Partida Rol por web

—¡Habéis matado a mis compañeros, lo pagaréis caro! —juró el hombre haciendo caso omiso de las amenazas de Khaila, mientras desenvainaba su espada y se lanzaba contra Arledrian.

El guardia bloqueó el golpe haciendo una equis con sus dos espadas cortas, y repelió el filo tirando de ellas hacia fuera.

Áscalon caminó agazapado, lentamente, con el lomo erizado y las orejas pegadas a la cabeza de aquella forma amenazadora. Además, iba mostrando los dientes ensangrentados y emitiendo un prologando gruñido ronco. Parecía molesto con la actitud hostil de aquél desconocido hacia Arledrian pero algo parecía haberle transmitido Galatea que lo hacía no atacar... o al menos a la primera.

Se desplazó hasta que quedó parado cerca de Khaila, reforzando el flanqueo de la guerrera y mirando al guardia fijamente.

Arledrian lanzó una estocada a la cara del jefe de los guardias. Este se hizo un lado para evitarla, y Arledrian aprovechó el hecho para asestarle una puñalada en las tripas que le hizo aullar de dolor.

No habiendo más sitio para atacar a su oponente, Canthus se contentó con ladrar mientras saltaba y se movía en círculos.

Khaila aprovechando la ventaja que le daba la posición de Arledrian, alzó el gran espadón bajándolo con fuerza y precisión sobre el capitán de la guardia...

Aullando de dolor, el Jefe de los Guardias se derrumbó al suelo, inerte.

Galatea entró rápidamente en la habitación, con el arco cargado y saltó por encima del malintencionado alambre de espinas que había colocado a modo de trampa en la puerta. Al meterse en la habitación anduvo a paso ligero hacia la derecha del umbral mientras la barría con la mirada para identificar qué estaba pasando... aunque por lo visto también almacenaban cajas en aquel sitio y en cuanto sucadera topó con una de lado, se detuvo.

"Ow... "

Apuntó al guardia que quedaba con el ceño fruncido y la flecha bien firme y al darse cuenta de lo herido que estaba enarcó una ceja.

—Si "no deben morir" creo que deberíais tener un poco más de cuidado a la hora de... trocearlos salvajemente

Suspiró poniendo los ojos en blanco y murmurando algo en su musical idioma. Bajó el arco y se acercó andando

"A ver si aún podemos interrogar a alguien... "

Se acercó al trío de guardias que yacían desparramados por el suelo, Áscalon se mantuvo cerca de la elfa en todo momento, sin emitir un solo sonido. Galatea observó primero al capitán que parecía irremediablemente muerto.

"Humanos... siempre por la tremenda" suspiro para sus adentros "¿en qué cabeza cabe oponer resistencia cuando estás en clara desventaja numérica?"

Torció ligeramente el gesto y probó esta vez a agacharse junto al enemigo que había Abatido el lobo, éste aún respiraba... débil pero estaba vivo.

—Ya puede cantar como los ángeles todo lo que sabe—refunfuñó—no tengo por costumbre malgastar nada en malnacidos.

Puso una mano sobre el cuello herido del hombre y les indicó a Khaila y a Arledrian que se acercasen para mantenerle amenazado y disuadirle así de cualquier tipo de acción hostil (aunque personalmente esa opción la consideraba un auténtico alarde de estupidez por parte del guardia) susurró unas palabras de nuevo en aquel lenguaje extraño y siseado y la palma de su mano se iluminó con una tenue luz verdosa, la herida se fue cerrando ella sola.

El guarda gimió y se estremeció antes de abrir los ojos. Cuando vio el trío de caras que había sobre él, recortándose contra el techo palideció a ojos vista.

-¡Me rindo, me rindo! No me matéis, os lo ruego.

Khaila sabía que se había propasado, que debería haber tenido cuidado, pero ni ella misma entendía qué le había hecho reaccionar de esa manera. Con la espada todavía alzada observó a la elfa que tras su comentario cínico se había acercado. Sabía que tenía razón, pero su orgullo pudo más y una sensación fría se le instaló en el estómago.

Miró a la elfa con frialdad y bajando el espadón se apartó, esperando a que terminara con lo que estuviese haciendo. Se sentía como una tonta viendo actuar a la druida. Ella siempre había ido utilizando la fuerza bruta, siempre pegando antes de preguntar, de esta manera se había ahorrado muchas palizas... Le gustaba sentir el contacto de la espada entre sus manos. A veces temía por la sensación de poder que sentía, incluso había llegado a confundirlo con invulnerabillidad, cosa que el tiempo le había mostrado que, por el contrario, era demasiado voluble. Pero en ese momento, cuando tuvo la vida del jefe de los guardias en sus manos, no supo retenerse. Dios, si no sería la primera vez que reduzco a alguien... ¿Por qué lo he hecho? Khaila se sentía culpable por su impulsividad, sabía que tenía que controlarse más... Pero aún y así no soportaba que alguien le mostrara sus errores; por eso cuando la elfa le mostró su estupidez, ella no supo qué responder y se tragó su propia bilis.

El aviso de Galatea le hizo volver nuevamente a la realidad, y haciendo un gesto afirmativo con la cabeza se acercó a la druida. Apuntó con la espada el cuello del guardia al que estaba curando, éste abrió los ojos y asustado miró hacia los tres compañeros. La joven sentía compasión por él... Miró a Arledrian, sin hacer comentario alguno señaló significativamente con la mirada hacia el guardia. Este era más trabajo de él que de ella, así que prefería mantenerse en silencio y dejarle hacer.

—Por supuesto—respondió Galatea con un resoplido desdeñoso a la rendición del soldado—es la decisión más sabia que podías tomar.

Le miraba con el ceño fruncido, no había sido ningún chiste, al parecer hablaba completamente en serio.

—Y ahora empieza a hablar, encanto. Y sé extenso porque tengo muy poca paciencia con los de vuestra calaña—advirtió con aquellos fríos ojos azules fijos en los del humano—¿qué demonios es todo esto? éste... almacén subterraneo, ¿y qué sabes de la carnicería que hubo la pasada noche en los Establos Frondáurea?

Arledrian pareció aliviado de que fuera Galatea quien empezara el interrogatorio.

El guarda por su parte se sorprendió de lo que le preguntaba la elfa.

—No tengo nada ver con lo que sea que hagan aquí. Me dijeron que era un trabajo fácil: vigilar esta estancia; nos aseguraron que las autoridades no iban a intervenir. Me pagaban por eso, no para hacer preguntas. Solo necesito saber lo que debo hacer y dónde conseguir mi dinero. ¡Dinero! Tymora me habrá sonreído si escapo con vida de esta -jadeó con amargura-. Lo único que sé es que esta mañana trajeron a una niña elfa cubierta de sangre y se la llevaron por esa puerta de allí.

El guardia señaló a la puerta que estaba más cerca de la mesa.

—Pero está cerrada y no sé que hay detrás. Nunca hemos entrado ahí -devolvió su mirada a Galatea y tragó saliva—. ¿Eres su madre o algo así?

Khaila miró con rabia al hombre que estaba en el suelo. Se tuvo que contener para no patearle en la cabeza hasta descargar la furia que sentía. En el fondo sabía que era un pobre diablo, pero era tan fácil obedecer y no preguntar... Hacer como que no ves mientras llevan a una pobre niña...

Contrólate... Se dijo mientras respiraba profundamente, bien, parecía que su pulso ya no temblaba tanto y sus emociones empezaron a apaciguarse.

No, no te vamos a matar. Dijo finalmente tomando parte, pero la joven no apartaba el filo de su gran arma del cuello del pobre desgraciado. Porque vas a hacer lo que te digamos, ¿verdad? Un brillo iluminó los ojos oscuros de Khaila. Primero quítatelo todo y segundo, nos vas a decir cuantos eran... Y qué clase de criatura llevaban ¿entendido? Su voz no dejaba lugar a réplica, y su mirada despectiva no se apartaba de los ojos del guardia. Sentía asco de gente como él.

Galatea escuchó impasible toda la historia... hasta que llegaron a la parte de la niña elfa.

Llos ojos de la druida se abrieron de par en par, con las pupilas pequeñitas como dos cabezas de alfiler, de modo que parecían casi totalmente azules. Aunque no parecía ni indignada, ni horrorizada por el acontecimiento en sí, de echo era como si el talante agresivo hubiera sido sustituido de golpe por una sorpresa mayúscula.

"¿Una... niña elfa cubierta de sangre?" se llevó una mano a la sien y cogió aire cerrando con fuerza los ojos "Eso explicaría lo de... dioses, no"

Tras unos segundos inmóvil, recuperó rápidamente la compostura tragando saliva discretamente y con la mano que tenía sobre la cabeza peinó despacio hacia atrás un largo mechón de cabello llevándolo tras una de sus puntiagudas orejas, era un detalle que quizá hubiera pasado por alto al principio pero la larga melena de la elfa era completamente castaña menos por una mecha de color plateado lo que le daba un aspecto, cuanto menos, curioso.

—Si fuera su madre te hubiera dado de comer a esos pobres perros que tenéis muertos de hambre en la entrada antes de que pudieses terminar la frase—siseó con un timbre inusualmente gélido pero que no perdía la calma lo cual lo hacía espeluznante—lo que no quita que aún estoy tentada de hacerlo... ¿quién te pagó para esto? dime el nombre de ese maldito bastardo.

Khaila añadió una propuesta también acertada: que el guardia se despojase de sus armas, aunque cuando mencionó a la criatura, Galatea se giró levantando una mano ligeramente como si le pidiera que esperase.

—No... llevaban ninguna criatura con ellos. Estoy prácticamente segura de eso, creéroslo, aunque os sea difícil—respondió evitando de momento posibles preguntas que interrumpieran el resto—no quiero sacar conclusiones precipitadas pero creo que podría hacerme una idea de qué es lo que ha pasado en los Establos Frondáurea y más le vale al que esté detrás de todo esto que no acierte, porque como acierte sabrá lo que es el infierno.

Hizo una pausa y se cruzó de brazos desviando la vista hacia el suelo, entre incómoda y pensativa. Cuando volvió a hablar su voz era un murmullo.

— ... necesito ver lo que hay detrás de esa puerta después de que pongamos a este tipo a buen recaudo.

Áscalon miraba a la druida inquieto.

El guarda se quitó sin rechistar el peto de cuero y la ropa hecha jirones hasta quedarse con los calzones y una camisa interior.

—Ya os lo he dicho: no me pagan por hacer preguntas. No sé quienes son o cómo se llaman. Yo vigilaba, ellos me pagaban aquí mismo, y es todo lo que debía saber —explicó—. No sé qué más deciros. Esta mañana eran tres, pero son más los que van y vienen. Parecen tipos normales. Visten como la gente aquí, pero se conforman de forma rara. No hablan apenas. Es lo único que sé, ¡lo prometo!

Arledrian carraspeó.

—Yo me puedo encargar de llevarlo al cuartel si queréis, incluso podría traer refuerzos, por si acaso hay más gente ahí dentro de la que podamos manejar nosotros solos. Pero convendría que vigilarais el terreno. Puede que los ladridos de los perros y el ruido del combate les haya puesto sobre aviso —se dirigió al hombre del suelo señalando la otra puerta—. ¿Y ahí qué hay?

—Un pozo, pero está seco. Lo utilizamos para arrojar los desperdicios. También hay estanterías con botellas cubiertas de polvo. Vino en su mayoría, pero se ha avinagrado con el tiempo.

Khaila siguió el interrogatorio en el más absoluto de los silencios. La joven no quitó ojo de encima del guardia mientras éste se quitaba la armadura, en su mirada se podía ver claramente, la advertencia, de que como se le ocurriese alguna locura no llegaría a contarlo. Todavía rondaban por su cabeza las últimas palabras de Galatea, a la que echó un par de vistazos fugaces... ¿Qué es lo que sabe la elfa? Se preguntaba extrañada.

Escuchó la propuesta de Arledrian, sin apartar los ojos del guardia respondió escuetamente con un leve encogimiento de hombros. Como desees... La cosa parecía estar complicándose. Cuando decidió acompañarles, creyó que iban detrás de alguna criatura. Se animó a ir con ellos por el mero hecho de poder desengrasar sus músculos, últimamente se había acomodado demasiado y necesitaba ejercitarse, así que en ello vio una oportunidad. Pero, ésto parecía algo más serio, y ella no terminaba de entender qué narices hacía allí. Khaila, siempre metiéndote donde no te llaman. Se dijo, y una sonrisa misteriosa asomó a sus labios.

Arledrian, ¿tienes unos grilletes, verdad? Preguntó con la mirada fija en el guardia que todavía se retorcía asustado.

Galatea se había cruzado de brazos y miraba de soslayo la puerta con la cabeza ladeada aunque estába escuchando a su compañero de grupo.

—Sí, claro... más vale prevenir—respondió—y a ser posible, mira a ver si podeis llevarle más tarde esos dos perros de ahí afuera a Shira, si los quiere al menos tendrá dos guardias nocturnos extra para su establo. Y una buena alarma sonora dicho sea de paso.

Finalmente giró la cabeza hacia Arledrian.

—Y si no... siempre podéis quedároslos en la guardia, ya has visto que nunca viene mal un olfato agudo—se dió unos toquecitos en la nariz y enseguida volvió a cruzar el brazo—despues de todo, dije que no pensaba dejarlos ahí.