Partida Rol por web

Fârandar le pidió al tabernero un mensajero, un rapaz, de su entera confianza. Necesitaba hacer llegar dos mensajes hablados a dos personas, y debía ser alguien que retuviera el mensaje, que lo transmitiera, y que, sobretodo, fuera discreto y de confianza. 

Una vez conseguida tal persona, le envió mensaje al Capitán de la Guardia. - Proteged bien a Moritz, tenemos razones de peso para pensar que quieren acabar con él. Es importante. Iremos a hablar con vos más tarde, Capitán. - 

Luego al cazador de brujas. - Cementerio. Ahora. Algo acecha. - el mensaje fue escueto, pero debería ser suficiente. No hacía falta esparcir el pánico. 

Tras eso, y una visita rápida a una persona de piedad*, cogiendo sus cosas y comprando un par más, se dirigió junto al resto al cementerio. No estaba en la mejor de las formas, pero tendría que valer. 

Ibamós al cementerio, no me gustaba mucho, pero tenía que ir preparado, tenía el carcaj casi lleno, pero aprovecho para adquirir flechas extra, todavía tenia las saqueadas a los hombres bestia y la verdad es que no esperaba que pudiera adquirir mas por un tiempo, así que tenía que comprar algunos suministros y una vez comprado, su fue al cementerio.

Sorprendida quedó la rubia cunado escuchó sobre pertrecharse, más prefirió no adelantarse sola y aprovechó el tiempo comprando algunos artículos que podían hacerle falta.

Ya en el cementerio, comentó la posibilidad de buscar al sepulturero para pedir indicaciones, e incluso información sobre la familia Schwarz y Moritz. Aunque sus ojos se volvieron rápidamente hacia la zona donde se encontraban las lápidas de los más pudientes.

—Allá deben estar enterrados los Schwarz —dijo antes de dirigirse a la zona y comenzar a revisar la información de cada piedra.

Lenna comienza a examinar las placas de los panteones hasta que encuentra, tras un rato, la que estabais buscando. Es una edificio cuadrado de piedra gris, sin ventanas, con relieves relacionados con Morr y el escudo familiar sobre la única puerta de acceso. Puerta que tiene una cerradura pero que se ve claramente que ha sido forzada...

Al abrirla, la luz del sol ilumina una pequeña estancia con unas escaleras que descienden, mas la luz no penetra lo suficiente para que veáis el fondo de éstas.

No tardaron mucho en encontrar lo que estaban buscando, y el primer vistazo les indicó algo obvio. Alguien había irrumpido en aquel lugar sin permiso. 

Tras echar un ligero vistazo al interior, sacó una antorcha y la encendió, tendiendosela a Lenna, y luego sacó otra e hizo lo mismo, para terminar sacando el escudo y embrazarlo. 

Luego observó los alrededores, por si veía algo extraño o veía venir al cazador de brujas. - Vayamos dentro, y resolvamos este misterio. - dijo, echando un último vistazo y entrando al panteón para bajar las escaleras. 

La fémina tomó la antorcha y asintió con solemnidad. Aunque antes de entrar pidió un momento para revisar la puerta y el inicio de las escaleras que se abría ante ellos.

—Si esto lleva mucho tiempo cerrado y alguien ha entrado o salido por estas escaleras, deberíamos poder intuir huellas por el polvo removido —comentó sin tener muy claro si hallaría alguna pista en el suelo.

Gherard echó un conjuro a su bastón antes de entrar... después se puso al lado de Fârandar para examinar su alrededor antes de profundizar en la cripta.

Bajáis con cuidado las escaleras y el asur os indica unas huellas sobre el polvo, así como unas gotas de sangre que os habían pasado desapercibidas a pesar de las antorchas. Tras descender 12 escalones llegáis a una puerta de madera oscura decorada con símbolos de Mor, cerrada, pero no con llave. La temperatura ha bajado un par de grados.

Al intentar abrirla algo hace fuerza impidiendo que lo hagáis, parece que habrá que aplicar algo de fuerza...

—Dadme unos momentos, por favor —pidió entre susurros la muchacha al notar resistencia en la puerta, antes de ponerse a inspeccionar la misma.

—Por, *ejem*... experiencia os digo que cualquier precaución es poca en estos lugares —comentó luego al notar alguna que otra cara de incredulidad.

Haciendo uso de la antorcha para un mejor examen se dedicó a revisar los extremos de la puerta y el marco, haciendo luego presión en distintos lugares para ver si hallaba el punto donde se encontrara la mayor resistencia. 

De no encontrar nada peligroso, sacaría su fiel palanqueta de la mochila para facilitar la apertura de la puerta.

Aquel sitio no me gustaba, era el reino de Morr, no era supesticioso, pero ni de lejos idiota, la temperatura bajaba, lo notaba, no había que meterse en tumbas ajenas, no era de buen gusto y menos si había un acceso al reino de Morr, "No me gusta nada estar aquí, pero si queréis seguir como unos idiotas adestrando en el reino del dios de los muertos os acompaño, no tengo ganas de que mi alma se de un gran viaje"

Fârandar sonrió ante las palabras de su amada, pero mantuvo la compostura y no dijo nada. Él no era nadie para juzgarla.

El Asûr entendió la "reprimenda" de Burkhard como un ofrecimiento para ir primero, y le cedió la palanqueta que Lenna le tendía. Se colocó en segunda fila, escudo y antorcha preparados, por si había que intervenir. - Adelante. - les animó. 

Mientras, la mirada del Elfo, tras recorrer durante un momento la atrayente figura de su chica, comenzó a investigar de nuevo los alrededores, buscando alguna otra pista, mientras sus agudos oídos estaban atentos a cualquier sonido tras la puerta. 

El cazador se afana con la palanqueta que le tiende Lenna apretando con saña con la ayuda de ésta pero la puerta se resiste y exasperado decide aunar al intento un golpe con su hombro pero la puerta es más dura y un calambrazo de dolor le recorre el miembro hasta la punta de los dedos, ¡por poco no se ha dislocado el hombro!

La buena noticia es que consiguen abrir la puerta lo suficiente como para pasar a la siguiente estancia, aunque, eso sí, solo lo justo para pasar de lado escurriéndose entre el dintel y la misma puerta de uno en uno...

¿Quién sería el primero, o la primera, en entrar?

El elfo acercó su cabeza hacia la puerta, con un dedo sobre los labios advirtiendo al resto que no hicieran ruído. Trataba de escuchar o ver algo que le indicara que les estaban esperando. 

Dolorido, sobretodo en su orgullo, indicó con un gesto que, al parecer, estaba el camino libre, así que ya podían entrar. Mejor hacer el menor ruído posible, y ello implicaba comunicarse con gestos siempre que pudieran, hasta el momento en que ya no fuera posible. 

Agarró la antorcha y el escudo y esperó a que pasara el primero para pasar inmediatamente detrás. 

La muchacha arrugó el rostro cuando escuchó el crujido producido al chocar el enjuto cuerpo del cazador contra la puerta. Notando el malestar del talabeclandés, Lenna se acercó rápidamente con el índice pegado a sus labios para preocuparse por el estado de su compañero y recuperar de paso su fiel utensilio con el menor ruido posible.

Tras dejar la palanca a buen recaudo, con la mirada mostró al resto su intención de pasar la primera. Al fin y al cabo, todo parecía indicar que debía ser ella. Primeramente porque era la mas menuda, por lo cual le sería mas sencillo que a cualquier otro entrar y salir de la desconocida habitación por la pequeña apertura realizada. Luego su caballero se encontraba aún convaleciente, el guía dolorido y el erudito... Bueno, y por último, aunque de nada sirviera eso en caso de peligro, Lenna era también la mas habituada a transitar por estos lúgubres lugares.

Antes de aproximarse a la puerta tomó su hachuela con la siniestra, pues los vestigios anteriormente encontrados no le daban buena espina. Con la diestra estirada portando la antorcha comenzó a andar hasta el marco de la puerta, donde intentó ayudarse de la luz para vislumbrar lo que podría haber al otro lado. El estado del suelo. La longitud, anchura y altura de la nueva estancia. Lo que fuera que la antorcha pudiera permitirle intuir. Y de no hallar nada raro, trataría de deslizarse lo mas velozmente posible hacia la nueva estancia.

- Dejé señor Burkhard que yo me encargue ahora para ver si tengo mejor suerte... Dicho esto pidió con educación la palanqueta y probó abrir la puerta.

había intentado mover la palanca, pero no había podido, "Me cago en todo" maldigo mientras noto que mi brazo ha sufrido un calambrazo "Todo tuyo Gherard" le digo a al mago, ahora no podía usar mi brazo nuevo, pero al oír el crujido, "¿Que ha sido eso?" ahora que no podía usar a plenas facultades mi arco no era una buena situación para una pelea.

Lenna se escurre entre el somero espacio que deja la puerta, con la antorcha por delante y la iluminación que ésta le aporta le permite intuir una estancia alargada, fría, oscura, donde unos sepulcros rectangulares de mármol se distribuyen de manera regular. Seis cuenta la de Hochland aunque intuye que habrá más, más allá del radio de luz que le otorga la antorcha. 

Justo al entrar mira tras la puerta para ver que es lo que bloqueaba el acceso encontrándose el cadáver de un hombre barbudo de gran envergadura. Así a ojo de buen cubero fácilmente llegaría a los dos metros de altura y los 150 kilos de peso, un titán. Lo que sea que le ha matado le ha abierto la tripa esparciendo los intestinos alrededor como si hubiera estado buscando algo en su interior. Está la joven sopesando si seguir o apartar el cadáver cuando escucha un sordo gruñido que proviene de la oscuridad y, al extender la mano de la antorcha para obtener más luz ve como se acerca a ella un ser de pesadilla. El aspecto es humanoide, de piel grisácea azulada, sin pelo, sus extremidades acaban en afiladas garras que arañan el suelo de piedra mientras se dirige a por la chica corriendo al estilo de un mono, un mono cadavérico de ojos rojos y colmillos afilados.

¡¡¡GRRRRAURGHHHH!!!

Afortunadamente, Lenna no es la primera vez que se ve en estas situaciones y reacciona con presteza...

Su amada pasó, y los sentidos del elfo se pusieron alerta, al máximo, pendiente de cada sonido, de cada posible sombra. Su atención estaba fijada en aquel pequeño resquicio de puerta que ella acababa de abandonar. Ya estaba metiendo parte del cuerpo cuando se escuchó el rugido proveniente de dentro. - ¡Lenna! - dijo sin gritar. 

En una reacción instintiva, Fârandar se escurrió por la puerta con la agilidad de un bailarín, dando un par de pasos y una vuelta sobre sí mismo para terminar encarando a la criatura que venía de frente, escudo por delante. Si hubiera tenido tiempo de impresionarse, lo hubiera hecho, pero no tenía tiempo para nada más que para intentar detener a esa criatura mientras el resto entraban y entre todos, acababan con ella. Sentía el dolor en su pecho, no era el momento de hacerse el héroe. 

Todavía no. 

- ¡Entrad, Lenna, el cadáver!¡Yo lo contengo!¡Vamos monstruo, ven a por mí! - dijo, agitando el escudo en dirección a aquella cosa para llamar su atención. 

Gherard intentó quitar el cadáver que obstruía la entrada a la sala, pues sabía que si cruzaban con aquel obstáculo por delante luego tendrían verdaderos problemas para volver... y como parecía según los sonidos que escuchó... había alguna especie de monstruo o ser tras la estancia pues escuchó un sonido animalesco.

Al sentir a la criatura, la muchacha exhaló con fiereza mientras se ponía en guardia, esperando tener poco tiempo para actuar. "Mierda", se dijo en silencio antes de maldecir el momento en que había entrado. 

Por suerte el caballero asur se deslizó con presteza y llegó en su ayuda antes de que ella pudiera ingeniar nada. Como por instinto se acercó al cadáver, dejando caer la antorcha en la misma dirección por la que se aproximaba la sombra.

Clavando el hacha a la altura del omóplato del gigante trató de balancearse y hacer palanca para separarlo de la puerta. Sin embargo, el golpe de hacha fue tan duro y apresurado que en vez de engancharse en la clavícula la partió. El hacha continuó rasgando la figura del cadáver hasta escurrirse en el aire, cayendo Lenna de culo mientras emitía un gemido agudo.