Partida Rol por web

Nos situamos a las afueras de Palencia, más allá del río, un 19 de abril a las 21:30, más allá del río Carrión, y si algo se ha dado cuenta Juan con los años, es que está prácticamente rodeado.

Su granja, situada alrededor de una finca de dos pisos que hace que sería su casa, consiste en una gran extensión de terreno, conformada en su mayoría por distintos terrenos para las vacas de las vacas, según si se tratan de crías o adultas, ahora mismo probablemente ya recogidas dentro de las instalaciones donde deberían pasar la noche. En las cercanías, las gallinas andan entre las pacas de paja a sus anchas. Ah, y también están los conejos. Sinceramente, sería un sitio tranquilo si, como he dicho, no estuviera rodeado. Por un lado, la carretera. Por el otro, un camino por el que suelen pasar distintos viandantes o ciclistas, a los cuales suelen ladrar los perros que se encuentran encadenados, en concreto tres. Eso ayuda a que Juan sea más consciente de esta situación, sobretodo los fines de semana, donde toda la familia decide irse de paseo. 

Por el momento, no se exactamente que opinará un hombre como él. De hecho, ahora mismo no se que estará haciendo. ¿que es lo que hace?¿Cual es su rutina?¿Vive con alguien?. Me temo que ahora el único persona que puede responder es Juan, yo no, un humilde obsevador..

Juan suspiro secándose la cara con una toalla azul turquesa, su toalla. Se miro en el espejo aun con el pelo algo mojado de lavarse la cara, se atuso el bigote frondoso y carraspeando salió del pequeño baño que se notaba antiguo, al igual que el resto de la casa. 

Fue caminando entre los angostos pasillos llenos de cuadros; bodegones, paisajes y retratos de familiares que seguramente si siguiesen vivos le echarían la bronca por destrozar la receta familiar de lentejas. Y hablando de eso... que hambre. 

Las lentejas, o al menos el intento fueron un desastre por lo que practicamente no había comido nada en todo el dia. Asi que se dirigió a la zona de las gallinas, Cotorra ya llevaba demasiado tiempo librándose del horno. De manera casi mecánica preparo sus herramientas, se puso el delantal de carnicero heredado de su Tio Gerudio, afiló el grueso cuchillo hecho para romper carne y hueso y dispuso la mesa en el pasto, cercano a la jaula de las gallinas. 

Cuando ya todo estuviese preparado, entro en busca de Cotorra, la tomo del cuello y levantandola desplomo su `puño contra la cabeza del ave, no le gustaba que se quejasen hasta el momento del sacrificio. 

Gruño un poco volviendo a cerrar la jaula ahora con Cotorra colgando noqueada. Se planteo el preparar otro pollo por si la Abuela Silvia volvía de visitar al abuelo en el hospital, centro de loqueros, lo que sea... 

Pero ya llevaba varios dias empalmando allí, a Juan no le importaba cuidar a su Yaya, sobretodo desde que residenciaron al abuelo preocupandola a ella. Toma el cuchillo

Y la verdad, es que se sentia solo, las vacas, pollos y conejos no eran los mejores compañeros de bebida, aunque fuese triste, Juan sabia que la Comisaria fue durantye mucho tiempo su local de copas personal. Deja a Cotorra contra la mesa y levanta su afilado instrumento. 

Y ya estaba oscureciendo, parece que hoy cenaria tarde por primera vez en mucho tiempo. Degolla a la gallina. 

Aquella noche, se cenó pollo.

Bueno, más bien hubo un proceso previo. Primero, cortar y despiezar el pollo, dividiendo el botín en alas, pechuga, muslos,... todo metido en el congelador (salvo algunas pechugas que iba a consumir esa noche) para que al menos la pobre Cotorra, ahora con Dios, tuviera un buen uso.

Luego, también estaba la sangre seca. Por supuesto, los guantes desechables evitaban que eso fuera un mayor problema que limpiarse las manos por posibles restos del pollo que se hubieran colado. Pero no era lo mismo con las herramientas. Había que limpiarlas, al fin y al cabo, pero había algo interesante sobre la sangre. En sus años de policía, Jan había descubierto que no era tan fácil acabar con ella. El luminol y demás métodos demostraban siempre un echo incuestionable: Al final, siempre quedaba sangre seca.

Después de este cuidadoso ritual, Juan ya lo tenía todo dispuesto para acabar con el ritual final de la tarde: seguir viendo anime. Es lo que tiene la vida. Una vida sencilla requiere acabar el día de manera sencilla. También pregunto, ¿qué estará comiendo Juan, sentado en su sofá, en frente de la tele, esperando a abuela Silvia, la cual llegará en cualquier momento por una voluntaria del centro? De hecho, me pregunto que estará viendo ¿clásicos como Cowboy Bepop o Evangelion, o algo que no conozco? En verdad, son estos pequeños detalles los que hacen al hombre: saber que hace en las noches tranquilas.

Tras recoger toda la instrumentalización post-sacrificio entro a la casa, dándole vueltas a que cenar exactamente, pero con un extraño sentimiento, como si esperase que alguien apareciese. La verdad es que perder la rutina del cuerpo policial le había dejado algo descolocado. Las noches de guardia siempre le llenaban de un agobiante sentimiento de peligro, de alerta aunque son contadas las noches que tuvo un verdadero altercado. Y lo mas triste es que son esos recuerdos, los que mas le pesan. 

Entrando ya en la cocina y tras haber conservado las sobras pertinentes, vio el bote de romero que la Abuela Silvia solía recoger del campo y os sembrados, ella insistía en que era importante tener romero en una cocina pero para Juan, ella solo buscaba distraerse, por eso no le importaba que hasta los bocadillos de fiambre llevasen esa puta hierba. 

- Parece que hoy será....Pollo asado con romero. Espero aun queden patatas de la ultima cosecha. - Mascullo para si mismo porque en estas noches, solo su voz profunda lo acompañaba. Bueno, eso y su pequeño placer prohibido, el anime vintage.

Todo empezó hace un par de años cuando, durante un permiso que aprovecho `para pasar tiempo con la Abuela Silvia fueron a el mercado local, y vio entre otras cosas un mantero que a diferencia de la mayoría, vendía VHS de diferentes medios. Si se lo hubiese encontrado en sus primeros años no habría dudado en detenerlo o pedirle sus permisos, pero en una ciudad tan austera el contacto con la gente necesitada era el pan de cada día, para Juan, era mejor aburrirse toda una Jornada a molestar a aquellos que no necesitaban acumular mas problemas.

Así que, amablemente se acerco manos juntas a la espalda y vio todo tipo de VHS de aspecto viejo. Entre ellos le llamo la atención una cinta con la imagen de un hombre musculoso de pelo azul, de mirada feroz posaba épicamente. "El puño de la estrella del norte". Y ahí, empezó todo.  

Cuando el Pollo cubierto de patatas rebanadas al estilo campesinas estuvieron bien cocinados, lo saco del horno, emplató con parsimonia propia de un neurocirujano, y hablando de neurocirujano... Se sentó en el sofá marrón claro cubierto de telas blancas, mullido pero rechinoso, como si los cojines estuviesen llenos de arena. 

Y con todo ya bien cerrado, se dedico a ultimar la cena viendo "Monster", la revelación del episodio pasado le dejo temblando.

Y así, empieza su tarde perfecta. O al menos lo más cómodo posible, estando atento a todos los detalles posibles de la serie mientras intenta que no se le caiga salsa de ese suculento pollo encima. Alguna gota se te pasará sin querer. La ocasión lo amerita. Un anime como este merece paladearse como el mejor vino, incluso si es a costa de dos o tres manchas en tu ropa. Total, va de casa. De lo único que Juan se tienes que encargar es de echar a tu madre a la cama cuando llegue, aunque aún falta un tiempo para que la acerquen a casa. Suele tomarse las visitas al abuelo con calma, después de todo.

Es por eso que al principio lo ignora, pensando que habrá sido algún ciclista o caminante que aún no ha vuelto a casa, pero luego el sonido sigue repitiéndose, hasta que ya no puede ignorarlo, porque se está prolongando más de lo que debería: los perros estan ladrando. Están ladrando demasiado tiempo. Y hay un límite en el que, o bien es simplemente que un grupo de personas se haya quedado en el camino enfrente de la parte trasera de la finca, lo cual Juan ve poco probable porque es de noche, o son lo peor que se te puede presentar en un sitio así: un grupo de borrachos que han venido a tocar las narices.

Juan se levanto habiendo apurado los restos, pauso la cinta. Para comer se decidió por llevar el mismo mantel con el que dio eternidad a Cotorra, aun  conservando los restos de sangre. Además tomo el mismo cuchillo que usaba para deshuesar, costumbre "De Dios" imagina. 

Algo refunfullante por el molesto sonido de los perros, salió de la casa limpiándose los restos del bigote y cuchillo en mano fue a la fuente del ruido que le había interrumpido tras el plotwist de que Johan se estaba haciendo pasar por su hermana. 

El agradable frescor veraniego recibió a Juan en el exterior. Normalmente uno se quedaría disfrutando de aquella noche ahí fuera, con ese viento fresco que más que una tiritona trae alivio de los calurosos días  de verano si no fuera por el ladrido de los perros, llenando la noche con sus ladridos. Girando alrededor de la casa, pudo llegar a la parte trasera de la casa, siendo abrazado por la oscuridad de la noche, de la cual no se veía nada. Cuando encontró el interruptor de la luz, se encontró con uno de los perros avalanzándose sobre él.

Por suerte, el perro estaba aún atado a la cadena, sonando el chasquido provocado por está al estirarse mientras aquel chucho más cercano a un pastor animal que a cualquier otra cosa ladraba con intensidad, hacia la granja. Los demás, repartidos por la zona, parecían estar haciendo lo mismo Por lo demás, allí no había nadie más.

Ante la escabechina inicial del canino que le hizo encogerse dando un salto hacia atas carraspeo, miro el camino simple hecho de retirar las hierbas del camino y, entre ladridos bajo las pocas luces que acompañaban la travesía avanzo en busca del origen a este problema. No podría dormir sus 8 H con 39 minutos reglamentarios si los ladridos eran tan continuados.

Juan se pone a buscar por el lugar. Los perros aún mantienen su ladrido revelando lo que más temes: lo que hay ahí no solo sigue ahí. Esta dentro de tu terreno. ¿habrá venido para hacer daño a alguno de los animales?¿a los conejos?¿a las vacas?¿a las gallinas?¿Quizás solo quiera hacer algo de vandalismo?¿o querrá robar algo?¿Se habrá metido en tu casa, quizás? 

Juan avanzó escueto por el sembrado alumbrando cada parte que tenia delante buscando rastro o aquello que provoco el sonido.

Caminando por la hierba, Juan sigue buscando por el campo nocturno, sin apenas ver nada más allá que le permita su linterna. El sonido de grillos y cigarras le rodeaba, mientras los perros se mantenían pegando ladridos. 

Juan casi hubiese dejado de buscar si no hubiera sido porque, finalmente, pudo enfocar a una extraña figura negra, roída, encorvada y que desprende un olor repugnante a basura, al límite de la luz. Ese es el tipo que ha entrado a tu casa, y dejando de lado de que está completamente cubierto con un abrigo que le llega hasta los pies y un sombrero raído, podrías jurar que se trata de algún tipo de vagabundo, aunque no te suena haberlo visto en la ciudad. Y  te das cuenta en ese momento lo bien que te vendría la pistola

Avanzo con pasos cortos, poniendo los pies ladeados dándole la postura idónea para retirarse si fuese necesario. Ilumino la figura andando cauto pero sin ser agresivo, a estas alturas no le afectaba si alguien entraba en su propiedad, durante épocas de necesidad su granja y otras cuantas de la zona (la mayoría ya en ruinas) siguió una postura de apoyo a aquellos que por la guerra civil o lo que fuese estaban más desamparados y vivir con sus abuelos tanto tiempo de joven le ayudo a heredar esa postura, y no la extremista conservadora que su padre tomo desentonando tanto de sus los abuelos. 

- ¡Ey, ¿Hay alguien ahí!?.... No voy a hacerte daño lo juro, podemos charlar pero necesito saber que haces aquí. - En cierta manera el pelo largo y larga gabardina que la figura portaba le recordaba al gran protagonista de una de sus animes recientes de la colección. Quizás por eso pudo empatizar tanto con alguien a quién ni siquiera le había visto la cara...o algo. 

Lo que escuchaste fue algo que sabías que no tenías que escuchar. Normalmente la situación correría de la siguiente forma. El hombre te contestaría, o quizás te diría algo ininteligible a causa del alcohol, o con suerte sería alguien que simplemente se había perdido. Aquello acabaría con un gracioso despiste o con algún tipo de violencia momentánea, pero al menos serían situaciones que rozarían lo normal.

Lo que no te esperaste es que se girase. No el cuello, sino la cintura. No girando de medio lado, sino con un giro de 180 grados. No girando de manera indolora, sino que escuchaste el crujido  de cada una de sus vertebras. Pero lo que auténticamente te desestabilizó, no fue aquello, es que se pusiese a caminar hacia ti, con la espalda aún girada y la marcha imparable de quien tenía una pesadilla y no podía evitar que el monstruo le alcanzase. 

La cosa es...¿despertarás?