Partida Rol por web

Wentadehn parecía feliz hablando de su hija.

—Creo que me agradará conocerla la próxima… —Se interrumpió, vacilando. ¿Acaso algún día volverían allí? Esperaba que tuvieran la oportunidad alguna vez—... en alguna ocasión.

Soltó una risita ante el último comentario y acompañó a la mujer a la sala.

“No estará mal un contacto en Bjornholm, si es que sigue allí”, pensó. En principio no tenían garantía de que hubiera regresado ya, por lo que no sería muy diferente probar dar con él que buscar a la persona aquella del rumor. Parecía que ya estaba todo prácticamente arreglado cuando Wentadehn salió de la cocina junto con Dorotea, que se sonreía por algún motivo. Cuando llegó hasta su lado, Emilia le dijo:

—El señor Moralta ha sugerido que usáramos un vestuario especial para las funciones.

—¿Qué clase de vestuario? —Le brillaban los ojos de una manera que Emilia reconocía. Podía imaginar las ideas que se estaría haciendo.

“No te pases”, pensó mientras la miraba con su característica seriedad. Dorotea, en cambio, le devolvió la mirada sin ninguna seriedad. Sin embargo, no intercambiaron más palabras, ya que Haxow –aún con su sonrisa inquietante– estaba respondiéndole a Mad. Emilia estaba intrigada por la sugerencia de este, pero no conocía a los involucrados como para hacerse una idea. No era de extrañar que alguien no estuviera de acuerdo con la forma de manejarse de los Moralta, ya en cuanto a la gente que frecuentaban, ya en cuanto a los destinos que visitaban. En todo caso, si Arsa era de la confianza de ellos –y podían suponer que lo era si estaba allí al mismo tiempo que ellos–, creía que no tenían de qué preocuparse.

—¿Ya es hora de partir? —preguntó Emilia cuando Haxow se retiró en busca de telas para los carros. Con las ventanas cerradas no se daba cuenta de si ya había pasado tanto tiempo y no guardaba ella el reloj.

Tras un momento fuera, Haxow vuelve con un par de enormes bolsas que parece complicado de cargar por su volumen. Una de ellas apenas cruza la puerta se le cae y del interior salen desparramadas un montón de telas con diferentes colores, texturas y estampados. Se nota que las conoce, ya que con la familiaridad de quien las ha cargado y descargado infinidad de veces, coloca la otra bolsa cerca de los invitados y se dispone a recopilar las que han quedado por el suelo.
Artell, que será quien os confeccione los trajes junto a Arsa, os pide información e ideas sobre lo que quereis, mostrándoos las telas que ella cree que más podrían adecuarse. Los colores de las telas son brillantes; hay diferentes tonos de azul, amarillo, rojo, añil, púrpura, también blanco, beige, pardo, pieles de animales y cueros... las telas van desde algodón pasando por lana, lino y un entretejido de hilos con patrones fascinantes que, con ojos brillantes, os cuenta que proviene de Drefza, de un pueblo llamado Cadun. ¡Incluso seda!, aunque en menor cantidad.
Definitivamente, el coste total de esas telas es sumamente alto, no solo por los tintes amarillos y púrpuras, sino por las pieles y cueros tratados y los entretejidos con diseño. Estais viendo, frente a vosotros, gran parte del dinero que los Moralta habían ahorrado. Claramente no son tontos, han preparado el viaje mucho mejor de lo que en un inicio daba la sensación.
Mientras Henewo retira el mapa y lo enrrolla para guardarlo, Artell pide a su hija e hijo ayuda para poder ayudaros en lo máximo posible.

Cada uno de ellos se centra en uno de vosotros, para acelerar las cosas, mientras Henewo y Haxow van acercándoos las telas que pidais, midiéndo lo necesario y cortando y cosiendo. Por supuesto, no estarán terminados para esa noche, pero Artell se compromete a dejarlos listos, o casi listos, para cuando llegueis a Heniskali.

Emilia no podía creer las telas que les presentaban. ¿Tonos de rojo, azul y púrpura? ¿Y hasta seda? ¡Debía de haber costado una fortuna! Quizá el circo era una actividad más rentable de lo que había pensado en un principio. Sintió cierta incomodidad ante el asunto. La señora Moralta le preguntaba qué le parecía o qué podía necesitar.

—¿Está usted segura de prepararnos algo con estas telas? Parecen costosas.

Lo decía más que nada por Dorotea, por supuesto. Buscó con la mirada alguna tela sencilla de un color natural. Había una buena cantidad de lino blanco, que recogió y acarició unos momentos. Lo importante era que no llamara demasiado la atención, que pudiera mezclarse con el público fácilmente, por lo que la mejor opción era algo económico y fácil de encontrar.

—¿Cree que bastará para cubrirme el cabello si lo recojo, a modo de pañuelo? —Se la echó por encima de la cabeza para mostrarle a la mujer, cubriéndose la cabellera rubia y parte de la cara. Esperaba que no se transparentara demasiado.

Varias veces le había insistido a Dorotea para que se cortaran el cabello, pero su hermana no había querido y, por el momento, tenerlo más o menos igual les había resultado más útil que problemático. Tenían tiempo de replanteárselo si resultaba ser al revés eventualmente.

—Sé que parecerá extraño, pero es más seguro no presentarnos como gemelas en público. Podría resultar fácil encontrarnos de otro modo —explicó. Sabía que su pedido previo al señor Moralta podía haberles llamado la atención y la esposa de él tenía todo el derecho a saber lo que ocurría en su caravana—. Mi hermana es capaz de montar una distracción y yo la ayudaré sin que sepa la audiencia. Por lo menos, esa es la intención. Y si no os importa, es posible que os pidamos una pequeña participación si el público es numeroso. Se trata de un par de trucos clásicos, quizá ya los conozca de sus viajes.

Cerca de allí, aunque a una distancia que no permitía escuchar, se encontraba Dorotea con Wentadehn. Le costaba decidirse con tantas opciones, aunque veía el hermoso entretejido con admiración. Por un momento olvidó con quién estaba y comenzó a hablar con toda ilusión mientras seguía inspeccionando las telas.

—Me encantará usar algo rojo. Creo que es un color muy apropiado para una función y llamará más la atención que el amarillo o el naranja con mi tez. Luego unas mangas abultadas con puños y una falda amplia sería ideal. Claro que, si es tan vistoso, Emi se llevará un buen disgusto. —Soltó una risilla pensando en la cara de su hermana al mostrarle algún vestido como los que solía darle su madre para las fiestas.

A Emilia nunca le habían gustado los vestidos tan amplios, con bordados costosos y escote. Cuando aún vivían con sus padres jamás se lo había echado en cara, pero de vez en cuando la miraba extrañada y le preguntaba si le parecía apropiado usar esto o aquello. Pero por supuesto, desde la fuga, las cosas habían sido muy diferentes. De vez en cuando se preguntaba si incluso podría volver a presentarse en una fiesta alguna vez, pero en momentos como aquel parecía abstraerse completamente de las complicaciones de su situación y volver a ser la niña de antes.

Las dudas de Emilia hacen que la mujer sonria afablemente.
-Las hemos conseguido para poder llevaros a salvo... se notaría mucho si nosotros usamos cosas como estas y vosotros cualquier tela -Dijo, admitiendo que eran una buena fortuna el costo de las mismas -, de todas formas, se pueden reutilizar una vez terminemos el viaje si no quereis quedároslas.
La búsqueda de una tela apropiada para sus nuevas ropas de espectáculo apenas toma un momento, pero Artell no parece del todo convencida.
-En los pueblos, el lino blanco podría llamar más la atención que cualquier otro -Explica, saliendo de la habitación un momento para volver con telas que no estaban en el montón que os mostraron. Una falda rasgada de color pardo y un buen trozo de tela beige -Ya que no quieres nada muy llamativo, podemos preparar varios estilos y con diferentes colores para que utilices el que más se camufle con el lugar, y no será dificil conseguir ropa humilde. Además, tenemos una capa de viaje algo vieja que podría servirte bien para funciones en zonas frías -Explica con una gran sonrisa.
Poniendo cada una de las telas sobre la cabeza de la chica, en sus caderas y brazos y piernas para calcular las medidas, Artell comienza a buscar las formas y dobleces requeridos para que quede bien colocado y sea fácil de poner. Con una cajita de alfileres va colocándolos en los bordes rasgados para coserlos más adelante y evitar que se deshilachen.
-¿Estás segura de que no quieres uno como el de tu hermana? Podríais fingir que os apareceis frente al público estando una lejos y la otra escondida cerca -Comenta Artell, perdida por completo en ideas que rondan su mente.
-Bueno, de cualquier forma, eso podemos ir planeandolo por el camino -Añade, plegando las telas con cuidado de no pincharse y llevándolas al salón con los demás.

Como si se tratase de alguien que ha pasado mucho tiempo entre telas, Wentadehn rebusca rápidamente por las que hay, localizando un buen puñado de textiles de tonos rojos e incluso rosas y morados, dejando en la pila algunos cuya tela no parece convencerle al tacto.
-Vamos -Dice, acompañando a la gemela a otra habitación donde puedan hablar tranquilamente, cerca de donde su madre se encuentra con Dorotea -Creo que el rosa podría quedarte bien, aunque el rojo sin duda es mucho más llamativo... también podría quedarte el morado -Murmura, colocándo las telas mencionadas delante de la muchacha, para comprobar el contraste del tono con su piel. Escucha las ideas que tiene Dorotea, mientras va colocando las telas como las pide. Aún así, frunce el ceño a la mención de las mangas gruesas.
-Parece que quieres un traje de nobles -Comenta después de ver la apariencia que va tomando -, un circo es un sitio donde puedes vivir a través de las funciones una vida mágica y fuera de las reglas -La voz de Tady parece divertida, como si estuviera repitiendo las palabras de otra persona -, ¿qué te parece si hacemos un traje que sea dos trajes? -Utilizando las telas, te propone un ejemplo, colocándo los colores claros en la parte externa.
-Mira, sales del público con tu traje de noble, te acercas al centro de la pista... o lo que tengais... y con un truco pasas a unas ropas muchisimo más llamativas, y ligeras -Suelta su mano derecha, que sostenía un doblez de esa ropa, dejando bajo ella ver la tela roja vibrante y de apariencia vaporosa, que en contraste con la clara del interior parece volverse agua.
-Así ganarías aplausos solo por aparecer, aunque va a ser un desafio prepararlo, eso es cierto.

Emilia escuchó a la señora Moralta con atención. Como la mujer sabía más de costumbres en distintas regiones, supuso que podía confiar más en ella para elegir un diseño que se adaptara al lugar. Su capita marrón había servido bien para no llamar la atención, pero definitivamente daba más la impresión de un viajero que de un lugareño.

—Lo dejo en sus manos, en ese caso —afirmó.

Cuando escuchó la última sugerencia de la señora, se sonrojó un poco. En primer lugar, no confiaba en que Dorotea hubiera elegido algo del todo apropiado, y en segundo lugar… no quería admitir que le costaría más a ella un truco de ese estilo. Sin duda, usar su apariencia con fines creativos les abría un abanico de opciones, pero no habían tenido ocasión de trabajar mucho en sus habilidades desde que partieron. Ya había sido difícil practicar esos pequeños trucos que conocían; siempre estaba la posibilidad de que alguien las viera y el rumor llegara hasta los enviados. Y estaba el hecho de que a Dorotea le resultaba más natural usar el don que a ella. "Quizá tendremos más tiempo para practicar durante los viajes con los Moralta", pensó.

—Me imagino que habrá tiempo para hacer ajustes a medida que avancemos, si favorece el espectáculo —se limitó a decir mientras asentía a las últimas palabras de la mujer y la seguía.

—¿Más llamativas? —preguntó Dorotea con evidente sorpresa, despertando de su ensoñación, ante la explicación de pasar de un traje a otro.

Observó con alivio que Wentadehn no parecía ofendida, pero sí se notaba que tenía una idea muy diferente sobre lo que correspondía. La niña había sugerido lo que veía usar a las mujeres que querían destacar. Su concepto, sin embargo, era el de eventos sociales de otro estilo. Jamás había ido a una función de circo y su único conocimiento al respecto provenía de historias de quienes sí habían asistido. Comenzó a pensar que quizá resultaría un problema en otros sentidos.

—Me intriga mucho saber cómo serán unas prendas tan llamativas —expresó, con una sonrisa—, pero en ese caso, ¿no sería mejor pasar de un traje más sencillo al que usted sugiere? Creo que entonces el contraste resultará mayor. —Se le antojaba algo chabacano pasar de un traje ostentoso a otro más llamativo.

Tras unos momentos, se acercó a Wentadehn y le habló en voz más suave:

—A decir verdad, no estoy familiarizada con las particularidades del ámbito circense. ¿Cree que la señora Moralta esté dispuesta a darme algunas indicaciones al respecto? Me preocupa que lo que tenemos pensado intepretar no funcione tan bien en un espectáculo como el que acostumbran.

Hablaba con cierta vacilación en el tono. Quizá le costaba admitir que todos los eventos recientes distaban mucho de sus experiencias anteriores, pero sabía que su éxito en las funciones marcaría qué tanto podrían recaudar y también qué tanto podrían despistar a los enviados si se presentaban. Tenían la oportunidad de ocultarse en plena vista, sí, pero debían manejarlo con cuidado o podían ponerse en una situación peor que en la que ya estaban.

Las palabras de Dorotea que, en un principio habla solo con Wentadehn llegan a oidos de la señora Moralta, que tras terminar de hablar con su hermana, estaba volviendo al comedor, pero se acerca cuando la escucha, animada también por el gesto de invitación de su hija, que le explica la sitación.
-Ya me quedo yo, cariño -Le dije a su hija, que sale a hablar tranquilamente con su padre -¿Me necesitabas? -Pregunta con una hermosa sonrisa, cargando aún con las telas que Emilia ha seleccionado. Quedan enseguida claras las dudas de la niña en su presentación, pero Artell se ríe suavemente, acariciandole la cabeza, intentando tranquilizarla.
-Oh, cielo, no te preocupes, todos tenemos que aprender cómo hacer nuestros espectáculos -Dice, sonriente, contandoos como ellos, durante el primer año de viaje, apenas consiguieron nada de dinero que no fuera por piedad.
-Ahora que estamos las tres solas... ¿queréis decirme cual es vuestro don? -Pregunta, sabiendo que tal vez no os fieis del todo, ya que, al fin y al cabo, acabais de conocerla -, aunque si no quereis utilizarlo, podemos ensayar unos cuantos trucos de manos o similar para ir empezando.

Emilia notó el alivio de Dorotea ante las palabras de la señora Moralta. Era evidente que tendrían mucho que aprender para poder llevar esa vida. No era lo que se imaginaba, a decir verdad, cuando le comunicó a Dorotea su plan de acudir a los Moralta, si bien jamás había esperado tampoco que el escape que propusieran no tuviera costo. Pero el circo tenía la ventaja de no quedarse demasiado tiempo en un solo lugar. En el peor de los casos, despistarían a sus perseguidores por un tiempo. Solo tenían que adaptarse a ese nuevo ambiente…

Cuando la mujer pidió que hablaran de su don, las niñas se miraron. "Algo ha cambiado", notó Emilia. ¿Qué habría escuchado su hermana? Dorotea le sonrió. Tras unos segundos, Emilia echó una ojeada en derredor. Cortesía de Wentadehn, las ventanas aún estaban cerradas y alguien tendría que pegar la oreja a la casa para incluso intentar escuchar lo que decían. Lo supuso suficientemente seguro. Entonces, Dorotea se volteó hacia la señora Moralta.

—Creo que es más fácil que se lo mostremos —afirmó.

Emilia sacó de su pequeña bolsa un par de canicas y las depositó en una mano, mientras su hermana abría la suya y la dejaba allí en el aire. Luego la primera se quedó mirando fijamente las canicas, en silencio. De pronto, como si de un espejismo se tratase, las bolitas empezaron a desaparecer y algo comenzó a formarse en la mano de Dorotea. Al tiempo que los pequeños objetos desaparecieron del todo, reaparecieron completamente en manos de la otra niña. Y otra vez, como si nada, desaparecieron y reaparecieron en manos de Emilia. Si Dorotea había hecho algo para que ocurriera, no se había notado.

—Los objetos así de pequeños son muy sencillos de intercambiar, pero podemos con algunos más grandes —explicó Dorotea—. Lo hemos estado usando para emular unos trucos de manos que hemos visto en las calles. Por supuesto que estaré interesada en aprender a hacerlos normalmente, si está dispuesta a enseñarme. No he sabido descifrar cómo lo conseguían. —A este punto, la niña se sonrojó un poco.

Cuando Haxow entra con las telas me quedo a un lado, la verdad es que no era mi mundo aquel, puesto que siempre había vestido ropas sencillas, cómodas. Pero para formar parte de la caravana de los Moralta, había que destacar y una parte de mi estaba aterrada con aquello. 

Tímidamente comencé a mirar lo que había, acariciar las texturas y imaginarme los colores. Había una Tafeta que con un poco de tintura quizá podría hacerse llamartiva, uniéndose a una tela a cuadros que le daría un toque distintivo. 

Le comenté al muchacho con quien había compartido algunos momentos en el pueblo en la infancia.

- Crees que se pueda confeccionar un tapado con esto, pero tiñendolo de rojo? Y poniendo en toro al pecho y la espalda está tela a cuadros blancos y negros como para que sea algo más misteriosa. 

luego me gustaría un sombrero, alto, de ala ancha para ocultar un poco mi mirada tras su sombra. Que dices? 

no tengo nada de idea sobre confección, quuA lo que pido es un imposible y verdaderamente no es mi intención importunar.

La señora Moralta no presiona a las niñas a explicar nada mientras ellas miran alrededor, probablemente temiendose escuchadas. Antes de que pueda abrir la boca para cambiar de idea, Dorotea y Emilia comienzan su muestra. Artell mantiene los ojos puestos en la canica de la mano de una y posteriormente en como reaparece en la mano de la otra. Lejos de montar un espectáculo de ello, se lleva la mano a la barbilla, examinando la canica.
-Mi marido sería capaz de daros mejores ideas, pero tengo alguna idea -Dice con una sonrisa -, los trucos de manos son muy fáciles una vez los entiendes, y más si teneis un sitio seguro donde esconderlo -Toma una de las canicas que todavía tiene Emilia y se pone las manos a la espalda.
-Asumamos que la canica era un objeto que te ha dado alguien del público -Explica, hacendo gestos muy evidentes de estar moviendolo entre sus manos -El truco habitual consiste en esconderlo pero nosotros no queremos que crean que estamos robándoles -Saca ambas manos formando puños y deja que las hermanas elijan uno, mostrando que ambos están vacíos -Está aquí -Se da la vuelta y, con un movimiento rápido, saca la canica de los pliegues de su falda -Vosotras podríais pasarselo a la otra, que está escondida entre el público... y que lo esconda entre la ropa de la propia persona -Devuelve la canica con una risa tranquila -, es solo un ejemplo, claro, con un poco de floritura y palabras llamativas, podríais incluso hacer desaparecer objetos de dentro de una caja y que comprueben que está.

La mujer ni se mosqueó, por lo que Emilia comprendió que habría visto suficientes dones en esos años. En el fondo deseó que esa hubiera sido la reacción de cualquiera ante tal demostración, incluso la de su familia en lugar de los elogios y las felicitaciones que habían expresado cuando se descubrió su poder. Es que, al fin y al cabo, no era algo tan extraordinario, ni mucho menos peligroso.

Por un momento se sintió engañada con el truco de la canica. Había visto a hombres por las calles hacer cosas similares, pero no dejaba de sorprenderle. Se preguntaba qué otros trucos conocería la mujer, si es que tenía su propio número en aquel circo.

—Es posible, lo hemos hecho antes por las calles. —Asentía con la cabeza mientras hablaba—. Pero tenía la idea de que en el circo la audiencia no estaría a la misma distancia que cuando observa trucos en la calle.

—Hay un amplio margen para la creatividad —comentó Dorotea—, pero nos hemos tenido que arreglar con lo que teníamos a mano. —Las canicas, por ejemplo, las usaban antes para sus prácticas. Hacía un tiempo que ya habían superado el nivel para intercambiarlas, pero no habían querido tirarlas porque les recordaba todo lo que habían recorrido. Además, lo cierto era que, por su tamaño, eran muy útiles para darse información mutuamente sin que lo notase la audiencia, e incluso si las fueran a notar en algún momento, con más razón daba a entender que había una explicación “lógica” detrás del truco, que no había nada “sobrenatural” de por medio—. Si no le molesta, creo que le preguntaré al señor Moralta por un par de sus trucos. Puede ser una experiencia valiosa.

Las horas que restaban de noche pasaron rápidamente y por fin la más trasnochadora de las casas del pueblo apagó las velas que iluminaban el interior. Wentadehn hacía poco que se había marchado a su casa despidiendose de todos, pero especialmente de sus padres, Haxow había subido a por Arsa, que bajó con una cara menos malhumorada pero igualmente no saludó a nadie y, por fin, la puerta de la casa se abrió para permitiros salir del lugar que era el último escondite que os iba a mantener encerrados.
La noche había traido un increíble silencio en la zona, solo roto por el cantar de algunos pájaros en la lejanía y los insectos que festejan el buen tiempo. Pese a la temperatura que había por el día, un escalofrío causado por las bajadas de estas recorren el cuerpo de todos. No hace frío y sin embargo os toma un momento acostumbraros a la falta de calor que desprendía el fuego y la comida.
-Vamos, cuanto antes salgamos, mejor -Os dice Henewo Moralta, cargando la bolsa de telas mientras Arsa se despide de Dantelon, que os da una cesta llena de conservas caseras. Su despedida es silenciosa y tan solo os hace un gesto con la mano antes de entrar de nuevo y cerrar la puerta.
Frente a esta, a ambos lados del camino, se encuentran tres carros a los que Haxow está atando cuatro imponentes caballos. El viento remueve la tela del carro más alto, mostrando que, bajo esta, hay una jaula demasiado grande para contener un animal pacífico.
-Vamos a dividirnos en los carros -Sugiere Artell, acercándose al grupo que claramente se siente apartado mientras ven como con experimentada organización, los otros cuatro integrantes cargan y preparan las cosas. Con los caballos de nuevo preparados para tirar de los carros, Haxow y Arsa están cargando cosas en sacos y bolsas, mientras Henewo limpia las ruedas en zonas donde tienen buenos trozos de barro seco.
-Nosotros iremos en el primero -Dice, señalandose a sí misma y a su marido, y haciendo un gesto al carro situado más a la izquierda, con un caballo negro y blanco de pelo largo trenzado y otro blanco con manchas grises por todo el pelaje, cuyas crines doradas están sueltas exceptuando su cola, también trenzada. Ambos son demasiado hermosos para ser de trabajo.
-Maddon, cielo, súbete con Haxow en el carro jaula, prefiero que las niñas vayan en el carro almacén, estarán algo más protegidas del frío.

Una vez llegó la hora, enfilaron en silencio hacia los carros que los Moralta y sus acompañantes alistaban con acostumbrada presteza. Sabiendo que serían más estorbo que ayuda en esa situación, se detuvieron a unos pasos, Dorotea a observar cómo se encargaban ellos, quizá con la esperanza de poder emularlo en un futuro, y Emilia mirando los alrededores con cautela, vigilando que no hubiera nadie más cerca del grupo. No mediaron palabra salvo para despedirse de Dantelon y de Wentadehn, a la que Dorotea saludó con un abrazo sentido.

A pesar del buen tiempo del día, la noche estaba ventosa y fresca, y las niñas no dudaron en echarse encima sus capas. Luego fueron al carro que se les indicaba, Emilia cargando el bolso con el que habían llegado. Antes de entrar, Dorotea le dirigió una sonrisa a Mad, que iba al lado opuesto, en clara señal de aliento; luego se internó en el carro compacto.

El interior no contenía más que cajas y provisiones; no por nada aquel era el almacén. Por lo pronto, Emilia tomó una de las prendas que llevaban en el bolso y la colocó en el suelo para que se sentaran. Así lo hicieron, una pegada a la otra para protegerse del frío, si bien debían admitir que la madera ofrecía una buena protección contra el viento. Era la primera vez en varias horas que se encontraban solas.

—¿Qué te ha dicho Wentadehn Moralta? —preguntó Emilia lo que hacía rato tenía en la mente, en voz baja.

—Me ha contado una historia curiosa. ¿Sabes que los Moralta habían adoptado a una niña “peculiar”? —Pareció que iba a decir algo más, pero solo negó con la cabeza—. El caso es que la descubrieron y… ya sabes.

Emilia escuchó con una expresión ensombrecida. Había oído en esos meses rumores sobre los movimientos de los acorazados. En sí parecía que lo peor había pasado, ya que, según los pueblerinos en Elwold, cada vez menos se los veía actuar por las calles, pero ella sabía la cruel verdad: a medida que los iban haciendo “desaparecer”, más gente con dones se veía forzada a ocultarse y más sutiles debían ser esos asesinos para dar con ellos. Su madre había querido asustarlas con historias sobre los enviados para retenerlas en el hogar, pero ella, que la juzgaba con recelo tras lo que había oído hablar a sus padres, no había querido creerlo. Pero era tarde para arrepentirse.

—Creo que realmente son muy buena gente, Emi —dijo Dorotea en tono cálido—. Solo desean evitarnos el mismo destino.

—Da esa impresión, ¿verdad? —Dirigió una mirada a la puerta del carro, pensativa, y luego repitió aquella frase—. En todo caso, no tenemos opción.

Tras esas palabras, hicieron silencio por unos momentos, mientras aguardaban que los carros comenzaran a moverse.

No había nada que empacar ni bultos que transportar, apenas si llevaba lo puesto gracias a las prendas que Dantelon me había cedido para quitarme las propias llenas de humo y carbón.

El frío de la madrugada me tenía arrebujado bajo una tela que Tady me había puesto sobre los hombros antes de despedirse y de pie sin decir nada observaba cómo los Moralta, Arsa y Haxow cargaban los carromatos y alistaban las monturas. Tareas de las cuales desconocía en absoluto pues sería este mi primer viaje.

Ante las palabras de la señora Moralta asentí, me hubiera gustado viajar junto a las mellizas, pues en parte me traían gratis recuerdos de mi juventud y por otra parte tenía curiosidad sobre su historia. De todos modos viajar con Haxow iba a ser ameno, era alguien alegre y podría contarme cosas sobre el mundo que había conocido en estos tiempos con los Moralta.

Le devolví la sonrisa a Dorotea e incline la cabeza hacia Emilia cuando estás se apretaron a subir al carromatos almacén y luego hice lo propio en el carro jaula. Esperaba dormir un tramo así que simplemente me acomode nunca rincón cubriéndole con la tela gruesa para descansar hasta que el alba se pusiera.

Tras un tirón de los caballos al empezar a andar, las ruedas de la caravana se abren paso por las piedrecitas del camino, haciendo vibrar las estructuras que no se ven afectadas por el movimiento. Sin apenas dificultad, los animales sobrepasan la colina al norte, para lograr alcanzar el camino.
El ruido de las ruedas sobre piedrecitas se atenúa cuando por fin llegais a este, reduciendo la vibración y permitiendo que escuchais como alguien corre en las cercanías. Los pasos se acercan rápidamente pero solo el relincho del último caballo de la caravana os pone en alerta.
Los gritos de Haxow rompen el aire, pero no cabe duda de que Henewo y Arsa se han bajado de los carros alerta, dispuestos a descubrir qué pasa.

Tras un tirón de los caballos al empezar a andar, las ruedas de la caravana se abren paso por las piedrecitas del camino, haciendo vibrar las estructuras que no se ven afectadas por el movimiento. Sin apenas dificultad, los animales sobrepasan la colina al norte, para lograr alcanzar el camino.
El ruido de las ruedas sobre piedrecitas se atenúa cuando por fin llegais a este, reduciendo la vibración y permitiendo que escuchais como alguien corre en las cercanías. Los pasos se acercan rápidamente, como si os estuviera alcanzando. Repentinamente, el carro jaula se alza en el aire a la par que el caballo relincha de miedo, haciendo que se bambolee y que os golpeeis la espalda contra los barrotes. Por suerte, estabas en un rincon y apenas te haces daño.
Los gritos de Haxow rompen el silencio, pero no cabe duda de que Henewo y Arsa se han bajado de los carros alerta, dispuestos a descubrir qué pasa.