Partida Rol por web

El señor Corvinus cogió el diario y lo estudió.

-Caramba, ¿constructos astrales? Eso explica muchas cosas, mmmm -leyó las últimas páginas mientras se frotaba la barbilla. Luego golpeó las hojas con la punta de los dedos-. Ajá, correcto. Magníficas notas, Mayra. ¡Gracias! La zona superior de las ruinas esta bajo control de los Caminantes seguidores de Azrael, a lo mejor tiene relación con ese portal que vimos en el sector 3B que conduce al enclave A22.

Se rascó la cabeza cuando cayó en la cuenta de lo que su hija estaba diciendo. Abrió la boca con un dedo levantado, luego la cerró y bajó el brazo. Se quitó las gafas y limpió los cristales con un paño, para luego ponérselas de nuevo.

-Nunca hemos dicho que no te quisiéramos con nosotros -dijo, al fin-. Eras demasiado pequeña para venir. Aún me sigues pareciendo pequeña -exclamó con ansiedad mientras la miraba de arriba a abajo-. Este sitio es peligroso y, sin embargo, aquí estas. Rescatándonos. Increíble. Esperaba que tuvieras edad suficiente para acompañarnos, en la Torre seguro que lo ibas a conseguir. Pero creo que para mí nunca vas a tener la edad adecuada, seguirás siendo mi niña y no quiero ponerte en peligro. Aún así, este descubrimiento tengo que compartirlo con quién más quiero. Mayra, tienes que venir con nosotros. ¿Te acuerdas de la historia del Rey Inmortal? ¡Esta por aquí, en alguna parte! La clave de...

La madre de Mayra lo hizo callar con un leve gesto y le dio un abrazo a su hija.

-Lo siento, cielo. Confiamos en que los mensajes habían llegado y nos hemos equivocado. Siento que hayas tenido que pasar por todo esto y siento muchísimo haberte preocupado. Tenemos constancia -dijo a Tobías- de que en la isla existen anomalías mágicas porque los thracios fueron una civilización arcana extremadamente avanzada y en sus palacios existen artefactos muy poderosos, algunos de los cuales podrían estar provocando interferencias o causando comportamientos extraños. ¿Habéis tenido algún problema? No es frecuente, de todas formas, Strongohen es un hechicero muy poderoso. Hemos encontrado pilares de teleportación muy, muy antiguos, que podrían haber sido usados para viajar fuera de aquí. Y cuando digo aquí, me refiero a las estrellas. Otros mundos. Pero no funcionan.

Sacudió la cabeza, estaba hablando de más. Inspiró hondo y luego habló de nuevo.

-Cariño, gracias por venir a buscarnos. Si los Rayas Negras os están acosando, ¿habéis considerado trasladar el campamento aquí abajo? Podemos llegar a un acuerdo con el rey si mantenemos distancias con los Caminantes.

-Nada de ruinas -dijo uno de los eruditos que estaba en la mesa-. Quiero salir de aquí, tengo claustrofobia.

Se inició un breve debate sobre quién quería marcharse, ya que había otros partidarios de seguir con el rey. Entretanto, Ginky asistía a la conversación como el que asiste a una obra de teatro y esperaba el desenlace con impaciencia. Finalmente, la mitad de los esclavos del rey decidió marcharse al campamento, la otra mitad pensó que era más seguro vivir entre gnolls que no bajo el acecho de los Rayas Negras. Los padres de Mayra hablaron en privado y, al final, fue su madre la que tomó la decisión.

-Yo os acompañaré. Para Edder es más seguro estar aquí -dijo sin más. Para Mayra quedó claro que su madre ocultaba algo cuando se marcharon del templo y regresaron a la superficie.

Regresaron a la cueva donde habían dejado el campamento, que ya estaba de nuevo en funcionamiento y, desde luego, más protegido que antes. Cuando Alia Corvinus llegó, se formó un revuelo causado por la sorpresa y Zachary no tardó ni un segundo en ponerse a los pies de la famosa exploradora, a la que todos daban por muerta. La mujer se excusó un momento para cambiarse y regresó vestida de los pies a la cabeza con una magnífica armadura de cuero y dos espadas colgando de la cadera. De repente había rejuvenecido veinte años y no parecía una erudita. Puso los brazos en jarras.

-Bien, ¿dónde están esos Rayas Negras a los que hay que patear?

No salieron de las cavernas con las manos vacías. La mitad de los eruditos los acompañaron en su camino hacia el nuevo campamento. Y, con ellos, la madre de Mayra, dejando atrás a su esposo por razones que no aclaró.

No sabemos con exactitud dónde están. Y no creo que sean tan pocos como para que podamos exterminarlos, dijo Tobías. Si no nos atacan en cuanto nos vean, por una vez, podemos tratar de hablar. Eldrid no era una de ellos, pero al mismo tiempo, lo era. Mirarla y negarlo era imposible. No podían forzar a la mujer a matar uno tras otro, con sus propias garras, a su gente.

Uno de ellos era el primer nativo con el que habían conversado, y no les había dejado más posibilidad que matarlo. Tal vez, después de la forma en la que habían detenido su ataque ese día, estarían más dispuestos al diálogo.

- La totalidad de los rayas negras con los que nos hemos topado, no han atendido a razones. - Intervino Vika, quien había permanecido en silencio mayor parte del tiempo desde el reencuentro de Mayra con sus padres. - ¿Por qué crees que iba a cambiar ahora? - Le preguntó con curiosidad real por la respuesta que pudiera proporcionarle. 

No creía que la presencia entre ellos de Alia fuera a cambiar mucho la actitud de los felinos antropomorfos. Es más, era evidente para ella que ni decía todo lo que sabía. Era, o al menos parecía, más inteligente y calculadora que su marido, quien parecía ser más simple. 

Eso le recordó un libro que leyó meses atrás de un autor oriundo de Akraleuka llamado de apellido Durss. Se quedó con un dato que relataba la realidad tal y como era, las mujeres eran inteligentes, calculadoras y dominantes, mientras que los hombres eran bobos, simples y sumisos. 

- Todo rey idiota que se precie, tiene detrás a una astuta reina consorte. - Hubiera sonreído tras aquel pensamiento fugaz de no ser porque nunca había sido su fuerte el sonreír. 

Al llegar al campamento, Arcturus sintió lo más parecido que podía sentir a estar en casa. El sitio no era nada del otro mundo, pero por primera vez no tenía que estar en continua sensación de alerta. El hombretón se paseó por el mismo examinándolo e intentando entender todo lo que habían hecho en el lugar. No era experto en muchas cosas, pero las que conocía las conocía bien. Y sobrevivir en un entorno agresivo en la que eres continuamente hostigado, lo dominaba. Era irónico que pusiera en práctica tantas cosas de sus años de matarife.

Finalmente, tras su vuelta, se reunió con los demás.

—Llegará un momento en que dejaran de vernos como una presa y lo harán como una amenaza—dijo uniéndose a la conversacion—. Quizás en ese momento se presten a hablar.

Mayra frunció el ceño por los términos en los que se había expresado su madre acerca de su padre. Le preguntaría sobre ello más tarde, en soledad. En ese momento solo podía darle vueltas a la cabeza sobre la poca efectividad que habían tenido todas las cosas horribles que habían hecho desde que habían puesto un pie en la isla de Thracia. Al principio justificaba sus acciones como un medio para un fin. ¿Pero qué fin había tenido aquello? La mayoría de los colonos ni siquiera estaban allí, y de los que eran esclavos de Strongohen, muchos preferían no a volver a la superficie.

Suspiró, amargada, y volvió a la conversación que se estaba teniendo lugar. Ella estaba de acuerdo con Vika, lo que no dejaba de producirle escalofríos. Miró a Eldrid.

—Eldrid, tú tienes un plan para dialogar con ellos. ¿No?

Dudaba de que lo tuviese, entre las virtudes de la cambiaformas no parecía estar la elaboración de planes cuidadosos o don de la palabra en la negociación. Pero Mayra deseaba que lo tuviese. Así, por lo menos, sería el plan de otra persona el que se fuese al garete en vez del suyo.

Es improvisado, explicó, cuando Arcturus regresó de su visita por el campamento. Los colonos supervivientes lo habían levantado en un claro de la jungla, pero estaban a merced de quienquiera que los atacase. Rescatamos al capitán y sus hombres, y trajimos aliados. Hoy hemos rechazado el último ataque de los rayas negras, y hemos traído los bártulos hasta aquí.

Escuchó a Vika y Arcturus, y se encogió de hombros. No creía que los tigres fueran a cambiar, pero esperaba que lo hicieran.

Lo que dice él, respondió. La jungla era suya; iban y venían por donde les placía. Ahora la comparten con un grupo que les ha demostrado que puede hacerles daño.

Arcturus evaluó el campamento, que se encontraba en una cueva rodeada de lagos y cascadas, túneles de paredes lisas con antiguos espacios para venerar a dioses antiguos. Él mismo había visto altunos tótems por la jungla, mientras andaba perdido por ahí, peleando con tigres y bestias. El campamento estaba compuesto por seis soldados del imperio, un explorador llamado Zachary y un mago con gafas y aspecto de administrativo que se llamaba Josephus Luisus. También había tres dragones, un gnoll con alabarda y armadura completa, un gigantesco minotauro y un anciano sacerdote que llevaba una andrajosa túnica y unas sandalias que habían visto mejores días y no hacía más que sonreír de forma amable.

La tigresa miró a Mayra cuando ésta le habló y resopló hasta que se despejó el cabello de la frente.

-Mi plan se llegar hasta ellos y hablar porque soy una de ellos. No tienen que verme como amenaza. Tenemos que preguntar por qué atacan y por qué no vivir todos juntos. A lo mejor sienten que somos peligro para su gente. O, tal vez, rey minotauro no les dio lo que querían y se pelearon con él. Tal vez querían un reino para ellos. Tal vez quieren conquistar. Yo creo que los que atacaron estan locos y no saben lo que hacen.

Miró en derredor, buscando una dirección, pero dentro de la cueva le resultaba dificil orientarse.

-Vinieron por el norte. ¿Y si vamos al norte? Puedo ir delante como tigre. Vosotros detrás. Varios metros detrás. Dejadme entrar en su tribu como tigre y preguntar qué les pasa. ¿No?

Mayra abrió mucho los ojos y la boca. Cogió aire para decir algo, pero lo soltó sin decir nada. Frunció el ceño y los labios, negó con la cabeza y se encogió de hombros, sin saber qué decir.

—A veces los planes más sencillos son los más efectivos —dijo al fin, sin mucha fe—. Te cubriremos la espaldas por si no funciona.

Estabas con nosotros las dos veces que nos han atacado, y eso no les ha hecho dudar lo más mínimo, dijo Tobías. Si los rayas negras que habían encontrado hasta el momento estaban locos, era posible que todos ellos lo estuvieran. Si los encuentras y hacen cualquier gesto hostil, corre hacia los demás.

Hubo un detalle que llamo la atención a Arcturus. Posiblemente se estuviera perdiendo algo.

—¿Atacan sin pensárselo? ¿Qué tienes tú de diferente?—le preguntó a Eldrid—¿Por qué ellos se comportan como bestias desatadas y tú no?

Eldrid miró a Arcturus y dudó cómo explicarle su delicada situación.

-Vengo del Imperio. Madre me tenía escondida y me adiestraba cuando me portaba mal -hizo una pausa, parpadeó despacio sin dejar de fijarse en el paladín-. Imperio cree que mi padre es de aquí, por eso soy tigre. Me trajeron para explorar tierras y hablar con nativos. Defiendo a Mayra y demás porque me liberaron y son amigos. Me regalaron cosas -añadió mirándose la armadura de cuero que llevaba, como si todavía le resultase extraño verse vestida-. Tú estabas en el barco. Te vi. Pero tú a mí no. No miraste dentro de mi jaula.

Lanzó un suspiro y arrugó la frente.

-¿Tenéis otro plan?

Arcturus escuchó atentamente la historia de Eldrid. Pensaba que se trataba de una nativa pero estaba equivocado. Y su historia no dejaba dudas de que había pocos planes que hacer.

—Con lo que habéis contado no parece que se pueda hacer un plan. Ni siquiera dominamos el territorio para planificar algo a nivel táctico—el hombretón se rascó el mentón—. Sólo nos queda hacer una demostración de fuerza. Parece el único lenguaje que entienden.

Lo cierto era que el campeón de Mahaneim se acababa de encalomar al grupo de expedición. No le habían preguntado si quería unirse a ellos, pero tampoco le habían ordenado quedarse. Y si, podía ser útil en el campamento, pero lo suyo era estar en primera línea.

Mayra negó con la cabeza.

—Mucho me temo que con ellos estamos abocados a la violencia, y que si hay paz pasará porque les derrotemos unas cuantas veces de forma decisiva, y en su territorio —asintió la maga, muy lentamente—. Pero si crees que tú puedes triunfar allá dónde San Dámasor fracasó, nosotros te apoyaremos. Somos tus amigos, comprendemos cómo te sientes y confiamos en ti.

Miró al resto del grupo.

—¿Verdad?

Naturaleza y crianza, esos eran dos factores que determinaban cómo se formaba el niño que terminaría siendo un adulto. Eldrid podría tener la sangre de los Rayas Negras, pero no era uno de ellos por la forma en la que había sido criada y educada, por los hechos que habían marcado su adolescencia y juventud.

Tobías asintió. No estaba seguro de comprenderla, pero recordaba cómo sus amigos enanos habían renegado de los suyos, despreciándolos como cobardes. No podía ser más fácil para Eldrid, que cuando por fin había conocido a su gente, no había descubierto en ellos más que sed de sangre.

Igual se nos ocurra otra cosa cuando tengamos más contacto con ellos, dijo. Hasta entonces, podemos intentar lo que quieras.

Vika escuchó atentamente lo que se estaba hablando. Parlamentar con aquellas bestias sanguinarias sería infructuoso casi con toda probabilidad, no obstante, ella no tenía otra opción mejor en mente. 

- Si tenemos que ir en su busca, tenemos que estar preparados para lo peor y sobre todo, deberíamos intentar borrar nuestro rastro. - Miró a Tobías. El explorador quizás sabría cómo hacerlo. - No me gustaría que rastrean nuestra pista hasta el nuevo campamento, aunque quizás, al estar en la entrada de las ruinas thracias, no se acerquen de todas formas. - Se encogió de hombros. - Sea como sea, tenemos que imponer la paz. Con diálogo o por la fuerza y a mí se me da mejor la segunda vía. - Sonrió con su característica mueca. - Yo estoy lista para la marcha, ¿lo estáis vosotros?

Sin un plan más elaborado que el que Eldrid había propuesto, el grupo se dirigió al norte, siendo el norte una dirección como cualquier otra. La tigresa regresó al campamento que habían abandonado unas horas antes, donde todavía estaban desperdigados los cadáveres de los tigres; los restos de los fuegos que habían provocado aún estaban calientes, pero no quedaba rastro de las tiendas de lona y víveres que habían transportado a las cuevas. Arcturus no tuvo que estudiar demasiado el terreno para entender que habían sido atacados por un puñado de bestias nativas de forma salvaje y desmedida.

Por el camino, Alia aprovechó para conversar con su hija y relatar lo que había sucedido con su expedición.

-Nos instalamos en un campamento mucho más al norte, por la zona de las marismas, con protecciones mágicas para evitar ser detectados. Tu padre es un hombre muy precavido en eso. Por esa parte de la jungla hay un pantano plagado de cocodrilos, pero no nos molestaron y nosotros tampoco a ellos. Éramos solo media docena de personas. Vimos la ciudad de los Caminantes de Azrael y trabamos amistad con ellos, son nativos de la zona, pero no sabemos en qué momento se instalaron allí. Edder tiene la teoría de que son descendientes de thracios que establecieron una adoración extraña al Dios de la Muerte. No pudimos estudiar mucho su cultura, enseguida bajamos a las ruinas y allí nos atraparon las bestias del Rey.

Apartó unas ramas altas para poder pasar y ayudó a su hija a cruzar por un montículo.

-Nos llevaron a Huvat Vex. Es, según Strongohen, el corazón de Thracia. Al principio éramos esclavos, juguetes de las bestias, nos llevaban a trabajar o nos tenían fregando suelos y puliendo columnas. Tu padre consiguió que Ginky lo escuchara y logramos establecer una audiencia con el Rey. Le explicamos que éramos investigadores, que estabamos interesados en saber sobre su civilización, y entonces eso le gustó. Al Rey Le gusta la historia, la magia y le gusta mucho hablar sobre las ruinas de su ciudad. Nos contó que él desciende de un linaje de minotauros que fueron esclavizados por los Thracios hace miles de años, pero que se rebelaron contra ellos y tomaron el control de las cavernas. Liberaron a todas las bestias y esclavizaron a los humanos como represalia. Algunos ayudantes del Rey son humanos cuyas familias llevan al servicio de Strongohen desde aquello.

Se detuvo un momento para secarse el sudor de la frente. La humedad de la jungla no perdonaba, la lluvia había cesado, pero el ambiente estaba muy cargado y los mosquitos zumbaban por todas partes. Algunos monos se dedicaron a tirar frutas durante el avance del grupo, pero se escondían en cuanto alguien les gritaba. Eldrid adoptó su forma de tigre y avanzó más deprisa.

Alia prosiguió su relato.

-Según los indicios que tenemos y el testimonio del Rey, Huvat Vex fue una especie de continente. Imagina el Imperio, con sus ciudades y poblados, pero bajo tierra. Kilómetros de terreno. Desde el palacio del Rey podíamos ver ziggurats, pirámides y pilares, que según Strongohen, un día estuvieron interconectadas entre sí y conectadas con otras cavernas mucho, mucho más profundas. Los Templos del Sol, la Luna... cada una de esas construcciones era el centro de una aldea, centros de culto y veneración a deidades tan antiguas como los Primeros. Strongohen nos prometió visitarlas si traducíamos un mural que tenía en su salón del trono. Nos ha llevado un año entero, está en un idioma que ni la magia de tu padre podía traducir, es tan, tan antigua, que se ha perdido no solo en la memoria del tiempo.

Se detuvieron cuando Eldrid lo hizo. Habían caminado durante tres horas hasta que la tigresa dio con algo y les indicó que se quedaran atrás.

-Las bestias de Strongohen han quedado tocadas tras la rebelión de los Rayas Negras. Se replegaron al interior de Huvat Vex, apenas dejaron efectivos en los pasillos por temor a un ataque y para evitar que los Caminantes supieran lo sucedido. Una parte de los túneles están bajo el control de los fieles a Azrael. Las bestias hablan de muertos vivientes y toda clase de horrores en los túneles, así que los evitan. Los Rayas Negras intentaron usurpar el trono a Strongohen porque, según él, los Caminantes los influenciaron, pero no conozco más detalles. Se mataron a decenas hasta que lograron exiliarlos de las cavernas. Desde entonces, entre los Caminantes y las bestias hay un pacto de no agresión, pero los Rayas Negras están sentenciados a muerte. He visto que entre los vuestros hay un grupo de dragones. Viven en uno de los niveles intermedios e intentan mantener la neutralidad, tienen una embajada en el palacio y establecen diálogos con el rey para que no los ataquen, mientras tratan de evitar a los Caminantes.

Alia suspiró y vigiló a Eldrid.

-Este sitio no es tan diferente al Imperio.

Mayra sabía —o era capaz de extrapolar— toda la información que acababa de compartir su madre. Mas, como se esperaba de ella, no dijo nada. Cuando su madre o su padre hablaban, todos escuchaban. Así que fingió interés en lo que decía y lanzó un suspiro cuando llegó a una conclusión lapidaria.

No es que ella tuviera un apego especial al Imperio ni, ahora que lo pensaba, a la Torre de la Espiral Negra. El Imperio distaba mucho de ser ideal, y era cierto que había ciertos paralelismos en el trato con las razas no humanas que no se podían soslayar. Pero había leyes, orden, y unas costumbres más civilizadas que las de los antiguos Thracios. Aunque solo fuera porque les aventajaban un buen puñado de siglos.

Miró de soslayo a Vika. De entre todos, ella era la más leal al Imperio, y la tercera mujer más fuerte que había conocido jamás. La segunda era su madre. La primera era la antigua capitana de la guardia de Akraleuka, que uno podía confundir con un ariete cuando cargaba a la batalla. El caso es que no querría ver a Vika y a su madre liándose a mamporros entre ellas. Carraspeó.

—Eldrid, te has detenido. ¿Qué ocurre? ¿Son ellos?