Partida Rol por web

Al finalizar el viaje hacia Kyuden Hida cinco de tus seis dedos de jade se han vuelto completamente negros. Sólo te queda un dedo de jade.

Embarcáis llevando con vosotros la montura de Valkai y dos monturas más. Al cabo de una semana desde el combate con los maestros elementales atracáis el barco en Kyuden Hida. No hay samurais protegiendo las tierras cangrejo, parecen abandonadas a su suerte, sólo los campesinos y sirvientes se encuentran en el lugar.

Nadie os recibe al atracar el barco que ha llegado en la noche del sexto día de viaje por mar. Durante el viaje no ha habido incidentes.

Desde que Kaori lleva los pergaminos, aquellos que estáis manchados no notáis que la carga que supone la mancha os esté asfixiando de la manera en que lo hacía antes. La mancha sigue presente pero su extensión por vuestro cuerpo y mente se ha ralentizado.

Por su lado, Kaori es inmune a la propagación de la mancha y parece que sólo se ha contaminado un poco por exponerse a leer los pergaminos de forma voluntaria.

Cruzada de brazos sobre la proa de la embarcación, observó en silencio las tierras que había ante ellos así como el castillo de los Hida. Su fortaleza abandonada, su tarea como escudo de Rokugán destruida y su voluntad deformada en manos de Fu-Leng. Nunca antes había estado allí, pero estaba claro cuál era la situación...
¿La parte buena? Nadie se opondría a sus planes. Para bien o para mal no quedaban ya guerreros que pudieran presentar batalla. O eso creía. El Cangrejo era astuto, pero también el Dragón

-Cuidado. La apariencia de debilidad es el más antiguo de los engaños -masculló, al tiempo que saltaba por la borda tomando tierra con un grácil movimiento. No era su tierra, así que aguardó que el Oni Negro los guiara a través de aquel páramo. Se giró hacia él y trató de observar a través de su máscara. ¿Qué clase de desolación recorrería sus huesos contemplando la fortaleza insignia de su Clan convertida en un yermo casi vacío?

Su vista se paseó también por lo demás, uno por uno, sopesando el estado de ánimo y la voluntad de cada uno de ellos. Por último, se detuvo en Shiroi, un tiempo significativamente mayor. Las cuencas oscuras bajo los ojos de todos -mezcla de cansancio y Corrupción- se pronunciaban especialmente en la ronin: su empeño en cargar con un peso para el que no estaba preparada no saldría gratis
Lanzó una muda plegaria a los kamis para que su tozudez no costara vidas

La brisa marina de las costas de las tierras de sus Ancestros rozaron el rostro del Cangrejo una vez más, sin embargo en lugar de sentir orgullo y satisfacción por regresar a su hogar, solamente sentía amargura y vergüenza. La sombra de la deshonra manchaba cada centímetro de esas tierras y el corazón del samurái lloraba por la pérdida mientras su rostro se mantenía impertérrito mientras el kobune se acercaba al puerto.

Oni Negro se acercó a sus compañeros una vez hubieron desembarcado. –“No debemos confiarnos, pues desconocemos la situación exacta en el que se encuentran las tropas de Kyuuden. Reconozco que me ha sorprendido que no hubieran samuráis en el muelle, pero dudo mucho que el Gran Oso deje su casa desprotegida cuando marcha a la guerra, aunque se haya dejado seducir, es un gran estratega. Debemos tratar estas tierras como si fueran las mismas manchadas por el poder del Jingoku y actuar como si fueran una sola”.

El Cangrejo alzó la mirada hacia la figura fortificada del castillo antes de volverse y continuar. –“Creo que lo más sensato es que trate de obtener información acerca de las fuerzas que el Cangrejo se ha llevado rumbo a la capital y cuantos efectivos quedan para defender Kyuuden. Una vez posea esa información trataré de conseguir comida duradera para el trayecto y jade para todo aquel que lo necesite. Como comprenderéis esta es una misión que debo cumplir en solitario, pero antes de adentrarme, volveré para informaros y; de ser necesario, proponer el cambio  del kobune de muelle. Recordad que el Cangrejo es nuestro enemigo, pero puede que, quizás unas palabras adecuadas hagan resurgir el honor entre las filas de mis deshonrados hermanos”. La mirada de Oni Negro se tornó por un instante tierna y triste mientras comentaba sus últimas palabras, pero regresó rápidamente a la determinación habitual esperando que la mayoría aceptase su decisión.

La Dragón asintió quedamente
Si tenía alguna pega al plan descrito por el Oni Negro nada dijo. En cualquier caso de haberlo hecho, dadas las circunstancias, habría caído en saco roto. No podía sentir la pena del Cangrejo, pero ver las tierras que los defendían a todos corruptas por la Mancha y envilecidas encogía su corazón. Ante sus ojos no sólo se caía a pedazos el Clan del Cangrejo, sino Rokugán entera. Y supuso, sin mirarles, que el resto de sus compañeros sentirían algo parecido...

Más les valía triunfar en su cometido, o aquel paisaje desolador (e incluso mucho peor) sería lo habitual en cualquier parte de su otrora magnífico Imperio

El tiempo no era algo que les sobrase y tras el silencio de sus camaradas el Cangrejo puso rumbo a la gran montaña que contenía la gran fortaleza de su clan. Estaba decidido a hacer lo que fuera necesario, incluso arrebatar vidas de aquellos que una vez fueron sus hermanos.

Oni Negro conocía perfectamente las formaciones y las guardias de los soldados de Hida Kisada y también, aunque no se sentía orgulloso de ello, sabía que había quien no se habría unido sin reservas a su traición al Imperio, por lo que si se daba el caso, podría utilizar esa baza, pero en un último recurso.

Buscó una de las entradas a las cuevas de la base de la montaña y se introdujo en su interior para entrar sin ser visto en la fortaleza, buscaría un camino directo y seguro hacia el interior. Una vez dentro, solamente tendría que actuar como si volviera de una misión, como había echo en tantas otras ocasiones.

Tras el viaje en barco, llegaron por fin a Tierras Cangrejo.
El trayecto se le había hecho largo y pesado a Valkai. Era su primera vez viajando por mar, y aquella sensación de que su vida dependía de unos tablones de madera era agobiante y frustrante.
Además, los primeros días se mareó bastante... al final, logró acostumbrarse pero seguía intranquilo sobre el barco, incapaz de controlar sus pasos.

Una vez en su destino, el paisaje era desolador, como si todos se hubieran marchado. Aquella era una imagen que entristeció al Moto, que había considerado al Cangrejo como al Clan al que más respetaba por su valiente labor. Pero aquella traición a su labor ancestral, le enfurecía y entristecía a partes iguales.

Oni Negro dijo que quería adentrarse sólo en sus tierras.
Creo que estás en tu derecho de hacerlo, siendo tus tierras. Pero no me parece una decisión muy sensata, cuando no sabemos qué peligros pueden aguardarnos.
Si aún así es lo que deseas, aguardaremos a tu regreso. dijo Valkai, dejando que el Cangrejo fuera sólo si lo deseaba.

Finalmente llegaron a las provincias que habrían de ser la frontera sur de Rokugán, pero que ahora aparecían extrañamente vacías y grises, como si la misma tierra se hubiera rendido en su lucha por vivir. El Cangrejo expuso su idea de adentrarse en solitario en la fortaleza a la que una vez llamó hogar y que ahora era un centro de poder de sus propios enemigos. Pero ella sabía bien  el tipo de pruebas que allí lo esperaban. Al fin y al cabo, no hacía sino días que ella había hollado en solitario los hermosos salones de Kyuuden Doji.

-No importa lo fuerte que creas ser, Oni Negro. -La voz de Shiroi era extrañamente suave, y mezclaba su firmeza habitual con una honda tristeza. -Puede que ninguno de nosotros sea capaz de sobrevivir sólo. Un Hida llegando a su hogar no es algo extraño. Que una simple ronin lo acompañe tampoco sorprenderá a nadie. Iré contigo.

Mientras hablaba, liberó de su cinturón la bolsa que guardaba su propia carga, el primero de los Pergaminos Negros que habían recuperado y leído, aquel que le fue entregado de manos de Toturi, el que una vez se llamó Akodo. Con cuidado, lo depositó en el suelo, en mitad del grupo de Truenos.

-No me arriesgaré a entregar esto a nuestros enemigos, por eso os lo entrego hasta que regresemos. Decidid vosotros quién lo guardará hasta ese momento.

Dedicó un saludo hacia el grupo, deteniéndose un instante ligeramente más largo en la ronin pelirroja, y luego se giró para seguir los pasos de su compañero. Con elegancia, cubrió la distancia que los separaba y se colocó a su lado. Tal vez todos acabaran muriendo en su oscura tarea... pero ninguno merecía morir en soledad.

Me mantuve en silencio y en lejanía a mis compañeros, el viaje a la tierra del clan cangrejo fue arduo pero no tanto como para dejar de mal humor mi estado de conciencia, sentandome en un costado, con la naginata al hombro, los observo, refleccionando las palabras de Oni Negro, Shiroi, Valkai, y la dragón.

Sin inmutarme en lo más mínimo, como una roca en un arroyo tranquilo, regulando mi respiración cómo si de una meditación se tratara, me concentré en la mancha en mi alma, en la amenaza constante de la oscuridad sobre mi corazón.

Blanqueado mi mente, cerré los ojos y me concentré en el vacío, en el reino en el que nada existe, volví a la antigua comprensión de la realidad, mi cuerpo se relajó, y de dicha sensación volví a conectarme con mi propósito real.

Y aún así, me mantuve cayado, esta es su misión también, y los riesgos son necesarios, lo que ellos no tienen en cuenta es que el peligro existe tanto para ellos cómo para nosotros. 

Y sin embargo no digo nada, por qué presiento que mi pelea no está muy lejos. 

La fortaleza está abandonada a su suerte, no queda jade a pesar de que Oni sabe con certeza donde encontrarlo. Y comida han dejado lo suficiente para alimentar durante un año a los campesinos. Así que os hacéis con comida si queréis.

Shiroi se percata de que Oni se mueve con mucho sigilo y que, de no ser porque la fortaleza está abandonada, ha puesto en peligro la incursión de Oni al acompañarlo. Enlentece a su compañero que sabe donde tiene que pisar evitando alguna trampa y no se mueve con tanta discreción pudiendo haber alertado a algún guardia.

Oni en un momento dado se da cuenta de que hay un sólo samurai en el castillo. 

El antiguo León había permanecido recluido en un taciturno silencio durante la mayor parte del viaje, con la mirada perdida en las olas lejanas, y su rostro normalmente imperturbable convertido en una cenicienta mueca de amarga impotencia.

Estaba claro que una pena reciente corroía el alma del Akodo, aunque ninguno consiguió averiguar mucho más sobre el asunto. Sus indagaciones chocaban siempre contra la férrea determinación del orgulloso personaje, y lo máximo que obtenían eran vagos comentarios de un abstraído HIDENAGA respecto de lo mucho que hubiera deseado participar de la Batalla del Paso Beiden.  

En cualquier caso, aquel extraño talante desapareció por completo en cuanto comenzaron a hacerse visibles las tierras del Cangrejo. Más precisamente, en cuando les resultó a todos evidente que algo terrible había pasado en aquella región.

Era como si la desoladora visión de las tierras vacías hubiera sido suficiente para recomponer el espíritu alicaído del Akodo. Y como si el descarnado horror que evidenciaba la presencia del Maligno, bastara para inflamar de nuevo el corazón del atribulado guerrero.

En verdad, así era. Pues al tomar por fin dimensión de la magnitud del poder de su enemigo, el antiguo León no pudo más que avergonzarse de su lamentable estado. Pues comprendía la estupidez en la que había caído, al otorgarle tanta importancia a la Gloria de la batalla, o una mísera reivindicación personal, cuando lo que se hallaba en juego era nada menos que la propia supervivencia del Imperio.

Y así, disipadas definitivamente las sombras que confundían su juicio, una renovada furia inflamó de nuevo el corazón herido del León, que encaró con firme determinación la siguiente etapa de su viaje...

- No estoy seguro de que sea lo más justo. - dijo mientras alzaba del suelo la bolsa con el pergamino que les había otorgado TOTURI, y se lo extendía a su compañera Dragón. - Pero creo que no hay nadie más adecuado para llevar esta carga...

Si el antiguo León tenía alguna objeción respecto de la decisión de ONI NEGRO de continuar su búsqueda en solitario, nada parecía evidenciarlo.

Asintió quedamente, recogió el Pergamino Negro ofrecido por Hidenaga y lo guardó con los demás, en absoluto silencio. Su mirada permanecía en el horizonte, en el lugar por el que habían desaparecido el Cangrejo y la ronin. No estaba segura de cuánto tiempo debía darles antes de sopesar la idea de un ataque contra ellos, pero su corazón por ahora dictaminaba paciencia. Y así, hierática, se mantuvo

Estaba vacío, la fortaleza inexpugnable del Cangrejo estaba desatendida y a merced de sus enemigos. Los ojos de Oni Negro no daban crédito a lo que veía, sin embargo alguien más se encontraba en Kyuden. Sólo las Fortunas sabían si era un amigo o un enemigo, pero tenía el presentimiento de que se tratará de alguien poco o nada útil de cara a la invasión, pues si en algo destacaban las estrategias militares del Gran Oso era en el provecho que era capaz de sacar a cada samurái bajo su mando.

Oni Negro se detuvo un momento en la oscuridad de la fortaleza y susurró al oído de Shiroi. -"Kyuden está vacío. Sólo podemos hacernos con víveres para la travesía y evitar consumir alimentos contaminados de Tierras Sombrías, no queda nada de jade, pero sé dónde conseguirlo antes de ir a la Tumba de Iuchivan; pues las minas de la familia Kaiu se encuentran muy cerca de allí”.

La mirada del Cangrejo se posó en dirección a la presencia que sentía, cada vez con más claridad. -“Queda alguien más en la fortaleza… Creo que deberíamos ir a ver de quién se trata, pues Kisada de ha llevado a todo samurái capaz de pelear sabedor de que no hay enemigos hacia el sur, pues se ha aliado con ellos y si se repliega hacia tierras Cangrejo, los restos de las fuerzas imperiales nunca podrán vencerle aquí. Tal y como lo veo yo, si es un aliado potencial o un enemigo de Kisada, sería una pena que le dejásemos morir aquí. Si por el otro lado es un enemigo, debemos destruirle, puesto que igual que yo conozco su presencia, él sabe de la nuestra y dejarlo con vida es ponernos aun más a merced de nuestro enemigo.

Los pasillos vacíos de la fortaleza Cangrejo resultaban una visión extraña e inquietante. Los que otrora habían sido muros inexpugnables ante cualquier enemigo lucían ahora débiles y abandonados, como si la fuerza que representaban se hubiera marchado con los que habían sido sus guardianes. Los ecos de sus pasos en las salas del gran Kyuuden devolvían a Shiroi una emoción de pérdida... de desazón mezclada con una profunda tristeza. Hablaban de los errores que se habían cometido, de los que se volverían a cometer, y del destino que esperaba a Rokugán si fallaban en su tarea.

Cuando Oni Negro habló, Shiroi asintió quedamente, pero cuando reveló la existencia de otro samurai en el castillo lo miró extrañada.

-Ninguna estrategia razonable dejaría a un único hombre con vida atrás para defender un fuerte vacío. -Respondió con el ceño fruncido. -Sea quien sea quien se oculta entre estos muros, su presencia no puede ser fruto de la casualidad. Averigüemos con quién ha de cruzarse nuestro destino hoy, Oni Negro. Te sigo.

Decidís dar caza al samurái que está en Kyuden Hida. Pasáis bastante tiempo intentando dar con él, parece que conoce el terreno y os va evitando aunque vais acortando distancias poco a poco. Al cabo de una hora estáis bastante cerca, el deja de huir desenvaina su katana y se enfrenta a vosotros sin mediar palabra.
Lleva una armadura pesada y se ve que tiene experiencia, no es un samurái novato.

Lleva una armadura pesada y se ve que tiene experiencia, no es un samurái novato.

Que emblemas lleva en la armadura para indicar a qué ejercito, compañía y escuadra pertenece. Soy Cangrejo, por lo que puedo identificar ese tipo de numeraciones militares. :)

También tiro conocimiento heráldica para ver si le reconozco

Finalmente, tras una extraña y desconcertante persecución que más bien parece una batalla de inteligencia y tesón, se encontraron frente a frente con el único alma que había quedado en el interior de la otrora bulliciosa fortaleza cangrejo. Se trataba, a pesar de todo, de un samurai aparentemente normal, cubierto por una de las pesadas armaduras típicas de los defensores de la muralla. 

-Detente. No somos asaltantes ni traidores al Imperio. -Anunció Shiroi tan pronto consideró que el otro podría escucharla. -Nuestro único enemigo es Fu-Leng y sus hordas de Jigoku. Si aún eres leal a Rokugán... si luchas contra las Tierras Sombrías... entonces estamos en el mismo bando. Por favor, rinde tu arma.

Sin embargo, si el Hida comprendió sus palabras, hizo omiso de ellas, pues tan pronto como se acercaron se colocó en posición de combate y apoyó su acorazado guante en la empuñadura de su espada. Sin embargo, para los ojos de Shiroi, los movimientos de su oponente parecían lentos, como si se moviera bajo el agua. Era imposible que alguien así pudiera desafiarla. Y sin embargo...

-No desenvaines tu espada. Si lo haces, serás nuestro enemigo. -Advirtió, entrecerrando sus ojos y endureciendo su tono de voz. En el fondo de su corazón, detestaba matar. Pero no toleraría que los amenazaran. Y sin embargo, sus palabras cayeron en oídos sordos. El samurai que estaba frente a ellos no detuvo su mano, y el filo de su espada brilló cuando comenzó a deslizarse fuera de su funda.

Pero no llegó a hacerlo. 

Fue un golpe de viento, más rápido que la propia vista. Con la velocidad del rayo, el acero de Shiroi brotó en mitad de un torrente de aire que lo empujó fuera de su saya. El acero Kakita infundido del poder de los kamis de aire cantó su canción de muerte, y el mundo se congeló en un instante en el que sólo la ronin pareció moverse. 

Y en el siguiente latido de corazón, todo había terminado. Una gota de sangre cayó desde el filo de Shiroi. Y el brazo del Hida hizo lo propio, segado como el trigo maduro.

Luego de que sus camaradas se alejaran en dirección a la fortaleza del Cangrejo, HIDENAGA extrajo de entre los pliegues de su kimono una lámina de pergamino bastante ajada y castigada por el uso, y la extendió sobre la tierra desnuda.

Pronto, los demás truenos pudieron comprobar que se trataba de un mapa, aunque algo tosco y muy poco detallado, que en su mayor parte no era más que unas cuantas manchas y líneas semi-borroneadas.

El antiguo León permaneció escrutando el mapa durante un buen rato antes de devolverlo a los rincones de su kimono.