Partida Rol por web

La sacerdotisa retrocedió y apareció otro sacerdote, un anciano, que correteó hasta ponerse tras una columna después de intentar espantar a los gnolls. Con unas risas de triunfo, trataron de golpear a Dámasor, pero el viejo clérigo de Rashiel era más duro que la roca thraciana y sus armas no le hicieron ningún daño.

El minotauro, por su parte, se veía agobiado con tanto gnoll. Agarró del pescuezo al gnoll cegado y lo agitó en el aire como el que sacude una alfombra.

Envalentonados por el nuevo objetivo, los gnolls trataron de herir al pobre Dámasor, que recibió un feo arañazo en el brazo.

«Pues sí que es duro el anciano.» Pensó Mayra para sus adentros, mientras el santo recibía hachazos sin acusarlo siquiera.

Tras varios segundos de indecisión, Mayra extrajo un trozo de corteza de su bolsita de componentes y lo frotó entre las manos, recitando un sencillo conjuro. Un charco de grasa se materializó debajo de los gnolls y el minotauro.

La tigresa corrió tras Dámasor, no podía ver cómo atacaban al pobre e indefenso anciano. Llegó hasta el gnoll que se había caído y le abrió la garganta de un zarpazo.

Mientras tanto, Truxz, que no sabía por qué Dámasor había corrido hacia el peligro, sacó otra bolsa de maraña de su mochila y lo lanzó contra el gnoll que quedaba vivo. El pegamento estalló y cubrió al gnoll de pies a cabeza.

Vika avanzó con su mandoblepor delante tratando de ensartar al gnoll que acababa de ser enmarañado. El pequeñajo peludo, aunque no sabía combatir no se podía decir que no tuviera recursos. 

- ¡Por la Tríada Dámasor! - Exclamó la sacerdotisa que pifió uno de sus ataques al ver como el hombre santo, inconsciente del peligro como casi siempre, se paseaba por el campo de batalla como si nada. - ¿Qué diablos hace? ¡Le van a matar! ¿Comprende que es una distancia de seguridad? ¡Pues aplíquela!

A esas alturas, Tobías no se sorprendió cuando Dámasor bajó las escaleras, se plantó frente al minotauro y los pocos gnolls que quedaban vivos, y los amonestó verbalmente por el comportamiento que estaba teniendo delante de un niño. No le faltaba razón al buen hombre; Truzx era demasiado joven para exponerse a la violencia que estaban desplegando unos y otros. Pero no eran los hombres bestia quienes estaban provocando una carnicería, sino los exploradores imperiales.

Resignado, regresó sobre sus pasos a enfrentarse en un desigual cuerpo a cuerpo con el hombro toro. Encontró al minotauro derribado en el suelo resbaladizo, golpeando a sus propios aliados, así que Tobías frenó la espada, por el momento, pero la aprestó para responder si su furia se dirigía hacia sus compañeros o hacia él.

Los hombres-hiena no se toman muy bien mi gentil reprimenda y lo demuestran de una forma mucho más teatral que efectiva. El rasguño que me causa uno de ellos carece de la menor importancia y se habrá curado en cuestión de segundos pero mis compañeros, benditos sean, acuden presurosos en mi auxilio creyendo que me hace falta. Son muy buenos chicos, todos ellos.

—E-está bien, no pasa nada. No quería hacerme daño, me ha dado sin... querer —le explico a la dulce Eldrid, que tanta prisa se ha dado en defenderme, antes de dirigirme al hombre-toro—. ¿Po-por qué no le cuentas al viejo Dámasor que te tiene tan en...fadado? Se-se-seguro que podemos ayudarte. Mis jóvenes a-amigos son muy listos y tienen so... soluciones para todo.

- ¡Dámasor, estas criaturas no son seres bienintencionados como usted! - Insistió Vika. - ¡Échese atrás por la Tríada y sus primigenios dioses!

Dámasor volvió a imponer la calma en mitad de aquella carnicería. Mientras invocaba el poder de Rashiel, el gnoll trató de matar al viejo que tanto estaba molestando, cuando en realidad la principal amenaza era el espadón de Vika. No lo vio venir cuando se le incrustó en el cráneo, todo se volvió negro. El golpe rompió la breve calma que el sacerdote había impuesto, el minotauro estaba en el suelo y se habría quedado allí a echarse una siesta, pero todos a su alrededor eran demasiado hostiles, empezando por el apestoso gnoll que tenía entre las manos. Sujetándolo por el pescuezo, lo atrajo hacia si para golpearle con la testa, destrozándole el cráneo. Luego arrojó el cadáver a un lado y trató de ponerse en pie.

Mayra se pasó la mano por la cara, en un gesto de vergüenza ajena.

Tobías frenó el arma al ver cómo el minotauro se ponía en pie frente a él, tan grande que ocupaba todo el alto y el ancho del pasillo. Previamente, Mayra había tomado la decisión de disipar el conjuro que había bajo sus pies. Todo el grupo quedó expectante de las intenciones de la gran criatura, fuese cual fuese su siguiente movimiento, podría provocar que la carnicería prosiguiese.

La bestia resopló, molesta, miró hacia atrás y luego hacia delante, más allá de dónde estaban los aventureros. Luego miró al grupo, se dio la vuelta y se encaminó por el pasillo. Cautelosos, Eldrid y Tobías lo siguieron de lejos. Cuando el minotauro llegó al final del corredor encontró una puerta y la destrozó de un cabezazo. Al no encontrar lo que allí buscaba, giró sobre sus pasos y volvió a las escaleras.

-Salir* -gruñó.

La criatura vestía únicamente harapos. Una gruesa argolla le rodeaba el cuello, con una cadena. En sus muñecas también había argollas con las cadenas rotas y en sus pies, gruesos cascos de toros, se cerraban pesadas argollas de hierro. Numerosas cicatrices, nuevas y antiguas, tachonaban su enorme torso. Uno de los cuernos estaba medio rojo, tenía los ojos oscuros y pequeños, en su cara bovina se reflejaba un fastidio generalizado. En la nariz tenía un aro de plata.

El joven gnoll se enderezó cuando entendió que el combate estaba terminado. Se pasó la mano por la crin de la cabeza, que se le había erizado por el pánico, y una vez se recompuso de la impresión, dejó la mochila a un lado y sacó del interior unas pequeñas gafas que se puso sobre la nariz. Habían sido arregladadas tantas veces que solo eran alambres sujetos a sus orejas y únicamente había un cristal. Luego se puso unos guantes y agitó los dedos. Incluso desde allí, Vika pudo notar la magia que vibraba en esos objetos.

Como alguien acostumbrado a realizar una tarea, Truxz caminó con cautela hasta los cadáveres y se dedicó a saquear sus pertenencias.

—Qui-quieres salir, claro, es normal —asiento ante la petición del hombre-toro y me rasco la cabeza un poco confundido, sin saber muy bien cómo darle indicaciones hasta el exterior—. Se-seguro que mis compañeros pueden in.. indicarte cómo ha-hacerlo. Y se-seguro que tú puedes decirnos si has visto prisioneros como no...sotros entre los hombres-hiena, ¿sí?

Miro apesadumbrado a mi alrededor, viendo los cuerpos mutilados y ensangrentados por doquier y preguntándome si no le harán lo mismo, en represalia, a aquellos paisanos que tienen cautivos. Nuestro pequeño guía es la prueba viviente de que los habitantes de esta lugar no son malos por naturaleza y tal vez incluso estén dispuestos a intercambiar prisioneros a cambio de que les dejemos en paz.

Vika no esperaba acabar aquel combate sin tener que matar al hombre-toro. Sin duda era una criatura peligrosa, pero no había demostrado maldad, tan solo se había defendido de quien le había mantenido cautivo durante demasiado tiempo. Aquel minotauro no era más que un prisionero de los gnolls. Un esclavo que ansiaba la libertad y sumado a que no parecía muy inteligente y si de carácter furioso y volátil, le convertían en una máquina de matar.

- ¿Sólo quiere salir? - Le preguntó a San Dámasor. - Que nos diga donde le han mantenido retenido, cuantos son los hombre-hiena que viven en este lugar y quien es el líder de éstos y sobre todo, que nos diga si hay humanos cautivos. - Le propuso al hombre santo, aunque posiblemente éste ya habría peguntado por los colonos. - Le dejaremos marchar y si necesita otro tipo de ayuda, podemos... - Tomó aire. Aquel lugar estaba cambiándola y se estaba dando cuenta a medida que hablaba. Antes de salir de su Arkalekua nunca hubiera sentido lástima por una criatura que no fuera humana y ahora en cambio, estaba dispuesta a ayudar a un monstruo y sentir cariño por un niño-hiena. - ...podemos ayudarle dentro de nuestras posibilidades... - Terminó de decir.

Mayra se acercó, lenta y cuidadosamente hacia el minotauro. Examinó sus heridas y las argollas, y después, con piedad, trabó su mirada con la de él.

—¿Te duele? —le preguntó chapurreando de mala manera el thracio antiguo, señalando al cuerno roto. Después señaló a Dámasor—. Él puede hacer que deje de dolerte. No somos amigos de los gnolls. Tienen prisioneros a nuestra gente...

La maga se señaló a si misma y después señaló al minotauro.

—... ¿como te tenían prisionero a ti?

Tobías bajó la espada hasta tocar el suelo con la punta. No percibía hostilidad en los gestos del hombre toro, tan solo irritación y fastidio. Si el pasillo a su espalda no hubiese conducido de vuelta a la cámara tras las puertas dobles de la que había salido, era de esperar que no se hubiera molestado en darse media vuelta.

Confiando en que no iban a tener que matarle, Tobías retrocedió hasta las escaleras para vigilar la caverna del templo. Truxz no había visto a nadie dentro, pero si había guardias escondidos como el día anterior, y estando el portal en el interior del templo, no estaba seguro de que el combate hubiera pasado desapercibido.

Si el hombre todo se niega a colaborar, dijo, decidle que puedo intentar quitarle esas argollas a cambio.

-No doler -respondió tocándose el cuerno. Las heridas más frescas eran las de Eldrid y Tobías, pero parecía ignorarlas o no le importaban-. Prisioneros allí -señaló las puertas dobles por las que había salido-. Prisionero yo... no sé.

Se rascó la cabeza y se sentó en el suelo.

-Traición, encierro, prisión, tortura -enumeró. Parecía confuso, como si no recordase los sucesos o no estuviese seguro.

Eldrid se aproximó al minotauro y se sentó frente a él. No podía comunicarse verbalmente, pero de alguna manera parecieron entenderse. Ella extendió la mano y la bestia la aceptó. A continuación, la mujer tigre golpeó las argollas con los nudillos, como si comprobase la dureza de las mismas, y las estudió con atención.

-Puedo romperlas si decís que sí. Ha dicho dónde están prisioneros. Ha colaborado -señaló.

Aún sin estar del todo seguros, Vika se dirigio a las puertas dobles, arrancadas de sus bisagras. Una de ellas colgaba de un lado. Comprobó que dentro no le estaba esperando ninguna sorpresa, aunque Truxz correteó hasta allí y agarró a la sacerdotisa por la capa para evitar que entrase.

-Podían haber trampas -dijo, aunque ella no entendió una palabra-. Voy a mirar.

Una vez lo revisó todo, el cachorro señaló al interior y regresó a su tarea de saquear cadáveres. Todo lo que encontró lo fue depositando ordenadamente cerca de su enorme mochila.

El interior era bastante amplio. Una serie de rejas colocadas de cualquier manera formaban unas estrechas celdas, una especie de prisión improvisada producto de una mala ingenieria. Pero en cualquier caso, seguían siendo de hierro, imposibles de romper. Todo estaba oscuro y olía igual de mal que todo el complejo, a mierda de murciélago; arriba, algunos de aquellos bichejos agitaron las alas, molestos por tanto ruido. Un par de ratas salieron huyendo entre los pies de Vika, como si hubiesen hecho las maletas y decidido largarse de allí de una vez por todas en busca de un lugar mejor en el que vivir. 

Al examinar las celdas, los prisioneros permanecieron entre las sombras, cautelosos, al ver la figura de Vika recortada en el umbral. En cuanto el símbolo del almendro blanco de su coraza se hizo visible, los prisioneros se acercaron a las rejas.

-Bendita sea la Triada -exclamó uno de ellos con la voz ronca-. ¿Sois del Imperio?

- Lo somos. - Respondió la sacerdotisa. - Vika Terholm, sacerdotisa de Lucifer y hemos venido a rescataros. - Afirmó aquella mujer. - ¿Formáis parte de los colonos que llegaron a estás tierras junto con el... - ​​​​​Iba a emplear el calificativo "insufrible", pero se contuvo. - con Josephus? - Preguntó finalmente.

Miró entonces a Truxz, quizás había encontrado las llaves de las celdas entre las pertenencias de los difuntos carceleros. O podía ser que no, pero fuera como fuera, los sacarían de allí. 

- Retira las cadenas del minotauro si puedes. - Le pidió a Eldrid con una mueca en el rostro que pretendía ser una sonrisa. 

Entonces se acercó al gnoll superviviente y le agarro del pescuezo llevándolo frente a una de las celdas y señaló la cerradura. 

-;¡Abre las celdas si sabes lo que te conviene! - Le dijo con furia en la mirada y aunque no hablaban el mismo idioma, sin duda le habría entendido.