Partida Rol por web

Arneus av intenciones: No parece mentir.

- " Si hijo mío, confía en los dioses, ellos harán el resto. Si estáis dispuestos a hacer este máximo sacrificio por salvar a nuestro plano del infierno que traerían los dioses del caos, entonces colocar vuestras manos yo haré lo mismo, estoy casi seguro que entre los tres podremos cerrar para siempre el portal " - Abysthor comienza a arremangarse sus largas mangas, enseñando sus brazos pálidos tras centurias sin recibir luz solar, con manchas más oscuras propias de la edad.

Su voz era tranquilizadora, sus palabras parecían una verdad absoluta. ¿Y cómo podía no hacer algo, cuando era el mismísimo Abysthor quien lo pedía? Un héroe muerto, parado frente a él, animándole a salvar el mundo. Cualquier Inquisidor habría dado la vida con tal de tener esa oportunidad. O eso les hacían creer sus superiores, claro. En realidad, el instinto de preservación solía ser más fuerte, y la mayoría de esos habría salido corriendo. Damrod no tenía esa oportunidad, por supuesto.

Miró al carnaconte y, durante un momento, pensó en huir a ese destino, mandar a la criatura hacer el trabajo sucio. Luego suspiró. Era el único vínculo que tenía con Harold; si seguía allí, significaba que su compañero seguía con vida por el momento. Seguía luchando contra los tsathar, dándole tiempo. ¿Durante cuánto tiempo? No podía ser en vano su sacrificio.

—Lo haremos —dijo resignado para si mismo—. Si. Lo haremos —repitió con más convicción, en alto, a la par que avanzaba y metía su mano por uno de aquellos oscuros agujeros.

El canarconte miró al anciano con unos ojos tan o más viejos como él. Había visto mucho y había aprendido a distinguir las mentiras de las verdades en los rostros humanos. Y si de algo estaba seguro, era de que aquel decía la verdad. Avanzó hacia él, presto al sacrificio si era necesario. Caer allí o caer en batalla no era muy diferente, pues ambos eran sacrificios por un bien mayor. Y esos los aceptaba con gusto, siempre.
El valor del humano, como anteriormente, no le decepcionó: aun sabiendo lo que podía conllevar, se ofreció a su vez a realizar el sacrificio. Sin duda la ley estaba en buenas manos con servidores como él.
Arneus se adelantó, dispuesto a ello. Enfundó el espadón y tendió sus zarpas hacia los agujeros.

Los tres introducís vuestras manos en los agujeros indicados por Abysthor, nada más introducir los dedos notáis como si alguien tirara de vosotros afirmando con fuerza y atrapando vuestros apéndices. La fuerza de atracción es enorme y enseguida notáis que si intentáis sacar las manos no podríais. El momento de pánico aumenta cuando sentís como os es absorbida la vitalidad, la energía a raudales. Es en ese momento cuando Abysthor grita - " Por el poder de los aquí reunidos y bajo el manto de los dioses del Bien y de la Ley, te ordeno que te destruyas para siempre " -.

Entre el vorágine de energías místicas que surgen del interior del monolito aparece un retozo de cara que os mira con atención, por la sensación de su cara parece ser un ser superior que os observa, no sonríe, no parece enfadado, solo curioso. Una profunda voz llega hasta vuestras cabezas en forma de algún tipo de telepatía - " Habéis cerrado mi portal, os recordaré mortales y algún día volveremos a vernos " - Tras ello todo pasa, la fuerza que atraía vuestras manos se ha perdido. Ahora con menos fuerzas observáis vuestro alrededor. Arneus parece mucho más joven y débil (pasa de 6dg a 4dg), Abysthor ya no impone con sus grandes poderes ( Abysthor clérigo 16/ paladín 4, entrega 19 niveles, dejando solo 1 de clérigo ), Damrod pierde 2 niveles.

En apenas unos instantes, un parpadeo, sois teleportados a la tumba de Abysthor, donde Harold se está replegando. Observáis que ante la puerta de la tumba hay varios cuerpos de criaturas enemigas muertas, al parecer nadie más trata de entrar, ya que el poder de esta zona es abrumadora para el enemigo. Es en ese momento cuando el canarconte da por terminada su misión despidiéndose quizás para siempre.....

Aunque solo parecen unos segundos desde que eres teleportado a la tumba de Abysthor, para ti pasa más tiempo. Tu Dios te recibe ante su trono.

- " Damrod mi más fiel servidor, has dado caza en mi nombre al enemigo y has truncado su propósito cerrando su artefacto mágico para siempre, tu sacrificio no es en vano, en mi nombre y en el de mis hermanos y hermanas, te concedemos el don de la sabiduría y un agradecimiento eterno. " -

Tras perder los dos niveles quedándote con la experiencia justa de nivel 7, recibes como don un +2 permanente a la sabiduría y 5000px.

La energía que aprisionó las zarpas de Arneus era terrible, más poderosa que ninguna atadura mágica. Pero Arneus sabía que aquello tenía que ser así, por lo que se mantuvo firme mientras la energía era absorbida y el clérigo bramaba su orden de destruir el portal. La cara que apareció no parecía ni disgustada ni alegre, solo les miraba, y su advertencia no era muy tranquilizadora. Antes de poder ver los resultados de su acción, fueron teleportados a otro lugar, uno que Arneus no conocía, y supo que era hora de retirarse. Se notaba débil, cansado, y necesitaba la luz de los estanques de Celestia para recuperarse. 

Vio allí a su invocador, e hizo una reverencia a los dos inquisidores. Se marchaba con paz en el corazón, puesto que lo dejaba todo en buenas manos. 

-Adiós, paladines de la Ley. Que la luz de Celestia brille siempre sobre vosotros. 

Mientras piensas como abordar el problema de tanto enemigo cercano, poco tiempo después algo sucede, algo extraño, un gran revuelo seguido de una estampida, al parecer el enemigo corre, ¡ que digo corre ! ¡ huye ! se retira a toda velocidad en desbandada, gritando aterrados. No solo aquellos que te bloqueaban el camino sino muchos más incluido su jefe Lokaug. Oculto en las sombras observas como todos corren hasta desparecer hacia el nivel superior. Asombrado te das cuenta que tienes el camino libre hasta la tumba de Abysthor y tus compañeros.

Presionado por el enemigo te internas en la tumba de Abysthor, respirando con un poco más de calma al observar lo poco que puede hacer el enemigo al intentar entrar en este sagrado lugar, pero segundos después algo te asombra más de lo que creías que podrías llegar a asombrarte en esta vida. El enemigo grita aterrado y comienza a huir ¡ que digo huir ! correr como si el mayor de los espantos les persiguiese, ranas, Tsathar y el terrible Lokaug inician una loca carrera hacia vete tu a saber donde. En apenas unos latidos de corazón, el pasillo que da a la tumba pasa de estar abarrotado a estar totalmente vacío.

A tu espalda aparecen de la nada Damrod blanco como una estatua, el canarconte mucho más joven de lo que recordabas y un anciano que apenas es capaz de estar de pié, temblando y apunto de caer redondo al suelo.

Aunque la situación parecía desesperada, Harold tenía una expresión de paz en el rostro. Al fin y al cabo, ya había aceptado su destino, y si era caer allí, lo haría con la satisfacción de haber dejado en las expertas manos de Damrod la solución a los problemas de aquella isla. La magia curativa le había devuelto un poco las fuerzas, aunque aún tenía el problema de los conjuros lanzados por el líder sobre él. En ese momento, percibió una presencia tras él, y se volvió alzando la espada. Pero reconocía aquellos sonidos y aquellas vibraciones: era la energía del celestial que había convocado, y la de Damrod. El canarconte se despidió, lo que significaba que su misión estaba completa. 

Harold suspiró de alivio, bajando su arma. No sabía cuánto tiempo tenían hasta que el líder decidiera entrar allí. El poder de la tumba era importante, pero Lokaug podría resistirlo y matarles sin problema. Por suerte, parecía que no se atrevía a entrar de momento. 

-¡Damrod!-exclamó-¿Qué ha ocurrido? ¿Qué ha sido del monolito? ¿Habéis logrado destruirlo?

Harold se pasó la mano por la celada del casco. 

-Lokaug me ha lanzado la maldición de la ceguera. Ahora mismo puedo ver gracias a los conjuros que nos lanzamos antes, pero en cuanto su duración acabe, estaré ciego hasta que pueda restaurar mi poder. 

En ese momento, algo extraño ocurrió. Harold se dio cuenta de que había alguien más con ellos, un hombre al que solo podía ver por los sonidos y los olores que le otorgaban la Runa de la Visión, y antes de poder preguntar, oyó a las ranas... ¿huyendo? ¿Huyendo de qué? Les tenían acorralados... ¿Qué habían hecho Damrod y el canarconte?

-¿Qué está pasando?- preguntó mientras trataba de aguzar el oído. 

El enemigo de mi enemigo es mi amigo, pensó asombrado cuando vio correr a los tsathars.
que habrá pasado?
que hay más adelante?
amigo o enemigo?
Tenía muchas dudas sobre qué hacer pero su instinto le decía que avanzara así que eso hizo. Caminó lentamente con la guardia en alto hasta lograr ver que hizo que corrieran despavoridos las ranas.

Extraño es el destino y más aun el marcado por los dioses, pero al menos por una vez todo parece soplar a favor, lentamente en la distancia aparece un herido Gerald con cara de sorpresa cuando ve a sus dos compañeros, envuelto todo su cuerpo en sangre verde y ¿ algo mucoso ?, a Harold forrado con su armadura ensangrentada con salpicaduras de la sangre verdosa de sus enemigos y unas pocas heridas, a Damrod pálido pero con un aura de sabiduría especial y por último a un anciano incapaz casi de sostenerse solo, intentando apoyarse lentamente en su propio sepulcro.

Lo habían logrado. No sabía como era posible, que milagro habían obrado allí los dioses, pero estaba hecho. Lo había dicho aquella fría voz, y se lo habían confirmado después... ¿Había sido un sueño o de verdad había estado frente al trono? Sabía que era cierto, que había estado en presencia del panteón, o de alguno de ellos al menos. Lo más importante, sabía que habían derrotado al Caos y salido victoriosos. Estaban vivos y triunfantes. Aún no podía creerlo, pero era así.

—Lo hemos hecho... —dijo en un susurro, incrédulo. En cuanto se dio cuenta, se echó a reír—. ¡Está hecho, Harold! ¡Hemos destruido el monolito, hemos truncado sus planes!

La debilidad de su cuerpo era el precio que había pagado, un precio alto que tal vez le impediría volver a una misión como aquella en un tiempo. Pero por ésta vez, el mundo estaba a salvo, un poco más al menos. Gracias a ellos. Y sobre todo, gracias al poderoso Inquisidor que había permanecido junto a él, sin el que jamás lo habría logrado; aunque todos hubieran hecho su parte, Harold era quien había soportado el peso principal. Les había protegido con su escudo frente a amenazas que habrían arrasado con ellos de otro modo, sus conjuros habían dado la vuelta a situaciones imposibles una y otra vez y su valiente espíritu había sido el ancla que había logrado que no se rindieran, que siguieran luchando. Sin él, nada habría sucedido.

Agradecido y feliz, le dio un apretón de brazos, que casi se convirtió en un abrazo—. Gracias amigo. Ésta victoria es de todos, pero sobre todo tuya. Eres el verdadero héroe de ésta historia. —Negó, antes de que saliera con alguna de las suyas, quitándose mérito—. No, no lo hagas. Acéptalo. Te lo mereces.

En cuanto se apartó, recordó que no estaban solos. Primero el carnaconte, se despidió, desapareciendo como si nunca hubiera existido. Pero si lo había hecho, y Damrod se encargaría de que el nombre del celestial tuviera un lugar de honor entre los que allí se recordarían.

Pero no era la criatura la que había vuelto a atraer su atención irremediablemente. Después de drenar casi todo su poder, parecía un simple anciano, un viejo demasiado débil para estar allí. En cambio, no había que olvidar quien era, lo que había hecho. Todo lo que había sacrificado.

—Harold, éste de aquí es Abysthor, Sumo sacerdote de Thyr. Él nos ha guiado todo el camino, su diario al menos. Estaba esperando en el monolito, atrapado, y gracias a él ésto ha sido una victoria definitiva.

Esperó la reacción del otro, sabiendo que se quedaría tan pasmado como él mismo hacía un rato, pero entonces sus agudizados sentidos captaron otra cosa. Alguien, que se acercaba ahora que el camino parecía más seguro. No era posible...

—¡Gerald! ¿Eres tú? Corre, ven aquí, ven. ¡Estás vivo! ¿Cómo es posible? ¿Qué ha ocurrido? Tenemos mucho que contarte.

Harold no pudo sino suspirar de puro y genuino alivio ante las noticias que Damrod le traía. Esa explosión había sido entonces la destrucción del monolito, y el caos huía ahora, privado del poder que había ido a buscar. Si las ranas habían huido, seguro que también los servidores de Arioco, ya que no había nada en el volcán que pudiera interesarles ya. Habían ganado, una victoria total. Harold se subió la celada del casco. Sus ojos, normalmente brillantes, estaban velados por la maldición que le echara el líder de las ranas, pero su rostro transmitía paz. Unas lágrimas de alivio se le escaparon de los ojos. 

-Gracias amigo. Ésta victoria es de todos, pero sobre todo tuya. Eres el verdadero héroe de ésta historia- le dijo Damrod. Harold le apretó a su vez los brazos, y le miró con aprecio. Se le agolparon las palabras en la garganta ante tan inmerecido cumplido, tenía muchas cosas que responder: que había sido él, Damrod, quien había cruzado un ejército sin inmutarse; que había sido él quien se había escurrido por debajo de una rana gigante abisal que podría haberle hecho papilla, que había sido él quien había destruido el monolito, y, por encima de todo, que había sido él quien, con un disparo de leyenda, había aturdido al enemigo más poderoso del volcán y había salvado con ello el mundo entero. Sin embargo, antes de poder decir nada, Damrod continuó-  No, no lo hagas. Acéptalo. Te lo mereces.

Harold sonrió y asintió, haciéndole caso. La dicha que sentía en el corazón por haber cumplido la misión que el mismo Aengrist en carne y hueso le encomendara era inmensa. 

-Está bien, lo acepto. Acepta tú también que solo tu rapidez, tu velocidad, tu arco certero, han podido destruir el caos. El disparo sobre Lokaug fue digno de una canción, de una leyenda. Si puedo, me aseguraré de que todos los escaldos de mi patria canten sobre tu hazaña. Esa flecha salvó el mundo, Damrod. 

Se giró hacia el hombre que Damrod le señalaba. No veía más que con la vista ciega que se habían lanzado, pero podía percibir que el hombre respiraba pesadamente y le costaba mantenerse en pie. Parecía que el esfuerzo de lo que había hecho le había costado caro. Se inclinó hacia él. 

-Abysthor, Sumo sacerdote de Thyr. Soy Harold, y en nombre de la Ley y de todo lo que es bueno y justo te doy las gracias por tus servicios. Ha sido un honor poder ayudar a que se completase tu tarea. 

Entonces, antes de poder seguir hablando, percibió algo más, unos pasos pesados y una respiración que conocía de sobra: Gerald. ¡Estaba vivo!

-¡Gerald! Gracias a Aengrist que estás bien. ¡Hemos ganado! ¡El Caos se retira!

El hombre con los ojos vidriosos por el cansancio y el cuerpo desacostumbrado a estar fuera del monolito se sienta sobre su propio ataúd de piedra, y mira a Harold con seriedad, - " Bienhallado seas Harold, servidor de Aengrist por lo que puedo observar, es un placer estar reunidos con aquellos que al fin han hecho realidad lo que tantos años me ha costado hacer, destruir en este plano el monolito negro. Por favor aceptad estos objetos mágicos para vuestro uso futuro, yo ya no tengo poder, mis capacidades han mermado casi del todo y si sumamos mi avanzada edad " - sonríe ante su propio comentario - " más e doscientos años hace que este cansado de tanta aventura, me apetece descansar en algún templo dedicado a mi Dios " - deja los artículos mágicos en la lápida - " Esta es una maza pesada especial, se llama Sakre y es una disruptora sagrada +3, Mi cetro de absorción con 12 cargas, un anillo de sustento con el que he vivido hasta ahora, un caballo de piedra y mi vara de vida con 12 cargas, espero que os sirvan tanto como me han servido a mí " -

—Gracias Abysthor —dijo mirando con sorpresa aquél pequeño tesoro. No por codicia, sino pensando en lo bien que vendría aquello a la causa de la Inquisición, incluso allí en la isla.

Eso, también, le recordó que no habían terminado del todo allí. El volcán seguía estando inexplorado en su mayor parte, y ahora que había sido abandonado por la mayoría de seguidores del Caos, parecía un buen momento para restaurar el poder sagrado del lugar. Limpiar la corrupción tras años de atrocidades, acabar con los peligros que quedaran y retornar a sus legítimos dueños lo que les habían robado. No podían devolver las vidas arrebatadas y borrar el sufrimiento de la gente, pero podían ayudar a restaurar la paz y otorgarles un futuro próspero y amable.

—Será mejor que salgamos de aquí —dijo con una sonrisa, curiosamente pensando en todo lo que quedaba por hacer—. Aún nos queda mucho trabajo, pero lo primero es reunirnos con los demás y contarles lo ocurrido.

Esperaba que la guardia hubiera sobrevivido, los suficientes al menos. Eran buena gente, valientes y honrados, hombres y mujeres que serían necesarios en los años venideros. De los otros mercenarios... De ellos no terminaba de fiarse. Después de todo lo vivido, no podía confiar en ellos, en su objetivo. Habían luchado contra el Caos, si, ¿pero quien sabía lo que se proponían? No podrían haber destruido el monolito aunque quisieran, así que solo quedaban dudas sobre ellos. Hasta estar seguros, lo mejor es que les mantuvieran vigilados.

Tras unos minutos en los que se pusieron también al día con Gerald, felices por estar todos vivos y juntos, fue hora de partir. Creía más o menos tener claro como salir de allí, gracias a su buena orientación y sentido de supervivencia.

—¿Vamos? Yo os guiaré.

Tenían mucho por hacer. Pero antes... Era hora de un merecido descanso.

No podía creer lo que sus ojos veían, aquel numeroso grupo de ranas incluyendo a lokaug quienes antes los habían hecho retroceder dos veces ahora corrían despavoridos por la presencia de sus dos compañeros y un anciano que a duras penas podía mantenerse en pie, a lo lejos medio escuchaba su conversación monolito negro... Abysthor... misión
No lograba entender muy bien de qué hablaban pero no le importaba, en estos momentos la dicha de encontrar a sus compañeros abordaba toda su mente, sinceramente no se imaginó salir vivo de allí y mucho menos que el destino volviera a reunir sus caminos en vida.
HAROLD!! DAMROD!! grito apenas los vio y salió corriendo a su encuentro, cuando llegó a ellos chocaron sus armas a manera de saludo, su alegría era casi palpable
como ven me cansé de esperarlos asi que me mate a unas cuantas ranas y vine a buscarlos jajajajaja obviamente no había sido tan fácil como se los dijo porque lo delataba la sangre que le escurría por entre las rendijas de su armadura.
que a pasado, de que me e perdido y quién es este anciano? preguntó señalando a Abysthor.

( Si alguno quiere algo del equipo mágico que lo diga, por ahora lo pongo en vuestro equipo en común, os recuerdo que tenéis objetos mágicos sin identificar )

Ahora que el destino os ha vuelto a reunir debéis decidir que hacer, Abysthor está con vosotros y debido al sacrificio realizado ahora está indefenso ante cualquier ataque de los habitantes que queden bajo el volcán. Ante vosotros solo el silencio recoge lo que puede quedar en las siniestras sombras y los cuerpos de los caídos en combate.

Juntos otra vez, aunque ésta vez teniendo que proteger Abysthor en vez de ir contrarreloj para salvar el mundo. Pese a todo lo que debían hacer, ahora el mejor camino era el que les llevaba directos a la entrada del templo, a ser posible sin peligro o con los menos posibles. Así que, por el mismo camino por el que habían llegado allí.

Harold abrazó a su compañero en cuanto entró en el área consagrada. Sonrió ante la ligereza con la que explicaba lo que sin duda había sido una fuga digna de contarse. Pero entendía que él fuera el que tenía más preguntas allí, así que se apoyó en la pared (sus heridas ya no eran graves, pero dolían). 

-Ha pasado que hemos ganado-dijo con alivio y satisfacción-el monolito ha sido destruido, y el Caos huye y se retira. Ahora el volcán no tiene interés para ellos-enfundó su espada y se apoyó en la pared-Las ranas seguirán por aquí, porque entiendo que vivían aquí, pero dudo que sean ya una amenaza. Este hombre es Abysthor, sumo sacerdote de Tyr, y ha sido gracias a su sacrificio que Damrod pudo destruir el monolito. 

El líder de las ranas casi me mata. Me ha lanzado una maldición de ceguera, que hará efecto en unos minutos, cuando expire el poder de la Runa de la Visión. 

Creo que-dijo sentándose en el suelo-deberíamos descansar aquí. Yo no seré más que una carga hasta que pueda eliminar esta maldición, y el volcán tampoco es seguro del todo. 

¿ Descansáis entonces 8 horas ?