Partida Rol por web

 
El dolor de los múltiples picotazos, el agotamiento... No eran suficientes para que Khaila se rindiera. Cogiendo fuerzas renovadas, viendo como poco a poco iban consiguiendo diezmar a esas viles y asquerosas criaturas, la guerrera se acercó con paso decidido y con un gruñido alzó su gran espadón por encima de su cabeza para descargar un potente golpe.

Consiguió que esas aves muertas se desperdigaran, dejando finalmente al grupo tranquilo. La guerrera apoyó el arma en el suelo, se la veía exhausta pero la sombra de una sonrisa se dibujó en sus duras facciones. Se secó con el dorso de la mano el sudor que caía por su frente y con un gesto de la cabeza tiró su cabello hacia atrás.

- ¿Cómo os encontráis...? - Preguntó volviendo su mirada salvaje hacia sus compañeros de combate...

-He estado mejor -jadeó Rengar quitándose el yelmo. Parecía muy cansado y un chorro de sangre le caía por el ojo derecho, fruto de un picotazo a través del visor-. ¿Y vosotros?

No dio tiempo a que nadie hablara: caminó hacia el que parecía más herido, es decir, Áscalon, y se arrodilló como pudo junto a él. Se quitó el guantelete y posó su mano verdosa sobre la cabeza blanca del lobo.

-Que Ilmáter restañe tus heridas -murmuró, sin saber exactamente lo que quería decir "restañar". Pero la cuestión fue que la energía positiva que emanaba Rengar sanó parte de las heridas de Áscalon, cerrándolas en gran medida.

El lobo tenía todo el impoluto y suave pelaje blanco revuelto y salpicado de sangre tanto suya como de los cuervos, cuando Rengar lo tocó ladeó la cabeza mirándolo con las picudas orejas muy tiesas en un gesto interrogante casi humano. Luego empezó a mover la cola, jadeando con la lengua colgando de lado.

En cuanto el enjambre de cuervos se disolvió finalmente Galatea quedó de pie jadeando ruidosamente y todavía algo mareada. La frente de la elfa estaba perlada de sudor y su cuerpo lleno de arañazos y cortes puesto que el atuendo de pieles que llevaba dejaba tanto brazos como hombros y espalda al descubierto (seguramente por la comodidad de movimiento en territorio salvaje) Aunque los cuervos no habían tenido piedad alguna.

Mantenía el arco cogido entre las manos con otra flecha cargada que temblequeaba ligeramente por la tensión apuntando al suelo y sacudió la cabeza una última vez antes de relajar los brazos y volver a colgarse el arma del hombro.
Luego directamente se dejó caer de rodillas emitiendo un cansado y borrascoso suspiro de alivio junto al lobo que literalmente le había hecho de escudo. Lo abrazó por el cuello dejando descansar la cabeza sobre el lomo del animal en un gesto tremendamente aliviado y sorprendentemente sentido, parecía como si otra vez estuviese abrazando a un hermano pequeño en vez de a un animal.

La cascada de cabellos castaños resbaló sobre uno de los hombros de la druida con aquello dejando entrever a medias un extraño tatuaje que llevaba en el omóplato... Se quedó de aquella forma cerrando los ojos y jadeando para recuperar el aliento tras el infierno de combate que acababan de tener. El lobo por su parte comenzó a lamerle un arañazo de la mejilla, limpiándole la sangre. Era como si repentinamente hubiese perdido toda aquella ferocidad salvaje de hace un momento y hubiese adquirido un talante brutalmente más tranquilo.

Cuando Rengar habló para curarlo, Galatea abrió uno de los ojos mirando al paladín al principio con algo a medio camino entre la extrañeza y la sorpresa aunque pronto se disolvió.

—Hantale... —susurró. Le había salido tan del alma que lo había dicho en élfico así que lo repitió en Común—Gracias...

Acto seguido se enderezó un poco quedando sentada sobre las rodillas ya recuperado el resuello y con un brazo aún sobre el lomo de Áscalon. Se llevó la otra mano al pecho murmurando algo y ésta se iluminó con un tenue brillo verdoso. Gran parte de las magulladuras y los arañazos que la elfa tenía por todo el cuerpo comenzaron a desaparecer. Cosa misteriosa, el hechizo lo había lanzado sobre sí misma pero el brillo pareció "contagiarse" al lobo puesto que muchas de las heridas de éste también desaparecieron.

Definitivamente fuera cual fuera el vínculo que había entre ambos, era mucho más sobrenatural que el que cualquiera tendría con una simple "mascota".

 Volo seguía alejándose del combate, mientras sus compañeros luchaban.

Bien, van ganando- pensó- está claro que mis animos han sido el bálsamo que necesitaban.

En esto escuchó el grito de Hanna: 

¡¡CUIDADO VOLO!! ¡¡EN LOS ÁRBOLES!! ¡¡VUELVE, VUELVE!!

¿Que, donde?- se dio la vuelta con rapidez mientras sacaba su varita. No lograba ver nada, pero solo podía hacer una cosa. Cogió aire con fuerza y... dejó el caballo donde se encontraba corriendo donde se encontraban sus compañeros.

Ya he vuelto- dijo mientras recuperaba el aliento. Y es que, a pesar de su edad, el mago podía correr ante situaciones extremas.

Hanna jadeaba también, y miró llegar a Volo, al que dio una palmadita en el hombro.
Nada... me pareció ver un compañero que escapaba cobardemente en aquellos árboles

Sonrió con cinismo y se apoyó en un árbol, echando un ojo al estado de sus compañeros.
Sé que estamos cansados y algunos estáis heridos, pero si esto es causa de la noche, deberíamos movernos. Puede hacerse más violento a medida que siga oscureciendo.

Cogió mucho aire, como si con el aire recuperase algunas fuerzas, y pretendió abrir camino, aunque quien debería hacerlo era en realidad Galatea (Que veía a oscuras y se perdería menos) así que la esperó para acompañarla, por ponerle un punto de sutileza y sigilo a la pareja que fuera al frente.

Por si acaso.

-Es verdad -afirmó Rengar-. Volvamos atrás, a algún claro que no tenga esta maldad.

Tras decir esto, el semiorco inició la marcha. Veía en la oscuridad por cuestión de su herencia paterna, que si bien resultaba un fastidio en todo lo demás, aquello era de agradecer en según qué ocasiones. Mientras caminaban, sabiendo que todo el mundo debía de estar tan cansado o más que él, procuró animarlos:

-Chicos, sé que ha sido duro esto. Ha sido una batalla dura, quiero decir. Y que Ivelios se ha muerto, también. Pero Ilmáter siempre ayuda a los justos. Siempre amanece. A veces hay que esperar un poco, pero al final el bien triunfa. Kestrel, mi maestra... -La voz se le quebró un poco, pero consiguió continuar-. Kestrel decía que lo que Ilmáter sufre en la mano izquierda se lo cura con la derecha. Y eso es lo que somos. La derecha. Y vamos a resucitar a Ivelios y a quitar esta oscuridad de aquí, para que quien ha creado a los pájaros del... -A veces se ponía a hablar y se enrollaba más de lo necesario. Rengar, algo azorado, buscó la manera de terminar su discurso-. Ya vereis como mañana encontramos la manera de trepar.

Carraspeó y arrugó el ceño, algo avergonzado. Incluso los chirridos de su armadura eran más elocuentes.

Galatea esperó unos segundos a recuperar el aliento antes de hablar, cuando lo hizo  aún no se había levantado para ponerse en marcha.

—Kanizhar... —suspiró de pronto—¿qué es lo que has hecho antes?

Lo había dicho con un tono casi extrañado y cogió aire para terminar de regular la respiración.

—Es decir, no el conjuro, si no...—levantó un brazo señalando el disco que el interpelado había utilizado para expulsar tan efectivamente a los cuervos no-muertos— ...eso.

A priori parecía una pregunta retórica pero la elfa no estaba de broma ni siendo sarcastica, es más, el desconcierto era casi palpable en su expresión.

—Dime que mis ojos me engañan pero juro por Corelon que lo que he visto brotar del disco era energía oscura—bajó el brazo y miró a los ojos al clérigo ladeando la cabeza. No había reproche alguno en su expresión (después de todo les había salvado prácticamente la vida) si no más bien un gesto entre interrogante e inquieto—¿Qué es esa cosa... ?

Cuando las criaturas se habían dispersado, Kanizhar había suspirado aliviado. Sus rodillas le temblaban de tal manera por aquella mezcla de dolor, terror abyecto y subidón de adrenalina que el clérigo creía que podía caerse al suelo en cualquier momento. Cuando el corazón dejó de galoparle violentamente en el pecho reaccionó y guardó el disco de metal en la pechera de su su camisa.

Por eso dio un respingo cuando Galatea lo mencionó. Y cuando preguntó sobre la energía oscura, sus mejillas empezaron a enrojecer y sus manos a sudar. 

--Ah. Sí... eso. Es... ejem... es.... --no llegó a terminar la frase y le lanzó a Hanna una mirada suplicante.

Hanna cogió bastante aire y miró a Kanizhar de reojo.
Hemos llegado hasta aquí, y hasta aquí se lo hemos ocultado... pero llegados a este punto, deben saberlo...

Urdimbre Sombría. Dijo como si tal cosa, y dejó unos segundos para que asimilaran aquello. Kanizhar era incapaz de aprender a lanzar hechizos de forma normal, para disgusto de su madre, sacerdotisa de Mystra y amiga mía...

Así que cuando un desconocido se le presentó ofreciéndole enseñanza creyó que era una 'idea genial', y mira por donde que pudo alcanzar la Urdimbre... Sombría. Lo que hizo que su madre se quitara la vida cuando se enteró.
Miró a los demás con una mirada un tanto severa que pretendía cortar los ánimos de los más inquisidores: tampoco quería un linchamiento oral, bastante estaba pasando el necio 'sacerdote' como para que le increpasen más.

En este templo quizá sea útil contar con alguien capaz de manejar Urdimbre normal, como Galatea o yo, y Urdimbre Sombría, ya que sus creadores, de un modo u otro, adoraban a Shar y Selûne. De paso pretende devolverles el favor a los Sharinos, si es que andan por aquí.
Miró a Kanizhar, por si le parecía que había algún detalle que señalar, o quería decir algo en su defensa, por si a alguno no le bastaba con los hechos.

 Creo que lo importante de todo esto es que hemos salido todos sanos y salvos y que hemos salido airosos del combate- dijo Volo- este combate será el inicio de una posible historia de vuestro grupo. A la gente le encantará saber las habilidades ocultas de nuestro salvador aquí presente- en esto que palmea la espalda de Khalizar- Sentíos orgullosos de vuestra actuación. Por otro lado- su mirada se dirigió a Hanna- no huía, ponía a salvo el cuerpo de Ivelios, que es diferente. Ahora si me disculpáis, voy a por el caballo- Volo volvió a por el caballo que dejó tras la posibilidad de haber más enemigos por el bosque.

Bueno, yo ya estoy listo y dispuesto para continuar y descansar. El combate me ha dejado agotado.

Señor Volo... Dijo Hanna al viajero. No creo que sea sensato "airear" esas "habilidades". Los Sharinos podrían intentar tomar venganza, y Kanizhar aún tiene cosas y gente que conservar.
Miró hacia adelante de nuevo
Piense en las consecuencias de lo que escriba, por favor.

 Tranquila muchacha, tu deja que el experto se dedique a eso- respondió- entiendo perfectamente la situación del problema y sabré tratarla como es debido. Ahora lo mejor será que descansemos que mañana será otro día. 

-¿Urdimbre... oscura?

De pronto el hecho de que nadie hubiese prestado atención a sus palabras le pareció el menor de sus agravios. ¿Un hechicero oscuro en su grupo? ¿Qué significaba eso? ¡Había dicho claramente que no pensaba unirse a nadie maligno! No le importó que Hanna lo mirase de aquel modo. Sus músculos se hincharon y su expresión se tornó en ira.

-¿Por qué nadie me lo había dicho? ¿A qué dios sirves, si no es a Shar? -inquirió de mala manera.

Kanizhar pareció aliviado de que fuera Hanna y no él el que tuviera que explicar todo. Aunque el alivio le duró poco, y cuando el paladín avanzó en un ademán amenazador, el clérigo palideció e interpuso las manos.

--¡Yo no sirvo a Shar ni ningún dios! --balbució Kanizhar, acalorado.

El clérigo se sentía indignado y temeroso a partes iguales. Aunque por encima de todo se sentía incomprendido y muy, muy solo. Empezaba a comprender que quizá no hubiera un paso atrás para lo que había hecho. Su amante madre había muerto por su culpa ¿no era suficiente el precio que había tenido que pagar?

--¡Nunca la he venerado! ¡Ni siquiera sé por qué me dejaron con vida!

 Regnar, sin ánimo de ofenderte- intervino Volo, mientras su rostro en un instante alegre, se transformó en un semblante serio- no creo que Kanizhar tenga que explicar algo que no desea, por mucho que te pueda incomodar no haberte dado esa información. Creo que haber permitido contar esto es más que suficiente para saber que, a pesar de su especial "habilidad", esta de nuestro lado. Es más, nos ha salvado la vida como quien dice. Para mi es más que suficiente. 

Al fin y al cabo todo el mundo tiene secretos y pasados que no desea o le incomoda revelar.

-Ya sé que nos ha salvado, y ese es el motivo por el que todavía no tengo el hacha en la mano -respondió Rengar, más que molesto con Volo por su "hay cosas que no tiene por qué contar"-. He confiado en vosotros. He peleado a vuestro lado. ¿No entendeis que hay reglas que tengo que cumplir? ¡Ilmáter me castigará!

Uno de sus mayores miedos era el de perder su estatus de paladín. Lo único que le hacía especial, lo único por lo que su madre le había perdonado el mero hecho de existir, era aquel. En Medina lo consideraban un héroe porque luchaba a la vera de Ilmáter. Cada mañana se despertaba y daba gracias por sus dones, y en su corazón notaba crepitar la alegría cuando blandía el hacha para defender los preceptos del bien. Sabía que cualquier acción maligna le llevaría a perder la pureza, lo que le hacía sonreir a pesar de todas las dificultades. Lo que le unía a Kestrel. Todo. Y no estaba dispuesto a dejarlo correr.

-Si alguien más tiene algún secreto, que lo diga ahora. No seguiré adelante si no confío en vosotros. Y no confío en vosotros.