Partida Rol por web

—¿Unos grilletes, Khaila? —repitió Arledrian con una sonrisa pícara—. No sabía que eras de ese tipo de chica.

El guardia se encogió de hombros y se puso serio.

—Lo cierto es que no, no llevo grilletes. Suelen llevar un juego los sargentos, pero lo cierto es que no nos suelen hacer falta. No suele haber tantos delincuentes peligrosos en la Rastra.

Ante el comentario de llevar los perros a Shira, asintió distraídamente.

—Sí. Vale, como quieras —dijo—. ¿Qué hacemos ahora?

- ¿Qué...? - Khaila giró la cabeza mirando confundida a Arledrian, al final entendió la broma y su rostro enrojeció tenuemente. La verdad es que la joven no era muy avispada en ese tipo de cosas. Volvió nuevamente su atención al detenido sin hacer comentario alguno.

Una idea estaba tomando forma en su cabeza, Arledrian había comentado de llevar al detenido al cuartel mientras ellas se quedaban allí aguardando, pero eso podía llevarles demasiado tiempo... ¿Y si...?

- Chicos, ¿qué os parece si atamos y amordazamos a este pobre diablo y lo metemos en una de las cajas del almacén? al volver podemos llevarlo hacia el cuartel. - Sin darse cuenta de que pudieran pensar que eso era digno de delincuentes, Khaila lo propuso pensando en la parte más práctica del asunto. Se habían llevado a una niña elfa, y el tiempo podía correr en contra de ellos. Cuanto antes investigaran la zona, más posibilidades de encontrarla tendrían. Echó una mirada fugaz a sus compañeros, intentando descubrir cual era su reacción...

Galatea se sentó ligeramente sobre la mesa apoyando las palmas de las manos a ambos lados de ella.

—También podría llevarlo directamente al cuartel... y aprovechar para traer algún que otro refuerzo—señaló la puerta con la barbilla—mientras recordéis que haya lo que haya ahí detrás no se trata de ninguna bestia... de lo único que tendríamos que preocuparnos es de si hay más guardias.

Tamborileó ligeramente con las yemas de la diestra sobre la tabla tras decir aquello.

—Es decir... más vale prevenir, ¿no? pero cualquiera de las dos opciones me vale así que vosotros mismos.

Se cruzó de brazos con total tranquilidad.

 Sí, también tienen razón, si traen refuerzos será menos peligroso, además, éste es su trabajo... Pensó Khaila asintiendo con la cabeza ante las palabras de Galatea. La joven todavía se encontraba resentida tras el trato que había padecido ante la capitana de la guardia.

- Supongo que ambos teneis razón, ayuda por parte de la guardia no iría mal, ¿verdad? - La joven se encogió de hombros, sus oscuros ojos no se habían apartado en ningún momento del prisionero. Por el rabillo del ojo vio como Galatea se sentaba sobre la mesa.

- Bien, pues mejor llévatelo sin demora, estaremos aquí esperándote. ¿Alguno de vosotros tiene alguna cuerda? - Esto último lo dijo girando la cabeza y prendiendo su mirada en Arledrian, casi retándole a que hiciera alguna nueva broma.

Arledrian le devolvió un gesto risueño a Khaila.

—No, me la dejé junto al látigo. ¿Quieres que vayamos a por ella?

- ¿Junto al látigo?- La joven no terminaba de entender a qué se refería Arledrian. Le miró extrañada, apartando la vista del preso que continuaba en el suelo. Finalmente la luz del entendimiento se hizo en los oscuros ojos de Khaila y turbada apartó la mirada. Un leve rubor empezó a extenderse por sus mejillas...

- Tsk... ¿Siempre eres tan bromista?- Preguntó, aunque su tono no sonó enfadado. La joven se tuvo que morder el labio inferior para evitar romper a reir. Ya era la segunda vez seguida que era blanco de las bromas del joven guardia. Aunque en el fondo, lo que la hacía sonrojar, era el darse cuenta de su propia inocencia.

Inmersos en su conversación, los aventureros no se dieron cuenta de que alguien estaba descorriendo el pestillo de la habitación contigua, preparándose para atacar.

La puerta se abrió de golpe, y cuatro individuos de túnicas negras armados con extraños discos afilados se abalanzaron sobre ellos. Al fondo, un cuarto entonaba un cántico en voz sobrenatural.

Los ataviados de negro irrumpieron en la habitación. No hubo gritos de guerra, sólo avanzaron el silencio lanzando estocadas fulgurante con sus discos afilados. Khaila desvió un golpe con el mandoble, pero un segundo ataque consiguió abrir hueco en sus defensas. Galatea también sintió la mordedura del cruel acero cuando uno de sus silenciosos atacantes la desgarró la armadura a la altura del costado. Arledrian por su parte consiguió repeler el ataque del cuarto oponente de puro milagro.

—Káteldhe meirakie, bulómedha son haima, kúbhidse man dipsan... —canturreó el encapuchado con voz tonante.

El mundo se sumió en tinieblas en respuesta al cántico tenebroso del encapuchado, ocultando a los agresores en una nube de oscuridad mágica que ni siquiera la aguda vista de la elfa podía atravesar.

Galatea abrió los ojos de par en par cuando de pronto aquel individuo pareció materializarse a su lado sin darle tiempo a reaccionar, la afilada hoja le hizo un corte en el costado del que  enseguida salpicó la roja sangre.

¡Aagh! ¡Alerii tiundel!—maldijo en su idioma mientras se agarraba la herida con una mano y trastabillaba hacia atrás.

"¡¿Per o qué... ?!"

Tenía un ojo cerrado con fuerza en un dolorido gesto de molestia, y al levantar la cabeza y toparse con aquel muro de antinatural oscuridad que se había materializado de la nada y que su aguda vista no podía penetrar emitió un gruñido exasperado.

—¡Salid de la nube, es oscuridad mágica!

Empuñó el escudo delante de ella, no le apetecía en absoluto que la volvieran a herir y por supuesto tampoco le apetecía atacar a ciegas a algo que no podía ver.

Aunque quizá lo que más la inquietaba era que aquellos individuos sí parecían ver en la más absoluta negrura.

   Arledrian se detiene, buscando el mejor momento para actuar.

Áscalon corrió enseguida a interponerse entre Galatea y el invisible atacante en cuanto vio que herían a la elfa. El lobo emitió algo a medio camino entre un ladrido y un gruñido áspero mientras erizaba el lomo y fruncía el hocico mostrando los afilados colmillos amenazadoramente.

- Maldición... - Susurró Khaila al sentir como el disco penetraba en su carne, haciéndole una herida. Habían sido pillados desprevenidos y Khaila se maldijo por su incompetencia. Tanto tiempo en la ciudad y parecía haber perdido sus instintos. Imbécil, ¿cómo se me ocurre quedarme aquí dialogando?

Levantó el espadón intentando golpear al que la había herido. Pero... Sintió como torpemente su fuerte mandoblazo hendía el aire... Agghhh... Es imposible, la elfa tiene razón...

Rezando porque la  oscuridad también le diera protección a ella, empezó a caminar hacia atrás, intentando salir de allí.

   Khaila giró sobre sus talones para retirarse y le llovieron los golpes de sus tres oponentes. Dos ruedas afiladas se chocaron contra su coraza, pero una de ellas consiguió encontrar un hueco débil en su armadura y hacerle una fea herida.

   Arledrian lanzó una estocada a ciegas, pero le resultaba imposible discernir dónde estaba su oponente, así que su hoja sólo cortó el aire. 

-¡Maldición! -dijo mientras salía del área del conjuro.

 En medio de la oscuridad se escuchaba el espeluznante cántico del encapuchado.

-...katemerakimansonhaima!

Su voz creció hasta convertirse en un grito y de la nube negra brotaron unas lenguas de llamas purpúreas que las mujeres esquivaron en su mayor parte gracias a unos reflejos felinos.

   Uno de los silenciosos hombres brotó de la oscuridad blandiendo el replandeciente filo de su rueda afilada. Áscalon se lanzó sobre él metiéndole una dentallada en el muslo. Trató de tirar al suelo a su oponente, pero este se sacudió con facilidad y atacó a la druida. Pero esta vez Galatea estaba sobre aviso. La elfa alzó el escudo y bloqueó la trayectoria del acero de su oponente, preparándose para contraatacar.

   Otro hombre salió de la negrura para atacar a Khaila, pero se llevó una dentellada de Canthus en el cuello que casi lo dejó muerto. la réplica no se demoró y el hombre giró sobre si mismo para alcanzar con sendos discos afilados al pobre animal que con un gañido empezó a sangrar por todas partes. Otros dos atacantes más se cernieron sobre Khaila. Desde el manto de oscuridad uno de ellos falló. Pero el que salió al exterior le pegó un profundo tajo en el desprotegido muslo de la guerrera.

Galatea retrocedió alzando el escudo para evitar que aquél condenado disco cortante volviese a herirla, un reguero de sangre roja escurría de su costado por la pernera manchando el suave recubrimiento de pieles de ésta.

—¿Queréis guerra?—gruñó trazando una serie de veloces pases en el aire con la mano diestra pese a estar agarrando la espada ya que únicamente movía los dedos—¡pues tendréis guerra!

Detuvo la palma abierta frente a ella, sosteniendo la empuñadura con el pulgar y el resto de los dedos extendidos lo que hizo que el arma quedase horizontalmente y de nuevo habló en aquel lenguaje áspero y siseado. Fueron sólo dos palabras, pero que sonaron como una especie de orden de mando.

—¡Kaldak baeshra!

Se formó instantáneamente un círculo de luz azulada en el suelo justo delante de ella. La luz se intensificó y pareció "levantarse" cobrando volúmen desde tierra, girando sobre si misma formando un pequeño tornado luminoso el cual "explotó" en un haz de chispas que centellearon en el aire como un enjambre de furiosas luciérnagas entre las cuales un lobo de pelaje plateado se había materializado literalmente donde antes no había nada.

El cánido ladró gruñendo rabiosamente en cuanto vió al ataviado de negro justo delante de sus narices y sin más se avalanzó salvaje contra él hundiéndole los colmillos fauces en el cuello y tirándolo al suelo en medio de un salpicón de sangre.