Partida Rol por web

Los Hijos del Acero.

Thiaras. Una noche con colmillos.

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14/12/2016, 23:53
Aspid

El oasis era un remanso de paz, de negrurar... y muerte. O eso mismo me recordó nada más poner un pie en él; no había sonido alguno, incluso el viento parecía morir antes de entrar, y los restos de antiguos campamentos en la zona no ayudaban a paliar aquella sensación.

Mis compañeras parecían estar también afectadas por aquella sensación, más ello no me relajaba. Al revés. Me recordaba demasiado a mi propia forma de actuar... taimada, paciente, enroscada cual serpiente justo antes de lanzarse sobre la presa y morder inyectando el letal veneno. Solo que allí no sabíamos, ninguna, el aspecto de nuestro objetivo

Varios pasos más allá del linde, dejando atrás la posible línea de tiro de Kragan y adentrándonos con el bello de punta en un lugar que era pasto de emboscadas nos topamos con un hombre silencioso, armado, y con aspecto de pocos amigos; su arma, en postura relajada, no era señal de amistad alguna y solo dejaba claro que estaba listo para actuar en caso de ser necesario.

Miré de reojo a mis compañeras, viendo como Carcajada tomaba la iniciativa y mostraba el anillo al desconocido mientras le guardábamos la espalda. Las manos prestas para actuar desenvainando las armas. Para herir. Para matar. Para salvar la vida en caso de que todo se torciera... pero no hizo falta.

Aquel resultó ser el mudo, el seguidor del objetivo, y el oculto hombre que bajó como un gato de entre el follaje de las alturas el otro... ¿gato? No, aquello había sido más parecido a una pantera de las lejanas selvas del sur. De haber ido mal el asunto podría haber caído sobre nosotros en una letal caída sin que apenas nos diera tiempo a reaccionar.

¿Y aquellos dos eran la escolta del estratega?¿Qué necesidad tenía de alguien como nosotras? Ellos dos parecían más que capaces de cumplir aquel cometido sin ningún tipo de problema.

Mantuve el silencio, pese a todo, aguantando estoicamente los comentarios groseros del recién llegado... y de Kargan. Aquel idiota de lengua dicharachera siempre hablaba de más, casi tanto como la gemela. Pero al menos ésta tenía cierta gracia... si no fuera por tener una habilidad mortal con el arco y saber comportarse cuando debía...

Retomé la reunión cuando una tercera figura, al fin nuestro objetivo, se personó en la improvisada reunión haciendo que los otros dos mostraran su sumisión total mientras éste se revelaba como alguien con un magnetismo inusual, del todo acaparador, que me dejó por un momento sin respiración. Aquel hombre podría liderar ejércitos hacia una muerte segura sin esfuerzo, solo con pedirlo. Llevar a la perdición a reinos enteros con apenas unos suspiros... y seguiría las órdenes de nuestro empleador?

Había varios puntos que no me acababan de convencer en todo aquel asunto pero, por el momento, todo seguía el curso normal esperado con lo que no había necesidad de enseñar los dientes.

Miré con fijeza al objetivo cuando me presentó Carcajada, haciendo un esfuerzo de voluntad por centrarme y obviar su atracción antinatural, buscando con la mirada en los alrededores posibles peligros. Ya nos habíamos reunido, ya habíamos dejado claro quienes éramos y no era necesario peder más tiempo allí; no me gustaba entretenerme y menos en asuntos como aquel

Hay que irse. Nos esperan- dije cortando el momento, algo brusca, sin mirar a ninguno de los presentes mientras oteaba el horizonte por encima de las dunas.

El sol saldría en pocas horas y aun podían pasar muchas cosas de camino a la fortaleza; la noche escondía más de una sorpresa y no quería que ninguna de ellas nos fuera revelada mientras nos encargábamos de llegar a destino

Aguardé unos segunos más, deseosa por partir, antes de iniciar el camino hacia los caballos, mientras se mostraba el segundo anillo y esperando una reacción tanto o más parca que las mostradas hasta ahora. Dijeran lo que dijeran no me gustaba aquel asunto... estaba siendo todo demasiado fácil y el objetivo parecía especialmente valioso

Notas de juego

Quiero tirar para lo del idioma pero.. ¿qué tiro exactamente?

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15/12/2016, 19:57
Tristeza

El hombre que estaba delante de Carcajada le dio escalofríos a Tristeza, pero algo más que un estremecimiento recorrió su cuerpo al ver al otro bajar como una araña de una palmera. La rubia apretó los dientes para que dejaran de temblar a la vez que para sujetar dentro de su boca las palabras que ya empezaban a formarse en la punta de su lengua.
No recordó la última vez que se había sentido tan acorralada, puede que había más de esos hombres con extraños dibujos, puede que hasta las estaban rodeando. Alejó aquellos pensamientos cuando le tuvo que hacer a Kargan el gesto para dejar de hacer el imbécil a lo lejos ya que podría hacerlo perfectamente junto a ellas. Se acercó todo lo que pudo a su hermana, impulsada por esa vital necesidad de defenderla y por la curiosidad de ver que estaba pasando.
Solo un bufido soltó sus labios cuando Colom las miró y el arquero confirmó lo que el hombre dijo. ¿Generosas? ¿Entonces por eso viajaba con ellas? ¿Para que le pagaran de vez en cuando una comida? Y luego se daba esos aires de señorito. ¡Maldita rata! Pues ya no iba a ver nada más de ella, ni un cacho de pan.
¿Pero cómo lo supo el otro? Esa gente era muy rara, más de lo que había visto nunca y quería acabar con todo ese asunto cuanto antes. No podía ni quejarse, cualquier ruido sonaba demasiado fuerte en ese oasis de la muerte. Solo podía observar.
Sus ojos se pasaron por esos hombres que parecían estatuas bajo la luz de la luna. Que suerte tenía el mudo, no se le notaba sufrimiento alguno por no poder hablar. Tris se preguntó si iba a tener alguna posibilidad contra esa muralla de musculatura en una pelea cuerpo a cuerpo. En sus días se peleó con hombres incluso más grandes, pero la clave era en sus movimientos lentos. Estos no parecían serlo, para nada. Y ese olor… Hasta su eterna sensación de hambre se quedó olvidada.
Los pocos momentos en los que se intercambiaron palabras parecían eternos. Colom se fue por fin a por su jefe, aunque parecía más bien el dueño de su alma por la manera en el que este se comportaba. La asesina tuvo dudas de si tenía que arrodillarse también, pero su hermana ya le dijo que tenía que imitar su comportamiento, así que se quedó de pie, clavada en su sitio, mirándolo descaradamente.
Tuvo dudas de si era una mujer muy alta o un hombre de rasgos muy delicados. No era para nada su tipo, pero no paraba de admirar sus labios, sus ojos, el pelo, todo. Se dio cuenta de que había abierto la boca en algún momento y no pudo cerrarla ni a la fuerza. Por suerte estaba tan impactada de que no dijo nada.

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16/12/2016, 19:14

V.

Filando les había advertido; no habléis si él no os habla, ni siquiera le miréis si él no os mira. Costumbres antiguas, costumbres que debían mantenerse. Las normas nunca habían ido con Kargan, quien se adelantó y respondió a la pregunta lanzada por el estratega…aunque fuera dirigida a Carcajada y no a él. Mulat saltó sobre él con la rapidez de un felino de las arenas y le golpeó en la boca del estómago con la contundencia de un martillo de guerra. Kargan vio truncada sus palabras, escupió aire y saliva a la vez que se doblaba, el tipo era duro como la piedra.
Lo más sorprendente fue cuando Multar fue a echar mano a su espada para matar a Kargan. Colom evitó la contienda con palabras.
—¿Nadie os avisó sobre el protocolo?—sonrió Colom, cruzado de brazos, no sintiéndose amenazado por la posible reacción de ninguno de los mercenarios —. Si mi señor no te considera tan digno como para dirigirte la palabra, no le hables tú. La próxima vez Mulat te arrancará la lengua y se la tragará mientras aún está caliente.
Aquello no era solo una actitud de defensa, de honor o de respeto hacia su señor, había algo más profundo en sus actos, más fanático.
Carcajada habló, muy correcta, terminando por mostrar el segundo anillo que les entregó Filando. No le miró a los ojos, como correspondía, ni siquiera le enfocó directamente. Su hermana fue menos directa, la boca abierta y la curiosidad recorriendo el rostro esculpido en mármol blanco de aquel misterioso hombre. Una mujer podría perderse durante horas en la contemplación de un rostro así, en sus hermosas curvas, en la singularidad que proyectaba la sombra de sus facciones, en sus ojos, estanques de plata que podían ahogar cordura y entendimiento. Fue ignorada, así como Kargan. Era como si no estuvieran allí para él.
Únicamente Carcajada y Áspid recibieron un asentimiento por parte del señor al ser presentadas por la primera. La segunda no despertó en el estratega más que una mirada de curiosidad. Áspid había sido contemplada por muchos ojos y muchos habían sido los sentimientos que había despertado, desde deseo hasta pavor. Nunca nadie la había mirado de tal forma, y eso que había sido solo un instante. Penetrante, intenso, un azote visual en el que parecía haber desgranado su alma igual que una fruta jugosa, pedazo a pedazo.
El estratega se acercó a Carcajada. Sus ojos claros estaban posados sobre ella. Su figura era impresionante. Cuando más cerca se encontraba más enorme parecía, más parecía llenarlo todo. Ni el frío, ni el silencio, ni el mismísimo desierto eran nada ante su presencia. Carcajada se sintió pequeña, su corazón se desató igual que un caballo desbocado que huye de un incendio. Su mente fría se veía colmada por la presencia de aquel hombre. Cuando estiró su mano hacia ella se estremeció igual que si fuera la mano de su asesino, o de su más fogoso amante. La rozó para coger el anillo y solo ese toque fue una explosión de sensaciones; calor en sus pensamientos, rubor en sus mejillas, un ligero temblor en sus piernas.
El misterioso hombre observó el anillo y lo guardó entre los pliegues de su capa.
—Colom, trae los caballos —tras una reverencia, el siervo se retiró a paso vivo —. Resulta agradable descubrir que las antiguas normas no se han perdido del todo.
Colom no tardó en regresar a pesar de que sus animales se encontraban fuera del oasis, ocultos tras una depresión que las dunas enmascaraban. Los caballos eran de razas diferentes y no eran corceles de guerra o de aventura, como habían podido esperar. Animales rancios, adecuados para tirar de carros o arrastrar cargas. Además, tenían los ojos vendados y se mostraron nerviosos, como si la mano de Colom fuera una víbora a punto de morderles.
—Si sois tan amable de guiarnos, Mulat se adelantará con vos —dijo refiriéndose a Áspid, luego se giró hacia Carcajada —. Si me lo permitís, cabalgaré a vuestro lado.
Era una petición pronunciada con educación, temple e incluso dulzura. Una petición que no podía rechazarse. Con agilidad felina, señor y escolta subieron a las monturas, las cuales se agitaron y relincharon.
Al momento se encontraron atravesando la noche del lóbrego desierto igual que una saeta lanzada con decisión. Al frente, la silenciosa Áspid que veía su paz turbada por la presencia de Mulat. El mudo representaba un silencio más grande que el que podían dar sus cuchillos o que el que ofrecía el desierto. Le ponía nerviosa cabalgar a su lado, igual que a su corcel, como si toda fuente de mal no fuera a venir del exterior del desierto; de posibles ataques de fieras nocturnas, de mercenarios contratados por lord Knebb o de bandidos de las arenas.
El estratega se había colocado la capucha de nuevo, cosa que Carcajada agradeció ahora que debía cabalgar a su lado. Por alguna razón que desconocía era incapaz de contener las reacciones de su cuerpo ante aquel rostro casi hipnótico. Cuando la habló, su corazón se disparó de nuevo. Aunque tal emoción fue rápidamente controlable.
—Curioso nombre el vuestro. Evoca la felicidad pero no reis. ¿Medráis mucho en estos desiertos eternos? ¿Qué sabéis de las Antiguas Formas aparte del vuestro decoro mostrado? Hablad con libertad, el paisaje de la arena resulta tedioso, justo lo contrario que vos me sugerís.
Tras ellos, el terceto. Kargan, Tristeza y Colom. El guardaespaldas no tardó en arrancar su lengua.
—Podrías haber cabalgado a su lado pero has sido demasiado descarada, Llorona —dijo él, una sonrisa ácida en los labios —. Hueles como ella, la misma sangre, el mismo sudor. O compartes su sangre o sus sábanas —sus ojillos siniestros despedían vestigios metálicos cuando la luna incidía en ellos. Se giró hacia Kargan —. Una lengua pronta no es siempre lo mejor, amigo. Dime, quiero saber. ¿Cuál de estas tres mujeres te corresponde? ¿O son las tres?

Notas de juego

Kurdrim, para entender lo que dicen debes superar una dificultad de 20. Dado que no tienes ninguna habilidad específica para desgranar el idioma, tendrías que tirar 2D8, lo cual es fútil.

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19/12/2016, 06:06
Carcajada

Carcajada se resistía a aquellas sensaciones como si hubieran sido producto de unas fiebres. Delirios que sabía improductivos, de carácter incognoscible, accidentes quizás de la sublimación de humores, de un desequilibrio repentino de los flujos entre sus vísceras. Nada que no pudiera curarse con mero estoicismo.

Se resistía porque era una invasión. Que las sensaciones fueran agradables le producía un desasosiego mayor al que hubiera sentido de haber sido dolorosas. La música que tocaba en silencio hacía bailar a las serpientes, eran paños encarnados colocados a la vista de los uros.

Sus dedos se contonearon alrededor del asta de su arma cuando Mulat acercó la mano a la suya. Algunos de sus compañeros todavía no habían comprendido la seriedad de las advertencias de Lord Benrat y Filando, la solemnidad en el protocolo del comportamiento de esos tres hombres.

Se estremeció mientras conducía al estratega hacia el lugar donde aguardaban los caballos. Por unos instantes, había sido inconsciente del frío de aquella noche. Agradeció la oportunidad de sacar al hombre de su campo visual. Acarició el dorso de la mano de su hermana cuando pasó junto a ella: todo está bien, no hay de qué preocuparse. Todavía.

Los caballos de los tres hombres eran más propios de mercaderes, o incluso campesinos adinerados, que de guerreros y nobles. Carcajada hipotetizó que la necesidad era precisamente lo que los había conducido al servicio de Lord Benrat. Todos los hombres debían comer, proteger su dignidad con vestiduras y resguardarse de las inclemencias de los elementos. Para la mayoría, solo era el principio de sus necesidades.

Carcajada y el estratega cabalgaban lado a lado, embutidos entre la vanguardia formada por Áspid y el escolta mudo, y la retaguardia formada por Tristeza, Kargan y el escolta locuaz. Locuaz se mostró también, sorprendiéndola, el estratega.

Entre los míos, respondió pausadamente, sin apartar la mirada del camino apenas iluminado por la Luna, los nombres suelen carecer de sutileza, y no reflejan lo que ven o creen ver en quienes reciben los nombres, sino lo que desean ver quienes los imponen.

La mayoría de esos nombres eran recibidos en la edad adulta, por hombres y mujeres que al unirse a la compañía libre, cercenaban lazos con su pasado. No todos los recibían con gusto, ni todos carecían de un lugar al que volver, y quienes pertenecían al primer grupo, solían pertenecer al segundo. Carcajada y Tristeza eran excepciones, aunque lejos de ser singulares, por haber nacido en el seno de la compañía.

Nunca había puesto los pies en este desierto, prosiguió, ni ningún otro, hasta hace unos días. Me trae recuerdos del océano, aunque el vacío de las dunas no es tan inmenso, no me produce tal incertidumbre, tal desazón.

Bastaba con mirar alrededor para encontrar accidentes, señales en las que fijar la atención. No había horizontes llanos en todas direcciones durante jornadas de marcha. De las antiguas formas solo sé lo que habéis podido comprobar. No encontraba razones para ser deshonesta con aquel hombre. Todo lo contario, si podía aprender algo más, como era su costumbre en cada nueva tierra que hollaba, con cada nueva gente que conocía. Mas confío en que mi ignorancia será menor cuando estos días se hayan convertido en recuerdos.

Calló, esperando que su última afirmación sugiriera preguntas no formuladas, fueran respondidas o no. No habían sido muchas palabras, pero habían pasado largos momentos desde que había empezado a hablar.

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19/12/2016, 17:35
Kargan

El ataque del mudo me cogió por sorpresa. No había contado con que tuviéramos que defendernos de las personas a las que teníamos que proteger. Apenas hacia un segundo estaba el mudo parado como una estatua, y al siguiente sentía un duro golpe en la boca del estómago que me hizo caer de rodillas al suelo boqueando como un pescado fuera del agua. El golpe había sido preciso y duro. Como si un muro de acero hubiese golpeado mi barriga. Escuché el siseo de un arma al salir de una funda, pero el golpe había sido demoledor y apenas tenía fuerza para sobreponerme. Aún así levanté la mirada con una sonrisa burlona viendo como el mudo estaba con el arma medio fuera de la vaina antes de que su compañero el hablador interfiriera… No contesté. No por que no quisiera, sino por que el aire aún entraba con dificultades en mi diafragma.

Luego todo pareció ir más suave. El Estratega, pareció centrarse en nuestra querida Carcajada. La pobre lo estaba pasando mal. No encajaba bien las atenciones y menos si venían de un hombre, pero contra aquel parecía más sumisa de lo normal, incluso excitada. Parecía dar pequeños jadeos mientras intentaba no mirar fijamente al tipo de piel lechosa… Algún día le devolvería aquellas atenciones que me había proporcionado. Pero no antes de matar al mudo.

Mientras que Áspid viajaría al lado de nuestro amigo el hablador, La preciosa Carcajada sería la encargada de entretener al Estratega. A mi y a Tristeza, a la cual habían ignorado deliberadamente, nos tocaba viajar con el parlanchín Colom. Mientras preparábamos la partida me acerqué a mi compañera y le susurré.

- Parece ser que nuestro anfitrión es selectivo. Siento que te traten así cielo!!! Sabes que yo jamás lo haría… - le sonreí mientras subía a mi caballo. – Auch!!! Aún duele el puñetazo de ese tipo. ¿Qué te parecen?

Para cuando Colom llegó con los caballos, observé que estos eran raros. Esperaba unos grandes caballos de guerra, pero en su lugar parecían percherones de los que tiran carros. Se mostraban nerviosos ante la presencia del Estratega y sus hombres, como si les temieran. Aquel detalle no me gustó. ¿Por qué les temían? ¿Qué sentían los animales ante su presencia? Posiblemente la misma animadversión que yo. Al menos, nuestro compañero resultó ser más llevadero que los otros dos…

- Tienes razón Colom… Pero mi lengua me ha proporcionado una buena vida, me ha sacado de varios apuros y me ha convertido en lo que soy. Tal vez resulté grosero para vuestras costumbres o vuestras normas, pero en ningún momento hubo intención de ofensa… Pero en fin!! Lo pasado, pasado está!!! – le dije mostrando una enorme sonrisa… La cual se ensanchó aún más al escuchar su último comentario…. – Joder!!! Eso quisiera yo!!! A las tres!!! Pero no tienen corazón!! Son despiadadas!! Y hacen sufrir al bueno de Kargan, incluso en las noches heladas que hemos compartido a la intemperie!!! Aunque una cosa si que es cierta… son grandes compañeras y nunca me dejaron en la estacada. De hecho Tristeza es mi preferida!!! Tiene un talante más dispuesto al diálogo, aunque sea ciertamente grosero a veces… - y le guiñé un ojo – Y dime, si no es mucho preguntar… ¿De dónde venís? No acabo de estimar vuestros orígenes… Y lo que es más importante, ¿fue el viaje hasta aquí agradable? No todo el mundo disfruta de la soledad del desierto…

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19/12/2016, 23:42
Aspid

Kargan, el bocazas de Kargan, estuvo a punto de tirar por tierra todo el asunto con su maldita verborrea. ¿Acaso no podía aprender de nosotros y mantener la boca cerrada? Incluso la Carcajada se había comportado ante la situación... bien le había estado el golpe, aunque me tensé al ver las intenciones finales de decapitarlo.

Una cosa era golpearlo por su insolencia, otra muy distinta amenazarlo de muerte delante del resto. Apunté aquel hecho en mi mente para comentarlo más adelante con unos y otros... o al menos con mis compañeras.

Iniciamos el viaje, obligándome a no mostrar demasiada sorpresa al ver como lo que esperaba fueran recios corceles fueran en realidad unas bestias asustadizas y más hechas a la tranquilidad del campo. O bien los habían robado o los habían adquirido por necesidad. Dudaba mucho que alguien como ellos... como él, viajaran en simples caballos de tiro. Otra pieza más de lo que parecía un rompecabezas

El objetivo tenía sus preferencias, y era evidente que que había acertado al dividirnos con sus guardaespaldas según nuestra forma de ser, pero eso no evitaría que sacara el tema a relucir... dejé que avanzaramos algunos minutos y, pese al desazón que me causaba la compañía del mudo mi propio código me obligaba a zanjar aquel asunto.

Me parece justo que hagas callar a Kargan por insolente... pero si vuelves a amenazarlo de muerte, a él o a cualquiera de nosotras, morirás; y nunca sabrás cómo pasó. Es una promesa- dije lacónicamente, sin mirar siquiera mi siniestro acompañante - Tienes un código, y lo respeto. Pero yo también tengo el mío y no incluye dejar morir a mis compañeros- no dije nada más, aquello dejaba el asunto muy claro y me importaba bien poco ganarme o no la antipatía de uno, o de todos, los miembros de la comitiva. Si Kargan no tenía huevos a poner los puntos sobre las ies era su problema; yo no era de las que se quedaban de brazos cruzados

Me dediqué entonces a otear los alrededores nuevamente; el desierto, la noche... todo daba pie a poder desaparecer sin dejar rastro, o aparecer de improviso.

Obvié comentar aquello con el mudo; era evidente que sabía hacer su trabajo y no necesitaba silenciosos asentimientos o miradas cargadas de intención. Con soportar aquel escalofrío constante y mantenerlo oculto justo debajo de la piel tenía más que suficiente.

Por vez primera empecé a sopesar seriamente el ofrecimiento de la mujer de nuestro contratista...

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20/12/2016, 01:31

Áspid sabía cómo amenazar. La palabra, que rara vez usaba, era como un primer cuchillo con el cual clavar el miedo en el corazón de los que la escuchaban. No había ni un titubeo en su promesa de muerte, ni una duda. Palabras que harían que un hombre se pensase dos veces cómo actuar ante ella. Mulat resultó diferente a todo aquel que había amenazado. Algunos eran los suficientemente osados, u orgullos, o directamente estúpidos, como para responderla. Mulat no era ninguna de esas cosas. La traspasó con su mirada silenciosa y luego la ignoró; aquel hombre no temía a la muerte.

Colom resultó más agradable. Hablaba con desparpajo y era de risa fácil. Había algo siniestro en él, torcido. Aparentaba ser como parecía, risueño, hablador, pero no costaba mucho imaginársele despedazando cadáveres con sus propias manos mientras sonreía. Su expresión era siempre afilada, un lobo hablando con corderos.
—Seguro que tu lengua te metió en más apuros de los que te ha sacado —bromeó el escolta —. Entonces, ¿No compartes lecho con ninguna? ¿Y llevas viajando con ellas un tiempo? —Entornó los ojos, no comprendía entonces que Kargan no hubiera dormido con una de ellas —. ¿Sin corazón, dices? —miró a Tristeza como haría un tratante de esclavos, o el propietario de un burdel —. El corazón es lo último que me interesa de ellas. Sí, creo que Tristeza también es mi favorita. Cuando lleguemos a la ciudad y mi señor esté acomodado podemos pasarlo bien, chica —había algo repulsivo en él y no eran sus bajos instintos —. Podemos pasarlo muy pero que muy bien.
Kargan atrajo de nuevo la atención hacia él, si bien Colom, cuando hablaba, miraba a Tristeza con sumo descaro.
—Somos ciudadanos del mundo, Kargan. Pero mi señor es el que viene desde más lejos —fue elusivo en ese tema —. Estamos acostumbrados a la soledad. El sol ha sido lo peor, casi acaba con nosotros.

El estratega al menos se mostraba educado. Era evidente que poseía una educación notable, si bien no parecía pertenecer a ninguna casa noble en concreto.
—¿Así que portáis un nombre que otros os pusieron pero que no os define? —Meditó largamente tales palabras, mascándolas dentro de la perfecta mente albina que poseía —. En mi caso es parecido. Me han llamado de muchas formas. Solo unos pocos conocen mi verdadero nombre. Se podría decir que poseo un nombre secreto, que me define, quien revela quien soy realmente. Vos también poséis un nombre así, aunque no lo sepáis. Puedo verlo, en vuestro corazón. Carcajada solo es una máscara —terminó por señalar, el tono dulce, su presencia aplastante, asfixiante, llenando todos y cada uno de sus pensamientos, turbándola.
—No andáis errada en vuestras evocaciones. En tiempos remotos el agua cubría todo este territorio siendo la única manera de atravesarlo a bordo de pequeñas embarcaciones. Las aguas eran rápidas y traicioneras. Cabalgamos por el fantasma de un océano. Estas dunas no son más que el triste reflejo de lo que fueron antaño. Todo envejece, se pudre, se marchita y muere. ¿Teméis vos a la muerte? —remató con una pregunta que, aunque cortés, debía ser educada pues cuando Él hablaba se debía responder. Además, Carcajada sentía que ella no podría dar término a la conversación. La misma terminaría cuando el estratega lo dijera. Por otro lado, su presencia le resultaba cómoda. Él no parecía notar el particular tono conversacional de ella. De hecho, incluso parecía apreciar aquellos densos silencios que a otros enervaban.
—La ignorancia solo es un pecado si uno se acomoda en ella. ¿Cuál es vuestro mayor misterio?

Notas de juego

Un miniturno para que se os haga más ameno el viaje.

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23/12/2016, 00:41
Carcajada

De haberse encontrado en otra situación, de haber sido otra persona, Carcajada podría haber disfrutado de la conversación; cortés, cautelosa y adornada por largos silencios. Aquel hombre de altura casi sobrehumana y tez alabastrina le producía escalofríos más intensos que el glacial viento nocturno que le entumecía los dedos. Y no solo del deseo enfermizo que se enroscaba alrededor de sus muslos y su garganta como una familia de serpientes, sino de la anticipación por lo que fuera a hacer o decir tras cada instante de pausa.

Debía contenerse para no poner su caballo al galope. Quería llegar a Thiaras, para retirarse a los aposentos que su patrón les hubiera preparado, pero sobre todo, por curiosidad; quería ver cómo Lord Benrat y Filando lidiaban con esa criatura.

Habló de nombres, como si fueran algo más que herramientas para distinguir a unas personas de otras mediante el lenguaje. Incluso los que, como en la compañía libre, parecían responder a características de su poseedor. No reveló, a pesar de todo, su propio nombre. Tampoco lo esperaba.

No la temo, replicó a la pregunta sobre la muerte. No a la suya, en cualquier caso; podía asumir su mortalidad. La de su hermana, sin embargo, era inconcebible. Al menos, eso pensaba, pues a pesar de todos los riesgos a los que se había expuesto a lo largo de dos décadas de existencia, la fortuna y la habilidad habían estado de su parte. Nunca había sentido cómo la muerte le tendía la mano. No le daré la bienvenida cuando sea el momento, si soy consciente de su llegada.

Cerró los ojos por un instante e imaginó por un momento aquel mar del que había hablado el estratega. Podía ser cierto, reconoció. Sabía que había vestigios de tiempos remotos enterrados, tragados por tierra que se había desplazado durante cientos, miles de años. Por qué no podrían haberse secado los maros, o ser devorados por la tierra. Dudaba, sin embargo, que el estratega supiera realmente qué existía en ese desierto en tiempos remotos.

No tengo misterios, confesó. Y no mentía. Rara era la ocasión en la que sentía la necesidad de hacerlo. Era quizás esa la razón por la que detestaba el misticismo hermético, donde verdades diminutas se ocultaban en pomposas nubes de humos. Si me preguntáis por los misterios que me acechan, empero, tienen relación con la otra cuestión. Qué hace vivir a una persona, qué le hace moverse y respirar, agita sus vísceras y dota de fuerza a sus músculos, qué le da la capacidad de pensar. Qué hace que todo ello cese, que muera. La naturaleza de ese equilibrio, tan frágil que se puede deshacer con facilidad suma.

Cortar en pedazos a una persona sana hasta matarla, y volver a unirla después, era sentido común, no la devolvía la vida. Sospechaba que, ni aunque hubiera dispuesto de herramientas y técnicas que le permitiesen dejar a una persona tal y como se encontraba antes de fallecer, hubiera insuflado en ella ese esquivo aliento de vida.

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27/12/2016, 23:28
Tristeza

Que difícil le fue a Tristeza ahogar una carcajada cuando Kargan recibió el golpe. La suerte fue en que ella misma seguía medio embobada con el paliducho como para dar rienda suelta a su naturalidad. La promesa de que el mudo se comería la lengua del otro le pareció muy divertida. Tendrá que animar a su compañero a seguir hablando. A ella le encantaba sentir la sangre de sus víctimas sobre su piel, verles morir, pero no comería su carne ni bebería su sangre, sin embargo, no le molestaría verlo.

Lo que pasaba con su hermana era lo más importante, así que enseguida volvió a centrarse en ella y el estratega. La notaba… rara. Carcajada era de piedra, nada alteraba sus sentimientos y sin embargo ahora parecía… ¿dominada por ellos? Tris anchó la sonrisa que casi siempre llevaba sobre su rostro. No por ver a su hermana así, no, si no por recordar lo fuerte que era y que el tipo ese raro enseguida se dará cuenta de que su hermana no era una cualquiera.

El roce de su mano, cuando se fueron a por los caballos, le confirmó a la rubia lo que ya pensaba y su respuesta fue una mirada llena de confianza. Su hermana, su mitad, la conocía mejor que nadie y entre ellas no hacían falta palabras muchas veces, solo pequeños gestos, nada que los demás pudieran ver y de ninguna manera entender.

- ¿Y perderme así tu compañía?  por la polla de mi caballo ¡NO!, le respondió medio riendo a Colom. Y no mentía. Prefería mantenerse lejos del estratega y solo la certeza de que Carcajada podía con él era lo que le impedía clavarle una de sus hachas en la espalda, o por lo menos intentarlo. Aspid era tan mortal como ella y mucho más discreta. Mulat podría tener cualquier arma envenenada apuntada hacia él y ni darse cuenta. Y entre ella y Kargan había una posibilidad de acabar con Colom. Más bien por sus propias habilidades que por las del hombre, pero por lo menos lo podía distraer mientras ella le rajaba el cuello. No le dijo nada sobre su hermana, no necesitaba dejarle claro a un posible enemigo cuál era su mayor debilidad.

- ¡Más te vale, coño! le dijo en un susurro medio serio al rubio cuando se acercó a ella. Y no se refería a tenerlo a su lado para ligar y bien haría él en saberlo. Peligrosos… respondió a su pregunta y por un momento se le borró la sonrisa del rostro mientras clavaba su mirada de hielo en los ojos del hombre. Eso también significaba un reto y los retos eran divertidos. Sonrió. Seguro que puedes cabalgar, ¿no necesitas que te agarre por detrás para que no te caigas? No era una pregunta que él podía responder, Tris había esquivado el mordisco de bienvenida del caballo y ya estaba encima antes de que el hombre pudiera abrir la boca.

- ¿Vas a demostrarme que esa lengua te sirve para otra cosa más que hablar? ¡cojón! preguntó a Calam. Como para estar clavada encima de una mesa, pero no había razón para decirle eso, ella era más bien de dar ejemplos. Kargan no sabe usarla para otra cosa, ya ves, y hasta eso lo hace mal, pobres los coños que habrá follado. Suspiró sin dejar de sonreír. ¿De verdad pensaban que era taaaan tonta? ¿Su favorita? Kargan le decía eso a la posadera, a la sirvienta y hasta al caballo… Y por lo visto el otro era más de lo mismo.

Y pensando en caballos, Tris se había fijado en las monturas que llevaban y una palabra le vino a la mente. Sumisos. Puede que otras monturas serían más difícil de controlar si llegaban a ponerse tan nerviosas por sus dueños hasta llegar a escaparse. Los caballos de tiro ya habían sido quebrados, despojados de personalidad. Por eso ella llevaba un semental medio loco, le encantaba sentirlo furioso bajo ella.

- Yo siempre lo paso bien, pero muy bien… chico, enfatizó más la última palabra dejando claro que lo veía como igual, no superior, y fue ella quien lo miró de arriba hasta abajo como si fuera su futura dueña. Pero dudo mucho que será en tu compañía. Sonrió y marchó, no pensaba dejar de vista a su hermana y menos por perder el tiempo con ese par de novatos. Parecía que nunca habían estado con una mujer. No había razón para insistir con preguntas sobre sus orígenes, era claro que no iba a responder mucho sobre el tema, pero lo del sol fue un gran hallazgo. Tenía esperanza de que su compañero también se había fijado. El hombre no era estúpido, no cuando se trataba de trabajo.

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28/12/2016, 17:22
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El breve dialogo, o mejor dicho monologo, con Mulat se limito a una mirada que decia mucho mas que hombres de lengua mas suelta. Aquel era un tipo de guerrero entregado a su quehacer y la muerte no era para él sino otro paso mas en su carrera, otra etapa, a la que antes o despues llegaria. Lo tenia asumido y ello lo hacia doblemente peligroso.

Me guarde el comentario sobre la posible muerte, una que no incluia espada, daga o cuchillo, pues era evidente que seria perder el tiempo. Estaba avisado, ambos lo estabamos de hecho pues sabia que, si se daba el caso, aquel hombre no dejaria titere con cabeza.

Olvide momentaneamente al mudo compañero para escuchar las vanalidades de quienes nos seguian durante unos segundos, poniendose de manifiesto que yo era la mas arisca del grupo. Tanto mejor asi, no habia venido a congraciarme con aquel peculiar trio... ello facilitaba el trabajo si se daba el caso de tener que cortar por lo sano.
Otee nuevamente los alrededores pese a la oscuridad, percatandome que hacia tiempo que no deseaba con tantas ganas que se hiciera de dia... y no era por el temor a un asalto, sino por dejar atras a quienes ¿custodiabamos?
Sin duda era mas adecuado tildarnos de acompañantes

Notas de juego

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31/12/2016, 16:38

VI.

—Sucede igual con los nombres —respondió el estratega. Erguido en la silla, acompasaba suavemente el trote de su animal con magnífica soltura —. Algunos aceptan aquel que se les ha impuesto, otros buscan el suyo propio. La carne es mero recipiente, una vasija para un auténtico haz de luz. Un estallido de vida, o de muerte. Un espíritu, si aceptáis la denominación más extendida. Nada tan sencillo. El alma hay que ganársela, no sirve la mácula sucia que los dioses te imponen. A no ser que aceptes ser un cordero. Muchos mueren siendo solo carne y cenizas, pero otros…—sus palabras se cortaron de forma abrupta —. Vos me agradáis, si lo deseáis, más adelante compartiré el misterio que subyace en la sangre.
Había en su lengua algo sexual y codicioso, algo avaro y poderoso, peligroso, estimulante, un baile sobre una tarima en llamas, un cuchillo girando y girando sobre su cabeza, esperando caer.
Colom fue más directo con Tristeza.
—No era una proposición, cuando pongo el ojo en una mujer no hay forma de escapar de mí —aseguró el escolta. Una fanfarronada, quizás, Tristeza había escuchado muchas a lo largo de su vida. Promesas de hombres con labios encendidos por la libido que aseguraban que ella sería suya esa noche. Al final encontraba el descaro y el cuchillo de la menuda mujer. Colom era diferente a toda esa chusma, había algo de implacable en su personalidad, algo que hacía erizar el vello de la mujer.

El abrazo helado del desierto. El trote salvaje de los animales. La tierra, levantada, alzada, vapuleada por el rabioso trote de los animales. El silencio. Siete flechas en la oscuridad, sombras enmascaradas en una negrura casi perfecta. La luna, torcida, observando su trote, divertida, una media sonrisa, una risa deforme, pálida, en un cráneo pelado, sin vida. El silencio debajo de todas las emociones. Mulat, ofensivo en su mutismo. Colom, agresivo en cada expresión. Y aquel misterioso albino, un misterio que llenaba, sin quererlo, la mente de todos ellos.

Thiaras Este; una depresión en la tierra se hundía hasta chocar contra las murallas de la ciudad. Una línea perfecta de roca y antorchas se perfiló delante de los ojos de Áspid. Dio la voz, lo habían logrado. El grupo abandonó su formación de trote. ¿Dos horas de salvaje carrera? ¿Tres? Puede que alguna más. El sol tardaría aún en asomar su ojo asesino. Los animales pedían más trote, encendidos en la carrera, salvo los de sus protegidos. No eran animales de monta, estaban extenuados.
Una hoguera enfrente de la puerta les recibió, junto a ella un grupo de guardias. Se detuvieron ante ellos, sin decir nada. El albino sacó el anillo que le había entregado Lord Benrat y se lo arrojó a su cabecilla. Ni una sola palabra. Reconocimiento, aceptación, las puertas de la ciudad se abrieron una vez más para las Moiras. Habían triunfado. Recorrieron con trote acelerado las vacías calles de la villa. Aquí y allá se podían apreciar algunos focos de movimiento; un burdel de animada vida, unos tempranos mercaderes que hacían recuento de las mercancías que iban a exponer hoy. Atravesaron las calles del Este; toldos multicolores, aromas que traían especias picantes, el rojo de la arena, filtrándose por sus calles como manchas de sangre. Había algo espeluznante en todo aquello.
Kargan era un aficionado al dolor, su alma era un pozo que no conocía fondo. Áspid era un estanque de aguas frías, calmo, capaz de engullir a un hombre en un pestañeo. Las hermanas eran el sol y la luna, juntas, curtidas por el acero, el fuego y la familia. Los cuatro se sentían sucios. No era el sudor o el esfuerzo, era la compañía. Únicamente Carcajada se sentía ligeramente cómoda en la compañía que habían buscado. Aquello también le hacía sentir culpable.
Les estaban esperando al pie de la torre. Lord Benrat encabezaba un grupo de hombres elegidos a dedo. Tanto él como sus mercenarios llevaban sus mejores galas, petos bruñidos, armas enfundadas en pieles, capas de diversos colores. Más que nunca, su patrón parecía un soldado. Los mercenarios se encontraban situado a los extremos, formando un pasillo. Su señor, en el centro, estaba acompañado por Filando. La encorvada figura estaba ataviada con una llamativa túnica, la misma que portaba cuando lo conocieron, con sus dibujos de estrellas y constelaciones. A pesar de su aspecto, el señor parecía tan nervioso como su consejero. También apreciaron a la mujer de su señor, más atrás, en la torre, acompañada por dos de sus criadas y un escolta, fuera de la formación, observando todo lo que acontecía.
Una marcada actuación, el albino descendiendo de su montura. A la vez, los mercenarios inclinándose, junto con Lord Benrat y Filando; la mirada baja, la rodilla en el suelo. El tratamiento para un rey. Mulat y Colom descendieron de sus monturas para colocarse a la espalda de su señor, el primero en silencio, el otro con una sonrisa divertida en el rostro.
—¿Quién ha alzado su voz, más allá de la arena y el polvo, para llamarme? —la voz del estratega era nítida, clara, perfecta, una canción de sílabas armoniosa.
—Mi señor, he sido yo—respondió Lord Benrat.
—En pie. No agachéis la mirada. Aquel que me llama es mi igual en estas tierras.
Lord Benrat se alzó. Señaló a Filando con un movimiento.
—Él ha sido mi voz hasta este encuentro.
El albino hizo un gesto de aceptación, Filando también se alzó. Sus ojos, trémulos, estaban cargados de emoción. El objeto de su más oscuro deseo, de su más ardiente admiración, se encontraba ante él. Cuando Filando habló su voz cascada emuló la de un adolescente ante su héroe de caballería favorito.
—Mi señor, es todo un honor que hayáis decidido acudir en nuestro auxilio. Por favor, entrad, vuestros aposentos os esperan—estaba encantado, radiante, el corazón a cien.
El estratega arrojó una mirada desde la profundidad de su capucha a Carcajada quien la sintió sobre la piel. Había un mensaje en ella. También hubo un gesto comedido de respeto por Áspid. A los demás les ignoró. Colom y Mulat siguieron a su señor.
—Búscame en la torre, cachorra. O te buscaré yo a ti —graznó el escolta, hacia Tristeza.
Lord Benrat se acercó a ellos.
—No podría estar más satisfecho con vosotras. Excelente. Podéis descansar ahora. Mi torre es vuestra casa. Descansad, pero no os descuides. Acudid a mi encuentro una hora antes del anochecer. Mañana será una gran noche. La noche en la que Lord Knebb morderá el polvo.
El señor no dijo más, apresuró su paso para alcanzar al estratega y les dejó en la entrada. Su esperanza era extraña. ¿En una sola noche un letrado de la guerra podía volver las tornas de una contienda que parecía perdida? ¿Qué clase de plan iba a poder trazar el misterioso albino en menos de doce horas que sería capaz de colocar a Lord Benrat como señor de las dos Thiaras? La estrategia requería tiempo, finanzas, hombres. ¿Cómo podía un solo hombre inclinar la balanza de forma tan brusca?
Vieron avanzar a la comitiva, internándose en la torre. Para entonces la esposa del Lord había desaparecido.

Notas de juego

Tenéis el día libre. Aparte de descansar, podéis hacer lo que queráis, tanto en la torre como en la ciudad, incluso podéis visitar la Grieta. La ciudad no es muy grande pero tiene todo lo que podéis necesitar, además hay buen comercio.
Podéis contactar con cualquiera de los personajes por si deseáis abrir una conversación con ellos, incluido vuestro señor. Solo Carcajada podrá hablar con el albino. El día libre. Buen trabajo.

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03/01/2017, 01:15
Carcajada

Carcajada se calló sus objeciones. El cuerpo era más que un simple receptáculo para el espíritu. Ambos eran las partes fundamentales de una realidad superior. Por separado, el primero era mera carne, huesos, ligamentos, conductos y humores. Sustento para carroñeros, depredadores, alimañas y el mismo suelo. El segundo, por sí solo, no era nada, a menos que hubiera algo cierto en las historias de fantasmas. Pero ella había visto cientos de cadáveres alimentando la tierra, y ningún espectro los recorría.

Asintió en silencio ante la proposición. Pese a sus reservas, a la atracción que ejercía sobre ella unida a la repulsión que le provocaba la dificultad para controlarse, podía aprender algo de aquella cautivadora criatura.

Alcanzaron la ciudad antes del amanecer, como habían acordado. Al pie de la torre los esperaban su patrón, Filando y dos hileras de mercenarios, escenificando una pantomima de sumisión tan engolada que incluso a ella, que apreciaba los protocolos de la jerarquía, le hizo apartar la mirada. De nuevo se preguntó quién, o qué, era aquel hombre para recibir tal trato, para que fuera depositario de tal confianza.

Un líder no debe humillarse de ese modo, salvo ante quien sus subordinados comprenden como su superior. Sus reticencias iniciales habían desaparecido. Quería ser testigo de excepción en los acontecimientos de los días siguientes, de la noche siguiente, si había de confiar en las aspiraciones de Lord Benrat.

La comitiva, el albino y sus dos escoltas se adentraron en la fortaleza. Carcajada se agarró con fuerza al arzón de su silla de montar, con ambas manos, para evitar un estremecimiento cuando sintió la mirada del estratega.

Mientras conducían a sus agotados caballos a los establos, se dirigió a sus compañeros.

Hablemos, propuso, sobre esos tres hombres, nuestro patrón y lo que vamos a hacer a partir de ahora. Donde nadie nos pueda escuchar.

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03/01/2017, 12:26
Aspid

El desierto quedo atras con un ultimo galope, mas necesario de lo ue estaba dispuesta a reconocer, pues sentia una imperiosa necesidad de librarme de aquella compañia. Esos tres hombres me provocaban unos sentimientos tan enfrentados que me revolvian las entrañas y me atenazaban el corazon. Verlos adentrarse en la torre me hizo suspirar aliviada y asqueada, en especial al ver el humillante espectaculo de nuestro pagador. ¿Acaso creian que era una especie de Dios? Jamas me arrastraria asi ante nadie por propia voluntad
Pero las palabras de nuestro anfitrion me hicieron torcer el gesto. ¿Que estuvieramos ociosas?¿Que habiamos cumplido bien?¡Somos asesinos, no escoltas o soldados acostumbrados a holgazanear! Aquel idiota estaba tan obsesionado con la llegada del albino que se habia olvidado que nosotras podiamos solucionar aquella situacion... pero no seria yo quien discutiera el cobrar una paga fija por no hacer nada.
Note entonces, y solo tras quedar alli los cuatro, como la tension poco a poco se desprendia de mi cuerpo, notando los musculos ligeramente agarrotados. Fuera quien fuera, sin duda, tenia algun trato con poderes que no lograba ni queria entender.
Si, sera lo mejor - conteste a Carcajada antes de descabalgar y llevar al equino de las riendas. Necesitaba desentumecerme despues de aquella sensacion de agobio
Una vez en un lugar discreto fui directa al grano, sin rodeos, como de costumbre
No me gustan, ninguno de ellos. No se si hemos acertado o no con este contrato pero preferiria no tener nada mas que ver con ellos... si no fuera por la paga abogaria por acabar con ellos- explique con un deje de molestia que hasta ahora ni yo misma habia percibido en mi - Podriamos aceptar ahora ese encargo de la mujer de lord Benrat. Ganarias la paga por completar la escolta y la paga por quitar preocupaciones a la preñada- sugeri como posible curso de accion

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09/01/2017, 17:26
Kargan

El viaje resultó agradable… a medias. La conversación de Colom era llevadera, aunque aquel tipo de aspecto risueño y despreocupado no acababa de gustarme. Sus palabras me hicieron sonreír. Efectivamente más de una moza había caído en mis manos gracias a mi lengua. Aunque luego algunas se habían arrepentido. Su propuesta abierta a Tristeza de acostarse con ella me hicieron enervarme ligeramente. ¿De verdad aquellas chicas se iban a dejar llevar por aquellos tipos? Llevaba meses con ellas, y a todas me había insinuado en más de una y dos ocasiones, pero ninguna había accedido ni siquiera a un beso. Aquella despreocupación de Tristeza, y lo que era peor, su respuesta no dejaban claro si accedía o no, cosa que conmigo no había dejado nunca abierta ni una duda. Aquello me enojó!!! Malditas necias que solo pensaban con el coño!!! Tras un rato de cabalgata en silencio escuchando como Colom seguía acosando a Tristeza, sonreí para mis adentros. ¿Sería posible que sintiera algo parecido a los celos? Maldita sea!! Me estaba volviendo blando!!! Unos meses con tres culos preciosos y ya pensaba solo con la polla. La conversación ordinaria de Tristeza me hizo volver a la realidad justo cuando hablaba de mi hombría…

- Pero Tristeza!!! ¿Cómo hablas así de mi? Antes de hacerlo deberías de probarlo… Por mucho que diga Colom, estoy seguro de que yo sabría darte más y mejor placer que él…  - sonreí abiertamente a ambos mientras me recolocaba el paquete. Solo de pensarlo había sentido un ligero temblor en la entrepierna…

Poco a poco, y en la más calma soledad, avanzamos hasta llegar a la ciudad. Allí aumentamos la vigilancia, pero si nuestro enemigo esperaba algo, estaba claro que no era allí. Para cuando llegamos a la casa de Lord Benrat, este lo esperaba con una pequeña comitiva. Parecían todos tensos y nerviosos, sobre todo nuestro patrón y su loco secretario. Este incluso parecía estar a punto de ponerse a llorar de júbilo.

Para nuestra sorpresa, cuando se presentó el albino, estos se arrodillaron. Aquello me hizo enarcar una ceja… ¿Pero qué coño era aquello? ¿Acaso se debía pleitesia a quien contratabas, porque nosotros no nos había dispensado aquella cálida bienvenida?  Aún así me abstuve de decir nada. Lord Benrat se mostró agradecido por el trabajo y nos dispensó el día libre para descansar y prepararnos para el siguiente movimiento. Reí ante las caras que ponían las chicas ante las claras insinuaciones de aquellos crecidos de sí mismos. A excepción de Carcajada que parecía más abrumada de lo normal… ¿en serio? Vamos!!! Por favor!! Se notaba la tensión contenida en su rostro. Un ligero estremecimiento de su cuerpo… Extraña reacción ante un hombre!! Aún así, consiguió sobreponerse y nos hizo alejarnos para reunirnos y hablar sobre el tema… Mientras avanzábamos hacia las cuadras a dejas los caballos no pude evitar decir…

- Cachorra…. ¿Cachorra? Pero de verdad… - solté una carcajada ante aquel apelativo. Los había escuchado de todos los colores pero aquel sobrepasaba los límites de la hilaridad… - Ah!!! La verdad es que no me gustan nada!!! Aunque da la sensación de que todas os habéis mojado las bragas al verles… - tras aquello seguí riendo un rato más, hasta que conseguí recuperarme… - No creo que sea buena idea jugar con dos barajas Áspid!! Esperemos a ver que planes hay!!! Y entonces pensemos que hacer... yo por lo pronto me voy a ir a la ciudad a ver si puedo meterla en algún lado... ya que veo que esta noche estaréis todas muy ocupadas. Aunque si alguna me lo pide, me quedo con ella!!! - y seguí avanzando conteniendo nuevamente la risa. - Cachorra.... !! Lo que me faltaba por oír!!

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09/01/2017, 21:28
Tristeza

La sonrisa de Tristeza se convirtió en risa al escuchar a Calam. El hombre tenía un efecto muy desagradable sobre ella y no le gustaría dejarlo acercarse a ella ni lo suficiente para poder clavarle una de sus hachas en la frente. En ese instante decidió dos cosas. Alejarse del hombre todo lo posible y practicar su lanzamiento con los cuchillos. Si el sol casi acaba con ellos, tendrá que buscarla mucho y bien bajo el sol abrazador. Así puede que estaría demasiado débil al encontrarla, lo suficiente para morir rápido y sin muchos problemas.

Por suerte el viaje llegó a su fin. Tris había estado muy pendiente de lo que pasaba alrededor, pero su mirada siempre se posaba sobre su hermana. Mientras ella seguía con vida, todo iba a estar bien. Otro esfuerzo monumental era mantener su boca cerrada. Estuvo muy orgullosa de sí misma al conseguirlo.

La bienvenida fue un poco más de lo que se esperaba. Era evidente que el estratega era importante, pero ver de rodillas al orgulloso y frío Lord Benrat seguramente sería un evento único. Por no hablar del viejo. Era impresionante verlo doblarse, parecía bastante rígido. Al final volvieron a ser personas antes de morirse de la emoción y se fueron todo dentro de la torre. La rubia les deseó a todos tropezar con el último escalón mientras despedía a Calam con otra risa. Volvería a subir esas escaleras solo porque le pagaban, de ninguna manera para acercarse a ese repugnante ser.

- Por mí que se mueran todos, dijo sonriendo cuando estaban ellos cuatro solos. Su mirada se posó un momento sobre Kargan sin saber si decirle algo o no. ¿Quieres otro golpe? le dijo al final con maldad y soltó una risilla. Sabía que el hombre iba a recordar la "bienvenida" que le dieron en el desierto por hablar cuando no debería. Eso debería herir su orgullo más de lo que lo hizo el golpe en sí. Yo quiero estar lejos de ese loco de Colom, los demás hagáis lo que os da la gana. En cuanto acabemos de hablar me voy de vuelta a la Grieta. Obviamente su hermana tendrá que decirle a dónde va y con quién, pero ya se lo preguntará luego.

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10/01/2017, 19:17
Aspid

Miré a Kargan sin decir nada, dejando que se marchara con su labia sin sentido. Si creía que de ese modo se ganaría a una mujer de verdad estab muy equivocado... claro que él solo quería a alguna simplona que fuera fácil de embaucar para poder dormir caliente. Negué con la cabeza mientras volvía la vista a tristeza

Si tanto te preocupa Colom puedo tener el remedio... un poco de mis artes en su copa, o en tus labios antes del encuentro, y ese necio morirá antes de saber que le ha pasado... solo pídelo si lo quieres- le dije con una sonrisa cómplice antes de empezar a andar hacia la ciudad - Dado que de momento parece que no váis a sopesar seriamente el acabar con ellos, voy a buscar provisiones para mis elixires

Notas de juego

Pues en vistas del "éxito" de mi propuesta me voy en busca de ingredientes para mis venenos

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10/01/2017, 20:27
Tristeza

Tristeza miró a Aspid sonriendo. Se pasó un dedo por sus labios al pensar en ese beso mortal y soltó una risilla. No le parecía mala idea, pero no algo para matarlo.

- Seguro que tienes algo para dejarlo tieso, ya sabes que me gusta asesinar de otra manera jejeje. Su sonrisa se borró de su rostro por un instante. ¡Por la polla que nunca me ha follado! ¿Y si son inmunes? Quiero decir... Son muy raros y dan extrañas sensaciones... ¡Que me folle un rey! ¿Y si no les corre sangre por las venas?

Era evidente que Tristeza no era la lista de las hermanas, su manera de hablar lo había dejado claro desde el principio. ¿Podría tener algún sentido lo que decía? Ella misma estaba notando su corazón acelerándose. Buscó en sus bolsillos algo para comer y no encontró nada. Ya sentía el estómago rugir como un león enfurecido. Sin algo que comer le era aun más difícil pensar.

- Colom dijo que el calor casi acaba con ellos, ¿tienes algo para que le haga hervir la sangre? ¡Y no me refiero a tu coño! Jajajaja, seguro que eso lo haría sudar hasta desridarse, o algo así... Malditas palabras raras... Algo que le suba la trempetura colporal, como dice Carcajada.

Su estómago no le daba tregua y cogió a su hermana del brazo. Ahora que iban a quedarse solas no estaría mal desayunar juntas y planear el día. Por mucha hambre que tenía, podría esperar a llegar cerca de la salida de la ciudad antes de meterse en cualquier lugar de mala muerte, lleno de mercenarios, ladrones, asesinos, pero con un buen olor a comida. Lo importante era la comida, la compañía solo tenía que ser ruidosa y cubrir los suaves susurros que ella y su hermana iban a intercambiar.

Notas de juego

Ve en paz, Aspid. Dejo a tu interpretación si le prestaste atención a la loca de Tristeza o no XD.

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13/01/2017, 02:29
Carcajada

Carcajada consideró con cuidado las palabras de Aspid. Tanto, tan largamente, que la mujer se marchó antes de que pudiera responderle.

Aquellos hombres eran peligrosos. Los escoltas, como los resortes apenas contenidos de una trampa para osos, amenazaban con romperlos si daban un paso en falso. Por el momento, se habían mantenido como meros defensores de la extravagante honra de su señor, pero el futuro bien podía oponerlos a ellos. Quizás acabar con ellos, como deseaba Aspid, era la forma más eficiente de eliminar la amenaza, aferrándose a la oportunidad de elegir el momento.

El encargo de Silanna no era ya una posibilidad. Habían depositado al estratega innominado a los pies de la torre de Lord Benrat, alimentando el fuego de sus ambiciones. Ya habían tomado esa decisión.

Seguiremos hablando antes de que nuestro nuevo patrón nos reclame.

A pesar de su declaración de intenciones, Tristeza permanecía aún a su lado. Carcajada la tomó del brazo inconscientemente.

Quizás haya algo más que imaginación en esa conjetura, le dijo. Ese hombre habló del secreto de la sangre. Es desasosegante, es demasiado sencillo agitar mi curiosidad.

Su rostro, pálido como la Luna, como el de un cadáver abierto en canal, drenado de todo humor vital.

Voy a buscar al anciano, a Filando, anunció. Quiero hablar con él. ¿Me acompañarás, o prefieres alejarte de la torre? Creo que Colom no se acercará si estás conmigo. Si se atreve a hacerlo, no dejaré que te toque.

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14/01/2017, 02:52

VII

Intentaron buscar a Filando. Fallaron. La torre escondía muchos secretos. Uno de ellos eran los aposentos del consejero, así como lo que él llamaba su laboratorio. Las hermanas fueron reprendidas en dos ocasiones por dos guardias de la escolta personal de Filando, logrando sacar de sus ásperas lenguas que el anciano se encontraba en presencia del albino y que aquello no iba a cambiar en todo el día.
Durmieron, comieron. Áspid revisó sus venenos. Rumiaba algo, o puede que fuera la calma, tan incómoda. La calma antes de la tempestad. Kargan no tuvo suerte en sus devenires amorosos. Las mujeres de los burdeles eran finas y hermosas, grabados en arcilla y barro, pieles oscuras y tostadas, cinturas de avispa que sabían moverse al ritmo de la música, manos delicadas, miradas de embrujo. Cada una de ellas valía más de lo que podía pagar.
Al anochecer fueron llamados ante la presencia de su señor. El sol rojo parecía sangrar mientras se ocultaba bajos la ondulada piel del desierto, fundiéndose con ella en un obsceno beso. Un puñado de guardias, la ausencia de la esposa del señor, Filando, atareado con sus libros y pergaminos, a un lado, el señor, en el centro de la sala, y tras él, en uno de sus balcones, Colom y Mulat, custodiando la entrada. El albino contemplaba la noche con interés.
—Esta noche Thiaras del Oeste caerá, lanzaremos un ataque.
Era una locura. Habían escuchado los rumores que circulaban por las calles. Lord Knebb poseía cinco veces más hombres que lord Benrant. La única ventaja de su patrón era la alta muralla que daba a la Grieta. Abandonarla para atacar la mitad de su rival era un suicidio. En el interior de la torre, los números variaban. Se decía que Lord Knebb poseía más de tres cientos hombres frente a los cuarenta que pensaba usar su patrón.
—No os he llamado para participar en él. De hecho, la guerra no os incumbe. Tengo para vosotros una empresa más peligrosa, más delicada. Knebb tiene dos hijas, una de sangre, otra adoptada. Una de ellas es fruto del deseo de…Él. La que tiene la sangre de Knebb.
—Las estrellas lo marcan, los astros la eligen. Baila con la luna, pequeña, baila con la luna, hermana de la noche —musitó Filando, estaba extasiado, excitado.
—Podrían intentar sacar a las hijas de la ciudad una vez ese perro de Knebb sepa que está perdido, o puede que intente matarlas el mismo para no ver como su propia sangre es usada como trofeo. Incluso algún mercenario desesperado podría querer raptarlas para venderlas en los mercados de esclavos. Eso no debe suceder. O bien averiguáis cuál de las dos hijas de Knebb es la que tiene su sangre y la traéis ante mí o las traeréis a las dos. Es el pago que ÉL reclamada. A cambio, el palacio de Knebb posee grandes riquezas. He prometido el saqueo del mismo a mis hombres pero vosotros podréis elegir vuestros premios, tal es mi generosidad —el rostro serio, la mirada de acero. El señor del Este portaba sus ropas de soldado, al lado de su trono espartano descansaban su escudo, su peto, su casco y su espada. Iría a la guerra, decían.
—El ataque se hará a través de la Grieta. Vosotros iréis detrás. Mis mercenarios os abrirán paso hasta llegar al palacio. Una vez dentro debéis encontrar a las hijas.
Otra misión de escolta; dos trofeos de carne y sedas en mitad de una salvaje refriega. No era trabajo fácil.
Colom, tras el señor, se adelantó. Sin ningún pudor se plantó delante de las Morias, interrumpió al lord de la ciudad del Oeste y señaló a Carcajada.
—Quiere verte —en sus palabras había un tono feroz, una orden implícita.
Colom se quedó dónde estaba mientras Carcajada rodeaba el trono de su patrón y se adentraba en el balcón, junto al estratega. Hablaron, pero nadie escuchó lo que decían. Colom, frente a ellos, saludó con una grosera sonrisa a Tristeza.
—No me has buscado, cachorra. La noche será intensa. Si quieres ver algo de acción puedes ir conmigo, al frente de todo.
Aquello contradecía las órdenes de Lord Benrat pero éste no dijo nada.

Notas de juego

Temo que ha pasado demasiado tiempo entre turno y turno como para encontrar a Filado receptivo.

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14/01/2017, 02:53

Agobio. La presencia de aquel hombre lo llenaba todo. Los astros brillaban de forma trémula, emergiendo como ruinas de una fastuosa y reluciente ciudad perdida. El ocaso era precioso, lleno de temores y de luces cenicientas. El horizonte parecía arder mientras se sumergía en un mar de sangre. Carcajada se sintió transportada, a otra época, a otro momento, cuando las aguas eran rojas y los cielos una noche eterna.
—Las estrellas, fantasmas, actores de una obra de teatro tiempo atrás sucedida —empezó al hombre, la voz suave filtrándose por sus orejas como miel untada con pimienta, placer y recelo, temor y deseo, mezclado, dentro de su cabeza, cada vez más confusa. A la luz del moribundo día el hombre era aún más hermoso, más grandioso —. Viven aunque su llama se apagó hace tiempo. El secreto de la vida eterna yace en la sangre. Me gustas —aquellas palabras sonaron como una guillotina envuelta en sedas —. Esa es Iralith —la marcó en el cielo —. Una diosa roja. He de buscar a mi reina, la hermana de la noche. Ellos la marcaron para mí. Pero no es Iralith, mi elegida. Una gobernará la noche, a mi lado, la otra compartirá algo más. Tu nombre no es aquel que ostentas, tú eres mi Iralith.
Se giró hacia ella, alto, esbelto como una grulla blanca. Sus ojos hipnotizadores eran dos cuencas de vidrio claro en los que perderse. Acercó uno de sus dedos a la boca y abrió una pequeña herida en la yema del mismo mediante un colmillo quizás demasiado largo para ser considerado habitual. Una única gota de sangre brotó de su dedo quedando suspendida sobre él; un rubí líquido que reflejaba la luz que fallecía.
—Un pedazo de mí. Bebe y conviértete en mi Iralith, descubre el secreto de la sangre y de la vida en la muerte. Únete a mí.