Partida Rol por web

Durante años la megacorporación SERGO, CORP. ha controlado gran parte de la producción mundial en todos los ámbitos. Marcas como Nestle, Nike, General Motors o Coca-Cola y cadenas como McDonals, Starbucks o las propias Apple Store pertenecen a su red oculta que permite enmascarar empresas sobre empresas a través de intermediarios y fondos jurídicos a la vez que gestionar gobiernos, monitorear sus defensas, sistemas de energía, etc. Solo hay que pararse a pensar en el diseño de sus logos para entender que su función no es solo la de ganar dinero, sino la de proteger un poder divino que rige las vidas de todo ser humano de este planeta. Pero la mayoría de gente no se para a pensar.

Todo ese control ha ido evolucionando, desde los inicios a través de los alimentos que los simples mortales ingerían, su ropa, sus hábitos hasta el reciente uso de la tecnología más avanzada para poder vigilarlos de cerca.

Y esta red mundial lo domina todo, desde siempre... o casi todo. Un reducto de criaturas nacidas de la más aberrante de las traiciones lucha contra el poder general para darle a los hombres lo que ellos llaman "libertad", que no es otra cosa que corrupción y tortura eterna en un plano donde jamás verán la verdad y donde dolor y placer se confunden tras una fina línea que no es lícito traspasar.

La guerra contra esta rebelión lleva milenios activa y millones se vidas se han perdido en nombre de la causa, haciendo caer agente tras agente en una batalla sin final.

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La mañana parecía tranquila, al menos antes de encender la tele para ver las noticias de ayer mientras disfrutabais del primer café del día. "Afganistán ha caído, el control occidental cede ante el avance talibán que por sorpresa ha ido tomando posiciones hasta la capital Kabul ( كابل ) durante las dos últimas semanas..."

La taza cae a vuestros pies mientras cogéis el móvil para aseguraros de lo que habéis escuchado. "Tropas estadounidenses se retiran del país mientras cientos de ciudadanos afganos tratan de huir exponiendo sus propias vidas en una desesperada carrera hacia la muerte." Sabéis de sobra que se trata de un estado que no debería tener interés para ninguna otra nación salvo por el hecho de ser el primer productor de opio del mundo, principal componente de la heroína y fuente de ingresos para media parte del planeta, y servir de vía de paso obligatoria en la antigüedad entre oriente y occidente... pero también que para vosotros hay mucho más.

La llamada entrante en ese momento lo confirma.

Con tono dubitativo pulsáis el botón verde y contestáis con un hilillo de voz esperando la respuesta al otro lado. "A las 6:00h, ya sabes el lugar. Las medidas de siempre."

Rápidamente os vestís para llegar a la cita, intuís que no váis a ser los únicos, no es la primera vez que ocurre algo así. Al salir de casa miráis la hora, 5:32 AM, tenéis escasa media hora para llegar pero hay que seguir el protocolo. Una mirada exhaustiva a la calle os asegura que nada sospechoso acontece, por suerte es temprano y no hay nadie aún en la calle... salvo aquella jovencita paseando a su perro más pendiente de su smartphone que de lo que su can se está comiendo.

El sonido de vuestros pasos se funde con el despertar de la ciudad y minutos después tomáis el metro para dar un largo rodeo hasta vuestro destino. ¿Por qué tenía que haber sido precisamente hoy? Las entradas para el partido con las que jugueteáis con los dedos en el bolsillo parecen ya papel inservible que solo calentará la chimenea cuando volváis a casa. Ah, maldita sea, elegí mal el bando.

Fred se había levantado ese día con energía después de un día rutinario, por la mañana atendía la avidez de conocimientos de sus alumnos, les enseñaba acerca de sus antepesados, del modo en el que fueron cambiando a lo largo de tanto tiempo. No les explicaba que toda su evolución podía haber sido dirigida desde sus inicios. Aquella era la sospecha del profesor, del ser que lo poseía, que desde tiempo inmemorial había seguido los pasos de aquellas criaturas y hoy día observaba los grandes logros realizados. Tampoco eran capaces de entender que el complejo mundo actual tan caótico en apariencia era controlado por los suyos, por los ángeles. Poco importaba que la sociedad se hiciera más sofisticada, los ángeles eran los verdaderos alumnos aventajados, capaces de adaptarse para que el plan divino pudiera continuar. La mayoría de los humanos ya los consideraba figuras mitológicas, parte de una mentira, pero si supieran la verdad no la podían asumir, Fred creía que caerían en la locura.

La tarde la pasó entrenando para lo que había nacido, para el combate. Dominar las nuevas armas humanas era un buen pasatiempo llevado desde el secretismo. Todo iba bien hasta que la llamada anunció que algo estaba cambiando. El teléfono no sonaba mientras todo avanzaba según los planes de los servidores de Dios.

Hoy podrían haberse divertido, en su lugar se les pondría a prueba siendo la primera la de responder a tiempo a la cita. No le gustaba que hubiera tan poco margen, eran señal de que algo estaba fuera de control. Demonios, solo ellos podrían justificar aquellas prisas, pero bien podría ser algo más mundano como una fuga de información. Por ahora buscó la serenidad, tras dejar el metro llegó al lugar que le había sido indicado no sin antes dar un pequeño rodeo siguiendo un camino improbable como indicaban los protocolos.

Lo primero que quería saber era si el único citado, eso le daría la pista de que se trataba de una cacería.

La tienda de antigüedades parece cerrada, ninguna luz sale de ella y el cartel de la puerta indica que aún quedan unas horas para que pueda entrar el primer cliente pero vosotros sabéis que ahí detrás, en el callejón, hay una escalera que lleva abajo. Asegurándoos de que nadie os ha seguido os internáis en la penumbra de la aún incipiente mañana y usáis la tarjeta magnética que tenéis para acceder a un recibidor forrado de piel de color rojo, extraña decoración. Todo huele a incienso. Más allá, una puerta metálica os obliga a llamar.

A los pocos segundos una voz familiar precede al rostro de Marco que os da la bienvenida. Al otro de los matones no lo conocéis, sin embargo os mira de arriba a abajo demostrando desconfianza. Tras poneros al día con el primero durante unos instantes sobre algún tema personal os da paso al estrecho y oscuro pasillo del que conocéis de sobra qué puerta elegir.

El humo os atora nada más abrirla y pese a la oscuridad reconocéis al menos a dos o tres de los presentes que como vosotros están allí sentados esperando ser informados, contáis seis. Al tomar asiento no pasan más de unos minutos hasta que dos figuras con chaquetas entran desde una estrecha abertura de la derecha de la que se filtra un parpadeo azulado. Son un hombre y una mujer, ambos rubios con el pelo rizado y grandes ojos azules.

- Vamos a ahorrarnos el protocolo esta vez, estamos en una situación de crisis. Desde lo de Israel no habíamos vuelto a vivir algo así.- Dice él con tono preocupado.- Pese a la victoria de nuestros hermanos talibanes, que aunque a veces demuestran demasiado celo han mantenido la fe del pueblo todos estos años, el coste de vidas está superando lo permitido. La caza ha comenzado y pese a que estamos eliminando alimañas a un ritmo alto se están defendiendo de modo aguerrido y mucha gente inocente está cayendo con ellos. Esta cruzada nos va a llevar años, la lista negra es grande y no es fácil ir limpiando casa por casa evitando el mayor número de daños colaterales.

- Pero el motivo de que estéis aquí es otro, otra vez el ejército estadounidense está actuando por su cuenta y con ellos las labores de extracción no pueden ser controladas del todo, muchos de nuestros enemigos están saltando a diversos destinos de Europa y América, perdiéndoles el rastro. Se estima que ya hayan huído miles, quizá para siempre. Demonios que gracias a sus aliados comunistas de la Casa Blanca se han lucrado todos estos años y han vagado a su antojo como pequeños caciques. Ahora deben pagar.

- Por supuesto como ya he dicho no podemos controlarlos a todos...

- Por desgracia.- Interrumpe por lo bajo su compañera.

- La hermana Elena tiene una visión algo distinta de cómo deberíamos gestionar esto.- La mirada que le echa el hombre es fría y cortante antes de seguir.- Pero a pesar de las fugas nos interesan especialmente tres individuos. No es que el resto sea prescindible pero estos tres tienen información relevante que no podemos perder. Se les agrupará para encontrarlos, han sido elegidos porque no se debe usar la violencia contra ellos, sino localizarlos, darles confianza y actuar en el momento preciso, con la mayor discreción. Nos irán informando de cualquier progreso y controlaremos la operación desde aquí. Como es habitual, sus relojes llevan comunidores y cámaras de vídeo para registrar cualquier operación y mantenerlos en contacto.

- Ya saben de sobra las normas, les diremos ahora lo que necesitan saber de modo individual de manera que ninguno de ustedes pueda interferir con otra de las partidas de caza.

El resto de la conversación gira en el mismo sentido, hasta que os nombran y os distribuyen en salas grupales. No parece haber homogeneidad en cuanto a número o designación puesto que parece que vosotros vais a ser tres y los supuestos otros dos grupos suman tres agentes en total.

La vida era sencilla para alguien como él; se sentía en paz entre los humanos, y había muchos por allí. Todas las mañanas se despertaba temprano y salía a pasear entre la gente, grandes multitudes entre las que pasaba desapercibido. Caminaba sin rumbo fijo desde su casa, un moderno adosado en el norte de Williamsburg, a veces hasta Queens, otras hacia Coney Island y, en ocasiones, atravesando el imponente puente de Brooklyn, hasta Manhattan, observando aquí y allá los hábitos de los hombres y mujeres de aquella ciudad de la que tan orgulloso se sentía su traje. No de Nueva York, sino de Brooklyn.

A él, después de tanto tiempo, también le gustaba. La mezcla de culturas, la enorme variedad de cosas por hacer, todo allí era a lo grande; una vida entera no habría valido para sacarle el máximo partido a lo que ofrecía la humanidad allí. Ese mismo día, por ejemplo, era uno señalado: el Barclays Center, sede de los Brooklyn Nets, acogía el encuentro del equipo local contra los Knicks de Nueva York. Era una ocasión especial que se vivía con mucha euforia en el barrio, e incluso al volante notaba la excitación del verdadero Michael; esa noche tenía pensado pasar a un segundo plano y dejarle disfrutar. De hecho, no tenía problemas en estar en el asiento de atrás, y solía hacerlo a menudo, forzando de vez en cuando alguna decisión.

Por desgracia, sus rutas no eran únicamente con ánimo recreativo, sabía que los demonios se ocultaban también, y manejaban los hilos desde las sombras, llevando a sus títeres al desastre; su trabajo era evitarlo, y por eso a esas horas estaba al mando, siempre. Gracias a ello, reaccionó rápido cuando escuchó las noticias y sonó el teléfono. Lástima. Fue al armario, se puso un fino chaleco de kevlar hecho a medido, se abrochó la camisa encima y cogió su chaqueta, en la que llevaba un par de cuchillos arrojadizos bien escondidos. De un cajón sacó la tarjeta que necesitaría; después, se puso en marcha, ya iba muy justo.

Llegó al lugar de reunión con escaso margen, apenas un minuto para que dieran las 6:00h; los protocolos eran un fastidio en esos casos, aunque entendía su lógica. Directo, se internó en el callejón y pasó.

—Buenas, Marco, ¿qué tal tu chica? —Esperó respuesta, devolviendo una sonrisa a cambio antes de añadir algo—. ¿Si? Me alegro de que os vaya bien. Venga, cuídate.

No era el único presente, y rápidamente reconoció a uno: Fred Stone, profesor de antropología en la St. Francis College, universidad de la que era decano, y un ángel. La suya posiblemente había pasado desapercibida, apenas era más fuerte que la de un humano con cierto poder, pero no al contrario. En parte, esa también era sufunción, era por lo que estaba en ese puesto. Al entrar, le saludó con la mano.

Había otra persona que le resultaba familiar, una chica llena de tatuajes que llamaba la atención. Creía recordarla de algo relacionada con la universidad, aunque no estaba seguro. En cualquier caso, si estaba allí, significaba que estaban en el mismo bando; extendió a ella el gesto de bienvenida. El resto no le decían nada.

En cualquier caso, fue a sentarse en la última silla vacía, a la par que llegaba una pareja detrás mía. Esos no eran peones como nosotros, tampoco los que mandaban. Eran un punto intermedio que se encargaba de informar. Una cacería entonces, e importante. Si, ya lo había supuesto. Cuando le dijeron, pasó a una sala contigua, y esperó instrucciones.

Los prolegómenos son breves, durante años la corporación ha estado ayudando a los talibanes con el objetivo final de limpiar el país. El número de infieles ha crecido día a día y la criba debía empezar cuanto antes. Por supuesto el resto de iglesias no acepta como ortodoxos los métodos empleados por esta fuerza religiosa pero asumen que es el único modo de tener controlada a la población, que no debe apartarse del camino de Mahoma como servidor de Dios. Mirar hacia otro lado si el fin lo justifica es a veces una opción para luchar contra el pecado.

Sin embargo el potencial económico del país, pese a su falta de infraestructura, ha estado atrayendo a otras potencias. Los Estados Unidos, severo azote durante años de los intereses divinos, tomaron la mayoría de las ciudades con la excusa de erradicar el terrorismo, y como ellos tantos los ingleses en la época de las colonias como Rusia más recientemente, participando en la guerra civil contra los muyahidines (movimiento aún más violento que el actual y apoyados por USA como estrategia en su Guerra Fría) para controlar posteriormente el país, han ido atrayendo a "individuos" que han visto cómo se abrían las opciones de supervivencia en un entorno tan hostil como poco vigilado.

- Es el caso de Malik Mujtaba, autocoronado Rey de Mazari Sharif, la cuarta ciudad más poblada del país.- Dice el hermano David que os ha reunido a los tres. Su traje similar al de los dos interlocutores anteriores indica su estátus, más aún la insignia dorada en forma de corona de laurel que lleva encima del bolsillo izquierdo de la chaqueta que acredita su valor en combate.- Tenemos indicios más que evidentes de que ahora mismo se encuentra aquí, en New York, muy posiblemente refugiado en la universidad... donde trabajáis. No sabemos cómo ha conseguido saltar el cerco fronterizo pero si que ha cambiado su aspecto gracias a una fotografía sacada a su llegada en el transporte que lo escoltó desde el aeropuerto.

- Al parecer aún no se le ha entregado una nueva identidad, pero sabemos que va a hacerse pasar por miembro del personal de la misma y que trabajará allí una temporada como coartada.

- ¿Y si tenemos toda esa información por qué no lo detenemos directamente, os preguntaréis? El asunto no es tan fácil. Es muy posible que su aspecto ni siquiera sea el mismo que habéis visto cuando el gobierno termine con él y lo ponga en circulación. Incluso sospechamos que puedan eliminarlo ellos mismos, aunque esa opción se nos antoja remota. Pero el mayor de los problemas es que no podemos hacer nada oficialmente si no queremos iniciar una guerra, debéis localizarlo e informar cuanto antes... solo entonces recibiréis nuevas instrucciones.

- Con toda probabilidad habrá habido algún movimiento de personal, quizá podrías comprobar eso, Michael.- Mira al director de la universidad.- Pero ahí se plantea el segundo problema, esta situación hace temer que haya más infiltraciones de las que creíamos y puede que os encontréis con elementos hostiles, probablemente peligrosos o miembros de una red que levantará las alertas y hará que nuestro objetivo vuele. Debéis ser lo más sutiles posible sin levantar sospechas, y remarco esto porque de ello depende la misión.

- Ni que decir tiene que si os encontráis cara a cara con él evitéis la confrontación, se trata de un individuo extremadamente peligroso y está fuera de vuestras posibilidades. Os destruiría sin lugar a dudas.

- La oficina de Recursos Humanos es ahora mismo vuestra principal pista, la lleva una tal...- lee sus notas,- Grace Vedland, la conocéis de sobra. Como miembros de la institución nadie mejor que vosotros para haceros cargo. La señorita Brown,- dice señalando a la chica de tatuajes de la sala,- se ha mostrado solvente en algunas "operaciones anteriores", debéis mover hilos para que actue con vosotros, quizá una plaza de adjunto, alguna beca de investigación, sois creativos para esto.

- Pero repito, no os fiéis de nada ni de nadie, las apariencias engañan. Solo os puedo desear suerte... y no déis un paso en falso, informad primero.- Se toca ligeramente la muñeca señalando el reloj que os han proporcionado, con el que podéis grabar vídeo y comunicaros con la central de información.- Sed cautos.

Dicho esto se acerca a un lateral para encender las luces y salir posteriormente de la habitación, dejándoos solos.

Adentrándose en la tienda de antigüedades no tardó en cruzarse con Michael y con la joven Sigrid con quien había tenido también más de una charla pues le gustaba su trabajo.

Atendió a todas las instrucciones, comunicando acerca de Malik Mujtaba, el objetivo para el que recomendaban evitar enfrentamientos directos, evitar su red de vigilancia y en definitiva descubrirlo del modo más indirecto posible. Tal y como lo planteaban todavía podía ser que faltaran unos días para verlo por ahí con un nuevo aspecto aunque siendo un demonio cualquier cosa era posible.

- Hola, al fin tendremos una misión juntos y nada lejos, ¡en la propia universidad! Tal y como lo cuentan este tipo podría tirarla abajo si quisiera, espero que todo sea una exageración.

Fijándose en Michael no debía de haberse cruzado antes con Sigrid pero sabía que la chica tenía ya ubicado al director, aún así hizo unas presentaciones formales.

- Sigrid, Michael, Michael, Sigrid. Sigrid es buena con la tecnología. Si hace falta un mech acorazado nos lo fabrica.

Aquello del mech era una broma. Su mente discurrió de nuevo por la conversación anterior, habrían entrado varias personas nuevas a trabajar en la universidad, hombres y mujeres, la de recursos humanos era una chica fácilmente seducible, solo que Michael era el director, le tendría respeto y le podría responder a lo que hiciera falta. Ese el tipo de acción indirecta que Fred imaginaba que había que hacer.

Tras las presentaciones parece que váis a colaborar una temporada. El estátus de Michael os permite acceder a los datos de los nuevos accesos, un par de horas después estáis en su despacho accediendo a ellos desde su ordenador. Parece que ha habido bastante movimiento últimamente, decidís cribar el último mes y hay nada menos que 26 nuevas incorporaciones entre profesores, personal de mantenimiento... pero lo que es peor, al menos una centena de nuevos alumnos entre masters y cursos avanzados, la mayoría menores de 30 años y al menos veinte en torno a los 50 años.

En general os quedáis con varios perfiles:

- Taj Ravi, un indio con una brillante carrera que parece residir desde hace unas semanas en el centro de la gran manzana y expone haber hecho una fortuna con maquinaria pesada para tareas civiles (agricultura, construcción...). Está incluido como proveedor de material de investigación pero su contrato aún no ha sido firmado ni se ha servido aún ningún pedido.

- Ed Lampert, un cincuentón estadounidense que tras perder su trabajo ha decidido reciclarse haciendo un máster de Economía y Posibilidades de Negocio para Emprendedores con Capital de Bajo Riesgo.

- Shake O´Neil, un repatriado croata que parece no conservar su verdadero nombre contratado como encargado de mantenimiento en una de las residencias internas del complejo.

- Adib Nassim, nuevo profesor de ciencias políticas procedente de la Universidad de Ohio, de origen albano pero que lleva en el país cerca ya de 20 años.

- Y finalmente Edwin Reda, adinerado magnate que llega a la universidad como colaborador pero del que no hay casi información, ni siquiera para precisar cuál será su relación real con la entidad. Quizá aquí habría que buscar quién ha dado el visto bueno o quién es el responsable de su inclusión en la base de datos.

Michael se quedó allí sentado, pensativo. Preveía una situación difícil que iba a poner en riesgo su puesto; no solo no podían llamar la atención por la misión, sino por su posición. Estaba descartado que hubiera problemas, de ningún tipo.

—¿Eh? —Tardó un momento en darse cuenta de que Fred le estaba hablando, presentándole a la mujer—. Si, encantado —dijo poniéndose en pie y tendiéndole la mano—. Me suena tu nombre, bueno, tu apellido. ¿Industrias...? No. ¿Servicios Brown? —Asintió—. Eres más joven de los que esperaba. El caso, barajé tu empresa para cierto proyecto tecnológico en la Facultad, tal vez podamos ponerlo en marcha y, eso, además, me dará la excusa perfecta para hablar con la señorita Vedland. Aprovecharé las gestiones para darte de alta para interesarme por los movimientos del personal, como Decano es una de mis funciones, y no resultará extraño. Cada cierto tiempo, de todas formas, me ocupo del papeleo. Fred te enseñará mientras tanto la universidad y te presentará a la gente, moviéndonos en dos frentes adelantaremos y os podréis hacer una primera idea de aquellos que él no conozca. Sin indagar demasiado, simples saludos aquí y allá. De hecho, será mejor que estéis de observadores mientras tanto, no sé si me explico. Vuestras auras son fuertes y podrán detectaros con facilidad. —Al contrario que, por suerte, pasaba conmigo; ni humanos ni seres sobrenaturales solían prestarme atención, un error que los demonios y otras criaturas malignas solían pagar caro.

El trío comenzaba a coordinarse debatiendo sobre cómo afrontar mejor la misión que les habían encomendado. La búsqueda de perfiles que pudieran coincidir con el hombre que tenían que encontrar ponía sobre la mesa ideas conjuntas que prometían llevarlos sobre alguna pista rápidamente.

Sin embargo la satisfacción duró poco, desde el despacho de Michael pudieron escuchar un extraño sonido lejano, quizá una explosión pero que sin duda era imposible... el campus era uno de los sitios más tranquilos de toda la ciudad y nada había levantado su calma desde que ellos recordaran. Los ruidos de las sirenas confirmaron cualquier duda, algo grave había pasado.

Mirando por la ventana consiguieron ver el humo a medida que se iba levantando sobre los edificios. A esa distancia debía ser alguna de las residencias, quizá el centro de investigación de animales que también se encontraba en esa dirección.

Fuera como fuera había que echar un vistazo, y posiblemente preparados para encontrar lo peor.

No hubo tiempo a recibir respuesta; el primer esbozo de su plan quedó en el aire, desvaneciéndose rápidamente por un nuevo evento. Hallar al culpable tendría que esperar.

—Iré primero. Id preparados, pero tranquilos —avisó. Dicho eso, cogió su chaqueta y salió por la puerta rápidamente, dirigiéndose con largas zancadas, a buen paso pero sin llegar a correr, en dirección al lugar.

Mientras lo hacía, iba actuando como debía dada su posición—: "Volved a clase." "No hay nada que ver." "A lo vuestro, venga." —Si había problemas, no podía permitir que los alumnos, curiosos como eran, se metieran por medio.

Fred había estado revisando aquellos perfiles que podían encajar entre tanto movimiento como había tenido la universidad. Todos tenían una historia detrás, alguna de ellas debía de ser ficticia. Edwin Reda era el más esquivo de todos, no por ello era el principal sospechoso pero los huecos habría que llenarlos.

- Uno de estos puede ser nuestra presa, otros pueden ser sus vigilantes. Hay que ser muy cuidadoso, cualquier paso en falso...

Una explosión sacudió el lugar, le hizo reaccionar mirando hacia donde venía el sonido.

- Y ahora qué. Esto no encaja.

Era como si tuvieran un puzzle delante y una nueva pieza no tuviera lugar,porque no creía que hubiera un enfrentamiento o un atentado en la universidad. Pensando en que el puzzle tenía más piezas de las que habían visto hasta ahora, asintió al director pensando en seguirle como si se tratase de un curioso más.

- Si hay que investigar me acercaré para que podamos echar un ojo juntos.

El ángel sabía que era bueno en esas lides y además, pensando que tenía una misión por delante había traído sus dos pistolas provistas con silenciador ocultas en su chaqueta. Si la universidad se había vuelto un lugar peligroso tendría que traerlas con más frecuencia.

Llegaron apresuradamente al lugar del que venía el humo tras atravesar gran parte del campus, muchos estudiantes estaban fuera de lo que era una de las residencias más grandes de la universidad, el fuego podía verse a través de todas las ventanas de la fachada principal.

Las labores de extinción ya habían comenzado pero seguía habiendo mucha gente saliendo por las puertas. Aún no parecían haber llegado los bomberos aunque el servicio de seguridad privada se había encargado de conectar mangueras a todas las bocas de riego disponibles y trataban de controlarlo por zonas.

Llantos, gritos, el desconsuelo por lo perdido sonaba por doquier por el extenso jardín que servía de separación con el resto de edificios, que no parecían estar comprometidos si se mantenían a raya las llamas.

Una de las encargadas reconoció a Michael y se acercó corriendo.

- Rector, estamos haciendo lo posible, no sabemos cómo ha empezado pero aún queda mucha gente dentro. Si no hacemos algo va a ser un desastre... la reputación de la institución.

Parecía realmente compungida y superada por los acontecimientos. Rápidamente uno de los auxiliares a cargo de las mangueras que respondía al nombre de Frank os informó notablemente mejor.

- Creemos que comenzó en una de las habitaciones, posiblemente de aquella zona.- Señala a la parte central, sobre el segundo o tercer piso, el último.- Se ha extendido rápidamente hacia los lados antes de que llegáramos, lo que es extraño, pero lo realmente preocupante es que la mayoría de los estudiantes siguen dentro. Ni siquiera nos ha dado tiempo a evacuar, estamos esperando a policía y bomberos para tener infraestructura.

Justo al decir esto una explosión resonó sobre la última planta, en uno de los laterales, el derecho desde donde mirábais. Al alzar la vista una silueta oscura podía verse desde el tejado, una figura que tras el humo podía verse claramente. Un hombre de mediana edad, vestido de uniforme gris y con algo punzante en la mano, que no cesaba de gritar algo ininteligible hasta abrir los botones del pecho y empezar a cortar sobre su carne mientras se arrodillaba al borde del abismo y entonaba algo parecido a un rezo a la vez que comenzaba a sangrar abundantemente.

Los gritos de desesperación de todos los que podían verlo convertían la escena en afixiante y muchos de los empleados comenzaban a mirar a Michael apremiantemente.

La situación era mucho peor de lo que había esperado, y en lugar de mejorar, se complicó rápidamente al llegar él. Las miradas suplicantes a su alrededor eran un añadido que convertía la atmósfera en opresiva, dificultando cualquier decisión que tomara a continuación. Y es que, aunque su primer impulso había sido, nada más ver al que sin duda era el terrorista causante de aquella catástrofe, lanzarse a por él, sabía que un acto como aquél le pondría en el punto de mira. Para bien o para mal, llamaría la atención de manera no deseada, lo que podría desenmascararle y tirar por tierra su tapadera. No arriesgarse más de la cuenta era la máxima en su vida, así que no podía acabar con aquello de manera rápida y tajante, como querría.

Para ocultar sus dudas, miró al suelo, se llevó una mano al mentón y, con el dedo medio de la otra, se colocó las gafas. Dejó que el silencio se extendiera unos minutos y, después, actúo como tendría que actuar cualquiera; no era Supermán, ni un héroe, no podía actuar como tal. No, debía ser consecuente, realista, práctico y acorde a lo que se esperaba de él.

—Centraros en apagar las llamas en torno a la salida y que salgan los que aún siguen dentro. Que evacúen los edificios de alrededor; no os preocupéis si el fuego se extiende, lo importante son las vidas de nuestros estudiantes. Montad un perímetro también, alejad a todo el mundo que no sea imprescindible, que no se queden en la calle y vayan al edificio principal.

Eso les mantendría a salvo y, de paso, alejaría tanta atención de la zona, especialmente los malditos teléfonos móviles y las grabaciones directas a las redes sociales. Si allí ocurría algo sobrenatural, lo primero era evitar que se extendiera.

Aquella máxima de que los problemas nunca venían solos se iba haciendo realidad. Multitud de rehenes en el interior por lo que había podido escuchar y ahora el loco, un demonio quizás, que iba a atraer demasiada atención sobre ellos dificultando la tare principal recién encomendada.

A Fred le gustaría tener su rifle a mano pero no era el caso, la mejor opción para él era ascender hasta la última planta y para eso tenía que llegar hasta el edificio lateral.

- ¡Ese loco se va a acabar matando!

Hizo un gesto a Sigrid y a Michael cuando tornara la mirada tras escuchar su voz, indicando que iba a ir en aquella dirección, hacia el edificio. Si había un demonio había que enfrentarlo antes de que completara su propósito oscuro, un tiro en la nuca era la única solución que ahora Fred encontraba.

Por su parte, he estado atenta, espectante en todo momento.

¿Una explosión? ¿AQUI? No pudo haber sido un accidente. Hay medidas de seguridad, DEMASIADAS.
Y las conozco, porque a este cuerpo que ocupo ahora, le costaba la misma vida el poder saltarselas en los dias de estudiante.

"Tiene que haber alguna grabación ¿Verdad? Grabaciones de que ha sucedido ¡Vamos por ellas, antes de que alguien meta las zarpas en esto!" sugiero de forma lacónica pero acertada.

Michael prefería no intervenir en las acciones de sus dos compañeros, pero no le quedó más remedio que actuar como lo que era y detenerles. Al menos a Sigrid, que por sus palabras parecía querer meterse al edificio en llamar a recuperar las cintas de seguridad; no era una buena idea por muchos motivos, pero principalmente, como Rector, no podía permitir que nadie sin preparación entrara ahí, y mucho menos una persona completamente ajena a la universidad, ya que no se habían iniciado los trámites necesarios para incorporarla. No había habido tiempo.

—Espere, señorita Brown. Se que lo suyo con la tecnología es pasional, pero no puedo dejar que entre ahí sin más. Deje que nuestros trabajadores actúen, por favor.

No llamar la atención sobre ellos era una prioridad, no solo para mantener las tapaderas, sino porque aquél atentado bien podría ser un plan de su objetivo para sacarles a la luz. Hacerlo sería contraproducente en muchos sentidos, e incluso podía suponer su muerte si el demonio al que se enfrentaban era tan poderoso como les habían avisado.

Fred, sin embargo, intuía lo que pretendía. Con aquellas palabras pretendía crear una tapadera, y su movimiento le indicaba que posiblemente tenía la intención de acelerar esa muerte. Mientras no se dejara ver, no había problema.

Tal y como avanzaba el rector, lo normal es que la sala de grabación estuviera dentro del edificio. Sigrid estaba decidida a entrar en él pese a las llamas pero no contar con un guía supondría una muerte segura buscando algo que no conocía. La duda la invadió mientras Michael seguía dando órdenes a voces a todo el personal, para ver al poco como llegaban un gran número de ambulancias y varios coches de policía.

Numerosos estudiantes habían podido salir ya pero el panorama era desolador, muchos vociferaban a través de las ventanas, otros caían por ellas mientras se escuchaban gritos de dolor del interior e incluso algunos yacían tumbados con quemaduras o incluso carbonizados sobre el césped gracias a la labor en grupo de algunos compañeros, quizá les había pillado cerca y los habían conseguido sacar entre varios.

El horror se estaba apoderando de la gente del campus pero la atención seguía fija en el hombre del tejado, que había dejado de hablar y seguía de rodillas.

Al poco pudo verse otra figura sobre la azotea, un hombre de aspecto joven se acercaba a él mientras el primero levantaba un brazo, quizá indicando que se mantuviera donde estaba, mientras esgrimía el cuchillo que portaba.

"Maldita sea ¿Y no hay una copia, ni nada?" pregunto. Pero en parte me imagino la respuesta.

Entonces se me ocurre una idea un tanto... peculiar ¿Sería yo capaz de intentar acceder a esos terminales desde fuera? Sin duda, si hay alguien capaz entre todos los de este mundo ¡Esa debo de ser yo!

Casi por instinto Fred entró al edificio por una de las puertas laterales que daba justo debajo de donde debía estar el hombre. Pese a lo que podía parecer, las escaleras no estaban incendiadas y fue fácil subir hasta arriba. Quizá demasiado fácil. Sorteando estudiantes a la carrera consiguió llegar al último piso y desde ahí al último tramo que lo llevaba a la azotea.

Abrió la puerta con fuerza y a lo lejos, al borde del abismo, por fin consiguió ver de quién se trataba. El humo cubría parte del tejado pero parecía subir de las habitaciones de abajo.

El hombre había escuchado el estruendo y lo miró fijamente. Sus rasgos eran sin duda árabes pero carecía de barba y llevaba el pelo muy corto, el uniforme que portaba no parecía pertenecer a la universidad, quizá un técnico de fuera, electricista o fontanero, y su pecho estaba completamente destrozado mostrando el hueso de sus costillas junto a un reguero de sangre que formaba un gran charco en el suelo. Era un milagro que no estuviera ya muerto.

Con un acento marcado le gritaba con el arma con el que se había provocado las heridas.

- Quédate ahí, sé quién eres pero no te lo vas a llevar. Lo defenderé con mi vida si hace falta.

Su cara mostraba miedo más que amenaza.