Partida Rol por web

-Bien...La daga en cuanto a su forma y ornamentación no tiene demasiado misterio. Es un objeto de calidad, y tanto el águila de su empuñadura como las SS grabadas parecen simples detalles para hacerla más exclusiva. Los hombres que destacaban en sus tareas en el ejército nazi, de cualquier rango, eran obsequiados a veces con objetos de este tipo. Por lo tanto, es muy posible que esta daga pertenezca a una serie muy limitada y pueda alcanzar un gran valor en el mercado. Yo no la venderia sin saber el precio que pueda tener, ademas, yo diria que es una daga ritual... Os acompañare Alison... quiza pueda ayudaros en el anticuario... - dice Lucius.

Sin perder mas tiempo, bucais la dirección de la tienda de carlo Lazzari y os plantais alí cual simples turistas. La tienda de antiguedades está situada en una de las avenidas principales de Roma y no tiene nada que ver en cuanto a tamaño y glamur a la visitada en Berlín. El negocio de carlo lazzari es una especie de supermercado de las antiguedades, lujoso y con unos precios mas que desorbitados. A pesar de eso, innumerables clientes se pasean por ella atendidos por varios empleados perfectamente entrajados. Aunque no teneis su descripción, no parece que el mismo Carlo esté entre ellos.

Gabriel coge la daga con sumo cuidado y detenimiento, y tras unos minutos, decide hacerla una foto con el movil. Tras eso, la envuelvede nuevo en el pañuelo y la guarda. Sonriendo paladea  una vez mas su copa, casi apurándola, y la deja sobre la mesa.

-No pretendo venderla, pero si hacerle picar y que se interese por verme en persona aunque; efectivamente; eso suponga que tendremos que andar con pies de plomo.-

Una vez decidido el plan de acción, Gabriel se fue a su habitación y bajó a recepción al cabo de un rato, cuando el resto del grupo apareció, el ex sacerdote estaba haciendo unas preguntas en recepción y parecía que el chico que atendía le daba algo. Cuando partieron, antes de llegar a la tienda de antigüedades, Gabriel les hizo parar en una tienda de fotografía cercana al hotel, donde sacó una copia en papel de la foto que le había hecho a la daga anteriormente.

Y sin mas dilación llegaron a la tienda, aunque aquello parecía mas bien un supermercado.

Vale. entonces aquí voy. Vamos daditos.

XDDDDD. Lo he conseguido joder. Ahora bien master. No quiero ser un dolor de cabeza pero realmente lo que deseo o más bien Norman deseaba conseguir era:

Un arma semi-automática. Una Uzi si es posible. 4 cargadores. Y 2 granadas del tipo Stun. De todas maneras esto lo dejo a tu aprobación. Tu decides que otorgar y que no.

Cuando tienes un rato te paras a analizar la daga. Aunque no sueles emplear tus habilidades, no te cuesta demasiado sintonizarte con el objeto y "leer" sus últimos recuerdos.

Al princpio solo ves unas manos, las de un anciano que la envuelven en una tela; Lentamente la visión se va ampliando y logras ver a otro hombre, algo mas joven, que se la entrega en su lecho de muerte a otro hombre. Sin duda se trata de Alexander entregandosela a su hermano Willheim. La siguiente visión te lleva a una ceremonia militar, donde un jovencísimo Alexander es condecorado y obsequiado con ella. La última de las visiones es algo más oscura y confusa; ves algo parecido a un ritual pagano con fuego y sangre y la misma daga saliendo de la forja, aún al rojo vivo y siendo marcada con la doble S.

No puedes averiguar mas sobre este objeto.

- Alison ven, vayamos a tomar un café en ese lugar del frente. Invita Norman a su cra. Mientras caminan el coloca su mano suavemente en la cintura de su amiga y le susurra con una sonrisa a su oído. - Desde ese lugar podremos ver la entrada de la tienda y estar al tanto por si aparece uno de los gorilas de la vez pasada. Además pasaremos desapercibidos entre la multitud.

- Deja que Gabriel mueva sus cartas ahora. Estando tantos allí solo conseguiríamos llamar la atención.

Bueno aquí voy de nuevo con lo de las armas.

Espero que esta vez me salgas igual las cosas. XDDDDDD

Vamos daditos

M...... XDDDDDD.

Definitivamente conseguir lo que quiero es un bastante díficil en este tiempo. Además, al material táctico solo accede un selecto grupo de personas y para llegar a ellos hay que soltar bastante pasta.

Gabriel y Lucius entran en la tienda mientras Alison y Norman se sientan en una terraza cercana a tomar algo sin importarles lo desorbitado de los precios. Desde ese punto pueden vigilar la tienda y una buena parte de la avenida.

En el interior de la tienda los empleados vigilan los movimientos de cada cliente para evitar robos furtivos, pero como puede observar un ojo experto, las antiguedades pierden valor a medida que se acercan a la entrada. Un ladronzuelo inexperto solo sería capaz de llevarse baratijas.

A los cinco minutos de pasear por el interior, un elegante empleado se acerca y pregunta en un refinado italiano: -¿Puedo ayudarles en algo, señores?

Gabriel estudió de un vistazo al empleadoque les había salido al paso, se giró, miró a Lucius y de nuevo clavó su mirada en el hombre.

- Pues seguramente, verá estoy buscando al Sr. Carlo Lazzari, tengo un asunto que quisiera tratar con él-

Respondió con tono serio y casi tajante al tiempo.

El empleado os mira de arriba a abajo y responde: -Por supuesto, señores. En seguida les atenderá. Y se dirige a la parte trasera de la tienda. Al parecer, hablar con el mismo Carlo no es algo tan exclusivo y es posible que las cosas sean mas faciles de lo esperado.

Al cabo de unos minutos, Carlo Lazzari hace su aparición: Se trata de un hombre alto y delgado de unos cuarenta años o quizás algo mas, vestido con un elegante traje completamnete blanco con sombrero, en el que solo destaca la corbata negra y sin ningún adorno. Sin sacarse las manos de los bolsillos, sonríe y pregunta: -¿Que puedo hacer por ustedes, caballeros?

Mientras tanto, en la terraza, Alison y Norman toman algo y se dan cuenta (especialmente Norman) de que las mujeres en Roma no saben qué es eso de los sujetadores y pasean sus senos bamboleantes marcando pezones sin ningún pudor.

El gesto de Norman al cogerme por la cintura me sorprende, pero rapidamente me relajo y le quito importancia ya que hace mucho que somos amigos, doy por hecho que ha sido un gesto cariñoso y unicamente amistoso. Junto a el llego a la cafeteria y me siento a observar.

-Me gusta Roma, su gente, su clima...-me recuesto en la silla y dejo que el sol me de de lleno en el rostro-  Espero que Gabriel y Lucius tengan suerte y averiguen de una vez lo que queremos saber- sin dejar de mirar a mi alrededor le doy un codazo con suavidad- Oye Norman, has visto? -Con un ademan señalo sonriendo a las chicas que pasean por delante de nosotros.

Claro que he visto pequeña. Como crees que no me iba a fijar en esto? Dice Norman asombrado al ver tamaño espectáculo. Pero al mismo tiempo vuelve a su silenciosa vigilancia. Si algo aprendió en el tiempo qu estuvo en el ejército fue a no dejarse llevar por las distracciones. Observa con detenimiento cada trausente que pasa cerca de la tienda buscando posibles amenazas.

Simulando una sonrisa se acerca un poco a la muchacha y le dice: No puedo controlar todo lo que pasa a mi alrededor. Necesito que estés al tanto de mi espalda ok? Y ahora sonríe queridita. No queremos llamar la atención. Dice sonriendo.

En cierta manera Gabriel se quedó sorprendido al ver la "facilidad" con que el anticuario había accedido a verles, asi que decidido, extendió la mano a la par que se presentaba.

- Un placer señor Lazzari, soy Peter Wayne y represento a un excéntrico coleccionista de antigüedades y objetos "raros", espero no haberle molestado, pero en los círculos en los que mi cliente se mueve, su nombre ha salido a la luz.- Gabriel hablaba con soltura y diligencia, - Veo que tiene una gran tienda con multitud de artículos, pero lo que busco es algo mas delicado, no se si me explico, la verdad es que me gustaria mantener esta conversación en un lugar algo mas privado.-

El señor Carlo Lazzari parece algo reticente a darle la mano a Gabriel, pero parece que su educación le obliga a hacerlo; A pesar de no aparentar más de cuarenta años, sus dedos son huesudos y fríos como los de un anciano y se apresura a meterse la mano en el bolsillo rapidamente.

-Por supuesto que podemos hablar en privado. Sigame.

El anticuario conduce a Gabriel hasta un pequeño despacho y cierra la puerta con cuidado cuando entran; Se sienta en su silla y ofrece otra a gabriel.

-Digame caballero, qué es lo que está buscando exactamente y veré que puedo hacer por usted.

Lazzari parece un hombre al que le gusta ir al grano.

Gabriel toma asiento en la habitación, y se acaricia la solapa de la chaqueta, comprobando que tiene en su interior la foto de la daga, todo ello con el mero afán de atraer la atención del anticuario.

-Verá Sr. Lazzari, en su afán de recolectar objetos, mi cliente se ha interesado por una serie de valijas y maletines del régimen nazi, así como por cualquier información de éstos. He de decir que ya posee en su poder variada documentación de este tipo, pero sus pesquisas le han llevado a interesarse por algunas en concreto.- Gabriel hizo una pequeña pausa, estudiando al anticuario.

-Verá, por lo que sé, a sus manos ha ido a caer uno de estos maletines y quisiera llegar a un acuerdo por él.-

Lazzari parece inquietarse ante la exactitud de la spalabras de gabriel y se mueve inquieto en su silla, aunque recuperando rápidamente la compostura.

-Ya veo que están ustedes bien informados y que saben hacer su trabajo. Por lo general estaría encantado de hacer negocios, pero... -Pausa inquietante. -Creo que la valija de la que habla está completamente fuera de nuestro alcance ahora mismo. Verá... Yo no solo me dedico a la compraventa de antiguedades; También hago de intermediario, al igual que usted, consiguiendo objetos a ciertas personas influyentes. Tuve la valija, es cierto; La compré a un señor alemánm que la guardaba desde la muerte de su hermano. Pero no era un objeto de compraventa y fué directamente a manos de mi cliente: El Vaticano. - Carlo Lazzari vuelve a quedar en silencio, como si quisiera que su interlocutor tuviera tiempo de asimilar lo que acaba de decir. -Como comprenderá, ahora está más allá de nuestro alcance, por lo que le recomiendo que se lo explique a su cliente y que se olvide de tal objeto.

El anticuario se levanta de la silla como si quisiera demostrar que para él, la conversación ha terminado y abre la puerta de su despacho. -Ha sido un placer. Espero que tenga mas suerte la proxima vez.