Partida Rol por web

Tratas de desarmas al tipo de gris, pero es más escurridizo de lo que creías y con cada disparo se mete más y más entre las rocas que usa de cobertura. Desafortunadamente para él, no tiene escapatoria posible.
Pero más desafortunadamente aún, una serie de disparos precisos sobre su cabeza, hacen que caiga sobre él una pequeña avalancha de rocas que lo sepultan para siempre.
No sabrías decir si ha sido cosa del Indio o del Mexicano, que ahora cabalga en dirección al tren.

El gordaco y tú estáis enzarzados en un reparto de bofetones que le dan una clara ventaja a él. Tus golpes no le hacen ni cosquillas pero él si te da una que te duele.
Ves como el chino sigue tumbando saqueadores y el Mexicano acude en tu ayuda.

El tipo de gris está acosado por cuatro personas pero no parece dispuesto a dejarse atrapar y se escabulle entre las rocas evitando las balas enemigas, hasta que se coloca debajo de una roca que no parece muy segura.
Con un disparo haces que caiga sobre él una pequeña avalancha de piedras para luego echarle el pedrusco encima y aplastarlo.

Azucé de nuevo al caballo mientras le gritaba: ¡JIAAA! y escuchaba el galope de Susan detrás mio. Con la pistola ya ne la mano decidí disparar, pero no a matar ni a herir, sino para darle al revólver del Gris y desarmarlo para poder seguirle cuando huyese.

Disparo una vez ¡PUM! pero fallo y se esconde mas aun entre las rocas, vuelvo a intentarlo ¡PUM!, y se termina de ocultar en la montaña cuando un alud de piedras lo entierra.

Mierda....

Cabalgo a toda velocidad por la ladera siguiendo a Rubio. No quedan pistoleros a los que matar, asi que voy por el hombre de gris. La exclamacion del caza recompensas se junta con la mia cuando ante mis ojos un monton de piedras sepulta a mi objetivo. Pero no esta todo perdido.

-¡Alla!--señalo a lo lejos con el dedo. Uno de los bandidos ha conseguido huir, el polvo que levanta su caballo forma una linea que se dirije hacia el oeste. Calculo la distancia y me doy cuenta de que no es posible alcanzarle desde donde estoy con una de mis balas- ¡Ese maldito cabron intenta huir!¡Apuesto mi sombrero a que se muere por llegar al jefe y contarle lo que ha pasado!- miro a Rubio mientras mi caballo se mueve nervioso- Quieres a Jack, verdad? Pues aquel demonio sera el que nos guie hasta el si lo seguimos.

Chasqueo la lengua disgustado. Está claro que atacarles convencionalmente no funciona. Afortunadamente los pistoleros acaban con casi todos los enemigos, excepto el jefe, que se oculta entre unos peñascos.

Pero entonces me fijo en que un poco más arriba hay unas rocas que el Padre Viento ha dejado en un precario equilibrio. Una piedra más pequeña parece hacer de cuña e impedir el desprendimiento, un desprendimiento que podría sepultar al bandido.

Apunto con cuidado... y sonrío.

Inspiro profundamente. Pongo las manos en la posición del aguacero prodigioso y hago los pases necesarios para concentrar el chi, tal como me enseñó mi maestro. Acto seguido, me lanzo a por los cinco bandidos que quedan en pie.

El primero se está levantando del suelo mientras me acerco y desenfunda su revólver al verme venir, pero le pateo la mano rápidamente y el arma sale volando por los aires. Mientras el bandido se la queda mirando, le arreo dos patadas altas en la cara y otra en la barriga, luego cojo la pistola cuando cae y la arrojo directamente contra otro bandido que ya se me acercaba por la espalda cargando con una caja de dinamita. El revólver le golpea en plena frente con dureza y acto seguido le clavo una patada a la caja, que se hunde en la barriga del tipo y le hace exclamar un "¡uuuuhhhhmfff!" antes de caer. Estos ya no se levantarán del suelo en un buen rato. Se me acercan dos bandidos más y tengo el pie atrapado en la caja de madera, así que doy un salto giratorio con la pierna de la caja estirada al máximo. Al estrellarse contra el rostro del primer tipo y luego contra el del segundo en rápida sucesión, la caja acaba haciéndose añicos y mi pie queda liberado. Como están atontados por el golpe, esquivo sus ataques sin problemas, agarro a uno de ellos por los tirantes y lo propulso de golpe contra el otro bandido, ayudándolo con un patadón en la mejilla que le gira la cara ciento ochenta grados. El quinto bandido se acerca con cara de malas pulgas, para los dos primeros puñetazos y me empuja al suelo, doy una voltereta, recojo dos cartuchos de dinamita, los hago girar rápidamente por la mecha y se los arrojo uno tras otro, a la vez que me acerco corriendo y le ataco con una patada voladora que detiene a duras penas con el antebrazo. ¡¡¡Iyaaaaaa!!! Asustado, el bandido da media vuelta para echar a correr. Echo un vistazo a Rod y veo que aún no ha despachado a su adversario, y que Pancho acude para ayudarlo. ¿Por qué tarda tanto ese Rod? -pienso, fastidiado.

Mientras me recupero del par de tortazos que me ha metido mi oponente veo como el chino está iluminado por una luz sobrenatural (o quizás es el reflejo del sol?) y como se lanza como una fiera contra los rufianes. Lo que veo ante mis ojos no tiene palabras. Sus ágiles y precisos movimientos parece que sean impensables. Por culpa de esta visión no me doy cuenta que mi adversario se abalanza sobre mí y no me da tiempo a reaccionar cuando otro tortazo me da en toda la nuca. -Auch! Parece mentira que me estén dando tal paliza. Ahí donde lo ves, ese canijo ni se despeina luchando en una clara inferioridad numérica y yo aquí luchando como un viejo. Me estará pasando factura la edad? Por lo lejos veo como se aproxima el indio, dirigiéndose a mi refriega. Y lo que faltaba, que me vengan a ayudar, menuda vergüenza. Vamos Rod, saca esos años de experiencia de tus puños!

A lo lejos se podía ver una pequeña nube de polvo avanzando en aquella dirección. Era la de una vieja carreta polvorienta cargada de cajas en la parte de detrás, no, cajas no... eran ataúdes.

Mientras todo acontecía, bajó de la careta Will acompañado de su perro y comenzó a fritarse las manos, lego crujió los dedos y sin decir mas arrastró un cadáver a uno de los féretros. AL parecer el tipo era demasiado alto, o para ahorrar había hecho las cajas mas pequeñas de lo normal.

Se quedó pensando un instante mientras frotaba su barbilla, hasta que levantó un dedo como si hubiese tenido una idea, entonces se dirigió a su vehículo y después de buscar unos segundos, sacó un serrucho del interior de una caja.

-Hoy comerás "caliente" Ran Tan, o como mínimo tibio, jajajajajaja.

Todos los pistoleros de la ladera han sido eliminados, incluyendo al tipo de gris, que yace enterrado bajo una pila de rocas y tierra.
En el tren, El Chino lucha contra los saqueadores que estaban cargando con la dinamita mientras que Rod parece tener problemas con su rival, que demuestra tener una fuerza y una resistencia sobrehumanas. Por suerte, Pancho acude en su ayuda y no va a tenerlo tan fácil.
En lo alto de la colina, Susan y El Rubio, observan a un jinete solitario que se aleja en dirección oeste dejando una pequeña estela de polvo tras de si.

Quiero atacar al grandote, cuál es su defensa y dureza?

-¡Jiaaaa! -volvía  atizar al caballo para que subiese hasta la cima del cerro mientras miraba de reojo que Susan me siguiese- No podemos perder esta oportunidad, y si alguno se escapa no podemos perderlo - adopté una forma aerodinámica, apoyando solo los pies en los estribos y levantando un poco el culete mientras golpeaba al caballo con las espuelas- ¡Vamos, vamos!

Aguacero prodigioso 4 veces (4 ptos. de CHI) :

Bandidos 1 y 2 - bandidos 2 y 3 - bandidos 3 y 1 - bandidos 1 y 2.

Rod le atiza un golpe descendente con el puño cerrado para después dar una fuerte palmada pillando la cabeza del gordo.

El tipo grandote cae al suelo con un sonoro golpe a causa de los golpes combinados de Rod y pancho, mientras que los últimos saqueadores huyen con las manos vacías incapaces de contener la furia oriental del... oriental.

Por un momento quedáis en silencio contemplando el destrozo del descarrilamiento y la cantidad de cuerpos esparcidos por el suelo, tanto en las vías como en la colina.

Un misterioso hombre de negro se frota las manos mientras cuenta los cadáveres que cuelgan de las rocas de la ladera.

Susan y yo estábamos en muy buena posición en aquel momento subiendo por la colina. Desde allí podíamos ver hacia donde se dirigían y descubrir la posición de su guarida.

Continué azuzando al jamelgo:

-¡JIA! ¡no te pares ahora y puede que consigamos segurilos!, ¡JIA!

Al ver al Rubio y a Susan mirando al horizonte sobre la colina, me apresuro a montarme en mi caballo y a cabalgar colina arriba para ver lo que ellos están viendo.

-¡Vamos! ¡Cleo que alguno de los bandidos ha loglado escapal! -les digo a Pancho y a Rod.