Partida Rol por web

- ¡¡¡Papaá!!!

Aire. El primer anhelo de todo humano al nacer, lo primero que recuerda tu cuerpo. Un déja vù físico que experimentas mientras las lárimas nacen en tus ojos cerrados. Las sientes crecer, rodar por tus pestañas, resbalar por tus mejillas. No hay gritos como la primera vez, el silencio te abruma y no lo rompes, no debes romperlo, es importante; así que lloras en silencio.

No recordabas lo que era ver, y sientes la luz. Aprendes todo nuevamente, aprendes a ver y el recuerdo de necesitar para ello tus ojos te hace consicente de tenerlos cerrados. Los abrirías pero la experiencia de estar viva es progresivamente más y más mareante. La luz se torna turbulenta y sientes soledad, abrumadora y repentina. Tan agobiante es el sentimiento que deseas refugio, y reaparece un recuerdo: tu padre. Te está llamando, emocionado, anhelante... ¡alegre! Feliz pese al dolor de garganta le llamas y corres hacia él en medio de un entorno cada vez más luminoso y vibrante. Un entorno en el que percibes siluetas por el rabillo del ojo, sombras que habitan en los resquicios de la luz, ocultas en pliegues de ésta.

Confundida, miras a tu alrededor cuando la luz se vuelve fría, temerosa de las sombras de los pliegues. Sabes que están ahí pero no las ves. Nada sucede, y aunque recelosa, vuelves a caminar hacia tu padre volviendote para sonreirle. La sonrisa muere en tus labios, porque ahora está en el suelo, en mitad de un charco de sangre que mana de su vientre, sentado entre cristales rotos, enormes fragmentos de hielo. le coges en brazos justo antes de que caiga de espaldas, y te susurra su amor antes de exhalar la vida y desparecer.

Notas calidez en un brazo y te vuelves para mirarlo. Te encuentras en una camilla, en una sala bien iluminada y algo te sujeta del brazo. Un amasijo de carne y huesos que no debiera existir te tiene sujeta. Más seres como él se hallan en la habitación, rodeandote, ansiosos de ti. Lo sientes, sobre todo en uno que se acerca hasta tí, cubierto de protuberancias óseas como un erizo gigante, moviendo hacia tí sus espinas amenazadoramente. Te levantas desasiendote del ser que te sujetaba, salpicando con tus pisadas la sangre que baña el sulo por doquier. Percibes el sufrimiento, los cadáveres de personas que mutiladas y despedazadas te rodean. Una gran serpiente escamosa con alas constriñe un cuerpo familiar cercano, que en tu mente aún confusa recuerda como Brian, un soldado que llegó contigo hasta una base rebelde, y que inconsciente acabó en la enfermería. Ahí debes estar, pero todos están muertos y a él le está devorando esa horrible criatura. Sientes en él que ha hecho cuanto ha podido y que se aferra a la vida luchando con el monstruo en vano, pero feliz por escuhcar una voz femenina que le llama, le dice que le aguarda, que le quiere. Brian sonríe y dentro de su armadura forcejea contra la bestia.

Pero tu también tienes problemas acuciantes. Una de esas bestias vagamente humanoides ha extendido sus apéndices cortando tu carne. Reculas protegiendote, devolviendo tu atención a ellas. Te rodean y ves como te amenazan, sientes su hambre en sus mentes. Son demasiados para acabar con ellos, y no sabes si habrá más en la base. Estás desarmada y el discreto camisón que te cubre no protegerá tu carne como lo haría tu armadura. Recuerdas que estás entrenada para el combate, que eres una fantasma, que sabes sobrevivir. El terror que iba surgiendo en ti se atenúa ante la perspectiva de que puedes escapar.

Instintivamente reaccionas llevando una mano al arma que debiera estar enfundada en tu cadera mientras un chisporroteo eléctrico recorre tu piel semidesnuda. Frustrada y alarmada recuerdas que no llevas la armadura que canaliza tu invisibilidad, sin embargo la criatura ante ti retrocede confusa, como cabeceando al tiempo que alza sus miembros tentaculares para cubrir aquello que debe ser su rostro de ti. En lugar de reflejar la luz para pasar desapercibida, de alguna forma, la has empleado para deslumbrarla.

Las restantes "formas de vida" rugen hostiles y alarmadas a tu alrededor. Tu reacción parece haberlas enfurecido aún más.

Supervivencia. Pero como nunca antes había sido puesta a prueba. Una compleja rutina de pensamientos y ordenes mentales latentes que se activan y remodelan los patrones de pensamiento. Ya no es mas una persona. Un arma.

Eso es lo que soy. Aquello que elimina a mis enemigos. Enemigos que yo elijo. Sin imposiciones de mis antiguos amos... Bastardos.

Un complejo equilibrio altera su mente, igualando los instintos de supervivencia innatos con el letal entrenamiento fantasma. La ruta de escape era la prioridad, pero un objetivo secundario debía verse resuelto si quería lograr la supervivencia. Observó la habitación en busca de la salida o una toma de aire, túneles de respiración donde pudiese escabullirse. Retrocedió un paso para darse impulso y golpear la camilla en la que reposaba hace unos segundos para enviarla contra la segunda bestia mas cercana.

Prueba y error. Debo saber qué otros medios de supervivencia tengo.

Cerró la diestra como si sujetase un puñal invisible y concentró su mente, casqueando las conexiones psíquicas cuando, de alguna forma, traba de acceder de nuevo a su poder de invisibilidad y lo proyectaba hacia delante. Luchaba por contener un lado salvaje del ansia de supervivencia y proyectaba el poder con una idea concreta, aunque realmente a ciegas. Quería concentrarlo, enfocar la luz, la energía que había cegado al ser, en la forma de un cuchillo. O un simple fogonazo.

¡No! ¡No! Lucharé y no podréis conmigo.

Envolvía la furia ardiente de su odio con todo el autocontrol del que era capaza. Capa tras capa de hielo, de un frío gélido para controlar y afilar su furia. Para forjar el filo de su fría e inmisericorde venganza.

Buscaba deprisa mirando a uno y otro lado, pero al tiempo la joven fantasma era observada, sintiendo la repulsiva mirada de las bestias sobre su piel semidesnuda. Una trampilla del conducto de ventilación quedaba lamentablemente fuera de su alcance, por encima de las criaturas y tras ellas al fondo de la habitación, dificilmente accesible debido a una estantería de material médico milagrosamente intacta. Su mejor baza parecía la puerta de entrada, que pese a no encontrarse abierta se hallaba más cerca y tan sólo le impedía el paso una de las criaturas. Su piel oscura, ahora retorcida, le recordaba a un hombre, un médico. Ahora los tentáculos deformaban lo que en su día fuera cabeza imposibilitando cualquier reconocimiento.

La mente de Uriel no podía evitar tocar las de las criaturas, se expandía involuntariamente al enfocar su atención en cada elemento, al contrario de su costumbre de retraerse en su fría cárcel de espejos. Y así supo que la había vuelto a encontrar. Recordaba haber creído que esa sensación no regresaría tras acabar con la fuente de la que emanaba. Obviamente se equivocó, y la repugnante sensación de que una película aceitosa comenzaba a envolverla se apoderó de Uriel.

AHÍ ESTAS.

Desconocía la voz, pero la sencilla frase la impresionó por su tono amenazante. Al tiempo, los seres maniobraron para rodearla. Debía ser rápida.

Jodidas cucarachas mutantes.

Un arrebato de furia ardiente amenazó con descontrolarla del todo al escuchar la ominosa voz. Había que escapar y luego ya habría tiempo para perseguir esa voz. Y a la Confederación. tantos objetivos. Tantos cadáveres.

Cada objetivo en su momento. Ahora hay que salir de aquí...

Concentró su energía con los mismos patrones que utilizaba para activar la invisibilidad que tantas veces había utilizado llevando la armadura de combate. Si el proceso se repetía lograría cegar momentáneamente a la criatura que tenía en frente y en ese momento correr hacia la puerta.

Un estallido cegador se produjo cuando Uriel alzó la mano y al instante siguiente una masa agónica de tentáculos semicalcinados por las llamas entre las que se retorcía era lo único que se interponía entre la salida de la sala y ella misma. Las demás criaturas lejos de estar cegadas por la llamarada detuvieron su avance, tal vez amedrentadas, tal vez sorprendidas.

El pensamiento ominoso sin embargo hizo más patente su presencia, al parecer regocijado.

- AHÍ ESTÁS. PRONTO URIEL, MUY PRONTO YO TAMBIÉN ESTARÉ CONTIGO.

Su promesa carecía de amenaza, aunque no de objetivo, resultando igualmente inquietante para la mujer. El fuego blanquecino que ardía frente a ella lo sentía inflamarse en su interior como quien aviva un horno insuflando aire a presión. Rabia y miedo pugnaban por vencer su autocontrol, pero ya había logrado despejar una salida.

Apartó la voz de su cabeza, estaba en la cuerda floja y debía mantener el control. Rápidamente se lanzó hacia la puerta para abandonar la sala mientras en su cabeza repetía doctrinas de entrenamiento y relajación psíquica, en un gesto reflejo de protección y preparación, tal y como hacía en todas sus incrusiones como Fantasma.

Sin embargo el ominoso significado, la promesa de esa voz seguía martilleando en su mente.

Abandonas el lugar y a las bestias que acoge, dando con tus pies descalzos en el frío metal del pasillo. Al menos este parece normal mientras miras a uno y otro lado valorando tus posibilidades. Si mal no recuerdas cerca se hallaba el laboratorio donde tu antiguo lider mató a tu padre, donde caíste inconsciente a causa del veneno en tu sangre interrumpiendo las grabaciones que estábais viendo. Por otro lado, la salida se encuentra, algo más lejana, siguiendo el camino contrario. Esto es lo que tus ojos te dicen, y tu mente, desatada pese a encontrarte aplicando todo tu entrenamiento en la fantasmagórica Academia de la Confederación, percibe la auténtica amenaza aún por llegar: más criaturas se acercan como hienas desde todas direcciones en número creciente. Sin embargo entre el lodo que impregna toda sensación de este lugar corrompido percibes una luz diáfana en el laboratorio. ¿Otra víctima, que al igual que el soldado Brian Mcwhim se debate por su supervivencia?

La luz que de alguna forma ha generado su cuerpo es, por ahora, el único arma que dispone contra las bestias. Por ello ese nuevo foco de luz es su mejor baza. Se dirigió rapidamente hacia el laboratorio, la realidad y el sueño se mezclaban, ¿la muerte de su padre había sido real?, ¿lo había sido su propia muerte?

Muchas preguntas, ninguna respuesta y una amenaza insidiosa que no desaparecía.

La corrupta presencia, hambrienta de ti, ha enviado lo que antes pudieran haber sido soldados humanos. Valientes voluntarios, rebeldes amorales o reclusos resocializados ahora todos unidos bajo un mismo y triste objetivo, servir a la criatura que te persigue y que deformó su carne y doblegó sus voluntades. La risa arrastrada y empalagosa de la presencia transmite su satisfacción a tu mente cuando te percatas de este hecho. Alzando entre sus miembros en parte tentáculos en parte brazos rematados por garras los rifles de infantería abren fuego contra ti. Agachándote y saltando para ofrecer un blanco dificil la ira prende con fuerza en tu pecho. De alguna manera, percibes que todo esto tiene que ver con los hechos recientes, con la muerte de tu padre. La furia se manifiesta físicamente al girarte para correr y verte sorprendida por más engendros bloqueando tu camino por el pasillo hacia el laboratorio. Es algo instintivo, pero no te calma el ver que las armaduras de neoacero se funden ante tus miradas de odio, haciendo arder la carne alienígena.

Cual basilisco enfurecido mantienes a raya a tus perseguidores tras despejar tu camino, y al fin llegas hasta el laboratorio. La puerta aún abierta te aguarda. Dentro percibes la presencia humana, ahora más cercana y sientes temor en ella. La tenue sombra psíquica de tres presencias más en la sala podría justificarlo de sobra. Más disparos provinientes del pasillo a tus espaldas te indican que más humanos mutantes aún te persiguen.

Es la hora de las respuestas.

Con un grito de furia golpeó la puerta del laboratorio, como si pudiese hacer arder, fundirse y explotar la puerta todo en un solo gesto.

Las manos se crispaban, engarfiando los dedos, mientras su respiración era un ronco jadeo, agresivo y violento. Todo en su cuerpo ardía con la llama de la furia. Menos sus ojos. Sos ojos se mantenían fríos y distantes, sin compasión alguna y con un firme objetivo escondido tras el hielo de sus iris.

Pasas adentro sin miramientos. Has llegado hasta aquí por la pura fuerza de tu voluntad, armada tan solo con esta, ¿qué podría hacerte frente entre estas infames criaturas? Si fuera necesario las harías arder hasta las entrañas para alcanzar las respuestas que tu padre reservó para ti en la computadora.

Anhelante, caminas sobre la sustancia viscosa que cubre el suelo de la habitación. El laboratorio, destrozado y cubierto por la palpitante gelatina morada que pisan tus pies desnudos alberga a tres seres deformados que te apuntan con sus armas. Una fibra de ti lo lamenta, pues el conjunto te resulta familiar: la pesada mole CMC-330 de un firebat con gruesas lenguas musculares proyectandose en tu dirección desde su casco y varios orificios abiertos en las gruesas placas por su abotargado contenido; lo que fuera un humano, estilizado pese a las deformidades tentaculares erizadas de cuchillas óseas, con una pistola en dos de sus tres brazos observándote con risa enloquecida tras sus gafas de sol; una bestia semimecánica y semiorgánica que sostiene un rifle en tu dirección por encima del cual lees en su pecho la inscripción "Sgt. Connor Infantería mecanizada". Y la fuente del miedo: una mujer que se cubre tras un escritorio, de tez verdosa y ojos amarillentos, un cabello que recordaras rojo como el fuego sustituido por hebras quitinosas iguales a las que recubren por completo su piel a excepción de unas extremidades en forma de alas óseas terminadas en mortíferas puntas. Sus ojos, familiares, te observan, y tras ellos aún funciona la verdosa entidad digital que programara tu padre.

Y entonces la presencia ominosa que impregnó la superficie de tus pensamientos con su aceitosa ansiedad: PRONTO SERÁS UNO MÁS. NO TENGAS PRISA. YA LLEGAMOS A TI.

Y las bestias alzaron sus armas y gruñeron su ira contra ti.

Nexus... Marron... Connor... y Kerrigan.

Por un momento sus piernas temblaron y retrocedió un paso. No por miedo sino por incredulidad.

No. No es posible. Estábais vivos. Es imposible que ahroa seáis esto. No es posible.

Se pasó una mano por el rostro, apartando el frío sudor, necesitada de un contacto que sintiese cercano y real.

No. Este es el laboratorio de mi padre. Vosotros estábais aquí. Antes, antes de todo esto. Es la misma sala, con las mismas personas. No tiene sentido, ni lógica. ¿Estás intentando jugar con mi mente acaso? Es mucha coincidencia que, si han caido, hayan sido traidos aquí, a la espera.

¡NO!

- ¡Nexus!¡Marron!¡Connor! Soy yo. Sabéis quien soy... Habéis oido mi nombre. Mi nombre real, aquel que mi padre me puso. El nombre de la persona que se escondía, asustada, una niña aún, bajo la armadura de G-26.369. Soy Uriel...

!!Y tú, bastardo gusano alienígena, sea lo que seas, no podrás alcanzarme. Seré yo quien te de caza y acabe con tu miserable vida!!

- No sabe nada...- la interrupción de Kerrigan haría sospechar a cualquiera acerca de un nuevo complot, de no ser por la sorpresa reflejada en su voz y en su rostro que por su espontaneidad lo desmienten. - Ha venido a buscar respuestas, lo veo muy definido entre la marea de confusión, miedo e ira.

Kerrigan, se eleva un poco tras la mesa que le sirve de cobertura y sin bajar la guardia hace un gesto con la cabeza en dirección a la pantalla del asistente digital de Knighley. Está claro que debe estar usando algún truco de telépata, pero está indicandote donde está lo que piensa que buscas.

- Ahí lo tienes.

Permaneces quieta en el umbral tratando de comprender, rodeada por la ardiente aura energética que gira y gira en torno a tu maltrecho y semidesnudo cuerpo. Un brillo helado e intenso destella en tus ojos al notar a las bestias que se empiezan a agrupar tras de ti apuntandote con sus espinas, rugiendo y siseando amenazantes, listos para abrir fuego. Las espirales de energía se vuelven más rápidas y turbulentas, creciendo en potencia.

- ¡NO ABRÁIS FUEGO!- exclama Kerrigan. Sus ojos de un amarillo incandescente se iluminan mientras se lleva la mano a la sien. Casi imperceptiblemente se la ve tragar saliva.

- Puedes examinar el ordenador, pero calma toda esta actividad psiónica. No es necesaria.

- ¿Kerrigan? - La incredulidad tiñe su voz y su mirada queda fija en su interlocutora sin comprender qué ha pasado, porqué tiene ese aspecto. - ¿Qué te ha ocurrido? ¿Qué está pasando aquí?

Avanza despacio, intentando contener la marea psiónica, aunque sin anularla del todo ni perder de vista a Kerrigan

El armazón de metal y queratina que en su día fuera Nexus ruge en dirección a la cambiada Kerrigan, comenzando un lento movimiento lateral alejandose despacio de ésta sin quitarte sus pequeños ojos ardientes de encima.

Sólo es necesario un paso para que compruebes que aún siguen alerta y se sitúan en guardia. Los siseos se tornan silencio permitiéndote escuchar cómo las espinas se erizan y despliegan tras de ti. Las espirales de energía se tornan más azuladas, más visibles y agitadas. Apenas puedes controlarlas, y aún con la duda que dicta tu entrenamiento evitas que reduzcan a cenizas a los enemigos que te acosan.

- Te estoy concediendo las respuestas que buscas, pero representas una amenaza que no dudaré en eliminar.- Alzando un índice rematado por una estilizada garra te señala la consola.- Las tienes justo ahí.

La reacción y el tono no te gustan nada, pero la oferta es tentadora. La energía se intensifica a tu alrededor a la par que tu ansiedad, y despacio diriges tus pasos hacia la consola. El asistente digital brilla verdoso ante ti, mirándote a los ojos con vacuidad. Bajo él, no puedes evitar mirar abajo, al cadáver ensangrentado y fresco de tu padre. Sigue tal y como lo recuerdas, tirado en el suelo metálico, vuelto hacia arriba com lo dejaste, el brazo izquierdo doblado lánguidamente por encima del rostro sereno de quien muere en paz. Una lágrima resbala por tu mejilla y al caer desde esta se evapora al contacto con el ardiente aire. Te inclinas ahora sobre la consola, dispuesta a obtener los datos prometidos y un fogonazo repentino te obliga a doblarte hacia atrás mirando al techo sin verlo.

El doctor Knightley aparece sudoroso con una mueca de dolor contenida frente a la misma consola en la que estáis viendo el video. Debió grabarlo después del incidente con el fantasma ejecutor poco antes de su muerte.

- Uriel, querida hija, tras tanto tiempo no tendremos ninguno para nosotros. He creado unos archivos que se reproducirán solo para ti, de forma que puedas saber porqué ha pasado esto. Si estás viendo este video es porque el jefe de tu escuadra no ha logrado ejecutarte y mi plan ha funcionado. Cuando la teniente Kerrigan os trajo para vuestro examen no sabía si me recordabas, todo habría sido más sencillo de no ser así. De todas formas me alegra que me recordases.- hace una pequeña pausa inducida por el dolor, que disimula con una sonrisa torcida. Volviendo a abrir los ojos y mirando al frente de nuevo continúa su mensaje- Aunque las lecturas de tu análisis neural no muestran infestación Zerg sin embargo había algo extraño en ellas. Los datos están archivados en un datadisco de mi escritorio, y ya que no podré analizarlos te corresponderá a ti descubrir su significado. Y ahora permiteme disculparme. No he sido lo que se dice un buen padre, pero el compuesto que tuve que inocularte es la única solución que no implicaba tu muerte real. Se trata de un bloqueante enzimático que detendrá tu vida a nivel molecular, mezclado con una disparador nucléico que se integrará en tu ADN. El proceso será lento debido a la ralentización progresiva de tu metabolismo, pero te reactivará a nivel celular devolviéndote a la vida. Espero que sea suficiente para salvar tu vida y la de la base, pues es la única manera de engañar al ejecutor y al tiempo detener tus ondas neurales lo justo para que la teniente Kerrigan pueda trasladar la base lejos de los Zerg. Y por ello te pido perdón, pues yo fui quién dirigió el proyecto de Mengsk en el que se os modificó para probar el efecto de la atracción psiónica sobre los Zerg. Tu otro compañero murió por ello, pero resultaba demasiado inestable. Tus ondas mentales por el contrario los atraen con fuerza y a una considerable distancia. Resulta un alivio para mí comprobar que el amortiguador psíquico implantado en vuestro lider funciona a la perfección, y servirá para protegerte. Te preguntarás con horror porqué te sometí a este cruel experimento; la respuesta es que te quiero. Te localicé en la academia fantasma años después de que me obligaran a entregarte y era la única forma que Mengsk me ofreció para acceder a ti. Planee la forma de conseguir que pudieramos encontrarnos sin despertar sospechas en la Confederación y satisfaciendo a Mengsk.- el dolor y la lividez vuelven a su rostro y esta vez sus párpados apretados no vuelven a separarse- Entrañaba un alto riesgo para los dos. Yo.. lo estoy pagando, pero tú aún puedes salvarte. Mereció la pena. Te quiero, hija mía....