Partida Rol por web

Las Cronicas de Giovanni: La Última Cena

Escena I: En Compañía de Extraños

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16/03/2019, 18:22
Lord Boromir

Recuerdo perfectamente aquel día, o noche más bien para todos vosotros. En mi caso, el sol aún brillaba en el cielo cuando llegué a la Posada del Cordero Rojo. Al igual que a todos los demás, me entregaron una nota y me señalaron la posada, la cual estaba bastante vacía, salvo por Segismundo, el posadero.

Un hombre amable que se desvive por su negocio. Tiene a varios empleados en el lugar, entre ellos su mujer y sus hijos mellizos. Su mujer suele estar siempre metida entre los fuegos de la cocina, mientras que su hija la ayuda en las horas más críticas. Su hijo, que es el vivo retrato de su padre, se dedica a servir las mesas y a ayudar a su padre a atender la barra, mientras que otros empleados se encargan de los establos, de preparar las habitaciones, etc...

Allí también se encuentra Paul. Un joven y honesto soldado que fue herido en una pierna durante las invasiones de los turcos. Su cojera le impide realizar diversas funciones, pero sigue siendo realmente hábil con la espada. Ha oído que el señor Giovanni está contratando los servicios de un gran número de soldados para defender su castillo: dado que la defensa doméstica es uno de los pocos trabajos que puede realizar un soldado parcialmente tullido, está ansioso de ser aceptado en la guardia. Se le ve ansioso de hablar con cualquiera que se le acerque.

La llegada de la noche y el fresco, atraé a más lugareños. En un rincón oscuro, alejada del fuego, se encuentra una anciana mujer, una gitana con una pequeña escudilla de mendigo sobre la mesa. No dice nada a nadie, tan solo mira atenta a todo aquel que entra en la posada. Por su contra, un monje, el hermano Clemente, parece disfrutar del vino que le ofrece la posada, mientras permanece en la barra. Su tosco hábito le delata ante la mirada de cualquier extraño.

Por último, un joven sirviente de Giovanni, se encuentra sentado junto a la puerta de la posada. Cada vez que esta se abre, el joven se pone en pie y busca con la mirada el papel que sin duda, todos los invitados a la cena en la residencia del rico mercader, llevarán en la mano, junto con sus pertenencias. Nuevamente, aquella enorme G le delata como empleado del señor Giovanni. En cuanto detecta un papel en la mano, el joven sonríe a quien lo lleva y tiende su mano reclamándolo. En él, está escrito el nombre del portador del papel, el cual es leído por el joven en voz alta, presentando así uno a uno, a los invitados a la cena. Luego os devuelve el papel y os indica que no lo tiréis aún.

Un total de trece participantes os reunís allí. Según el joven lee el último nombre, os dirige unas palabras. - Mañana al caer la tarde, vendrán a buscaros. Descansad y sed bienvenidos. En vuestras habitaciones, encontraréis ropajes elegidos para la ocasión. No debeis preocuparos por nada. Todo corre a cargo del señor Giovanni. Después sale de la posada y se monta en el último carruaje que queda por partir, alejándose de allí, sin daros opción a hablar con él.

Notas de juego

Disposición de la Posada del Cordero Rojo.

Pulsar sobre la imagen para abrirla en otra ventana a mayor tamaño.

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17/03/2019, 15:39
[Abandono] Arpád Budai

La sensación de mal cuerpo que me había dejado la experiencia vivida durante el trayecto se vio rápidamente reemplaza por cierta incomodidad, sospecha y decepción al descender de aquel carruaje. Los hombres del Señor Giovannio me daban miedo, pero una vez fuera del vehículo sólo tuve ojos para las demás presencias de aquel lugar. Había más guardias, más carruajes, y sólo se me ocurría un motivo. Más invitados. Llegados a ese punto, se me ocurrían dos opciones: o todos eran miembros de mi oficio, y debía competir con ellos por el favor del Señor, interesado éste en seleccionar al mejor de todos los presentes como sanador de su castillo; o bien cada uno de los invitados en aquel lugar respondí a una necesidad diferente. Bien podía tratarse de la contratación de una servidumbre completa, ¿tal vez tras alguna desgracia? Una guerra en que sus vasallos hubieran padecido el cuchillo de sus enemigos, o alguna epidemia... Todo era posible. Lo que no estaba en nuestra mano, por el momento, era descubrirlo.

Era imposible hablar con aquellos guardias, y sinceramente tampoco me apetecía.

Ayudé a Griselda a descender del carromato, tomándola bajo mi brazo ante la amenazadora presencia de aquellos soldados a los que tanto habíamos visto disfrutar con el dolor ajeno. Sabía que la chica, ya toda una mujer, estaría aterrada ante su presencia, y quería sacarla de allí lo antes posible.

Ven, Griselda, vamos a dentro. -Le indiqué en voz baja, tirando suavemente de ella hacia la posada- Pediremos algo caliente, te sentará bien.

Desde luego, el ambiente en el interior de aquel negocio resultaba mucho más agradable. La chimenea estaba encendida y hacía calor, un calor agradable, que se mezclaba con el aroma a madera y los efluvios de la comida bien elaborada. Nada más cruzar la puerta, un hombre con aquella "G" en sus ropas nos pidió nuestra invitación, que ambos le entregamos. Me despedí de él con un gesto, pues ni sabía si comprendía mi idioma.

Esa mesa del fondo estará bien para nosotros, es discreta. -Le indiqué a mi compañera, señalando una mesa con dos sillas al fondo del comedor, junto a una ventana- Yo iré a comprobar qué nos podemos permit...

En aquel momento el hombre de nuestro anfitrión tomó la palabra, haciéndose el silencio en aquella estancia. Éramos invitados de su señor, y todos disponíamos de alojamiento y manutención durante aquella noche. Incluso se nos habían dejado ropajes en las habitaciones acondicionadas para nosotros. Miré a Griselda con una sonrisa llena de ilusión, y me acerqué a susurrarle al oído, con picardía.

Paga el jefe, así que... ¿Qué quieres tomar?

Notas de juego

Nos sentamos en la mesa de la parte inferior izquierda del plano del comedor.

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17/03/2019, 20:41
† Olivier St-Arnaud †

Lo que resta del viaje hasta la posada del Cordero Rojo me mortifica y la idea de componer un requiem sobre lo visto y lo vivido en el camino hasta este lugar se convierte para mí en una idea obsesiva que no consigo quitarme de la cabeza. Las pesadillas se mezclan con los recuerdos de la carnicería y con las notas de una obra jamás compuesta que únicamente existe en mi mente.

Para cuando finalmente mis sanguinarios escoltas me dejan en la posada, los fragmentos musicales se agolpan en mi cerebro pugnando desesperadamente por ser vomitados sobre una partitura.

Apenas presto atención a la nota que me entregan y a los individuos que se están dando cita en el lugar de un modo tan bien orquestado. Está claro que nuestra llegada ha sido cuidadosamente sincronizada por los organizadores de este encuentro nocturno y todos los presentes tenemos en común haber sido invitados por lord Giovanni.

Sin embargo, esta noche no estoy de humor para socializar. Tampoco tengo hambre, pero me acerco al posadero para preguntar por mi habitación, pedirle que me preparen un baño caliente y lleven a mis aposentos una botella de vino y tantas velas como pueda conseguir. Hay tanto que componer, tanto dolor que debe ser liberado en forma de notas garabateadas en pergamino...

¡Qué ridículamente efímera y frágil es la vida! Un día estás aquí y al día siguiente tu cuerpo puede ser pasto de los gusanos.

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17/03/2019, 22:28
Guillaume Valjean

El camino a la posada había estado cubierto de silencio, el silencio del miedo y la certeza de estar en manos de diablos con piel de hombre, negras armaduras a juego con su corazón. Si cerraba los ojos podía verlo con una claridad aterradora, como aquellos demonios cogían a aquel pobre infeliz y le procuraban un martirio innecesario. Eran campesinos, pobremente armados, que ya se batían en retirada, no era necesaria tal crueldad, tal ensañamiento, no era necesario pero lo habían hecho y habían disfrutado de ello. Guillaume conocía los rigores de la guerra y del combate pero nada había sido como aquello, ni en lo más cruento de la contienda había visto semejante muestra de salvajismo y crueldad, nunca, y esperaba no tener que vivirlo nunca más.

En cuanto bajó del carrruaje se internó en la posada sin mirar atrás. No quería saber de aquellos hombres, ni le importaba si hablaban su idioma o no, lo único que quería era poner la máxima distancia entre ellos y él, dejarse llevar ante su patrón y marcharse. Poco le importaba el oro que pudiera tener, el puesto que le quisiera ofrecer, nada importaba, no quería tener trato con un patrón que empleaba hombres como aquellos, eran peores que los perros de la iglesia, y eso era mucho decir.

Guillaume se sentó frente a la chimenea en silencio, ajeno a las demás personas de la taberna. Necesitaba entrar en calor, lo presenciado le había helado el alma. Poco le importaba la presencia de un soldado con el que en otra ocasión hubiera intercambiado historias o del sacerdote que siempre le resultaban sospechosos, poco importaba, cualquier horror siempre sería menor que lo visto en el camino, el horror que aquellos hombres podían llevar.

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18/03/2019, 00:47
† Daphné Sabineau †

Se sobresaltó un poco al abrirse repentinamente la puerta del carruaje y se irguió rápida al ver la figura del guardia invitándole a salir. Cogió la nota con cierta prudencia y la miró solamente dos segundos, pues no sabía leer. Parecía que el viaje había llegado a su fin y aun sin saber qué destino le aguardaba en aquellas tierras desconocidas, se sintió aliviada por separarse de los despiadados soldados. Por el momento, al menos, porque ¿quién si no ellos podían regresarla de nuevo a su hogar?

Observó el edificio señalado. Enmarcada en el bosque, la posada transmitía calidez con la luz dorada asomando por puerta y ventanas. Esperó un momento. Ya había escuchado el relinchar de otros caballos pero no imaginó que hubiesen tantos. Al igual que ella, muchos otros recibían el mismo trato y también en sus gestos y su actuar, se podía deducir que tenían tan poca idea como ella misma del interés de los Giovanni para con ellos.

La noche le resultaba fresca. Se estremeció y subiendo el cuello de su abrigo, comenzó a caminar hacia la posada. Al entrar, el joven que había junto a la puerta se puso en pie reclamando el papel que le habían entregado. Contrariamente a los guardias, éste esbozó una sonrisa. Tras leer su nombre le dio unas indicaciones y la muchacha dobló la nota para guardarla en un lateral del escote de su vestido. Avanzó bastante tímida mirando la enorme sala y a cuantos en ella se hallaban. Llegó junto a la barra y se sentó poniendo su escaso equipaje sobre las rodillas. Pediría una jarra de cerveza, como no podía ser de otro modo.

Habían algunas personas, pero la taberna estaba mucho menos concurrida de lo que había imaginado. La gente, además, no estaba ebria y en conjunto parecía que la noche podía ser tranquila, algo que deseaba enormemente. Se tomaría la cerveza con calma y escucharía los nombres de quienes entrasen tras ella. Luego pediría al joven que se encargaba de ello, que la acompañase a su habitación. De poder escoger, se quedaría con una del lateral opuesto a la barra, preferiblemente una de las del medio. No quería compartir habitación con un extraño y si no tenía otra opción, pasaría la noche junto al fuego, sin dormir, aunque esperaba que no fuera este el caso. Mucho tiempo llevaba durmiendo en el carruaje como para no poder aprovechar el descanso en una buena cama.

Dejaría el equipaje, a excepción de sus monedas y volvería a la barra. Tras observar un poco a los presentes, seguramente se acercaría a alguno. Quería saber acerca de la invitación y también conocer un poco a los que serían trasladados con ella.

Notas de juego

Se sienta en la barra.
De poder elegir, se quedará con la 2ª habitación de la primera columna [columna 1, fila 2] xD

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18/03/2019, 02:12
† Ioan †

A pesar de alejarnos del lugar donde aquella matanza había tenido lugar, las imágenes que había presenciado siguieron conmigo, con sus suplicantes ojos observándome en la oscuridad del carruaje, sus aterrados gritos resonando en mis oídos, sus rostros apareciendo frente a mi cada vez que intentaba cerrar los ojos, ya fuese para rezar por aquellas pobres almas o para intentar que las brumas del sueño se apoderasen de mi mente, algo que, por más que lo intenté, solo logré cuando mi propio cuerpo no pudo soportar más el cansancio y la tensión.

Cuando desperté, hacía ya horas que el sol se había alzado, o al menos eso supuse, puesto que las contraventanas seguían cerradas… y no me atrevía a abrirlas, no fuese que la visión de los guardias refrescase en mi mente las imágenes de aquella noche. Así pues, pasé todo el día encerrado en el interior del carruaje, incapaz de probar bocado y rezando cuando el sueño no se apoderaba de mi… por suerte, las paradas fueron escasas y fugaces, tan solo las justas, lo que, si no me equivocaba, implicaba que estaba cerca de mi destino. Fuese cual fuese.

Ya era de noche cuando nos detuvimos por última vez, y esta vez pude escuchar a nuestro alrededor relinchos de más caballos y más voces además de las de mis escoltas, lo que significaba que había llegado al final del viaje… pensamiento que se confirmó cuando, de golpe, uno de los guardias abrió la puerta de mi carruaje y me entregó una nota mientras señalaba la posada a su espalda.

Con movimientos algo vacilantes, descendí del carruaje, mirando por un momento a mí alrededor. Cualquiera que me observase habría podido adivinar que no me encontraba en mi mejor momento: mi rostro denotaba cierta palidez, así como la presencia de ojeras, puesto que las horas de sueño no me habían aportado verdadero descanso, a lo cual sin duda no había ayudado no haber comido nada desde el día anterior, ni por supuesto tampoco el hedor a vomito que salía del interior de mi carruaje buena parte del cual estaba también impregnado en mi persona, eso por no hablar de las no pocas manchas de vomito que decoraban mi túnica. Pero a pesar de ello, a pesar de la evidente debilidad que denotaban mis movimientos, mi mirada había ganado firmeza desde la noche anterior.

Estaba seguro de que mi anfitrión desconocía por completo la naturaleza de los hombres que me habían escoltado, pues si de ser así, jamás les habría empleado. Y a buen seguro que como noble señor y devoto cristiano que debía ser, actuaría en consecuencia cuando se lo dijese, pues como pastor del Señor debía hacer lo posible para que aquella gente no pudiese actuar con impunidad. Y si aquellos hombres pensaban que el miedo que me inspiraban se interpondrían en mi deber como hombre de Dios, se equivocaban.

Con eso en mente, me dirigí hacia la posada sin prestar demasiada atención el resto de gente que había a mi alrededor, donde otro hombre de Giovanni nos esperaba a mí y al resto, quienes al parecer también habían sido invitados… pero tras leer nuestros nombres en los papeles que nos habían dado y antes de que pudiese preguntarle por su Señor, se marchó sin decir nada más. Confuso, me quedé unos instantes mirando a la puerta antes de reaccionar y tras pensar por un momento que hacer, dirigirme hacia la barra.

Hijo mío- le dije al posadero, mirando realmente por primera vez al resto de la gente en el lugar mientras el posadero se acercaba... especialmente al hombre y a la joven que, comoyo, se habían acercado a la barra -Siento importunaros, más… ¿no dispondréis por casualidad de algún lugar donde pudiese asearme?- le pregunté cuando se acercó. Al fin y al cabo, si no podía reunirme en aquel momento con Giovanni, lo mejor que podía hacer era lavarme para librarme del hedor a vomito… y con suerte, también de parte de las imágenes que aún me acompañaban.

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18/03/2019, 16:22
† Salomao Ali-Caro †

Salomao, posó sus oscuros ojos una última vez sobre los guardias y el carruaje que lo habían traído a aquel lugar, lo que fuera que pensara sobre ellos era difícil de discernir para finalmente centrarse en la posada y los "viajeros" que había sido conducidos de la misma manera que él... al examinar a los hombres y las dos mujeres que estaban entrando arrugó el ceño, conformaban un grupo variopinto, en apariencia ninguno tenía nada que ver con otro... él que había pensado que el tal Giovanni estaba requiriendo mercenarios quedó realmente contrariado al comprobar que su teoría había sido finalmente descartada, algo que ya había sospechado después de ver visto a los soldados en acción... la pregunta ahora era ¿para que habían sido todos llamados a su presencia? el portugués se mantuvo unos segundos más observando, poseía un rostro muy serio, el característico de una persona que había vivido mil batallas, sus ropajes eran negros en su mayoría y estaba armado... no hacía falta elucubrar demasiado para darse cuenta de que era un guerrero...

Imagen relacionada

Finalmente Salomao se encaminó con sus escasas pertenencias con paso felino hacia el interior de la posada buscando calentarse al calor de la hoguera.

 

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23/03/2019, 21:45
Hermano Clemente

No habías hecho más que comenzar a sentaros y a pedir la atención del posadero, quien se afanaba tan rápido como podía tras la barra de la taberna, cuando el anciano monje os mira a todos y cada uno de los catorce desconocidos que habéis Shahiraentrado en el lugar. Su vieja y hundida mirada se posa inicialmente en las mujeres, en aquella con aspecto exótico, venida sin duda de otros lugares, más cálidos que este a juzgar por sus pocos y transparentes ropajes. Con el tiempo descubriríais que su nombre es Shahira y que viene de Tierra Santa. Mujer misteriosa y silenciosa. Se sentó en un rincón, frente a la vieja de la taberna.

 DasiaGabrielleLuego clavó su vista en las dos mujeres que se habían sentado juntas. Parecían la cara y la cruz de la misma moneda, una rubia, la otra con el pelo negro como el carbón. Aunque no lo pareciese, ambas hermanas. Gabriella, la más joven, de cabellos de oro, dulce y delicada como su piel. Dasia, su hermana mayor. Protectora y entrenada en las artes de la guerra. Ambas nacidas en una pequeña aldea, donde la guerras en sus tierras las han dejado sin hombres casaderos, viajan con la esperanza de encontrar una nueva vida bajo lo que creen que será un trabajo decente, que les ofrecerá Giovanni.

ClaudiaA continuación fijó su vista en Claudia. Su mirada cargada de rabia e ira muestran que algo no iba del todo bien en su vida, algo que sigue arrastrando con ella. Pero su mirada intimida demasiado como para tratar de hacer preguntas a aquella extraña mujer. Esta en una mesa, cerca del fuego. Tras observarla tan solo unos segundos, el viejo dedicó unas miradas tanto a Gsiselda como a Daphné, para luego a mirar a los hombres que os acompañaban,  no sin antes beber un trago de vino de ju jarra.

BoromirComenzó por Boromir. Primogénito de una poderosa familia venida a pique tras perderlo todo en la guerra. Ahora, se convertido en un simple hombre, sin poder y sin hombres a su servicio. Cree que Giovanni va a devolverle la oportunidad de clamar venganza y recuperar el poder que en su momento tuvo su familia. Era de los pocos que se había sentado en una simple silla, de cara a todos los presentes. Como si aquel fuese su salón y reinase sobre vosotros.

BruceMiró entonces al sonriente hombre de cabellos oscuros y perilla. Bruce. Se le veía a la legua que le encantaban las mujeres y el dinero. Un vividor como dirían muchos y un fanfarrón como dirían los demás. Se había sentado en una mesa cercana a la de las dos hermanas y no las quitaba el ojo de encima. Seguramente en su mente tenía algo más que una sencilla conversación con ellas.

Sus ojos se clavaron entonces en Salomao y Guillaume, quienes coincidieron compartiendo el fuego del lugar, para luego mirar al a Arpád, en el rincón con la joven Griselda y volver hacia la barra, donde le esperaban Olivier y el hermano Ioan. Tras miraros a todos unos instantes, el viejo volvió a beber de su jarra y se puso a hablar en voz alta.

- Escúchadme, hermanos. Un mal ha entrado en la cristiandad desde las tierras del sur. Un maligno viento de las tierras paganas. ¿Sabes de qué viento hablo? Es el viento del diablo. Decidme, ¿qué sabeis de vuestro anfitrión?

-¡Mañana entraréis en la morada del diablo! ¡Negadle! ¡Rechazadle! ¡Expulsadle! ¡No vayáis! ¡Claudius Giovanni - Escupe al suelo apronunciar su nombre - ¡Es el mismo Diablo encarnado!

Notas de juego

Sí, ya se Olivier, pediste ir a tu cuarto... díselo al posadero ;)

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23/03/2019, 22:13
Segismundo

- Hermano Clemente, ¡¡haced el favor de no asustar a nuestros invitados con esos cuentos de viejas!! - Le recriminó enseguida Segismundo, el posadero del lugar, mientras iba llenado jarras de cerveza y colocándolas sobre la barra para repartirlas a todos los invitados de Giovanni. - Guardad silencio o tendré que sacaros de la taberna. - Dijo con un tono estricto al hombre, quien volvió a beber un trago de su jarra y comenzó a caminar hacia el hermano Ioan.

- Ruego que le disculpéis. Es un hombre de fe, entregado a Nuestro Señor, pero... la edad le pasa factura. - Se disculpó el posadero en voz alta ante todos, tratando de excusar al viejo monje, mientras comenzaba a atenderos a todos como podía, mientras que su hijo iba llevando las bebidas a las mesas. - Decidme hermano... sí... siguiendo ese pasillo de la derecha, al fondo, encontrareís lo que buscáis para asearos. - Indicó a Ioan... tras lo cual miró a Olivier.

- ¿Os retiráis tan pronto, mi señor? Estamos preparando un delicioso estofado. No es nada comparado con lo que sirve el señor Giovanni, afortunados de vosotros... Pero os llenará hasta mañana. - Miró a Olivier quien parecía estar convencido de su decisión. - Esta bien, permitidme entonces, vuestra merced que le ponga una jarra de vino y mandaré que alguien os prepare un baño enseguida en sus aposentos. - Dijo al músico mientras le ponía una jarra de cerveza a Daphné.

Una vez todos servidos con vuestras bebidas, Segismundo llamó a su hija y la indicó que preparase el cuarto de Olivier, con un buen baño de agua caliente. - En cuanto esté listo, le avisaremos, mi señor. - Le indicó amablemente el posadero a Olivier antes de correr hacia la cocina, para ver como iba el estofado.

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23/03/2019, 23:02
† Olivier St-Arnaud †

La posada se encuentra visiblemente concurrida con la llegada simultánea de tantos viajeros y su propietario parece sobrepasado por tal circunstancia. Algunos parroquianos, con muy buen juicio, se han sentado a las mesas a la espera de ser atendidos pero yo no tengo tanta paciencia esta noche y me dirijo directamente a la barra.

También aquí hay viajeros que esperan ser atendidos. No puedo prestar atención a ninguno de ellos más que a la recatada belleza rubia situada en el extremo más apartado de la barra. Permanece allí, sensatada sobre el taburete, sin decir ni una palabra mientras los demás nos afanamos por atraer la atención del posadero. Mis prisas por retirarme a mis aposentos comienzan a flaquear y me planteo la posibilidad de acercarme a hablar con la tímida damisela, pero el fanático discurso que surge de improviso a mi izquierda me obliga a dedicar mi atención al ebrio y avejentado monje que tengo a mi lado. No sé cómo no había reparado antes en él y en su... olor.

Me aparto discretamente de él y de la mucosa flema que ha escupido a mis pies, agradeciendo en silencio las disculpas del posadero con un asentimiento. He conocido a muchos viejos hombres de fe, pero esta es la clase de comportamiento que presencio más a menudo en las tabernas que en las iglesias, entre aquellos que son más amigos del alcohol que de Jesucristo.

Mientras espero a que la hija del posadero prepare mi baño y me lleve a mi habitación, aprovecho para llevarme la jarra de vino a los labios. Descubro con sorpresa y agrado que el sabor no es tan malo como había temido; he probado caldos mucho mejores, por supuesto, aunque es cierto que siempre en lugares más sofisticados que éste.

Acodado en la barra, aprovecho para echar un vistazo a mi alrededor y alzo mi jarra en un brindis silencioso al individuo que nos observa a todos desde su silla, situada en el extremo opuesto de la posada. Después, mi mirada vuela inevitablemente hacia el atractivo joven situado en un extremo del comedor; para mi desgracia, ya se encuentra acompañado por una muchacha con aspecto de campesina que posiblemente sea su esposa. Un chico tan guapo lo más seguro es que esté ya casado, me convenzo a mí mismo.

Hay una mesa vacía frente a mí, pero es una mesa grande y temo que tantas sillas vacías inviten al beodo monje a acompañarme. A mi izquierda, descubro una mesa de menor tamaño con una única silla libre y me apresuro a huir del anciano caminando hacia ella, jarra en mano.

—¿Os importa si os hago compañía mientras espero a que preparen mi habitación? —pregunto al desgreñado individuo allí sentado. Tiene algo de salvaje en su pose y su mirada que resulta tan atractivo para mí como una llama a una polilla.

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25/03/2019, 11:34
[Abandono] Arpád Budai

Mientras aguardaba a que Griselda se decidiera respecto a qué pedir, para poder ir a la barra a solicitárselo al posadero, me fijé en la concurrencia del lugar. Sin duda, era un nutrido y variopinto grupo el que allí se había congregado, y salvo alguna contada excepción no me dio la impresión de que la generalidad de los presentes aspirase al mismo objetivo que yo, ni que compartiera mi oficio. Quizás el monje joven, tal vez... pero poco más. Aquello reforzaba mi idea de que el tal Giovanni estuviera tratando de reemplazar a todo el grueso de su servicio, con gentes de diversa procedencia y talentos.

Antes de que mi compañera de camino y negocio tuviera la oportunidad de pronunciarse, un viejo monje comenzó a gritar locuras acerca del señor que nos había convocado. Ya había oído antes a gentes del campesinado hablar en esos términos de los Señores que les hacían la vida imposible con impuestos y otros abusos, no era nada nuevo. Lo que sí lo era es que fuera un monje el que hablase del diablo con tal ligereza, aunque tuve la impresión de que habría toda una historia detrás.

Una historia que no me incumbía en absoluto.

No dejes que lo que dice ese viejo te amedrente. -Sugerí a Griselda, sonriendo con amabilidad- Los grandes señores siempre se hacen enemigos, por eso es sabio tratar de llevarse bien con ellos. Bueno, ¿qué quieres tomar?

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25/03/2019, 18:13
Guillaume Valjean

Guillaume miraba la taberna como lo haría un animal acorralado. Mirando de un lado a otro con los ojos entrecerrados intentando encontrar el origen de una amenaza que no parecía estar materializándose. Los allí reunidos no parecían ser franceses, ni se parecían a los perros de la iglesia que habían enviado tras él, pero lo que estaba claro es que todos eran muy distintos. Guerreros, sacerdotes, mujeres exóticas y damiselas, todos distintos y reclamados por el señor Giovanni. Sentía la garganta seca por el polvo del camino y decidió que al no haber un peligro inminente podía relajarse un poco.

"Tabernero, vino" - rugio con su voz de trueno mientras miraba como el tabernero se afanaba de una mesa a otra intentando satisfacer a todos los presentes. Entonces aquel clérigo extraño se puso a hablar y a decir que Giovanni era un diablo y un mal para la cristiandad. La voz del clérigo hizo que se pusiera en pie mostrando toda su corpulencia mientras escuchaba el mensaje con los nudillos blancos y todo el cuerpo en tensión esperando el ataque, un ataque que no se produciría, al menos por aquel pobre loco. Las dudas que pudiera tener sobre el señor Giovanni quedaron disipadas inmediatamente, si aquel hombre era temido por la iglesia eso lo convertía en aliado suyo, en un puerto franco donde poder esconderse de la inquisición sin tener que llegar más allá de tierra santa. Mataría por él, moriría por él, si le permitía luchar contra la iglesia sería suyo, en cuerpo y alma.

La frasca de vino llegó y Guillaume la alzó mientras lanzaba un brindis "Por nuestro futuro patrón, el señor Giovanni"

El fuego de la hoguera le calentaba al igual que el vino pero no tenía nada que compararse al fuego de la venganza que ardía en él.

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26/03/2019, 12:15
† Daphné Sabineau †

El anciano monje comenzó a hablar de cristiandad y vientos malignos. Daphné no dio importancia alguna a esas palabras hasta que pronunció una: anfitrión. Era algo que la tenía intrigada desde que recibiese la extraña invitación. No conocía a su anfitrión, y más desconcertante aún, tampoco cuál era el motivo que requería su presencia allí. Había estado mirando a todos los que albergaba la taberna y todos eran distintos, a excepción de una cosa. A juzgar por la pregunta del anciano, ninguno de ellos sabía quién era Claudius Giovanni ni tenían la remota idea de por qué habían sido invitados a su casa.

Las palabras del viejo habían reclamado todos los ojos y silenciado todas las lenguas, pero tras la intervención del posadero la gente continuó en sus diálogos o pensamientos como si una corriente de aire hubiese interrumpido bruscamente para luego ser cortada al cerrar la ventana. Sin embargo, una creciente angustia fue adueñándose de Daphné. Por supuesto no creía que el señor Giovanni fuese el diablo, pero tal vez sí era un hombre horrible o tenía malas intenciones. ¿Por qué iba a mentir aquél hombre? Además de estar al tanto de la ingenuidad de los invitados para con su anfitrión, el monje también sabía que saldrían al día siguiente, luego tan ebrio no debía estar si se había enterado de eso. Y la joven, acostumbrada a la presencia de jarras llenas y vacías, sabía bien que los borrachos no mienten. Se envalentonan, se exceden, hablan más de lo debido, pero no había visto todavía una sola mentira pronunciada por el alcohol. Y con esta sensación se quedó, con la de un hombre que decía la verdad, una verdad peligrosa visto el talante de los guardias, pero una verdad que había sido empujada por el alcohol, la edad y la necesidad de hacer el bien.

Observó de nuevo la taberna. Cruzó brevemente la mirada con el caballero de pelo rizado* que pasó a sentarse a la mesa junto a la entrada. Pensó en acercarse a las dos hermanas pensando que no la recibirían mal pero tenía el estómago tan encogido... Necesitaba saber más y parecía ser que nadie allí tenía la información que buscaba. Tal vez, el posadero. Otra cosa era que él quisiera dársela, tenía la sensación de que se haría el distraído. Y a lo lejos aquel hombre** justo en la puerta de la habitación que ella quería, aunque nada pasaba de instalarse en otra. Se lo quedó mirando un rato, pensativa, y si él cruzaba la mirada con la suya, abriría los ojos sorprendida para retirarlos rápidamente a otro lugar.

Cuando el posadero estuviese cerca, entablaría una pequeña conversación con él.

Notas de juego

*Olivier
**Boromir

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26/03/2019, 12:36
† Daphné Sabineau †
Sólo para el director

-¿Quién es el hermano Clemente? -preguntó al posadero con cierta timidez pero sin rodeos. No podía acercarse al monje sin que todos los ojos se centrasen en ella, pero Segismundo podía arrojar algo de luz.

-Si le soy sincera, no sé muy bien cómo es el evento al que nos ha invitado el señor Giovanni -confesó-. ¿Son frecuentes estos eventos? 

Esperó que el posadero respondiese, esperando que él tuviese a bien darle algún dato o su opinión.

Notas de juego

Hablo con el posadero.

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27/03/2019, 01:00
† Ioan †

Una vez en el interior, dirigí mi vista hacia la gente que había allí mientras esperaba a que el posadero me atendiese… percatándome de lo curioso que resultaba el hecho de que, lo único en común que parecíamos tener los que allí estábamos era lo dispares y diferentes que éramos unos de otros. Bueno, y lo diferentes que resultaban la mayoría del tipo de gente con la que estaba acostumbrado a tratar. Sin embargo, antes de que pudiese fijarme en alguien en concreto, uno de los que estaban allí antes de que los que habíamos llegado con los carruajes de Giovanni entrásemos, un viejo monje de gastado hábito, empezó a hablar.

Y, al igual que al resto de los allí presentes, las palabras de aquel anciano monje no tardaron en atraer mi atención, especialmente cuando hizo mención a quien me había enviado aquella extraña invitación.  Tal vez fuese cierto que en realidad apenas nada sabía de nuestro anfitrión, pero las acusaciones del monje parecían más bien producto del alcohol que consumía. Al fin y al cabo, si lo que decía fuese cierto, a buen seguro los nobles de tierras cercanas ya hubiesen actuado para detenerle. Claro que por otra parte, no pude evitar sentir un escalofrío al recordar el comportamiento de aquellos guardias.

Gracias hijo mío- le agradecí -¿Seríais tan amable de guardarme un plato de ese estofado para cuando vuelva de asearme?- le pregunté, aunque en lugar de dirigirme hacia allí, me giré hacia el anciano monje, que se había acercado hasta donde me encontraba.

La paz sea con vos, hermano- le saludé -Duras palabras son las que habéis dicho, me cuesta creer que alguien pueda ser merecedor de tan terribles acusaciones- le dije -Cierto es que hasta hace bien poco ni siquiera había oído hablar de Claudius Giovanni, pero lo poco que he oído en nada se asemeja a lo que decís, e incluso es gracias a él que he pude ayudar a las buenas gentes de mi iglesia- dije, aunque sin acusarle ni reprochar sus palabras en ningún momento, simplemente con un constante tono que evidenciaba mi desconcierto y preocupación -¿Podríais contarme el motivo tras vuestro convencimiento?- le pregunté.

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27/03/2019, 10:42
† Salomao Ali-Caro †

Salomao observó en silencio a todos los viajeros que al igual que él, habían sido convocados por Giovanni, mientras los escuchaba y estudiaba sus reacciones, hubo varios de ellos que le llamaron su atención, como Boromir que según sus maneras debía de tratarse de un miembro de una familia noble... que sin embargo no parecía tener escolta... lo que decía mucho de lo que le podía haber pasado, también le resultaron curiosas las mujeres, en especial la que parecía ir casi desnuda, algo que le hizo apartar rápidamente la mirada de ella al tiempo que hacía un pequeño signo de santiguación para alejar los malos pensamientos, sobre el resto de tertulianos no llegaba a tener una certeza sobre su origen así que su cabeza no hacía más que dar vueltas sobre la naturaleza de aquella reunión, le seguía resultando muy extraño todo, algo en su instinto le decía que quizás había sido un error venir hasta allí y que lo más prudente sería regresar, tenía el suficiente dinero para pagarse el retorno, pero sólo la curiosidad por saber quien era el hombre que los había reunido, lo mantenía sentado al lado de la chimenea y del hombre fornido que miraba con odio al monje que acababa de advertirles sobre su desconocido "benefactor", palabras que consiguieron ahondar aún más en los temores del mercenario, en especial por el reciente episodio con los guardias y los pobres diablos que habían tratado de atracarlos durante el camino.

 "Por nuestro futuro patrón, el señor Giovanni"

Ante estas palabras Salomao enarcó una ceja sin llegar a elevar su copa, hasta que no lo conociera no brindaría a su salud, eran muchas las incógnitas sin revelar

La paz sea con vos, hermano- le saludé -Duras palabras son las que habéis dicho, me cuesta creer que alguien pueda ser merecedor de tan terribles acusaciones- le dije -Cierto es que hasta hace bien poco ni siquiera había oído hablar de Claudius Giovanni, pero lo poco que he oído en nada se asemeja a lo que decís, e incluso es gracias a él que he pude ayudar a las buenas gentes de mi iglesia- dije, aunque sin acusarle ni reprochar sus palabras en ningún momento, simplemente con un constante tono que evidenciaba mi desconcierto y preocupación -¿Podríais contarme el motivo tras vuestro convencimiento?- le pregunté.

Entonces las palabras de otro clérigo llamaron aún más su atención... ¿Giovanni ayudando a la iglesia? aquello le transmitió un poco de esperanza, pudiendo ser que el tal Claudius fuese efectivamente alguien piadoso, de manera que el portugués aguardó la respuesta del monje con sumo interés

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28/03/2019, 13:29
Hermano Clemente

El hermano Clemente, se había acercado lo suficiente como para comenzar a charlar con el hermano que estaba en la posada, cuando Guillaume, brindó en nombre de Giovanni. Solo unos pocos de los presentes se unieron aquel brindis. Entre ellos los dos hombres que se sentaban solos y las tres mujeres del centro de la sala. Nada más escuchar su nombre, el monje volvió a escupir con rabia en el suelo. - ¡¡Hijo mío!! ¡Si le conociérais como yo, no brindaríais en su nombre! ¡Será mejor que os alejéis de él ahora que podéis! - Exclamó señalando a Valjean. - ¡Hacedme caso! ¡Es el mismísimo diablo venido a las tierras de Nuestro Señor, en forma de hombre! ¡Una burda imitación de la llegada de nuestro Mesías y Salvador, Jesucristo! - Os miró a todos nuevamente. - ¡Condenará vuestras almas!

Luego miró a Ioan, quien parecía esperar para hablar con él. - Hermano... - Dijo con los ojos humedecidos por la emoción de ver a uno de los suyos en aquel lugar, mientras que su aliento dejaba claro que había bebido una buena cantidad de vino. - ... y con vuestro espíritu. - Respondió amable a la bienvenida del monje. - Con gusto os contaré todo sobre Claudius Giovanni. - Volvió a escupir en el suelo, tras pronunciar su nombre. - Pero mi jarra está vacía... y mi boca seca. - Dijo a Ioan moviendo la jarra ante sus ojos, la cual olía a vino rancio después de tanto uso.

Notas de juego

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28/03/2019, 13:57
Paul

- Será un verdadero honor para mí contar con vuestra compañía. - Dijo el hombre a Olivier, cuando este se presentó ante el. - Por favor, tomad asiento. Mi nombre es Paul. Soy... fuí soldado, un veterano en las batallas del cruzado Janos Hunyadi contra los invasores turcos, donde quedé tullido por una profunda herida en la pierna. - Explicó a modo de presentación.

- Vos habéis tenido la suerte de ser convocado por el señor Giovanni a su casa. Se rumorea que está buscando nuevos trabajadores para su castillo... entre ellos busca a un gran número de soldados que defiendan su fortaleza. La defensa doméstica es un de los pocos trabajos que puede realizar un soldado parcialmente tullido como yo, y estoy deseoso de ser aceptado en la guardia de Giovanni. - En ese momento, un joven deposita un plato de estofado delante de Olivier, acompañado de la frase "de parte de vuestro anfitrión". - ¿Veís? Es una suerte para vos y los demás presentes que el señor Giovanni os haya hecho venir. - Dijo en voz alta y audible para todos, provocando que el viejo monje vuelva a escupir en el suelo al escuchar el apellido de Claudius.

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28/03/2019, 19:54
Segismundo

Mientras, Segismundo se va apañando detrás de la barra apresurando a sus empleados y a su hijo a que sirvan las mesas y preparen las habitaciones, incluso el agua caliente para los baños en las mismas. Al oír gritar de nuevo al hermano Clemente, niega con la cabeza. - Al final tendré que pediros que os marchéis, hermano... Ya sabéis que no me gustan nada los gritos en la posada ni que se hable mal del señor que protege estas tierras. -  Le regañó de nuevo por su comportamiento.

- Si bebéis vino esta noche y todas las demás, es gracias al señor Giovanni. - Le dijo con firmeza, al tiempo que el anciano monje escupía en el suelo al escuchar de nuevo aquel apellido. Luego volvió a centrarse en sus quehaceres y en la joven rubia que le hablaba desde la barra, entre susurros, respondiéndola de igual modo.