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Las ranas insistían en querer apresarlo con sus lenguas pero poco podían hacer contra el gran tamaño y peso de Gerard, después de sacudirse la lengua que lo sujetaba intentó drenar la vida de una de las ranas usando uno de sus mejores poderes cargando su mano izquierda con un aura rojiza, pero los instintos de la bestia le ayudaron a esquivar aquel ataque mortífero. -maldición- mascullo malhumorado por haber fallado su ataque, no tenía tanto poder o tiempo para perder. Inmediatamente intentó herirla al menos con sus fauces pero falló nuevamente, la suerte no estaba de su lado pero debía seguir insistiendo hasta matarlas o morir en el intento.

La última flecha de Damrod da muerte a la serpiente gigante que inmediatamente es devuelta al lugar donde residía tras ser traída por el hechizo. La rana gigante que estaba atrapada se queda parada en el suelo, al parecer conmocionada, extrañada de tener un muro delante y de que la criatura que la estaba comiendo viva haya desaparecido de golpe.

Asalto 17

Damrod 23

Azote y ranas 17

Harold y Suplicantes 12

Despistada como estaba, sin siquiera saber de dónde llegaría su muerte, la rana no suponía ningún peligro. En absoluto. Damrod atravesó de improviso el muro ilusorio, y al momento una flecha voló directa contra el batracio, que al instante cayó al suelo de lado, sin vida ya.

—¿Vamos? —preguntó a Harold. Debían acabar con el resto de tsathar, ya sin la molesta presencia de las ranas. Una vez limpiaran la bruma oscura, claro.

Harold no estaba poco familiarizado con la táctica de emplear animales y otros peligros del entorno contra sus enemigos, pues en el Norte no era una táctica poco habitual. La tundra helada y las montañas tenían muchas criaturas peligrosas, y algunas se podían usar si se tenía la habilidad suficiente. Sin embargo, era una táctica siempre peligrosa, porque podía estallarte en la cara en cualquier momento, como bien sabía. Nunca olvidaría la vez en la que su comandante empleó una estampida de mamtus lanudos contra una tribu de orcos de las nieves. La tribu quedó completamente aniquilada, del primero al último, pero luego tuvieron que correr a levantar muros de piedra con magia para desviar a los animales y que no arrasaran el pueblo cercano. Al final, por proteger al pueblo de los orcos, casi lo habían destruido. 

Por suerte, la táctica de la serpiente gigante no les explotó en la cara como podía haber pasado, y no fue gracias a la casualidad sino a la increíble y siempre certera puntería de su compañero. En menos de doce segundos, dos salvas de sus letales flechas habían acabado con la serpiente y con la última rana que quedaba, antes siquiera de que pudieran verles a través del muro ilusorio. Le dirigió una mirada de admiración ante su gesta, e inmediatamente salió de la zona consagrada. 

-Vamos. No hay tiempo que perder. 

Con su mano izquierda impregnada de un aura rojiza clava sus dedos en el costado de la rana y en solo fracciones de segundos las heridas del guerrero desaparecen y reaparecen en el cuerpo del anfibio. Al retirar los dedos ya Gerald se sentía en plena forma como para cargarse al resto de ranas de la cueva de ser necesario e intento rematar a su víctima de un mordisco pero esta logró esquivarlo por poco.
Ahora la situación había cambiado y no era que él estaba encerrado con ellos si no que ellos estaban encerrados con él y Lokaug iba a lamentar haberlo dejado con vida.

La energía transmitida por Gerald es descomunal, en apenas 6 segundos, las graves heridas del inquisidor don curadas casi totalmente, mientras que la rana abisal casi cae muerta por las numerosas heridas que acaban de aparecer en su cuerpo.

Ahora las ranas vuelven a lanzar sus lenguas pegándose las dos al cuerpo de Gerald, pero ganando la rana 1, presa dif 24

Asalto 8

Ranas abisales gigantes 26

Gerald 15

Tras caer la última rana, nada más ocurre, ante vosotros la oscura niebla que no deja traspasar las luces mágicas que portáis.

Asalto 18

Damrod 23

Azote y ranas 17

Harold y Suplicantes 12

El desagradable muro de niebla seguía allí, conjurado por las ranas, y su forma parecía voluble y semisólida ante los juegos de la luz mágica que alumbraba sus alrededores. Gris contra la oscuridad de la caverna, era impenetrable, pero Harold sabía que no tardaría en disiparse. Aún así, no podían esperar, y Harold no le temía a la oscuridad. En el Norte, las ventiscas pueden dejarte sin visibilidad hacia ninguna parte, sin poder ver ni tu mano extendida. Era su sagrado deber llevar la luz a la oscuridad, limpiar las tinieblas con el sagrado hielo de su señor. Incluso rodeado de la más profunda oscuridad, el alma de Harold rebosaba de luz, pues había visto a su Señor y el resplandor de la Rompehielos se había grabado en su mente como una marca a fuego del ganado. 

-Sígueme-le dijo a Damrod. 

-Señor, tú eres mis ojos en la oscuridad, tu Vista lo atraviesa todo. Desde la Montaña, dame tu visión, alumbra mi camino. 

Dibujó en el aire la clara y cristalina runa de la visión, y al instante sintió cómo podía ver, pero no con los ojos, sino con el oído, el olfato, las vibraciones del suelo. Todo ello conformaba un mapa a su alrededor tan claro como la vista en un día despejado. 

Siguiendo a Harold en la oscuridad, se acercó a su altura y esperó a que lanzara el conjuro necesario que le permitiría moverse sin miedo por aquellas sombras.

La rana arrastra a Gerald hasta meterlo dentro de su gran boca, en ese momento muerde con fuerza y comienza a tragarlo entero y vivo, llevándolo hasta su estómago.

Cada asalto tirada enfrentada de presa dif 24, si fallas sus jugos digestivos comenzarán a disolverte, si aciertas volverás a la boca tras arrastrarte de su estómago a su boca, tras ello en el siguiente asalto otra tirada para salir de la boca. O atacarla desde dentro ca13, solo con garras, dientes o armas cortantes pequeñas o menudas.

Asalto 9

Ranas abisales gigantes 26

Gerald 15

Asalto 19

Damrod 23

Azote y ranas 17

Harold y Suplicantes 12

En cuanto sintió a Damrod cerca, alzó la mano y dibujó de nuevo la runa de la visión, tocando luego con ella la frente de su compañero. 

-Señor, entrégale tus dones a aquellos que son dignos, pues ninguna tarea se hace mejor que aquella en la que te acompañan tus hermanos. 

Hecho eso, con el escudo alzado y la espada preparada, avanzó de nuevo. 

Harold se adelanta 20 pies adentrándose en la niebla mágica, sus nuevos sentidos se expanden a su alrededor, sintiendo cualquier movimiento, el enemigo se encuentra a 30 pies de tu posición, pero su vista no puede atravesar la espesa niebla que entorpece su vigilancia.

Si creían que estaban salvados, se equivocaban. Aquella niebla no evitaría su muerte, tal como no evitaban ser delatados por sus agudos sentidos. Gracias a Harold y su magia divina ahora sabía dónde estaban; ninguno escaparía de allí con vida.

Moviéndose en las sombras, sabiendo que los ojos de los tsathar tampoco serían capaces de verle dentro de la oscuridad, se acercó y, con un grácil movimiento, disparó contra el primero de los seres.

La flecha de Damrod traspasa las espesas brumas hasta impactar en un Tsathar asombrado ante la repentina aparición de un asta emplumada sobresaliendo de su pecho.

Una poderosa voz se escucha desde el pasillo oeste - " De Pyaray, kia diable okazas ĉi tie? " - en ese momento uno de los Azotes grita señalando hacia vuestra dirección - " S-ro Lokaug, ni estas atakitaj de la invadantoj " -. A lo que la primera voz contesta - " Iru serĉi ilin aŭ mi malrapide kaŝos vin, ĝuste nun! " -.

En ese momento el enemigo carga hacia vosotros en el interior de la niebla, con una carga enloquecida.

Asalto 20

Damrod 23

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