Partida Rol por web

Sus pasos se detienen en la cueva. No están allí y eso quiere decir que hay otras cuevas en esa dirección. Y con el sol ya cayendo en el horizonte... solo conseguirá perderse en la montaña y romperse el cuello. Por mucho que eso pueda gustarle a algunos de los miembros de su comitiva, no va a ser tan insensata como para adentrarse en un lugar desconocido sin saber qué dirección han tomado los demás.

Quizá lo mejor será volver al punto de encuentro y encender un fuego en un lugar adecuado. Las noches pueden ser frías.

Tras realizar tu hechizo solo puedes comprobar que aquel objeto no tiene ningun tipo de magia en el. Es solo... una bola de metal con una palanca.

El tiempo ha avanzado y ya no podeis ver la luz de fuera. Recordais que Leonor estaba sola ¿Habra sido prudente dejarla sola tanto tiempo?

De todos modos todas vuestras pesquisas os estan llevando al mismo sitio. Un callejón sin salida. Quizas mañana con la mente mas clara o mas adelante...

Logras encender un fuego. Recogiste algo de leña caida y con algo de esfuerzo, pero lo logras encender. Al levantar la mirada te fijas en una cosa curiosa. Las estrellas estan en perfecta alineacion. Hay un cinturón de estrellas que parece apuntar hacia la montaña.

Un escalofrio te recorre la espalda ante aquella vision, sin embargo no es un escalofrio de miedo, si no mas bien... como si estuvieras contemplando algo poderoso.
 

─Grmpf ─gruñó más que dijo Magnus, claramente disconforme con cómo estaban yendo las cosas. Al menos el muerto no se había levantado.

Harto y sin ganas de discutir si iban a salir o quedarse allí contemplando la musaraña o lanzando más y más hechizos sin resultado, el gigantesco mago se dirigió a la salida, abriéndose paso con decisión, pero sin especial prisa. Afortunadamente, porque si hubiera decidido salir en estampida los magos en su camino seguramente hubieran resultado golpeados o pisoteados por el enorme Magnus.

Esto es una maldita ratonera, pero sin salida alguna. Voy para fuera, a ver si Leonor ha averiguado algo ─pensó para sí mientras salía de nuevo al exterior.

Demorado por la respuesta de Mía, lanzó un nuevo vistazo a la visera. Desde que se había unido al grupo los misterios y las preguntas habían ido brotando como las verbenas en primavera; las respuestas, por el contrario, permanecían escasas, oscuras y vagas en el mejor de los casos. Pero allí estaba este material, a su alcance. Lo desconocido podía dejar de serlo, podía desentrañarlo si tan solo...

Las yemas de los dedos rozaron aquel material. Un roce del cual nació una energía que recorrió todo su cuerpo. Como si acabara de correr cien millas, sus músculos se contrajeron de forma violenta, con punzadas que los atravesaban con el ímpetu de una ola. Si hizo algún sonido, él no llegó a oírlo. No se sentía capaz de moverse. Su garganta estaba seca y dolorida, pero no así sus ojos, abiertos de par en par.

Con la súbita rapidez de un río de montaña, la energía se retiró. Angelus de cayó de rodillas al suelo y así lo hizo su Parma. Las llamas de su mano se retrajeron y se consumieron en un único punto de luz.

En el nombre del Misericorrdioso, ¿qué ha sido eso?

Me quedo un poco meditabunda al contemplar que el objeto es mundano, aunque quizás esa sería la última palabra que emplearía para describirlo, ¿qué podía ser así? Mientras trato de desentrañarlo en mi cabeza, Ángelus se adelanta y toca la visera, quedándose estático por un momento, lo que me hacer dar un respingo, antes de ser apartado de la misma y perder el hechizo que tenía en su mano.

- ¡Ángelus! -exclamo, corriendo a socorrerlo, aunque más que socorrerlo lo que hago es mirarlo, tocarle la cara y hacerlo mirarme, tocar su frente y tratar de entender qué cuernos le ha pasado- La esfera de metal no tenía magia, pero eso que has tocado aún no lo había mirado. Esto lleva un rato, sería mejor dejarlo para otra ocasión. -digo, pues ya está claro que esto puede ser peligroso.

Todos juntos haceis finalmente el camino de vuelta. Las estrellas guian vuestro camino. Por suerte no hay tropezones ni heridas que lamentar.

Una vez llegais a las lindes del claro veis una figura encorvada observando las estrellas frente a una fogata, la cual agradeceis, la altitud y la frescura de las noches primaverales hacian que tuvierais algo de frio.

Al llegar hasta alli os dais cuenta de que el hambre os atenaza, por suerte tuvisteis la idea de guardar algunas de las que habia en la carreta en el zurrón por lo que os podeis calentar un poco de vino acercando el cuenco al fuego y tomar algo de pan del dia, algo duro, pero comestible.

- ¡Angelus! – corrí junto a él en cuanto cayó, empujando y tirando de él como podía alejándolo de aquella cosa antinatural, a la par que Mía acudía también a comprobar su estado.

- ¡Magnus! ¡Magnus! ¡Algo atacó a Angelus! – llamé al gigante a grito pelado mientras ambas comprobábamos que efectivamente no había padecido ninguna herida.

Calmada nuestra preocupación salimos de allí junto a Magnus y regresamos a la fogata que él, o más bien Leonor, había preparado.

Una vez junto al fuego y más calmados todos hago un pequeño resumen a Leonor de lo que hemos encontrado. Le explico que había una cueva tapada con piedras, cómo Magnus las quito y vimos signos de protección contra lo infernal en las paredes, y como tras prepararnos con nuestros hechizos entramos hasta el fondo donde encontramos un esqueleto vestido con un tabardo extraño de color verde a manchas, del cinturon le pendía una caja negra de extrañas formas, los pantalones parecian ir a conjunto junto con unas botas negras y un yelmo que no nos sonaba de ninguno de los libros que habíamos leido ni de las historias, tiene una forma redondeada en la cabeza y una visera extraña semitransparente que le cubria el rostro.

Mas objetos desperdigados por el suelo a su alrededor, pero no reconocimos ninguno de ellos, una bola de algo parecido a metal, redonda completamente y brillante, si no tuviera polvo. Al otro lado un instrumento alargado de formas extrañas y hecho de un material que no sabria reconocer a simple vista.

Le explico como nuestros hechizos eran absorbidos por una especie de anti-magia y como cuando Angelus tocó la visera extraña para investigarla más cayó al suelo fulminado y la magia de su mano había sido también absorbida.

- Mi conclusión es que mejor será volver a tapar la cueva para que nada entre ni salga de ahí y que lo investiguemos más adelante si tenemos oportunidad. No sé que será esa antimagia, ese sumidero, pero es tremendamente peligroso para nosotros… - concluyo mirando a todos.

Guardo un momento silencio y miro a Leonor.

- ¿A ti que tal te fue? – me intereso por sus pesquisas.

Se encuentra descansando junto al fuego, observando la extraña posición de las estrellas, cuando los demás vuelven. Escucha la explicación y se queda extrañada por todo lo que cuenta Alejandro. Sin duda, lo que hay en esa cueva es demasiado peligroso y extraño.

-He encontrado otra cueva mientras recorría el lugar. Hay algo dentro... pude sentirlo. Pero he sentido que era demasiado peligroso para entrar solo. También he tenido una visión. Sobre la montaña.

Señala hacia la montaña. Comienza a contar su visión a los demás. Como la lluvia cae sobre ese lugar. Desde la cima se podía observar toda la zona y como la montaña estaba rodeada por criaturas de todo tipo. Como bolas de fuego caían sobre las criaturas y como éstas, al intentar acercarse al bosque éste se defiende, repeliéndolas.

En el claro había una gran edificación cubierta con una cúpula de brillante energía siendo defendida por magos de la Orden, hechiceras del bosque, brujos de sangre, sacerdotes, caballeros templarios y jinetes moriscos, y muchos más que desconoce. 

También cuenta como al mirar al frente, pudo ver un rostro indefinible e indescriptible mirándola fijamente. No era hombre, ni mujer, ni niño, ni anciano, ni tenía la tez clara ni oscura. Una cara muy indefinida que solo pronunció una palabra: "Preparaos".

Guarda silencio tras eso, con su mirada fija en el cielo estrellado.

-Y las estrellas se encuentran alineadas señalando hacia la cima de la montaña. Hay algo importante ahí.

Angelus no acababa de recuperarse del todo del ataque y asintió con desgana a las explicaciones de Leonor. Otra visión. No dejaban de ir tras ellas y de momento no tenían nada serio a lo que aferrarse. Además esta sonaba como una completa locura. ¿Brujos, hechiceras? ¿Que tenía todo esto que ver con lo que ya se hallaban metidos? Empezaba a sonar demasiado peligroso como para que ellos solos pudieran manejarlo.

La energía le había hecho algo por dentro. Notaba una quemazón al moverse y aunque podía soportarla, eso no la hacía esfumarse. Exhausto, se sentó junto a Mía.

—Gracias —musitó, refiréndose a dos cosas al mismo tiempo; el hechizo lanzado y la preocupación que había mostrado cuando resultó atacado. Sin embargo no tenía ganas de explicarse—. Os debo un favor, sodalis.

*Otra visión* Genial. Ojalá pudiera encontrar algún lugar apartado en el que nunca pasara nada y encerrarse allí para siempre, cultivando un pequeño huerto, tal vez.

─Maravilloso. Acabaremos con eso de la cueva y luego de excursión a la cima de la montaña ─aunque lo decía sin atisbo de humor, sus palabras cada vez cobraban mayor sentido, discerniéndose el sarcasmo bajo ellas. Su cara inexpresiva y de rasgos agigantados tampoco ayudaba a desentrañar sus palabras

Notas que esta dolorido, aunque no encuentras exactamente la causa. Puedes notar que sus musculos estan tensos por todo el cuerpo como si hubiera hecho un gran esfuerzo y que ello produce algo de dolor, pero no hay nada de gravedad.

Finalmente tras algo mas de silencio que de charla decidís dormir. Montais guardia durante la noche aunque no pasa nada. A la mañana siguiente comeis un poco antes de que Leonor os guiara hasta la cueva. No estaba muy lejos, aunque os llevo vuestros 20 minutos llegar.

Una vez en la entrada todos podeis notar una sensación de peligro, algo os indica que ahi dentro no hay nada bueno y que debeis de dar media vuelta.

Tras realizar los mismos hechizos que para investigar de antemano la cueva anterior, no encontramos nada relevante dentro. Aquella sensación había sido producida por nuestra propia mente y no por algo real. Yo sentía el peso del sol en lo alto. Necesitaba dormir a estas horas, pero dudaba mucho que los demás aceptaran demorar más nuestra exploración para satisfacer mis necesidades de sueño.

Una vez fuera seguimos explorando, pero nada más encontramos. No quería ser yo quien propusiera lo obvio, pero estaba claro que para encontrar lo que buscábamos necesitaríamos más tiempo del que teníamos si queríamos llegar a tiempo al Tribunal donde informar de nuestra formalización como Alianza, la cual parecía una idea interesante que dejar caer y madurar de camino al Tribunal. Angelus ya me lo propuso. A Magnus seguro que le gustaría un lugar apartado como este. Ya seríamos 3, suficientes para fundarla. Quizás Mía, e incluso Leonor, aunque lo dudaba dado su carácter individualista y antisocial, quisieran unirse al proyecto…

Al despertar Magnus parecía especialmente absorto en sus pensamientos. Apenas si gruñía algo a sus compañeros si se dirigían al gigante Ex-Miscellanea.

Preparado de antemano con sus hechizos, nada pudieron sacar de provecho los magos allí reunidos de aquella nueva excursión. Pero sin duda quedaba un misterio que resolver en aquel apartado lugar. Como el origen del Aura Mágica, por ejemplo.

─Volveré a este lugar tras el Tribunal. Me gusta. *Vosotros* podéis venir, si queréis. No lo contéis a nadie o me enfadaré. Mucho ─sentenció.

Perturbada por los sucesos de la cueva, la visión de Leonor no hace más que preocuparme más, aunque por cómo me dedicaba a la comida que había calentado (lástima haber olvidado pasar por el mercado con todos los eventos del pueblo) podía parecer desinterés con respecto a lo que contaba. También niego ligeramente con la cabeza ante las palabras de Ángelus:

- No me debéis nada. -respondo también en voz baja, nuevamente con ese tono estoico, duro, que podía hacer pensar al chico que estaba enfadada.

Finalmente, acepto lo de dormir y montar guardias, aunque mi sueño es intranquilo y menos grato de lo que me gustaría.

En la mañana, tras nuestros rituales, Leonor nos lleva a una cueva que no ha sido cubierta, por lo que parece poco viable que sea nuestro lugar, aunque de la que emana una sensación peligrosa que me preocupa aún más, así como a la cima de la montaña, que tiene... Bueno, un camino muy cansado y unas vistas bastante bonitas e innecesarias para mis líneas de pensamiento actuales.

- Yo no me puedo rendir tan pronto. -respondo simplemente a Magnus, cuando habla del asunto de ir al tribunal, momento en el que decido que debería buscar un lobo.

Quizás no sea algo tan manipulable como un pájaro en esta zona, pero sin duda su olfato nos puede ayudar. Podría lograr obtenerlo yo misma con Muto Corpus, pero eso es un último recurso, dado que tardaría bastante en acostumbrarme.

- Voy a buscar uno de esos lobos. Podéis partir si gustáis, solo dejando mis cosas donde nos debíamos reunir con Giorgio. Ya sería mala suerte que alguien pasase. -concluyo, dejando clara mi determinación al respecto.

Tras eso, iría en efecto a buscar un lobo por la zona, a ver si con suerte me entendía al hablar.