Partida Rol por web

Ante la risa del señor Moralta, Dorotea se quedó en silencio y luego, poco a poco, se le fue dibujando una sonrisa en el rostro. Le agradaba el buen humor del hombre. Quizá lo lógico habría sido ofenderse de que se riera en la situación complicada en la que se encontraban, pero después de semanas de tensión, nada tranquilizaba su corazón como la ligereza con la que escuchaba sobre los dones. Por lo menos con ello se notaba que no les temía. Miró a su hermana cuando él preguntó por su procedencia. "Si quisieran entregarnos, ya lo habrían hecho", pensó Emilia.

—De Elwold, señor —respondió Dorotea, ya con más calma.

Emilia podía notar en la actitud del hombre la sinceridad de sus ideales y la antipatía que sentía hacia aquellos que amenazaban a los que eran como ellas. Se preguntó si habría tenido algún altercado con alguno de ellos o si algún conocido suyo habría sufrido a manos de los enviados del fuego. No sería de extrañar: todo lo que pareciese en lo mínimo sobrenatural tenía un destino incierto por esas fechas.

La alusión al misterioso eclipse de hacía unos años le trajo a la mente el recuerdo de los gritos de la gente en el pueblo, del miedo con el que los padres tomaban a sus niños de las manos y se los llevaban a sus hogares, creyendo que allí estarían a salvo de aquel mal presagio; los rumores sobre el fin del mundo y la "purga de los infieles", o como fuera que lo habían llamado en su momento. Jamás había visto a sus padres tan atemorizados. Se habían escondido junto con ellas en la bodega, conscientes de algo que ellas, por ser tan jóvenes quizá, no podían comprender. Sin embargo, luego de aquello las ocultaron con recelo. Fue por aquel entonces que suspendieron todo viaje y no les permitieron salir de la casa. Había sido un tiempo de mucho temor y de mucha tristeza para ellas.

En cuanto a la caravana circense… Emilia creía que podían usar sus habilidades en un espectáculo; no sería muy distinto de lo que ya habían estado haciendo las últimas semanas, aunque sí probablemente habría más gente asistiendo a ver lo que montaban, y a decir verdad no tenían preparados más que un par de truquillos simples. ¿Incluso podrían hacer pasar los mismos trucos frente a una audiencia de varias decenas sin ponerse en peligro? En cuanto a Dorotea, no había duda de que se adaptaría, pero por su parte debería ser mucho más cuidadosa si no quería echar a perder la oportunidad que les ofrecía el señor Moralta.

—Por mi parte creo que podré colaborar si la audiencia está interesada en algunos… trucos de ilusionismo —ofreció Dorotea—. Tal como usted sugiere, nunca pasa tan desapercibida una rareza como cuando se la presenta como tal en un espectáculo.

—Me gustaría oír más acerca de Las Medusas y las razones por las que cree que solo hay animales allí —dijo Emilia con cautela—. Más allá de las dificultades que presente llegar hasta allá, ¿no podría ser más peligroso aún quedarse en tierra desconocida?

Sabía el peligro que representaban los enviados del fuego, pero si iban a seguir a aquel grupo hacia territorios lejanos e inexplorados, esperaba que realmente tuvieran buenos motivos para creer que no morirían en las garras de alguna criatura de pesadillas antes que en las de asesinos preparados. Y eso si ninguno de aquellos asesinos había decidido apostarse en las inmediaciones de ese territorio, a la espera de que alguien cayera en la trampa.

Esta vez, fue la señora Moralta la que se acercó a las pequeñas, agachándose delante de ellas para intentar tranquilizarlas. Sabía que por más que tuvieran buenas razones para creer en esa zona, ellas no debían sentir que confiar fuese fácil.
-Puede que sí, pero hemos ido hasta allí, querida -Le dijo, con una pequeña sonrisa, en parte orgullosa de poder hablar de ello con alguien -Teníamos algo ahorrado para nuestra jubilación y bueno... como solo somos dos, viajamos hasta Bjornholm, de ahí fuimos en caballo hasta Pebluff, un pueblecito fuera del reino, y en una pequeña barca de pescadores, cruzamos hasta esa tierra desconocida -Como si quisiera demostrar sus palabras, se acerca a la bolsa de viaje de su marido y saca del interior de un libro una hermosa flor rosa pálido, casi blanca, con estambres naranjas brillantes, que esta seca y plana por el viaje dentro de las hojas de un cuaderno de bitácora.
-Los rumores sobre las bestias son tan creíbles como que debeis morir por ser especiales -Dijo, acariciando la mejilla de Maddon, antes de mostrarle la flor a él -, puede que haya criaturas de mayor tamaño del conocido, pero dudo que sean mayor riesgo que enfrentarse a un tigre* o un elefante* encabritados -Mientras habla, os deja la flor en las manos -Pero si no necesitais llegar hasta una isla deshabitada o en el camino hayáis un lugar donde sentís que podéis vivir... con gusto os llevaremos hasta allí.

Eso sí era una sorpresa. Si habían estado en Las Medusas… ¿Por qué se habrían arriesgado de esa manera? Podrían haber habido bestias terribles allí. Miró el cuaderno, que parecía una bitácora. Podían estar mintiendo, claro, ¿pero para qué? No ganaban nada engañándolas para llevarlas a esas tierras que nadie se atrevía a pisar. Si hubieran querido una recompensa o algo similar por ellas, bastaría con retenerlas allí unos días hasta que vinieran por ellas. La opción que quedaba era sencillamente que eran unas personas muy temerarias, muy amantes de la aventura. Impresión que, hasta ese momento, todo parecía sustentar. Y Emilia coincidía con la señora Moralta en que un animal salvaje seguía siendo menos peligroso que los enviados, si acaso solo porque a los segundos no sería fácil engañarlos.

—Comprendo —le respondió a la señora Moralta, pensativa. Hizo una pausa, sopesando las palabras de la pareja, y luego volvió a dirigirse al señor Moralta—. En ese caso, agradezco la oportunidad que nos ofrece. Nos gustaría viajar con la caravana.

Ni falta hacía preguntarle a Dorotea: sabía que la seguiría ciegamente, como lo había hecho hasta el momento. La niña ni siquiera amagó protestar; estaba ocupada viendo la flor pálida que les había mostrado la señora Moralta con una expresión de fascinación en el rostro.

Ahora bien, la pareja había viajado con sus ahorros y parecía evidente que no quedaría mucho de ellos. No tenía idea de cuánto podría recaudar un circo, pero si necesitaban pasaje para varios –siete solo para el grupo aquel, y más si la caravana incluía a más gente–, podía tomar un buen tiempo. Era cuestión de ser cuidadoso y no llamar la atención por las razones equivocadas. La gente deseosa de ver "rarezas" –como sin duda esperaba fuera la audiencia de un circo– tendía a dar por sentado que lo que veía no era exactamente como lo veía. Eso ciertamente les daba una ventaja; quedaba en ellas saber usarla a su favor.

La mención del eclipse me había transportado y me quedé perdido en mis propios pensamientos. Aquel sucedió había avivado el temor reverente efercecio en el poblado y con ello en mi también mis propias emociones. Ya teniendo a cuestas aquel accidente con el árbol antiguo tan significativo para Islingfell, la mayoría de las miradas comenzaron a evitar mis ojos negros, el trato comenzó a ser frío tanto para mí cómo incluso para otros de mi familia, pese a que mis padres intentarán ocultarlo sabia lo que decían sobre mi, y todo ello llevo a que esa presión comenzara a explotar mediante usos no deseados de mi don, de mi voz.

Cuando volví a la realidad estaban hablando de las medusas. Jamás había oído hablar sobre aquel lugar así que me quedo callado oyendo lo que decían y luego de las hermanas yo mismo hablé para reiterar mis deseos.

- Estoy dispuesto a ir donde sea necesario no solo por mi seguridad sino también la de aquellos con los que nos encuentren los acorazados. Si hemos de recluirnos en una peligrosa y lejana isla, considero que es el precio a pagar por la maldición que corre en mi sangre.

Las palabras solemnes de Maddon dejan momentáneamente la habitación en silencio. Artel mira al muchacho con dulzura en su mirada pero no alcanza a decirle ninguna palabra antes de que la puerta se abra suavemente y entre Dantelon seguido de un muchacho desgarbado, no demasiado alto, con cabello corto negro y vestido con ropas oscuras, que, cuando entra, enseguida se quita la capucha de su capa, sonriendo a los que se encuentran en el interior. Los ojos del muchacho no están compuestos por un iris y una pupila como los del resto, sino que son enteramente oscuros, como coágulos de sangre. Sus labios abiertos en una mueca horrible y rasgados como si nunca hubieran sido debidamente hidratados o incluso mantenido cosidos por mucho tiempo.
-¡Tady-tady! -Exclama, sonriendo a la mujer, que parece firmemente incómoda, aparta la mirada del chico, que no se lo toma como algo malo y mira a los invitados -Veo que tenemos invitados en este viaje -Hace una pequeña reverencia respetuosa, pero demasiado rápida para ser llamativa y se quita la capa con calma.
-Encantado, soy Haxow -Dice, sonriendo aún, girandose a miraros. Primero a las gemelas, a quien les sonrie ampliamente y después a Maddon. Al verlo, sus ojos brillan de entusiasmo, el cual desaparece unos segundos después.
-Oh, no... -Murmura, girandose a los Moralta -¿Qué hace aquí? -Su pregunta queda sin respuesta, pero no la necesita -No, no, no puede ser -Se gira de nuevo hacia el chico -, ¿estás bien? -Se agacha delante, sin tocarlo por miedo a incomodarlo, pero genuinamente preocupado por el estado del que era su vecino -Escuchamos que había acorazados por la zona... pensé que... no creí que... por eso volvimos rápido... pero.... -Las palabras se le quedan atascadas, demasiado conmocionado para decir una frase con lógica.

Emilia se preguntaba a qué se refería Mad con esa "maldición". Si bien para las autoridades y los enviados del fuego los dones eran un símbolo de herejía, ciertamente no eran lo que ella llamaría una maldición. En su familia, la habilidad de las gemelas había sido motivo de celebración y reverencia, y a pesar de la suerte que les había tocado, debía admitir lo útil que era ese poder. En todo caso, Mad parecía muy solemne, una impresión favorable, a su parecer.

No hubo tiempo para más consideraciones, pues entró a la sala Dantelon seguido de otro joven. La primera reacción de Dorotea fue un sobresalto ante la apariencia peculiar de aquel muchacho, pero al dirigirse él a las gemelas con una sonrisa, pareció recuperar la compostura y le dedicó una reverencia. Si era porque había reconocido que estaba de su parte o porque no quería parecer maleducada, Emilia no estaba segura. Ella bajó la cabeza en reconocimiento ante el saludo y se guardó los comentarios mientras el recién llegado se dirigía a Mad con el ánimo perturbado.

Era el segundo par de ojos negros que veía ese día, aunque esos últimos eran un tanto más peculiares. Se preguntó si Mad y el joven –Haxow, según se presentó– tendrían algún don similar, pero pensó que quizá era un poco precipitado sacar una conclusión del estilo solo por el color de sus ojos. Sería complicado para ellos circular libremente si aquel rasgo representara la presencia indudable de un don, ya que este sería demasiado patente… ¿verdad?

La llegada de Haxow rompió el clima oscuro que mis palabras había dejado, su alegría poco a poco dió paso a cierta preocupación al verme allí y no pude contestar inmediatamente a sus preguntas, temia que las emociones se convulsionaron en mi y mi don hablara con las terribles consecuencias que podía tener aquello.

Levanté la mirada del piso al notar la del joven de ojos negros y balbucee.

- vinieron por mi, no quedó nada que salvar. Yo... huí y pedí refugio a Tady y Dandelion. 

La respuesta fue escueta pero el nerviosismo de mis manos inquietas y mi mirada que no se atrevía en posarse sobre ningún rostro contaba lo que mi voz no. La culpa que tenía impregnada como el olor a humo que tuve en mis ropas hasta que me brindaron otras.

El señor Moralta, que había permitido a Haxow interrogar superficialmente a Maddon, se acercó a tranquilizarlo, pidiendole que, por favor, subiera a hablar con Arsa, y que la hiciera entrar en razón. El muchacho, tras mirar un momento más al chico, asintió y subió al piso de arriba exclamando alegremente el nombre de la irascible mujer. Una puerta se cierra en el piso superior y el hombre suspira y comienza a hablar.
-Todavía hay gente por las calles, saldremos casi de madrugada, Arsa y Haxow van a dormir hasta que podamos salir, así que sois libres de hacer lo mismo -Os ofrece -, pero antes de eso, queremos que decidamos entre todos el viaje -Henewo saca un mapa en pergamino que solo con verlo se nota lo caro que les habrá salido y lo usado que está. Lo extiende en la mesa una vez sus hijos han retirado y limpiado la zona.
-Bien... tenemos que ir a algún puerto del continente y encontrar una forma de llegar a Las Medusas, no os preocupeis que iremos haciendo paradas en todas las ciudades, aldeas y asentamientos que veamos que podemos sacar algo de dinero -Con ayuda de su esposa, os va señalando los puertos de la zona o sitios donde conseguir un bote o similar para que comprendais a qué se refieres. Con estas explicaciones, os miran.
-Preferimos hablarlo entre todos, por supuesto -Aclara, mientras Artell os asegura que ninguno de los cuatro prefieren ningún lado por encima de otro y que depende de ellos tres decidir.
-Si hay algún lado al que preferís acudir antes... es un buen momento para decirlo -Añade Henewo tras una breve pausa.

Tenía cierta intriga acerca de la mujer que había entrado primero, en apariencia tras algún tipo de discusión con Henewo. Cuando esté envío a Haxow le mire irse escaleras arriba preguntándome si ella también sería parte de la gente que los Moralta había ido recogiendo en el camino y si acaso también sería alguien que huía de los acorazados o por el contrario, el venir a ayudarnos había sido lo que causará la discusión.

Ayude a levantar los trastos de la mesa junto a Dandelon y Tady, y aproveché una de las idas a la cocina para preguntarle a ambos aunque principalmente dirigiéndose a Wetandeh

- Se quedarán en Islingfell ustedes dos o vendrán también en la caravana con nosotros? 

en caso que cualquiera de los dos respondiera que se quedaba allí, les diría:

-Tengo una carta para mi hermana, no sé si ella regresará a los restos de nuestro hogar, o si la han tomado prisionera. Solo se que huyo cuando los acorazados atacaron y...bueno cuando todo sucedió. Pero le he escrito algo que no quisiera que caiga en manos de nadie más. Me harían el favor de entregársela si la ven? Posiblemente nuestros caminos se hayan separado para siempre ahora que viajere hacia Las Medusas. 

Luego me reuniría con el resto en torno al mapa desplegado en la mesa, observando lo que mostraba Henewo y su esposa. La verdad es que solo había ido una vez más allá de Islingfell y era muy pequeño como aora recordar nada, luego mis padres comenzaron a tener que mis ojos fueran un problema si salía de el entorno donde ellos eran conocidos y respetados, y aunque Mellon me había hablado de lugares lejanos a los que había viajado, sobre todo para conocer a su amado esposo, poco conocia de cómo era su gente ni mucho menos donde sería más seguro buscar quienes pudieran cruzarnos en barco, pero sin embargo  conforme lo que decían los Moralta señale el sitio que me parecía menos llamativo y riesgoso, aunque desconocía completamente el lugar y lo que pudiera costarnos llegar allí.

- Creo que nos convendría buscar la ayuda de ese que se rumorea ayuda a la gente, después de todo necesitamos de ello. Una persona que no vaya a vendernos a los acorazados por una bolsa de monedas ni mucho menos.

MI familia era escencial mente de comerciantes, dedicados al cultivo y elaboración de vinos, pero eran comerciantes y mi padre siempre decía que el precio de una persona no se media por lo que estaba dispuesto a hacer a cambio de una suma de dinero, sino por el contrario lo que haría aún sin que le ofrecieran nada. 

Los hermanos se miran en la cocina, cuando el chico les pregunta su plan para con la caravana.
-Nosotros... bueno, nos vamos a quedar aquí, Maddon -Dije Wentadehn, sin saber bien por que lo dice -, aunque entendemos lo que hacen nuestros padres... no sentimos como ellos esas ansias de aventuras -Dantelon asiente a la explicación de su hermana, pero ambos escuchan atentamente la petición sobre entregar la carta a su hermana si volvera a aparecer.
-Por supuesto -Acepta Tady, tomando la carta con suavidad a la vez que la mano de Maddon -, si ella aparece, la mantendremos a salvo -Dice animada de nuevo por haber podido ayudar, guardandose la misiva del joven en el bolsillo de los pliegues de su falda. Dantelon intenta animalo poniendole la mano en el hombro, deseándole suerte, incluso diciendolo en voz alta para que se le entienda sin ningún problema.

Cuando el señor Moralta sacó un mapa y empezó a hablar de ciudades y puertos, Dorotea, que rara vez abría un libro que no contuviera ilustraciones, se removió en su asiento. Sus padres se habían encargado de su educación, pero a falta de interés por su parte, no había retenido mucho más de lo que realmente le había interesado, al contrario de su hermana, que acostumbraba a leer sobre cualquier cosa y decidir luego si le interesaba o no. Enseguida vio que Wentadehn ya había terminado de recoger los platos y se incorporó.

—Si me disculpáis, creo que iré a ayudar con el lavado —dijo la niña, que en su vida había lavado nada. Con una floritura, se retiró a la cocina. Por fortuna no era una torpe y algo podría hacer allí. Se dirigió a la mujer con una sonrisa, señalando los cuencos—. Permítame que la ayude. Y quería aprovechar a agradecerle el delicioso estofado que nos ha ofrecido. Hace un tiempo no probaba tan tierna carne.

Emilia miró brevemente a su hermana mientras esta se retiraba, pero no hizo comentarios. Su presencia no cambiaría demasiado y no les venía mal ofrecer ayuda a sus benefactores. Notaba que su hermana estaba de un humor cooperativo aquel día. Quizá le había sentado bien el clima cálido y el brotar de las flores. “Ahora, si solo pudiera ser así todos los días”. Miró el mapa con atención mientras escuchaba a Mad. Sintió alivio ante la propuesta, que las llevaría exactamente en la dirección en la que querían estar: lejos de Elwold. Y en ese sentido, cruzar el océano no podía ser mejor idea.

—No puedo hablar por la veracidad de ese rumor, pero no hará daño investigarlo —coincidió con el hombre de ojos azabache, en un tono quizá demasiado serio para alguien de su edad—. Si resulta ser mentira, en todo caso nos dejará cerca de Undovar y allí podremos encontrar algún navío. En una ciudad grande llamaremos menos la atención, sobre todo si parten muchos barcos al día desde allí.

Había visto tantas veces mapas en esos dos meses que, a pesar de no haber estado en ninguno de esos lugares, creía que podría ubicar las grandes ciudades sin leer sus nombres. Sin embargo, lo cierto era que se adentraban en territorio completamente desconocido. Si bien habían pisado las tierras sin reino y recorrido parte de Elwold, jamás habían querido llevarlas más allá de la frontera con Caertagi. Y lo que había aprendido de los libros y de lo que les habían enseñado sus padres distaba mucho de la experiencia práctica que requerirían si algún inconveniente les obligaba a apartarse del camino que tenían trazado. Aún así, no tenían más opción.

Henewo Moralta escucha vuestras palabras con calma, mirando el mapa conforme explicais lo que pensais. Asiente a las palabras de Maddon y, de igual forma, parece completamente a favor de lo dicho por Emilia.
-Nosotros partimos desde aquí -Dice, señalando una ciudad al sur de Caertagi llamada Earthyrst -, un buen amigo nos permitió subir a su navio hasta Bjornholm -Marca la ruta tomada por él y su esposa, siguiendo los caminos desde Bredibyr hasta Pebluff -No pudo dejarnos directamente en Las Medusas, estaba llevando un cargamento de minerales, pero el viaje fue muy interesante -Con su dedo, golpea en Pebluff un par de veces, como recalcándolo -De aquí pasamos con un bote de pescadores hasta el archipiélago -Tras su explicación, vuelve a marcar Islingfell y mueve el mismo por las rayas a carbón que hay, marcando los senderos realizados por el reino.
-Podemos ir por el norte, cruzar la montaña hasta Heniskali, Orpwic, Melcha que tiene un puente para cruzar el río en mitad de ese fanganal... y movernos por la costa hasta llegar a Olhyrst -Lo piensa un momento, volviendo a marcar atrás -También podemos pasar por encima del pantano Aqua, ya sea pasando por Braleah o por debajo de la colina y seguir el río Dune hasta el Maelone y llegar al mismo punto. No creo que podamos conseguir mucho, pero si tenemos una cifra o cantidad que alcanzar igual nos será más fácil que ir a ciegas.
Las opciones son sumamente diversas, y eso solo para llegar a la ciudad, pero tener un punto fijado como destino es un paso. Un paso muy importante ya que estais haciendo algo para sobrevivir.
-Tenemos algunas telas y objetos que hemos recogido en el viaje para intentar prepararos un buen traje para las actuaciones, si estais dispuestos, por supuesto, podeis manteneros al margen del circo... claro que... no nos vendrían mal nuevos números -El hombre parece algo avergonzado de mencionar eso, seguramente por que siente que os está forzando a aceptar, pero lo cierto es que, cuanto mejor sea la actuación, más fácilmente os darán dinero.

La mirada de la mujer, que estaba fija en recoger la vajilla, se gira a mirar a la joven Dorotea cuando esta entra en la cocina poco después de que Maddon salga, con una nueva remesa de cosas para limpiar.
-Muchas gracias -Le dice, tomándolos de sus manos y metiendolos en el agua -Si quieres puedes ir secando mientras yo limpio -Le ofreció, acercándole un trapo para llevar a cabo la tarea. La señora Moralta tararea una suave nana que parece tener en la cabeza, sin darse demasiada cuenta de la compañía.
-Oh, disculpa, cielo -Exclama, volviendo a la realidad, al colocar el último de los utensilios -, me recuerdas a mi hija Heannea cuando tenía vuestra edad, la casa se siente tan llena de vida que... siento que he vuelto a cuando éramos más jóvenes -Ella misma se rie, aunque hay algo de melancolía en ese sonido. Una vez terminado, Wentadehn suspira y se gira a la muchacha.
-Venis de Elwold, ¿verdad? Me ha parecido que lo mencionabas antes -Con un movimiento de quien conoce el lugar como la palma de su mano, Tady estira la mano hasta un pequeño recipiente donde hay flores de lavanda secas, toma una ramita y se la ofrece a Dorotea -Nosotros no hemos salido de nuestro pueblo nunca, sois realmente valientes, los tres, por atreveros con vuestra edad a aventuraros por el mundo -Pese a la sonrisa que tiene, su frente está ligeramente arrugada y el tono maternal de su voz deja claro que, aunque hay mucha admiración y orgullo en saber lo que estais haciendo, también hay cierta parte de ella que no está de acuerdo.
-Mi madre... -Toma aire y lo suelta, antes de continuar -, mis padres siempre han sido muy aventureros. Apenas los vemos un par de veces al año, con suerte. Recibimos cartas, por supuesto, pero no podemos contestarlas ya que no sabemos dónde enviárselas -Esta vez la tristeza tiñe su tono -En una de ellas, nos contaron que habían ¿salvado? ¿comprado? a una niña de diez años, ¡tenía los ojos de color morado! y según dijeron, cuando cantaba, sanaba -Su mirada pasea por los ligeras grietas y marcas que hay en la pared, con la mirada perdida en algún recuerdo pasado -No tenía nombre, apenas sabía hablar y su familia la tenía atada en la entrada para venderla, de forma que la recogieron aún sin saber nada de su don. De esto hace años, cuando mi hija pequeña acababa de nacer. Esa pequeña se volvió luz para mis padres, fue su alegría y su orgullo... y nosotros estabamos... bueno... sumamente celosos por que dejaron de viajar para darle estabilidad -Las mejillas de la mujer se tiñen de un suave rojizo, mostrando lo avergonzada que está de lo ocurrido- , vivieron durante unos tres de años en un pueblo de Drefza, aunque no recuerdo cuál era, antes de volver a retomar su camino.
De repente, Tady mira a la única persona que está escuchándola, Dorotea, y sonrie suavemente, apartandole un mechón de pelo a detras de la oreja, ignorando si la chica se siente incómoda por ello.
-Cuando la trajeron para que la conocieramos... entendimos porqué la querían tanto. Era hermosa, especialmente en su interior, aunque no especialmente inteligente -Cerca de terminar la historia, Tady se incorporó y se sacudió las manos, como si estuvieran llenas de harina -Un día, se había alejado de mis padres para ayudar a alguien o a un animal, no lo recuerdo bien... los acorazados la encontraron sola -Su voz destilaba una mezcla de tristeza y horror. Abruptamente, levanta la vista - por eso están dispuestos a darlo todo por ayudaros. Ellos perdieron a su hija, aunque no fuera realmente familia, solo por que esos monstruos pensaron que no merecia vivir -Su respiración está ligeramente agitada y parece que en cualquier momento podría ponerse a llorar. Pero mantiene la compostura y se alisa la falda, en un claro intento por disimular.
-Por favor... ellos confian ciegamente en las personas... no dejeis que les hagan daño.

—¿E imagino que a su amigo le resultaría más difícil llevar a todo un grupo hasta Bjornholm? —dedujo Emilia.

El señor Moralta no había mencionado si habían conseguido viajar con él sin costo, pero incluso si era así, un grupo entero no pasaría desapercibido en un barco de carga, y eso si acaso tenía la capacidad para llevar a por lo menos cinco pasajeros más. Además, un vistazo rápido al mapa le decía por qué el hombre no había sugerido que acudieran directamente a ese contacto: suponiendo que cruzaban las montañas y seguían por el río en dirección sur, prácticamente no se cruzarían con pueblos entre Islingfell y Earthyrst; sería difícil reunir dinero siguiendo ese camino. Pero no era mala idea tenerlo en cuenta si necesitaban una opción adicional, si acaso su amigo podía llevar a otros además de la pareja. Miró los dos recorridos que estaba trazando el señor Moralta. Se lo pensó unos momentos, con los ojos clavados en el bosque Orwinoth.

—Estaríamos más a resguardo pasando por el bosque, pero no sé si habitan allí muchos animales o si suele haber bandidos por la zona. —Su mirada fue descendiendo unos centímetros hacia abajo en el mapa—. Además, es más probable que haya gente viviendo cerca de la costa que en los bosques, en cuyo caso podríamos recaudar fondos más fácilmente.

Ante el ofrecimiento de trajes para las funciones, Emilia miró al señor Moralta pensativa y asintió. Seguramente Dorotea necesitaría algo más atrayente si quería llamar la atención en el circo. Sus ropas de viaje no eran precisamente interesantes, y cuanto más la gente pusiera el foco en su aspecto, menos atención le pondría al funcionamiento del truco en sí. Dada la apariencia humilde de la familia, suponía que no tendrían prendas de tonos muy intensos, pero en el peor de los casos el naranja era vistoso y no tan difícil de conseguir.

—Por supuesto, aunque apreciaría que mantuviera mi intervención en secreto… por seguridad. Por mi parte bastará un pañuelo amplio y algo de pintura. —Si podía cubrirse el pelo y disimular los rasgos de la cara, mejor—. Pero a mi hermana no le vendría mal algo más… llamativo. Estoy segura de que querrá escuchar más sobre el asunto en persona. —Lo consultaría con ella cuando regresara, pero conociendo a Dorotea, seguro insistiría en ver el diseño que tenían pensado antes de que lo confeccionaran.

Dorotea asintió, tomó el trapo que le alcanzó Wentadehn y empezó a secar a medida que la mujer iba lavando. Pasaron unos minutos mientras terminaban la labor. Notaba que su benefactora estaba contenta y en cierta forma le parecía tranquilizador. No podía decir que Emilia fuera mala compañía, pero definitivamente no rebosaba alegría. En ese sentido era muy distinta de su madre. Una vez terminado el trabajo, Dorotea le dedicó una sonrisa a Wentadehn.

—¿Su hija vive en la ciudad, también?

Ante la mención de Elwold, asintió y siguió escuchando mientras tomaba la ramita que la mujer le ofrecía. Se la acercó a la nariz. Aunque estaba seca, tenía un olor suave y agradable.

—Quizá, pero siento que es más fácil decidir viajar cuando no parece que haya opción. —Por un momento hizo una mueca, como si recordara algo poco agradable, pero desapareció tan pronto como había aparecido.

Escuchaba la historia de Wentadehn impresionada. Era evidente que la familia no había estado unida en todo momento. Le costaba imaginarse a sus padres dejándolas solas en su hogar por mucho tiempo para emprender constantes viajes, pero sabía que no lo habría disfrutado y por ello suponía que la mujer tampoco lo había hecho. Y sin embargo, allí estaba, preocupada por ellos y deseando que los comprendieran, quizá porque ella misma se arrepentía de no haberlos comprendido en su momento. Podía notar en su tacto la bondad que emanaba.

—Yo… no entiendo por qué hacen esto —dijo con el labio tembloroso. Por primera vez, se le notaba en el tono la tristeza y quizá también hasta cierto enojo—. Esa niña… y nosotras… no hemos hecho nada. Ni siquiera hemos tenido elección de nacer de otra manera. —Al escuchar aquello último, posó su mano suavemente sobre la de la mujer—. Habéis sido muy gentiles con nosotros. Esperamos poder devolveros el favor.

Sabía que tenían poco que ofrecerle a la familia, pero lo mínimo sería no atraer la atención de los acorazados hacia los Moralta. Por un momento deseó quedarse allí, fingir que no tenían nada especial ni diferente, que nadie las perseguiría ni estaría buscando, y hacer una vida pacífica acompañada de esa gente amable. Pero en realidad, más que nada, deseaba que su vida jamás hubiera cambiado: que sus padres siguieran siendo los mismos que habían sido cuando ellas eran más jóvenes, que jamás hubieran tenido que sentir que era mejor marcharse.

-Oh, disculpad la confusión, nuestro amigo se quedó en Bjornholm cuando nosotros llegamos, y no sabe cuando regresará al continente, es un hombre de negocios y tan solo nos aprovechamos un poco de que su viaje era inminente -Admite, sonriendo con algo de apuro por haber hecho que se animasen en exceso -Podemos pasar a comprobar si ha vuelto, él estaría encantado de llevarnos nuevamente siempre que no supongamos un problema para su trayecto -Explica, manteniendo la sonrisa antes de volver a bajar la vista hacia el mapa.
-Ese bosque -continúa, señalando el que Emilia menciona, a la derecha de Braleah - durante el día es prácticamente un desierto... hay pájaros y roedores, pero nada agresivo, todos los animales que podrían hacernos daño son, por desgracia, nocturnos. Podríamos ocultarnos durante el día y movernos por la noche -Os ofrece, moviendo su dedo hasta el pantano -. Aquí nunca hemos necesitado ir, así que no conocemos lo que hay, nunca hemos necesitado ir a Melcha -Pese a que la conversación sobre el camino es importante, también lo es la vestimenta y los números a realizar, por eso el hombre se ríe durante un segundo ante la mención de esperar a la otra hermana para decidir.
-Tenemos todo en el carro, si estais seguros de querer ir a Olhyrst, puedo ir con mi hijo a por el saco de telas y así podeis ir mirándolas. De todas formas, también podemos comprar algo en las próximas ciudades, no es necesario que elijais todo aqui y ahora -Se nota en su sonrisa que la aventura le llena de energía y emoción. Desde arriba, se oye a alguien bajar las escaleras pesadamente y Haxow vuelve al comedor. Cuando Henewo lo mira, el se encoge de hombros y niega con la cabeza.
-Ay... Arsa... que cabezota eres... -Murmura más para si mismo que hablando con alguien en realidad.

La risa de Tady llena durante un momento la cocina, una risa feliz, y no de burla.
-¿Heannea? Oh, sí, vive aquí, aunque lamento no haberosla presentado, cielo, ella está aprendiendo a hilar en la casa de la vecina y no comió aquí cuando llegasteis -Sonrie, realmente feliz de que a alguien le interese lo que cuenta. La mujer escucha sin interrumpir, suspirando cuando Dorotea termina de explicarse.
-Nosotros tampoco... por eso queremos ayudar y mis padres... bueno, ellos se lanzaron a ayudar en cuanto comenzaron a llegar rumores de lo sucedido en otros sitios -Guarda con calma los platos y demás utensilios -Vamos, salgamos con los demás antes de que planeen ir con el carro como si fuera un bote -Su sonrisa indica que bromea, pero no dice nada más antes de salir a reunirse con el resto.

La verdad es que no era hombre de mundo, por lo que me quedé en silencio observando y mirando el mapa, a decir verdad una parte mía se entusiasmaba con la idea de conocer lugares nuevos, tanto así que eligiria el camino más largo y visitando todos los lugares interesantes, pero la verdad es que ello sonaba a tontería siendo que mientras más lugares y más gente en ellos más atención llamarían y no tardarían en tener a los Acorazados tras ellos. No fue hasta que mencionaron ropajes en qué me propuse intervenir.

- A mí me gustaría una gorra o sombrero que le dé. Algo de sombra a mis ojos para disimular su coloración, luego con una capa llamativa bastará para completar todo el atuendo. 

Cuando Haxow bajo por las escaleras y el señor Moralta dijo aquellas palabras le miro y sin intentar ser impertinente le digo.

- Esa mujer, Arsa. Tiene que ver su actitud con que nosotros estemos aquí y el viaje? No quiero causarle mayores problemas, por mi podría simplemente acercarnos hasta el poblado más cercano y allí veré qué hago. Con tal de alejarme de la gente de Islingfell ya será algo...

Una vez con todos, Haxow sonrie nuevamente, mostrando que las cicatrices de su cara son cada vez más grotescas cuando más lo hace, pero también permitiendo que sea más fácil acostumbrarse. De la cocina sale Tady, sin entender qué ocurre.
-Oh, tranquilo, Arsa no tiene problema con que haya gente como nosotros en la caravana -Dice él rápidamente, interrumpiendo a Henewo, que había tomado aire para hablar -Ella no quiere ir hasta Las Medusas, en su aldea eran todos muy temerosos de lo que ocurría allí y todavía lo tiene metido en la cabeza -Continúa como si no importase lo más mínimo -Pero me quedaré con ella en este continente cuando crucéis, así que no entendemos que se haya puesto tan a la defensiva -Se cruzó de brazos, con el ceño fruncido, dándole vueltas a sus propias palabras. Apenas unos segundos después, volvió a sonreir.
-Pero ya nos preocuparemos de ella más tarde, ahora vamos a dejar que duerma y se le pase un poco el enfado. Voy a por las telas de los carros, ahora vuelvo -Y todavía con una gran sonrisa en la cara, Haxow sale al exterior, volviendo a ponerse la capucha.