Partida Rol por web

Sabía que me encontraríais. Elías...: sabía que encontrarías mi diario en medio de la selva y que contactarías con las personas adecuadas para visitarme. Siento mucho el trago de mi desaparición, pero era necesario para atraer a las personas que necesitaba: ¡gracias por traerme a Connor y Lecián! Pero sobre todo, ¿dónde está Edwards? ¿No ha venido con vosotros? -se refería a Edwars Evans-Pritchard. ¡Sólo con su ayuda y sus conocimientos podremos invocar a Ak'mi! -el visible estado de locura de vuestro hasta ahora amigo, pues os estaba haciendo prisioneros, era evidente-.

Aquello se había convertido en una encerrona de manual, y Connor tuvo tiempo de maldecirse mil veces durante aquellos instantes por no haberlo visto venir. Pero había algo que le preocupaba más que todo eso, y se trataba del hombre que tenían ante ellos. Habían encontrado a Marvin, pero parecía que aquello se había convertido en malas noticias para ellos. El profesor parecía fuera de sí, como en trance mientras llevaba a cabo aquel ritual. Y su semblante no había cambiado mientras se dirigía a ellos. Había que hacer algo, pero, ¿el qué?

-Profesor, ¿qué demonios es toda esta representación? ¿Que van a hacer con ese pobre desgraciado?-Escuchó sus palabras antes de continuar-Pues resulta que Edwards sufrió algunos contratiempos en Cuiabá, mientras tratabamos de encontrar indicios que nos pusieran tras su pista. Era mejor para su salud que se quedara allí.

Tal vez hubiera sido lo mejor para todos nosotros, viendo todo esto.

¿¡Ese pobre desgraciado!? JA JA JA -reía a carcajadas Marvin-. Aunque no lo parezca, ¡está agradecido! Es el último sacrificio antes de la venida de Ak'mi. Ahora es parte de su historia... Y de la nuestra. ¡Uníos a la ceremonia de los Katwui! -entonces recordásteis que ese nombre ya lo habíais escuchado antes, pero ¿dónde?-. ¡UNÍOS A NOSOTROOOOSS!

Entonces, todas aquellas personas que os rodeaban, ataviados con ropajes de indígenas aún no siéndolos, corearon al unísono: ¡¡¡¡¡KATWUIIIIIIII!!!!!

¡Estás loco, Marvin! -gritaba Elías llevándose las manos a la cabeza-. ¡Estamos aquí por tí, pero para encontrate! ¡No para comprobar que eres el cerebro de un turbio asunto como éste! ¡Qué pensarás las autoridades brasileñas! ¡Te deportarán y luego te encerrarán!

¡JA JA JA! ¡Eso no va a pasar, viejo amigo! -entonces extendió las manos y miró al techo de la gran cueva-caverna-. ¡¡¡AKK'MIIII!!! -gritó el nombre de la deidad de los Otwes-. Y acto seguido una gran ola de lava emergió de aquel pozo de lava, bañándolo por completo y matándolo al instante. Segundos después, cuando la lava cayó como chorros de nuevo al pozo, en la cadena sólo había colgado los huesos de aquel tipo.

¡¡ JA JA JA !! ¿Véis? ¡ JA  JA ! ¡Somos los herederos, los Hijos de Ak'mi! ¡ Y ahora se nos revelará, y con él su PODEEER! ¡¡Uníos a nosostros!! -de una manera muy desquiciada, os extendió la mano para que cayérais sobre aquel yugo de obediencia ante tal demostración de increíble poder-.

La muchedumbre que os rodeaba comenzaba a murmurar algo entre dientes, y poco a poco iban subiendo su tono. La situación, desconocida e incierta, era realmente desesperante y tensa.

Katwui, Ak'mi, otwes.... Estoy empieza a ser demasiado, y al final de lo único que se trata es de que Marvin se ha vuelto loco. Pero, ¿qué hacer ahora?

- Elías, Connor -digo en voz baja mientras desenfundo despacito mi pistola- el pobre desgraciado debe de ser el otwe que se llevaron. Y Katwui era a lo que tanto miedo tenían en el poblado. ¿No será la figura de la foto? ¿Veis esa estatua por aquí?

Después me giro hacia Marvin y, con la pistola en la mano (pero sin apuntarle todavía) le digo:

- Marvin, ordena a esa gente que se retire. No te puedes imaginar lo cabreado que estoy, querido amigo. He recibido tres balazos por venir a buscarte, tres. Y ya me he cansado de tonterías. Así que mira, yo no sé cómo de poderoso será ese Katwui, pero estoy dispuesto a ponerle 9 mm de plomo en la cabeza a cualquiera que me impida irme de aquí.

Hago una pausa dramática, durante la cual observo los movimientos de quienes nos rodean, y extraigo la extraña bola extraterrestre que conseguí en la tienda del polaco. La levanto con la mano izquierda a la altura de mi cabeza.

- Por otro lado, Marvin, si detienes esta locura y le dices a toda esta gente que se vaya a su casa, a lo mejor tengo algo que te puede interesar....

Connor observó con una mezcla de tristeza y temor como se confirmaban sus impresiones de que Marvin había perdido completamente la cabeza, obsesionado con los rituales de los hijos de Ak`mi, parecía dispuesto a seguir ofreciendo sacrificios humanos y no hacer caso a sus palabras. Aun así Lecián intentó razonar con él una vez más, dudaba que fuera a conseguir algo, hasta que observó que había sacado la misteriosa bola que les había mostrado en Cuiabá, parecía que había pasado una eternidad desde aquello. Acercándose a su compañero, le susurró con prudencia.

-Tenga cuidado con eso, Lecián, puede que sea nuestra mejor baza para jugar contra esta banda de chiflados.

A pesar de que sabía que no serviría de mucho, acerco instintivamente su mano a la funda donde llevaba la pistola, dispuesto a desenfundar en cualquier momento.

No hagas ninguna tontería Martín, JA JA JA -decía Marvin-, piensa en tu padre. Él era razonable, pero tú... -entonces el fugitivo sacó aquella bola oscura, esa especie de orbe que había adquirido días atrás en una casa de antigüedades de Cuiabá-. Marvin se detuvo, y aquellos hombres que os rodeaban se quedaron estupefactos. Ninguno de ellos se dió cuenta cómo Connor llevaba la mano a su bolsillo, pues Martin elevó la pieza y todos sin excepción parecían mirarla... Todos. SIN EXCEPCIÓN:

La gran estatua del fondo de la sala, la que estaba excavada en relieve en el extremo opuesto de la caverna, junto al gran pozo de lava, También observó con uno de sus ojos la pieza oscurecida. El ojo de la talla rocosa comenzó a brillar y a moverse en la dirección del brazo de Lecián. Entonces el orbe en la mano de éste también comenzó a brillar de la misma forma. ¡¡Tanto Connor, como Rondón y sus acompañantes se dieron cuenta que lo que tenía Martin entre sus dedos no era ni más ni menos que una de las pupilas de la gran escultura del templo!!

¡Por el Dios Ak'mi! ¡¡ESO ES...!! ¡¡ESSS....!! -Marvin, ahora aterrorizado y habiendo un par de pasos hacia atrás, miraba temeroso los haces de luz que el orbe de Lecían comenzaba a exhalar. Eran rayos de un color verde intenso, cada vez más brillantes-. Ni tan siquiera le dió tiempo a terminar la frase, cuando oísteis un tremendo chasquidos.

¡¡¡¡CKLAFFFPPPPPPPPPPPPP!!!! ¡¡GRRPRPPPPP!!

Parecía como si el fondo de la caverna comenzara a desprenderse. La multitud de cultistas que os rodeaban dejaron de atenderos, pues se agacharon instintivamente fruto del susto del chasquido. También giraron sus cuellos en direccion al repentino derrumbamiento. Segundos despues, si difícil de asimilar había sido todo vuestro viaje hasta ahora, vísteis lo que jamás podríais haber imaginado: la gran escultura de piedra se "desató" de la pared de la caverna, empujando sus brazos y piernas hacia delante* y "saliendo" de la vertical a la que estaba anclado.

Aquello no era sin un gran ente humanoide, pétreo y gigante, tal vez de unos treinta o cuarenta metros de altitud. A medida que se separaba de la pared las últimas rocas caían y rodaban hacia abajo hasta que ganó libertad y autonomía para moverse. Su ojo en su rostro de relieve, ahora tremendamente brillante, contemplaba de nuevo el orbe de Lecián en la mano, que seguía emitiendo haces de luz. Era como si aquella enorme mole buscase la parte que el fugitivo tenía... Y entonces: ¡COMENZÓ A AVANZAR A PASOS AGIGANTADOS!

¡¡Y aquellas zancadas hacían retumbar la caverna de los sacrificios como si de terremotos se tratase!!

¡¡LO HABÉIS DESPERTADO!! ¡¡ES AK'MI!! ¡Es el dios de los Otwes, ahora nuestro nuevo guía! -antes de que ni siquiera se os ocurriera hacer nada, Marvin se adelantó y corrió hacia él, colocándose delante del pozo de lava (que era lo que en esos momentos separaba al gran totem, ahora hecho figura móvil, de él-. ¡¡OH GRAN DEIDAD!! ¡¡ESPERÁBAMOS TU VENIDA!! -extendió sus brazos y se arrodillo, todo de una forma totalmente fanática y sin control de emoción razonable alguna-. ¡¡LEALES SIERVOS TE ESPERAN, TUS ÓRDENES SON DESEOS PARA NOS...!!

¡¡GRRRRRRRRRRRRRRRRRRRAAAAAAAZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZ!!

La palma del gran ídolo de piedra voló desde las alturas hacia abajó, aplastando cual mosca a vuestro hasta ahora amigo Marvin en un instante y provocando su muerte al instante-.

La multitud comenzó a dispersarse gritando, intentando huir por la galería que conducía a esa caverna ¡Aquel monstruo ahora parecía avanzar hacia vosotros!

Lo primero que piensa Martin al ver la enorme estatua separarse de la parede y avanzar hacia ellos es que, si el anticuario de Cuiabá supiera qué poder tiene la esfera, la habría vendido mucho más cara. Qué buen negocio hice, caramba.

Pero cuando la gran masa de piedra aplasta de un manotazo a Marvin, el terror se apodera del joven ladrón. ¡Esto parece una pesadilla! No quiero acabar mis días como Sorocco. Nunca debía haber venido a Cuiabá, nunca debía haber comprado esta esfera, nunca debía haber hablado con Lévi-Srtrauss...

Martin Lecián nunca fue un chico reflexivo ni razonable. Martin está enfadado con el enorme Ak'mi, con Marvin y con todo este jaleo de los adoradores, por eso, la primera idea que se forma en su cabeza, en medio segundo, es la de hacerles daño a todos a cambio del miedo que está pasando él... Sin pensárselo, echa atrás el brazo con el que sujeta la esfera (el ojo de Ak'mi) y la lanza al pozo de lava...

Los ojos de Connor parecían querer salirse de sus órbitas cuando vio a aquella mole de piedra cobrar vida y avanzar hacia ellos. Pero en el momento en que aquel ser sobrenatural aplastó en un instante a Marvin con una de sus manazas, el ejercicio de contención para no caer preso de un ataque de pánico fue tremendamente complicado.

Tras acabar con su antiguo amigo, observó aterrorizado que la criatura se fijaba en la pieza que Lecian llevaba en las manos y que había desencadenado todo esto. Y avanzaba hacia ellos. No había mucho más que hacer, salvo salir por patas de allí cuanto antes. Pero primero prefería dejarle algo claro a su amigo.

-¡Lecian, tire esa puñetera esfera del demonio a tomar por culo y salgamos de aquí!

Dándose cuenta de que su amigo había decidido eso mismo unos instantes antes de que gritara, se quedó por unos instantes congelado, esperando ver si la esfera caía en el pozo de lava.

Lecián lanzó el orbe esférico a la voz de su compañero Connor. Lo hizo en dirección al pozo de lava, es decir, justo a los pies de aquella criatura extraída de las entrañas de la caverna. Esta vez no pudo lucirse, tal vez debido a las heridas producidas un rato atrás por los disparos... La joya esférica se perdió en el algún lugar a los pies de aquella bestia, justo donde corría una decena de cultistas huyendo tras de vosotros. Entonces de nuevo, la gran mano de aquel totem aplastó a esa decena de infames incautos...

¡¡Aaaaahh!! -gritó Elías Rondón-. Estaba girado, parado, y tenía las manos en su cabeza: vísteis a los dos miembros de su equipo sucumbiendo ante el otro gran brazo de dios Ak'mi hecho golem: los había tomado y los lanzó contra una de las paredes, haciendo que perecieran al instante. Entonces se giró y os miró. ¡¡Daos prisa!! ¡CORREEEEDD!

Y él hizo lo propio, correr.

Las vibraciones y temblores en la caverna producidas por el gran ídolo de piedra hicieron segundos después que grandes bloques de piedra del techo de aquel templo fueran desprendiéndose repentina y violentamente.

¡¡¡PAAAAAAAAFFFFFFFFFF!!!

Algunos cayeron encima de la muchedumbre que huía y otros tantos estaban cayendo encima de vosotros: eran de un tamaño desde una pelota de beisbol como hasta de un automóvil real.

Una vez más, terribles palabrotas en checo y en portugués retumbaron por las paredes de la caverna cuando Martin falló su lanzamiento. Grandes rocas comenzaron a caer del techo y las paredes, aplastando a los acólitos que no eran víctimas directas del monstruoso ídolo de piedra. Además de muerto de miedo, Lecián estaba un poco descolocado por la situación. No era ni mucho menos la primera vez que se jugaba la vida. De hecho, siempre había sentido una cierta excitación cada vez que llevaba las cosas al límite, cada vez que sentía ese matar o morir que había distinguido sus años de fugitivo. Pero ahora la cabeza le daba vueltas. Las tres heridas de bala recibidas en pocos días, una de ellas todavía sangrante; la decepción de encontrar que Marvin se había vuelto loco; el ridículo de haber cedido por una vez a impulsos filantrópicos y acabar aplastado por rocas a apenas unos metros del mayor tesoro que había visto en su vida...

Con todo esto en la cabeza y el grito de Connor en los oídos, Martin se lanzó a una desesperada carrera hacia las escalera por la que habían descendido, esquivando rocas y cadáveres, jadeando y agarrándose la herida al mismo tiempo, y con unas terribles ganas de matar a alguien por toda esta locura.

Durante aquellos breves instantes petrificado, Connor pudo observar con un gesto de decepción que a su compañero debían fallarle las fuerzas después de toda aquella aventura, ya que el lanzamiento de la esfera apenas quedó a medio camino de su destino inicial. Cayó aquel trasto a los pies de algunos de aquellos aterrados cultistas, que fueron inmediatamente destrozados por un nuevo manotazo del dios encolerizado.

Aquello no había servido de nada, pues el monstruo de piedra no parecía tener ninguna intención de apaciguarse ni frenar su avance destructivo, llevándose por delante a todo y a todos. Hasta tal punto que los temblores empezaron a provocar desprendimientos del techo y empezaban a surgir grietas a sus pies, ¡aquel sitio se estaba viniendo abajo!

Las investigaciones improvisadas en Cuiabá, la desaparición del profesor, la travesía por la selva, la estancia en el poblado Otwe y por último la incursión en aquel templo para acabar encontrando a Marvin como un desquiciado maestro de ceremonias de rituales bastante truculentos... Aquello había sido demasiado para él. Decidió hacer caso al grito de Rondón y a su propio instinto de supervivencia para tratar de salir disparado, como alma que lleva el diablo, de aquella ratonera en la que se había convertido el templo. Mientras esquivaba grandes trozos de piedra, peligrosas grietas del suelo y algún que otro cadáver que estorbaban en su trayectoria, se prometió que buscaría una nueva profesión con la que ganarse la vida. Al menos una en la que grandes estatuas de piedra de antiguos dioses de la selva amazónica no cobraran vida y amenazaran con reducirlo a migajas.

Pese a que Martin estaba herido, estaba avanzando en la vanguardia de la masa huyente que se disponía a salir de allí. Los pocos cultistas de Marvin que quedaban en pie salían agolpándose por una puerta, que parecía la salida natural de la caverna y que daban a otra sala anterior. A Martin se le cayó un gran pedrusco encima que le golpeó en la espalda y a punto estuvo de aplastarlo*. Sin embargo, se trastabilló lo suficiente como para caer, pero no para desistir ante aquel terror que tenía a su espalda. No había sobrevivido a los tiroteos y todos los sucesos en suelo brasileño como para morir ante una piedra. Tampoco Connor, asique, os elevásteis por las escaleras por donde habíais bajado y os adentrásteis de nuevo en el pasadizo. Tras recoger una antorcha e introduciros por él caminásteis agachados deshaciendo el camino que habíais hecho.

Por cierto, ¿dónde estaba Elías? El guía parecía haber desaparecido, como tragándosele la tierra o tal vez cayendo entre los cadáveres. Aquel ente había aplastado (y seguía haciéndolo), a simples mortales en su palma de la mano, y deseásteis no hubiera hecho lo mismo con Rondón.

Cuando atravesásteis todo el pasadizo empujásteis por el interior la escotilla aderezada de piedra falsa, y salísteis al pasillo principal; no había nadie, tan sólo la sangre de Martin en su ropa, el rudio de los gritos embozado en eco en alguna sala que quedásteis atrás, y los continuos tembleques de los muros del templo... ¡¡PARECÍA QUE TODO FUERA A DERRUMBARSE!!

Sin esperar a comprobarlo, Connor tomó como pudo a Martin bajo el brazo, y ambos corrísteis a la salida, que estaba relativamente cerca (la luz de la selva aún entraba por la entrada). Fue entonces cuando una de las paredes implosionó, como si de una deflagración se tratase: justo antes de salir y poder huir una de las esquinas del templo reventó, pero no por fuego o dinamita, sino por un gran manotazo. El Totem monstruoso casi había llegado a la salida e iba destrozando todo lo que tenía a su paso, incluyendo muros de piedra. Por el hueco ocasionado aún había algún superviviente que había logrado salir, y seguía corriendo y gritando presa del terror.

En cierto momento, vísteis a Rondón correr delante del totem, y ¡¡PLAFFFF!!, de nuevo la gran palma es estampó contra el suelo, justo al lado de los pasos del portugués.

Ahora los temblores seguían sucediéndose, cada vez más y más fuertes y a una frecuencia menor. Tras subir los escalones que daban a la salia un gran crujido os invadió los oídos: ¡la gran estructura estaba a punto de sucumbir! Como pudísteis salísteis del templo, y fue más por instinto que por maña que hubísteis de lanzaros hacia delante cuando una gran cornisa exterior, ya bajo el cielo de las nubes y la vegetación selvática, se desplomó a vuestro lado, ¡casi os mata!

El dolor en el cuerpo de Martin era terrible y el pesar en el de Connor indescriptible.

Entonces una gran sacudida final hizo sucumbir el templo, haciéndolo derribar por completo. Primero se desplomó la parte más alta, cayendo directamente hacia abajo, y luego la zona intermedia y los muros laterales. Un gran rugido ahogado emanó de manera exhalante del interior de las ruinas, como se aquel gran tote rugiera ante la caída de la gran estructura. Y tal vez aquel hecho fuera la única manera de detener a aquella materialización, según palabras de Marvin, del Dios Ak'mi.

La nube de polvo y los sonidos de quebraduras de los árboles hicieron callar los pequeños sonidos delas alimañas de la selva durante unos minutos. Vosotros, habiéndoos levantado del suelo, os llevásteis las ropas a la boca, como pañuelos para taparos como podíais de aquella polvorienta escena. Estábais frente a lo que había sido la entrada del templo de las inscripiciones, un bonuto lugar rodeado de ornamentos Bororo que ahora estaban reducidas a escombros y arena.

Minutos después, sin noticias de Rondón y sin saber muy bien qué hacer, una partida de hombres Otwe apareció en el claro escamoso y ahora terrible en el que estábais. Miraban con énfasis a los restos del gran edificio, pero no de manera como si añoraran lo que antes había allí; más bien, como si temieran ese área y por ello enseguida os ayudaron a levantaros. Los otwes os reconocieron al igual que vosotros los reconocísteis, y enseguida os guiaron a través de la selva...