Partida Rol por web

Domingo, 18 de Enero de 1925. 10:10

La oficina de correos de Brooklyn se hallaba a veinte minutos del Hotel Franklin en taxi. Aunque la distancia no era excesiva, el tráfico de la city hacía que los desplazamientos fueran molestos para cualquiera que no estuviera habituado.

Nick condujo su Cadillac negro con la pericia de siempre. Junto a él, en el asiento del pasajero, Louis lanzaba siniestras miradas a los demás conductores y neoyorquinos que, a su parecer, deberían estar en casa durmiendo un domingo por la mañana en lugar de bloquear las calles. En el asiento de atrás, Mina y Henric se mantenían en silencio mientras observaban el cielo gris. Era posible que hubiera tormenta otra vez esa noche.

 El taxi de los otros cuatro amigos hacía rato que se había adelantado pero el destino de ambos era el mismo, la oficina de correos no se iba a ir a ningún sitio.

Domingo, 18 de Enero de 1925. 10:10

La oficina de correos de Brooklyn se hallaba a veinte minutos del Hotel Franklin en taxi. Aunque la distancia no era excesiva, el tráfico de la city hacía que los desplazamientos fueran molestos para cualquiera que no estuviera habituado.

El taxista hizo una brusca maniobra y aceleró para cruzar un semáforo en ámbar, dejando atrás el Cadillac de Nick que hasta el momento les seguía de cerca.

En el asiento delantero, junto al conductor, el padre Ian estiraba las piernas cómodamente mientras Brenda, Archivald y Nathan se apretujaban detrás como podían. Nathan no había aceptado de ninguna manera el ofrecimiento del párroco de ir delante. Las calles se sucedían, grises como las nubes que encapotaban el cielo. Parecía que el mal tiempo no iba a terminar nunca.

El silencio mantenía a los cuatro ocupantes del vehículo tensos y en guardia, la actitud de Louis se contagiaba a todo el mundo,pero aquello no era del todo malo, ya que tenían que estar alerta a cualquier cosa sospechosa que pudiera ocurrir, se habían involucrado demasiado en todo aquello y ya no podían permitirse el lujo de confiar en la gente.

Henric miró por la ventanilla del vehículo y suspiró. El estómago ya no le daba problemas pero la cabeza le latía al ritmo del bombeo de su propia sangre a traves del cuerpo. En un par de horas se pasaría y podría estar de nuevo al 100% de sus facultades para afrontar aquello que el destino les tuviera preparado, o al menos eso quería pensar el. Agradecía el silencio, el dolor de cabeza se aguantaba mejor y compartir el silencio con otras personas sin resultar incomodo era un buen síntoma de que ahora eran mas que unos conocidos de la noche anterior sin nada en común. Dependían entre ellos para salir de aquella situación y unos lazos se habían estrechado convirtiendoles en algo mas que compañeros de aquella espantosa aventura. Aún así y pasado el rato, a fin de romper la monotonía de aquel infernal tráfico, Henric habló:

-Esperemos que nuestros planes salgan bien. Ya era hora de comenzar a tomar las riendas del asunto y ponernos manos a la obra. Estar a merced de la situación es horrible y mas aún en casos como este. miró a Mina y le dijo No recuerdo haberla oido mencionar de done viene usted. ¿De donde es?

Archivald observa el paisaje frío y lóbrego que cubría la ciudad mientras el taxi avanzaba a lo largo de la ciudad. Cuando el conductor hizo esa maniobra extraña no pudo evitar quejarse en voz alta.

- ¡Eh! ¡Que no tenemos prisa!

Sólo cuando Henric habló, Mina desvió los ojos de la ventana y los puso de nuevo en el interior.

Desde que se había subido, había procurado no molestar a sus acompañantes. Eso incluía no hablarle a Nick de trivialidades; también acompañar a Louis en su paranoia, lamentablemente justificada. Y, en el caso de Henric, sonreírle al principio, y no posarle la mirada encima por un rato. Así, como el ambiente en el interior del Cadillac se podía hasta tocar y no estaba en su mejor punto, Mina se dedicó a la mejor actividad que podía realizar por el momento: mirar por la ventana, tratar de relajar los pensamientos, y hacer predicciones fugaces sobre si efectivamente iba a llover o no.

Le sonrió al pintor. Al menos, parecía, estaba mejorando.

- Londres - dijo, sin pensarlo. Luego hizo una pausa, en la cual sus ojos castaños vagaron por los de Henric como si estuvieran buscando algo - Bueno, probablemente se refiera a de dónde he salido ahora... - aquello le hizo sonreír un poco más - Soy de las afueras de la ciudad. Hace un largo tiempo que vivo aquí.

Se apartó parte del cabello rojizo del rostro. La cabellera le caía espesa y lacia contra las mejillas, resbalando sobre los hombros, dándole un aspecto curioso al enmarcar su expresión cálida en contraste con lo gris del ambiente.

- ¿Y usted? - por un momento, la expresión de Mina demostró una contradicción entre su interior y sus palabras: una veta notoria de desfasaje entre la confianza con la que preguntaba, y la formalidad con la que se dirigía. Era la misma palabra para nombrarle; pero la educación le hacía tener que adoptar un lenguaje corporal, incluso un tono, distante, hacia alguien que por todos aquellos motivos no sentía para nada lejos. - En realidad... No sé ni de usted ni de ninguno de nosotros, excepto de Brenda - sonrió, nuevamente - No hemos tenido ocasión para hablar de estas cosas.

A la puntualización de Archivald Brenda se sumó con tono malhumorado.

-Sí, le hemos dicho que vamos juntos con ése Cadillac que acaba de dejar atrás. Espérele ahí, junto a la acera, por favor. No queremos perderles.

Intercambió una mirada con los dos hombres que compartían asiento con ella, y con el Padre Ian a través del espejo retrovisor. Quizá estuviera paranoica, pero ninguna precaución le parecía poca después de todo lo ocurrido...

-¿Europea? Desde luego que formamos un grupo bastante heterogeneo dijo joviálmente intentando hacerlo gracioso Yo también vengo del continente viejo. Soy Sueco, nací en Estocolmo, aunque por mi físico seguro que nadie de esta ciudad lo diría, soy consciente de que físicamente no entro en el arquetipo Sueco. Cosas de la herencia, supongo.

Miró adelante para observar el tráfico y reparó en Nick al volante, su eterno amigo en aquella ciudad.

-Vine a América en busca de una vida mejor y vaya si la encontré, a base de mucho esfuerzo claro. Pero me duró poco hizo una mueca, como si estuviera intentando alejar recuerdos de su memoria Ya llevo bastante tiempo viviendo en esta loca ciudad y dada la situación en la que acabe he estado mucho tiempo encerrado en mi casa y en mi mismo. De no ser por unos pocos grandes amigos de confianza que aún conservo, no se donde hubiera acabado, tras mi declive como artista hizo una señal con la cabeza hacia Nick Nick es uno de ellos, y hasta me atrevería a decir que el único en quien realmente confio hoy en día, el otro... era Elías. Bajó la mirada avergonzado por haber mencionado al difunto.

-La verdad es que esta ciudad puede ser toda una trampa si te descuidas. Es lo que me pasó a mi. Añadió para mirar por la ventanilla En un momento me codeaba con lo mejor de la alta sociedad y al siguiente a nadie le interesaban mis obras. Simplemente deje de estar de moda. Comentó la última frase de pasada, intentando desviar la conversación, no le apetecía hablar de ello, sabía a donde conduciría y no tenía ganas de hablar de aquello en lo que se había convertido: un acabado, un perdedor, un alcohólico y un drogadicto.

-Bueno, sobrevivo. Es suficiente. Y siempre puedo contar con Nick para los buenos y los malos momentos. Y el conmigo, por supuesto ¿E Nick?

Se había relajado. Hacia mucho que no hablaba tanto en presencia de desconocidos, estaba claro que ahora se había desarrollado una relación muy estrecha entre ellos y hablar de su vida le estaba haciendo bien. Se había pasado demasiado tiempo encerrado en su casa sin apenas contacto social y la necesidad de ello se hacía patente, hablar y abrirse a los demás era lo que necesitaba y quizas le ayudase a salir del inmundo agujero en el que se había metido.

Al final, incluso podía ser que toda aquella tragedia en la que estaban metidos le hiciera algun bien a Henric, si aquel asunto acababa con su vida, al menos pasaría sus últimos dias en compañía de gente.

Louis escuchaba la conversación que había comenzado en la parte trasera del vehículo, y que le servía para intentar distraer sus pensamientos de lo que ocurría más allá de las ventanillas, donde la ciudad recuperaba su ritmo trepidante ajena a los sucesos acaecidos últimamente.
¡Y luego decían que en el desierto se encontraba la soledad!....No, soledad era estar rodeado de una multitud y que todo el mundo mirase para otro lado. Así se encontraban ellos, solos entre el gentío que invadía las calles.

Pues yo soy de Egipto - respondió el guía girándose para mirar a Henric y Mina. En su rostro podía verse una sonrisa, como si la simple mención de aquel lejano país le trajera unos recuerdos que conseguían apartar las tinieblas entre las que caminaba - Bueno, no, no nací allí, pero es el lugar que considero mi hogar ahora, por lo que importa poco que mi país origen sea este donde nos encontramos. - miró por la ventanilla trasera, hacia el vehículo que iba tras ellos e intentó quedarse con el color y modelo, para así comprobar si era posible que les estuviera siguiendo - Aquí me siento un extraño, mientras que allí me siento acogido por sus gentes y las arenas que rodean todo El Cairo. Libre de ir a donde quiera y sólo teniendo que hacer frente a peligros conocidos.

Unos peligros que diferían totalmente de la situación en la que se encontraban, donde no sabían quién podía ser enemigo, ni qué clase de trampas les estaba tendiendo el destino mientras avanzaban hacia su siguiente objetivo.
Por el momento era tan solo búsqueda de información. Una información que podía salvarles la vida o arrastrarlos a las profundidades dominadas por el terrible Hades.

- Efectivamente... - Mina sonreía - Parece que somos un grupo heterogeneo.

Le había sorprendido asistir a la catarata de información personal de Henric. Una tras otra, aquellas palabras que surgían de la boca del pintor iban apoyándose en la cabeza de Mina, mientras las asociaba con su imagen, el tono de su voz, la forma de mover los ojos. No le había interrumpido, ni siquiera con un movimiento: había procurado que hablara, que se soltara. Y más aún cuando sus palabras definieron, expresamente, lo que antes era una intuición de qué debía haber sido su historia, para que Henric hubiera terminado así en aquel presente.

Mina miraba al pintor, sonriente, mientras éste hablaba. Le agradaba ver que al menos parecía estar mucho mejor de lo que estaba la noche anterior; incluso, mejor de lo que le había parecido que estaba a primera vista. Luego, cuando Louis se metió a la conversación, desvió la mirada hacia él. Le extrañó no asombrarse de lo que le escuchaba decir: inmediatamente, supo que era porque de alguna forma lo esperaba. Ya había oído palabras similares antes; habían sido comentarios recurrentes en su vida.

- Algo debe tener África, sobre todo Egipto, que acoge de esta manera... - dijo finalmente; y no sólo sonreía, si no que le brillaban los ojos - Mi padre pensaba lo mismo.

Apoyó las manos sobre su regazo.

- Esta ciudad le incomodaba. Estaba llena de trampas a las que no estaba acostumbrado - miró a Henric, y aquella referencia bastó, simplemente, para hablar con nitidez de la atención con la que lo había escuchado - Prefería otro tipo de movimiento. Aunque estaba aquí, una parte importante de él seguía allá, en las arenas... En esos peligros conocidos.

Sonrió más. Iban marchando al sitio que abriría sus caminos, y la enfrentaría a aquella decisión que venía posponiendo. Posiblemente iban de cabeza a un pozo que no parecía tener fondo. Sin embargo, Mina estaba tranquila. Tras irlos escuchando, desde la noche anterior, realmente veía una fuerte oportunidad detrás de aquel infierno aparente. Y aquella tranquilidad, aquella fuerza optimista, se le salía por los ojos, hablaba en el lenguaje de su cuerpo, y latía tras el tono de sus palabras.

Egipto es... bueno, es un lugar diferente. Pasé varios años allí, y creía haberlo dejado atrás. El tono era distante, casi como si estuviese hablando para sí. Había recuerdos de Egipto que no sabía si era mejor olvidar o tener muy presente.

No es que tuviese elección. Hay cosas que no se olvidan y punto.

Ian se sujeta fuertemente a la asidera de la puerta durante la brusca maniobra. Nunca le habían gustado los coches, y menos todavía la velocidad. Intentando disimular el susto y miró al resto por el retrovisor, cruzando una mirada de preocupación con Brenda. En principio no lo ponía nervioso la situación, pero la mirada de Brenda lo pone alerta. Observa al taxista con tez seria, esperando que cumpla la petición que le había hecho su compañera. Sino, estaría listo para ayudarle a hacerlo

Escuchando atentamente, Henric asentía con la cabeza a lo que decían sus acompañantes en el coche, para reafirmar su comprensión de la situación que cada uno iba relatando.

El viaje era cómodo en aquella compañía, hablando de sus respectivas vidas dejaban atrás los sucesos del día anterior y pasaban el rato de camino a la oficina de correos.

Interesantes individuos, la vida hace extraños compañeros de aventuras.

-Oh, lo siento -dijo el taxista, avergonzado ante las muestras de enfado-. No... no puedo parar ahora, el tráfico...

El intento de disminuir la velocidad fue recibido con una ensalada de bocinazos y algún que otro insulto verbal por parte de los vehículos que se encontraban cerca. Aturdido y nervioso, dio un par de volantazos y aceleró bruscamente para volver a frenar y mantener una distancia aceptable con el coche de delante. El despliegue de incompetencia causó un apreciable rubor en las mejillas del conductor.

-¿Quieren que de la vuelta?