Partida Rol por web

Connor comenzó a engarzar ramas que creían hasta dentro del templo con algunas cuerdas que podían recogerse aquí y allá (pues el lugar estaba infestado de raíces selváticas por doquier). Pareciera que no fuera muy diestro en ésto, aunque logró componer una escala más o menos decente para poder descender. Claro que, ante la mirada atenta de Rondón, Lecián se ofreció para descender allí abajo; esbozó una pequeña sonrisa ante el comentario del porcentaje de lo que allí hubiera.

Martin colocó agujero abajo la escala, sujetada por Connor y Rondón en el extremo superior (para que no se desprendiera), y comenzó a bajar, poco a poco.

¡¡CRASSSSSHHH!!

Cuando el pie de Lecián pisó una de las ramas de la improvisada escala, ésta se partió irremediablemente*; parecía que no estaba bien esamblada del todo, y era normal dada la improvisada actitud (al igual que su buen hacer) de Connor.

Lecián cayó hacia abajo.  Había descendido algo más de un metro y la altura eran de casi cuatro...

Martin se hizo con la improvisada escalera lleno de excitación. Comenzó a bajar imaginando la cantidad de oro que le esperaba al fondo del pozo cuando, de pronto, las lianas se rompieron y el joven checoslovaco se precipitó pozo abajo.

- ¡Mierdaaa!-, le dio tiempo a gritar.

Martín cayó al vacío oscuro de los cuatro metros restantes. Su cuerpo voló hacia abajo, sin saber muy bién cómo y sobre todo dónde aterrizaría su cuerpo. Enseguida se oyó el chasquido de su peso contra el suelo, pero no fue un golpe seco: había logrado caer de pie, relativamente bien y ahora se encontraba pisando un decenas y decenas de huesos, calaveras y otros restos óseos. El propio Martín podía verlo ahora que estaba abajo, y la sensación de agobio le inundó. Eso sí, no todo era excitación y tensión, sino que por contra encontró un espectáculo, en contraste, inigualable: innumerables piezas de oro, doradas, cuentas y joyas, monedas y otros utensilios de gran belleza y lujo en aquel lugar... Era como si alguien las hubiera arrojado allí por algo. Lecián se maravillaba... ¡AHORA ERA RICO!

¿Estás bien Lecián? -gritaba Elías mientras intentaba escudriñar el fondo, donde estaba Martin contemplando todo ese tesoro en la fosa...

Fue entonces cuando entraron en la sala, por el lugar donde habíais accedido, los dos compañeros de equipo de exploración de Rondón. Dijeron que habían oído ecos de voces, procedentes de algún lugar del templo, pero que ya habían desaparecido.

Elías... ¡Será mejor que subas! -dijo colocando sus manos entre sus labios para hacer sonar mejor su voz-. Tenemos compañía, ¡tal vez sea el profesor!

Estaba satisfecho con el apaño de escala improvisado que había montado con relativa facilidad. Pero esa sensación se desvaneció cuando oyó el chasquido de liana rota mientras Lecian se decidía a usarla para descender por el enorme agujero. Por unos instantes se temió lo peor, y el grito de su compañero no hacía si no reforzar sus peores pensamientos. Pero al final pudo respirar tranquilo cuando comprobó como aquel hombre estaba sin aparentes rasguños por la caída, y miraba embobado las piezas de gran valor que le rodeaban allá en el fondo.

Entonces le sorprendió la llegada de los otros dos integrantes de la expedición. Hablaban de voces en algún otro lugar del templo. Había que ponerse en marcha de nuevo. Se asomó al agujero y extendió los brazos para asir con fuerza la escala.
-Vamos Lecian, hora de volver. Yo ayudaré aguantando la escala mientras vuelves aquí arriba.-Se sentía culpable de haber puesto en peligro la vida de su compañero, así que era lo mínimo que debía hacer.

El chorro de palabrotas que salían de la boca de Martin tras aterrizar entre huesos se convirtió fluidamente en gritos de admiración y alegría.

- ¡Elías! ¡Connor! ¡Esto es un tesoro! ¡Somos ricos! ¡Ricooos!

Todavía pasó un rato agachado, metiéndose en los bolsillos todo tipo de collares, piedras preciosas, ofrendas y útiles de oro, dándole en voz baja las gracias a Sorocco por traerle hasta allí... Finalmente se dio cuenta de que Mahoney y Rondón le estaban llamando. Cuando por fin subió por la nueva escala, les enseñó sus manos llenas de tesoros, ofreciéndoselas e insistiendo en que había que volver a esta sala cuando encontraran a Marvin.

- Bien, vosotros diréis, ¿por dónde continuamos? ¿Por donde tus hombres han oído voces, Elías?

Suspiró aliviado al ver que el encuentro del botín había borrado cualquier señal de rencor por la defectuosa escala que le había ofrecido a su compañero para bajar por el pozo. Intentó apaciguar un poco la emoción desbordada de Lecian, asegurando que no habría problema en volver por allí una vez hubieran acabado con su cometido. Connor rechazó coger nada de aquellas monedas y demas objetos de valor por el momento, solo servirían para hacer ruido y llevar más peso encima, y no sabían todavía a que tendrían que enfrentarse.

-Lecian tiene razón, que tus hombres nos digan por donde oyeron las voces, será más util que dar vueltas sin ninguna orientación por el templo.-Comentó el mercenario a Elías.

Dicen que por algún lugar del templo -señaló Rondón*-. Este lugar debe ser profundo -añadió-. ¿Volvemos para atrás o seguirmos por aquel acceso de allí? -preguntó señalando la puerta más allá del pozo-.

- Creo que lo mejor será echar un vistazo al lugar de donde vinieron las voces, pero es probable que, si Marvin está allí, esté retenido por gente armada -comenta Martin tocándose la herida del hombro, la que recibió en Cuiabá.- Voy a avanzar yo con cuidado, si el camino está libre, volveré a llamaros.

Dicho esto, Lecián se adentra por la puerta que dejaron atrás en la primera sala, pero lo hace con todo el sigilo del mundo, presto a salir "por patas", como dicen en el oficio, en caso de ver a cualquier ser hostil.

Lecián tomó la iniciativa. Decidió que lo suyo era que avanzaran por la sala anterior, la que dejaron atras por entrar en ésta donde estaba semejante pozo.

Yo iré contigo, Lecián -dijo Rondón-, no podemos permitirnos más sorpresas.

Y mientras Martin avanzaba presto, intentó añadirle el sigilo suficiente como para no ser detectado por nadie. El caso es que lo que él creía que era una nueva sala se convirtió en un gran pasillo largo de sillería propia de las comunidades nativas de la zona. Y además, cuando pisó un saliente del lienzo de una roca del suelo en tal pasillo, el ladrón tropezó hacia delante y soltó un pequeño jadeo, que efectivamente resonó. No demasiado, pero lo suficiente como para perder cierta discrección. Entonces Elías, que iba tras él arma en mano, señaló al final del pasillo: giraba a la derecha. Cuando mirásteis por la esquina que sobresalía visteis volvía a girar a derechas. Finalmente dísteis con una puerta y una sala amplia, aunque sólo veíais el principio. Entraba luz, y parecía vacía. Notásteis que había un montón de sillares desperdigados, pero muchos otros pulidos o siendo colocados (como si aquella sala estuviera siendo reconstruida o reparada).

Si el templo no estuviera en penumbra, todos habrían advertido como Martin Lecián, el terror de Moravia, se ponía rojo como un tomate por su ridículo tropezón. Afortunadamente, el lugar donde tropezó estaba al principio de un largo pasillo, por lo que nadie pudo oírlo. Después del segundo recodo, apareció una sala de grandes dimensiones. Desde la esquina donde estaban, Lecián la observó con detenimiento buscando amenazas y oportunidades, como hacía cada vez que asaltaba un banco.

Justo antes de entrar en la sala, aquella que parecía que estaban reformando, te percataste que por el pasillo una hendidura semejeante a una línea atravesaba la pared. La recorriste con la mirada y giraba noventa grados tres veces, volviendo al punto original... ¡Aquello debía ser una puerta o un acceso secreto! El caso es que, mucho antes de poder reparar en él, dos tipos apostados en el interior de la sala aparecieron tras dos de las esquinas y comenzaron a dispararos, justo en la entrada de dicha sala... Parecían tipos dedicados a algún culto antiguo.

¡Otro tiroteo! Aunque lo cierto es que tampoco le extrañaba demasiado, viendo la cantidad de tesoros que este templo guardaba. Lecián apoyó la rodilla en la tierra, trató de buscar resguardo en algún saliente de la pared y comenzó a disparar a los extraños ocultistas con todo su sanguinario instinto.

Elías Rondón no se lo pensó, y pegó su espalda contra la pared. Miraba y se cubría; ¡se cubría y disparaba! Y casi al mismo tiempo que tú intercambió unas rafagas contra uno de aquellos tipos.

Aquellos dos tipos intercambiaron disparos contra vosotros. Se cubrían donde podían, como lo hacíais vosotros. Tenían pistolas de mano y no dudaban en vaciar el cargador para liquidaros. Uno de ellos logró alcanzar a Lecián, pero éste le devolvió el impacto, disparándole cerca del cuello y acabando con su vida ipso facto. El otro acribillaba la posición de Rondón, pero el militar y explorador hizo lo propio: dos dipsaros al pecho realmente certeros. El sujeto tamibién pereció.

PJNOTIZADO.

¡Oh, mierda! -se escuchó de fondo nada más terminar los disparos-. Entonces tanto Mahooney como los dos exploradores de equipo de Rondón corrieron hasta vuestra posición. Entonces vieron los cuerpos de aquellos tipos en la entrada de aquella sala, que estaba siendo acondicionada.

¡Martin! ¡Otra vez te han dado! -decía rememorando aquellos días en cuidados intensivos otwes...-. ¡Déjame ver! Ugh... podría haber sido peor. ¿Quiénes son estos tíos?