Partida Rol por web

Se dió cuenta de que algo grave ocurría. No a ella, eso ya lo sabía, su cuerpo, su propia conciencia se lo decía. Pero algo grave ocurría a su alrededor... vió a Henry... y oyó voces, muchas más... confusas, gritos...

¡Estan atacando Conira!

Ahora el recuerdo le asaltaba como un chorro que se derramara en su mente a borbotones, doliéndole, arrasándola. La batalla, el Monje, la caída... los suyos.

Intentó moverse, alzar la cabeza, por lo menos girarla... no pudo.

¡Dioses!

Cerró los ojos y dirigió su mente hacia ella, hacia su interior...
tanteó cada centímetro de piel, cada músculo, cada hueso... con sistema, con cuidado...

Dammeryn dejó que la mujer bajara del caballo. Echó un vistazo alrededor y vio el profundo caos que produce un ataque en una población de campesinos, pescadores y artesanos.

Su arte era la espada, y ahora se valoraba mejor que cualquier pintura de orfebrería cara, incluso más que la comida de los campos. Ahora...

Tiró de las riendas y se acercó a Onemar, y le habló aún montando.

- Necesito atención para mi pie o seré poco más útil que estos lugareños. Dime si puedes conseguirla rápidamente, si no es así tendré que dedicarme a otra cosa.

Pero el soldado ya tenía otra idea en mente. Deron había adoptado el papel de líder, algo indispensable para organizar a las gentes capaces. Mientras eso estuviera cubierto quizá tuviera algún tiempo para dedicar a una curación milagrosa. De no recibir pronto una respuesta, tendría que ser útil montado en el caballo, lo cual no era demasiada cosa durante un asedio junto a un muro. Sin campo libre, un caballo era más un estorbo que otra cosa, pero para él eran piernas y movimiento.

- Rápido, sacerdote. Sólo necesito una respuesta.

El corcel bufó como señal de impaciencia. Dammeryn retuvo las riendas con facilidad. Un caballo animoso, se alegró. Bien, pues le gustaba el nervio y la osadía.

-Podría vendarte el tobillo y aplicarte un ungüento que alivia el dolor, pero mis dones no son curativos. Si lo que buscas es una curación milagrosa no puedo ayudarte. - la respuesta del sacerdote nació carente de emotividad alguna, símplemente era pragmática.

El dolor desapareció. La confusión se esfumó.

Se seguía sintiendo magullada, pero ya no le molestaba ninguna herida. Habían desaparecido las secuelas físicas de las mismas, se cerraron los cortes y desaparecieron los golpes. La mente también se le aclaró.

Su poder había alcanzado su cuerpo de forma en que a ella misma le asombró. Se sentía con fuerzas, con energías. Repuesta.

Se levantó. Ante los ojos atónitos de Henry, de las mujeres que acuclilladas habían empezado a restañar la sangre que brotaba de sus heridas. Pero, para su asombro, la sangre había dejado de brotar, y las heridas habían cicatrizado. Solas.

Sus pupilas desorientadas se centraron, y sonrió. Las mujeres se habían quedado boquiabiertas, mientras adevertían como las roturas de los huesos de la muchacha, sus piernas, un horrible boquete en su cabeza... todo, absolutamente todo resto de daño... desaparecía. Limpiamente.

Entonces levantó las manos, y las calmó.

-No tratéis de comprender... ya nada es como lo conocíamos. Si los muertos andan, y nos atacan, ¿no es justo que por otro lado el bien compense otorgando curación...?

Se giró a Henry. Éste estaba serio, pero comprendía. Asintió, sin añadir ya nada, y se acercó a las puertas... era una persona más, un par de brazos más, quizá... hasta un don que aprovechar...

- Bien - asintió el soldado - sólo necesitaba una respuesta.

Dio media vuelta al corcel y continuó hasta el muro.

- ¡Adelante, hombres de Conira! Mirad bien vuestras casa, a vuestros hijos y a todo lo que amáis, porque os toca defenderlo ahora. Coged vuestros aperos de labranza, guadañas, picos, hachas o lo que tengáis y reuníos en el muro. Dad refugio cubierto a heridos y enfermos, y atendedlos. No dejéis huecos en el muro.

Con la velocidad extra que le daba su montura, se desplazó hacia los grupos de gente y ayudó a organizarlos. Reunió los arqueros que pudo entre aquellos que se dedicasen a la caza y los hizo colocarse en el muro con visión suficiente y protegidos.

Luego fue hacia Deron.

- Si te siguen a ti, seas quien seas, yo también lo haré. Dime qué necesitas que haga, hombre.

-¡¡PUM!! – el primer impacto hizo temblar los goznes de las puertas y desplazó a quienes se agrupaban tras ellas, aunque inmediatamente recuperaron su posición.

-¡¡PUM!! ¡¡PUM!! – dos golpes más, dos arremetidas más. Mélegat utilizaba toda la fuerza contenida en su interior y todo el peso de su cuerpo para intentar mantener las hojas de madera en su lugar. Estaban formadas por troncos de árboles, pero al minero le parecían en estos momentos tan finas como un lienzo de seda. Gura a su lado comenzaba a ponerse rojo por el esfuerzo. Los ojos parecían querer salirse de sus órbitas.

Podían escuchar al otro lado como los asaltantes volvía a tomar carrera para una nueva embestida. Menos mal que no contaban aún con un ariete o de lo contrario...

Mientras, sobre la empalizada Deron trataba de organizar a los hombres de Conira. Siguiendo sus órdenes se colocaban sobre el enemigo, se disparaban las flechas sobre las primeras unidades, el aceite, aunque escaso, comenzaba a llegar hasta ellos y las antorchas recorrían el perímetro del pueblo. Nhadia se afanaba de un lado a otro lanzando una lluvia de fuego contra los asaltantes.

Illianna se acercó a las puertas, mirando a unos y a otros, completamente desorientada, pensando qué podía hacer para intentar ser de ayuda de algún modo.

Pero parecía irrisoria su fuerza, nada que ella pudiera aportar en la defensa de Conira...

Tras terminar de dar instrucciones y tratar de elevar los debilitados ánimos de las gentes de Conira, Deron se gira hacia Ayron y contesta:

-Lo hay, pero ni sueñes en que te deje de salir de aqui en ese estado. No desperdiciaré un buen hombre herido mandándolo a una muerte segura, cuando su talento me puede ser mas util aquí dirigiendo a las poco entrenadas gentes de la aldea.- dice con una mano sobre el hombro del caballero, pidiéndole calma -Mantenme esa puerta tan libre de gente como puedas, Ayron, por tu vida... por la de todos nosotros.- pide antes de bajar de la posición elevada.

Los ojos del guerrero buscan entonces desde la almena a la esquiva mujer que habia visto tratando de sacar a Dammeryn de aquel aprieto:

-Nadia, reconozco un espiritu enjaulado en cuanto lo veo. No te gusta la disciplina, ¿verdad? Bien, senos útil en el exterior entonces.- dijo Deron acercándose a ella - Hay otra salida de Conira. Es la que utilizo más habitualmente. Más que una verdadera salida es una zona baja del muro que da a la parte trasera del pueblo, la que se encuentra al abrigo de la falda de la colina. El problema es que sería ir en dirección contraria a donde se encuentran tanto el Monje como aqulleos que parecen dirigir esta pesadilla. Habría que dar un rodeo enorme, además de subir de nuevo hasta el Cerro del Águila. No puedo prescindir de ninguna espada, pero no quiero a mi lado ninguna que no se sienta comoda. Reconozco a un explorador en cuanto lo veo; he entrenado a muchos... y hoy necesito a uno.- dice con una mirada de confianza en los ojos de la mujer -Necesito saber si aquel camino es seguro, pues puede que tenga que evacuar por alli a las gentes de Conira. Necesito tambien localizar la posicion de su mando, para plantearnos cortar su cabeza. Si lo encuentras, haznos una senal con una flecha en llamas; estaremos pendientes.- se gira hacia el solicito hombre cercano y añade -Dammeryn; tú eras de aquí. Conoces bien la zona, ¿verdad? Acompáñala y guíala; un explorador necesita un buen mapa.- concluye senalando en la dirección de la salida -Tendréis que ir sin caballo, pues la discreción es lo mas importante. No pueden veros.- termina mientras se gira a enfrentarse al verdadero problema: la puerta.

Las feroces arremetidas contra la puerta eran descomunales, daba la sensación de que estaban aporreándolas con enormes arietes de acero.

Unos pocos hombres apiñados tras los troncos de madera intentaban resistir a duras penas los fuertes golpes. En un extremo, Gura parecía estar a punto de estallar, a juzgar por el tono rojizo de su frente...en el otro extremo, Mélegat veía como sus piernas comenzaban a deslizarse por el barro lentamente, haciendo surcos. Entre ambos gigantes, un grupo de hombres era proyectado hacia atrás cada vez que el enemigo arremetía contra la puerta, volviendo rápidamente a sus posiciones con el fin de que la única esperanza de Conira no cayese.

Sin pensarlo dos veces me acerco al grandullón, a Gura, al que conozco bien de las muchas veces que he estado en Conira. Es el que tengo más cerca, y es quien probablemente más fuerza tenga, por tanto aquel con quien me será más fácil que mi ayuda resulte efectiva.

Pongo mis manitas en su enorme brazo, hojas de otoño caídas sobre un tronco fornido. Él no se da ni cuenta, el esfuerzo es tal que a duras penas puede sentir ni dolor.

Cierro los ojos, y en mi mente plasmo una imagen. La montaña. En invierno. La roca está cubierta de hielo, una masa compacta, dura, inamovible. El viento sopla en su cima, intenta arrastrar algo de su superficie... pero la roca está allí desde que la Tierra fué creada, no hay caso, la fuerza nace de su interior, y abarca cada mínima parte de su materia. El cielo se oscurece, y el viento deja paso a la tormenta, la tormenta que sacude los árboles, la lluvia arrecia, se lleva el barro, deshace la nieve.

Pero la montaña sigue ahí, la roca pura ahincada en su suelo, terca, sin esfuerzo alguno, sin sentir dolor, sin sentir cansancio.

Yo soy esa roca... todo mi ser es roca, soy una con ella. Y a través de mis manos, de mi mente, mi fortaleza, mi dureza, mi firmeza, mi indiferencia al esfuerzo... se transmiten... nacen en la punta de mis dedos, y avanzan... hacia Gura. Él y yo... roca pura, montaña, Resistencia. Somos inamovibles...

Una cierta sensación de desilusión atenazó mi pecho cuando Deron me hizo ver lo que yo no quería ni atisbar siquiera, pues aquel hombre sólo destilaba verdad con sus palabras….no me encontraba en condiciones de arrastrarme y moverme con la celeridad necesaria para poder sorprender a quien quiera que fuese el responsable de aquel ataque. Tan sólo serviría para perder una de las pocas oportunidades que existían de salvar Conira y a todos los que nos encontrábamos en el interior.

Durante un instante busqué con la mirada a Ónemar, pues quizá él pudiera hacer algo por mis heridas y así unirme a la peligrosa misión que iban a emprender Dammeryn y la sombría mujer que acompañaba al grupo.
Sin embargo, mis ojos se frenaron antes en la figura de Illianna, que caminaba normalmente pese a estar convencido de que había sido ella la que había caído desde la muralla….desde luego aquella joven era extraordinaria.
¿Podría ella curarme? Quizá sí, pero el sonido de las embestidas del enemigo contra las puertas, avisaba que no había tiempo para eso, que estas cederían en poco tiempo si no se hacía algo para remediarlo, pues ni siquiera la fuerza conjunta de muchos hombres y mujeres conseguirían mantenerla en pie.

Cuando Deron ya se había retirado de mi lado, me tomé un instante para observar atentamente todo lo que ocurría a mi alrededor, y así poder calibrar la posibilidades que teníamos de salir con bien de aquel asedio.
Los arqueros disparaban contra la masa enloquecida que asaltaba la puerta, pero estos no caían fácilmente y aquellos que lo hacían, no parecían molestar demasiado a la muchedumbre.
Otros se dedicaban a intentar quemar al enemigo, ya fuese con virotes ardientes o aceite hirviendo, que tampoco parecía causar demasiados estragos.

¿Qué se podía hacer entonces? ¿Qué quedaba por intentar? Tenía que existir una forma de frenarlos por completo o al menos ralentizarlos, la cuestión era encontrarla.
Si al menos hubiese existido un foso, podrían haber soportado aquel ataque durante días si hubiese sido necesario, pero por desgracia no era así, y la grieta que había abierto el suelo un poco antes, se encontraba demasiado alejada de la muralla como para resultarles un verdadero inconveniente a los atacantes.

¡Hay que apuntalar esas puertas! – grité desde lo alto de la muralla – ¡Utilizad lo que se podáis! ¡Aunque para ello tengáis que derruir alguna casa!

No es que aquella solución fuese demasiado, pero siempre sería más sencillo colocar troncos que fijasen las puertas en su posición, que intentar mantenerlas cerradas sólo utilizando los músculos.
Así al menos darían tiempo suficiente para poder alcanzar la posición del cabecilla de todo aquello, al cual busqué con la mirada desde aquella posición elevada.