Partida Rol por web

El coche de policía, después de que abandonaran San Juan de Dios y habiéndoselo dejado todo a los forenses, llegó a una pequeña plaza, traspasada por dos vías de carretera, la llamada Plaza Isabela Católica, ocupada en aquel momento por varios coches de policía. La calle donde se encontraba el refugio de Juanito se encontraba en una calle bastante estrecha, y todos aquellos coches parecían haber aparcado a toda prisa allí mismo. La gente intentaba ver lo que estaba ocurriendo, mientras la policía la mantenía alejada lo mejor que podía. Las luces se iban sucediendo en el aire, rojas y azules, flotando intermitentemente en el aire mientras el grupo, trás dejar el coche en el poco espacio que quedaba, avanzaban directos a la calle, a una serie de edificios en ruinas, envejecidos, con las ventanas y puertas tapiadas salvo por una de ellas, rodeada de un grupo de policías, mientras  Manuel se mantenía liderando el grupo por delante, dirigiéndose directamente hacia uno de los policías, en ese momento hablando por radio. El inspector Joaquín. definitivamente no parecía tener muy buena cara.

-Joaquín, ¿como va la situación?¿Los negociadores han conseguido algo?

La gravedad de la mirada que le echó aquel hombre parecía casi responder a la pregunta de Manuel.

-Ni negociaciones ni mierdas. Cuando hablamos con él, no atendía a razones. Cuando le preguntamos que quería a cambio de la rehén, decía algo de que todos nosotros debíamos abandonar la ciudad, y cuando le dijimos que podíamos ofrecerle otra cosa...directamente, se negó a escuchar. De hecho no tenemos ni puñetera idea de donde esta. Se ha adentrado en ese maldito edificio en ruinas y no sabemos donde está, joder. Y se ha llevado a la rehén.

-Mierda....¿cual es la situación del rehén?¿está bien?

-Por lo que sabemos hasta ahora, estar está bien. Se trata de una chica joven, en torno a los 17 años. Al parecer estaba de fiesta con unas amigas en el Carpanta, cuando de repente el loco aquel, justo cuando salían del local, la agarró, la puso un cuchillo en el cuello, y se puso a gritar que todos teníamos que salir de la ciudad. Pero hay un problema aún mayor con eso.- Esta vez, Joaquín se dirigió a Ismael, con un gesto aún más grave.- Remiro, acabamos de saber el nombre de la chica...me temo que es tu hija Clara.

Juan subió al coche de policía con actitud seria y tosca, parecía que esa noche nunca iba a acabar y ni siquiera era capaz de pensar en su abuelo ni que había ocurrido exactamente. Solo le quedaba mirar por la ventana del patrulla con el mentón apoyado en el puño mientras llegaban a la escena del secuestro. 

Juan bajó del vehículo acompañando al resto de policías sintiéndose ya en parte ajeno a este mundo, caminando junto a Torres. Su estado anímico ya se encontraba algo truncado y el saber que no podía entrar a salvar a esa pobre chica le estresaba más. Lo que hizo sorprenderse a Juan fue que Ismael tuviese una hija, pero después de los horrores vistos en el Asilo ya ni las alucinaciones de Juanito parecían tan descabelladas. 

Remiro miró a Ismael con preocupación. ¿Qué más podía pasar? Todo esto era demasiado enrevesado. El joven policía todavía no se había quitado del cuepro el susto del cadáver intentándolo agarrar y ahora... Esto era peor. Su experiencia podía haber sido una alucinación, pero que un familiar tuyo esté en peligro en las manos de un maníaco... Tenían que hacer algo.

—¿Entonse' qué hasemo'? ¿Entramo' ahí dentro?

Isma se tomó la noticia... bastante... ¿estoicamente? Bueno, eso parecía desde fuera. Su cara no cambió demasiado. Alzó las cehas. Inspiró. Echó la cabeza hacia atrás. Espiró. Hubo un momento de silencio.

Y entonces empezaron los puñetazos al capó del coche.

Mira que se lo dije, que se dejase de tanto fiestear y tantas amigas y se centrase en estudiar y en hacer amistades para la vida y no para sacar likes. Mira que si no li ho vaig dir mil vegades no li vaig dir cap. Mira que le dije que se centrase en lo imprortante. Cago en la moreneta. Me cago en las estrellas y la virgen puta, y me cago en Dios. La veu agafar dels pèls i la posaré a l'habitació fins que tingui edat de treure una hipoteca. 

De que empezó la parrafada hasta que Isma se calmó lo bastante habéis contado unos siete u ocho golpes al coche. Por el sonido metálico, se conoce que el inspector no tiene mal izquierdazo. Aunque habría que ver en qué condición está de usar ese puño después de este show.

Vamos adentro. Ese tío claramente no piensa hacer ninguna demanda que tenga sentido o que podamos cumplir, a la vista está. O esperamos a los GEOs y nos arriesgamos a lo que pueda hacer, o vamos nosotros. Sabiendo lo que sabemos de él, yo desde luego pienso entrar.

Por el tono tenso de la voz y la forma de mirar hacia el lugar que tiene, uno podría casi inferir la otra parte que no dice en alto.
 

...y lidiar con él como lidié con la cosa de la iglesia.

-Ya estábamos pensando en entrar. Los de arriba han sido unánimes con la decisión. ¡Quién iba a decir que por una vez íbamos a actuar tan rápido! Ahora hemos mandado al negociador y a dos efectivos con lo que tenemos para comprobar donde se encuentra. Hemos consultado con el Ayuntamiento y hemos descubierto que este sitio tiene conexión con el alcantarillado de la ciudad, abierto en la Guerra Civil para ocultar contrabando. Nada que nos debería preocupar. El alcantarillado de Palencia no es un sitio por el que se pueda caminar de normal. Algunos de sus trazados no son más que tuberías por la que una persona normal no puede transitar. Allí abajo no tiene ninguna salida, y el espacio al que puede acceder no es más grande que una habitación matrimonial. Si está ahí debajo, le tenemos acorralado. Y con vosotros tres debería ser suficiente para formar un grupo de asalto en condiciones. Ahora solo tendríamos que...

Desde atrás, saliendo de uno de los edificios, se dirigió corriendo hacia el grupo Beltrán, uno de vuestros compañeros. Un hombre tranquilo y calmado. Se le daba bien tratar asuntos peliagudos con la palabra, pero en actividad física no destacaba demasiado, demostrado por los goterones de sudor que se caían de su cara.

-Señor, Juanito no está en los pisos superiores. Lo hemos llamado, pero ahí arriba no se escucha un alma.

Manu se giró al resto, sonriendo.

-Bueno, chicos, esto parece acabar hoy. Vamos Isma, esta noche te reunimos con tu hija. Nosotros atrapamos al cabrón ese y la bronca ya se la hechas a la otra- Dijo Manu, dándole una palmada amistosa en la espalda

-Entendido, Beltrán, reúne al resto. Los demás, conmigo. Preparaos bien, que esta noche igual acaba movidita, pero acaba ya. ¡Vamos, vamos, vamos!

Tras decir aquello, todo se puso en movimiento. Trás un momento de organizarse y reunir a todo el mundo, los agentes de la zona se pusieron a los lados de la puerta. Una puerta vieja, pintada, de madera, con un diseño clásico que ya notaba haber pasado mejores días. Esta ya se encontraba abierta, con el marco de la puerta roto, y colgando de esta una cadena que había sido la única defensa que evitase si fuese abierta. Aunque no hubiera costado demasiado romper el marco que la sujetaba de una patada. Se bamboleaba medio abierta, chirriando lastimeramente por la agradable brisa de primavera, dando paso a una oscuridad absoluta, expectante. La gente que se había agolpado alrededor del control policial miraba atentamente, expectante. Todos sabían lo que iba a ocurrir. La puerta estaba abierta, y aquellos momentos solo servían para una cosa. Para prepararse a lo que viniera de ahí dentro.

-Vale, ¿todo listo?-Preguntó el inspector, justo al lado derecho de la puerta, con Manu al lado izquierdo. ¿Lo estabais?

Remiro sintió como un sudor frío empezaba a recorrer su espalda y su frente y las piernas le temblaban un poco. ¡Esto era Palencia joder! El loco sectario, el mapa ensangrentado, el cadáver que hablaba y movía y ahora un viejo demente con un rehén. ¿Qué coño iba a pasar en una ciudad como esa? ¡Si eran tan de hacendados que hasta tenían su propia ciudad marca blanca como Plasencia! 

El joven policía sentía un poco de ahogo, era una suerte que los policías ya no utilizaran corbatas porque madre mía. La garganta se le secó y se enfadó consigo mismo por sentir así. ¿Pero cómo se iba a sentir? ¡El quería ayudar a la gente! ¡Era un idealista! ¡No quería vivir un caso Vallecas de segunda del que Iker Jiménez acabara haciendo un documental.

El policía siguió en silencio las órdenes de Manu y de Joaquín y preparó su reglamentaria. Todavía no entendía que hacía ese Juan de Dios con ellos y por qué a nadie parecía importarle. Pero eso esa noche estaba siendo lo más normal.

—Li'to jefe. Vamo'—dijo intentando sonar convincente.

No siendo siquiera un agente en ese momento, Juan tuvo poco que prepararse. Se medio sentó apoyado en el patrulla mientras se cruzaba de brazos. Hasta hace unas horas estaba preparándose unos macarrones y estaba a punto de ver a robots gigantes pilotados matarse entre ellos. Sin embargo parece casi como si el mismísimo diablo se le hubiese subido a la espalda.

Por más que le daba vueltas sequia sintiendo la espalda tensa y un resquemor en la garganta que le impidió confirmar que estaba listo por lo que se conformo con  asentir con la cabeza a Torres a la vez que se preparaba para posicionarse donde mejor pudiese cubrir a sus compañeros.

Todos ya estaban listos y preparados para empezar la entrada, todos vosotros, un escuadrón formado por once hombres, once policías, contandoos a vosotros. La expectación se notaba en el ambiente, tanta que casi parecía que lo enfriaba, como si de repente aquella no fuera una noche calurosa. Como si de nuevo nada tuviera sentido.

Fue la orden de Joaquín quién comenzó la entrada. De nuevo, todos sabíais ya que hacer. Seguir al inspector, mantener las armas en alto, y no dudar. Fácil, en principio. En principio.

Entrar en aquel sitio, una vez que todos fueron cubiertos por la oscuridad, apenas iluminadas por vuestras internas, todos sintieron lo mismo. Entrar en aquel lugar era como entrar en...algo. Se sentía en el aire, en aquel ambiente viciado. Se sentía casi como si hasta el propio movimiento se ralentizase, como si costase más moverse, como si costase más respirar, como si costase más hasta pensar. Todo esto no era más que una sensación: La operación se desarrollaba con normalidad, con frenética normalidad, pero normalidad al fin y al cabo. No había ninguna razón para pensar que allí pasaba algo raro...¿verdad?

Tras bajar unas escaleras todos en fila india, finalmente, en la planta baja, que daba a una habitación cubierta de tubos, contadores y válvulas, probablemente usada para controlar el sistema de calderas de aquel viejo edificio, visteis una clara apertura en una de las paredes, probablemente abierta a martillazos por la forma irregular que tenía, la cual estaba cubierta de tuberías salvo por un resquicio por debajo. Ni Joaquín, ni Manuel, ni vosotros dudasteis un minuto. Fue Joaquín quien dio la advertencia, apuntando entre los huecos que dejaban estas.

-¡Policía, manos arriba, suelte al...!

Allí no había nadie. Solo una habitación vacía, de piedra fría, rodeada de aquellas tuberías que conformaban una parte del alcantarillado de la ciudad. Era tal y como os habían dicho. Una habitación rodeada de tuberías para después ser limitada por derecha e izquierda y de frente por más tuberías, algunas más gruesas y otras menos, con un suelo en el que aquí y allá se había formado algún que otro charco, fuente de alguna gotera ocasional que caía del techo. Un espacio limitado del que no podría haber salido nadie, ni siquiera con una rehén. 

-Mierda, no me jodas que ha escapado...

Manuel se adelantó, mirando por toda aquella sala con intensidad.

-No, no, este no ha escapado ni de coña. Las escaleras son la única salida y este sitio está más cerrado que una tumba. De este edificio no ha escapado. Tenemos que encontrarlo. ¡Todos, buscad por todo este lugar, ya!

El inspector, sorprendido por el atrevimiento de Manu, parecía que iba a decir algo, cuando finalmente suspiró y acabó entrando en aquel espacio, dejandoos vía libre al resto.

Remiro se quedó pensativo. Se deberían haber cruzado con Juanito. Así que eso dejaba dos posibilidades. O se había metido entre esas tuberías arrastrando a la hija de Isma. O estaba en los pisos superiores.

—I'maé', ven conmigo—le dijo a su compañero—. Vamo' a examina' lo' piso' de arriba. No pueden habe' ido a otro sitio.