Partida Rol por web

El comentario del tabernero era apropiado al contexto, como todo allí. Le resbaló. Empezaba a entender de qué iba todo eso: recreación lo más precisa posible del Salvaje Oeste.

– Alguien capaz e inteligente tenía que construir una vía de escape del desierto.

Efectivamente, solo un paleto irlandés muerto de hambre podía huir de su verde isla, para morir de hambre y violencia en mitad de un pedregal. Eso era lo que se veía por la ventana de aquel tren de madera y acero. Desierto y más desierto, un territorio indeseable y con poco que ofrecer más que incertidumbre e ignorancia.

Se encogió de hombros y se sentó donde pudo. No tenía nada más que hacer hasta llegar donde fuera que tuviera que llegar aquel armatoste.

Sweetwater no sonaba nada mal ¿no? Podría haberse llamado "infierno" o algo parecido, que eso ya hubiera dado más mal rollo, pero tal cual sonaba no parecía tan malo...

Mineros, buscadores de oro...

- Hay que reconocer que se lo están currando. Menudo parque temático se han montado.

Cuando empezó a preguntar que si era una señorita o una mujer de armas tomar fruncí el ceño.

- ¿Qué pasa carcamal, que una no puede ser las dos cosas? - Por suerte a veces sabía estarme calladita, aunque claro, tampoco era de las que se mordía la lengua eternamente.

- ¿Sucios indios? Machista, racista, este tabernero es una joyita de hombre. Por no decir, que voy a necesitar un ibuprofeno si sigue hablando.

No le había respondido ni una sola palabra en todo aquel tiempo que había usado para aquel monólogo, eso sí, mientras me había bebido lo que me había puesto antes delante. Iba a necesitar el alcohol para seguirle el rollo.

- ¿Y qué es eso peor que ha escuchado que hay en los caminos? Siento curiosidad.

- Pues a este ritmo tendrán una horda de zombis... The walking dead versión far west.

No conozco el sitio, responde Teddy Flood, luego de pensar un instante en ello, pero me han dicho que es una ciudad enorme en verdad.

Sonríe un instante antes de seguir.

Vera usted señor Merry que el pueblo de SweetWater, aunque pequeño como es en comparación de su lugar de origen,  estoy seguro que tendrá lo necesario para cautivarle.

Hay allí gentes amables y cándidas señor Merry, buenos americanos si me lo permite decir así, enuncia animado, pero recientemente esa tranquilidad ha sido rota por varios incidentes.

Vera, continua acercándose confidente, se me ha enviado como Sheriff para devolver la seguridad a los habitantes del pueblo y aquí me ve usted cumpliendo dicho encargo.

Sin embargo, dice luego de mirar alrededor inquisitivamente, hace tiempo que mis pies no caminan las calles de SweetWater y bien sabe usted cómo cambian las cosas de una temporada a otra en las tierras del oeste.

Suspira con pena rememorando algo y en su rostro aprecias un leve asomo de tristeza.

Por ello preciso de hombres confiables señor Merry, indica mientras te señala, hombres como usted que me asistan como ayudantes del Sheriff.

¿Qué le parece sr Merry?, ¿tendrá lugar en su pechera para una estrella? Concluye sonriendo amistoso mientras deposita sobre la barra de madera una pequeña estrella de metal que ha sacado de un bolsillo interno de su traje.

No me debe nada querida, nada que no quiera deberme comenta pícaro el tabernero mientras te guiña un ojo.

Esta y la que viene marchan a mi cuenta señorita, cortesía del “Black Expreso” para las pasajeras como usted.

El hombre espera a tu respuesta y luego de escucharte sigue atendiendo al resto de los pasajeros que poco a poco van acercándose.

—Buenos días —saludo al tipo—. Disculpe, ¿no sabrá por casualidad cuál es la siguiente parada?

El vaquero te escucha en silencio y responde a tu saludo con un leve asentimiento mientras se sujeta el ala de su sombrero que inclina hacia ti.

A continuación sus ojos claros como el cielo se fijan en los tuyos y te obsequia con su mejor sonrisa de catalogo.

El gesto, mundano en otro, a él le queda tan bien como el sol radiante para alguien congelado de frio.

Es como un brillo irreal que ilumina las facciones de su bello rostro contagiando en ti la seguridad y la amabilidad de un hombre bueno y noble.

“Este es un tipo al que se puede presentar a los padres”, te dice tu mente, un hombre de los que ya no existen.

Cuando finalmente habla con su voz profunda y con aquel fuerte acento arcaico para ti terminas de sentir que puedes recurrir a este hombre si en algun futuro cercano te sientes en peligro.

Este tren se dirige a SweetWater señorita, dice con amabilidad, un pequeño poblado enclavado en lo más profundo de estas tierras.

Principalmente de mineros, en un comienzo, y buscadores de oro también, indica terminando su bebida de un trago e indicando al cantinero que vuelva a llenar el vasito, ahora ocupado por colonos que han encontrado en ese pedazo de tierra árida y ardiente el sitio al cual llamar su hogar.

En cierta forma es un buen pueblo, prospero si se quiere porque hay varias familias ganaderas afincadas en la zona.

Encontrara allí todas aquellas dependencias que precise para abastecerse o residir si esa es su intención, asevera levantando un ceja pues al parecer no se ha decidido aun respecto a los motivos que pueden llevar a una bella y joven señorita como tú a un pueblo perdido de la mano de Dios como es SweetWater y acompañando aquel gesto con un pequeño golpecito en la estrella de sheriff que ocultaba bajo su largo saco si precisa algo puede buscarme señorita, comenta conciliador, SweetWater le será grato en verdad si no se mete en problemas.

Por cierto, apura luego de caer en la cuenta y mientras se gira por completo hacia ti, aun no se su nombre.

No conozco el sitio, responde Teddy Flood, luego de pensar un instante en ello, pero me han dicho que es un sitio agradable en verdad.

Sonríe un instante antes de seguir.

Vera usted señor Smith que el pueblo de SweetWater, aunque pequeño como es en comparación de su lugar de origen,  estoy seguro que tendrá lo necesario para cautivarle.

Hay allí gentes amables y cándidas señor Smith, buenos americanos si me lo permite decir así, enuncia animado, pero recientemente esa tranquilidad ha sido rota por varios incidentes.

Vera, continua acercándose confidente, se me ha enviado como Sheriff para devolver la seguridad a los habitantes del pueblo y aquí me ve usted cumpliendo dicho encargo.

Sin embargo, dice luego de mirar alrededor inquisitivamente, hace tiempo que mis pies no caminan las calles de SweetWater y bien sabe usted cómo cambian las cosas de una temporada a otra en las tierras del oeste.

Suspira con pena rememorando algo y en su rostro aprecias un leve asomo de tristeza.

Por ello preciso de hombres confiables señor Smith, indica mientras te señala, hombres como usted que me asistan como ayudantes del Sheriff y me ayuden a devolver la tranquilidad a los habitantes del pueblo.

¿Qué le parece sr Smith?, ¿tendrá lugar en su pechera para una estrella? Concluye sonriendo amistoso mientras deposita sobre la barra de madera una pequeña estrella de metal que ha sacado de un bolsillo interno de su traje.

El jodido brebaje es MUY BUENO. Arde como mil demonios aullantes mientras baja garganta abajo pero tras el “incendio” inicial viene la dulzura remanente.

Quien ha elegido las bebidas sabía lo que hacía te dice tu mente.

El tabernero es de esa clase de personas que desconoce el término “mesurado” a la hora de hablar.

Lo descubres a continuación de tus palabras cuando comienza a “dispararte” una andanada de preguntas tras otras entre las que cuela alguna velada sugerencia…

…intima.

¿Cómo...mmm...se...llama, “señorita?, comienza con dudas pero luego se lanza en pos de descubrir quién eres sin miramientos.

¿Viaja sola usted?, ¿a qué va a SweetWater?, si no tiene nadie allí puedo sugerirle varios lugares bonitos, mi casa por ejemplo, para hacer de su estadía un tiempo “placentero en extremo”.

¿Qué dice?, pregunta sugerente apoyando un codo en la barra de madera y acercándose un poco hacia ti.

Mientras, el vaquero que se ha acercado recientemente sonríe como sabedor de un chiste que no comenta a nadie.

Estos actores no son muy buenos, te dice una vocecilla en tu mente, pues a tu pregunta actual hay pocas reacciones o falta de un libreto aprendido y estudiado.

Por ello el resto del viaje se sucede bastante monótonamente sin muchas interacciones con nadie aunque todo el mundo parece muy animado en sus charlas.

Desde tu posición les observas ir y venir actuando sus papeles a la perfección salvo contigo a quien parecen ignorar adrede.

Casi parece que no existieses para ellos.

Ha de ser porque es la primera vez, vuelve a insinuar la vocecilla en tu cabeza, porque este es el “testeo” del puto parque.

Y tal vez así lo sea pero aquello debe mejorarse, estas completamente convencido.

Horas después finalmente llegas a SweetWater, el pueblo comienza recortarse en el horizonte y el anhelo por lo que vendrá se enciende en tu interior como una pira ardiente de llamas danzarinas.

El viaje termina al fin.

Es hora de comenzar la aventura.

!Tiene usted razón señor!, se apura a responder apenado por su falta de cortesía, mi nombre es Teddy, Teddy Flood indica ofreciendo su mano en señal de saludo es un placer señor Bullock.

Tiene fuerza. MUCHA. Lo notas cuando cierra sus dedos gráciles y bellos sobre los tuyos.

¿Puedo preguntar los motivos de su viaje señor Bullock?, agrega interesado mientras te observa.

Estos actores no son muy buenos, te dice una vocecilla en tu mente, pues a tus palabras actuales hay pocas reacciones o falta de un libreto aprendido y estudiado.

Por ello el resto del viaje se sucede bastante monótonamente sin muchas interacciones con nadie aunque todo el mundo parece muy animado en sus charlas.

Desde tu posición les observas ir y venir actuando sus papeles a la perfección salvo contigo a quien parecen ignorar adrede.

Casi parece que no existieses para ellos.

Ha de ser porque es la primera vez, vuelve a insinuar la vocecilla en tu cabeza, porque este es el “testeo” del puto parque.

Y tal vez así lo sea pero aquello debe mejorarse, estas completamente convencido.

Horas después finalmente llegas a SweetWater, el pueblo comienza recortarse en el horizonte y el anhelo por lo que vendrá se enciende en tu interior como una pira ardiente de llamas danzarinas.

El viaje termina al fin.

Es hora de comenzar la aventura.

El jodido brebaje es MUY BUENO. Arde como mil demonios aullantes mientras baja garganta abajo pero tras el “incendio” inicial viene la dulzura remanente.

Quien ha elegido las bebidas sabía lo que hacía te dice tu mente.

El tabernero es de esa clase de personas que desconoce el término “mesurado” a la hora de hablar.

Lo descubres a continuación de tus palabras cuando comienza a “dispararte” una andanada de respuestas - y preguntas -, unas  tras otras entre las que cuela alguna velada sugerencia…

…intima.

¿Cómo...mmm...se...llama, “señorita?, comienza con dudas pero luego se lanza en pos de descubrir quién eres sin miramientos.

¿Viaja sola usted?, andar sola por estas tierras es peligroso señorita, se apura a agregar mientras levanta las cejas cómplice, le aconsejo quedarse en SweetWater señorita, hay lugares hermosos allí, lugares cómodos, “placenteros” como mi hogar, por ejemplo sentencia mientras apoya un codo sobre la barra de madera para quedar mas cerca y hablar en intimidad.

Los caminos de estas tierras esconden secretos, secretos oscuros y peligrosos.

Criaturas nefastas señorita.

¡Manitus! Sentencia y tiembla sin poder contenerse.

Hay cosas más seguras que andar por los caminos polvorientos señorita, cosas más “agradables” si me entiende usted. ¡Yo puedo oficiarle de guía si gusta!, ¿Qué dice?, pregunta sugerente.

Mientras, el vaquero que se ha acercado recientemente sonríe como sabedor de un chiste que no comenta a nadie.

Este tipo hablaba como Clint Eastwood en una peli de vaqueros. Por Dios que bien logrado estaba. Además invitaba a hablar de ese modo, como había visto hacer en estas películas.

Miré la estrella que había dejado encima de la barra. La tomé haciendo notar cierto respeto para con ella, cosa que sabía que Teddy le gustaría. La seguí observando y luego lo miré a él.

- Ummm Tengo que reconocer que la idea me atrae. Parece gratificante y tal vez un bueno modo de hacerse respetable y admirado en el lugar. Aunque… no solo de eso vive el hombre. Le seré franco, no pido mucho, pero… ¿Me dará el salario al menos, para una cama donde dormir y poder echar un trago en mi tiempo libre?

Claro, lo hice así ya que aceptar de buenas a primeras, tampoco me parecía buena idea, mejor disimular un poco de este modo.

Me quedo un momento mirando la brillante estrella de encima de la mesa. Aún no he bajado del tren y ya tengo una oferta de trabajo. Desde luego las cosas eran mucho mejores en otros tiempos. ¿No queríamos aventura? Pues aquí la tenemos.

Pero en ese momento mi mente analítica se detiene. Claro: el gancho de la historia. Tiene que haber ganchos para que la gente que se anime a participar porque si no ¿cómo hacer de este viaje algo inolvidable? Seguramente si dejo esa reluciente estrella sobre la mesa al poco rato aparezca un tipo de mala catadura con una oferta para unirme a su banda de forajidos y asaltar el banco de Sweet Water. O puede que sea un colono con un mapa de una mina abandonada. ¿Debo tomar la primera oferta?

- Que demonios, siempre he querido lucir una de éstas. ¡Camarero! ¡Sírvanos otra ronda para celebrar el comienzo de una bonita amistad! 

Le tiendo la mano a Flood.

- Señor: será un honor para mí estar en el bando de los buenos y poder ser de ayuda.

Desde pequeño he querido ser Sheriff. Y bueno, al menos ahora soy un ayudante, pero si las cosas suceden como en las películas no sería raro que hubiese algún ascenso esperando.

—Encantado, señor Flood —respondí con una sonrisa al tipo. 

Siempre había sabido que era mejor llevarse bien con los que mandaban, ya fuesen profesores, o sheriffs en un extraño juego de roles. Con esa misma máxima había aprendido a reflejar la más pura inocencia en mi rostro, y también a compartir diversión o complicidad con los que en teoría estaban por encima. Como último recurso siempre estaba hacer una llamada a papá, o amenazar con hacerlo, pero no recordaba la última vez que aquello había sido necesario. Por lo general yo era bien capaz de solucionar mis asuntos. 

El apretón me hizo enarcar las cejas. Vaya con el tío, estaba realmente cachas. Y cuando me soltó la mano disimuladamente la bajé para abrir y cerrar el puño un par de veces. Pero quería que el tipo me mirase a los ojos para que mi gesto pasara desapercibido, así que mi sonrisa se amplió con esa misma complicidad y bebí otro trago de cerveza antes de responder. 

—Estoy de vacaciones, señor —aseguré. Si hubiera sabido de qué iba el rollo me habría preparado algún personaje acorde al lugar, pero me iba a tocar improvisar sin cargarme el ambiente—. He venido a vivir sin límites, divertirme, pasarlo bien. Espero que en ese SweetWater esto sea posible... ¿No sabrá dónde están los otros visitantes? ¿Usted también viene de vacaciones... O forma parte de la organización de todo esto? —pregunté, haciendo un gesto con el dedo índice extendido girando sobre sí mismo, como si quisiera abarcar todo el parque con ese movimiento.

Tus palabras le agradan, te percatas de ello por la forma en que se iluminan los ojos a la vez que se le ensancha la sonrisa.

Y mientras apoya una de sus pesadas manos en tu hombro para afianzar el peso de lo que va a decir, te observa un instante – sin dejar de sonreír – y con aquellos ojos claros que parecen capaces de horadar el mismísimo hielo polar.

Señor Smith, comenta por orgulloso, puedo asegurarle que mientras yo sea el sheriff de SweetWater no va a faltarle un techo sobre su cabeza, cobijas para el frío nocturno y “güisqui”, tabaco y música en el Maripoosa concluye por lo bajo mientras te guiña un ojo cómplice. 

¡No se diga más!, exclama tomando la estrella y calzándola en tu pecho para luego pedir una ronda de bebidas en tu honor cosa que los pasajeros festejan alegremente.

Es por ello que entre palmadas al hombro, miradas de asentimiento – algunas seductoras o buscando seducir – y saludos de muchos extraños que en el vagón viajan recorres el resto del camino hacia SweetWater.

En el espejo que hay tras la barra te miras reflejado y debes admitir que:

¡Joder, si que te calza bien la maldita estrella!

Tus palabras le agradan, te percatas de ello por la forma en que se iluminan los ojos a la vez que se le ensancha la sonrisa.

Y mientras apoya una de sus pesadas manos en tu hombro para afianzar el peso de lo que va a decir, te observa un instante – sin dejar de sonreír – y con aquellos ojos claros que parecen capaces de horadar el mismísimo hielo polar.

Señor Merry, comenta por orgulloso, puedo asegurarle que mientras yo sea el sheriff de SweetWater no va a faltarle un techo sobre su cabeza, cobijas para el frío nocturno y “güisqui”, tabaco y música en el Maripoosa concluye por lo bajo mientras te guiña un ojo cómplice. 

¡No se diga más!, exclama tomando la estrella y calzándola en tu pecho para aceptar luego el trago que se le ha servido en tu nombre, brindar a continuación – como solo pueden brindar los vaqueros – y estrechar con fuerza su mano con la tuya.

Es por ello que entre palmadas al hombro, miradas de asentimiento – algunas seductoras o buscando seducir – y saludos de muchos extraños que en el vagón viajan recorres el resto del camino hacia SweetWater.

En el espejo que hay tras la barra te miras reflejado y debes admitir que:

¡Joder, si que te calza bien la maldita estrella!