Partida Rol por web

Sobresaltado, dio un brinco hacia atrás, y poco faltó para que gritara asustado también. Lo controló, pero apenas.

—¿Qué demonios...? ¡Por lo dioses! ¿Hay alguien dentro? —Suspicaz, miró la esquirla y la mano. ¿Sería un truco del Caos? No tenía forma de saberlo, ni había pistas que le dieran alguna idea de quien podía ser. ¿Amigo o enemigo? Era hora de descubrirlo—. Estate preparado, amigo —dijo al carnaconte, a la par que alzaba el fragmento y lo unía al monolito.

De la nada, como si siempre hubiese estado allí, una gigantesca y luminosa puerta ha surgido en el monolito, nada se puede ver al otro lado, solo una luz blanca y brillante impenetrable con la vista. Te das cuenta que la fisura de la que había surgido la esquirla ha desaparecido, como si nunca hubiese sido astillado el  monolito.

Sorprendido ante el movimiento de Harold, el jefe Lokaug piensa que no ha tenido efecto su hechizo sobre Harold por lo que tras dar una orden corta y escueta, haciendo que sus hombres arremetan contra el inquisidor, este comienza a lanzar otro de sus poderosos conjuros.

Encima de Harold se forma un enorme martillo de pura energía caótica, el cual cae contra el clérigo con un gran estruendo, produciendo una gran explosión centrada en Harold de 20 pies de radio. Ts Voluntad dif 20 para mitad de daño y sin efecto de ralentización o 5d8pd + 1d6 asaltos ralentizado

Asalto 26

Azote y ranas 17

Harold y Suplicante 12

Sacerdote de la inmundicia 9

Lokaug y Rana abisal 6

El enemigo llena parte de la gruta que te separa supuestamente del resto de tu grupo.

Harold alzó la vista a tiempo de ver un enorme martillo de pura energía que se le venía encima. Había identificado las palabras cargadas de poder del líder, que sin duda estaba frustrado por lo haberle logrado cegar. La única salvación de Harold ahora era la zona consagrada, ya que no tardaría en ser superado si se quedaba allí. Inmediatamente trató de proyectar su pensamiento, de que su fe formase una armadura a su alrededor, una defensa contra las terribles energías que el líder desplegaba contra él. 

Tuvo éxito solo en parte, y pudo notar nuevas heridas bajo la armadura, pero aún podía aguantar. Apretando los dientes, se introdujo en la zona consagrada, pasando el muro ilusorio. 

Arneus estaba totalmente abrumado por la intensidad del Caos y el Mal que irradiaban tanto aquella sala como aquel monolito terrible. Por suerte, su plan dio resultado y encontraron algo en las cercanías, una esquirla que parecía haberse desprendido del propio monolito, llena también de poderosa energía mágica. En un principio, parecía que devolverlo a su lugar no era buena idea, pues podía ser eso lo único que mantenía el artefacto desactivado. El servidor de la ley avanzó y tocó el artefacto, y Arneus se preparó para lo peor. ¿Qué efectos podría tener sobre él?

Por suerte, no ocurrió nada malo. Una mano espectral salió del interior del monolito y señaló el fragmento. Arneus recordó la sensación que habían tenido al entrar. Un gran mal, pero contenido por algo. ¿Era posible que algún héroe de la antigüedad se hubiera sacrificado para contener el monolito introduciéndose en él? ¿O sería solo un truco?

-Está bien. No tenemos opción más que colocar esa esquirla, y que Celestia nos guarde a todos-admitió el celestial. 

Por suerte, tampoco ocurrió nada terrible al colocarla. Un portal enorme y brillante se abrió frente a ellos. 

-Servidor de la Ley-le dijo al humano-Creo que no tenemos más opción que cruzar. ¿Pasamos los dos o uno se queda guardando esta sala por si fuese una trampa?

Al adentrarse Harold tras el muro ilusorio, sus perseguidores llenos de ira y flagelados por la amenaza de su líder, corren tras el sacerdote hasta llegar al muro. A partir de ese momento muchas cosas ocurren al mismo tiempo. El suplicante y el sacerdote traspasan tras Harold el muro ilusorio a toda velocidad, entrando en la zona de interdicción y santificada de la tumba de Abysthor sufriendo sus efectos. El suplicante cae muerto en el acto siendo consumido por las energías contrarias al su alineamiento, el sacerdote consigue aguantar el terrible daño, amenazando a Harold con su afilado kukri, pero al estar a 10 pies de el no puede atacarle. La rana entra en la caverna donde están las trampas de Lokaug haciendo que una de las dos que quedan activas se dispare. Una energía explosiva de un radio de 5 pies afecta a la rana gigante y al azote 4, el azote es consumido por una oscura magia hasta caer muerto al suelo y la rana abisal apenas aguanta el daño energético. Pero no es todo, al entrar en la zona de interdicción creada por Lokaug, la rana que es un ajeno neutral maligno también sufre daño energético muriendo en el acto. 

Lokaug aúlla de ira ante el poder de la tumba.

Asalto 27

Azote y ranas 17

Harold y Suplicante 12

Sacerdote de la inmundicia 9

Lokaug y Rana abisal 6

El camino estaba plagado de enemigos así que ir por ahí ya no era una opción, así que retrocedió sobre sus pasos en búsqueda de otra ruta.

Había temido lo peor, un enorme agujero de oscuridad directo al Abismo. En su lugar, solo había una enorme puerta brillante, de la que nada salió, ni demonios ni ninguna otra criatura espeluznante. Dejó de contener el aliento tras unos segundos, suspirando de alivio al ver que el mundo no se había terminado. Aún.

—Parece que no —respondió al carnaconte. De verdad no la tenían, era el único camino posible. Puede que fueran también los últimos pasos que dieran. Con tranquilidad, se giró para mirar al celestial, sonriendo—. Mi nombre es Damrod, puedes llamarme así. ¿Y el tuyo? Si morimos, me gustaría saber junto a quien lo hago. —Esperó a que se presentara también, asintió satisfecho, y volvió a girarse hacia el portal—. Cruzamos juntos. Hemos llegado hasta aquí así que... No hay vuelta atrás. Vamos.

Por suerte, parecía que el hecho de que la puerta se hubiera roto no afectaba a la consagración de la zona en la que entraba. Harold dio gracias a Aengrist y a Heironeus por los poderosos conjuros que protegían aquel lugar, que hicieron que las impías criaturas fueran censuradas en el acto, cayendo abrasadas por la magia santa que abrasó su carne y calcinó su espíritu. Solo es sacerdote sobrevivió, aunque herido, y Harold oyó además los gritos de los otros cultistas al ser afectados por las trampas. Harold esperó que el rugido de la rana gigante significara que aquella abominación había muerto al fin. 

Retrocedió, cubriéndose tras el muro, y recurrió a la runa de la curación. Notaba que las fuerzas comenzaban a fallarle, pero la magia sanadora restableció parte de su vigor y cerró las heridas más graves, deteniendo las hemorragias. Distaba de estar curado del todo, pero podría aguantar. 

El valor que mostraba aquel servidor de la ley estaba por encima del que Arneus hubiera visto nunca en un humano. Se alegraba de que la Ley y el Bien contaran con tan poderosos campeones de su parte. Se presentó, y el celestial inclinó la cabeza en señal de respeto. 

-Me llamo Arneus Caldaren, Damrod. Si morimos, será un honor hacerlo junto a tan valeroso defensor de la Ley y el Bien. -blandió su espadón-Pero no pienso hacerlo. Vamos allá. 

Arneus entró junto con Damrod en el portal. 

Tras la potente luz que surge del umbral del monolito hay una sala de 20 pies cuadrados, bastante más grande de lo que parecía desde fuera, con una balda plana que descansa a unos 4 pies del suelo. En esta balda hay doce pares de agujeros en los que se pueden meter las manos. A un lado sentado en una esquina de la balda espera un anciano, sus ropajes son antiguos de otra época, al igual que sus enseres, pero parece estar rodeado de un aura de gran poder. Este personaje con las palmas de las manos en señal de paz os dice unas palabras...

- " Bienvenido seáis, si estáis aquí es porque encontrasteis mi diario y si además uno de vosotros es un canarconte no me queda la menor duda de que pertenecéis al bando del bien y de la Ley. ¡ Ups ! " - Se da una palmada en la frente - " Tanto tiempo solo me ha vuelto descortés y despistado, dejad que me presente, soy Abysthor Sumo sacerdote de Thyr, paladín del bien y con vuestra ayuda cerraremos este portal para siempre " - Con cuidado se pone de pie alargando su mano para ofrecer un apretón de manos.

En cuanto vio aparecer al humano, Arneus empleó sus dotes innatas. Sabía que no debía fiarse de nada que viera allí dentro, en un monolito consagrado al Caos, por lo que cerró y abrió los ojos, percibiendo ahora la mancha del mal en las cosas y los seres vivos. El mal lo inundaba todo, los objetos, las paredes, el suelo. Pero el humano permanecía blanco y puro. 

Tampoco significaba que pudieran confiar plenamente en él, pero era un comienzo y no tenían muchas más opciones. Arneus empleó otro de sus dones, los mensajes susurrados, para hablar con Damrod. 

Detecto mal en toda la sala, pero no en el humano. -le dijo, de forma que sólo él podía escucharlo. 

-Saludos, Abysthor, Sumo sacerdote de Thyr. -dijo, esta vez hablando normalmente-Hemos venido a acabar con este artefacto de una vez por todas. 

Asintió embobado, obligándose a cerrar la boca cuando las palabras de Arneus le sacaron de su ensimismamiento. ¿Cómo podía ser Abysthor? Tenía que estar muerto. Estaba muerto. Había visto su tumba, y eso sin contar con que las fechas que marcaba habían llamado su atención por una simple razón: hacía cientos de años de haber sido enterrado. Pero el anciano que había allí decía ser él, sonaba como debía hacerlo él y, lo más importante, sabía lo del diario. Además, parecía de fiar... Una última trampa, le avisó una parte de si mismo, suspicaz, negándose a creer lo que estaba viendo. Indeciso, se quedó allí plantado, tendiendo la mano para dar un apretón al hombre pero aún sin saber cuál sería su siguiente paso.

—Soy Damrod —respondió mientras se decidía—. Inquisidor del Bien y la Ley. —Apartó la mano, volviendo a sostener el espadón, y enarcó una ceja—. ¿Qué debemos hacer?

Damrod avistar: Abysthor parece decir la verdad.

- " Encantado señor esto... Inquisidor... no se que es eso, pero si sirves al Bien y a la Ley me sirve igual " - se vuelve a Arneus - " Saludos también para ti canarconte, es un auténtico placer tener aquí ha un servidor fiel del bien " - En ese momento un atisbo de tristeza cruza su rostro mientras os mira con los ojos húmedos - " Se que vuestro camino hasta aquí habrá sido muy duro, protegí el secreto para llegar al monolito con todo mi poder, hasta cree mi propia tumba para desmoralizar a mis enemigos " - Abysthor sonríe con lo que le parece una broma divertida - " Descubrí este poderoso objeto hace ya mucho tiempo y emplee toda mi sabiduría para protegerlo hasta la llegada de otros que me ayudasen a acabar con esta obra del mal " - Ahora señala la zona elevada con agujeros en su superficie con cara de enorme tristeza - " Para poder cerrar para siempre este monolito del Caos es necesario meter las manos y el monolito drenará parte de la energía y experiencia vital de aquel que inicie el proceso, si los drenantes son Caóticos malvados tras consumir un gran número de niveles el portal se abrirá al infierno, pero si lo hacen Legales Buenos el portal será cerrado y destruido para siempre. Yo lo intenté pero no es suficiente mi energía, necesitaba aliados ¿ estáis dispuestos a ello ? Es un gran sacrificio, pero lo contrario podría desatar el mal en nuestro mundo. " -

No le veía la gracia a todo aquello, pero decía la verdad. Tenía ante él a un Sumo Sacerdote de Thyr, un poderoso paladín del Bien y de la Ley, un héroe que había servido sin duda alguna a la Inquisición como un reflejo en el que mirarse. Era un campeón de la Luz, capaz de sacrificarse a sí mismo, todo, por proteger el mundo. ¿Cuántos años llevaba allí? ¿Doscientos, trescientos... más? Era una locura, pero estaba allí, frente al alma más dedicada que jamás había conocido, muy por encima de él mismo, e incluso de Harold o de Gerald. ¿Cómo podían compararse a él en sus cortas vidas? Sobre todo él, con todas sus dudas.

—Entonces... ¿Sólo debemos meter ahí la mano? —preguntó, señalando uno de los agujeros.