cartuchos de dinamita por el suelo. Reaparezco junto a ellos en un instante, recojo varios a una velocidad vertiginosa y, girando sobre mí mismo como un huracán que levanta polvo a mi alrededor, arrojo una ráfaga de cartuchos contra el séptimo bandido, que se estrellan por diversas partes de su cuerpo, hasta que uno se le cuela en la boca y otro le impacta en la entrepierna. El huracán se esfuma y reaparezco junto al octavo bandido blandiendo un cartucho de dinamita en cada mano como si fuera un nunchaku sin cadena y abofeteándolo en la cara repetidas veces antes de que sepa de dónde le caen los golpes. El noveno bandido apenas ve cómo un relámpago se encarama al poste ferroviario que hay a su lado y, con las manos asiendo el poste, giro entorno a él dos veces para coger impulso y lanzarme con las piernas por delante hacia el rostro del tipo.

Poseído todavía por el furioso poder místico de la tormenta, el décimo bandido ve cómo sonrío al acercarme a él, pero al lanzarle una patada alta con la pierna derecha, pierdo la concentración en el chi, los relámpagos desaparecen, y el bandido esquiva sin esfuerzo alguno mi lentísimo ataque. Ahora es él quien sonríe.

Al ver a los rufianes descargando los explosivos del tren me quedo unos segundos sin capacidad para reaccionar, pero luego parpadeo y, acto seguido, frunzo el ceño. Estos bandidos se creen muy listos.

-¡No dispaléis! -grito a mis compañeros a la vez que espoleo al caballo-. ¡Podlíais echal a peldel los explosivos!

Mientras el caballo se lanza ladera abajo hacia el grupo de rufianes y el viento se lleva mi sombrero por los aires, me concentro en el chi. Con las manos unidas en la posición de la tormenta y los ojos cerrados, las fuerzas místicas se reúnen a mi alrededor y extraigo el poder del rayo. Cuando abro los ojos de nuevo, un fulgor azul eléctrico ha substuido a pupila, iris y blanco. Salto del caballo con los brazos extendidos hacia delante, envuelto en un halo de rayos que crepitan a mi alrededor. Se oye un trueno ensordecedor y desaparezco en el aire bajo un destello azul.

Cuando el chino se lanza a la carga en solitario contra los bandidos que hay en el tren, os fijáis en que éstos no están solos. Una decena de hombres más están apostados en las rocas de la colina y asoman sus pistolas y rifles cuando oyen el cabalgar de Lee.

Reconoces a un par de los hombres escondidos en la montaña. Son hombres de Jack Cuatrodedos. Casi puedes sentir el hedor de sus alientos desde aquí.

- ¡Pero qué haces, amarillo idiota! - Grita Pancho estupefacto cuando ve a Lee salir a uña de caballo contra los hombres, sin fijarse en que podían tener refuerzo - ¡Disparad hacia las rocas! 

Pancho saca su rifle dispuesto a comenzar la ensalada de tiros.

Al ver la superioridad numérica espoleo a mi caballo hincando las espuelas en sus costados mientras estiro de la rienda izquierda consiguiendo que este gire hacia a a izquierda. Con la mano derecha pego un tirón a la rienda del caballo de Susan para ver si me sigue, iba a necesitar ayuda ahí arriba. Comienzo a  subir la colina por el lateral mientras adopto una forma aerodinámica seguido de una pequeña nube de polvo.

-¡Encargaros de los los que hay apostados  en la montaña!

Desenfundo la pistola en mi escalada.

11 tomas + 2 por desenfundar = 13 = 4 disparos X 3 tomas . Aun me sobra una.

Intentaré disparar a la cabeza que es lo que mas se ve. A uno me lo cargo bien y los otros 3 quedarán heridos.

Ese chino...está loco. Qué narices hace lanzándose como un suicida contra todos esos bandidos? Qué cree, que le van a escuchar? Pobre desalmado... Esta situación requiere poner al máximo las habilidades de cada uno y yo no es que sea precisamente diestro con las armas así que decido ir a sorprender a los bandidos que están robando la dinamita. Malditos rufianes, por gente como vosotros es la razón por la que no haya gente que me contrate. Sus váis a enterar! Espoleo mi caballo y me lanzo contra los saqueadores.

No recuerdo si la tirada era asi. De momento voy a seguir a Kilder que ha posteado lo que ha posteado porque sabe lo que hay.
Si la tirada esta mal repitela tu por favor.

El tiron de Rubio casi me hace caer del caballo, pero he reconocido a algunos de los hombres que han parecido en la colina y lo sigo gustosa. Nada me causaria mas placer que vaciar mi cargador en el cuerpo de los hombres de Jack.