Partida Rol por web

El Dr. Call se mantuvo en silencio, apuntando metódicamente todo dato que creía de posible interés para la investigación. Se abstuvo de hacer comentarios acerca de la extrañas intenciones del señor Winwood, definitivamente no le sorprendería que aquel hombre estuviera metido hasta el cuello en algún asunto sucio, aunque por el momento era en mejor hilo del que podían tirar. Se reservó su opinión al respecto, al fin y al cabo todos habían dejado claro que no se fiaban de él.

- Busquen en los estudios y vayan a ver si pueden localizar a James y a Pierre. Cuando tengan bastante información, organizaremos un viaje al Cañón- suspira -recibí una llamada hará ya un par de años de un tal Standford, al parecer era el lugarteniente de otro tipo, el cual regentaba una "prestigiosa" organización elitista en Boston, quería que ingresara, pero no lo hice. Aunque el idiota de mi mejor amigo, Kurwen Palance sí lo hizo. Anduvo unos meses extraño, le fui perdiendo la pista hasta que desapareció. Fue entonces cuando empecé a investigar y... bueno creo que ya les he contado bastante de momento-da un largo trago y véis cómo hace verdaderos esfuerzos por no romper a llorar.

Kurwen Palance, ese nombre te suena y estás casi seguro de que conociste a un tal Kurwen en la Logia, un tipo de mediana edad, alto muy delgado, ojos azules y rubio. Fumador de puros habitual y si no recuerdas mal, estaba relacionado con el acero.

El Doctor Call asintió despacio mientras tomaba las últimas notas, después dejó la pluma en la mesa, en una línea perfecta con el borde de la libreta, y levantó la cabeza para hablar con Winwood.

- Usted se refiere a John Scott... quiero decir, el "regente" de la Logia y compañero inseparable del señor Carl Stanford - Edward Call levantó un dedo mostrando su deseo de enfatizar cierta parte de sus comentarios.- Aunque me temo que alguien hizo que se separaran... para siempre - sus últimas palabras sonaron aún más solemnes de lo que pretendía.- Recuerdo a su amigo el señor Palance, si no me equivoco era un magnate del acero ¿no es así, señor Winwood?

El Doctor Call interrumpió su alegato al comprobar que el sujeto parecía afectado por la desaparición de su amigo, al que sin duda estaba vinculado emocionalmente. Edward pensó que allí había mucho más de lo que parecía, y el hecho de que contase con tanta información lo confundía, de modo que trató de averiguar si el hombre les estaba mintiendo.

- No se preocupe, señor Winwood - le dijo con voz calmada.- No abordaremos el asunto de su amigo... por el momento.

- Sí, fuimos socios al principio. Su padre y mi padre eran socios y al morir, ambos heredamos los negocios familiares, rápidamente nos hicimos amigos. ¿ Acaso le conoció?- pregunta intrigado.

- Si insiste... - dijo Edward Call encogiéndose de hombros.- No puedo decir que fuera mi amigo pero si que compartimos más de una tarde fumando excelentes puros junto a la chimenea en el edificio de la Logia del Crepúsculo de Plata... Dejando a parte su trasfondo oscuro y místico, la Logia no dejaba de ser un club de caballeros en el que se podía disfrutar de una agradable charla banal acompañada de algún exquisito destilado nacional y, en ocasiones, internacional - el Doctor Call agitó la mano delante de su cara, dando a entender que se estaba enrollando demasiado.- En definitiva, si, conozco al señor Palance, o al menos a alguien que se llama igual que él, aunque desconozco por completo su paradero.

- No sabía que hubiesen coincidido, es más, pensé que usted se escondió mucho antes de la aparición de mi amigo en escena. En cualquier caso, dejémoslo estar de momento y centrémonos en el asunto que nos ocupa. ¿Necesitan alguna cosa más?

Como buen militar Hughie era metódico y detallista. No dejaba de tomar notas, pero sus ojos no cesaban de recorrer cada rincón, a la vez que escribía. Tenía muy claro que era un recién llegado, y que no tenía por ahora voz ni voto. Sin embargo, era una mente más a analizar, y lo hacía.

Se entretuvo observando la nutrida biblioteca sin disimulo. Por el trabajo que les había traído, pero también por sí mismo. Se preguntó si entre todos aquellos volúmenes habría alguno que describiera, o mostrara en una ilustración realista, la terrorífica criatura que había quedado aferrada a su memoria con garras de acero.

Al cabo de un silencio, que no interrumpió para no interferir con sus jefes, levantó una mano como un escolar pidiendo la palabra. Y preguntó.

-Disculpe, Sr. Winwood, ha dicho usted "criatura". ¿Por qué está tan seguro de que ha sido... eso? ¿Una Criatura? ¿Alguien de entre el equipo la ha descrito?

Para Edward resultó evidente que el señor Winwood acababa de revelar más información de la que decían sus palabras. Su relación con la Logia había sido mucho más estrecha de lo que quería dar a entender, o de lo contrario no tendría una información tan precisa. Hasta el momento, el Doctor Call le había atribuido una relación casual con los miembros pero, o bien él mismo había pertenecido a la Logia o tenía algún informador dentro de ella. Las sospechas eran cada vez mayores, de modo que Edward decidió tomar al señor Winwood con la cautela que se merecía, debían ser cuidadosos con la información revelada y de momento él mismo no lo había sido.

- De momento creo que será suficiente - dijo levantándose y guardando la libreta y la pluma en el maletín.- Hay muchos frentes abiertos que debemos investigar con calma... ¡Ah! Casi lo olvidaba... supongo que no será necesario decirlo pero, aún así me veo en la obligación de hacerlo: procure permanecer localizable, señor Winwood, al menos para nosotros, es probable que necesitemos comunicarnos a menudo durante la investigación.

- Describían un aura de pesimismo y malos sentimientos, como ya he dicho. Mis lecturas y mi conocimiento de los Seres de Más Allá de nuestro espacio, me lleva a la lógica conclusión de que se trata de una criatura venida desde las profundidades del Universo, pero no, nadie ha visto nada que yo sepa.

Dice contestando al soldado.

- Respecto a su comentario señor Call, no se preocupe que no me moveré de aquí. En cualquier caso, pueden dejar recado para mí en los estudios y me telefonearán.

Vamos. Que es algo que hace que te deprimas y te suicides...Perfecto.—pensó con ironía Henry para luego añadir con tono seco— Bueno, vamos. De momento entrevistemos a los que quedan vivos y veamos esas peliculas. Que el señor Winwood va a quedarse por aquí y siempre podremos localizarlo si lo necesitamos.

Muchas gracias por su colaboración sr. Winwood, espero que podamos solucionar su problema a la mayor brevedad.- Marion sonrió.- Si no le es mucha molestia avise a los estudios de mi llegada, me gustaría ponerme lo antes posibles con la visualización de esas películas.

-Claro. Muy bien, gracias. -Respondió Hughie al sr. Winwood mientras se ponía en pie como el resto.

Guardó su cuaderno, y se irguió, dispuesto a marcharse, sin dejar de observar los libros y el magnífico lugar que los albergaba.

- Así lo haré. Vayan con cuidado -dijo acompañándoos a la salida de su despacho, donde su secretario esperaba para guiaros a la salida.

Un coche os llevó hasta uno de los hoteles más céntricos y más lujosos de todo Hollywood, allí dejásteis vuestras cosas (armas incluidas, pues no era de recibo eso de llevar armas encima en la meca del cine) y pasásteis la noche, pues ya era tarde para ir a los estudios.

A la mañana siguiente tras el desayuno, el chófer de Wintwood os llevó hasta los estudios Atlas Films, un enorme complejo situado en el centro del distrito cinematográfico de Hollywood. Con las credenciales del Señor Winwood, el guardia de la garita os va a dar entrada a la visita guiada por los estudios, cuando véis a media docena de desarrapados a vuestra izquierda, sin duda mendigos pidiendo a los acaudalados actores, directores y personal del celuloide que entran y salen diariamente por esas puertas.

Marion estaba deslumbrante, vestía un precioso vestido verde que hacía contraste con sus ojos castaños llegando incluso a iluminarlos, se podía decir que irradiaba felicidad, y el hecho de estar en la meca del cine de la que tanto había oído hablar tenía mucho que ver.

Supongo que planeáis dejarme sola viendo esa película, ¿me equivoco?.- La pregunta aunque lanzada al aire tenía un destinatario muy claro en su mente, Milo, maldito estirado...

-Marion, preciosa, si quieres un acompañante ya sabes que puedes contar conmigo. Pero... -miró al resto con las cejas arqueadas- no sé si ése va a ser mi cometido. Vosotros diréis, ¿qué esperáis que hagamos cada uno?

Mientras esperaba la respuesta se entretuvo en contemplar el grupito de mendigos, o lo que fueran, que se encontraba rondando la entrada de los Estudios.

Desde que habían abandonado las oficinas de Winwood el día anterior Milo apenas había abierto la boca. Incluso durante la cena Dewey había soltado un par de sus acostumbradas barbaridades groseras y poco apropiadas y ni por esas había optado por reprenderle. Estaba como ausente. Poco se asemejaba ya al muchacho que siguió al deudor de su jefe desde Denver semanas atrás. Ahora sabía tantas cosas que aquellas que desonocía le parecían terribles y amenazadoras. Las noches eran un campo abonado para pesadillas y malos sueños y, durante el día, las malas sospechas le inundaban el entendimiento. 

Winwood no era trigo limpio. Esa idea cobraba fuerza en su mente y sabía que sus compañeros tampoco se fiaban de él. De cualquier manera había que tenerlo en cuarentena y seguir los pasos que se suponía que debían de dar hasta ver cuales eran las intenciones de cada uno de los integrantes de aquella trama que les envolvía con un manto cada vez más prieto y opaco.

Y sin embargo el comentario de Marion le llegó de pleno.

- Si Hughie quiere acompañarte no veo el problema. - por un momento Milo llegó a considerar que aquella puya pudiese ser una invitación velada para que fuese él quien la acompañase a la sala de proyecciones pero deshechó la idea casi tan rápidamente como había surgido. Marion estaba preciosa aquel día... Marion era preciosa y, precisamente por eso, que un don nadie como Milo se fijase en ella o, peor aún, pretender que ella se podría fijar en éste, era tan absurdo como patético.

- Pero ten cuidado... ya sabes lo que se hace en las últimas filas de los cines, ¿verdad? - comentó con sorna buscando la esperada coletilla de Henry. - Y más cuando se trata de un soldado... - apostilló.

Lo que estaba claro era que con tantos frentes había que dividir el trabajo... si dos se dedicaban al visionado del celuloide los otros tres podrían abarcar el mayor número de entrevistas posible.

Creo que eso lo solucionaron con bromuro— añadió a modo de final de chiste Henry mientras se rascaba la cabeza, preguntandose como rechazaba la invitación de esta preciosidad. Bueno, pensandolo bien y por el bien de la misión él tambien la habría rechazado porque habría estado a cualquier cosa menos a la pelicula...si, mejor que fuese el soldado.

Comencemos con esas entrevistas— dijo mientras miraba a Milo. Henry sospechaba que el muchacho sabía que sospechaba de él (no había sido precisamente sutil) y mas le valía tener el las mismas sospechas, de lo contrario le daría la tabarra hasta que cambiase de idea.