Partida Rol por web

D'Val hace preguntas, no comprende muchas cosas, pero se da cuenta que lo que dice el enloquecido Barón tiene un fondo de realidad muy preocupante. Su hija que es de estirpe real está en manos del enemigo y si consigue sacrificarla, devolverá a la vida a un gran ejercito de muertos y a su Señor.

De golpe se oyen gritos, pero son como de pavor, aunque algo inconexos. Por el otro lado gritos más típicos de una batalla o asalto...

Lobo Solitario abre la puerta de la estancia del Barón para descubrir que un enorme ser parece que se lo a engullido. 

Capitán, vaya a dirigir a sus hombres contra la horda de bandidos. Yo me encargo de este ser...

... maldito sea, ha huido por el mismo agujero que ha usado para entrar...

El alacrán zapador responde a tus ataques con una habilidad sobrehumana. Sus patas se mueven ágilmente, bloqueando tu espada de Sommerswed, mientras sus afilados aguijones te infligen cortes dolorosos. Sus viscosos tentáculos se enroscan alrededor de tu barbilla y, a diferencia de su aspecto, se sienten duros como los alambres abarrotados de una barba crecida durante años. La criatura gime de nuevo justo en frente de ti, al punto de observar sus ojos nerviosos. Te resultan familiares.

El primer asalto termina con un impulso que os separa a ambos y la criatura aprovecha la oportunidad para escapar por la ventana. Antes de que desaparezca por completo, te frotas los ojos y te das cuenta de que quien escapa de la muerte segura no es otro que el mismísimo Barón Oren Vanalund.

Te quedas perplejo, preguntándote dónde ha ido el alacrán y por qué ha desaparecido. El hombre, en un estado de pánico absoluto, te llama "Loco Solitario" mientras huye. A los pocos segundos recobras la conciencia y deduces que has sido afectado por los hongos de la calacena, haciéndote pensar que lo que tenías en frente de ti era un enorme alacrán zapador en vez de el barón misterioso.

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Rápidamente sales corriendo tras el Capitán D'Val, quien ya había abandonado el piso para enfrentarse solo a los bárbaros. Le ves descender a toda velocidad los anchos escalones del torreón. Ignorando tu llamada, sale a la barricada con otros guerreros que protegen el lugar.

Sobre la llanura empiezan a aparecer jinetes armados que llegan desde todas partes. Van agrupándose en batallones, preparándose para la batalla. Por entre ellos se forman columnas de soldados a pie vestidos con brillantes armaduras escarlata; empujan delante de ellos, como si fueran ganado, a una fila de gentes atemorizadas.

—¡Son ruaneses! —grita D'Val, que contempla toda esta operación cubriéndose los ojos con la mano para protegerse de la luz del sol—. ¡Ese canalla de Barraka va a utilizarlos como escudo! 

A tu alrededor, los valientes hombres de D'Val han sacado los arcos y esperan la señal del Capitán para disparar. Pero no se atreve a dar la orden.

De repente, una gigantesca catapulta proyecta una enorme roca negra que vuela por los aires directamente hacia la barricada. Ves, horrorizado, que revienta despidiendo llamas y desintegrándose, al tiempo que arroja una lluvia de aceite hirviendo. Los soldados no pueden esquivar semejante diluvio; muchos de ellos resultan gravemente quemados antes incluso de que las llamas se extingan. El aceite hirviendo ha diezmado y diseminado a los hombres de D'Val, con lo que la barricada permanece indefensa.

—¡LOBO SOLITARIO! —grita D'Val. Su capa y túnica están en llamas. Solicita tu ayuda.

Un grito de batalla resuena entre las filas del enemigo: la señal de ataque. Los ruaneses son violentamente apartados a un extremo y pisoteados por la carrera de los jinetes, que se abalanzan contra la barricada. Una nube de flechas cae sobre los hombres armados y las endurecidas puntas logran penetrar las corazas de color escarlata. La primera oleada de asaltantes cae; la segunda se echa atrás. Otra andanada les hace retroceder hacia las ruinas para reorganizarse.

Aquí y allá hay grupos de bandidos que han sobrevivido a las flechas y han alcanzado la barricada. La mayor parte de ellos cae al intentar atravesarla, pero una pequeña sección en la que parecen estar los combatientes más osados se ha abierto paso por una brecha cercana a tu puesto.

De repente, un corpulento guerrero de cabello aceitoso y atado, con la cara llena de cicatrices, te ve y corre hacia ti con el objetivo de luchar a muerte.

Guerrero de Vassagonia: DESTREZA EN EL COMBATE 18   RESISTENCIA 25

• Ataque psíquico: sí aplica (+2DES).
• Sommerswerd: +8DES (No aplica el x2).
• Lanza Mágica: no aplica.
• Cota de malla: +4RES.
• Escudo: +2DES.

Si primero ayudas a D'Val:
• Pierdes el primer asalto. Lanza normal y no aplicas tu daño (pero sí tus heridas).
• El guerrero lucha con DES 20 (columna 5/6).
• D'Val no lucha contigo, se dedicará a otro guerrero (hay muchos).

Si no ayudas a D'Val:
• El destino de D'Val dependerá de su suerte.

Cuando los efectos de las esporas del hongo pasan, Lobo Solitario se da cuenta de su error... Solo la buena fortuna hizo que no acabara con la vida del Barón.

Detrás suyo gritos y cornetas... El joven Monje, aun contrariado reaccionó y siguió el camino de las escaleras abajo, siguiendo el camino del Capitán D'Val.

D'Val iba dando ordenes aquí y allá. La cosa no pintaba bien. Un ejercito escudado por civiles prisioneros, un arma de asedio que con un solo disparo hizo estragos.

El Capitán empezó a pedir ayuda... Estaba ardiendo. Lobo Solitario no selo pensó dos veces. Salió corriendo para envolverlo con su capa y así consumir las llamas. Un Guerrero enorme enemigo se le abalanzó. Intentó esquivarle, pero con poca fortuna.

El golpe alcanzó de lleno la espalda del Guerrero del Kai, más la providencia, quiso que la cota de malla resistiera el golpe, y no la atravesara, causándole solo la perdida de aire por el golpe. Con su cuerpo escudaba al desprotegido Capitán, al cual envolvió con la capa para que las llamas se extinguieran...

Voltee sobre si mismo D'Val. Voy a encargarme de este mastodonte!!!.

Bien, tuviste tu oportunidad y la desaprovechaste...

El primer envite acertó en uno de los brazos del gigantón, lo cual hizo que manejara con dificultad su arma. El segundo le segó la vida para siempre con un golpe de arriba a abajo.

124

Ruedas hacia adelante, mientras D'Val pasa por tu izquierda a la carretera, resguardándose tras un carromato al frente de una docena de sus mejores soldados. El guerrero de Vassagonia salta tras de ti, confiando poder asestarte un golpe definitivo antes de que consigas ponerte en pie, pero no se da cuenta de que está combatiendo contra un Señor del Kai. Logras alcanzarlo en pleno vuelo y muere antes de tocar tierra.

D'Val contraataca, obligando a retroceder al enemigo hacia la barricada. Ninguno de ellos escapa con vida. Y los que esquivan a los guerreros de D'Val caen bajo las flechas de los arqueros cuando intentan cruzar la llanura. Pero apenas proferido el grito de victoria se os viene encima otro formidable ataque.

Una extraña máquina de guerra que porta un gran escudo sobre ruedas aparece moviéndose con lentitud por el campo de batalla, completamente sembrado de cadáveres, y se acerca a la barricada. Numerosas flechas se clavan de inmediato en él provinientes de los soldados aliados en torno a D'Val, intentando hacer mella en el enemigo.

De súbito, una figura envuelta en negros ropajes surge tras el escudo propulsado y alza un bastón negro contra la barricada. No tarda en caer herido por un flecha, pero antes ha proyectado con el bastón una flameante bola de fuego. Rueda por la llanura y explota con un tremendo estallido, arrojando al aire los cuerpos de los defensores y buena parte de la maltrecha barricada.

A través de la nube de escombros y polvo ves que la caballería enemiga inicia la carga. Llevan todos ellos cascos de acero pulido adornados con plumas y corazas de brillante color escarlata. En la estela de la bola de fuego, abren brecha en la barricada y atacan sin cuartel. Un jinete espolea en dirección a ti su montura, con la lanza dirigida hacia tu pecho. El imponente jinete asusta a algunos soldados, creyendo que se trata de los Señores de la Oscuridad, señores casi invencibles, pero tu sabiduría del Kai sabe que se trata de un disfraz.

El Capitán D'Val y sus hombres están enzarzados en un combate a muerte con la caballería invasora, que les sobrepasa numéricamente. El enemigo presiona sin piedad la barricada, y hace uso de los caballos, herrados con terroríficas puntas, para acabar con los heridos pisoteándolos.

A cincuenta metros de la barricada otra oleada de enemigos se acerca. Traen consigo jaurías de dogos de guerra, a los que sueltan delante de la infantería. Sin dejar de gruñir y aullar, los dogos se lanzan contra la barricada con los ojos resplandecientes de color carmesí a la luz de la batalla. Saltando por entre los cadáveres y los moribundos la emprenden contra los defensores de Sommerlund.

A tu alrededor, los soldados caen desgarrados por los colmillos de los dogos. Al ver que uno de los perros se abre camino por entre los sacos y los barriles de la barricada, retrocedes, pero antes de que se te eche encima te adelantas y acabas rápidamente con él de un solo golpe.

Otro dogo se te abalanza por la espalda y te hace caer sobre la barricada, de la que ya queda poco: antes de poder librarte de él otros dos animales te hincan los colmillos en la pierna. Los soldados de tu alrededor te liberan, acabando con los dogos. El jinete ya está muy cerca.

Enemigos por todas partes, una buena brecha en la barricada que hacía a las veces de empalizada y muchos hombres caídos, pero los que quedaban valían por 10 enemigos cada uno. La lucha era encarnizada.

De pronto Lobo solitario giró sobre si mismo, al oir los cascos de un caballo. Un Jinete de Vassagonia se le estaba echando encima. El monje agarró con fuerza su espada, y se encaró en posición defensiva contra el jinete, y atacó a las piernas de su caballo, haciendo que este cayera al suelo. Ahora el combate estaba al mismo nivel...

Me gusta ver el blanco de los ojos de mis enemigos y sobre el caballo no me era posible!!! Para esto.

Una estocada atravesó el cuero protector y la carne de ese jinete desmontado, antes de que pudiera reponerse de la caída. Y el segundo le cercenó la cabeza.

Tras vencer al Jinete, el Guerrero del Kai, miró la brecha y vió que allí estaba D'Val defendiendo con sus pocos hombres el lugar. El Joven monje corrió hacía allí justo para encararse a un guerrero a punto de entrar.

Ehhh, donde te crees que vas? Santo y Seña, no lo sabes? mala suerte para ti.

La Sommerswerd barrió su frente en un arco de 180º y corto el abdomen del enemigo, que mientras caía de rodillas recibía otro golpe que acabó con su vida. 

 Lobo solitario tenía rasguños debido a algún roce con las peligrosas astillas de la barricada ahora rota. Los guerreros al verle allí empezaron a retroceder por miedo a combatir contra él. No obstante los perros no eran tan inteligentes y se lanzaron a por los defensores del lugar.

La Jauría tenía al joven guerrero cogido. Le habían conseguido morder ligeramente, y Lobo Solitario empezó a dar espadazos, pero a esa distancia tan corta mejor le hubiera servido una daga..., Los canes estaban bien heridos, pero el monje cada vez tenía menos posibilidades de evitar sus mordiscos. Para su suerte un par de soldados se acercaron y le ayudaron a rematar a los perros o a hacer que estos huyeran.

La batalla estaba en sus primeros compases cuando tu destreza como guerrero de Sommerlund se hizo evidente de inmediato. Los bárbaros, se retiraban atemorizados al ver cómo tus precisos cortes hacían que sus camaradas cayeran desangrados sin apenas resistencia. Incluso cuando nuevos guerreros aliados del enemigo, ajenos al peligro que representabas, se acercaban en busca de sangre, ignoraban que serían ellos mismos quienes pronto derramarían su propia sangre en tu presencia.

Tu valentía y habilidad en el campo de batalla eran asombrosas, y tu presencia imponía un respeto temeroso entre tus enemigos. El eco de tus hazañas resonaría en las leyendas de Sommerlund durante generaciones, inspirando a futuros guerreros a seguir tu ejemplo y enfrentar los desafíos con la misma determinación y maestría que demostraste en esa cruenta batalla.

Pero lo cierto era que esta batalla apenas marcaba el comienzo de un conflicto aún más colosal, y tu valentía se compartía con otros compañeros en el combate.

Mientras te enfrentabas valerosamente a tus propios desafíos en el campo de batalla, D'Val, tu fiel compañero, también libraba sus intensos combates. Vuestra determinación ardía igual de brillante en cada uno de vosotros, y vuestra habilidad era un testimonio del entrenamiento que habíais recibido como guerreros de Sommerlund. Sin embargo, no todos los aliados compartían vuestra suerte, y muchos de ellos caían bajo las garras implacables del enemigo.

De pronto, una lanza enemiga atraviesa tu capa del Kai y roza tu costado. Te pones en pie a tiempo r ver que el jinete suelta la lanza y echa a mano de su alfanje. Sobre su desagradable rostro se extiende una malvada sonrisa que deja al descubierto una fila de dientes ennegrecidos. Lanza su grito de combate y espolea su caballo hacia ti. No te da tiempo a reaccionar, parece que vas a morir esta vez...

—¡Agáchate! —grita D'Val, y de modo instintivo obedeces su arriesgada orden. Prácticamente al mismo tiempo dispara.

El bandido está a unos pocos pasos: la acerada punta de la flecha penetra por el visor de su casco y aparece por la parte de atrás, igual que un cuchillo atraviesa una manzana. El caballo tropieza y cae, proyectando al jinete muerto a tus pies.

—¿De dónde salen tantos bandidos? ¡Está lleno! ¡Rápido, Lobo, debemos cubrirnos en el torreón! Desde el cielo tendremos mejor oportunidad de acabar con ellos —D'Val se da la vuelta y echa a correr hacia la barricada sin darte tiempo ni a abrir la boca.

Sin perder un instante, saltas por encima del cadáver del guerrero caído y te adentras en el imponente torreón. Tus pasos resuenan con firmeza en los amplios peldaños de la escalera mientras corres hacia el primer descansillo, en donde los soldados disparan sus arcos por sendas troneras. La agonía de los bandidos traspasaba el empedrado del torreón.

En el segundo descansillo, un hombre moribundo y con sangre recorriendo su barba se asusta al verte.

—¡No! ¡No! ¡Aléjate de mí! ¡Traidor sin escrúpulos! ¡Eres aliado en secreto de aquestos bárbaros! —grita el Barón desesperado, mientras tose. No puede olvidar que apenas media hora atrás quisiste acabar con su vida y por poco es la primera víctima de esta batalla.

D'Val le manda callar. Si bien ninguno de los dos entendía tu comportamiento, el capitán tenía claro que estabas en el bando de los buenos. De hecho, tu instinto te llevó a sanar al viejo hombre. Colocando las manos sobre el pecho del hombre herido, haces uso de tus poderes curativos para aliviar el dolor antes de extraer la flecha clavada en su pecho. Es un hombre afortunado; la flecha no le ha traspasado ninguno de los órganos fundamentales. Con tu destreza del Kai recompones la carne herida en breves segundos y ayudas al hombre a ponerse en pie.

—¡No! ¡No! ¡No puede ser! ¿Eres mago? ¿Cuál es la brujería utilizada capaz de sanar y guerrear a la vez? —te dice, asombrado, pero con agradecimiento en su rostro.

Mientras tanto, el capitán D'Val se dispuso a ascender por la escalera hacia el tejado del torreón.

—¡No! ¡No! ¡No suban al tejado! ¡Hombres y criaturas aladas se han fusionado y ahora son terribles!

La escalera conducía a una trampilla que permitía la salida hacia el exterior, a lo alto del torreón. Decididos, D'Val y tú abris la trampilla y salís. Te acoge allí arriba una sorprendente vista. Los cuerpos de los soldados de Sommerlund yacen esparcidos por los suelos; sus armaduras están rotas, desgarradas, y todos ellos han sufrido terribles heridas.

Por encima de la carnicería aletea un ave monstruosa.

Sus alas baten el aire atestado de humaredas y sus garras afiladas rasgan y mutilan cuanto tocan. A horcajadas sobre el ave hay un guerrero vestido de hierro y acero, en la silla engastada de gemas preciosas, que blande una cimitarra manchada de sangre de Sommerlund. Con un hábil movimiento, el guerrero da la orden al ave y ella vuela apuntando con su enorme pico afilado y uñas puntiagudas.

En su rostro de salvaje surge una mueca maligna. Las palabras que pronuncia te resuenan dentro de la cabeza, aunque no ha movido los labios:

«Recita tus oraciones, guerrero de Sommerlund, pues tu final se aproxima».

Capitán de Vassagonia alado: DESTREZA EN EL COMBATE 22   RESISTENCIA 28

• Ataque psíquico: no aplica. Este bárbaro conoce las habilidades psíquicas.
• Defensa psíquica: evitas -2DES de sus habilidades.
• Sommerswerd: +8DES (No aplica el x2).
• Lanza Mágica: no aplica.
• Cota de malla: +4RES.
• Escudo: +2DES.

Participación D'Val:
El enemigo vuela y es desventajoso para terrestres, pero D'Val tiene un arco.
• Si sacas 2 veces seguidas el mismo número y continúa el combate, el ave muere. Resta 5DES y 5RES (mínimo quedará 10RES para seguir combatiendo).
• Si sacas 3 veces seguidas el mismo número, ignora el anterior apartado, el guerrero muere. Resta 10DES y RES/2 (mínimo quedará 5RES para seguir combatiendo).

Al fin la mayoría de los asaltantes, se retiran o simplemente dudan si seguir con el ataque, al ver la Capa Verde ondear.

De todos modos una nueva oleada se abalanza sobre la empalizada, y D'Val ordena retirarse a la torre y hacerse fuertes allí.

Soldados, todos con el Capitán. A la Torre!!!

Lobo Solitario sigue a D'Val. La idea es subir a la zona alta y desde la parte alta atacar a los asaltantes, pero un poco antes nos encontramos de nuevo con el pobre Barón, esta vez mal herido por una saeta. El Monje del Kai, no puede dejarlo a su suerte, y aunque el hombre le rehuye, pues le recuerda como quien le atacó, no puede moverse del lugar donde yace.

Lobo Solitario le aplica Curación, y evita la muerte del pobre hombre. Luego recoge su espada y sigue hacia arriba. 

El Baron les advierte de que un poderoso enemigo alado les acosa desde el cielo, pero D'Val no se detiene, y Lobo le sigue.

Al salir al exterior, un montón de hombres han caído desgarrados por las fuertes garras del enorme ave.

Capitán yo me encargo del cuerpo a cuerpo, hostigad con vuestro arco a ese pajarraco, y que su Jinete tenga que preocuparse de protegerse en lugar de atacar con libertad...

Una cosa estaba muy clara... La altura era una ventaja para el enemigo, pero un arco era algo que le atacaba a distancia mientras él no hacía nada. Si deseaba matar al Guerrero del Kai, debería acercarse, y eso le dejaba expuesto a dos tipos de ataque.

Todos tus antecesores opinaron lo mismo. Que te hace pensar que tu eres mejor? Sin tu "gorrión" de pico afilado, no vales ni media corona!!! Ven a por mi, o huye, ahora que aun tienes tiempo.

A una señal del Jinete, el ave se lanzó al ataque. Lobo, movió su arma a modo de molinillo para dificultar a la bestia y si podía dañarla. Consiguió tocarla, pero una de sus patas también le alcanzó a él. Y su fuerza era muy superior... El animal remontó el vuelo y se lanzó de nuevo en un segundo asalto, pero esta vez el joven monje dio una voltereta y le entró una estocada en una de sus alas.

El siguiente envite, con una maniobra del Jinete, el que fue sorprendido fue el valiente Guerrero del Kai. Quedó amarrado por la garra durante unos segundos, pero un golpe certero de una flecha, hizo que el ave le soltara, cayendo dolorosamente al suelo. 

Era el enemigo que mas dificultades le estaba dando, pero no era fácil combatir contra un jinete al que su montura le protege y además te ataca. Un nuevo golpe y ambos contendientes acertaron sobre sus objetivos.

Fue en el quinto asalto que el ave se posó en tierra, muy mal herida... 

LLegó tu hora, Por la Luz.

Con su enemigo a la altura del suelo, el golpe del monje fue definitivo.

10

A pesar de la ventaja en poder, altura y protección de su montura, el Jinete Alado de Vassagonia cae al suelo. Lograste dañar al ave con la ayuda de las distracciones de las flechas lanzadas por D'Val. El guerrero se tambalea y pierde pie, hasta caer por encima de vuestras almenas. Su montura alada se eleva y se aleja graznando; el espantoso chillido rasga el cielo, negro y tormentoso. En el suelo, encharcado de sangre, encuentras un hermoso Medallón de Ónice que se ha soltado de la armadura de tu oponente.

Observando la escena desde el tejado, ambos veis que vuestros hombres están enzarzados enun combate a muerte con la caballería invasora, que les sobrepasa numéricamente. El enemigo presiona sin piedad y hace uso de los caballos, herrados con terroríficas puntas, para acabar con los heridos, pisoteándolos.

Una nueva oleada de enemigos se acerca. Traen consigo jaurías de dogos de guerra a los que sueltan delante de la infantería. D'Val saca una flecha del carcaj y tensa la cuerda hasta el punto de hacerse cortaduras. No sabe a quién disparar, son demasiados. Te mira con preocupación.

Alzando la vista, descubres algo interesante a los pies el torreón: un guerrero de elevada estatura, piel quemada y nariz tallada que organiza a sus bandidos. Es horrible, como todos los bandidos, pero a diferencia de los demás, su vestimenta y actitud te indican que se trata de uno de los jefes bandidos. Asesinar a ese hombre supondrá una diferencia entre la vida y la muerte de vuestros hombres.

D'Val suelta la flecha que surca con un silbido el aire y se incrusta en el hombro del jefe de los bandidos. Oís su aullido de dolor por encima del fragor de la batalla, pero, a pesar de estar malherido, hace un intento por reunir a sus hombres.

Uno de los bandidos, al descubriros, surge de la trampilla que daba al tejado. Mientras D'Val dispara sin ton ni son, un enfrentamiento nuevo te corresponde.

Pronto, otra flecha surca el humo que envuelve el campo de batalla y atraviesa la brillante coraza del oficial enemigo. Sus malvados ojos parpadean y se cierran para siempre, a la vez que cae de su montura con la flecha profundamente clavada en el corazón.

—¡A mí, a mí! —La voz del Capitán D'Val se oye en todo el campo de batalla, por encima del fragor—. ¡Acudid a mí, soldados!

El valiente Capitán carga contra el flanco de la caballería enemiga. Éstos retroceden y franquean en el paso a los soldados de Sommerlund, que avanzan con inexorable potencia. El Capitán D'Val conduce a sus hombres hasta la barricada y dirige una andanada mortal compuesta por infinidad de flechas que se desploma sobre la desordenada infantería. Es el golpe definitivo.

Un heraldo de Vassagonia, cuya armadura escarlata está desgarrada, con la cara cubierta de sangre, se despega del grueso del ejército y toca a retirada. Contemplas cómo los bandidos supervivientes espolean sus monturas y se alejan al galope, intentando escapar sin orden ni concierto por entre los restos de la barricada. Agarrotados por la fatiga y el pánico, cabalgan a la desesperada por entre sus propios compañeros de a pie, que avanzan para apoyarlos. La infantería desfallece y cede ante el peso de su propia caballería. Arrojan sus armas y echan a correr como alma que lleva el diablo por entre las nubes de flechas que les llueven por todas partes.

Un grito de guerra, orgulloso y resonante los persigue a través de la llanura:

«¡Por Sommerlund, por Sommerlund!»

—¡Hemos vencido, Lobo Solitario! ¡Hemos derrotado al enemigo! —exclama el capitán con los ojos brillantes como si fueran joyas bajo el visor del casco cubierto de polvo y sudor.

A tu alrededor, los hombres del Capitán se afanan en la reconstrucción de la barricada y en auxiliar a los compañeros heridos. Te entristece ver a muchos guerreros de Sommerlund que yacen sin vida sobre el campo de batalla, pero te anima el comprobar que son pocos comparados con las bajas que ha sufrido el enemigo.

El Capitán te acompaña a las carpas donde los expertos limpian y curan a los heridos, en donde se encuentra el Barón Oren Vanalund. Te mira a los ojos fijamente, esperando algo más que tus servicios bélicos. Los heridos están recibiendo las últimas hierbas de laumpspur, algo que no lamentas, dado que tu habilidad curativa se aprecia con el paso del tiempo y además dispones de brebajes en tu mochila.

—Lobo Solitario —dice el Capitán D'Val con el rostro ensombrecido—. Hemos batido al enemigo, pero mucho me temo que no es más que un triunfo temporal. ¿Crees que la profecía sea cierta? Hemos de detener a tiempo el sacrificio de la hija del Barón de Vanalund si de verdad queremos evitar la catástrofe, pues nuestras fuerzas de nada nos servirán contra un adversario recién salido de la tumba.

Las poéticas palabras de la profecía vuelven a tu cabeza y un escalofrío te recorre la espina dorsal al darte cuenta de todo lo que tienes aún por delante. Dentro de tres días, cuando haya luna llena, Barraka sacrificará a la hija del Barón sobre el derruido altar de Maaken: un sacrificio que desatará la ira de los muertos del precipicio de Maaken, el abismo maldito. Sabes que tu deber es impedir este sacrificio a cualquier precio.

La inquietud te detiene. ¿Será cierta la profecía o se trata de las ilusiones de un anciano enajenado?

Mientras D'Val duda a quien lanzar su flecha, le hago un gesto indicándole el objetivo. 

A ese oficial, Capitán. No podremos con todos los enemigos, uno a uno, pero podemos "descabezarlos".

Por detrás un ruido... la trampilla del torreón se abre y aparece un nuevo guerrero enemigo. Mientras D'Val se encarga del oficial Vassagonio, yo me encaro al nuevo enemigo.

Para mi desgracia, los enfrentamientos no dan tregua, y no puedo sanarme. Sigo mal herido, pero acabo con el guerrero.

De mientras, el Capitán bajó a tierra y llamó a sus hombres, dirigiéndolos a una carga contra el enemigo que huyó desordenadamente...

El águila enemiga marchó, hacía un buen rato, lanzando un graznido que heló la sangre de todo contendiente, pero que rebajó la moral a los de su bando al ver que huía... De ese enfrentamiento un collar con un ónice quedó en manos del monje, perteneciente al fallecido Jinete enemigo.

La caballería enemiga también volvía sobre sus pasos, y la infantería, arrojando las armas corrían por sus vidas.

Al final, un grito ensordecedor de las tropas leales al Rey, gritaron al unísono!!! La batalla se había ganado una vez más.

Nos reunimos todos de nuevo. El Barón miraba a su alrededor... los hombres eran atendidos y recuperados con las últimas pociones de laumspur, aun así Lobo Solitario tuvo que hacer su imposición de manos a aquellos que estaban peor.

Unos cuantos hombres, sanos, se afanaron en reconstruir mínimamente la barricada.

Capitán, tomad, esta poción. Si no estáis herido ved a quien es mejor dársela. Yo me deberé tomar alguna, pues esta vez he recibido de verdad, pero vos no podéis caer. Sois quien enardece el corazón de estas tropas.

En cuanto a la profecía, creo que entre toda la locura que envuelve el pobre Barón, tiene que existir algo de cierto. No puedo dejar la Suerte al destino. Es mi obligación ir a comprobar si se trata de un "cuento de niños" o es la cruda realidad que hay que afrontar. Al menos, he de intentar evitar que la hija del barón muera. Se lo debo al pobre hombre (12)

12

«Las profecías pueden ser lacras para quienes no saben interpretarlas. La profecía cuenta que solamente un único hombre, el elegido, podrá salvar a la princesa. Todos los demás serán recordados por su fracaso. No desafíes las profecías o morirás en el intento.

Aquí mi ofrecimiento. Úsalo en situaciones especiales.

Lund»

La carta viene acompañada con un paquetito de papel y una nota "Manteca de Vanalund".

El capitán D'Val admira tu determinación y se lamenta no poder acompañarte.

—Señor del Kai, nuestro camino se separa, pues debo informar al Rey, personándome yo mismo en Holmgard. Debo cuidar de mis hombres y asegurarme de que llegan a la ciudad lo más rápido y sanos posibles. Te deseo suerte y estoy seguro e dque conseguirás desentramar el misterio de esa profecía.

Sobre la frente te brota un sudor frío al comprender la dificultad de la misión, pues te separan de la meta largos kilómetros ocupados por el enemigo, aun sin extinguir. Pero queda aún un rescoldo de esperanza. El capitán D'Val se dirige al límite de la asentadilla, donde se aprecia el horizonte.

—A ochenta kilómetros al sur de Ruanon, las ruinas de la ciudad de Maaken descasan sobre el mismo borde del Precipicio de Maaken. Dado que el enemigo se bate confusamente en retirada, tus posibilidades de éxito son mayores ahora que antes de la batalla de Ruanon.

Antes de emprender tu peligrosa misión, el Capitán D'Val te ofrece una serie de objetos:

- Alimento para 3 Comidas.
- Una cuerda corta.
- El arma que desees (hacha, espada corta, larga, arco, daga, bastón, lanza).

Mini actualización. Decide con qué objetos te quedas. Domingo noche o Lunes, seguiremos.